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2- Metodología:
4- Temario básico:
I. INTRODUCCIÓN A LA PARTE ESPECIAL DEL DERECHO PENAL.
1.-Concepto de parte especial. Diferencia con la parte general. 2.- El concepto de bien
jurídico. Función del bien jurídico. 3.-La teoría de la tipicidad. 4.- Los elementos típicos.
Objetivos de aprendizaje:
Al finalizar esta lección, el estudiante estará en capacidad de:
a.- Definir el derecho penal especial, señalando sus aspectos fundamentales.
b.- Diferenciar la parte general del Derecho penal de la parte especial.
c.- Explicar el concepto de bien jurídico, señalando las funciones que cumple en el derecho
penal.
d.- Distinguir los conceptos de tipo, tipicidad y adecuación típica.
e.- Identificar los elementos del tipo legal, dividiéndolos de acuerdo a la estructura típica..
f.- Reconocer la importancia de la imputación objetiva del comportamiento y del resultado
en la determinación jurídica de la tipicidad.
g.- Aplicar los conocimientos adquiridos a la resolución de preguntas o problemas
concretos.
5- Bibliografía recomendada.
Arteaga, Alberto. Derecho Penal venezolano.
Bacigalupo, Enrique. El delito de homicidio.
---. La técnica de resolución de casos penales.
Bustos Ramírez, Juan. Manual de Derecho Penal, Parte Especial.
Carrara, Francesco. Programa de Derecho Criminal.
Chiossone, Tulio. Manual de derecho penal.
Febres Cordero, Héctor. Curso de derecho penal (parte especial). Tomos I y II.
Figueroa Ortega, Yván José. Comentarios a la Ley sobre Hurto y Robo de Vehículos
automotores.
García Iturbe, Arnoldo. Delitos contra la Cosa Pública y contra la Administración de
Justicia.
Grisanti Aveledo, Hernando. Manual de derecho penal (parte especial).
León de Visani, Eunice. Delitos de salvaguarda.
Mendoza Troconis, José Rafael. Curso de derecho penal venezolano (Parte especial).
Muñoz Conde, Francisco. Derecho penal (parte especial).
6- Legislación.
El estudiante debe traer a las clases obligatoriamente: Constitución de la República,
Código Penal y Código Orgánico Procesal. También serán utilizadas las siguientes leyes:
Ley Orgánica de Protección al Niño y al Adolecente; Ley Orgánica sobre el Derecho de las
Mujeres a una Vida Libre de Violencia; Ley Orgánica Contra la Delincuencia Organizada y
Financiamiento al Terrorismo; Ley Orgánica de Drogas; Ley Especial para Prevenir y
Sancionar la Tortura y otros Tratos Crueles, Inhumanos y Degradantes; Ley contra el
Secuestro y la Extorsión; Ley Orgánica del Sistema y Servicio Eléctrico; Ley Orgánica para
el Servicio Eléctrico; Ley sobre el Hurto y Robo de Vehículos Automotores; Ley contra la
Corrupción; Ley de Armas y Explosivos; Ley de Ejercicio de la Medicina; Código de
Deontología Médica; Ley sobre Donación de Órganos, Tejidos y Células en Seres
Humanos; Ley contra los Ilícitos Bancarios; Ley General de Bancos y otras Instituciones
Financieras; Ley Penal del Ambiente y Estatuto de Roma de la Corte Penal internacional.
7- Evaluación y exámenes.
La evaluación de los alumnos y alumnas se realizará en función de los resultados de dos
exámenes parciales y un examen final, tal como lo contempla el Reglamento de
evaluaciones de la Escuela de Derecho. Estos exámenes podrán ser realizados
indistintamente en modalidad escrita u modalidad oral. Asimismo, será tomada en cuenta la
asistencia a clases y la participación activa en las actividades que se promuevan a lo largo
del curso.
0.- Introducción.
Las lesiones gravísimas son lesiones en las que la ley señala distintas
circunstancias de agravación que se consideran de la máxima gravedad. En pocas
palabras, se trata de las lesiones que podrían generar el mayor castigo penal, en
virtud del resultado que producen respecto de la integridad de la persona. A
continuación iremos estudiando cada una de los casos de lesiones gravísimas.
1.1.- Enfermedad mental o corporal, cierta o probablemente incurable.
Esta figura típica excluye que pueda imputarse a título de homicidio el mismo
hecho de haberse causado la enfermedad, ya que lla misma estaría
comprendiendo la hipótesis en que la víctima posteriormente muera como
consecuencia de la enfermedad. Lo importante en todo caso es que el resultado
muerte no se produzca inmediatamente en el tiempo, sino que exista un espacio
temporal entre la acción del autor y la producción del resultado, las cuales
permitan excluir la imputación objetiva. Este es lo que llaman algunos la
problemática de las "consecuencias tardías".
Las personas tenemos cinco sentidos, a saber, la vista, el oído, el gusto, el olfato y
el tacto. Cada uno de estos sentidos está asociado a un determinado órgano de la
percepción. Para que proceda la agravante tendrá por tanto que haberse destruido
de manera irreparable alguno de los órganos de la percepción. El problema se
plantea con órganos que tienen carácter doble, como los ojos, en que a pesar
poder perderse alguno, no se habría perdido el sentido de la vista, ya que la
persona podría seguir viendo por el otro ojo. Sin embargo, la lesión de todos
modos sería siendo una lesión gravísima, ya que se trataría de la "perdida del uso
de algún órgano".
La "palabra" es la función del habla que permite comunicarse con las demás
personas.Cuando se habla de la "perdida de la palabra", ello significa que la
persona como consecuencia de la lesión no podrá nuevamente hablar, es decir, no
podrá expresar más nunca verbalmente sus pensamientos a los demás. Es la
pérdida de la facultad de expresarse inteligiblemente por medio de la palabra y
comunicarse con terceros.
Esta "pérdida" podrá ser anatómica o meramente funcional, es decir, por ejemplo,
podría ser que a la víctima se le ampute la lengua o las cuerdas vocales, y por ello
no pueda volver a hablar, o que ello suceda sin necesidad de ninguna amputación,
al producirse un daño en la función que desempeña el organismo, produciéndose
como resultado la perdida de la facultad de hablar. Es importante destacar que
esta agravante procederá incluso cuando la víctima pudiera llegar a hablar con
posterioridad, valiéndose para ello de medios artificiales, siempre que de todas
maneras hubiere perdido el habla de modo natural.
Los órganos son partes o elementos del cuerpo humano conformados por masas
celulares llamadas tejidos, los cuales llevan a cabo funciones vitales específicas.
Son órganos, por ejemplo, el estómago, el hígado, el cerebro, etc.
Existe una desfiguración del rostro en caso de que se deforme la simetría de sus
líneas o la fisonomía que ha de tener, deformándosele o dándole una forma fea o
antiestética a la vista de los demás. En otras palabras, para aplicar esta
agravante, no será suficiente con que en virtud de la lesión sufran alguna
modificación las características morfológicas de la víctima, sino que
necesariamente deberá producirse una alteración de la armonía de su rostro, lo
cual ha de poder provocar rechazo o repugnancia al ser vista por terceros desde
una distancia prudencial.
Mendoza decía en este sentido que desfigurar era lo mismo que deformar
permanentemente el rostro. Para este autor, "deformación es la alteración que
llega al desfiguramiento del rostro, por ejemplo, quedar asimétrico, o que produzca
en quien lo mire un sentimiento de disgusto". Ponía como ejemplo de esto: "la
pérdida de la nariz, de un labio, del pabellón de la oreja, del mentón, la
enucleación de un ojo, etc.". Por su parte, explicaba Febres que "la desfiguración
es la consecuencia de una herida situada en el rostro de la persona que afecta la
hermosura de su semblante y las facciones". De esta manera, afirmaba con razón
que "aquellas cicatrices que no pueden ser visibles a permanencia por quedar
cubiertas por los cabellos o por el vestido, no pueden ser considerados como que
desfiguran a la persona". Asimismo, en su criterio, "solamente aquellas cicatrices
de mucha extensión, que son irregulares e hipertróficas, que tienen un aspecto
notorio y a la vez repugnante, son las únicas que pueden ser consideradas como
desfiguración de una persona".
De acuerdo al diccionario, una cicatriz es una señal que queda en los tejidos
orgánicos después de curada una herida o llaga". "Notable" es aquello que es
digno de nota, atención o cuidado. Por su parte, como expliqué anteriormente, la
"cara" es lo mismo que el "rostro", es decir, la parte anterior de la cabeza humana
desde el principio de la frente hasta la punta de la barbilla, y entre las dos orejas.
Es de señalar que la cicatriz debe ser notable, es decir, que no basta con que sea
visible, sino que tendrá que tener mayor gravedad, al punto de poder causar
impresión en las personas, atrayendo su atención, en virtud de alterar la armonía o
la belleza del individuo.
