Posición del creyente en Cristo. Salvos por gracia.
Lectura Básica: Efesios 2:1-10 Verdad Central. Todos los seres humanos somos por naturaleza esclavos del pecado, pero por la fe en Cristo podemos apropiarnos de la gracia que Dios ofrece. El reflexionar sobre lo que Dios ha hecho por y para nosotros en Cristo no solo aumentará nuestra comprensión de la experiencia cristiana sino que también profundizará y enriquecerá nuestra relación con Dios. I) Lo que éramos en el pasado. (v. 2,3) 1. Muertos en delitos y pecados. Atrapados en las garras de la muerte. Alguien pudiera decir, pero yo estaba vivo antes de conocer a Jesucristo. En realidad estábamos vivos físicamente pero espiritualmente muertos. La palabra de Dios establece que Dios sopló en el hombre aliento de vida (Gn.2:7), esto significa que Dios puso en nosotros neuma (vocablo que en griego significa aire, aliento), espíritu, que es lo que da vida al cuerpo ¨y fue el hombre un ser viviente¨ (Gn.2:7b); sin embargo cuando el hombre desobedeció allá en el huerto de Edén, su espíritu que vivía por su comunión con Dios, murió. Quedó el espíritu en el hombre pero desconectado de la fuente de vida que es Dios, y esto no es más que ¨muerte espiritual.¨ Y esa muerte espiritual es el origen de todas las desgracias del hombre sobre la tierra. Con toda razón la Palabra establece que antes “estabais muertos en vuestros delitos y pecados” refiriéndose al tiempo anterior a nuestra conversión. 2. Esclavos del mal. (v.v. 2,3a) 2.1. Andando en delitos y pecados. El pecado es la regla y rutina de la vida 2.2. Conformándose a la norma del mundo. Es decir, viviendo según el sistema actual de cosas conducido por los "que sólo piensan en lo terrenal" (Fil. 3:19). Caminando en el camino marcado o delineado por los que viven en rebelión contra Dios, nunca pensando en el destino final. El mundo tiene un molde en el que pone a sus devotos. Es un molde de engaño, inmoralidad, impiedad, egoísmo, violencia y rebelión. “Andar de acuerdo a la corriente” es vivir aprobando el mal y sujetando el modo de pensar a prácticas y objetivos contrarios a la voluntad de Dios (Ro. 12:2), a fin de obtener algo pasajero y temporal (1 Co. 1:20; 6:16; Col. 2:8–10). 2.3. Gobernados por Satanás. "hijos de desobediencia", compárense 2 Cor. 4:4; Col. 3:6. La desobediencia es la característica principal de su vida. El espíritu de Satanás obra en éstos mientras que el poder de Dios obra en nosotros. 1ª. Jn 5:18 ” Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca. 5:19 Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno.” 2.4. A merced de las pasiones. Viviendo en los deseos de la carne. Léase Gál. 5:19-21. Los deseos y las obras de la carne no solamente incluyen tales pecados como "adulterio ... idolatría, hechicerías ... homicidios, borracheras", etc., sino también incluyen "enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias", etc. Somos tentados a través de los deseos malos (la concupiscencia): "cada uno es tentado cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido" (Sant. 1:14). "Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma" (1 Ped. 2:11). Es necesario crucificar al "viejo hombre" con sus deseos carnales (Rom. 6:6; Gál. 5:24). "Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne" (Gál. 5:16). "Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: ... malos deseos y avaricia" (Col. 3:5). "Vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne" (Rom. 13:14). "La gracia de Dios se ha manifestado para salvación ... enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente" (Tito 2:11,12). Si no aprendemos a obedecer estos textos para lograr suprimir y controlar los deseos mundanos, no podemos ir al cielo. ¿Estamos suprimiendo los deseos carnales o estamos estimulando los deseos carnales? Si andamos todavía en mala compañía, estimulamos deseos carnales. Si alimentamos la mente con pensamientos carnales seremos carnales. Si alimentamos la mente con pensamientos sanos y espirituales, seremos espirituales (Rom. 8:1-5). 3. Objetos de la ira divina. Expuestos a ira si persistíamos en la vida de perdición. Sin el evangelio este fin sería ineludible; no habría esperanza de escapar. El fin inevitable de los que viven en desobediencia es estar bajo la condenación de un Dios justamente airado. II) Lo que somos en el presente. (v.4-6) 1. Recipientes de su misericordia (v.4) Dios nos muestra su misericordia no tratándonos de la manera que merecemos ser tratados (Sal. 103:10). La razón de Su intervención se da en estas palabras: por su gran amor con que nos amó. Su amor es grande porque Él es su fuente. (Jn. 3:16; Rom. 5:8) 2. Levantados a una nueva vida (v.v. 5,6) 2.1. Vivificados. “Nos dio vida juntamente con Cristo” 2.2. Resucitados. “…y juntamente con Él nos resucitó…” 2.3. Exaltados. “…y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús.” 3. Salvos por gracia. (v.5). Esto nos habla de la inmerecida bondad por la cual nos es dada la salvación. 4. Gozamos de comunión con el Hijo. (v.5,6) “Juntamente con Cristo” III) Lo que seremos (v. 7-10) 1. La iglesia es y será una eterna demostración de la gloria de Dios (v.7) “para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.”. El propósito de Dios es que los que hemos sido salvos seamos la manifestación visible del amor, la bondad y las abundantes riquezas de la gracia de Dios, para la alabanza de la gloria de su gracia. 2. Salvados por gracia mediante la fe en Cristo (v.8,9) “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.” a. El origen de la salvación: por gracia b. El vehículo para obtener la salvación: por la fe c. La fuente de la salvación: don de Dios 3. Permanentes hacedores de las buenas obras que Dios dispuso de antemano para que realizáramos (Tito 2:14; 3:8). Lo maravilloso de la obra de la nueva creación de Dios en cada creyente es que Él renueva la naturaleza de sus hijos redimidos para realizar buenas obras.