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UNIVERSIDAD CATÓLICA SANTO TORIBIO DE MOGROVEJO

FACULTAD DE HUMANIDADES
ESCUELA DE COMUNICACIÓN
GRANDES LECTURAS

LA FUNCIÓN DE LA LITERATURA

La obra literaria hace vivir al lector una ilusión, y aunque no ve cómo ha sido
enganchado en la novela, al final queda atrapado, sorprendido por el mundo que
descubre en la historia. A continuación, las diversas funciones que tiene la Literatura
en relación al lector.

1.- Función social


Muchos literatos, como Mario Vargas Llosa, han analizado la raíz de las anécdotas
en el mundo real y hasta qué punto la ficción puede ser más esclarecedora y
edificante que la propia realidad desnuda y voraz. Por otro lado, las novelas
publicadas universalmente, especialmente las del siglo 20, se han creado con el fin
de que el lector conozca los diversos hitos en la historia más reciente: los conflictos
mundiales, la bella época (francesa, inglesa, italiana), los intentos socialistas y
fascistas de un nuevo mundo y su caída, así como la revolución femenina y social
de los sesenta y setenta.
Se muestra a sociedades totalitarias en donde la opinión y la pluralidad no existían,
solo la versión oficial, pero también a quienes luchaban contra la opresión, pero de
un modo pasional, dejando de lado lo racional y la explicación crítica de la realidad.
Sin embargo, los personajes precisamente, exponen todo lo contrario, seres que
quieren cambiar esas realidades o que luchan peleas individuales, solitarios frente
al sistema, y que muchas veces terminan siendo devorados por este.
Se muestra entonces a la literatura como elemento reflexivo y de insubordinación
frente a la opresión y a lo que limita al ser humano, tanto a nivel individual y social.
La literatura en su función social en el siglo 20 se encargó de canalizar las más
oscuras frustraciones, los más desenfrenados deseos y los más nobles ideales y
pasiones. Es su responsabilidad real y social frente a sus lectores. La literatura
critica fuertemente los regímenes totalitarios, tal como se muestran en las novelas
con esa temática, a través de los personajes, la lucha contra la opresión y
deshumanización de las sociedades totalitarias.

Función de reflexión interna


Pero la función de la literatura va más allá. Es una reflexión del hombre y del mundo
interior y exterior. El hombre de letras tiene ese deber de opinar sobre el ser humano
y la sociedad, pero esas opiniones son sus verdades personales, aunque refutables
y amplias, pues son solo del autor y de nadie más. No son las verdades
experimentales, son sus verdades que sin embargo, pueden influir en el modo de
pensar y vivir de los hombres y de las sociedades. Los novelistas no solo muestran
una realidad, también denuncian lo que está mal y exaltan lo bueno, a través de la
participación de los personajes en sus diversas acciones, reflexiones, actitudes,
sueños, logros, frustraciones, pérdidas y esperanzas.
Los cuentos y novelas del siglo 20 son muy diferentes entre sí, pero están unidos
por la cronología de los tiempos. Así, se muestra la evolución de la literatura, tanto

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en la forma como en el fondo, para así lograr una unidad. ¿Cómo se logra? Se
muestra el mundo interior de los personajes, la situación social de los mundos de la
novela, la fe y religiosidad de algunas personas, las diversas formas de pensar del
mundo, las prohibiciones y los pecados, el mundo objetivo y el mundo subjetivo; el
héroe y el villano, las propuestas de cambio o mejoramiento de la sociedad, los
sueños, pasiones y formas particulares de ser de las personas; las ideas y hechos
insólitos de la vida, la organización social, las diversas formas de contar o de narrar;
pero sobre todo la invención, la ficción, que es lo que le da unidad al trabajo de
Vargas Llosa.

