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LA SOCIEDAD DE POSGUERRA

El monopolio occidental sobre los medios de comunicación ha tratado de visualizar


la derrota del bloque burocrático oriental, particularmente del eje de la antigua
URSS, como si fuese la victoria del estilo de vida occidental. Tratando muchas
veces -los norteamericanos sobre todo- de definir al estilo de vida norteamericano
(el tradicional y el nuevo), como si fuese un mercado activo, único e integral cuya
influencia sobre la existencia humana de fines del siglo XX y lo que llevamos ya en
catorce años del XXI un dogma de fe, que permite a su vez a la civilización mundial
el poder progresar, desarrollarse, administrarse y democratizar sus instituciones.

Dicha hegemonía heredada (de forma legal o no) producto de la época de lucha
bipolar y la Guerra Fría, se deshizo de los elementos inconvenientes para su visión
sobre la vida y la existencia y que contenía su herencia tirándolos al cubo de la
basura, preservándose todo aquello que fortalece su visión unilateral, tanto en el
análisis, como en la práctica, las intervenciones llamadas democráticas en
Afganistán, Libia, Irak y hoy en Siria, son una muestra elocuente de esta imposición
unilateral.

En el escenario local y mundial es la llamada Sociedad Civil el “nuevo” escenario de


la calle, la plaza pública, la movilización y la protesta, conquista de nuevos contextos
del espacio público, el llamado empoderamiento de la sociedad ciudadana, como
sociedad civil es el espacio público en donde los ciudadanos pueden y deben
disponer libremente de sus aptitudes y donde surgen nuevas alternativas de una
Opinión Pública Democrática, es el campo emergente de la movilización y la lucha
diaria, es el surgimiento de los nuevos poderes locales, – es el desenclave local
“sociológico” ante el mundo, frente a los poderes fácticos globales y sus radios de
influencia.

Lo anterior nos invita a reflexionar sobre el modelo de sociedad, como diría un


político añejo, ni lo uno ni lo otro sino todo lo contrario, en especial, frente a una
América Latina movilizada, conflictuada y atravesada por conatos de violencia
cívica-contestataria y política, y ante los abusos de gobiernos que resultan en
reclamos y nuevas prácticas políticas de los sujetos sin derechos, se genera un
escenario de riesgo para la endeble democracia, como ejemplo claramente esta
Venezuela y algunos países del Alba, quienes si bien gozan de identidad alternativa
al modelo dominante, no han sabido articular desarrollo y satisfacción de su
población.
Durante las últimas décadas, la mayoría de los países de América latina y el Caribe
culminaron su transición hacia la democracia. Aun así, como lo demuestra el informe
2013 del PNUD sobre la democracia, la adopción generalizada de la democracia
como régimen político no se ha visto hasta ahora acompañada de un aumento en
las capacidades de las organizaciones políticas y de la sociedad civil para canalizar
y resolver de manera eficaz las demandes sociales, en especial de los grupos
excluidos.

Un estudio del Cedepu Chile del año 2008 a propósito de la democracia y valor real
arrojo por ejemplo que un 56% de los latinos americanos creía que la democracia
no daba solución a sus inquietudes. La frustración respecto de la democracia se
exacerbó aún más por el mal desempeño económico de las últimas décadas,
particularmente en países como Honduras, Venezuela, México y Colombia, y por la
incapacidad de sus gobiernos para resolver problemas sociales, delincuencia,
inequidades sociales, falta de gasolina al motor del desarrollo y generación de
empleos. Sin embargo, vemos hoy por hoy que el valor de la democracia sigue
contando con un amplio respaldo en la región y los ciudadanos todavía confían en
su capacidad de lograr mejoras para su subsistencia, pero no bajo un cliché pro
americano o pro alba, bajo una formula real, identitaria y ajena al modelo o la receta
de moda, fáctica, impuesta y muchas veces disociada de las realidades locales.

Nuestra región se convirtió, con la degeneración de la sociedad del consumo y


burguesa, en banco de pruebas y prototipo de cruentos experimentos de
reestructuración capitalista que luego se ensayarían en otras partes, recetas con
mediano éxito y muchas frustraciones sociales por ejemplo fue el modelo del
fundamentalismo de mercado que se puso a prueba primero en el Chile de Pinochet
en 1973 –con la inicial bendición del posteriormente arrepentido Milton Friedman–
para seguir luego en la Argentina de Menen, y luego extenderse posteriormente por
toda nuestra dilatada geografía. Años después, una versión atenuada en sus formas
se impondría en la Inglaterra de Margaret That cher y en los Estados Unidos de
Ronald Reagan y en el resto de los capitalismos desarrollados, por la vereda del
frente, durante fines de los noventa aparece el modelo del Socialismo del siglo XXI
y la revolución Chavista, teóricamente vigente en el papel pero en la praxis un caos,
América Latina no parece entender que ni lo uno ni otro sino todo lo contario…

