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Tema: “Un Pueblo No Arrepentido” Isaías 66:1-4

Hay cosas en la vida que hay que hacerlas y no se hacen, luego hay que lamentarse. Son aquellas
cosas que Dios nos movía a hacer, las cuales se podían haber hecho bien y no tuvimos el corazón
santo para hacerlas. Luego, al pasar el tiempo, podemos sentir un lamento, pero hay algo que Dios
siempre ha querido de nosotros y es el corazón contrito (uno de arrepentimiento, de
remordimiento, de contrición, de dolor por haber ofendido a Dios por ser Él quien es, no por
miedo al castigo). Dios toma en cuenta cuando ve en nosotros que hay tanto dolor en el corazón
por haberle fallado y ver que jamás queremos serle rebeldes.

En Hechos 7:51 dice la Palabra que Esteban les decía a los judíos de su tiempo: “¡Duros de cerviz, e
incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros
padres, así también vosotros.” El que no puede escuchar de Dios nunca podrá tener solución para
su vida. Eso es resistir siempre al Espíritu Santo. En Dios y para Dios lo que en realidad sirve es la
buena disposición del corazón. No se puede agradar al Señor sin un arrepentimiento. Jamás
podremos hacer algo para Dios sino somos capaces de cambiar en nuestro ser. Dios no puede
obrar en una persona donde hay algún tipo de mal. Pretendemos y pensamos que podemos
construir algo o hacer algo para Dios sin tener un corazón contristado. No podemos cantar ni
alabar, ni absolutamente nada, si no somos pobres y humildes de espíritu. Isaías 66:2 “Mi mano
hizo todas estas cosas, y así todas estas cosas fueron, dice Jehová; pero miraré a aquel que es
pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra.” Isaías 57:15

Isaías 66:1 “Jehová dijo así: El cielo es mi trono, y la tierra estrado de mis pies; ¿dónde está la casa
que me habréis de edificar, y dónde el lugar de mi reposo?” Él es el creador y dueño de todo el
universo. Está el Señor entronado en el alto cielo y la tierra acá abajo es el estrado de sus pies. A
pesar de toda esta grandeza lo que Dios busca del hombre es el corazón, tu corazón. Te creó, te ha
cuidado, te llamó, envió a Jesús a morir en la cruz para salvarte. Y aun así en el corazón dejas que
se depositen otras cosas que no son del mismo Dios. Busca hoy mismo lo que hay en tu corazón
para saber si está limpio de inmundicia y si está lleno de pureza de intención y propósitos para
Dios. ¿Será que llegas a la iglesia para adorarlo o lo que quieres es que Él te resuelva tus
problemas y circunstancias? ¿Qué hay en el corazón? Eso es lo que a Dios le interesa.

Él quiere morar en la vida del que es humilde y que tiembla a su Palabra. Pero, el problema es que
somos muy duros de cerviz, no nos queremos doblar ante Él. Doblar la cerviz es someternos a Dios
y a su voluntad, es abandonar toda actitud altiva y orgullosa ante Él. Cuando la cerviz del hombre
se levanta y toma una postura de rebeldía, entonces deja ver que es un engreído, que se
ensoberbece, que es un soberbio, altanero y arrogante, que se engrandece a sí mismo, que es
orgulloso y presumido. ¿Quién así puede levantarle a Dios un templo para adorarlo?
¡Absolutamente nadie! Nadie con esas características puede levantar para Dios nada, no se puede
hacer nada agradable a Sus ojos si no se tiene un espíritu humilde. Al dueño del universo, al dueño
y Señor de todo, ¿quién lo puede engañar? La mirada de Dios no está puesta en las prácticas de los
rituales externos de los hombres, ¡ÉL ESTARÁ PENDIENTE AL CORAZÓN! Es como si Él dijera: “Pero,
miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, tomaré nota y le atenderé en sus oraciones.”
Sabemos claro que aquel pueblo de Israel llegaba y se presentaba a Dios por medio de los
sacrificios. Pero, lo que Dios buscaba era que lo hicieran de una manera limpia, santa, humilde,
que se allegaran quebrantados delante del Creador, como el mayor y más grande de todo lo que
existe. Pero, no era así como ellos le llevaban los sacrificios y la adoración. Entendamos
claramente, que ningún acto o ritual de culto es un sustituto de la moralidad. Estando en pecado
no se puede hacer ningún ritual acepto para el Señor, nada de lo que nos toca hacer para Dios se
puede hacer con nuestras vestiduras manchadas con pecado. Dice en Isaías 52:11, “…purificaos los
que lleváis los utensilios de Jehová.” Ellos, aquel pueblo de Israel, le levantaban casa a Dios donde
adorarle y servirle con sacrificios y alabanzas tal como se les había instruido por Moisés. Un ritual
es una formalidad prescrita para una ceremonia religiosa, ellos tenían claro cómo era que debían
acercarse a Dios. Todos los que queremos adorar y honrar al Señor debemos tener bien claro la
forma y manera para allegarnos a Dios. Y sobre todo, cuál debe ser la actitud y disposición del
corazón para santificar su Nombre y serles gratos.

