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El reloj de las flores

Que toda planta tiene su propio bioritmo y que los pétalos de sus flores se abren y cierran en
determinados momentos del día es algo que ya observó el botánico sueco Carl von Linné
(1707-1778) en el siglo XVIII.
Linné estudió las horas concretas en las que una flor se abría por completo y cuando se volvía
a cerrar. Gracias a esta observación plantó un reloj floral en forma de esfera en su jardín. Él
afirmaba que gracias a este reloj era capaz de dar las horas con un margen de error de sólo 5
minutos.
En 1745 este reloj se convirtió en uno mucho más grande que se plantó en el jardín botánico
de la ciudad sueca de Uppsala. El descubrimiento de este reloj no fue simplemente un dato
anecdótico. Los relojes de bolsillo o de pulsera en aquella época sólo se los podían permitir
los ciudadanos más pudiente, así que ese reloj se convirtió en una herramienta importante
para la población. Además las flores no sólo daban información acerca de las horas del día
sino que predecían el tiempo.

Linné no sólo estudió los ritmos naturales fijos de las flores, sino que tuvo en cuenta también los
influjos del sol y la luna, y describió el efecto sobre el el mundo botánico y natural de las faces
lunares. Todos estas observaciones fluyeron en la creación del primer reloj floral, en cuyo centro se
encuentra el girasol.
El girasol, una planta con gran poder simbólico, sigue los movimientos solares como ninguna otra
planta. Cada día vuelve a girar su cabeza de este a oeste y por la noche de vuelta hacia el este.
Esta fluctuación flexible de la planta sólo le es posible durante su crecimiento. Cuando ha parado
de crecer se queda mirando definitivamente al este.
En el arriate de flores circular Linné plantó para cada hora en punto un representante indicado del
mundo vegetal, de tal manera que en cada una de las 12 divisiones crecía una flor característica
que abre o cierra sus pétalos a esa hora del día. Era posible que una planta apareciera dos veces
como por ejemplo la vellosilla que abre sus pétalos a las 8h de la mañana y las vuelve a cerrar a
las 14h o la caléndula que abre sus pétalos a partir de las 9h y a partir de las 12h las vuelve a
cerrar.
El reloj floral y su distribución
El reloj floral de Linné está dividido en dos partes. En el lado izquierdo se encuentran las
plantas que se abren por la mañana entre:
• 5 y 6h: calabaza, amapola, achicoria
• 6 y 7h: crepis rubra, enredadera
• 7 y 8h: lirio de la hierba, nenúfar, tusílago, alquimia, hipérico
• 8 y 9h: anagalis, calta palustre, centaurea
• 9 y 10h: betónica silvestre, margarita, caléndula
• 10 y 11h: anémona de tierra, vinagrera, spergularia
• 11 y 12h: tigridia, cerraja, aizoácea
En la mitad derecha de la esfera de cifras se encuentran las plantas que se cierran pasado el
mediodía entre:
• 12 y 13h: caléndula, petrorhagia
• 13 y 14h: anagalis, hieracium
• 14 y 15h: achicoria, diente de león, calabaza
• 15 y 16h: lirio de hierba, tusílago, hieracium rojo
• 16 y 17h: dondiego de noche, vinagrera, nenúfar
• 17 y 18h: amapola
Un final lo marca la onagra que al contrario de todas las demás flores se abre entre las 17 y
las 18h, como una vela en la noche y así sigue el círculo.

Los insectos marcan el ritmo


¿Cuál es el reloj invisible, el bioritmo al que atiende el mundo vegetal? El hecho de que con
los primeros rayos solares no se abran todas las flores al mismo tiempo tiene una razón de
ser: garantiza un reparto equilibrado de insectos para la polinización. Los diferentes tiempos
de floración significan un mejor abastecimiento con insectos, que son los que polinizan las
distintas flores.
Los insectos son atraídos cuando las flores están completamente abiertas y se esparce el
dulce aroma del néctar.

