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MEMORIA, HISTORIA,
TRADICIÓN, 39
INDUSTRIAS CULTURALES,
VISUALIDAD, DISCURSIVIDADES, 133
Post scriptum
Ma. del Carmen de la Peza Casares 249
Autores 253
El tropo de nuestro tiempo es ubicar
la cuestión de la cultura en el campo del más allá.
Homi Bhabha
Me encierran en la prosa
–así como de niña
me encerraban en el baño
para tenerme quieta–.
Emily Dickinson
Introducción
Estudios culturales, nación y crítica poscolonial
Mario Rufer
Lo que reúne los textos que componen este libro es la intención de comprender la
encrucijada entre cultura, nación y condición poscolonial. Entiéndase bien, no la
“cultura nacional” en términos de hegemonía, sino el sentido político de las prácticas
que construyen la significación experiencial de los sujetos y su relación (tensa, excesiva,
desplazada, resistida) con el Estado nacional. Quienes escribimos en este libro hemos
querido pensar (con más o menos regularidad, con más o menos intensidad) en
cómo sigue operando el referente silencioso de la nación en las prácticas sociales,
en las formas en que se maniobra con los lenguajes y en las propias prácticas
disciplinares. En estas páginas se abordan dos frentes temáticos y se esco-
ge una inscripción teórica como fuente de interlocución. El primer frente
discute por qué eso que denominamos “producción simbólica y procesos de
significación” es un elemento del trabajo político de la representación (Hall,
2010a). El segundo frente es la crítica a los procedimientos disciplinares: los
trabajos incluidos en este libro intentan pensar “el archivo”, “el corpus” y “el
campo” como procesos atravesados por la jerarquía, la autoridad y la presen-
cia silenciosa pero referencial del Estado-nación. La inscripción teórica de
interlocución está constituida por los estudios culturales en su vertiente bri-
tánica y por la recepción latinoamericana de éstos. En las páginas que siguen
explicamos porqué.
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Rossana Reguillo trabaja este dilema entre visibilidad, silenciamiento y anomia como
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síntomas de la forma en que son relegadas, desplazadas de la escena las culturas juveniles
mexicanas (2003: 354-379).
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El otro flanco tenía que ver con las disciplinas. No podemos negar que
existe cierta esquizofrenia en las demandas epistemológicas relativas a las “for-
mas de hacer” humanidades o ciencia social. Por un lado, la Vulgata sobre la
interdisciplina nos interpela a todos; sin embargo, pocos estudios atinan a iden-
tificar claramente qué es eso que llamamos interdisciplina (a menos que caigan
en una especie de bricolaje literario sin ninguna noción de las discusiones o de
las genealogías que cada componente representa. No porque los componentes
de la teoría ameriten respeto o filiación a un origen, sino porque el resultado
suele ser un soliloquio particular con aquello que se escoge para citar, y no
la construcción de un campo de interlocución e interpelación medianamente
responsable).
Por otro lado, no podemos desconocer la ceguera de algunas vertientes do-
minantes en el campo a los clamores inter-trans-disciplinares, ni tampoco el
repliegue reaccionario de ciertas disciplinas sobre sí mismas: corrientes de la
antropología han remarcado la extenuación debida a las preocupaciones por
el giro narrativo, el texto y el lugar del antropólogo (en pos del olvido de lo
“propiamente antropológico”, como el campo, la distancia y el Otro) (Segato,
2004).2 En esta línea, García Canclini ofrece una precisa genealogía de los
acuerdos y desacuerdos entre la antropología y los estudios culturales, espe-
cíficamente en México (García, 1997). Y aunque a su vez la historia inició
hace años una “crítica al archivo”, sigue sin poder discutir (insistimos, en su
vertiente hegemónica) en qué forma las nociones de jerarquía, autoridad y va-
lor operan en aquello que se tiene por “historia”, y tampoco lo que se desactiva
como “mito, rumor, saberes locales” (Rufer, 2013). En ambos casos, una lec-
tura crítica del archivo como ritual de posesión y producción sigue brillando
por su ausencia. Más bien asistimos a una cierta propensión alquímica y meto-
nímica hacia “la voz de los otros”, su traducción en la disciplina histórica sería
posible, por supuesto; sólo es necesario leer mejor el archivo, hacerle mejores
preguntas. Nuevamente la metáfora del historiador como inquisidor aparece
En una pieza de singular fuerza epistemológica, Segato (2004) explica cómo la antro-
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pología –sobre todo la latinoamericana– ha ido “cerrándose” sobre sí misma en una especie
de repliegue que pretende cada vez más negar la interlocución con vertientes que, como el
psicoanálisis, cuestionan severamente algunos de sus protocolos metodológicos y algunos de
sus presupuestos epistémicos.
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arropada de buenas intenciones: “dar voz” a los marginados, los indígenas, los
locos, las mujeres, los olvidados.3
Con “propensión alquímica” nos referimos a una forma específica de de-
fender los puntos ciegos de las disciplinas en su producción de evidencia: la
“palabra” asediada por un acto de poder (juez, médico, escribano, cárcel, en-
cierro) y registrada en un soporte técnico de esos poderes (ficha, carta, oficio,
prontuario, acta judicial) se transforma en una “voz”, la del pobre, el loco, el
esclavo. Ese acto alquímico es legitimado por la hermenéutica historiográfica
(la cual, justo es decirlo, pocas veces incluye una reflexión sobre el problema
del discurso autorizado, las etnografías del habla o los órdenes del discurso
saturados de poder). La segunda tendencia, la operación metonímica, es evi-
dente a estas alturas: la “voz” del otro es “el Otro”. Ahí está, sujeto sujetado a
un poder que sin embargo lo transparenta a los ojos del historiador, lo devuelve
en el espejo del tiempo, límpido de los lastres del horizonte histórico en tanto
que pasado. En esa producción alquímica y metonímica, el Otro se hace presen-
table, expuesto al presente, pero despojado del misterio aurático que ostentan
los objetos del pasado. Podemos saberlo todo de él, o casi todo, si hacemos buen
archivo. Lengua, soporte y poder son transformados por el historiador en la
imagen transparente del Otro.
Lo expuesto hasta aquí sintetiza los tres interrogantes centrales que después
de varios años de lectura y discusión, pudimos formularnos como cuerpo acadé-
mico. Esos interrogantes son los disparadores del libro (aunque sin duda los
textos los exceden). Primero: ¿cómo emprender una crítica a la noción inocua
de producción simbólica como coda, ornamento, marginalia de los procesos
sociales (o ese campo del “más allá”, diría Bhabha); noción que enfatizó siem-
pre que lo central estaría en otro lado: ya en lo político, ya en lo disruptivo que
emerge, ya en lo que real y sígnicamente determina la acción social como estruc-
tura. ¿Qué puede decir la producción simbólica –un festival, un monumento,
el cine, un personaje popular, ciertos lenguajes de las artes visuales, literaturas
3
En este libro, el punto en cuestión es desarrollado en el texto “La historia, el archivo y el
tiempo”. Una crítica importante a esta pulsión antropológica la hace ya Néstor García Cancli-
ni en lo que él llama la confrontación entre captar cierta “pureza” de la voz de los oprimidos y
desplazarse hacia las zonas de “hibridación” (García, 1997).
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la etiqueta cultural studies, que se volvió moda académica hace algunos años,
puede decir lo mismo que nada si se pronuncia sin una acción referencial. En
absoluto nos proponemos definir aquí qué son (y qué no) “los estudios cultu-
rales”, pues ello nos llevaría a una genealogía infinita de autores y de citas que
pondría a dichos investigadores exactamente ahí donde nunca quisieron figu-
rar: en la estampa normativa de lo instituido. Pero es muy distinto emprender
la definición de un campo como un acto de lectura. Eso hicimos como grupo
de trabajo: inspirados por una serie de preguntas, comenzamos a leer a autores
que avivaban nuestra imaginación, que nos devolvían a nuestros objetos, que
nos daban claves contundentes sobre cómo escribir: definiendo nuestras pre-
guntas y a la vez criticando, en ese mismo acto de escritura, los procedimientos
disciplinares de los cuales éramos deudores.