Función de imaginación: la ficción


Y la ficción literaria se convierte en el eje central en las obras de sus creadores.
Todas las novelas terminan siendo no solo un análisis, sino una explicación de por
qué y para qué sirve la literatura. En esencia, novelistas como Vargas Llosa
sostienen la tesis de que las mentiras dicen verdades. Aunque la novela es una
ficción, su verdad es que lo que sentimos, soñamos, deseamos, todo esto es
verdadero en nuestro mundo interior. Vivimos la historia.
La cuestión de si lo que se cuenta en los libros es verdad, mentira, si pretende o no
reflejar la realidad o rebatirla, si todo autor anhela escribir sus novelas en clave
autobiográfica son cuestiones tan antiguas como el propio oficio del escritor.
La tesis de Vargas Llosa es que la Literatura representa claramente una mentira,
una ficción. Esa mentira puede responder a diversos fines, el escapismo frente a un
mundo que nos oprime, el deseo de plantear escenarios más acordes con nuestros
deseos. En otras ocasiones, la pretensión es la más feroz e implacable crítica al
mundo que nos rodea (y en este aspecto destacan muchas obras comentadas por
el novelista peruano en sus ensayos, como “La granja de los animales”, “El cero y
el Infinito”, “El doctor Zhivago”), por lo cual la relación entre el Poder y la Literatura
siempre ha sido delicada.
A través de la ficción, dice Vargas Llosa, se ofrece un mundo ficticio, intemporal y
subjetivo como creación artística, contada con sátira, sarcasmo e ironía, como en
los cuentos de “Dublineses”. En “La señora Dalloway”, la realidad ha sido
reinventada desde una perspectiva en la que expresa la idiosincrasia y la condición
de la mujer. En “Nadja” se ofrece un universo de riquezas para la sensibilidad y la
fantasía, una ficción que vive dentro de los sueños e ilusiones y que son la realidad
de la ficción. En “Santuario”, Vargas Llosa dice que la literatura, desde que es ficción
ha ayudado al hombre a coexistir y a acomodarse con ciertos fantasmas surgidos
desde su más profunda intimidad. Así se convierte en purga de nuestros excesos y
desvíos reales.
En su ensayo sobre “Un mundo feliz”, Vargas Llosa dice que en la Literatura, la
ficción nos permite todas las utopías, pero la realidad nos muestra que no todo es
posible y que nada es perfecto, sobre todo el hombre. Asimismo, en “Siete cuentos
góticos”, el ensayista peruano alude que su literatura era una evasión de la vida
real, un viaje a lo imaginario, con lo cual contribuía a que los seres humanos
aplacaran una necesidad tan antigua como la de comer y adornarse: el hambre de
irrealidad.
En su análisis en “El Poder y la Gloria”, el ensayista señala que el novelista llega
indirectamente a la inteligencia del lector, después de haberlo contaminado con la
vitalidad artificial de su mundo imaginario y haberlo hecho vivir en el paréntesis

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mágico de la lectura, la mentira como verdad y la verdad como mentira. Mientras
tanto, en “Al este del Edén”, el autor mostró el talento primitivo del narrador, como
lo hicieron las sociedades primitivas: fraguar fantasías para enriquecer su realidad.
Mientras tanto, en su ensayo “No soy Stiller”, Vargas Llosa señala que la
insatisfacción no será jamás satisfecha por la realidad, sino que esa es la función
de la ficción literaria. Ahí los hombres sí pueden saciar su vocación por el exceso,
el apetito por existencias fuera de lo común, o por el drama y el apocalipsis. Vargas
Llosa también dice que frente a quienes creen que la función de la ficción es hacer
explícita una verdad histórica, no lo es. La misión de la novela es mentir de una
manera persuasiva, hacer pasar por verdades las mentiras. La magia de su arte nos
persuade, señala en su ensayo sobre “El Gatopardo”.
Más adelante, en su ensayo sobre “El doctor Zhivago”, Vargas Llosa dice que el arte
no puede ser objetivo, la ficción es, por naturaleza, subjetiva, y su único deber es
persuadir al lector de su propia verdad, coincida ella o discrepe con la que la ciencia
o la fe de cada época ha entronizado. Asimismo, en el sufrimiento de “Herzog”,
destaca que este es más una representación teatral, una tragicomedia, una ficción,
una simulación de la vida, no la vida. La ficticia aventura nos devuelve distintos al
regresar al mundo real, nos cambia, dice.

Función de conocimiento
En un sentido aún más profundo, la Literatura es un vehículo de conocimiento. Las
Ciencias ofrecen una imagen totalmente parcelaria del conocimiento humano. Su
especialización impide al profano estar al tanto, no solo de los avances más
relevantes, sino también tener una visión global. Por ello, la Literatura une a los
hombres en su conocimiento, pone de manifiesto aquellos sentimientos e
inclinaciones que tienen en común, invita a crear un ámbito de reflexión crítica, de
cuestionamiento de los valores que nos son ofrecidos o vendidos como evidentes o
necesarios.
Sobre la base de ese conocimiento, la Literatura nos ayuda a pensar y a reflexionar
sobre nosotros mismos y sobre la sociedad, eleva nuestra dignidad humana. La
irrealidad y las mentiras, dice el novelista peruano, son también un precioso vehículo
para el conocimiento de verdades profundas de la realidad humana. Esas verdades
no siempre son bonitas, a veces son desgarradoras u ofensivas, a veces
autodestructoras e instintivas. Ese conocimiento le sirve al hombre y a las
sociedades que usan la ficción para vivir esas fantasías y no caer en la barbarie si
las hiciera realidad.