Sin embargo, esta clase de cicatriz no debe llegar a desfigurar a la persona, o sea,
no deberá deformar o quitarle su simetría al rostro del sujeto, caso en el cual la
lesión será gravísima. Para Febres, se aplicará la agravante en examen solo
respecto de aquellas cicatrices que son notables en la cara, pero de las que no
puede decirse que desfiguran a la persona. Si la cicatriz en la cara es solamente
visible, la lesión habría de ser calificada como lesión leve.
Si bien como dije anteriormente, hay quienes consideran que debe aceptarse un
concepto amplio de "rostro" (o de "cara"), abarcando las zonas descubiertas
inmediatas o cercanas a lo que es en sentido estricto, lo cierto es que la
interpretación que debe predominar es la de entenderlo en sentido estricto, ya que
sería contrario al sentido común de las palabras, afirmar que el cuello, los brazos y
el pecho vendrían también a considerársele como la "cara" de la víctima. He de
recordar que el "sentido literal posible" es el límite de toda interpretación, y que
cuando se rebasa el mismo, muy probablemente se estará incurriendo en analogía
prohibida.
Como puede verse, el peligro que se exige para que proceda la agravante ha de
ser un peligro concreto, el cual ha de poder ser demostrado, no un mero peligro
abstracto, es decir, no bastará una mera presunción de peligro a la vida, sin
comprobación de que realmente se produjo. De tal manera, no tendrá relevancia
que una determinada herida en la mayoría de los casos se considere que pone en
peligro la vida de una persona, si en el caso concreto, respecto de la persona que
fue agredida, no produjo en particular dicho peligro de muerte.
2.5.- Enfermedad mental o corporal que dure veinte días o más o incapacidad para
ocupaciones habituales por veinte días o más.
Este cálculo no será arbtrario por parte del experto, sino que tendrá que cenirse a
los principios de la Medicina Legal. Entre otras cosas, cuando se ha producido una
herida, el tiempo de incapacidad ha de coincidir con el tiempo que dure la herida
en cicatrizar, es decir, cuando se restablezca el equilibro orgánico producido por la
lesión. Por esto es que se dice que cuando se trata de una herida en que exista
solución de continuidad de los tejidos blandos, dicho período será el de la
cicatrización de la herida, ya que mientras que no se produzca la cicatrización,
existirá edema de los tejidos, además de dolor, debiendo mantenerse la herida
suturada y sometida a tratamiento. Solo cuando la herida haya cicatrizado es que
desaparecerían estas molestias y el sujeto podría reincorporarse a sus actividades
habituales.
"Armas insidiosas" son aquellas que tienen apariencia inofensiva. Es por tanto
aquella clase de arma que puede fácilmente ocultarse para atacar por sorpresa a
una persona sin darle oportunidad de defenderse. Incluso, el propio CP en su
artículo 516 las define como "las que son fácilmente disimuladas y sirven para
ofender por sorpresa o asechanza, tales como las hijas, estoques, puñales,
cuchillos, pistolas y revólveres de corto cañón, aparatos explosivos y las armas
blancas o de fuego que se hallan ocultas o disimuladas de cualquier modo en
bastones u otros objetos de uso lícito".
"Armas propiamente dichas" son las armas de fuego y las armas blancas.
"Sustancias corrosivas" son aquellas que pueden provocar la destrucción de una
superficie o cualquier otra cosa al entrar en contacto con ella, como también
producir un daño irreversible.
Por su parte, las lesiones serán "agravadas" cuando se verifiquen bajo las
circunstancias señaladas en el artículo 407 del CP, por ejemplo, cuando la víctima
sea un hermano del autor, o sea un alto funcionario, tales como gobernador,
ministro, diputado de la Asamblea Nacional, Magistrado del Tribunal Supremo de
Justicia, etc.
La esencia del delito imprudente no está en que el autor realice el hecho con
imprudencia, negligencia, impericia, etc., ya que ello objetivamente es
consustancial a cualquier delito, es decir, que en los delitos dolosos también el
autor realiza una acción imprudente, negligente, etc., solo que sabe que lo hace y
quiere hacerlo para producir un resultado, mientras que en el delito imprudente no
es así.
Bibliografí
Bustos Ramírez, Juan. Manual de derecho penal especial. 2da edición. Barcelona.
Editorial Ariel. 1991.
Creus, Carlos. Derecho penal, Parte especial. 6ta edición. Buenos Aires. Editorial
Astrea.1998. T I.
Donna,. Edgardo Alberto. Derecho penal, Parte especial. Buenos Aires. Rubinzal-
Culzoni editores.
Gómez López, Orlando. El homicidio. 2da edición. Bogotá. Editorial Temis. 1997. T
II.
0.- Introducción
Este trabajo tiene como propósito explicar el delito de lesiones, tanto en su figura
básica, para luego referirme a las agravantes de responsabilidad que se
establecen para este delito.
El término “integridad” tiene como origen el vocablo integro, palabra cuyo origen
latino se divide en in, partícula negativa, y tangere que significa tocar, por lo que
significa “lo que se mantiene no tocado o intacto”. Se trata de la incolumidad de la
persona, el que no se produzcan daños en contra de su cuerpo o de su salud,
física o mental.
Hay quienes consideran que en este bien jurídico se protegerá también la “calidad
de vida”, es decir, que se tutelarían ciertas condiciones mínimas en el plano
somático, fisiológico y psíquico que debería tener una persona. En ningún caso, se
trataría de la “calidad de vida” de la persona en el plano económico o patrimonial.
Este bien jurídico es disponible para su titular, pero no para terceros sin su
consentimiento. Por tanto, el consentimiento excluirá la tipicidad del hecho. No
obstante, el CP no dice nada al respecto, por lo que a esta conclusión solo puede
llegarse por vía doctrinal y jurisprudencial. Cuando existe un consentimiento
válido, tratándose de un bien jurídico disponible, la persona estaría renunciando la
protección del derecho penal, por lo que el hecho no podría considerarse contrario
a la norma.
La disponibilidad de la integridad personal tampoco es que sea absoluta. No
puede aceptarse la existencia de un consentimiento excluyente de la tipicidad
cuando se trata de hechos que afectan la dignidad de la persona, como por
ejemplo, cuando una persona se preste para experimentos, o por puro placer
solicita que le amputen un miembro o le extraigan un órgano, etc.
2.1. Origen.
Según el diccionario, una lesión es “un daño o detrimento corporal causado por
una herida, golpe o una enfermedad”.
Carrara definía las lesiones personales como "cualquier acto que ocasione en el
cuerpo de otro algún daño o dolor físico, o alguna perturbación en su mente, con
tal de que al ejecutarlo no haya intención de dar muerte ni resultados letales".
Igualmente, decía que se trataba de "cualquier daño injusto de la persona
humana, que ni destruya su vida ni se dirija a destruirla".
Podríamos decir entonces que, desde este punto de vista, una lesión es un daño
en el cuerpo o un daño a la psiquis de la víctima. Si entendiéramos a la salud
ampliamente, una lesión será siempre un daño a la salud. Pero si la limitamos a
salud física y la salud mental, por lesión tendríamos que entender un daño a la
integridad corporal, o a la salud física o mental de una persona. Como dije, todo
dependerá del significado que le demos al concepto de "salud". Hay quienes
entienden por salud aquél estado en que la persona ejerce de manera normal sus
funciones. Incluso, para la organización Mundial de la Salud, vendría a ser “un
estado completo de bienestar físico, mental y social”. Entendida la salud de esta
manera amplísima, como un estado o situación ideal de pleno equilibrio y
bienestar del cuerpo y la mente, toda clase de lesión produciría una afectación de
la salud.
Ahora bien, en todo caso, con independencia del concepto de salud que se
maneje, por “lesión” siempre habrá de entenderse un daño o perjuicio a la esfera
física, a la esfera fisiológica o a la esfera psíquica de una persona.
Resumiendo un poco lo expuesto, puede entenderse por lesión una conducta que
produce un daño a la integridad personal o salud de una persona, ya sea
produciendo una afectación en su cuerpo externamente considerado, o en la
funcionalidad de su organismo, o pudiera ser en su psiquis.
Cuando para definir a las lesiones personales hablo aquí de "daño" a la integridad
personal, es importante observar que este ha de ser una modificación o cambio
perjudicial, con cierta duración temporal, el cual tanto pudiera dejar como pudiera
no rastros en el cuerpo de la víctima. Una lesión es siempre entonces un
menoscabo, una desmejora o deterioro, así sea mínimo, ya sea en las condiciones
fisiológicas, físicas o psíquicas de la víctima. Una vez que se produce la lesión se
habrá producido un cambio perjudicial en el estado del sujeto en cualquiera de
aquellas esferas. En consecuencia, no podrán reputarse como lesiones aquella
agresión u ofensa física de una persona hacia otra, la cual no produce en la
víctima una mínimo resultado verificable en su integridad personal, como pudiera
ser que le produzca indignación, sofoco o molestia.
a.- Sujetos.