En nuestros diversos trabajos teníamos la necesidad de abonar de un modo
preciso la relación entre cultura y significación: un modo que fuera operativo
para la crítica; es decir: era necesario comprender a cabalidad por qué eso que
llamamos difusamente “lo político” es inescindible del campo más amplio de la
producción simbólica. La discusión fundamental de la famosa tríada de auto-
res de los estudios culturales británicos (E. P. Thompson, Raymond Williams
y, más recientemente, Stuart Hall) planteó el desafío clave de pensar el acto po-
lítico de la producción cultural; no porque la noción de cultura de estos autores
fuera renovadora, sino porque la situaban en el campo de interlocución mar-
xista. El acto fundacional de los estudios culturales fue un acto de lectura, no
una adscripción a un campo disciplinar o temático. El desafío era mostrar con
estudios precisos de qué forma los procesos de producción simbólica (en su
mayoría de “cultura popular”, que en Thompson todavía serán “costumbres”
y “valores” y en Hall ya serán “lenguajes”) son elementos clave para la acción
de resistencia política y para la creación de identificación y cohesión de grupo
(Thompson, 1993; Hall, 2010a). Dicho de modo más formal: lo que estos au-
tores procuraron plasmar es que la cultura no puede aparecer solamente como
ideología. Tampoco es siempre, por supuesto, confrontación o resistencia. Hay
que comprender las transacciones simbólicas en contexto. Pero en todo caso, el
desafío de ese grupo de pensadores de ahí en adelante sería el de estudiar la
cultura “más en términos de lo que produce, que en términos de lo que represen-
ta” (Vich et al., 2010: 147).
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Por eso es tan importante para nosotros separarnos del “momento estadounidense” en
la recepción de los estudios culturales. Ese momento, salvo honrosas excepciones como el
sólido trabajo de Gorge Yudice (2008), está marcado por dos debates. El primero sería una
especie de hipertrofia de la representación. Los estudios culturales deberían ocuparse de todo
aquello que abarca la inagotable capacidad de los seres humanos para representar y significar
(y dejar de usar los conceptos orgánicos de poder, dominación y estructura que sólo opaca-
rían la fecunda tarea de construir subjetividades). El segundo debate se centró en la fuerza
que adquirió en la academia norteamericana la noción de cultura asociada a la gestión, a la
administración y al marketing. En definitiva, la cultura como un recurso instrumentalizado
entre las fórmulas de mercado. En ambos casos se anula el problema básico de la politicidad
y la urgencia de los estudios culturales en tanto que crítica del orden social dominante. Es
evidente que la vertiente británica nunca dejó de preocuparse por ubicar dónde se manifestaba
la dominación, dónde se articulaba mejor la hegemonía, y dónde la cultura era cómplice de –o
irrumpía en– las exclusiones subyacentes tras el orden social.
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Williams y Thompson compartían de manera diferente una actitud ambivalente ante la
teoría crítica de la cultura de la Escuela de Fráncfort: por un lado un abandono del concepto
jerárquico de cultura de masas, colonizante; por otro, un compromiso con la idea adorniana
de que la lógica del capital (o más bien de la mercancía) se había infiltrado en las propias
condiciones de producción de toda la cultura (Castro, 2000).
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conceptos que son clave para nosotros y que fluyen de nuestra lectura: repre-
sentación, contextualismo y articulación.
La noción de representación para Hall no es una “forma” codificada del
acto simbólico, una destilación secundaria del acontecimiento derivada de la
mímesis, una segunda naturaleza. Es, al contrario, un “hecho social”. La ya
famosa frase de Hall acerca de que la cultura es un proceso primario o consti-
tutivo de los hechos, y no una forma de significación que sucede después de los
hechos, es un elemento central; es justamente este intento de los estudios cul-
turales lo que consideramos importante como desafío teórico.6 En primer lugar
porque esto le permite a Hall estudiar los medios de comunicación y las in-
dustrias culturales como el cine, no al modo del paradigma de la manipulación
de la Escuela de Fráncfort, sino como dispositivos en la lucha por el control
puntual y contingente en la producción de significados (el desplazamiento de
la ideología desde el paradigma del “engaño” a la “voluntad de poder” y pro-
ductividad). Además, como expresa Eduardo Restrepo –tal vez el intelectual a
quien debemos la inserción actual de la obra de Hall en América Latina–, esta
distinción le permite a Hall introducir una variable a la que estaremos volvien-
do todo el tiempo: la representación es un trabajo, un proceso de producción de
lo social que involucra la materialidad de los lenguajes en la construcción de lo
político como una disputa agónica, nunca clausurada en la clase, y entendible
sólo a partir de la contextualización (Restrepo et al., 2010).
Plantea Hall: “la visión convencional suele ser que las cosas existen en el mundo material
6
y natural; que sus características materiales o naturales son las que las determinan o constitu-
yen; y que tienen un significado perfectamente claro, más allá de cómo estén representadas.
Siguiendo esta visión, la representación es un proceso de importancia secundaria, que entra
en el campo después de que las cosas hayan sido completamente formadas y su significado
plenamente constituido. Pero desde el ‘giro cultural’ en las ciencias sociales y humanas, sa-
bemos que el significado es producido –construido– más que simplemente ‘encontrado’. Con-
secuentemente, la representación es concebida como integrando el proceso de constitución
de las cosas, y así la cultura es conceptualizada como un proceso primario o ‘constitutivo’,
tan importante como la economía o la base material en la conformación de sujetos sociales o
hechos históricos –y no simplemente una visión del mundo que sucede después de los hechos”
(1997: 5-6).
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En un ejercicio amplio de sistematización, Valenzuela logra exponer en qué forma la
noción de cultura popular en México es indisociable de la conformación de los campos dis-
ciplinares y de la articulación con los debates hegemónicos y los proyectos nacionales en la
historia del siglo XX. Cultura popular (versus cultura obrera, cultura campesina, indigenismo,
etcétera), se vuelve un campo productivo de tensiones con fuerte contenido político en deter-
minados momentos (Valenzuela, 2003).
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El libro coordinado por José Manuel Valenzuela Arce (2003) es una pieza de referencia
obligada para México en ese sentido. La discusión sobre etnicidad y cultura, la apuesta por
la productividad del concepto de culturas populares, la relación entre antropología y estudios
culturales en México, la productiva conexión de los estudios de comunicación y cultura, entre
otros puntos, se analizan a fondo en ese volumen editado por el Fondo de Cultura Económica.
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Beatriz Sarlo (Argentina) y Nelly Richard (Chile). Si Martín Barbero fue cla-
ve en posicionar el estudio de las mediaciones culturales para comprender el
rol que cumplen los lenguajes y sus artefactos de expresión en la producción
social de sentido –y en la articulación de hegemonías y resistencias– (Martín,
1987), Sarlo (1988) y Richard (2003) dotaron a esa discusión de una matriz
cabal para lo que intentamos pensar aquí: una crítica a la modernidad desde
las producciones culturales. La literatura o el arte se volvieron el foco para
comprender de qué manera la producción, circulación y lectura de productos
culturales conformaban procesos que permitían entender las claves de ciertas
formas de subjetivación política, de autoafirmación social, de jerarquización
popular-culta, y en muchos casos de estigmatización y “marca” de autoridad.