¿Cuál es tu ritual? ¿Le das hoy a Dios tu mejor alabanza? ¿Te presentas ante Él con reverencia para
escuchar su Palabra, etc.? Cuando las cosas se hacen con una vida llena de orgullo y con el lomo
levantado no se escucha la Palabra ni la música para Dios, solo se oyen los grandes ruidos del
pecado escondido. Isaías 66:3 “El que sacrifica buey es como si matase a un hombre; el que
sacrifica oveja, como si degollase un perro; el que hace ofrenda, como si ofreciese sangre de
cerdo; el que quema incienso, como si bendijese a un ídolo.” Cuando en aquellas condiciones
impuras y de orgullo aquellos israelitas se acercaban a Dios y le sacrificaban un buey, para Dios era
como si le mataran a un humano, si le presentaban una oveja en sacrificio era para Él como si le
sacrificaran un perro. El cerdo es inmundo en los sacrificios, así lo veía Dios cuando aquellos
hombres iban delante de Él en su orgullo y pecado. No había nada puro en su acercamiento a Dios.
Entonces, lo que debía verse como puro lo ve Dios como inmundo, por el corazón altanero y no
arrepentido.

¿Qué ama tu alma? ¿A Dios? ¿O a lo abominable de este mundo? Los impenitentes, los que no
pueden abandonar un hábito o costumbre que puede causarles peligro y grandes problemas,
ofenden a Dios con sus prácticas religiosas impuras. Cuando no hay fe y santidad la práctica de los
sacrificios y las ofrendas son abominaciones ante Dios. Se pueden escoger los caminos hipócritas
pero las consecuencias vendrán, las obras y rituales no limpios los castiga Dios. Dios es quien
traerá el pago, las malas consecuencias vendrán cuando se rechaza su llamado al arrepentimiento
y se es capaz de andar por caminos que le desagradan. Quienes lo hacen probaran su ira. Líbrate
de la ira del santo Dios. Ámalo y hónralo con pureza y santidad, con un corazón humilde y manso,
con una disposición limpia y agradable hacia tu Dios. Amén.
El favorito de Dios
Pastor Tony Hancock

Introducción

Se dice en muchas partes que Dios no tiene favoritismos. Esto es cierto, si lo que queremos decir es que Dios
no favorece a alguien simplemente porque es rico, o mexicano, o inteligente. Dios no basa su amor en ningún
factor externo. El no juzga según las características que miramos los humanos, como la belleza o la posición
social.

Dios mostró esto cuando seleccionó al rey David. Cuando el Señor envió al profeta Samuel a la casa de Isaí
para ungir al próximo rey de Israel, vio a Eliab, hermano de David, y pensó que seguramente éste era el
hombre que Dios había escogido para guiar a su pueblo Israel. Era alto y bien parecido, y según Samuel,
sería un buen rey. Pero Dios le dijo algo muy importante: "No te dejes impresionar por su apariencia ni por su
estatura, pues yo lo he rechazado. La gente se fija en las apariencias, pero yo me fijo en el corazón." (1
Samuel 16:7 - NVI)

Pasaron seis más de los hermanos de David, y ninguno de ellos era el que Dios había elegido. Finalmente
tuvieron que mandar a buscar a David de los campos, porque estaba cuidando a los borregos. Era el más
pequeño de todos, pero era el que Dios había escogido. Dios realmente no tiene favoritos, si juzgamos según
las apariencias.