Función de entretenimiento
La Literatura también tiene una función de entretenimiento, pero no es un
pasatiempo u ocupación trivial para cuando no tenemos otra cosa mejor que hacer,
nada más importante entre manos. Sí es un pasastiempo, pero no solo eso como
ya hemos señalado antes. Podemos decir que el placer de leer va unido a las otras
funciones de la literatura. También es cierto que sin el placer no habría lectura. Al
lector, el autor debe atraparlo desde las primeras palabras, las primeras líneas, el
primer capítulo y no soltarlo hasta el final. La historia nos debe envolver en sus
brazos y mantenernos interesados, embelesados, esclavizados hasta el final.
La Literatura, dice Vargas Llosa, es uno de los más enriquecedores quehaceres del
espíritu, una actividad irremplazable para la formación del ciudadano en una

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sociedad moderna y democrática, de individuos libres y, por tanto, debe inculcarse
en las familias desde la infancia y formar parte de todos los programas de educación
como una disciplina básica.
La ciencia y la técnica no pueden cumplir la función cultural integradora en nuestro
tiempo, esa sigue siendo tarea de la Literatura, como denominador común de la
experiencia humana, como mecanismo de diálogo y comunicación entre las
personas, más allá de las geografías, las lenguas, las historias y las culturas. La
ficción nos integra como seres humanos. De ahí que una historia escrita por un autor
europeo, un asiático o un latinoamericano, puede bien traducirse a cualquier idioma
y ser de la preferencia de cualquier lector. En ese sentido, la literatura es universal,
supera incluso las particularidades sociales y la coyuntura temporal. Podemos reír
o llorar con la historia de Ana Frank o con Los Perros hambrientos, porque en el
fondo está la esencia humana.
Nada enseña mejor que la literatura a ver, en las diferencias étnicas y culturales, la
riqueza del patrimonio humano y a valorarlas como una manifestación de su múltiple
creatividad. Leer buena literatura es divertirse, sí; pero, también, aprender, de esa
manera directa e intensa que es la de la experiencia vivida a través de las ficciones,
qué y cómo somos, en nuestra integridad humana, con nuestros actos y sueños y
fantasmas, a solas y en el entramado de relaciones que nos vinculan a los otros, en
nuestra presencia pública y en el secreto de nuestra conciencia, esa complejísima
suma de verdades contradictorias de que está hecha la condición humana.

Función lingüística
La literatura también tiene un efecto positivo en el plano del lenguaje. Vargas Llosa
dice que una comunidad sin literatura escrita se expresa con menos precisión,
riqueza de matices y claridad, que otra cuyo principal instrumento de comunicación,
la palabra, ha sido cultivada y perfeccionada gracias a los textos literarios. Una
persona que no lee –añade- o lee poco, o lee solo basura, puede hablar mucho pero
no dirá nada, porque tiene un repertorio mínimo o deficiente de vocablos para
expresarse. No es una limitación solo verbal, es también, una limitación intelectual
y de horizonte imaginario, una indigencia de pensamientos y de conocimientos,
porque las ideas, los conceptos, mediante los cuales nos apropiamos de la realidad
existente y de los secretos de nuestra condición, no existen disociados de las
palabras a través de los cuales los reconoce y define la conciencia.
Una buena literatura nos ayuda a hablar y escribir con corrección, profundidad, rigor
y naturalidad, gracias a la buena literatura. Cuando leemos, nuestro cerebro copia
estructuras sintácticas que luego plasmamos al hablar y al escribir. Leer a los
buenos escritores, las buenas historias, nos permite dominar nuestra lengua y
expresarnos mejor. Nos permite apropiarnos del mundo material en nuestro propio
producto intelectual. Nos hace hábiles en el pensamiento, en la enseñanza, en el
aprender y dialogar, en el fantasear, soñar, sentir y emocionarnos. Leer una novela
nos hace fantasear, esas palabras nos permiten imaginarnos miles y diversos de
escenarios, personajes, situaciones, según la riqueza lingüística del lector. Un
individuo que no lee se pierde toda esa capacidad de creatividad que no se la da
otra disciplina ni el mundo audiovisual en donde la imagen cuenta la historia y la
palabra queda relegada a segundo plano. Es otro lenguaje.

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