El delito de lesiones puede ser cometido por cualquiera. Asimismo, víctima del
hecho puede ser también cualquier persona. Sin embargo, cuando la víctima tiene
determinadas cualidades, como por ejemplo, desempeña un cargo de alta
jerarquía en el poder público (Presidente de la República, Ministro, etc.), o tiene
nexos de filiación con el autor del delito (ascendiente, descendiente, hermano,
etc.), la responsabilidad penal por el delito de lesiones será mayor, ya que
estaremos en presencia de una causa de agravación de la responsabilidad
(artículo 418 CP).
-. Un sufrimiento físico.
-. Un perjuicio a la salud.
Existirá igualmente delito de lesiones cuando la acción del autor sea en beneficio
de la víctima, por ejemplo, extirpándole una verruga o haciéndole una cirugía
estética. En estos casos, la única forma en que no podría haber responsabilidad
penal es que se tratare de un médico al que la persona le hubiere dado su
consentimiento. Es importante señalar que es posible que en algunos casos no se
hubiere expresamente prestado el consentimiento, pero aún así se excluya la
responsabilidad, esto por tratarse de hechos en los cuales la acción es para
salvarle la vida a la víctima, pero esta se encuentra incapacitada de dar su
consentimiento en el momento del hecho. Esto es lo que se conoce como
“consentimiento presunto”, el cual se considera una causa de justificación. Por
ejemplo, la persona está inconsciente y para evitar su muerte por gangrena, se le
amputa una pierna o un brazo). La valoración que haría el juez, es que el paciente
de haber estado consciente habría prestado su consentimiento para la operación.
De todos modos, cabe señalar, que el consentimiento presunto solo cabe
aceptarlo de manera muy excepcional, por lo que el médico tiene el deber de
agotar las posibilidades de conseguir la autorización del paciente o de sus
familiares.
¿Pudiera ser delito de lesiones el corte de pelo o de las uñas? Pudiera serlo
siempre que se hubiera producido sufrimiento físico al realizar tales acciones, ya
que en estos casos se produce una alteración en la anatomía de la víctima.
Para que pueda propiamente existir tipicidad de este delito, será necesario que se
cumplan todos los requisitos de imputación objetiva, al menos para los que
consideran que la imputación objetiva es un requisito esencial de la tipicidad.
Siendo de esta manera, la acción del autor deberá haber creado un riesgo
jurídicamente desaprobado y dicho riesgo deberá haberse concretado en el
resultado. En realidad, respecto del delito de lesiones se aplicarán los principios
de imputación del hecho y de imputación del resultado de la manera general que
se conoce. Sin embargo, aquí tendrá especial importancia como excluyente de la
imputación objetiva el consentimiento de la víctima, especialmente cuando se trata
del tratamiento médico, o de las lesiones sufridas en el desempeño de deportes de
combate o riesgosos.
El autor solo debe haberse representado que con su conducta produciría un daño
al cuerpo o la salud de la víctima. Este delito puede cometerse mediante cualquier
clase de dolo. En todo caso, no ha de haberse realizado el hecho con dolo de
matar.
Por otra parte, desde el punto de vista subjetivo, en el delito de lesiones hay que
tener en consideración los siguientes supuestos:
a.- Cuando el autor trate de cometer lesiones graves o gravísimas, y por motivos
ajenos a su voluntad sólo comete lesiones leves o levísimas, deberá castigársele
por lesiones gravísimas o graves en grado de tentativa.
b.- Cuando el autor trate de cometer lesiones leves o levísimas, pero también por
motivos ajenos a su voluntad, se producen lesiones gravísimas o graves, habrá
que hacer la siguiente distinción:
0.- Introducción
Este trabajo tiene como propósito explicar el delito de aborto en sus diferentes
modalidades. Por tanto, empezaré explicando el bien jurídico tutelado en este
delito, para luego ir examinando las diferentes formas en que aparece en nuestro
Código Penal.
Al aborto puede definírsele como la producción de la muerte del feto o del embrión
durante el embarazo.
Tradicionalmente se opina que el bien jurídico tutelado por este delito es la vida
humana dependiente, ya que la vida del feto o del embrión dependería
orgánicamente de la vida de la madre. En cambio, en el delito de homicidio se
daría protección a la vida humana independiente.
a) Embarazo de la mujer.
Para que pueda haber un delito de aborto es indispensable que una mujer esté
embarazada. Si no hay embarazo no podría bajo ninguna circunstancia
consumarse un delito de aborto. En caso de no existir embarazo, lo que podría
plantearse es un eventual castigo del hecho como tentativa, por ejemplo, en el
caso de que la mujer tratare de abortar bajo la convicción de estar embarazada,
cuando en realidad no era así. Sin embargo, también podría argumentarse la
existencia de un delito imposible, en virtud de la inexsitencia del objeto material.
Desde el punto de vista procesal, tanto el embarazo como la vida del feto o del
embrión han de estar plenamente comprobados suficientemente mediante medios
de prueba idóneos, como por ejemplo, exámenes médicos, resultados de
laboratorio, declaración del médico tratante, autopsia del feto, etc.
El delito de aborto puede ejecutarse tanto por acción como por omisión, siempre y
cuando que en este último caso, el autor tenga una posición de garante (omisión
impropia o comisión por omisión).
Carrara llamaba al aborto como delito de "feticidio", es decir, como la muerte del
feto. Pero esta denominación ha sido criticada, ya que el aborto no
necesariamente debe recaer sobre el feto, sino también sobre un embrión. Para
que exista delito de aborto, será necesario entonces que se produzca la muerte
del feto o del embrión.
El resultado en el delito de aborto será la muerte del feto o del embrión. En otras
palabras, para que el delito de aborto se consume tendrá que producirse el
resultado típico, el cual consistirá en la muerte del producto de la concepción. Así,
de no existir embarazo, o si el embrión o el feto se encontraren sin vida, se
excluirá el delito de aborto, independientemente que se hubiera realizado una
maniobra abortiva tendiente a producirlo.
De tal manera, el objeto material del delito será el feto o embrión vivo. No
importará para nada el estado en que se encuentre, siempre que esté vivo. La
protección siempre existirá de tratarse de una vida humana, independientemente
de las anomalías, malformaciones, enfermedades, etc., que tuviere el feto.
También a la mujer puede considerársele como sujeto pasivo, ya que el feto o el
embrión se encuentran en su vientre, de manera que ella se encuentra a cargo del
ejercicio de los derechos que le conciernen.
No obstante, no existirá delito de aborto en el caso del embarazo ectópico, que es
aquél que en que el embrión se desarrolla fuera del útero. En este caso no habrá
viabilidad alguna, excluyéndose por completo el delito de aborto. Sin embargo, con
esto no digo que sea necesario que el feto sea viable para que exista delito de
aborto, lo que sí se requiere es que exista un feto que tenga posibilidades reales
de desarrollarse y llegar a nacer. Es por ello que cuando se interrumpe un
embarazo ectópico no existirá delito de aborto.
La muerte del feto o del embrión deberá producirse siempre como consecuencia
de la acción u omisión del autor. Si la muerte se ha producido por cualquier otro
motivo, la expulsión del feto o embrión ya muerto no será constitutivo del delito de
aborto. El objeto material de este delito ha de ser siempre un ser viviente que se
está gestando.
El delito de aborto solo se puede cometer con dolo. No está tipificado un aborto
imprudente o culposo. Por lo tanto, para que poder apreciarse la existencia de un
delito de aborto, es necesario que el autor tuviere conciencia que conciencia del
embarazo de la mujer, o si es la propia mujer, que ella supiere que está
embarazada. Si el autor no tiene conocimiento alguno del estado de gravidez se
excluirá el delito de aborto en virtud de la falta de dolo, eso independientemente
de que se hubiere producido la muerte del feto o del embrión.
Puede plantearse el problema de la mujer embarazada que trata de suicidarse. La
cuestión es qué pasa si no logra matarse, pero si se produce la muerte del feto.
¿Podría imputársele subjetivamente el hecho a título de aborto? Si entendemos
que el dolo es esencialmente la representación de la realización típica, todo
pareciera indicar que la muerte del feto debería ser abarcada por la representación
de la suicida, al menos como una posibilidad. Siendo de esta manera, el hecho
podría imputarse como mínimo a título de dolo eventual, mucho más cuando la
representación requerida para el dolo, no es entendida como real proceso
psicológico que debe pasar por la mente del autor, sino como la representación
que habría de tener una persona racional que se encontrare ante la misma
situación de hecho. Sin embargo, también podría argumentarse que en estos
casos podría faltar propiamente la intención de producir el aborto, por lo cual el
hecho no podría imputarse subjetivamente.
Por otra parte, si el autor pretendía darle muerte a una mujer embarazada, en
caso de que ello no fuere conocido ni tampoco previsible para él, solo existirá
delito de homicidio doloso de la mujer. Ahora bien, si se representó matar a la
mujer embarazada, aceptando el riesgo o siéndole indiferente la muerte del feto,
además del delito de homicidio, se le imputará el delito de aborto. Con más razón
esto ocurrirá en caso de que el sujeto trataré de matar a la mujer como medio de
producir también la muerte del feto.