Pero la verdad es que Dios sí tiene preferidos. Hay personas que le llaman la atención. Lo bueno es que
cualquiera de nosotros puede ser una de esas personas. Para ser uno de los favoritos del mundo, tenemos
que nacer con ciertas ventajas, con cierto dinero, con cierta apariencia, con cierta habilidad intelectual o
atlética. Pero para ser uno de los favoritos de Dios, se necesita otra cualidad - una cualidad que es accesible
para todos.

Lo que Dios está buscando es cierta clase de corazón. Veamos cuál es.

Lectura: Isaías 66:1-4

66:1 Jehová dijo así: El cielo es mi trono, y la tierra estrado de mis pies; ¿dónde está la casa que me habréis de
edificar, y dónde el lugar de mi reposo?
66:2 Mi mano hizo todas estas cosas, y así todas estas cosas fueron, dice Jehová; pero miraré a aquel que es pobre
y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra.
66:3 El que sacrifica buey es como si matase a un hombre; el que sacrifica oveja, como si degollase un perro; el que
hace ofrenda, como si ofreciese sangre de cerdo; el que quema incienso, como si bendijese a un ídolo. Y porque
escogieron sus propios caminos, y su alma amó sus abominaciones,
66:4 también yo escogeré para ellos escarnios, y traeré sobre ellos lo que temieron; porque llamé, y nadie respondió;
hablé, y no oyeron, sino que hicieron lo malo delante de mis ojos, y escogieron lo que me desagrada.

En los días de Isaías, había muchas personas que estaban siguiendo la letra de la ley, pero no conocían el
espíritu. Estaban muy fijados en lo exterior de su religión, y no se habían dado cuenta de que lo que realmente
le interesaba a Dios era que se acercaran a El con el corazón.

Dios les dice, entonces, ¿No fui yo el que hice todo lo que existe? ¿No es mi trono el cielo, y la tierra el
estrado de mis pies? ¿Cómo, entonces, me van a hacer una casa ustedes? ¿Cómo van a creer que yo
necesito dónde vivir?

Y en cuanto a los sacrificios, Dios les dice que éstos se han vuelto inútiles. Les da a entender que los
sacrificios le son desagradables si no los ofrece una persona sincera y arrepentida.

Debemos tener algo de cuidado aquí. En esta era de la revelación bíblica, era aún parte del plan de Dios que
se adorara en el templo en Jerusalén; era también parte de su plan que la gente ofreciera sacrificios. No eran
sus prácticas religiosas las que estaban equivocadas; ellos lo estaban haciendo todo bien, según la letra de la
ley. Pero no tenían un corazón entregado. No se habían humillado ante Dios.
Hay una fuerte lección para nosotros también. Podemos estar haciendo todas las cosas que Dios quiere que
hagamos - orar, leer la Biblia, asistir a la iglesia, tomar la Santa Cena, hablar a otros de Cristo - podemos
hacer todo esto, pero si nuestro corazón no está bien, entonces todas esas cosas se vuelven inútiles.

Enfoquemos el versículo dos para ver cómo podemos tener ese corazón que a Dios le agrada.

I. La persona que Dios prefiere tiene un espíritu contrito y humilde

Dice el versículo, "Yo estimo a los pobres y contritos de espíritu". Esas son las personas que le llaman la
atención a Dios. Son las que El mira.

En un desfile de belleza, lo que llama la atención es el cabello bien arreglado, la cara perfectamente
maquillada, el cuerpo bien formado. Pero a Dios le llama la atención el corazón contrito y pobre en espíritu.

Jesús repitió esta misma enseñanza cuando dijo: "Dichosos los pobres en espíritu, porque el reino de los
cielos les pertenece" (Mateo 5:3 - NVI). Lo que Dios busca no ha cambiado con la venida de Jesús; tanto en el
Antiguo Testamento como en el Nuevo, Dios ha buscado a esta clase de corazón.

La clave para tener este corazón es la forma en que respondemos al sufrimiento. El espíritu contrito
literalmente es el espíritu "golpeado". Representa a la persona que ha sido azotada por la vida, y ha buscado
su refugio en Dios. Hay otras maneras de responder al sufrimiento; podemos responder con amargura, o con
una decisión de que nunca volveremos a sufrir; podemos buscar consuelo en los vicios o en la venganza; pero
la persona que Dios estima, cuando sufre, busca consuelo en Dios.

