Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
Colonialidad,
Estado y Poder
0
ABSTRACT
El presente trabajo es un análisis de las estructuras de poder coloniales que son parte
fundante de las relaciones sociales entre Estado y Sociedad a fin de conocer los aspectos
históricos de dominación y vislumbrar algunas perspectivas de transformación social.
INTRODUCCIÓN
A finales del siglo XX el fenómeno llamado globalización daría un cambio a las formas de
organización económica, política, industrial, social, comunicacional, etc. en todo el mundo.
Desde su arista tecnológica, este fenómeno ha facilitado la comunicación a través de
medios como el internet, la televisión y otras vías que se han convertido en un espacio
común para el intercambio de información, símbolos, etc.
En este sentido, se trata de una mercantilización tempestuosa que pretende moldear los
modos de vida social, promoviendo estrategias para que las relaciones sociales se
conduzcan hacia la reproducción del capitalismo (como impulsar el consumo de bienes
1
materiales, de información o servicios), en tanto margina, fragmenta o desarticula otros
tipos de socialidad que no son afines o que amenazan desestabilizar dicho proceso.
De esta manera las relaciones sociales se ven afectadas por las exigencias de la economía
capitalista, ya que ésta se basa en relaciones de poder que involucran contextos
históricamente desiguales y heterogéneos.
Es posible observar ya a nivel mundial los efectos de este fenómeno. Por ejemplo, las
nuevas tecnologías y los medios de comunicación permiten flujos de información masivos
que van forjando redes de conocimientos, experiencias, etc., lo cual tiene un gran impacto
en las formas de relacionarnos y de comprender el mundo. Aún cuando los bienes
materiales y de información circulan de manera volátil y efímera, esta dinámica se impone
por encima de otros modos de organización social, banalizando sus historias, costumbres,
cosmovisiones, etc.
Las problemáticas a las que se enfrentan los países latinoamericanos son, en muchos
aspectos, históricas y a ellas se van añadiendo otras más recientes. Así, perviven problemas
como la representatividad desigual dentro de los modelos políticos actuales, conflictos
identitarios y de la tenencia de medios de subsistencia, que han derivado a su vez en otras
dificultades como marginación, pobreza extrema, migración y narcotráfico.
2
intrascendentes o destructibles las formas de vida de las poblaciones de la región en tanto
sus actividades no contribuyan al desarrollo del capitalismo.
Por todo lo anterior, ante la crisis social para enfrentar los embates del capitalismo global y
la crisis de las instancias estatales para atender las necesidades sociales, no es suficiente el
análisis desde la perspectiva de las estructuras institucionales, es necesario adentrarse en el
panorama social latinoamericano, indagar en las estructuras de poder que son parte
fundante de las relaciones sociales.
El objetivo del presente trabajo es presentar otras perspectivas de análisis que permitan
distinguir aquellos aspectos de carácter aún colonial que no posibilitan la generación de
alternativas a las relaciones de poder actuales entre Estado y Sociedad.
Como primer punto, se exponen los antecedentes coloniales que estructuran las relaciones
sociales en América Latina, sus expresiones y formas de reproducción. Posteriormente se
abordan los procesos de conformación de los Estados Nacionales en los cuales se
reorganizan las estructuras de poder, a través de proyectos de modernización que
posteriormente entrarían en crisis, para terminar con algunos aspectos actuales de estas
problemáticas.
1. La colonialidad del poder como estructura de las relaciones sociales en América Latina
Vivimos en la actualidad a partir de los cimientos de una larga historia constituida sobre lo
que Aníbal Quijano denomina como “colonialidad del poder”.
3
Dicho autor, quien propone por primera vez esta categoría, explica que los colonizadores
establecieron relaciones con los grupos indígenas, a partir del poder fundando
arbitrariamente en un discurso de superioridad étnica y epistémica de los primeros sobre los
segundos.
Esta reconfiguración social se sostuvo de un discurso racial, a partir del cual los
colonizadores se atribuyeron una superioridad étnica y cognitiva, teniendo como referencia
la supremacía fenotípica y cultural europea en detrimento de los grupos indígenas y afro
descendientes.
Al respecto, Anibal Quijano (Quijano, 2000:345), plantea que existen cinco ámbitos que
permiten la producción de la vida humana y la reproducción de las relaciones sociales,
estos ámbitos abarcan: el trabajo, la (inter)subjetividad, la autoridad colectiva o pública, el
sexo y la naturaleza. La disputa continua por el control de estos ámbitos conduce a la
formación y expansión de relaciones de poder.