En general, como “modernidades periféricas” (Sarlo, 1988) o alternativas, esas
marcas estaban atravesadas por la sintaxis particular de la nación (de sus fan-
tasmas no resueltos, de sus narradores míticos, de sus héroes épicos o de sus
miserias ausentes). A su vez, Nelly Richard no sólo posicionó la crítica de la
cultura como una escena empírica privilegiada para comprender la conforma-
ción de nuevas subjetividades; también propuso tempranamente la reflexión en
torno a la memoria y la temporalidad de la experiencia como centro para pensar
la contemporaneidad latinoamericana (fracturada por dictaduras, capitalismos
periféricos y reediciones de distintas versiones de los populismos) (Richard,
2003, 2007).
Desde una vocación más ligada a la sociología de la cultura y a la antro-
pología, con el recorte pionero de objetos empíricos no circunscritos a las le-
tras o las artes, García Canclini dio expresión a las características ambiguas
(y al potencial político de esa ambigüedad) en su ya clásico Culturas híbridas
([1990] 2013). Lo que nos interesa traer a colación aquí de ese potente trabajo
es la clave de lectura de esa hibridez latinoamericana, que proviene justamente
de su condición poscolonial: el carácter inestable de sus componentes, el cual
impide siempre la cancelación del círculo sémico y torna imposible que la cul-
tura popular sea completamente fagocitada por la expresión de élite; que la
mímesis convierta a la primera en una expresión distorsionada de la segunda,
o a la segunda en un dispositivo normativo de disciplinamiento cultural. Como
concepto, la hibridez, en la obra de Canclini, abre una grieta tanto en la noción
de ideología como en la de cultura: ninguna esfera de la producción simbólica
puede comprenderse ya como la expresión en segunda instancia –y por lo tanto
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sospechada su impureza como praxis– del ser social. La hibridez de esa pro-
ducción conjuga elementos de una cultura de élite con códigos hegemónicos;
éstos a su vez se combinan con valores de uso y dinámicas de apropiación y
subversión popular. Todos estos son elementos que recuperamos en muchos
trabajos (sumando otros interlocutores y argumentos desde las vertientes
poscoloniales).
Ya centrados en México, cabría mencionar aquí la relevancia de los trabajos
de José Manuel Valenzuela Arce, Rossana Reguillo y Sarah Corona Berkin
como continuadores de esta perspectiva, si bien con atenciones particulares y
torsiones específicas. Valenzuela Arce con una reflexión central sobre las no-
ciones de representación e identidad en el mundo de la frontera, lo cual se re-
laciona específicamente con el universo esquivo de la nación narrada y cuestio-
nada (Valenzuela, 2003). Su trabajo dota de claves necesarias para comprender
hasta qué punto las producciones simbólicas no son sólo medios de expresión
de las paradojas fronterizas, sino también una práctica de transformación de
la experiencia subjetiva (y por lo tanto, política). El también extenso trabajo
de Rossana Reguillo aborda esa transformación desde la consideración de las
culturas juveniles (2003, 2012). Más allá del objeto empírico, el trabajo de
Reguillo es crucial para comprender de qué forma actores sociales con amplia
capacidad de interpelación política a las formaciones dominantes –a través del
vasto campo de la producción cultural– pueden ser reducidos al silencio (o a la
no-escucha), y no sólo por los actores políticos sino también por la producción
de saberes; de qué forma se puede producir la anomia y la anulación del otro a
partir de ciertas calcificaciones inamovibles en el ámbito de lo que se considera
“producción cultural”.
Por su parte, Sarah Corona (2007, 2012) ha hecho una intervención crucial
desde el campo de la comunicación intercultural en el caso mexicano. Con una
atención precisa en la producción de sentido a partir de los lenguajes (narra-
tivos, fotográficos, audiovisuales) de ciertas poblaciones indígenas huicholas,
Corona Berkin posicionó en el ámbito de los estudios de comunicación / cul-
tura, el problema de la producción de la diferencia cultural como un proceso
con dos aristas: por un lado, en dicho proceso intervienen indudablemente
agencias del Estado-nación para movilizar identidades, producir alteridades
y fijar, estabilizar o desplazar jerarquías que corresponden a la administración
de poblaciones; por otro lado, Corona Berkin (2012) revierte –desde una pers-
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que están marcados por la raza, el género, la clase y la condición de “resto vital”
en ciertas poblaciones que acaso sobreviven en un acecho permanente de muer-
te), nos parece difícil arribar a un nuevo contrato sígnico que nos permita pen-
sarnos históricamente. Por eso esperamos que dos problemas –la historicidad y
el lenguaje– distingan esta propuesta de abordaje de los estudios culturales con
perspectiva poscolonial.
De una u otra manera todos los textos de este libro abordan el problema de
la colonialidad de las relaciones en el presente (Quijano, 2000). En ellos se anali-
za de qué forma el Estado-nación se vuelve un aparato alterofóbico, alterofílico
y otrificador al mismo tiempo (Segato, 2007: 138), y se aborda de qué manera los
artefactos culturales y su uso, las disciplinas y su dinámica de reproducción,
los dispositivos rituales y celebratorios de la tradición, o los amplios campos de
la producción simbólica como el cine, la literatura y las artes visuales, intervie-
nen y dialogan sobre la condición de colonialidad en el presente del sur global.
Por condición de colonialidad ninguno de los autores entiende, claro está,
una especie de continuidad estructural entre el periodo colonial y el presente.
Más bien se trata de observar, como una orientación analítica, qué relaciones
de jerarquía, qué codificaciones del valor cultural, qué nociones de tiempo y
qué persistencias del racismo y de los clivajes de género que actúan en el pre-
sente, deben comprenderse a partir de una genealogía poscolonial: una que
ubique el punto cero de observación a partir del cual los universales (historia,
desarrollo, progreso) están marcados tácitamente por una distribución de pode-
res y saberes que sigue operando productivamente a partir de la división entre
“Occidente” y “el Resto” (The West and the Rest) (Rufer, 2012). Esa división
lleva la marca de una historia de silenciamientos y despojos, de una imposi-
ción naturalizada del racismo como condición histórica de la existencia, de una
jerarquía de género, de raza, de clase y geopolítica. Hay una clara “geografía
de la administración” moderna (Trouillot, 2011) que distribuye poderosas di-
visiones normativas sobre los sujetos de la acción, sobre la condición de lo de-
seable, sobre las nociones de lo legítimo en el ámbito de la producción cultural
y de la interacción cotidiana.
En este punto nos permitimos hacer una advertencia: los estudios cultu-
rales no abrevan en esta tradición poscolonial para mostrar hasta qué punto
“la cultura” (como sea que se entienda) también refracta la colonialidad. Eso
sería simplemente llenar una parcela que ya han mostrado historiadores, so-
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[…] considero que en este sentido los Estudios Culturales habilitan un acceso di-
ferente al análisis de las representaciones en lieux de mémoire: en lugar de producir
un relato descriptivo del artefacto cultural en cuestión fijando sus significados bajo
la premisa de un significado “original”, se puede explorar su carácter inestable
y contingente y los efectos políticos de esas tensiones y los usos que se hacen de
ciertos significados mediante prácticas institucionales que cuentan con los medios
para hacerlos circular (en este volumen: 93).
El segundo apartado del libro se centra en las reflexiones que los estudios
culturales y la crítica poscolonial significaron para el trabajo con las indus-
trias culturales, los estudios visuales y el problema transversal de los lenguajes
y la significación. Si las disciplinas como orden, y la cultura como expresión
de una temporalidad, eran el ámbito central que intentábamos resolver en el
primer apartado, considerámos que la ardua reflexión sobre lenguaje y signifi-
cación librada por Hall tenía que tener en este libro un acercamiento peculiar.