Podemos ver un ejemplo de esto en la vida del Rey David. Después que Samuel le ungió para ser el rey de
Israel pasaron varios años antes de que Saúl muriera para que David pudiera tomar el trono. Mientras tanto,
David llegó a ser un gran guerrero, de tal modo que Saúl se puso celoso de él e intentó matarlo.

Ahora, David es por derecho el rey de Israel. Ha sido escogido por Dios para reinar, y el profeta le ha ungido.
Saúl, el rey que se había rebelado contra Dios y tenía que ser reemplazado, persigue a David y lo obliga a
dejar su casa, su familia, todo lo que tenía y huir de un lado a otro, refugiándose finalmente en una cueva.

Si tú fueras el rey David en ese momento, ¿cómo te sentirías? Tú eres, por derecho, el rey de Israel, y sin
embargo te encuentras acorralado por un rey que te tiene envidia. ¿Sentirías rencor, deseos de venganza,
frustración con Dios? ¿Buscarías solaz en una botella?

Veamos cómo respondió David. Podemos leer su reacción en el Salmo 57.

57:1 Ten misericordia de mí, oh Dios, ten misericordia de mí; porque en ti ha confiado mi alma, y en la sombra de tus
alas me ampararé hasta que pasen los quebrantos.
57:2 Clamaré al Dios Altísimo, al Dios que me favorece.
57:3 El enviará desde los cielos, y me salvará de la infamia del que me acosa; Selah Dios enviará su misericordia y
su verdad.
57:4 Mi vida está entre leones; estoy echado entre hijos de hombres que vomitan llamas; sus dientes son lanzas y
saetas, y su lengua espada aguda.
57:5 Exaltado seas sobre los cielos, oh Dios; sobre toda la tierra sea tu gloria.
57:6 Red han armado a mis pasos; se ha abatido mi alma; hoyo han cavado delante de mí; en medio de él han caído
ellos mismos. Selah
57:7 Pronto está mi corazón, oh Dios, mi corazón está dispuesto; cantaré, y trovaré salmos.
57:8 Despierta, alma mía; despierta, salterio y arpa; me levantaré de mañana.
57:9 Te alabaré entre los pueblos, oh Señor; cantaré de ti entre las naciones.
57:10 Porque grande es hasta los cielos tu misericordia, y hasta las nubes tu verdad.
57:11 Exaltado seas sobre los cielos, oh Dios; sobre toda la tierra sea tu gloria.

¿Te das cuenta de la manera en que David respondió a los golpes de la vida? En vez de preguntarle a Dios
por qué permitió que sucedieran estas cosas, en vez de injuriar a Saúl, en vez de buscar solaz en alguna otra
parte, él se refugia en Dios. Dice: "a la sombra de tus alas me refugiaré, hasta que haya pasado el peligro" (v.
1 - NVI).
La persona que Dios busca tiene un espíritu contrito y humilde. Es una persona que, como David, permite que
los sufrimientos de la vida le acerquen a Dios. Es una persona que se refugia en Dios cuando vienen las
tormentas de la vida, en vez de reconfortarse con la venganza, los vicios, la amargura, o la desilusión.

David llegó a ser el rey más grande de Israel. Dios dijo que era un hombre conforme a su propio corazón.
David tuvo que vivir esas experiencias duras para aprender a confiar en Dios y encontrar en El su sostén.

¿Cómo respondes tú a los sufrimientos? ¿Buscas a Dios? ¿Confías en El, hasta que pase la tempestad? ¿Te
refugias bajo la sombra de sus alas? Si lo haces, serás una de esas personas que El prefiere.

Hay otra cualidad que distingue a la persona preferida de Dios.

II. La persona que Dios prefiere tiembla al oír su Palabra

Dice el versículo, "Yo estimo...a los que tiemblan ante mi palabra" (Isaías 66:2). Dios está buscando a las
personas que tengan temor de El, que muestren reverencia por lo que El dice, que respeten su palabra y la
pongan en práctica.