Por otra parte, Foucault, en el texto “El sujeto y el poder” (Foucault, 1988), menciona que
las formas de poder, es decir, los mecanismos a través de los cuales se busca controlar la
4
reproducción de la vida social se agrupan en tres categorías: formas de dominación, de
explotación y sujeción de la subjetividad.
De esta manera, se pueden clasificar las formas de control y los ámbitos de la vida social
como se muestra en el Diagrama 1.
El antropólogo argentino Pablo Quintero, resume muy bien este aspecto, al decir que “la
imposición de la dominación por medio de la violencia organiza una estructura de autoridad
(colectiva) al tiempo que se legitima en la subjetividad/intersubjetividad” (Quintero,
2010:4).
De esta forma, es a partir del control de estos dos ámbitos centrales que el poder se
extendería posteriormente hacia las otras áreas del trabajo, la explotación de recursos, etc.
5
El ejercicio del poder y la configuración social
De acuerdo con Foucault, el ejercicio de poder se refiere al modo en que ciertas acciones
modifican otras. En palabras del autor “Es un conjunto de acciones sobre acciones posibles;
opera sobre el campo de posibilidad o se inscribe en el comportamiento de los sujetos
actuantes: incita, induce, seduce, facilita o dificulta; amplía o limita, vuelve más o menos
probable; de manera extrema, constriñe o prohíbe de modo absoluto; con todo, siempre es
una manera de actuar sobre un sujeto actuante o sobre sujetos actuantes, en tanto que actúan
o son susceptibles de actuar. Un conjunto de acciones sobre otras acciones” (Foucault,
1988:15)
6
∙ Universalidad de la racionalidad europea.- Negada la esencia humana de los
colonizados, éstos descubren que el mundo de los dominadores es mejor, el único que
existe y al que no puede acceder si no es imitando las formas de ser de las metrópolis, el
lugar donde se gestan los parámetros, los criterios y referencias con los cuales se
entiende el mundo.
Este rubro trata entonces de la “naturalización” de las relaciones de poder, la
introyección de pautas de conducta que determinan cómo deben ser las acciones y que
no puedan ser de otra manera.
Entre los múltiples efectos y consecuencias ocasionados por estos mecanismos, destacan: la
imposibilidad de constituir (o al menos reconocer) otras formas de conocimiento,
estableciéndose Latinoamérica más como un objeto de estudio, que como un espacio de
construcción de conocimiento.
Por otra parte, los organismos de los gobiernos independientes se administrarían bajo los
intereses de una clase autoproclamada dirigente, dejando fuera de toda participación, en la
gestión y organización de instituciones públicas, a una amplia mayoría de indígenas,
afrodescendientes y mestizos.
De las muchas condiciones del control político, social y cultural de las sociedades
latinoamericanas, probablemente se destaquen dos que se prolongarían a lo largo del
tiempo: la primera es la división de la población fundamentada en la idea de raza,
controlando con ello la subjetividad, el trabajo y la participación política; la segunda es el
7
fortalecimiento de una estructura de gobierno que, además de administrar la política y la
economía, controlaría la vida pública y las formas de organización social. Ambas
condicionantes permanecerían en las etapas posteriores al periodo colonial, pues en el
imaginario social y político de la región se les tenía como puntos clave para alcanzar la
“modernidad”.
Se hace evidente, de esta manera, que la finalidad del poder no consiste solamente en
incidir en las acciones de otros, sino procurar también que las mismas se prolonguen. Es
decir, el ejercicio del poder busca disciplinar a los individuos para hacer perdurar sus
respuestas de sumisión y resistencia.
Esto significa que, posterior a la etapa del colonialismo, las relaciones de poder no se
terminaron, más bien cambiaron de máscara y forma. Con las independencias y la
constitución de los Estados-nacionales, se dio un proceso de descolonización política, pero
la estructura de poder iniciada durante la colonia, en tanto sistema ordenador de las
relaciones sociales continuó su funcionamiento, reproduciéndose incluso hasta la
actualidad.