Para muchos analistas entre el fin de la Guerra Fría y la eclosión de la globalización,


las reglas del juego de la sociedad internacional han cambiado de manera radical y
a una velocidad poco frecuente. A finales de los ochenta aún imperaba la lógica de
la carrera armamentista entre las dos superpotencias; a principios de los noventa,
los mercados financieros eran los señores de la sociedad internacional, y ahora la
lógica dominante es la de mejorar la competitividad de la economía nacional en el
seno de la economía mundial y los valores de la democracia global, el asunto es
que esta no debe, ni puede ser impuesta por ningún tutor global, sino producto de
una conjunción de elementos locales.

Aunque, sobre el papel, la globalización parece abrir perspectivas de progreso y


modernización para muchos países del planeta, en realidad está agravando los
desequilibrios entre el Norte y el Sur heredados del orden económico mundial
previo, caldo de cultivo para recetas populistas y poco afortunadas.

Hoy vemos una Rusia guiña el ojo a los indignados, la situación en su radio de
influencia la sitúa como “nueva potencia mundial”, Siria, Ucrania, la relación con
Cuba y Venezuela, su correlato en naciones Africanas jóvenes y el perfil de su líder
entronizado, nos hablan de un cambio nuevo a la dominación post guerra fría, como
decían y aventuraban muchos analistas y observadores de los medios en 2011.
Pero, ¿es realista hablar de una alianza así en los turbulentos mares de la realpolitik,
donde los pueblos son como bancos de diminutos e inquietos pececillos nadando
entre tiburones?

Evidentemente, la resistencia europea no puede aliarse con nadie, porque es un


banco bastante disperso, con muchos grupos de peces, y cada cual nada a su bola.
Para desgracia nuestra y relax de oligarcas, tal resistencia no existe como red
organizada y coordinada.

Vemos que Occidente enseña los dientes, la UE acordó ayer endurecer las
sanciones contra Moscú por su papel en el conflicto de Ucrania, con medidas
contundentes sobre el sector financiero, el energético y el militar. No había nada
parecido desde el final de la Guerra Fría: al puñetazo en la mesa europeo, que se
ha precipitado después del derribo del vuelo de Malasia con casi 300 muertos, el
escenario internacional parece movido sin considerar la situación humanitaria en
Palestina y Gaza, el tiempo nos dirá si el modelo universal, factico e impuesto por
la fuerza de su arsenal militar tienen la razón o no.
https://informe21.com/blog/antonio-yelpi/la-sociedad-mundial-de-la-posguerra-fria

EL MUNDO DE LA POST GUERRA: FIN


DE LA GUERRA Y EL ORDEN MUNDIAL
LA ERA DE LAS SUPERPOTENCIAS: El fin de la Segunda Guerra Mundial
marcó el surgimiento de un nuevo sistema de relaciones internacionales,
que se caracterizó por el dominio de las dos grandes potencias
vencedoras: los Estados Unidos y la Unión Soviética.

