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FACULTAD DE HUMANIDADES
ESCUELA DE COMUNICACIÓN
GRANDES LECTURAS
LA FUNCIÓN DE LA LITERATURA
La obra literaria hace vivir al lector una ilusión, y aunque no ve cómo ha sido
enganchado en la novela, al final queda atrapado, sorprendido por el mundo que
descubre en la historia. A continuación, las diversas funciones que tiene la Literatura
en relación al lector.
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en la forma como en el fondo, para así lograr una unidad. ¿Cómo se logra? Se
muestra el mundo interior de los personajes, la situación social de los mundos de la
novela, la fe y religiosidad de algunas personas, las diversas formas de pensar del
mundo, las prohibiciones y los pecados, el mundo objetivo y el mundo subjetivo; el
héroe y el villano, las propuestas de cambio o mejoramiento de la sociedad, los
sueños, pasiones y formas particulares de ser de las personas; las ideas y hechos
insólitos de la vida, la organización social, las diversas formas de contar o de narrar;
pero sobre todo la invención, la ficción, que es lo que le da unidad al trabajo de
Vargas Llosa.
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mágico de la lectura, la mentira como verdad y la verdad como mentira. Mientras
tanto, en “Al este del Edén”, el autor mostró el talento primitivo del narrador, como
lo hicieron las sociedades primitivas: fraguar fantasías para enriquecer su realidad.
Mientras tanto, en su ensayo “No soy Stiller”, Vargas Llosa señala que la
insatisfacción no será jamás satisfecha por la realidad, sino que esa es la función
de la ficción literaria. Ahí los hombres sí pueden saciar su vocación por el exceso,
el apetito por existencias fuera de lo común, o por el drama y el apocalipsis. Vargas
Llosa también dice que frente a quienes creen que la función de la ficción es hacer
explícita una verdad histórica, no lo es. La misión de la novela es mentir de una
manera persuasiva, hacer pasar por verdades las mentiras. La magia de su arte nos
persuade, señala en su ensayo sobre “El Gatopardo”.
Más adelante, en su ensayo sobre “El doctor Zhivago”, Vargas Llosa dice que el arte
no puede ser objetivo, la ficción es, por naturaleza, subjetiva, y su único deber es
persuadir al lector de su propia verdad, coincida ella o discrepe con la que la ciencia
o la fe de cada época ha entronizado. Asimismo, en el sufrimiento de “Herzog”,
destaca que este es más una representación teatral, una tragicomedia, una ficción,
una simulación de la vida, no la vida. La ficticia aventura nos devuelve distintos al
regresar al mundo real, nos cambia, dice.
Función de conocimiento
En un sentido aún más profundo, la Literatura es un vehículo de conocimiento. Las
Ciencias ofrecen una imagen totalmente parcelaria del conocimiento humano. Su
especialización impide al profano estar al tanto, no solo de los avances más
relevantes, sino también tener una visión global. Por ello, la Literatura une a los
hombres en su conocimiento, pone de manifiesto aquellos sentimientos e
inclinaciones que tienen en común, invita a crear un ámbito de reflexión crítica, de
cuestionamiento de los valores que nos son ofrecidos o vendidos como evidentes o
necesarios.
Sobre la base de ese conocimiento, la Literatura nos ayuda a pensar y a reflexionar
sobre nosotros mismos y sobre la sociedad, eleva nuestra dignidad humana. La
irrealidad y las mentiras, dice el novelista peruano, son también un precioso vehículo
para el conocimiento de verdades profundas de la realidad humana. Esas verdades
no siempre son bonitas, a veces son desgarradoras u ofensivas, a veces
autodestructoras e instintivas. Ese conocimiento le sirve al hombre y a las
sociedades que usan la ficción para vivir esas fantasías y no caer en la barbarie si
las hiciera realidad.