Los estudios culturales acabaron con el dilema dicotómico entre lo material
y lo ideal que colocaba el discurso en el ámbito ideológico e inestable de la
“superestructura”. Desde las aportaciones de Hall, el discurso es material en
tanto que expresión de un hecho social como práctica. Sin embargo, saltaban
en nosotros las siguientes preguntas: ¿qué marcas tiene el lenguaje en su mate-
ria prima, la lengua proferida por un sujeto? ¿Qué guerras ocultan las posibili-
dades de comunicar en una lengua la experiencia como habla? ¿Hay habla sin
nación? Y las hablas de la nación, ¿de qué hablan? Carmen de la Peza aborda
estas cuestiones en “El cantinflismo como síntoma: pensar la nación desde sus
márgenes”. Partiendo de la guerra de Conquista en México y de la posterior
política de “castellanización”, la autora revisa un debate específico entre los
proyectos estatales hispanista (Vasconcelos) e indigenista (Gamio) en torno de
la lengua, para mostrar hasta qué punto las estrategias de “castellanización” di-
señaron formas que terminaron por producir un sujeto fallido, siempre “atrás”
de la plenitud ciudadana, nunca plenitud del lenguaje.
La autora expresa desde la perspectiva de los estudios culturales que: No
sólo le interesan los modos de reproducción de las relaciones de poder y la
desigualdad social por medio de las políticas de la lengua sino las formas de
negociación, ruptura y/o subversión de tales estructuras que se expresan en los
usos populares de la lengua. Así mismo, a partir de los aportes de los estudios
poscoloniales, le interesa estudiar al Estado-nación desde sus márgenes, ahí
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El “cantinflismo” como síntoma
Pensar la nación desde sus márgenes
Introducción
La construcción de la unidad nacional a través de la alfabetización universal
de los múltiples pueblos indígenas se planteó como objetivo prioritario en el
proyecto de integración de la nación mexicana moderna emprendido por los
gobiernos emanados de la Revolución. Sin embargo, un análisis detenido de
las cifras oficiales permite afirmar que si bien los hablantes de lenguas origi-
narias han disminuido progresiva y drásticamente en los últimos cien años,1
eso no significa que se haya logrado la alfabetización-castellanización plena de
los mexicanos ni la extinción total de dichas lenguas. El proceso de castellani-
zación no estuvo exento de conflictos y contradicciones múltiples, por lo que
México sigue siendo multilingüe y multicultural, con más de 40 % de analfa-
betismo funcional.2
1
De las 1 241 lenguas amerindias que existían antes de 1519, quedan menos de un cente-
nar. Gracias a la lucha de las naciones originarias y a diversas formas de resistencia cultural,
hoy todavía existen más de 67 lenguas indígenas en el territorio nacional (De la Peza y Ro-
dríguez, 2011).
2
De acuerdo con De la Fuente (2004), a principios del siglo XX “México tenía 15.2 millo-
nes de habitantes, 71 % vivía en zonas rurales […] y 91.5 % de la población era analfabeta”.
El Banco Mundial reporta que en México, en el año 2013, 21 % de la población vivía en
zonas rurales; y según datos del Inegi de 2010, la población total del país es de 112.3 millones
de habitantes; 98. 2 millones tienen seis años y más, de los cuales 93.12 % “saben leer y escri-
bir porque asistieron a la escuela mientras el 6.88 % de la población no fue a la escuela y por
lo tanto se considera analfabeta. De la población que asistió a la escuela, el 37.11 % concluyó
los seis años de educación primaria; el 12.27 % realizó estudios a nivel profesional y el .91 %
[135]
NACIÓN Y ESTUDIOS CULTURALES
realizo estudios de posgrado. Mientras que el 42.82 % restante, si bien ingresó a la escuela no
concluyeron los estudios de primaria, con lo cual se puede decir que son analfabetas funciona-
les” (De la Peza et al., 2014a: 118). En síntesis podemos decir que en los últimos cien años la
población del país se multiplicó siete veces y media, y como efecto del proceso de moderniza-
ción la población urbana se incrementó de 29 % a 79 % del total de la población; sin embargo,
el proceso de alfabetización alcanzó escasamente al 50 % de la población total del país.
3
Un análisis minucioso sobre el estado del arte en esta materia lo ofrece la página LING-
MEX, Bibliografía lingüística de México, desde 1970, Centro de Estudios Lingüísticos y Litera-
136
EL “CANTINFLISMO” COMO SÍNTOMA: PENSAR LA NACIÓN DESDE SUS MÁRGENES
rios de El Colegio de México. Profundizar en este aspecto excede con mucho los objetivos –y
el espacio disponible– de este capítulo.
4
De Certeau llama estrategia –y en este trabajo hacemos nuestra su definición– “al cálcu-
lo (o a la manipulación) de las relaciones de fuerza que se hace posible desde que un sujeto de
voluntad y de poder (una empresa, un ejercito, una ciudad, una institución científica) resulta
aislable. La estrategia postula un lugar susceptible de ser circunscrito como algo propio y de ser
la base donde administrar las relaciones con una exterioridad… de metas o de amenazas” (De
Certeau, 1996: 42).
5
“Llamo táctica a la acción calculada que determina la ausencia de un lugar propio. Por
tanto ninguna delimitación de la exterioridad le proporciona una condición de autonomía.
La táctica no tiene más lugar que el del otro” […] La táctica es “un arte del débil” […] es
movimiento en el interior del campo de visión del enemigo […] son procedimientos que va-
len por la pertinencia que dan al tiempo: en las circunstancias que el instante preciso de una
intervención transforma en situación favorable, en la rapidez de movimientos que cambian la
organización del espacio, en las relaciones entre momentos sucesivos de una jugarreta, en los
137
NACIÓN Y ESTUDIOS CULTURALES
ciación, ruptura y/o subversión de tales estructuras –tácticas que los sujetos
expresan en los usos populares de la lengua–.
Asimismo, a partir de los aportes de los estudios poscoloniales me interesa
estudiar el Estado-nación desde sus márgenes; es ahí donde el poder y las
contradicciones del Estado se muestran plenamente. Intentaré establecer la
relación conflictiva y estratégica que existe entre la pedagogía del Estado en
materia de alfabetización / castellanización del pueblo mexicano –como parte
del proyecto civilizatorio y de integración a la nación– y algunos procesos su-
plementarios6que son tácticas preformativas de subjetivación política llevadas a
cabo por los sujetos mediante formas particulares de habla.
Para ello tomaré como objeto de indagación una modalidad específica del
habla popular urbana, el “cantinflismo”, al que consideraré, desde el punto
de vista psicoanalítico, como síntoma.7 La mayoría de los mexicanos, incluso
aquellos que concluyeron la escuela media superior, mantienen una relación
cruzamientos posibles de duraciones y de ritmos heterogéneos […] las apuestas sobre el lugar
(las estrategias) o sobre el tiempo (las tácticas) distinguen las maneras de actuar del poderoso y
del aquel que se encuentra en posición de debilidad frente al primero” (De Certeau, 1996: 43).
6
De acuerdo con Bhabha “La minoría no enfrenta simplemente al discurso magisterial
pedagógico o poderoso con un referente contradictorio o negador. Interroga a su objeto sus-
pendiendo inicialmente su objetivo. Insinuándose en los términos de referencia del discurso
dominante, lo suplementario desafía el poder implícito de generalizar, a producir solidez so-
ciológica […]. El poder de la suplementaridad no es la negación de las contradicciones socia-
les preconstituidas del pasado o el presente […] su fuerza radica […] en la renegociación de
esos tiempos, términos y tradiciones a través de los cuales transformamos nuestra incierta y
fugaz contemporaneidad en signos de historia” (2002: 192).