Cuando se trate de un tercero que provoque la muerte del embrión o del feto con
el consentimiento de la mujer, este no podrá bajo ninguna circunstancia tener la
condición de autor de este delito, sino solo podrá tener la condición de partícipe en
el hecho, específicamente de cooperador inmediato del hecho (artículo 83 CP).
Esto se justifica por tratarse de un delito especial, en el cual ella solo puede ser
autora, en virtud de que ella es la que tiene el deber especialísimo.
No puede pensarse que este sujeto tenga ser castigado como autor del delito
previsto en el artículo 431, ya que de ser así, no tendría ningún sentido que el
hecho se hubiera descrito específicamente en el artículo 430. Se trata de dos
casos diferentes. En el del artículo 430, el tercero participará en el delito de aborto
cometido por la mujer, a diferencia del delito del artículo 431, en el cual será
coautor de la mujer en el hecho, ya que ambos tendrán el codominio del hecho,
repartiéndose tareas con el propósito de producir el resultado típico. Mientras que
el aborto descrito en el artículo 430 es delito especial, el señalado en el 431 es
delito común, por ello el segundo admite coautoría, mientras que el primero no, al
ser un delito privativo únicamente de la mujer embarazada.
Debo destacar que respecto de la capacidad para consentir, por lo general, los
autores no señalan una determinada edad. Lo que se considera es que la mujer
debe tener la madurez psicológica suficiente para entender lo que está haciendo,
los riesgos que corre y el resultado que se producirá. No se requerirá por tanto la
capacidad del derecho civil para prestar consentimiento respecto d de la acción
abortiva por parte del tercero.
En los casos en que una persona provoca el aborto de una mujer con su
consentimiento, es posible que se produzca la muerte de la víctima en virtud del
grave riesgo que comporta a la salud de esta que se le practique un aborto. Esta
es precisamente la figura de aborto que prevé el último aparte del artículo 431. Se
señala en esta disposición que "si por consecuencia del aborto y de los medios
empleados para efectuarlo, sobreviene la muerte de la mujer", la sanciones
aplicables serán de mayor severidad a las contempladas para el delito
anteriormente examinado. En efecto, en el caso del aborto provocado por un
tercero con el consentimiento de la mujer, la pena será de tres a cinco años, y si la
muerte se produce por haber utilizado medios más peligrosos que los consentidos
por la mujer, la pena será de cuatro a seis años.
Todo esto significa que el legislador aquí está regulando una hipótesis especial de
tentativa, de manera que respecto de esta modalidad de aborto no serían
aplicables los artículos 80 y 81 del CP, es decir, no cabría aplicar las disposiciones
relativas a la tentativa de delito y el delito frustrado. En estos casos la tentativa de
aborto tendrá una regulación autónoma, será un delito de "aborto procurado". Este
delito por ser un adelantamiento de punibilidad respecto del delito de aborto ya
consumado, no admitirá ninguna forma de tentativa.
La ley contempla varias agravantes del delito de aborto, las cuales tienen que ver
con especiales características del autor, las cuales le entrañan mayores deberes
que a las demás personas. El primer caso es el del marido de la mujer, de acuerdo
con lo señalado en el último aparte del artículo 432, caso en el cual la pena se
aumentará en una sexta parte. Esta agravación únicamente procedería respecto
de los delitos de aborto procurado y aborto producido.
Por otro lado, el estado de necesidad será disculpante cuando el bien jurídico
salvado tenga idéntica relevancia que el bien sacrificado ante la situación de
peligro. Si se dijera que la vida del feto o del embrión tiene la misma relevancia
que la de la madre, terminaría afirmándose que el hecho realizado sería
antijurídico pero no culpable.
Esta es una forma atenuada de aborto. Se trata de supuestos en que el autor del
aborto lo hubiere realizado con el propósito de salvar su honor o la honra de su
esposa, de su madre, de su descendiente, de su hermana o de su hija adoptiva. l
No creo realmente que esta clase de figuras deban mantenerse en nuestro CP, ya
que pareciera que se produjera en la ley una inversión de los valores, ya que la
vida del producto de la concepción aparentemente cede su importancia ante el
honor del autor o la honra de la mujer, madre, etc., esto aunque realmente lo que
termine tomándose en consideración sea el menor grado de culpabilidad, en virtud
del temor que tendría el sujeto al reproche social. Sin embargo, si este fuera el
caso, la pena del aborto podría atenuarse más bien con base en las atenuantes
genéricas, pero no con una figura como esta que, a mi modo de ver, disminuye
excesivamente la responsabilidad penal.
Bibliografía
Bustos Ramírez, Juan. Manual de derecho penal especial. 2da edición. Barcelona.
Editorial Ariel. 1991.
Carrara, Francesco. Programa de derecho criminal, Parte especial. 3era edición.
Bogotá. Editorial Temis. 1991. Volumen I.
Gómez López, Orlando. El homicidio. 2da edición. Bogotá. Editorial Temis. 1997. T
II.
Gössel, Karl Heinz. Strafrecht Besonderer Teil, Band I, C. F. Müller, Müller, 1987.
El aborto puede definirse como la producción de la muerte del feto o del embrión
durante el embarazo. Se trata de la misma acción típica del delito de homicidio,
solo que en este caso la víctima será el fruto de la concepción. Por tanto, podría
definírsele también como el acortamiento de la vida del feto o del embrión durante
el proceso de gestación. Este delito por tanto podría cometerse tanto por acción
como por omisión.
Aquellos que niegan la punibilidad del aborto, consideran que debe tener
preponderancia a la libertad de la mujer sobre la vida del feto o del embrión,
mientras que los que se pronuncian por su punibilidad, consideran que debe
otorgársele preponderancia absoluta a la vida del feto, sin tomar en consideración
la libertad de la madre. Esta ha sido la posición oficial de la Iglesia,
considerándose incluso que esto debería llevarse a sus últimas consecuencias.
Desde este punto de vista, la vida del feto ha de considerarse siempre el interés
preponderante, por lo que los intereses de la mujer, por ejemplo, en su vida, salud,
etc., tendrían que ceder ante aquél, teniendo por ello un valor secundario.
La tesis que se ha venido imponiendo los últimos años, es la de que debe tratar de
hallarse una solución intermedia, mediante la cual ni el interés en la vida del feto,
ni los intereses de la madre, preponderen absolutamente unos sobre otros. De
esta manera, se establecen sistemas que permiten bajo ciertas condiciones darle
preponderancia a la libertad de la madre de decidir, o darle preeminencia a la vida
del feto o embrión.
Por otra parte, existe también el sistema de las indicaciones, según el cual, solo
podrá abortarse cuando se verifiquen ciertas condiciones o circunstancias que
podrían justificar o disculpar el aborto en un caso concreto, requiriéndose para ello
que lo practique un médico. Este sería el caso, por ejemplo, de que deba ser
practicado el aborto por un fin terapéutico, como por ejemplo, proteger la vida o la
salud de la madre. Sin embargo, el sistema de las indicaciones toma en
consideración no solamente el aspecto médico, sino que también es posible que
se tomen otras circunstancias o razones para abortar, como por ejemplo, que el
feto tuviere graves malformaciones, o que el embarazo hubiera sido el resultado
de una violación, o incluso, la indicación podría provenir de problemas
estrictamente sociales, como podría ser la situación económica de la mujer. De tal
manera, el sistema de las indicaciones, en primer lugar, requerirá a la voluntad de
abortar de la mujer, lo cual, en segundo lugar, deberá conjugarse con
determinadas condiciones o circunstancias que permitan apreciarla necesidad del
aborto.
Por ello se sostiene que en estos casos no es que se estaría negando el derecho
a la vida, cuestión que tendría que ver con la tipicidad del comportamiento (de si
es típico o no el hecho como aborto), sino que estableciendo el sistema del plazo,
la ley habría regulado expresamente por anticipado la resolución del problema
respecto de qué bien debía preponderar sobre el otro, es decir, ponderando los
intereses en conflicto, el legislador le habría dado prevalencia a la libertad de la
mujer sobre la vida del feto, pero solo dentro de los tres primeros meses del
embarazo.
Pero esto en modo alguno significa que esté declarando el hecho como no
prohibido (atípico), sino solo que en las condiciones en que es realizado no será
antijurídico. En otras palabras, al establecerse un plazo de tres meses para
abortar libremente, el legislador habría ponderado que la libertad de la mujer debía
prevalecer, al menos durante ese término, por lo que de producirse el aborto
dentro del mismo no sería contraria de Derecho, es decir, sería típico más no
antijurídico. En otras palabras, el legislador por anticipado habría de manera
general señalado en la ley, lo que un juez habría tenido que hacer en su
sentencia, si se le hubiere sometido a su examen un caso en que estuviere en
conflicto la vida del feto o del embrión con la libertad de la mujer embarazada.
"No incurriré en pena alguna el facultativo que provoque el aborto como medio
indispensable para salvar la vida de la parturienta".