Quintero expone al respecto “Es posible hablar de una matriz colonial del poder, en tanto
sistema ordenador y acumulativo de relaciones sociales y de la disposición del poder, en la
trama de las relaciones sociales que constituye la historia de América Latina. Ciertamente,
con la independencia latinoamericana a principios del siglo XIX, se inicia un proceso de
descolonización, pero no de descolonialidad.”(Quintero, op. cit.:11)
8
Al reproducirse la colonialidad por periodos de larga duración, se han generado pautas que
sirven de guía para la conducta de los individuos, originando reordenamientos sociales,
formas de socialización que se legitiman en los imaginarios y memorias colectivas a través
de mecanismos de poder, los cuales establecen, como ya se había mencionado
anteriormente, el “deber ser” de los comportamientos actuales y futuros, naturalizando el
poder de tal manera que las acciones “no puedan ser de otra manera”.
En este contexto, luchar contra esta estructura de manera profunda, implica actualmente,
transformar la concepción de los medios políticos de resistencia y cambio, del discurso, de
las categorías y conceptos con los que se accede a la realidad y sobre todo, se requiere
construir de una conciencia colectiva que contribuya al proceso de descolonización política,
económica y cognitiva.
9
2. Estado y Colonialidad. Reproducción de la vida social
10
Apostar por el progreso implicaba una lógica evolutiva de superar las condiciones de atraso
que obstaculizaran la realización de un proceso modernizador. Desde la perspectiva de las
élites criollas latinoamericanas, la consolidación de los proyectos estatales sería la puerta de
entrada para unirse a las naciones más modernas de Europa.
Así, el objetivo inicial fue constituir una hegemonía al interior de cada país apta para
retomar el control de la autoridad pública y restablecer el orden social y político a fin de
entrar al intercambio comercial mundial como naciones independientes.
Se buscaba entonces que el Estado se configurase como un poder único a partir del cual se
concentraran diversos sectores sociales bajo un mismo orden jurídico.
Todo ello conllevaba, en palabras de Roux “la construcción de una nueva comunidad
abstracta de ciudadanos: una comunidad política conformada por individuos, regulada por
leyes positivas, impersonales, abstractas, universales y obligatorias, y organizadas bajo los
principios de separación entre lo público y lo privado, garantía de derechos individuales,
división de poderes, independencia del poder judicial, representación política ciudadana
[…]” (íbid. 57).
11
En algunos países incluso, al tratarse de grupos étnicos minoritarios, no se contempló
siquiera la posibilidad de incorporarlos como parte representativa del proceso de
configuración estatal, convirtiéndose así en grupos marginales.
Por todo lo anterior, es posible notar que el desarrollo de los proyectos de Estado para las
élites criollas no implicaba necesariamente descolonizar las relaciones sociales. En primer
término por el rechazo ya mencionado a abarcar a estos grupos sociales como elementos
sustanciales del proceso modernizador y en segundo lugar porque el intercambio comercial
no conllevaba necesariamente la abolición de prácticas de dominación y esclavitud.
En palabras de Anibal Quijano: “La estructura de poder fue y aún sigue estando organizada
sobre y alrededor del eje colonial. La construcción de la nación y sobre todo del Estado-
nación han sido conceptualizadas y trabajadas en contra de la mayoría de la población, en
este caso de los indios, negros y mestizos. La colonialidad del poder aún ejerce su dominio,
en la mayor parte de América Latina, en contra de la democracia, la ciudadanía, la nación y
el Estado-nación moderno” (Quijano, 2000:237).
El modelo cívico liberal se proponía construir cada república remodelando desde arriba
todas las relaciones sociales a través de los siguientes preceptos básicos (Roux, 2005):
establecer relaciones de mando-obediencia, consolidar una hegemonía a través de la
integración política y de formas de legitimación.
En otras palabras, las élites liberales habían reconocido que debía fortalecerse una
estructura de poder a fin de ordenar los asuntos internos como condición determinante para
participar en el intercambio comercial con Europa y Estados Unidos.
Cabe mencionar, que además del desconcierto social interno, los países latinoamericanos
se enfrentaban a su vez, a las intervenciones extranjeras que querían cooptar los espacios
de poder, de los cuales justamente dichas élites pretendían beneficiarse.
12
Por todo esto establecer un orden social al interior de cada nación era primordial. Para ello
se valieron de diversas instituciones, incluidas instancias educativas, quienes forjarían a los
nuevos ciudadanos, induciendo la formación de una conciencia individual que no
contradijera esta nueva estructura de dominio; es decir, que los nuevos ciudadanos
asumieran el incipiente modelo de gobierno.
Hasta este punto, es posible resumir entonces que la “modernización” de las relaciones
sociales significó procesos de cohesión social basándose en la colonialidad del poder, lo
que favoreció el fortalecimiento de estructuras autoritarias y la naturalización de las
relaciones de poder.