7
Para Freud “los síntomas son retoños de procesos inconscientes que, empero, bajo diver-
sas condiciones favorables, pueden hacerse conscientes” (2004: 255), es decir, que irrumpen
a la consciencia del sujeto en la forma de comportamientos repetitivos aparentemente inmoti-
vados y que tampoco persigue una finalidad definida. Sin embargo, para Freud “el síntoma es
rico en sentido” (2004: 235). Está plenamente entramado en las vivencias de los sujetos, tiene
“un nexo con la vida de las personas que los exhiben” (2004: 235-236), aunque permanezca
parcialmente oculto para ellos. En el síntoma el sujeto “se han quedado rezagado en cierto
período del pasado” (2004: 251) se han quedado fijado “en un fragmento de su pasado, no
se las arreglan para emanciparse de él, y por ende están enajenados del presente y del futuro”
(2004: 250).
138
EL “CANTINFLISMO” COMO SÍNTOMA: PENSAR LA NACIÓN DESDE SUS MÁRGENES
conflictiva con el español (De la Peza et al., 2014a), considerado de hecho (que
no de derecho)8 la única lengua nacional. Este conflicto se expresa en distin-
tas formas de habla popular o sociolectos,9 como el cantinflismo. La tesis que
sostengo en este trabajo es que la dificultad reiterada de los mexicanos para
aprender la lengua y expresarse correctamente10 en español, está anclada en la
experiencia de la colonización, la cual permanece oculta en ellos. El trauma de
la colonización como parte del inconsciente colectivo aflora parcialmente a la
conciencia en la forma de un síntoma.
El objetivo específico de este trabajo es mostrar las relaciones contradic-
torias entre las políticas de la lengua como parte de la estrategia pedagógica
neocolonial del Estado-nación impulsada por José Vasconcelos (1921-1924)11
y el cantinflismo como táctica preformativa de subjetivación política de los
8
En marzo de 2003, se aprobó la Ley General de Derechos Lingüísticos de los Pueblos
Indígenas que reconoce a todas las lenguas indígenas que se hablan en el territorio nacional
como lenguas nacionales (De la Peña, 2011).
9
“Esos lenguajes sociales aislables en la masa idiomática y cuyo carácter estanco por
existencial que lo hayamos sentido en un principio, calca a través de todas las mediaciones,
de todos los matices, y las complicaciones que nos es lícito concebir, la división y la oposición
entre las clases; llamemos sociolectos a esos lenguajes (en evidente oposición con el ideolecto,
o habla de un solo individuo) […] toda habla está fatalmente incluida en un determinado
sociolecto” (Barthes, 1987: 127).
10
La norma establecida como correcta por la escuela es el modo de hablar de las clases
dominantes. Como señalaba en un trabajo anterior: “Mediante el rechazo de las distintas
variantes dialectales de los sectores populares, la escuela instituye como norma el modo del
habla de la clase dominante del centro político del país, e identifica dicha variante con la len-
gua nacional. El rechazo lingüístico se constituye en uno de los principales obstáculos de la
lectoescritura” (Ferreiro, citado en De la Peza et al., 2014a: 121).
11
Es importante señalar que este trabajo no es una crítica del pensamiento político y la
obra literaria de José Vasconcelos. Para profundizar sobre las múltiples contradicciones de su
pensamiento y sus prácticas político-ideológicas, vale la pena consultar el minucioso trabajo
de Miriam Jerade Antisemitismo en Vasconcelos: antiamericanismo, nacionalismo y misticismo estético
(2015). En este espacio considero su discurso como “un nudo en una red”, un fragmento de
la discursividad social, socio-históricamente determinada, en torno a la lengua y la cultura en
México. Un discurso emitido desde un lugar legítimo de enunciación, como rector de la Uni-
versidad Nacional Autónoma de México y como secretario de Educación Pública. En sínte-
sis, el discurso de Vasconcelos –así como el de Gamio– son fragmentos del discurso público /
139
NACIÓN Y ESTUDIOS CULTURALES
mexicanos “otros”, de esos sujetos abyectos: “el lépero”, “el indio”, “el pelado”:
sujetos racializados, precarizados, excluidos e invisibilizados cuyas voces han
sido reducidas a gruñidos (Rancière, 1996) y resultan inaudibles en el espacio
público.
140
EL “CANTINFLISMO” COMO SÍNTOMA: PENSAR LA NACIÓN DESDE SUS MÁRGENES
12
En México, de acuerdo con Guillermo de la Peña, “el proyecto nacionalista revolu-
cionario aceptó […] [la compatibilidad entre lo indio y lo mexicano] a condición de que lo
indio se incorporara en el vigoroso caudal del mestizaje, definido idealmente como unidad
sin fisuras. Pero ambos proyectos [el liberal decimonónico y el nacionalista revolucionario]
fueron cuestionados por los movimientos étnicos…” (2011: 93).
13
La constitución de las subjetividades políticas diferenciadas se produce, de acuerdo
con Butler, en un movimiento concomitante que ordena, clasifica y distingue a los sujetos
“normales” de los sujetos “abyectos” –aquellos que no se ajustan a las normas de la “cultura
occidental”–, “moderna”, como “imperativo” nacional. En el proceso de subjetivación polí-
tica, por un lado el Estado exige “la identificación con el fantasma normativo” –en el caso de
México, la norma es el hombre culto, blanco, occidental y la lengua metropolitana–; y por el
otro rechaza “la identificación con la abyección” (Butler, 2011: 60), personificada por “el in-
dio” y “el pelado” que en conjunto constituyen “la plebe”, el pueblo, sus lenguas, sus culturas,
sus comportamientos y sus modos de hablar el castellano.
141
NACIÓN Y ESTUDIOS CULTURALES
dibles para el Estado y han sido relegadas a los límites de la vida comunitaria
–en el mejor de los casos– o al espacio privado e íntimo de la vida familiar, y
por lo tanto han sido condenadas a su invisibilización y desaparición del espa-
cio público.14
En contra de las perspectivas que consideran que el Estado mexicano es un
“Estado fallido” y que las políticas educativas emprendidas desde los primeros
años del siglo XX y orientadas a la alfabetización universal han sido un fracaso,
a continuación pretendo mostrar cómo las políticas de la lengua que han dado
lugar a la producción sistemática de analfabetos y analfabetas –esos sujetos
abyectos que son los otros de la nación– han sido uno de los dispositivos pri-
vilegiados del poder para construir a la nación mexicana como “periferia” en
función de las necesidades del “centro” en el doble proceso de acumulación
capitalista y de la división internacional del trabajo a nivel global.15
ligados: leyes, decretos, reglamentos, son actos de escritura. La identidad de las personas está
garantizada por documentos escritos, así como las propiedades y los títulos académicos […]
ninguna esfera del poder es ajena a la escritura” (Ferreiro, 2013: 23).
15
Como lo demuestran Cruz y Sánchez (2014), en 2013 el Estado mexicano, como
parte del proyecto civilizatorio, emprendió una reforma educativa que ha sido rechazada
con grandes movilizaciones por los maestros de los estados de Morelos, Guerrero, Mi-
choacán, Oaxaca y Chiapas, los estados de la república con mayor población indígena, por
considerarla ajena a la cultura y a las necesidades de las comunidades locales y una forma
de aplicación de las disposiciones de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económicos (OCDE) y el Banco Mundial, orientadas a favorecer la acumulación capitalista
a nivel global.
142
EL “CANTINFLISMO” COMO SÍNTOMA: PENSAR LA NACIÓN DESDE SUS MÁRGENES
16
Las ciudades eran la sede de la administración colonial y en el centro de cada ciudad
había otra ciudad a la que Ángel Rama (1984: 23-28) denomina “la ciudad letrada”, con-
formada por arquitectos y escribanos responsables de “dar fe” de las formas jerárquicas de
distribución del territorio y del emplazamiento de los sujetos en el espacio, “una fe que sólo
podía proceder de la palabra escrita […] la única verdadera, en oposición a la palabra hablada
que pertenecía al reino de lo inseguro, de lo precario”, único modo de expresión del pueblo
(1984: 9).