"Las circunstancias que ponen los intereses vitales de la madre en conflicto con
los intereses vitales de la criatura por nacer, crean un dilema y hacen surgir la
interrogante respecto a si el embarazo debe o no debe ser deliberadamente
interrumpido. La diversidad de respuestas a esta situación es producida por la
variedad de actitudes hacia la vida de la criatura por nacer. Es ésta, una materia
de convicción y conciencia individuales, la cual debe ser respetada".
"El médico se halla obligado a informar a los padres el resultado de las pruebas
diagnósticas prenatales indicadoras de anormalidades fetales. Los padres tienen
derecho a conocer la existencia de la verdad. Solo a partir de ese momento
podrán tomar la decisión que consideren válida.
Además, el citado artículo 57 del CDM, señala que en tales casos se producirá un
dilema, en el cual, dada la complejidad del asunto, deberán respetarse las
convicciones o conciencia individual. Sin embargo, esto no puede entenderse en
el sentido de que se estaría abriendo la posibilidad de que se decida entre salvar
la vida del feto o salvar la vida de la madre, ya que el artículo 433 del CP es
bastante claro, de manera que deberá dársele preponderancia a la vida de la
madre. Desde el punto de vista del derecho penal, es evidente que la vida humana
independiente (o si se quiere, la vida humana después del nacimiento) tiene mayor
valor que la vida humana dependiente (antes del nacimiento). Esto se refleja no
solamente en la menor pena que tiene el delito de aborto en comparación con el
delito de homicidio, sino también en que este último contempla la modalidad
culposa o imprudente, mientras que el aborto solamente se castigará en caso de
ser doloso.
Por otra parte, el médico también podrá interrumpir el embarazo en virtud de una
finalidad terapéutica relacionada con la salude de la madre, debiendo para ello
tener su consentimiento.
0.- Introducción
Sin embargo, bien cabe advertir que no existen diferencias cualitativas entre tales
circunstancias, sino solo cuantitativas, ya que unas se consideran más graves que
las otras. De tal manera, lo que hoy es una circunstancia agravante mañana
podría considerarse como calificante o viceversa, dependiendo de la valoración
social del hecho.
Primero trataré aquí al denominado “homicidio calificado”. Luego abordaré los
casos de “homicidio agravado”, es decir, los casos en que el homicidio de realiza
bajo circunstancias que agravan menos la responsabilidad en comparación con las
que analizaré aquí.
2.1.- Veneno:
La razón de la agravante se considera que tiene que ver con la mayor peligrosidad
del autor mediante un ataque insidioso y traidor. También se habla de la mayor
alarma social que produciría el hecho. La razón pudiera estar en lo insidioso que
podría ser el uso del veneno, además de la ausencia de riesgo para el autor del
hecho. No obstante, como el uso del veneno no tiene que ser oculto, sino que
puede ser posible que el autor ejerza violencia sobre la víctima para hacerle ingerir
o aplicarse por la fuerza el veneno, pudiera plantearse la interrogante de si
realmente el uso del veneno ha de ser encubierto o insidioso. Si lo entendemos
efectivamente como una forma de alevosía, la aplicación de la agravante
dependerá de que el uso del veneno haya sido de forma insidiosa. La tesis
dominante es interpretar que el aumento de penalidad tiene como fundamento la
indefensión que se produce en la victima en virtud del acto insidioso de valerse de
veneno para producir el resultado.
El veneno debe producir la muerte por medios químicos y no mecánicos (por
ejemplo, no será veneno el vidrio).
Podríamos definir como veneno toda sustancia que introducida de cualquier forma
o por cualquier vía en el organismo puede producir un daño a la salud o a la vida
de la persona, en virtud de producir un efecto químico aún utilizado en pequeñas
dosis. Puede tratarse de una sustancia animal, vegetal o mineral, sólida (con tal de
que pueda disolverse), líquida o gaseosa, la cual introducida en el organismo tiene
capacidad de producir la muerte, al cambiar su naturaleza por acción. Además, el
veneno se puede introducir al cuerpo humano mediante cualquier medio, por
ejemplo, por ingestión, frotamiento, inyección, inhalación, etc.
Como dije un poco más atrás, el uso de veneno no tiene necesariamente que ser
insidioso. Puede ocurrir que un homicidio mediante veneno se verifique sin
engaño, sino que más bien fuera realizado mediante violencia. En efecto, es
posible que el autor por la fuerza hiciere ingerir el veneno a la víctima o se lo
aplique, todo con el objeto de confundir la investigación, haciendo creer que la
víctima se suicidó. No obstante, esta no es la interpretación más aceptada, ya
que entonces el uso de veneno sería incompatible con la alevosía, siendo que
históricamente se les ha considerado agravantes que están relacionados. Tal
como señalé anteriormente, para la doctrina mayoritaria, la razón de la agravante
está en la insidia con que se usa el veneno produciendo la indefensión de la
víctima, motivo por el cual al uso de veneno se le considera como una forma de
alevosía.
En conclusión, para poder aplicar la agravante del veneno será indispensable que
concurra la insidia en el momento de suministrar el veneno. Por consiguiente, lo
que incrementará la responsabilidad no será la naturaleza de la sustancia, sino la
manera en que el autor se vale de ella para matar, esto es, mediante la insidia, por
ejemplo, no diciéndole a la víctima qué es la sustancia, induciéndola para que la
ingiera sin saber lo qué es, o deje que se le aplique o por sí mismo termine
ingiriéndola o ponga en contacto con su cuerpo. De no haber insidia en la
ejecución, la calificación más correcta pareciera ser homicidio simple,
Cabe resaltar, que es por esto que el uso del veneno ha sido considerado un
medio para matar apropiado para las mujeres, al no producirle riesgos en la
ejecución. Incluso una máxima latina que señala “Latrocinium facilius in viro,
veneficium in foemina praesumitur”.
Para que proceda legalmente esta calificante, es necesario que exista una relación
de causalidad entre el delito de inundación, incendio o de sumersión, etc., y el
delito de homicidio. Además, como señalé, es necesario que se dé una relación de
medio a fin entre el incendio, inundación, etc., y el homicidio. Por lo tanto, para
que proceda la calificante no bastará solo la mera causalidad entre el hecho y el
resultado, es decir, no será suficiente que se compruebe que la muerte fue
consecuencia de un incendio o inundación.
Se requiere además que exista la relación de medio a fin, es decir, que se haya
querido matar a la víctima por medio del incendio, la inundación, etc.
Decían en este sentido los clásicos que “incendium est delictum, quo ignus
periculosus excitatur” (“incendio es el delito que consiste en la excitación de una
llama peligrosa”). Por lo tanto, si el autor lo que hace es quemar a la persona, sin
producir una llama que pueda poner en peligro a otras personas, no podrá
aceptarse la existencia de esta agravante.
Cabe decir lo mismo respecto de la muerte producida por sumersión. Por ejemplo,
no se aplicará esta agravante cuando el autor mate a la víctima ahogándola en
una piscina.
Cuando la ley habla de incendio, inundación, sumersión, etc., con ello se refiere a
los delitos de incendio, inundación, sumersión, etc., los cuales se encuentran
previstos en el Título VII del Libro Segundo, bajo la denominación “De los delitos
contra los intereses públicos y privados”.
2.3.- La alevosía:
La alevosía es una agravante propia de los delitos contra las personas. En delitos
contra la propiedad asumirá la forma del “abuso de confianza”.
Asimismo, respecto del Nº8 del artículo 77 del CP, el cual dispone del mismo modo
que el CP español, como circunstancia agravante genérica, el “Abusar de la
superioridad del sexo, de la fuerza, de las armas, de la autoridad o emplear
cualquier otro medio que debilite la defensa del ofendido”, la doctrina venezolana
ha señalado también que el abuso de la superioridad del sexo, de la fuerza, etc.,
se diferenciará de la analogía, en que será suficiente con que se produzca un
debilitamiento de la defensa. En cambio, en la analogía se requerirá la total
indefensión de la víctima.
En la “brutal ferocidad” se consideró que el autor debía realizar la acción típica con
ausencia total de motivos para producir la muerte de la víctima, por ejemplo, por
lujuria de sangre, por vanidad, andromanía, por prepotencia, etc. Se trataría de
casos de homicidio en que el homicidio es un fin en sí mismo, es decir, que el
autor mata solo por matar. No existirá por tanto ninguna motivación que
racionalmente podría explicar el haberle causado la muerte de la víctima. De este
modo, en estas hipótesis, no habría por ejemplo, una finalidad de lucro, fanatismo
político o religioso, etc.
Los penalistas consideraban que no había homicidio por “brutal ferocidad”, por
ejemplo, cuando se meta para comprobar la calidad del arma utilizada o para
probarla, por apoderarse de algo que tiene poco o nada de valor. Estas hipótesis
podrían tildarse como “motivos fútiles”. Lo mismo ocurrirá en homicidios en que la
sed de sangre se une a cualquier otra pasión que motive el homicidio, por ejemplo,
por ejemplo, fanatismo religioso o político.