El panorama político que siguió a la Segunda Guerra Mundial estuvo


condicionado por el papel de Estados Unidos y la Unión Soviética, que
no supieron ponerse de acuerdo sobre la manera de reordenación del
mundo, ya que representaban dos sistemas políticos, dos modelos
económicos y dos formas de organización social opuestas e
irreconciliables. Así pues, e objetivo prioritario de los vencedores fue
garantizar la existencia de dos bloques, liderados por las dos
superpotencias, y asegurar que el resto de países se alineasen en
función de los intereses de estos dos Estados.
El bloque capitalista y el bloque socialista fueron conformando dos
modelos sociales y políticos tan diferenciados que en unas ocasiones
estuvieron a punto de enfrentarse y en otras redujeron distancias,
convencidos de la imposibilidad de destruirse sin poner en peligro el
futuro de la humanidad. Las relaciones internacionales pasaron, pues,
de lo que se ha denominado Guerra Fría (conflicto entre los bloques en
todos los aspectos menos en el enfrentamiento militar directo) a la
coexistencia pacífica (aceptación de la existencia del otro bloque y
necesidad de establecer relaciones pacíficas).
Hacia el final de la guerra, las potencias vencedoras comenzaron a
delinear un nuevo sistema de relaciones internacionales que ofreciera
mayores garantías que el de la primera posguerra. En febrero de 1945,
los líderes de los Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Soviética se
reunieron en la Conferencia de Yalta. Allí decidieron la creación de un
organismo internacional en el que estuvieran representados todos los
países-soberanos, cuya misión esencial sería la de resolver los conflictos
internacionales de manera pacífica.
Así, en junio de 1945, reunidos en la ciudad de San Francisco (en
Estados Unidos), los representantes de cincuenta países redactaron la
carta de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Desde entonces hasta hoy, los principales objetivos de la ONU han sido
la defensa de los derechos humanos, el mantenimiento de la paz, la
libre determinación de los pueblos y el fomento de la cooperación entre
los pueblos. El organismo se compone de una Asamblea, en la que
participan todos los países miembros, y de un Consejo de Seguridad,
constituido pe: las cinco grandes potencias -los Estados Unidos, la Unión
Soviética, Gran Bretaña, Francia y China- y por otros diez países
elegidos en forma rotativa. Los Cinco Grandes se reservan el derecho de
veto de cualquier decisión de la Asamblea.
El reordenamiento mundial de la posguerra también se llevó a cabo e: el
plano económico. La perspectiva de una repetición de la crisis de 193″
indujo a las potencias occidentales a delinear también las pautas de u:
nuevo sistema financiero y comercial internacional en la Conferencia de
Bretton Woods en 1944. Se crearon entonces nuevos organismos como
e. Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Internacional de
Reconstrucción y Fomento, conocido como Banco Mundial.
El FMI tenía como objetivos principales el fomento del desarrollo
equilibrado del comercio internacional, el mantenimiento de altos niveles
de empleo, el desarrollo de los recursos productivos en todo el mundo y
la eliminación de los controles sobre los intercambios comerciales. El
Banco Mundial debía coordinar préstamos e inversiones privadas, para
derivarlos hacia proyectos útiles.
Una de las principales consecuencias de la Segunda Guerra Mundial fue
que el centro del poder internacional se desplazó fuera de Europa.
Emergieron dos nuevas potencias hegemónicas*, que pronto
extenderían su dominio sobre amplias zonas del mundo: los Estados
Unidos y laUnión Soviética.
Apenas terminada la guerra, comenzaron a surgir profundas diferencias
entre los principales componentes del bloque aliado hasta desembocar,
finalmente, en una confrontación abierta entre los bloques liderados por
las dos grandes potencias.
El avance soviético sobre los países de Europa oriental, llevó al
presidente de los Estados Unidos, Harry Truman, a formular la Doctrina
Truman. Esta doctrina proponía una política de contención de cualquier
iniciativa soviética que perturbara el nuevo orden internacional y
justificaba que el gobierno norteamericano interviniera en el exterior.
Así, los Estados Unidos apoyarían “a los pueblos libres que están
resistiendo los intentos de dominio por parte de minorías armadas o
presiones externas”, según sostenía esta doctrina.
En 1947, el gobierno de los Estados Unidos lanzó un amplio programa
de ayuda económica destinado a los países europeos devastados por la
guerra. El Programa para la recuperación europea, más conocido como
Plan Marshall, consistía básicamente en el otorgamiento de préstamos a
bajo interés y estuvo destinado en su mayor parte a Gran Bretaña,
Francia, Alemania e Italia.
Los dirigentes soviéticos advirtieron que el Plan Marshall implicaba una
seria amenaza de extender la hegemonía de los Estados Unidos sobre
sus áreas de influencia. Por esta razón, exhortaron a los países de
Europa oriental a rechazar la ayuda norteamericana y lanzaron su propio
plan: el Consejo de Asistencia Económica Mutua (CAME o COMECON). El
CAME se proponía promover la plena industrialización de los países
miembros -siguiendo el mismo esquema de los planes quinquenales
aplicados en la Unión Soviética- y el intercambio comercial entre las
naciones del bloque.
El enfrentamiento entre las dos grandes potencias también se manifestó
en el terreno militar, a través de la constitución de alianzas. En 1949,
