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Exergos[1]

Las lecciones sobre la historia de la filosofía que forman parte de la obra de Hegel están inscritas
en una anécdota que es necesario mencionar. Resulta que la obra se formó gracias a los
apuntes que tomaron los alumnos de éste en un curso que impartió en la Universidad de Berlín
durante cinco semestres de invierno que abarcaron de 1822 a 1831. En dicho curso, Hegel
desarrolló principalmente ideas sobre la historia y la verdad que siguen teniendo un impacto
inconmensurable para la filosofía.

Ahora bien, hay un aspecto de la obra que se debe problematizar y que tiene que ver con la
lectura de Hegel que hace Jacques Derrida en La mitología blanca. La metáfora en el texto
filosófico de estas lecciones. Según Derrida, en la obra lo que aparece es justamente el uso de
ciertas metáforas que traspasan la obra de manera frecuente pero que no son tomadas como
tales debido al papel secundario que éstas tienen en la filosofía.

La metáfora es, pues, determinada por la filosofía como pérdida provisoria del sentido,
economía sin daño irreparable de propiedad, rodeo ciertamente inevitable, pero historia
con vistas y en el horizonte de la reapropiación circular del sentido propio.[2]

Llama la atención de las lecciones de Hegel que no fueron escritas por él; éstas son el resultado
de una escucha, un ejercicio de escritura que no pudo controlar y que le permitió dejar metáforas
dentro del devenir de la filosofía.

Eduard Gans, el alumno de esos cursos de invierno, fue el oído de la voz del maestro. Su papel
fue el de una “tarjeta postal” por la cual recibimos unas lecciones sobre la historia y los avatares
de la verdad. En ese sentido, Derrida señala lo siguiente:

Se escribe cuando no se puede hablar, cuando obstáculos contingentes, que se


reducirán a otras tantas formas de la distancia, impiden que llegue la voz. La escritura
es una forma de telecomunicación y son sabidas todas sus ventajas, que no dejan de ir
acompañadas de graves inconvenientes conocidos. No se trata aquí, en absoluto de
poner en duda la realidad de la experiencia: todo el mundo sabe que la palabra escrita
amplía desmesuradamente el alcance del lenguaje en el espacio y en el tiempo, que lo
que comúnmente denominamos historia, al menos considerada como progreso o
declive, se inicia sólo con ella.[3]
En La mitología blanca, Jacques Derrida nos muestra que la escritura es un procedimiento
retórico que a Occidente le sirve para justificar su voluntad de “universalidad”[4] y su historia
misma; la universalidad olvidó su troquelado, su formación en batallas y diferencias. La verdad
también es un trabajo de retórica.

Las lecciones sobre la historia de la filosofía, son los exergos que quedaron de esas batallas; de
ese trabajo retórico que eliminó su singularidad y se forjó en figuras de lenguaje como
metonimias y sinécdoques. La verdad en las lecciones pasa a través de ciertas metáforas que de
acuerdo a Derrida son espaciales, de luz, halógenas etc.

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