También los insectos sacan provecho de los


"tiempos de apertura” graduales, pues no han de salir todos al mismo tiempo a la busca de
alimento. Así se evita la competencia por las mejores fuentes nutritivas y las batallas en los
prados. Este suave equilibrio entre flores e insectos, entre el dar y el tomar, nos da una visión
acerca de la simbiosis entre el mundo vegetal y el animal y nos demuestra cuán importantes
son los “tiempos correctos” en la naturaleza.
Si la polinización no se lleva acabo en el tiempo previsto, las flores no se cierran a la hora de
siempre, sino que permanecen abiertas hasta la noche. Sin insectos el reloj floral se
desequilibra y se “pasa de hora”. La reducción de la población de abejas como principales
polarizadores de las flores tiene consecuencias en el reloj floral. Las plantas tienen entonces
que compensar y derrochar mas energía para poder mantener sus flores abiertas tanto
tiempo, hasta que llega la visita de los insectos. Aún no se tienen claras las consecuencias de
todo esto en la generación de frutos y las cosechas.
El caso contrario también se puede dar, es decir, cuando la flor se poliniza muy temprano, se
cierra y se considera un éxito de polinización.
Esta pues demostrado que la polinización de las plantas tiene unas claras consecuencias en
la precisión del reloj floral, al igual que lo tienen la luz y la temperatura. También hay que tener
en cuenta cambios regionales, ya que cada región es climáticamente diferente y eso tiene
consecuencias en la época de floración.

El “reloj interno" de las abejas


Muchas plantas no suministran néctar y polen durante todo el día, sólo a determinadas horas
del día. Como la oferta varia según las horas del día y como cada planta tienen sus “Horarios
de apertura”, para las abejas es importante memorizar esas horas para conseguir una buena
cantidad de alimento.
El reloj interno de las abejas es genético. Estos insectos calibran su reloj según la posición
solar y los campos magnéticos de la tierra. Así consiguen estar en sitio preciso a la hora
óptima.

Las plantas como mensajeros meteorológicos


En las plantas no sólo se puede “leer” la hora, sino también el tiempo, ya que pueden predecir
tanto sol como los chubascos. Muchos agricultores antiguamente se fijaban en irregularidades
para realizar predicciones que luego pasaban de generación en generación. Aún hoy tienen su
importancia si se tienen en cuenta cambios regionales y el desestabilizante cambio climático.

• La caléndula
Junto a sus propiedades como planta curativa, también es conocida como profeta
meteorológico: si por la mañana aún está cerrada se espera tiempo malo o lluvia. Si está
abierta, se espera buen tiempo. Su nombre en latín ya nos da pistas Calendula significa
pequeño calendario. Como la caléndula florece durante muchos meses de mayo a noviembre,
se la consideró símbolo de la inmortalidad.
• La carlina
También es conocida como planta meteorológica. Florece tarde, a partir de agosto, y entonces
muestra esplendorosa sus plateados pétalos.
Para proteger su polen de la lluvia, mide la humedad ambiental y cierra a tiempo sus pétalos,
de ahí que a partir de este hecho sea fácil hacer una predicción meteorológica.
• El verbascum
Esta planta ha cosechado desde la antigüedad fama de predictiva del clima a largo plazo.
Pero para la predicción sólo es apropiada la de flores pequeñas, el gordolobo.
En los conventos se empleaba el estado de las flores para saber acerca de las cantidades de
nieve que se esperaban en el invierno. El tiempo lo predicen con la punta de sus flores. Si la
punta señala hacia el este el tiempo será bueno. Si señala hacia el oeste habrá mal tiempo.

Fragancia de las flores

Otro indicador de un cambio de tiempo es la


fragancia de las flores. Hay determinadas plantas como la asperillo y la juliana o violeta de los
jardines que huelen más intensivamente si el aire es húmedo y caluroso. Los abedules por su
parte antes de que llueva emiten un olor especialmente espaciado; también las flores del tilo
huelen más fuerte. El sentido de éste fenómeno es que las flores quieren atraer a la mayor
cantidad posible de insectos para polinizar antes de que empiece a llover.

Atraer a los insectos para que el reloj de las


flores no se atrase
Es buena idea construir un acogedor refugio para los pequeños insectos. Las mezclas de
semillas silvestres están hechas a la medida de las abejas y las atraen en gran medida. A las
abejas silvestres les gustan sobre todo el aciano pero también el puerro en flor, las cebollas,
las rosas y las coles kale.
Incluso en el balcón se puede
dar una alegría a las abejas si se les plantan sus aromáticas predilectas como pueden ser
salvia, tomillo, orégano, albahaca, melisa, lavanda y cebollino. Lo importante es dejar que
estas aromáticas crezcan lo suficiente para que echen flores.
En el verano tardío y en el otoño se pueden tener a su disposición brezo, éster, crisantemos y
phlox, de esta manera tanto las abejas como los abejorros encontraran una importante fuente
de alimento para los tiempos más fríos.

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