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Ofrecer una cesta de huevos frescos era sin duda un magnífico detalle, pero si además
los huevos se coloreaban o se pintaban se convertían en un auténtico regalo.
A partir del siglo XVIII, cuando la industria chocolatera consigue avances importantes en
el manejo y tratamiento del chocolate, se empieza a vaciar los huevos frescos y a
rellenarlos de chocolate. Más tarde llegaron otras formas: conchas, campanas,
carruajes... copiando figuras de la escuela austriaca, con sus colores y formas.
Sin embargo, la tradición del conejo de chocolate se la debemos a los antiguos teutones
que creían según cuentan las leyendas que en Pascua eran los conejos los que
incubaban los huevos. La asociación Conejo- Pascua proviene de esta antigua creencia
popular.