143
NACIÓN Y ESTUDIOS CULTURALES
Discípulo del intelectual porfirista Justo Sierra y cofundador del Ateneo de la Juventud
17
144
EL “CANTINFLISMO” COMO SÍNTOMA: PENSAR LA NACIÓN DESDE SUS MÁRGENES
145
NACIÓN Y ESTUDIOS CULTURALES
146
EL “CANTINFLISMO” COMO SÍNTOMA: PENSAR LA NACIÓN DESDE SUS MÁRGENES
20
Antropólogo graduado en la Universidad de Columbia, Gamio fue alumno de Boas
y se le considera “padre de la antropología mexicana” y principal ideólogo de la política
indigenista.
21
Como señala De la Peña: “La política educativa de la Revolución, iniciada en 1921 por
José Vasconcelos, no manifestó en un principio simpatía por la diversidad lingüística […].
El propio Gamio abogaba por el estudio de las lenguas solo como un paso para promover la
castellanización, según él, necesaria e inevitable” (2011: 74).
147
NACIÓN Y ESTUDIOS CULTURALES
giosas, los conocimientos científicos, las aspiraciones y los ideales de las distintas
agrupaciones del país no divergirán como hoy sucede sino se habrán acercado y
confundido. La literatura nacional presentará diversos orígenes pero un solo cuer-
po de exposición. El alma nacional será entonces sensible a la belleza de esa litera-
tura, ya sea indígena o español, prehispánico o colonial, el origen de los episodios o
pasajes que despierten la emoción estética. Hoy cada agrupación mexicana posee su
literatura diferente de las demás en forma y en fondo (Gamio, 1982: 117).
Los proyectos de nación indigenista e hispanista coincidían en el recono-
cimiento del mestizo como imagen o símbolo de la identidad nacional propia-
mente dicha, y por lo tanto coincidían asimismo en la necesidad de incorporar
al “indio” a la cultura moderna occidental por medio de la educación. Eran
proyectos ideológico-políticos igualmente tributarios de la modernidad occi-
dental –herencia de las metrópolis española (conservadores) y estadounidense
(liberales)– y se plasmaron en formaciones discursivas posrevolucionarias de
creciente complejidad al combinarse con el pensamiento eugenésico del na-
cionalsocialismo y con el pensamiento socialista de inspiración marxista.22 A
continuación centraré la atención en el proyecto educativo de Vasconcelos, de-
sarrollado a lo largo de su prolífica obra intelectual (Cárdenas, 2008: 393-398)
en su doble dimensión utópica y pragmática.
La utopía vasconcelista de una nueva civilización –sustentada en una nueva
raza “universal”, “cósmica”– sólo se podría lograr con el cumplimiento de un
riguroso programa civilizatorio integral cuyo objetivo primordial era la moder-
nización y unificación de la nación por medio de la educación; un programa
que incluía, como condición indispensable, la castellanización y alfabetización
universales.
Las voces múltiples y las contradicciones a las que se enfrenta Vasconcelos para posicio-
22
narse frente a los imperialismos alemán y estadounidense se ven claramente en el análisis que
hace Jerade (2015) de sus discursos. Los múltiples conflictos, contradicciones y posiciones
políticas encontradas entre las élites económicas, políticas y religiosas y sus intelectuales orgá-
nicos en la construcción de la nación mexicana posrevolucionaria en la primera mitad del siglo
XX, sin duda relevantes, exceden con mucho los objetivos planteados en este trabajo.
148
EL “CANTINFLISMO” COMO SÍNTOMA: PENSAR LA NACIÓN DESDE SUS MÁRGENES
La raza cósmica
Nuestra raza es una mezcla de base latina española e
italiana que no excluye una sola de las variedades del
hombre. Una raza compuesta que lo será aún más en
el futuro […] pero por lo pronto hay que recordar que
somos latinos […] a la Universidad Nacional corresponde
definir los caracteres de la cultura mexicana […]23 y tenien-
do en cuenta que en los tiempos presentes opera un pro-
ceso que tiende a modificar el sistema de organización
de los pueblos, sustituyendo las antiguas nacionalidades
[…] con las federaciones constituidas a base de sangre e
idioma comunes […] y a fin de que los mexicanos ten-
gan presente la necesidad de fundir su gran patria con
la patria latinoamericana […] se resuelve que el escudo
de la Universidad Nacional consistirá en un mapa de la
América Latina con la leyenda “Por mi raza hablará el
espíritu”.
JOSÉ VASCONCELOS (1921)24
23
Las cursivas son mías. Es clara la propuesta de Vasconcelos en relación con el papel que
debe cumplir “la ciudad letrada” (en términos de Ángel Rama) latinoamericana, cuyo papel
era imponer a la realidad el proyecto de nación “imaginado” por las élites criollas.
24
Fragmento del discurso de Vasconcelos pronunciado el 27 de abril de 1921 frente al
Consejo de Educación (Vasconcelos, citado en Cárdenas, 2008: 86).
149
NACIÓN Y ESTUDIOS CULTURALES
Describe a este último como “ávido de dicha sensual, ebrio de danzas y desenfrenadas
25
150
EL “CANTINFLISMO” COMO SÍNTOMA: PENSAR LA NACIÓN DESDE SUS MÁRGENES
El programa educativo
En el proceso de nuestra misión étnica, la guerra de
emancipación de España significa una crisis peligrosa
[…]. En determinadas épocas el fin trascendente tiene
que ser aplazado. La raza espera, en tanto que la patria
urge, y la patria es el presente inmediato e indispensable.
JOSÉ VASCONCELOS
La raza cósmica
151
NACIÓN Y ESTUDIOS CULTURALES
152
EL “CANTINFLISMO” COMO SÍNTOMA: PENSAR LA NACIÓN DESDE SUS MÁRGENES
27
El trabajo realizado en la Secretaría de Educación se difundía en América Latina a
través de la revista El Maestro, las ediciones de los clásicos y los viajes de Vasconcelos, de
modo que “en 1923 recibe telegrama de la Federación de Estudiantes de Colombia: lo nom-
bran Maestro de la Juventud. Posteriormente, la Federación de Estudiantes de Perú […] el
mismo título […] más tarde la juventud de Panamá aclama a José Vasconcelos y lo nombra
Maestro Predilecto” (Cárdenas, 2008: 147).
28
“Parte del más brillante grupo universitario me acompañaba en misión de agente via-
jero de la cultura. De oradores Antonio Caso y Gómez Robledo; de embajador de la pintura
Montenegro, y Carlos Pellicer y Jaime Torres Bodet, para colmar el afán de poesía que late
bajo la capa de incomprensiones y sus desengaños en todo público mexicano…” (Vasconcelos
1982, II: 12).
29
“[…] maestros que imitarían la acción de los misioneros católicos de la Colonia, entre
los indios que todavía no conocen el idioma castellano” (Vasconcelos, 1982, II: 20).
153
NACIÓN Y ESTUDIOS CULTURALES
colaboración […] que dedicasen a visitar las zonas indígenas y a convivir […]
con los indios (Vasconcelos, 1982, II: 125).
