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Sufrimientos causados por las enfermedades del espíritu, del alma y del cuerpo.
Juan Pablo II en F.C. dijo:
”Necesitamos de la gracia de Jesucristo, para ser curados de las heridas del
pecado... para ser devueltos al principio...”
Y al principio se vivía en amistad e intimidad con Dios, gozando de una salud
espiritual, psíquica y corporal.
Esta es la explicación del porque hoy, nos amamos tan poco, porque hay
tantas peleas, tantas rencillas y tantos resentimientos.
Y todos estos sentimientos, esos rechazos, esa falta de amor que hemos
tenido a lo largo de la vida, han hecho que tengamos los corazones rotos,
corazones llenos de sufrimientos.
Corazones llenos de vivencias negativas, de traumas que han ido modelando
nuestra responsabilidad.
C. CONVERSIÓN.
Necesitamos convertirnos para poder recibir el amor, el uno del otro.
Necesitamos volver nuestros ojos a Dios, que es rico en misericordia y decirle,
como el hijo pródigo: Padre mío, he pecado contra ti y contra el cielo...
D. QUE ES LA CONVERSIÓN.
La conversión implica un cambio radical de dirección, una transferencia de la
vida en su totalidad, un cambio profundo de sentimientos, es decir del corazón.
Un cambio en la mente, del pensar y el querer.
La conversión requiere abandonar, de corazón, el pecado y los medios que
conducen al pecado; rechazar a Satanás.
La conversión, ante todo, es un VOLVER A CRISTO y, a través de EL a Dios y
con ello a una vida nueva.
Convertirse es pasar de las tinieblas a la luz, es cambiar de dueño y de señor,
es decir, de estar bajo el poder de Satanás, pasar a la soberanía de Dios.
La conversión no consiste solamente en la obediencia de una ley, sino en la
entrega de una persona.
Convertirse es pasar de la muerte a la vida, de la mentira a la verdad, del odio
al amor, es un volver a nacer, es comenzar a ser una nueva creación; es
aceptar a Jesús como Salvador y Señor.
El día de hoy, yo les invito a hacer lo mismo, a rechazar esa vida llena de
errores, de mentiras, de infidelidades, de odios, de pecado.
Los invito a pararse como el hijo pródigo, a levantarse, a reconocer sus errores,
a rechazar sus errores, a rechazar a Satanás. A rechazar los medios que
conducen al pecado.