Si respetamos a alguien, nos importará lo que ellos dicen. Los expertos en la mercadotecnia saben esto muy
bien. A menudo buscan a las celebridades para vender sus productos. El ejemplo más ridículo de esto fue un
comercial que salió hace algunos años, en la que un actor conocido dijo lo siguiente: "Yo no soy doctor, pero
interpreto el papel de doctor en la televisión. Cuando tengo un dolor de cabeza, tomo el analgésico X."

¡Qué ridículo! ¡El hecho de que este hombre interpreta el papel de doctor no le da ningún conocimiento
especial sobre los analgésicos! Sin embargo, tal es el respeto que las personas tienen por sus actores
preferidos que toman sus consejos sin pensar en el conocimiento que ellos tendrán.

Si tenemos un aprecio por Dios que sobrepasa nuestro aprecio por los actores, entonces nos importará
conocer y obedecer su Palabra.

El rey David demuestra la humildad de su corazón en su manera de responder a la Palabra de Dios. Después
de cometer adulterio con Betsabé y maquinar la muerte de su esposo Urías, David fue confrontado por el
profeta Natán con su pecado. Fue la Palabra del Señor para él en aquel momento.

¿Cómo respondió David a la exposición de sus pecados? ¿Exigió la muerte de Natán en su furor? ¿Se
defendió diciendo que realmente había sido Betsabé quien le sedujo? No hizo ninguna de estas cosas. Más
bien, se arrepintió y dijo, "¡He pecado contra el Señor!" (2 Samuel 12:13). David sufrió un gran castigo por su
pecado; perdió a su hijo. Pero Dios se complació en la respuesta arrepentida y sincera que tuvo hacia su
Palabra.

La Palabra de Dios aún nos confronta, tal como lo hizo Natán, con nuestros errores. Nos muestra cuál es el
camino que Dios desea que tomemos, y debemos entonces tomar una decisión: ¿temblaremos ante la
Palabra de Dios, o nos defenderemos con pretextos?

Existe un gran peligro cuando conocemos algo de la Palabra de Dios. Podemos dejar de permitir que la Biblia
nos critique a nosotros, y más bien nos volvemos críticos de la Palabra. Por supuesto, nunca diríamos nada
negativo acerca de la Biblia; pero encontramos maneras de escapar de las partes que no nos gustan.
Hallamos modos de solapar nuestro pecado, mientras usamos nuestros versículos favoritos para señalar los
pecados de otros.

Si quieres temblar ante la Palabra de Dios, si quieres desarrollar un corazón humilde que respeta su
revelación, entonces no pienses que ya sabes lo que la Biblia dice cuando la lees. En vez de encontrar en
cada pasaje el significado que te es cómodo, acércate a la Biblia buscando lo que Dios realmente dice en el
pasaje.

Deja que su verdad te confronte, que te incomode, que te quite las bases cómodas que tienes y te vuelca de
cabeza para poderte transformar. No recurras siempre a los mismos versículos favoritos; métete en los
lugares que te incomodan. Cuando lees, no busques solamente los pasajes que te animan; busca también
esos pasajes que te llaman a ser transformado, que te demuestran tus fallas, que Dios puede usar para
convencerte.

Así llegarás a ser una de esas personas que Dios prefiere. El está buscando hombres y mujeres que tiemblen
ante su Palabra.

Conclusión

Cuando yo estaba en la primaria, llegué a ser el favorito de una de las maestras. Bueno, no tenía mucha
competencia; las clases eran muy pequeñas. Quizás sintió lástima por mí. De todos modos, ella me mostró su
aprecio regalándome un lápiz con cabeza de perro que aún conservo, aunque ya no está en muy buenas
condiciones. Era algo especial ser el preferido de la maestra.

¿Quieres ser uno de los preferidos de Dios? A fin de cuentas, eso es lo que importa. Realmente no importará
cuánto dinero ganaste en tu vida, o cuáles experiencias tuviste, o qué pensó la gente de ti. Importará lo que
Dios piensa de ti. Las ventajas se extienden mucho más allá de los lápices decorados.

Lo que El busca es un espíritu contrito, y un corazón que tiembla al oír su Palabra. Humíllate hoy ante Dios
para que El te exalte, y para que seas uno de sus preferidos.

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