La campaña civilizatoria de “desanalfabetización” e integración de las masas
a la cultura y a la modernidad occidental significó la negación y supresión de
la diversidad de lenguas, saberes y prácticas culturales de las distintas comuni-
dades indígenas, a las que Vasconcelos consideraba “masas ignorantes” y a las
que repudiaba comparándolas con la peste: “Peste es la ignorancia que enferma
el alma de las masas” (Vasconcelos, 1982, II: 121), una enfermedad contagiosa
y mortal a la que había que combatir. Para alcanzar dicho objetivo fueron dise-
ñadas la estructura orgánica y las funciones de la Secretaría:
La obra de la secretaría […] debía ser triple en lo fundamental, quíntuple en el
momento. Las tres direcciones esenciales eran: Escuelas, Bibliotecas y Dirección
de las Bellas Artes. Las dos actividades auxiliares: incorporación del indio a la
cultura hispánica y desanalfabetización de las masas […] el Departamento de
Desanalfabetización […] debía actuar en los lugares de población densa, de habla
castellana […] el Departamento Indígena no tenía otro propósito que preparar
al indio para el ingreso a las escuelas comunes, dándole antes nociones del idioma
español (Vasconcelos, 1982, II: 20).
El programa de alfabetización-castellanización del pueblo –al que denomi-
nó en forma redundante desanalfabetización, una forma de enfatizar el analfabe-
tismo como una “falta”– incluía un extenso proyecto de producción editorial, la
creación de bibliotecas itinerantes y un programa de formación artística. En los
talleres de la Secretaría, especialmente instalados para ello, se editaron traduc-
ciones de textos clásicos, se importaron de España “cien mil Quijotes en edición
económica para todas las escuelas y veinte mil diccionarios de la lengua”, con el
fin de poner al alcance del pueblo mexicano “los tesoros del saber humano que
están al alcance de los más humildes en las naciones civilizadas” (Vasconcelos,
1982, II: 47). La gesta civilizatoria se extendió a todos los rincones del país:
Pese a los tropiezos que ponía el ambiente, hubo en México de aquellos días co-
lecciones de clásicos y bibliotecas circulantes cargadas a lomo de mula por aldeas
y villorrios. Colecciones que acompañaban al maestro rural y al misionero de la
cultura, los emisarios de nuestro Ministerio que empezaron a enderezar la sub-
conciencia de la nación (Vasconcelos, 1982, II: 47-50).
154
EL “CANTINFLISMO” COMO SÍNTOMA: PENSAR LA NACIÓN DESDE SUS MÁRGENES
30
Discurso de toma de posesión como rector de la Universidad Nacional el 9 de junio de
1920.
155
NACIÓN Y ESTUDIOS CULTURALES
Roger Bartra realizó una extensa investigación, de valor incalculable, en la que siste-
31
matiza los múltiples trabajos realizados por intelectuales mexicanos sobre la mexicanidad. En
dichos trabajos fundamentó su ensayo La jaula de la melancolía. Identidad y metamorfosis del
mexicano (1987). Años después integró la antología Anatomía del mexicano (2007), en la que
156
EL “CANTINFLISMO” COMO SÍNTOMA: PENSAR LA NACIÓN DESDE SUS MÁRGENES
reúne textos de los autores que contribuyeron a construir la identidad nacional y la ideología
del nacionalismo revolucionario (Bartra, 2007).
32
Entre los trabajos de estos intelectuales destacan: México, su evolución social (1900-1902),
de Justo Sierra; Ensayos sobre los rasgos distintivos de la sensibilidad como factor del carácter del
mexicano (1901), de Ezequiel Chávez; La génesis del crimen en México (1901), de Julio Gue-
rrero; Los grandes problemas nacionales (1908), de Andrés Molina Enríquez (Bartra, 2007).
33
Martín Luis Guzmán: La querella de México (1915); Alfonso Reyes: México en una nuez
(1915), y José Vasconcelos: La raza cósmica (1925). Entre los trabajos de los filósofos destacan
Discursos a la nación mexicana (1922), de Antonio Caso, y El perfil del hombre y la cultura en
México (1934), de Samuel Ramos (Bartra, 2007).
34
Entre ellos Xavier Villaurrutia, José Gorostiza, Carlos Pellicer, Salvador Novo y Jaime
Torres Bodet (Bartra, 2007).
35
Destacan autores como Aniceto Aramoni, Raúl Béjar, Antonio Díaz Guerrero y Santia-
go Ramírez (Bartra, 2007).
157
NACIÓN Y ESTUDIOS CULTURALES
Existen algunas tesis de licenciatura y posgrado que han tratado el tema de Cantinflas
36
desde distintas perspectivas: Pérez (1962); Calleros (1979); Bosch (2010); sin embargo no
han puesto el énfasis sobre lo que yo llamo el cantinflismo. Se han publicado varias biogra-
fías de Mario Moreno como creador de Cantinflas –Morales (1987, 1996); Bonfil (1993);
Elizalde (1994)–, pero sólo contienen información sobre la vida del actor, la creación del
personaje y su producción fílmica; no incluyen una reflexión teórica sobre el tema, razón por
la cual no se hace referencia a ellas en este capítulo.
158
EL “CANTINFLISMO” COMO SÍNTOMA: PENSAR LA NACIÓN DESDE SUS MÁRGENES
37
En el Diccionario de mexicanismos de la Academia Mexicana de la Lengua se incluyen
cinco entradas derivadas de “Cantinflas”, el personaje creado por Mario Moreno: “Persona
que habla o actúa como el actor mexicano del mismo nombre. Persona que se expresa en
forma embrollada y con conceptos contradictorios, para finalmente no decir nada. Persona
ocurrente con habilidad para el chiste. Cantinflada: dicho o acción propio de quien habla de
forma disparatada e incongruente. Cantinflear: hablar en forma embrollada y con conceptos
contradictorios para finalmente no decir nada con sentido; actuar o comportarse utilizando
ademanes, formas de vestir o hablar del actor mexicano Cantinflas. Cantinfleo: expresión o
discurso con escasa o nula coherencia. Cantinflesco: referido a persona que habla o se com-
porta a la manera del actor mexicano; referido a algo de escasa o nula coherencia; persona que
habla o actúa de manera incongruente.
159
NACIÓN Y ESTUDIOS CULTURALES
160
EL “CANTINFLISMO” COMO SÍNTOMA: PENSAR LA NACIÓN DESDE SUS MÁRGENES
38
Monsiváis no aclara qué entiende por mito o por institución; tampoco explica los su-
puestos teóricos de los que parte.
161
NACIÓN Y ESTUDIOS CULTURALES
39
El libro apareció publicado en 1939, el mismo año en que Cantinflas ingresó al cine.
162
EL “CANTINFLISMO” COMO SÍNTOMA: PENSAR LA NACIÓN DESDE SUS MÁRGENES
40
Spivak considera que los intelectuales, al hablar del “otro” de Occidente y desconocer el
lugar desde el cual emiten su discurso, contribuyen a “conservar a Occidente como el único
sujeto y tema” de investigación científica relevante al que se subordina el resto del mundo:
“este sujeto / tema oculto pretende no poseer determinaciones geopolíticas” (2011: 5).
163
NACIÓN Y ESTUDIOS CULTURALES
cultural, los poemas de Rivas Larrauri no sólo “reproducen el habla del indí-
gena recién iniciado en el castellano” sino que en ellos “se filtran las voces del
nuevo lenguaje urbano, no provenientes del campo ni del afán de corromper,
para adaptarlo, al lenguaje de los conquistadores” (Monsiváis, 1988: 79); vo-
ces idiomáticas que remiten “al ambiente rijoso de la ciudad” que Monsiváis
interpreta como “proceso educativo de quien cruza las calles como esquivando
arrecifes, no se deja de la policía y se aprovecha del prójimo con tal de darle una
lección de humildad” (Monsiváis, 1988: 79).
Monsiváis reconoce que el habla que aparece en los poemas de Rivas La-
rrauri primero y en el cine “arrabalero” después, no son las voces de los in-
dígenas recién castellanizados del campo o de los migrantes recién llegados
a la ciudad, sino sólo una “reproducción” de una forma de habla que al ser
repetida cientos de veces, sin modificaciones, “deviene sin remedio la burla del
sujeto descrito” (Monsiváis, 1988: 79). Si bien la intención de los versos de
Rivas Larrauri, según Monsiváis, era reconocer la voz proscrita de los parias
y denunciar su exclusión, repetidos fuera de contexto cambian su sentido. Sin
embargo agrega que dichas expresiones citadas “resultan confesión de la im-
potencia verbal de los marginados” (Monsiváis, 1988: 80).