Función de entretenimiento
La Literatura también tiene una función de entretenimiento, pero no es un
pasatiempo u ocupación trivial para cuando no tenemos otra cosa mejor que hacer,
nada más importante entre manos. Sí es un pasastiempo, pero no solo eso como
ya hemos señalado antes. Podemos decir que el placer de leer va unido a las otras
funciones de la literatura. También es cierto que sin el placer no habría lectura. Al
lector, el autor debe atraparlo desde las primeras palabras, las primeras líneas, el
primer capítulo y no soltarlo hasta el final. La historia nos debe envolver en sus
brazos y mantenernos interesados, embelesados, esclavizados hasta el final.
La Literatura, dice Vargas Llosa, es uno de los más enriquecedores quehaceres del
espíritu, una actividad irremplazable para la formación del ciudadano en una
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sociedad moderna y democrática, de individuos libres y, por tanto, debe inculcarse
en las familias desde la infancia y formar parte de todos los programas de educación
como una disciplina básica.
La ciencia y la técnica no pueden cumplir la función cultural integradora en nuestro
tiempo, esa sigue siendo tarea de la Literatura, como denominador común de la
experiencia humana, como mecanismo de diálogo y comunicación entre las
personas, más allá de las geografías, las lenguas, las historias y las culturas. La
ficción nos integra como seres humanos. De ahí que una historia escrita por un autor
europeo, un asiático o un latinoamericano, puede bien traducirse a cualquier idioma
y ser de la preferencia de cualquier lector. En ese sentido, la literatura es universal,
supera incluso las particularidades sociales y la coyuntura temporal. Podemos reír
o llorar con la historia de Ana Frank o con Los Perros hambrientos, porque en el
fondo está la esencia humana.
Nada enseña mejor que la literatura a ver, en las diferencias étnicas y culturales, la
riqueza del patrimonio humano y a valorarlas como una manifestación de su múltiple
creatividad. Leer buena literatura es divertirse, sí; pero, también, aprender, de esa
manera directa e intensa que es la de la experiencia vivida a través de las ficciones,
qué y cómo somos, en nuestra integridad humana, con nuestros actos y sueños y
fantasmas, a solas y en el entramado de relaciones que nos vinculan a los otros, en
nuestra presencia pública y en el secreto de nuestra conciencia, esa complejísima
suma de verdades contradictorias de que está hecha la condición humana.
Función lingüística
La literatura también tiene un efecto positivo en el plano del lenguaje. Vargas Llosa
dice que una comunidad sin literatura escrita se expresa con menos precisión,
riqueza de matices y claridad, que otra cuyo principal instrumento de comunicación,
la palabra, ha sido cultivada y perfeccionada gracias a los textos literarios. Una
persona que no lee –añade- o lee poco, o lee solo basura, puede hablar mucho pero
no dirá nada, porque tiene un repertorio mínimo o deficiente de vocablos para
expresarse. No es una limitación solo verbal, es también, una limitación intelectual
y de horizonte imaginario, una indigencia de pensamientos y de conocimientos,
porque las ideas, los conceptos, mediante los cuales nos apropiamos de la realidad
existente y de los secretos de nuestra condición, no existen disociados de las
palabras a través de los cuales los reconoce y define la conciencia.
Una buena literatura nos ayuda a hablar y escribir con corrección, profundidad, rigor
y naturalidad, gracias a la buena literatura. Cuando leemos, nuestro cerebro copia
estructuras sintácticas que luego plasmamos al hablar y al escribir. Leer a los
buenos escritores, las buenas historias, nos permite dominar nuestra lengua y
expresarnos mejor. Nos permite apropiarnos del mundo material en nuestro propio
producto intelectual. Nos hace hábiles en el pensamiento, en la enseñanza, en el
aprender y dialogar, en el fantasear, soñar, sentir y emocionarnos. Leer una novela
nos hace fantasear, esas palabras nos permiten imaginarnos miles y diversos de
escenarios, personajes, situaciones, según la riqueza lingüística del lector. Un
individuo que no lee se pierde toda esa capacidad de creatividad que no se la da
otra disciplina ni el mundo audiovisual en donde la imagen cuenta la historia y la
palabra queda relegada a segundo plano. Es otro lenguaje.