Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
La ansiedad es una reacción “normal” del organismo, ante la percepción de una amenaza real o producida por nuestros pensamientos;
es decir, no es lo mismo sentirse perseguido por alguien en una calle oscura, a una hora tardía de la noche ( amenaza real) que creerse
perseguido por alguien, en una calle oscura, a una hora tardía de la noche,( amenaza percibida) cuando, quizás, sólo es tu psicóloga
que te ha reconocido – pero esta afónica- y quiere preguntarte cómo está tu ansiedad. Por lo tanto, la ansiedad nos sirve para
reaccionar mejor, más rápidamente, si la amenaza fuera real ya que produciríamos una descarga de adrenalina parecida a cuando
estamos muy furiosos
En cualquier caso, todos tenemos siempre una energía de activación mínima que es la que permite que, por ejemplo, un estudiante se
ponga a la labor si mañana tiene un examen o que reaccionemos rápidamente ante una supuesta situación peligrosa del tráfico. Por
ello, el objetivo de cualquier intervención psicológica no debe ser que la ansiedad desaparezca puesto que ejerce una función
adaptativa importante, sino que no se convierta en un problema hasta el punto de ser un trastorno.
La ansiedad se convierte en un trastorno cuando la persona se encuentra tensa con cierta frecuencia, sin causa aparente, y con
consecuencias desagradables, deja de ejercer su función de alarma del organismo y esto produce que nos sintamos más preocupados y,
sobretodo, temerosos, hipervigilantes y alerta de forma continua y sin motivo aparente. En este momento, la ansiedad ya se ha
convertido en patológica.
Cuando tenemos un trastorno de ansiedad debemos pensar que, en realidad, las variantes son muy diversas; existen tanto formas de
ansiedad como trastornos reactivos como trastornos adaptativos pasando por trastornos relacionados con la ansiedad los cuales,
asimismo, son diversos, y – muy frecuentes- las comorbilidades entre los trastornos de ansiedad y los depresivos. Entre todos ellos,
uno de las variantes más peligrosas es la ansiedad nerviosa, es decir, si la ansiedad no nos deja vivir
La ansiedad nerviosa se activa por el organismo ante una situación que esta fuera de nuestro control. Todos la hemos experimentado
en algún momento de nuestra vida y, a nivel corriente, decimos “estoy nervioso” o “tengo nervios”. Pues no, los “nervios” existen a
nivel físico y son las “conducciones” por donde se transmite el impulso nervioso desde el cerebro hasta cualquier parte del organismo
y, por tanto, seguro que sí, ¡faltaría más! Todos tenemos de esos “nervios”.Pero si estas a minutos de casarte, de entrar en la entrevista
de trabajo que podría cambiar tu vida, entonces lo que te ocurre es que estas “ansioso”. En todos estos casos tenemos una causa (la
boda, la entrevista, o cualquier otra, siempre que lo que vaya a ocurrir – en un futuro próximo- no esté ya bajo nuestro control) pero,
en algunas situaciones, no hay causa alguna y es entonces cuando la ansiedad se puede volver inmanejable y es necesario acudir al
psicólogo cuanto antes.
Los síntomas habituales de la ansiedad nerviosa
Los síntomas de la ansiedad nerviosa son difíciles de manejar y ponen a la persona en condiciones de malestar emocional que le
impiden tomar decisiones simples e, incluso, desenvolverse adecuadamente en la vida cotidiana. Sin embargo, si los síntomas de
ansiedad se toman en una fase inicial con la ayuda de un profesional o psicólogo, el tratamiento asegura una rápida recuperación.
Los síntomas más comunes se dividen en:
1) Físicos
Tensión en el cuello, hombros y espalda.
Dificultades de respiración, visión borrosa y/o doble sofoco.
Taquicardia, palpitaciones, opresión y dolor en el pecho.
Sensación de nudo en el estómago y en el cuello, nauseas, vómitos.
Sudoración, temblor, hormigueo en las manos y pies.
Inestabilidad, temblor, entumecimiento en las piernas y manos.
Indigestión crónica, síndrome del colon irritable, dolor abdominal.
Cefalea tensional, vértigos.
2) Psíquicos
Insomnio y ganas de dormir durante el día.
Tensión, hipervigilancia, estado de alerta constante.
Nerviosismo al hablar en público que puede llegar a la ansiedad o fobia social.
Flashbacks que reviven situaciones especialmente desagradables para la persona.
Perfeccionismo que se va dando la mano con la ansiedad ya que hemos de tener en cuenta que el primero no es más que la
ansiedad porque algo – o todo, dependiendo de la persona, y aunque sea imposible- esté perfecto.
Dudas persistentes y que no cesan y que suelen tratarse sobre aspectos de uno mismo.
Miedos irracionales que, a veces, sólo se producen al afrontar situaciones muy específicas, por ejemplo, miedo a las abejas o a
volar.
Excesiva preocupación por si mismo y/o por los demás.
Muchas ganas de llorar pero sin un llanto excesivo.
Todos estos síntomas empiezan porque hay una falta de control sobre las emociones propias y, tal como hemos dicho, pueden ir
asociadas a crisis de pánico o a un trastorno de ansiedad generalizada, por poner ejemplos. Sin embargo, la ansiedad nerviosa es
más dura y difícil de sobrellevar ya que se asocia a mecanismos de huida o a síntomas de los otros trastornos que se presentan a la vez,
lo cual produce afectación tanto en el paciente como, también, en su entorno más cercano.
Por otra parte, al paciente le es muy difícil calmarse, aun sabiendo que no ha ocurrido nada que haya provocado el episodio de
ansiedad. De esta manera, la tensión se va acrecentando de forma imparable y produce alteraciones del apetito y del sueño, inquietud,
episodios de irritabilidad… que nos lleva al extremo, es decir, la vida nos desborda y sólo queremos huir, desaparecer y no continuar
con nuestra vida cotidiana. Es aquí cuando se convierte en una de las formas más peligrosas de ansiedad debido a su alto riesgo de
suicidio.
Asimismo, existe una distorsión importante de la realidad con pensamientos catastrofistas. Llegados a este punto, si no se establece un
correcto diagnóstico y un pronto tratamiento con un psicólogo, el paso a una depresión es inminente.
Factores mantenedores
Aunque aparentemente no exista causa una vez la ansiedad ha debutado, tiende a mantenerse. Y ello es debido a que hemos adquirido
un “mal hábito” que es el de preocuparnos por todo: por ayer, por hoy, por mañana, por lo que nos dicen, por lo que aún no nos han
dicho “pero seguro que nos dirán”,…así nos pasamos el tiempo esperando siempre grandes dificultades o situaciones muy
complicadas. Por otro lado, el cuerpo se ha habituado a estar tenso y a reaccionar de forma ansiosa.
En ese momento, se crea un círculo vicioso: los síntomas físicos son desagradables, la persona se preocupa continuamente por
cualquier leve alteración de su salud, por ejemplo, si pudiera tener un infarto, si pudiera perder el control, si se pudiera desmayar… lo
que provoca que la ansiedad aumenté y ello, a su vez, agudiza su sintomatología física.