Por ejemplo, cuando se mata al hijo por vengarse del padre, el que mata al padre
por tenerle odio al hijo, el que mata a la esposa por una afrenta que le ha causado
el esposo, o por una deuda de dinero. También habría motivos innobles cuando se
mata a otro por vanidad o prepotencia
Los clásicos llamaban a esta figura jurídica como latrocinio. Por este entendían el
homicidio cometido con una finalidad de lucro, es decir, una muerte producida
dolosamente en la que además de la intención de matar existía el propósito de
lucro. No importaba que clase de lucro se tratare, ni que fuera poco o mucho, es
decir, valioso o miserable.
Así, la ley llega a castigar como homicidio calificado el matar a otro durante la
ejecución de un delito contra la propiedad, esto por entenderse que el sujeto
habría tenido la intención de obtener un lucro, causándose intencionalmente la
muerte de otra persona, para en última instancia satisfacer ese propósito
crematístico.
El error que se ha cometido respecto de los artículos que se cita, pudiera tener
como consecuencia la inaplicabilidad del numeral 1º del artículo 406, en lo que
respecta al homicidio cometido durante la ejecución de delitos contra la propiedad.
Sin embargo, una interpretación teleológica de carácter correctivo, resolvería el
asunto de manera de poder mantener la punición. Ciertamente, no pudo ser la
intención del legislador que no fuere aplicable la agravante en esto casos. En
cambio, una interpretación literal restrictiva conducirá a no poder aplicar la citada
disposición, cuando el delito contra la propiedad de que se trate, no coincida con
el dispositivo legal señalado en el artículo 406 Nº1, esto es, los artículos 449, 450,
451, 453, 456 y 458 del Código Penal.
2.6.- Parricidio:
La Constitución, al igual que otras leyes civiles, lo que hacen es una equiparación
de los padres o hijos adoptivos con los padres e hijos biológicos, pero solo es una
equiparación a efectos civiles, no a los efectos penales, es decir, esos “efectos
similares a la filiación” de que habla el texto constitucional, no son suficiente para
fundamentar la mayor responsabilidad penal, en primer lugar, en virtud de los
términos utilizados por el legislador no admiten sin trastocarse esa interpretación,
ya que la ley habla de “ascendientes” y “descendientes”, lo cual no es compatible
con los padres e hijos adoptivos, a menos que se rebasase el “sentido literal
posible” de tales expresiones, penetrando en el campo de la analogía prohibida,
ya que se trataría de una interpretación in malam partem, al estarse aplicando una
agravante de responsabilidad. Como dije anteriormente, los padres adoptivos no
son “ascendientes” de sus hijos adoptivos, ni estos tampoco “descienden” de
aquellos. La ley con esto hace referencia exclusivamente a la filiación.
2.7.- Uxoricidio:
Este delito debe diferenciarse del delito de femicidio previsto en la Ley sobre el
Derecho de las Mujeres a una vida libre de violencia, en el cual se le da muerte a
una mujer por razones de género. Siendo este el caso, aunque se trate del
esposo, se aplicará la ley especial.
2.8.- El magnicidio:
Por lo tanto, en el caso de homicidio del Presidente o quien haga sus veces,
bastará con que el autor al realizar la acción típica sepa que le está dando muerte
al Presidente o su suplente, no que lo haga con una determinada motivación
vinculada al cargo que ejerce esa persona. Por ejemplo, habrá magnicidio cuando
se mate al Presidente por cualquier motivo, por ejemplo, por rabia, por celos, etc.
3.1.- Fatricidio.
La palabra fratricidio proviene del vocablo latino frater que significa hermano y cide
que significa matar al hermano. Por “hermano” ha de entenderse aquella persona
que tiene con relación a otra los mismos progenitores, o el mismo padre o la
misma madre.
No aplica a los denominados “hermanastros”, es decir, los hijos de los cónyuges
concebidos con una persona distinta al cónyuge actual, con respecto a los hijos
del otro cónyuge, los cuales hayan sido concebidos en las mismas circunstancias.
No aplica tampoco a hermanos adoptivos.
Debo señalar que el Nº17 del artículo 77 del CP, contempla como agravante que el
agraviado sea el “hermano legítimo, natural o adoptivo”. Si esto es así, no podría
sostenerse que el Nº 1º del artículo 406 quepa interpretarlo como que se extiende
a los “hermanos adoptivos”, ya que el legislador debió haberlo consagrado
expresamente, tal como hizo en el referido Nº17 del artículo 77 del CP. La ley
penal protege únicamente los vínculos de la sangre, tal como señale
anteriormente.
Los altos funcionarios que son protegidos por esta disposición serán, a saber, el
Vicepresidente Ejecutivo de la República, los Magistrados del Tribunal Supremo
de Justicia, Ministro del Despacho, de un Gobernador de estado, de un diputado
de la Asamblea Nacional, de un del Alcalde Metropolitano, de los Alcaldes, o de
algún rector o rectora del Consejo Nacional Electoral, o del Defensor del Pueblo, o
del Procurador General, o del Fiscal General o del Contralor General de la
República, o de algún miembro del Alto Mando Militar. Por último, cuando se trate
de policías u otros funcionarios públicos, como ya lo señalé, para aplicar la
agravante se requerirá que el homicidio se hubiere producido como consecuencia
de sus actividades como funcionario.
Yván José Figueroa Ortega
0.- Introducción.
En primer lugar, la clasificación puede hacerse en virtud del lado subjetivo del
hecho. Desde este punto de vista, están previstas tres formas de homicidio, a
saber, el homicidio doloso (artículo 405), el homicidio imprudente o culposo
(artículo 409) y el homicidio preterintencional (artículo 410).
La diferencia entre los citados tipos de homicidio está en que en el doloso el autor
se representa y quiere matar, en el imprudente no se representa hacerlo, y el
preterintencional quiere con el hecho causar una lesión, pero produce la muerte de
una persona.
A los referidos factores son a los que se les conoce como “concausas”. Las
concausas pueden ser anteriores, posteriores o concomitantes. Estas no deberán
ser abarcadas por la representación del autor, como dice la ley, serán
"imprevistas" o "desconocidas" por el autor del hecho.
Es la vida humana después del nacimiento. Me refiero con esto a la vida que se
inicia con el comienzo del parto, cuando empiezan las contracciones expulsivas, o
son inducidas por el médico, o cuando se inicia la operación quirúrgica tendiente a
extraer el feto del vientre de la madre. De esta manera, será homicidio la muerte
del niño durante el parto, no delito de aborto o lesiones imprudentes a la madre.
2.- Sujetos.
Sujetos activos y pasivos del delito de homicidio puede ser cualquier persona.
De este modo, se entiende que la acción típica de este delito es realizar una
acción (positiva) que cause o produzca la muerte de una persona (“dar muerte”,
según dice el artículo 405). Esta es la interpretación que suele hacerse de la
descripción típica del delito de homicidio.
Es por esto haciendo una interpretación adscriptiva del tipo legal (no interpretarlo
solo como descriptivo de procesos causales), es decir, partiendo de una
consideración jurídica del asunto (no meramente naturalista), se señala que es
preferible definir a la acción de matar, como toda modalidad del comportamiento
humano dirigido a acortar la vida, es decir, como todo hecho humano que adelante
la muerte de una persona en el tiempo, abarcando de este modo, tanto a las
acciones como a las omisiones.
La acción típica debe recaer sobre una persona viva. El resultado que deberá
producirse es la muerte de esa persona.
Autor de esta clase de hechos pudiera ser cualquiera, pero especialmente los
familiares de la víctima y los médicos. Por ello es importante conocer en esta
materia las regulaciones de la Ley del Ejercicio de la Medicina (LEM) y del Código
de Deontología Médica (CDM).
“Es obligación fundamental del médico el alivio del sufrimiento humano. No puede,
en ninguna circunstancia, provocar deliberadamente la muerte del enfermo aún
cuando este o sus familiares lo soliciten”.
“Sin perjuicio de lo que establezcan las disposiciones legales vigentes, los y las
profesionales que ejerzan la medicina estás obligados u obligadas a:
Hay que mencionar, además, que cuando se habla de “eutanasia pasiva”, se está
pensando en la omisión de medidas que no mejorarían en nada la situación del
paciente, es decir, que no tendrían ningún propósito terapéutico o beneficioso. Por
lo tanto, aunque esté seguro que la persona va a morir, por ejemplo, no podría
dejar de darle el tratamiento que requiere el paciente para aliviar su dolor o
sufrimiento, a menos que éste no quisiere recibirlo.