La crítica de Monsiváis, aun cuando reconoce que los versos de Rivas La-
rrauri no son las voces de los marginados a los que “cita”, sino su parodia,
considera que el discurso referido por Rivas Larrauri es una manifestación
objetiva de la realidad sobre la cual él emite su propio juicio; considera el habla
popular no como una de tantas formas de habla o como el habla de alguien
que habla una lengua que no es la suya, sino como “impotencia verbal” de los
sujetos “marginados”.
En los siguientes apartados Monsiváis focaliza su análisis en el cantinflis-
mo como rasgo identitario de los mexicanos, a partir de la metamorfosis que
sufre Mario Moreno al convertirse en Cantinflas. En este apartado sintetiza la
forma en que el actor fue adquiriendo fama en la carpa y los teatros de revista
para migrar después al cine en el año de 1936. Entre las hipótesis que explican
su éxito no sólo entre el público mexicano sino también en América Latina y
España, Monsiváis destaca la de Salvador Novo, para quien la “diglosia y la
dislalia” de Cantinflas expresan “el vacuo confusionismo”, “las promesas sin
compromiso”, “la palabrería ininteligible, malabarística y vana” de sus líderes
164
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En el México posrevolucionario la prensa estaba controlada por el gobierno y los disi-
dentes políticos eran perseguidos; en ese contexto de censura la carpa –no exenta de censura
también– se constituyó en el único espacio “público” en donde era posible expresar la crítica
política por medio del chiste y el doble sentido.
42
La característica distintiva que Mario Moreno retomó del estereotipo del pelado para
darle vida propia a su personaje fue la forma de hablar. Gracias al éxito alcanzado por el có-
mico mexicano en los primeros años del siglo XX, hoy se reconoce al habla popular urbana de
la ciudad de México con el sustantivo “cantinflismo” y a la acción de “cantinflear” como un
rasgo característico de la identidad nacional.
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Desde el punto de vista de Foucault (1981), uno de los aportes sustanciales de Freud
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a las ciencias humanas fue su descubrimiento del inconsciente. Descubrimiento que permi-
tió desplazar el análisis social de la valoración de los comportamientos humanos (acciones o
discursos) como positivos o negativos y su clasificación en escalas que van “de lo normal a
lo patológico, de lo comprensible a lo incomunicable, de lo significante a lo insignificante”
(Foucault, 1981: 350), ya que lo propio de las condiciones históricas que dan lugar a los
comportamientos humanos “es precisamente el no ser dadas a la conciencia” (Foucault, 1981:
350-351).
44
Las ciencias humanas, de acuerdo con Foucault, “no hablan más que […] de lo repre-
sentable, pero de acuerdo con una dimensión consciente inconsciente […]. La pareja signi-
ficación sistema es lo que asegura […] la representabilidad del lenguaje” (Foucault, 1981:
350-351). Mientras la significación se despliega en el nivel de la conciencia, el sistema en el
que se inscribe y la hace posible se mantiene en el plano de lo inconsciente. En ese sentido,
de acuerdo con Foucault “la significación no es nunca primera y contemporánea de sí misma,
sino siempre derivada de un sistema que la precede […] una presencia cercana pero retirada
del origen” (Foucault, 1981: 351).
45
La noción de representación implícita en el discurso de Monsiváis resulta problemática
ya que como señala Spivak “dos sentidos de ‘representación’ están siendo utilizados con-
juntamente: representación en el sentido de ‘hablar en nombre de’, como en política, y en el
sentido de ‘re-presentación’, como en arte o filosofía […]. Estos dos sentidos de ‘representa-
ción’ […] están relacionados pero son irreductiblemente discontinuos […]. La banalidad de
los repertorios de los subalternos auto concientes y políticamente astutos de los intelectuales
izquierdistas aparece revelada; al representarlos los intelectuales se representan a sí mismos
como transparentes” (2011: 17-18).
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El margen es una cadena cuyos eslabones están conformados por la imagen de dos axo-
lotes, cada uno le muerde la cola al otro cerrando un círculo.
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La crítica del economicismo marxista realizada por los estudios culturales y poscolonia-
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les a partir de las nociones de cultura y hegemonía de Gramsci, de la microfísica del poder
de Foucault y de los aportes de la filosofía del lenguaje de Bajtin, permiten problematizar
la noción de ideología como “reflejo invertido” de la realidad o “falsa conciencia” y al mito
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Consideraciones finales
El proyecto civilizatorio emprendido por el Estado-nación posrevolucionario
por medio de la alfabetización-castellanización como estrategia para constituir
al “mexicano mestizo” como ciudadano “moderno”, “civilizado”, buscó la inte-
riorización de la identidad nacional mediante dos mecanismos fundamentales:
por un lado la reiteración del conjunto de normas de la cultura occidental; por
otro, la clasificación y exclusión de los comportamientos de aquellos sujetos
“otros” raciales, como “el indio” y “el negro”, y “civilizacionales” como “el
pelado”. Criterios de clasificación que los sujetos interiorizan –de manera con-
tradictoria y compleja– “como su propio repudio fundacional” (Butler, 2011:
59-60).49
como imagen distorsionada de la realidad por oposición a la verdad objetiva; asimismo per-
miten poner en cuestión el papel de las industrias culturales en la “dominación ideológica”
y la “reproducción” de las sociedades capitalistas contemporáneas, y entender el campo de
la cultura como una dimensión de la “lucha de clases” en la que se dirimen “materialmente”
(no imaginariamente) los múltiples conflictos y contradicciones entre razas, clases, géneros y
generaciones. En ese sentido coincido con McClintock en que es necesario “abrir las nociones
de poder y resistencia a una perspectiva más abierta de la agencia política que considere la
densa y compleja red de relaciones posibles entre coerción y negociación como relaciones de
complicidad, rechazo, disimulo, mímesis, condescendencia, adhesión o rebelión” (1995: 15).
48
Alegoría utilizada por Alfonso Reyes en su obra La X en la frente.
49
La investigación realizada por Sarah Corona (2008) demuestra que los libros de texto
gratuitos excluyen a los indígenas y elevan al rango de modelo de identificación general la
imagen idealizada de los niños de clase media urbana. En México “las diferencias en el habla
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de los sectores populares son consideradas [por el sistema educativo] como malas formas de
habla, como un lenguaje deficitario […] mediante el rechazo de las distintas variantes dia-
lectales de los sectores populares […] y como señalan Ferreiro y Teberosky “[…] cuando
se rechaza el dialecto materno de un niño, se lo rechaza entero, a él con toda su familia, con
su grupo social de pertenencia” (1979: 330). “Mediante el rechazo de las distintas variantes
dialectales de los sectores populares la escuela instituye como norma el modo de habla de la
clase dominante del centro del país, e identifica dicha variante con la lengua nacional” (De
la Peza et al., 2014a: 121).
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Las voces de esos sujetos “otros” de la nación mexicana son mencionadas permanen-
temente en los discursos de la ciencia, la literatura y el cine; sin embargo, ellos no aparecen
como sujetos de la enunciación, como sujetos de la escritura. Sus voces son siempre referidas,
interpretadas, parcial o totalmente invisibilizadas.
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¿Es posible acceder a las voces de los sujetos subalternos a través del discurso que los refiere?
Ella propone como método la deconstrucción del discurso del poder como una vía de acceso,
aunque parcial, a las voces de los sujetos subalternos “citadas” por dicho discurso; otra vía es
el diálogo horizontal con los propios sujetos subalternos.
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