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Autores en contra de la psicologia como ciencia

Scott Lilienfeld

Sus argumentos se basan en que el público general no aprecia la psicología


como ciencia ni como profesión. Los datos que recopila el autor muestran,
con poco margen para la duda, que para un porcentaje nada despreciable de
la población la psicología ni es una ciencia ni es útil a la sociedad. Y no
hablamos aquí de pequeños sectores ni de opiniones minoritarias. En algunos
estudios, sólo un 30% de la población considera que la psicología es
propiamente una ciencia. Y la mayor parte de los encuestados confían más
en economistas, ingenieros, médicos e incluso sacerdotes a la hora de
solucionar los problemas más acuciantes de la sociedad. Paradójicamente,
estas opiniones públicas pueden provocar el propio declive de la psicología
como ciencia, ya que es difícil que una sociedad que desconfía del estatus
científico de la psicología opte por financiar el avance de esta disciplina

Entre los argumentos que la gente utiliza para justificar su visión negativa de
la psicología, Lilienfeld destaca que los legos suelen ver la psicología como un
mero ejercicio de sentido común que no se basa en métodos científicos, que
no permite realizar predicciones precisas ni arroja resultados replicables.
Mucha gente tampoco espera más de la psicología, puesto que creen que
cada ser humano es único y que es inútil intentar dar explicaciones generales
para el comportamiento individual.
Mario Bunge
Las razones que ha ofrecido pueden agruparse en dos tipos: razones
metodológicas y pruebas empíricas. Las primeras constituyen una crítica al
modo de proceder de los investigadores que han desarrollado el
psicoanálisis, desde Freud hasta nuestros días. Ese modo de proceder, afirma
Bunge, está reñido con los requisitos mínimos aceptados por la comunidad
científica internacional para considerar que una investigación es científica. En
otras palabras, los psicoanalistas no utilizan la estrategia general de
indagación conocida como método científico. Las razones del segundo tipo
muestran que los datos no apoyan las ideas psicoanalíticas. Bunge considera
que el psicoanálisis es una pseudociencia.

Las razones metodológicas que Bunge ofrece pueden resumirse a


continuacion:

El psicoanálisis contiene hipótesis irrefutables. La ciencia intenta describir y


explicar cómo es el mundo y lo hace a través de datos, hipótesis, modelos y
teorías. Los científicos ponen a prueba sus ideas (hipótesis, modelos y
teorías) acerca de la realidad utilizando dos tipos principales de control: el
más conocido de ellos es el control empírico, vale decir la puesta a prueba de
las ideas por medio de datos empíricos.

Para poder ser sometida a contrastación empírica una idea debe ser
refutable. Es decir, ha de ser posible imaginar un dato empírico que, si
resultase verdadero, refutaría la idea en cuestión. Pues bien, una de las
críticas al psicoanálisis más difundidas -y que Bunge comparte- es que gran
parte de sus hipótesis son irrefutables. Estas hipótesis están formuladas de
tal modo que, por principio, no puede haber datos que las pongan en
entredicho. Bunge provee el ejemplo de la hipótesis del contenido sexual -
manifiesto o latente- de los sueños.
Karl Popper

Fundamentalmente, lo que Popper criticaba del psicoanálisis era su


incapacidad a la hora de ceñirse a explicaciones que pudieran ser falsadas,
algo que él consideraba que era hacer trampas. Una teoría que no puede ser
falsada es capaz de contorsionarse y de adoptar todas las formas posibles
con tal de no mostrar que la realidad no encaja con sus propuestas, lo cual
significa que no resulta útil para explicar fenómenos y, por consiguiente, no
es ciencia.

Para el filósofo austríaco, el único mérito de las teorías de Sigmund Freud era
que tenían una buena capacidad de perpetuarse a sí mismas,
aprovechándose de sus propias ambigüedades para encajar en cualquier
marco explicativo y para adaptarse a todos los imprevistos sin quedar puesta
en entredicho. La efectividad del psicoanálisis no tenía que ver con el grado
en el que servían para explicar cosas, sino con las maneras en las que
encontraba formas de autojustificarse.

Por ejemplo, la teoría del complejo de Edipo no tiene por qué resentirse si
después de haber identificado al padre como una fuente de hostilidad
durante la niñez se descubre que de hecho la relación con el padre era muy
buena y que nunca se tuvo contacto con la madre más allá del día del
nacimiento: simplemente, se identifica como figuras paternal y maternal a
otras personas, ya que como el psicoanálisis se basa en lo simbólico, no tiene
por qué encajar con categorías "naturales" como los padres biológicos.

En definitiva, Karl Popper no creía que el psicoanálisis no fuese una ciencia


porque no servía para explicar bien lo que ocurre, sino por algo aún más
básico: porque no era posible ni siquiera plantearse la posibilidad de que
estas teorías sean falsas.

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