Lo segundo, es decir, que nadie está obligado a recibir un tratamiento que sería
infructuoso, encontrándose en situación terminal, se establece expresamente en el
artículo 77 CDM:
Debo agregar que todo médico está éticamente obligado a informarle al paciente o
a sus familiares cuando un tratamiento sea innecesario, a los fines de que tomen
la decisión que consideren al respecto. Dice el artículo 52 CDM:
Importa dejar sentado, además, que tampoco el médico está obligado a prestar
tratamiento o medidas al paciente que no tendrían ninguna finalidad terapéutica,
solo con el fin de mantener con vida al paciente. En este sentido, dispone
expresamente el artículo 28 LEM:
0.- Introducción
Los delitos que lesionan o ponen en peligro los bienes jurídicos de la vida y la
integridad personal se encuentran ubicados en el título IX del libro II del CP,
titulados como “De los delitos contra las personas”.
En virtud de esta denominación, podría pensarse que el bien jurídico tutelado por
tales figuras delictivas son las “personas”, motivo por el cual, lo que debería
aclararse sería el significado de dicha expresión.
En una futura reforma del CP, debería eliminarse la denominación “delitos contra
las personas”, incluyéndose más bien en diferentes títulos los delitos en cuestión,
por ejemplo, el homicidio, el aborto y las lesiones dentro de los “delitos contra la
vida y la integridad personal”, incluso quizás también todavía la omisión de
socorro, y la difamación y la injuria dentro de los “delitos contra el honor”.
A.- Definición.
La vida humana puede ser definida en sentido orgánico o biológico, como también
en sentido filosófico. La forma que desarrollan este tema la mayoría de los
autores, da a entender que la definición de la vida que interesa a nuestra materia
es en sentido orgánico o biológico.
Sin embargo, definir la vida, incluso en este sentido, que pareciera más sencillo,
ha sido una tarea bastante compleja, a punto de sostenerse que “pedir una
definición de vida es pedir algo acerca de lo cual no se llega a ningún acuerdo
satisfactorio”, o que “se puede caracterizar la vida, más no definirse”. Visto de esta
manera, también se ha dicho que definir la vida vendría a ser una de las preguntas
más difíciles que puede llegar a hacerse.
En todo caso, la vida está asociada a nuestra existencia como seres humanos. Es
claro que no podemos existir si no tenemos vida.
Como anticipé, la definición de la vida humana como bien jurídico tutelado en los
delitos de homicidio y aborto, mayoritariamente es entendida en sentido
meramente orgánico o biológico. Partiendo de esta premisa, me parece puede
definírsele como el mantenimiento o sustentación de la estructura orgánica del ser
humano, mediante el cumplimiento de sus funciones por parte de los órganos
esenciales, en coordinación con las actividades del cuerpo”. Tales funciones
biológicas y psíquicas serán las que nos permitirán afirmar que “existimos”.
La vida es el más importante de todos los bienes jurídicos. Sin no tenemos vida, la
existencia humana y de cualquier otro organismo depende de la vida.
Es un rasgo del cual las personas no podemos separarnos sin dejar de ser
personas. Sin vida no hay dignidad, libertad, honor, no se tiene ningún derecho
individual. En ella se fundamentan todos los derechos, sin vida no es posible
sociedad alguna ni Derecho.
B.- División.
Aquí cabe hacer una concesión, realmente desde el punto de vista social, el hecho
de la separación del claustro materno no le da ninguna independencia al recién
nacido, sino al contrario, será dependiente de su madre por toda su niñez,
probablemente la adolescencia y, en algunos casos, hasta parte importante de su
adultez.
Para terminar este apartado, bien cabe destacar el problema de los óvulos
fecundados in vitro. En estas hipótesis no estaremos en presencia de la “vida
humana dependiente” a que se refiere la doctrina, dado que el producto de la
concepción todavía no depende de la madre, sino que se le mantiene de manera
artificial fuera del claustro materno. De este modo, para ser objeto de protección
por las normas relativas al delito de aborto, será necesario que el ovulo fecundado
sea implantado en el útero de la madre, produciéndose la anidación.
Tampoco significa que no se trate de vida humana, sino que la protección a esa
clase de vida no la brindan las normas del CP, sino las de la Ley Orgánica contra
la delincuencia Organizada y el Financiamiento del Terrorismo, en la cual se
tipifica el “delito de manipulación genética” ilícita (artículo 40).
La cuestión es que la ley le otorga menor valor al embrión que se encuentra fuera
del claustro materno que al que se encuentra implantado, esto
independientemente que desde el punto de vista biológico, no existen diferencias
entre el embrión que se logra mediante la fecundación in vitro, y el conseguido de
manera natural. Es por esto que la destrucción de embriones fuera del claustro
materno no es constitutivo del delito de aborto. Incluso, la implantación del
embrión en la madre supone que se hayan producido varios embriones,
desechándose los que no se requieran (Hurtado).
Por lo tanto, desde el punto de vista expuesto, el objeto de la tutela penal debe
entenderse de la forma anteriormente expuesta, es decir, dividiendo la vida
humana en un doble aspecto, a saber, el de la “vida humana dependiente” y el de
la “vida humana independiente”. La salida del claustro materno representará
entonces el inicio de la “vida humana independiente”, y la finalización de la “vida
humana dependiente”.
Con la “salida del claustro materno” se producirá de tal manera el nacimiento del
niño. Existen diferentes criterios para determinar cuándo ha nacido una persona, a
saber:
1.- Hay quienes consideran que deberá haberse salido completamente al exterior,
no requiriéndose que se hubiere cortado el cordón umbilical o que hubiere el niño
respirado. El fundamento de esta tesis está en que sería más reprochable causar
la muerte del mismo, en virtud de la percepción de que se trata de un ser vivo
independiente, a diferencia de que estuviera todavía dentro del claustro materno.
Se opina que cuando se tiene la percepción en tal sentido, se requerirá una mayor
energía criminal, que si se percibiese que está todavía dentro del claustro materno
(Gimbernat). Esta es la llamada teoría de “percepción visual”.
2.- Otros combinan la teoría de la “percepción visual”, con la exigencia del corte
del cordón umbilical, el cual es también uno de los criterios más tradicionales. Se
dice incluso que normalmente “percepción visual” y el corte del cordón umbilical se
darán simultáneamente. Sin embargo, se pone el mayor énfasis en la percepción
visual, en virtud de que la muerte puede que sea causada con anterioridad al corte
del cordón umbilical, siendo que el niño podría haber salido completamente al
exterior. Desde este punto de vista, además de constatarse el nacimiento de la
manera expuesta, debería comprobarse que el niño vivió separado de la madre, lo
cual no significaría que hubiere sido viable (Muñoz Conde).
3.- Otro criterio ha sido el de la respiración, entendiendo que con ella se producirá
la “total separación”. Esta era la tesis de autores como Pacheco (España) y
Carrara (Italia). De acuerdo con esta posición, la existencia de vida humana
estaba supeditada a que el sujeto hubiere respirado (se ha llegado incluso a decir
que “vivir es respirar”).
Así, terminaría ampliándose la tutela del bien jurídico el transcurso del parto, el
cual, desde este punto de vista, vendría a ser el momento en que se inicia la vida
a los fines del delito de homicidio. Siendo de esta manera, podría castigarse como
homicidio culposo, la muerte del feto producida por acciones imprudentes durante
el parto.
De acuerdo con esta tesis, habría que diferenciar entre las contracciones del parto
y las precontracciones, llegando de esta manera a la diferenciación de las
contracciones de dilatación de las contracciones expulsivas (Gössel).
Así, no habría problemas para separar las contracciones que iniciarían la vida
humana a fin de la tutela por el delito de homicidio, de las contracciones en que se
mantendría todavía la protección por delito de aborto, ya que en ambos casos se
estaría hablando del comienzo del parto. Me explico, desde el punto de vista
expuesto, el proceso de parto normal se iniciaría con las contracciones de
dilatación, las cuales colocarán al feto en posición para ser expulsado mediante
las contracciones expulsivas. De tal manera, siguiendo este criterio, las
contracciones de dilatación vendrían a ser propias del intento de expulsión del
claustro materno, pudiendo por ello hablarse con ellas de “comienzo de parto”
(Dohna).
El principal efecto práctico de esta tesis, será el de que podrá castigarse como
homicidio imprudente, la muerte de la víctima durante el proceso de parto, ya que
el aborto no admite la modalidad culposa. Sin embargo, en nuestro ordenamiento
el hecho podría penalizarse como lesiones gravísimas imprudentes, previstas en
el artículo 416 del CP ("si habiéndose cometido el delito contra una mujer encinta,
le hubiere ocasionado el aborto").
En sentido contrario a quienes adelantan la protección al momento de las
contracciones, se afirma que aquella ampliación del comienzo de la vida humana
es exagerado, además de que no estaría nada claro el momento de inicio de la
vida, ya que si bien hay quienes sostienen que será en el momento de las
contracciones, también se ha sostenido que deberá ser con el rompimiento de la
bolsa, otros con los dolores de parto, etc. Además, termina criticándose que esta
posición, en cualquiera de sus variantes, coloca el nacimiento en la madre y no en
el nasciturus, lo cual se considera paradójico (Bustos).