Consecuencias históricas
A lo largo del siglo XX se gestaron diversas luchas reivindicatorias por parte de los grupos
excluidos de la modernización, estas movilizaciones se intensificarían hacia la segunda
mitad del siglo, cuando se empezaron a recrudecer las problemáticas social a causa del
segundo intento de modernización esta vez impulsado desde la perspectiva del desarrollo
industrial.
Esto significó nuevamente una serie de transformaciones sociales, no así del Estado que
continuó siendo el eje fundamental de las transformaciones sociales.
13
La propuesta era llevar el desarrollo económico a las sociedades latinoamericanas mediante
el impulso de industrias nacionales. Este proyecto involucraría a sectores urbanos y no
urbanos que debían estar comprometidos con las políticas de desarrollo en cuanto a la
producción y explotación de materias primas, así como con el avance tecnológico.
14
∙ Además de reconocer finalmente que el desarrollo económico no necesariamente se
refleja en el desarrollo social como se creyó inicialmente durante la gestación del
proyecto modernizador.
Al respecto el historiador chileno Fernando Mires expresa: “En vista de esos funestos
resultados de las políticas de desarrollo, siempre será difícil convencer a indios, campesinos
pobres y habitantes de los tugurios suburbanos, acerca de las supuestas ventajas del
desarrollo. Hay una larga historia que prueba lo contrario. El concepto de desarrollo tiene
sólo una significación política positiva en las ideologías de las élites establecidas en los
poderes políticos, pero más allá de esas ideologías, sólo existe la verdad de la miseria”.
(Mires, 1993: 28).
Tras los estragos culturales, sociales, ambientales, políticos y económicos, producto del
proceso de industrialización, diversos movimientos sociales, no solamente cuestionarían las
políticas implementadas, sino también la perspectiva de poder desde donde históricamente
se han gestado dichas políticas.
3. Conclusiones
15
Pero que además, las estructuras de poder, les devuelven una cultura grotesca, deformada
por los medios de comunicación, les ofrecen tierras inutilizables y agua contaminada,
alimentos adulterados, transgénicos, etc.
En resumen, estos grupos de poder, tanto regionales como mundiales, están acabando con
los medios necesarios para la reproducción de la vida humana (y ambiental), los cuales han
sido puestos al servicio de estas superestructuras estatales y mega corporaciones
comerciales en beneficio precisamente de los corporativos y no para atender las
necesidades reales de los seres humanos.
Ante este panorama, el impulso de cambio debe iniciar por descolonizar las relaciones
sociales dentro del esquema Estado-Sociedad.
4. Bibliografía
16
Pérez Rivera, Hésper Eduardo (2007), El tránsito hacia el Estado nacional en América
Latina en el siglo XIX: Argentina, México y Colombia. Universidad Nacional de
Colombia., Bogotá.
Pizarro, Roberto (2001), La vulnerabilidad social y sus desafíos: una mirada desde
América Latina, Serie Estudios Estadísticos y Prospectivos, no. 6, Publicación de las
Naciones Unidas, Santiago de Chile, 69 p.
Quijano, Anibal (2000), "Colonialidad del Poder y Clasificación Social" (2000), en
Festschrift For Immanuel Wallerstein. Journal of World Systems Research, vol. VI,
No. 2, Fall/Winter, pp.342-386.
Quijano, Anibal (2000), “Colonialidad del Poder, Eurocentrismo y América Latina". en
Colonialidad Del Saber Y Eurocentrismo. Edgardo Lander, ed. UNESCO-CLACSO.
Buenos Aires, Argentina.
Quijano, Anibal (1992), “Colonialidad y modernidad-racionalidad” en, Bonilla,
Heraclio (comp.), Los conquistados 1492 y la población indígena de las Américas,
FLACSO-Libri Mundi-Tercer Mundo Editores, Bogotá, pp. 437-448.
Quijano, Anibal (2000), “El fantasma del desarrollo en América Latina”, en Revista
Venezolana de Economía y Ciencias Sociales, vol.6 n°2 (mayo-agosto), pp 73-90.
Quintero, Pablo, (2010) “Notas sobre la Teoría de la Colonialidad del Poder y la
estructuración de la sociedad en América Latina” en Papeles de Trabajo, Centro de
Estudios Interdisciplinarios en Etnolingüística y Antropología Socio-Cultural, N°19,
Junio, Universidad de Buenos Aires, 15 p.
Roux Rhina (2005), El príncipe mexicano. Subalternidad, historia y Estado, Ed. Era,
México, 258 p.
17