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El don de servir

Si habláramos de prioridades en la obra de Dios, la de servir es una. Cuando se ofrecen lugares


de privilegio hay muchos candidatos, pero cuando se pide humildad y servicio; no parece haber
candidatos.

Por eso podemos decir con seguridad que el “departamento de servicio” es el que tiene la
mayor cantidad de plazas vacantes en la iglesia.

Debemos saber que el servicio es el que le da sustento a todas las obras de la iglesia, y que toda
la obra de Dios descansa sobre este invaluable don.

La expresión más destacada de este don es la que manifestó nuestro Señor Jesucristo en su
ministerio.

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Estas son sus palabras acerca de este don en su vida: “Como el hijo del hombre no vino para ser
servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Mateo 20:28).

El servicio es lo más alto en la dignidad de los dones.

Aunque en la escala de valores del hombre, el servicio está en lo más bajo; en la escala de cómo
Dios valora las cosas, el servicio es lo más alto en la dignidad de los dones.

Notemos las palabras de nuestro Señor a sus discípulos: “Mas Jesús, llamándoles les dijo: sabéis
que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes
ejercen sobre de ellas potestad.

“Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será
vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, será el servidor de todos.” (Marcos
10:42-44).
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El ejemplo de Cristo le da sustento y fuerza al insigne don de servir.

Podemos decir que despreciar el don de servicio; es despreciar el mismo ministerio de Cristo, y
aún, a él mismo.

En nuestro tiempo estamos sufriendo la calamitosa consecuencia de un espíritu pequeño que


solo se ocupa de sus propios intereses.

Debemos entender que el servicio que se da esforzadamente y con un corazón humilde, es el


mayor signo de grandeza en nuestro mundo.

Esta verdad que se fundamenta en el gran ejemplo de Cristo, nos la recuerda con fuerza el
apóstol Pablo:

“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el dual, siendo en forma
de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo,
tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de
hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”
(Filipenses 2:5-8).

Ese servicio de gran humildad y profundo amor de Cristo Jesús, es lo que mayor beneficio y
riqueza ha traído a la humanidad.

La Escritura dice al respecto:

“Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo
pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos” (2ª Corintios 8:9).

Engrandezcamos la obra del Señor con nuestro servicio; con el don de servir, imitando a nuestro
Señor y maestro, quien dijo:
“Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el
Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros.
Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis.” (Juan
13:13-15).

En la escala de valores del mundo, el servicio está en lo más bajo.

Esto es así por causa de la vanidad y la arrogancia de la gente, que tienden a querer ser servidos
antes que servir, y que creen que servir a otros de mas baja condición, los rebaja a sí mismos.

Tal filosofía es del todo errónea delante de Dios; porque la dignidad no se pierde al servir a
otros, aunque la dignidad de los servidos sea menor que la del servidor.

Los que sirven deben tener conciencia plena acerca de esta verdad.

Veamos:

“Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el
Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros.
Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis. De cierto,
de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió.
Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis” (Juan 13:13-117).

En este texto, donde el Señor demuestra toda su humildad al lavar los pies de sus servidores, él
les hace ver que la gran humildad de su servicio no lo hace menos; él sigue siendo su Maestro y
Señor.

El mensaje que contiene este texto se puede parafrasear de este modo: “La humildad de servir,
lejos de quitarte tu dignidad y rebajarte; mas bien, te hace mas grande”

Para que usted pueda comprender mejor esta verdad, ampliaremos un poco más un texto al que
ya nos referimos anteriormente:
“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma
de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo,
tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de
hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.”

“…Por lo cual Dios también lo exaltó hasta le sumo, y le dio un nombre que es sobre de todo
nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en
la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de
Dios Padre…” (Filipenses 2:5-11).

Palabra
“En aquel tiempo los discípulos vinieron a Jesús, diciendo: ¿Quién es el mayor en el reino de los
cielos?” (Mateo 18:1)
Predicación
¡Ah! Trampa tan tremenda la que tiende el mayor enemigo del hombre; la soberbia y el orgullo.

Nuestro sistema social y económico incrusta en nuestra mente el buscar siempre ser el primero,
ser el mayor, ser el mejor, ser el más poderoso, ser el más, y mejor y mayor.

Nos han enseñado que el éxito es estar arriba, en la cima. Una ocasión los discípulos de Jesús,
disputaban entre sí y entonces Jesús… “les preguntó: ¿Qué disputabais entre vosotros en el
camino? Mas ellos callaron; porque en el camino habían disputado entre sí, quién había de ser el
mayor. Entonces él se sentó y llamó a los doce, y les dijo: Si alguno quiere ser el primero, será el
postrero de todos, y el servidor de todos.” (Marcos 9:33-35).

Nadie está exento de ser tentado con soberbia y orgullo, !cuide su corazón!, porque estas
tentaciones pueden arrebatar nuestra relación con Dios. Dios no ha prometido lujos ni poder, y si
alguien los tiene viva como si no los tuviera. No debemos apegarnos a esas cosas que nos pueden
desviar.

El hombre moderno debe tener cuidado con todas aquellas formas “normales” de vida que
atentan contra nuestra relación con Dios, y contra el verdadero sentido de la vida. Hasta nuestros
familiares buscan para nosotros lo “mejor”… en otra ocasión… “se le acercó la madre de los hijos
de Zebedeo con sus hijos (Juan y Jacobo), postrándose ante él y pidiéndole algo. Él le dijo: ¿Qué
quieres? Ella le dijo: Ordena que en tu reino se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha, y
el otro a tu izquierda. (Mateo 20:20-21). Y el Señor sabiendo esta, nuestra debilidad, les respondió
a ellos para que escucharan todos… “No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber del vaso que yo he de
beber, y ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado? Y ellos le dijeron: Podemos.” Y
aun insolentemente le respondieron los “muchachos” ¡podemos!, ¡claro que podemos! … “Él les
dijo: A la verdad, de mi vaso beberéis, y con el bautismo con que yo soy bautizado, seréis
bautizados; pero el sentaros a mi derecha y a mi izquierda, no es mío darlo, sino a aquellos para
quienes está preparado por mi Padre.” (Mateo 20:22-23).
Entonces Jesús ilustró el cómo podemos ser “grandes”... “El, llamando a un niño, lo puso en medio
de ellos, y dijo: En verdad os digo que si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el
reino de los cielos. Así pues, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino
de los cielos.” (Mateo 18:2-3), despojémonos de estos “embalajes” terrenales llamados; orgullo y
soberbia, y sirvamos en lugar de ser servidos, a Jesús le fueron ofrecidos todos los reinos de este
mundo, y El los negó por rescatarnos del pecado.

Oración
“Preserva también a tu siervo de las soberbias; Que no se enseñoreen de mí; Entonces seré íntegro,
y estaré limpio de gran rebelión.” (Salmo 19:13)
Padre, siervo quiero ser, amar y servir a mi prójimo. Y que jamás la soberbia se enseñoree de mi,
Mi Dios líbrame del engaño del mundo, y pon en mi un corazón limpio que te alabe y te bendiga
todos los días de mi respirar.

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