A los fines de la punición por delito de aborto, sobre el comienzo de la vida existen
dos posiciones, a saber:
Se argumenta a favor de esta tesis, que solo la anidación del óvulo implica certeza
en el desarrollo de la vida humana, de ahí que se fije en dicho fenómeno el límite
mínimo del comienzo de la vida (Bustos).
Hay también quienes sostienen que la vida se iniciará a los tres meses luego de la
fecundación (Muñoz Conde). Esta tesis tiene como fundamento la forma en que
se regula el delito de aborto en España, dónde se establece la posibilidad de
aborto libre dentro de los tres primeros meses de embarazo. A esto podría
criticársele, que al no existir vida humana dentro de los tres primeros meses,
durante ese tiempo podrían hacerse experimentaciones, manipulaciones
genéticas, etc., lo cual es considerado intolerable (Bustos).
Con esto se quiere decir, que en virtud de que la muerte es el término de la vida, la
vida no se termina en un solo momento, sino que se trata de un proceso lento y
gradual que se iniciaré en el cerebro y el corazón, continuando progresivamente a
la totalidad de los órganos y tejidos. En sentido estricto, la muerte se habría
producido al terminar todo este proceso. Hasta que no concluya todavía existiría
vida.
Sin embargo, jurídicamente no habría que esperar a que concluyera ese proceso,
considerándose que el cese de actividad de los órganos de mayor importancia, es
suficiente para declarar la muerte de una persona. De aquí que termine
considerándose suficiente la muerte cerebral.
Por otra parte, la referida ley acepta también como criterio para el establecimiento
de la muerte, la llamada “muerte cerebral”, señalando en el artículo citado, que
podrá ser establecida de varias formas, a saber:
1.- Con la presencia en conjunto de los siguientes datos clínicos:
b) Hipotermia inducida.
Es de observar, que en cuanto a la protección por los delitos contra la vida, toda
vida humana será objeto de tutela, incluso cuando existiere posibilidad segura de
que se producirá la muerte del sujeto. Por lo tanto, la protección de la vida será
absoluta, no admitirá excepciones de ninguna índole, ni siquiera cuando se trate
de una persona moribunda.
Por añadidura, cabe decir también, que se trata de un bien jurídico indisponible, es
decir, que no podrá admitirse respecto del delito de homicidio el consentimiento
como excluyente de la tipicidad del hecho. Así, la eutanasia activa entrará en el
marco de la prohibición, aunque no la eutanasia pasiva.
El término “integridad” tiene como origen el vocablo integro, palabra cuyo origen
latino se divide en in, partícula negativa, y tangere que significa tocar, por lo que
significa “lo que se mantiene no tocado o intacto”. Se trata de la incolumidad de la
persona, el que no se produzcan daños en contra de su cuerpo o de su salud,
física o mental.
b.- La esfera fisiológica o funcional, esto es, que los órganos del cuerpo humano
cumplan adecuadamente sus funciones o tareas.
Hay quienes consideran que en este bien jurídico se protegerá también la “calidad
de vida”, es decir, que se tutelarían ciertas condiciones mínimas en el plano
somático, fisiológico y psíquico que debería tener una persona. En ningún caso, se
trataría de la “calidad de vida” de la persona en el plano económico o patrimonial.
Bibliografía
Bustos Ramírez, Juan. Manual de derecho penal, Parte Especial. 2da edición.
Barcelona. Editorial Ariel. 1986.
Gössel, Karl Heinz, Strafrecht Besonderer Teil, Band I, C. F. Müller, Müller, 1987.
Hurtado Pozo, José. Manual de derecho penal, Parte Especial. Lima.1994. T II.
Muñoz Conde, Francisco. Derecho penal, Parte Especial. 21ª edición. Valencia.
Editorial Tirant lo Blanch. 2017. T II.
Una de las clasificaciones más importante de los delitos, es la que distingue entre
delitos de mera conducta y delitos de resultado. Los delitos de mera conducta
serían aquellos que consistirían en la realización de un simple comportamiento,
una acción o una omisión, mientras que los de resultado, además del
comportamiento, requerirían la producción de una modificación del mundo exterior,
perceptible por los sentidos, y separable tanto en el tiempo como en el espacio de
la acción del autor, que es a lo que se le denomina como “resultado”. Entre la
acción y el resultado debería además existir una relación de causa efecto, es
decir, una “relación de causalidad” (el resultado deberá ser consecuencia natural
del comportamiento del autor). No obstante, también los delitos de mera conducta
comportarían un “resultado”, sólo que el mismo no sería naturalista, sino “jurídico”
o “valorativo”, consistente en la lesión o puesta en peligro del bien jurídico. Dicho
resultado coincidiría con la mera realización del comportamiento proscrito. En
cambio, en los delitos de resultado, la lesión del bien jurídico se producirá en el
momento en que la conducta del autor recaiga sobre el objeto de la acción,
modificándose de este modo el plano natural. En consecuencia, para la
consumación de los delitos de mera conducta, bastará realizar la conducta
prohibida por la norma, mientras que la consumación de los delitos de resultado,
implicará algo más, esto es, que el comportamiento prohibido produzca un
resultado naturalista, un cambio en el mundo exterior.
Uno de los delitos de resultado por excelencia es el delito de homicidio, el cual
tiene diversas variantes, las cuales esencialmente se diferencian en el aspecto
subjetivo. Así, puede hablarse de homicidio intencional o doloso, homicidio
culposo (o imprudente) y homicidio preterintencional (artículos 405, 409 y 410 CP
respectivamente). El tipo objetivo de todas estas modalidades del homicidio
siempre sería el mismo, a saber, una conducta que causa la muerte de una
persona (el “resultado” vendría a ser entonces la muerte). No obstante, existe una
forma de homicidio que no se distingue de las demás exclusivamente en lo
subjetivo, sino que también tiene diferencias en lo objetivo, es decir, respecto del
hecho externamente considerado en su vinculación con el resultado. Este es el
caso del homicidio concausal (artículo 408 CP), el cual si bien parte idénticamente
del dolo (como el homicidio intencional), y parcialmente se trata del mismo tipo
objetivo (conducta que causa el resultado muerte), en su descripción típica alude a
la necesidad de que dicho resultado (la muerte) no se hubiere podido producir sin
“el concurso de circunstancias preexistentes desconocidas del culpado, o de
causas imprevistas que no han dependido de su hecho”, las cuales en su
conjunto, son denominadas en doctrina como “concausas”.
Decir que en todos aquellos casos deberá castigarse por homicidio concausal, es
desconocer que independientemente de lo subjetivo, del dolo del autor, la muerte
que se produce no es realmente la concreción del peligro creado por el autor, y
esto debería ser tomado en cuenta respecto de la responsabilidad penal, ya que si
bien se ha creado un riesgo jurídicamente desaprobado, la norma que prohíbe
matar realmente no debería alcanzar tales hipótesis. Argumentar que no existe
homicidio doloso, pero que existe homicidio de todas maneras, es obviar que
independientemente del dolo del autor, la conducta objetivamente ha producido un
resultado (por ejemplo, lesiones), y otro factor es el que en definitiva produce la
muerte. Por ejemplo, cuando el autor hiere a la víctima, y ella muere
posteriormente desangrada por ser hemofílica, lo cual era desconocido para aquél.
Claro está, que contra esto siempre se podrá argumentar, que el legislador si ha
querido castigar como homicida, al que intenta matar y lo logra,
independientemente de que su comportamiento por si sólo no hubiera podido
producir el resultado, y únicamente en conjunción con otra causa es que se
produce el resultado.
A esto puede añadirse, que en todo caso la imputación por homicidio concausal,
podría considerarse violatoria del principio de culpabilidad, ya que si bien el autor
actúa con el dolo de matar, la concausa tiene que ser desconocida para él, de
manera que la ley supondría en el autor un conocimiento que realmente no tiene,
por lo menos respecto de la forma en que en definitiva se produce la muerte,
incurriéndose de este modo en una responsabilidad penal por el mero resultado,
es decir, se castiga sin tomar en cuenta la deficiente representación del autor.
Siendo de este modo, el artículo 408 del CP vendría a ser inconstitucional.
Destaco que a lo que me refiero, no son los casos de desviación del curso causal,
en los cuales si cabe la imputación, por tratarse de conductas idóneas para
producir el resultado (por ejemplo, el autor lanza desde un puente a la víctima que
no sabe nadar para que muera ahogada, pero ésta muere al golpearse la cabeza
con la base del puente), sino aquellas hipótesis en que el hecho es insuficiente
para producir el resultado, pero otro riesgo en conjunción con el creado por el
autor hace que el mismo se concrete.
A mi modo de ver, existen entonces razones suficientes para que esta clase de
homicidio desaparezca de nuestra legislación. Sin embargo, mientras que no sea
así, a menos que se desaplique por inconstitucionalidad (artículo 19 COPP), por
aquello de la responsabilidad objetiva, lo cual de todos modos no es nada sencillo,
será necesario adaptarlo en lo posible a las categorías actuales de la teoría del
delito, sobretodo, a la teoría de la imputación objetiva, tratándose como es de un
delito de resultado.