los norteamericanos impulsaron la creación de la Organización del
Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que nucleaba a la mayoría de los
países capitalistas noratlánticos, si bien estaba indiscutiblemente
liderada por los Estados Unidos. La OTAN era una alianza defensiva que
comprometía a sus miembros a prestarse ayuda militar en caso de
agresión de terceros. En 1955, los soviéticos respondieron con la
creación del Pacto de Varsovia, una organización militar que nucleaba a
los países comunistas.
Los cambios en la URSS y en EE. UU.
Es difícil precisar cuándo comenzaron a producirse los cambios, dentro
de las grandes potencias, que dieron paso a unas nuevas relaciones
internacionales. En cuanto a la URSS, la muerte de Stalin, el 5 de marzo
de 1953, abrió nuevas expectativas. Muy pronto los nuevos dirigentes
favorecieron transformaciones políticas que fueron acompañadas de
reformas de tipo económico y social: control de precios, subida de
salarios, mejores condiciones laborales (reducción de los horarios,
libertad para buscar empleo), aumento de los precios agrícolas, etc. Fue
un intento de poner fin a la arbitrariedad estalinista e iniciar un período
de reformas, tanto en el interior como en política exterior.
Todo este proceso tuvo su punto culminante en el XX Congreso del
PCUS, en febrero de 1956, cuando el conjunto del Partido y de la
sociedad soviética iniciaron el llamado «proceso de desestalinización»,
es decir, el reconocimiento público de los graves errores cometidos por
el régimen: purgas políticas, culto a Stalin, colectivización forzosa.
Además, el Congreso del Partido aprobó las directrices que en política
exterior propuso el nuevo dirigente soviético, favorecedor de todo este
cambio, Nikita Kruschev, que planteaba tres orientaciones
fundamentales: la coexistencia pacífica entre los bloques, la no
exportación de la revolución y la posibilidad de acceder al socialismo por
diversas vías, incluida la parlamentaria.
Los principales obstáculos a todos estos cambios vinieron de las
dificultades que encontró Kruschev para controlar a la vieja guardia
estalinista, totalmente opuesta a este intento de descentralización y
democratización de la vida soviética. En el año 1964 Kruschev fue
destituido y reemplazado por una dirección colegiada encabezada por
Leónidas Bréznev, secretario general del Partido a partir de 1966. La
mayoría de los cambios en materia política, social y económica se
paralizaron y se volvió al modelo anterior, si bien se mantuvieron las
nuevas directrices en política exterior.
Con respecto a Estados unidos, los cambios no fueron tan
espectaculares. En 1956 fue reelegido el presidente D. Eisenhower, que
continuó las mismas líneas del período de posguerra, aunque introdujo
pequeñas reformas en la Administración que ponían de manifiesto una
nueva disposición política de los dirigentes norteamericanos. Así, el
presidente decidió apartar a los elementos más derechistas y
anticomunistas protagonistas de la Guerra Fría. Se dio por cerrada la
etapa de la «caza de brujas», verdadera persecución de los sospechosos
de defender la ideología comunista o cualquier ideología de izquierdas,
que eran acusados de actividades antinorteamericanas (proceso de los
Rosenberg, juicios de Hollywood). El senador Joseph R. McCarthy,
verdadero protagonista de esta represión política, fue destituido y se
puso fin a esta persecución por motivos ideológicos.
La elección, en el año 1960, de un presidente del Partido Demócrata, J.
F. Kennedy, marcó un vuelco mucho más importante de la política
interior y exterior norteamericana. La denominada por Kennedy «nueva
frontera» significó un cambio fundamental en los objetivos de la
Administración de EE.UU. La nueva política defendía que las metas que
debía alcanzar EE.UU. en materia de política interior eran acabar con la
miseria, la pobreza y la discriminación racial y, en el exterior, la lucha
en favor de la ciencia y de la técnica (conquista del espacio) y de la
prosperidad para todo el mundo.
Este programa tuvo que enfrentarse con numerosas contradicciones, la
más evidente de ellas, la continuación de la guerra de Vietnam, que
levantó numerosas protestas. De todas formas, es indiscutible que
marcó una «nueva frontera» en el interior y que en el exterior intentó
borrar la visión militarista de los años cincuenta. El asesinato de
Kennedy en Dallas en noviembre de 1963 puso de manifiesto la gran
oposición que este programa había provocado entre los sectores más
conservadores de EE. UU. , aunque su sucesor, L. B. Johnson, mantuvo
lo esencial de dicho programa.
Los primeros pasos hacia la distensión internacional los dio la URSS, en concreto Nikita
Kruschev, que en 1956 anunció lo que se conoce como «los principios de la coexistencia
pacífica». Ésta consistía en basar las relaciones entre las dos potencias en el respeto a la
integridad territorial y a la soberanía, la no agresión y no injerencia en los asuntos
internos y en la coexistencia pacífica, la cooperación económica y la igualdad y ayuda
recíprocas.
SÍNTESIS DE LA ÉPOCA:
A PARTIR DE 1945, la vida en Estados Unidos y otros países
desarrollados cambió radicalmente. La población ha aumentado mucho.
Cada año hay más coches y más productos de consumo. En la década
de 1940 la televisión era un privilegio de los ricos. Veinte años después
se hizo prácticamente universal. Lo mismo ha sucedido con el teléfono y
los electrodomésticos.
NUEVAS GENERACIONES La vida cambió, especialmente para las
generaciones jóvenes, que comenzaron a gozar de mejores condiciones
de educación y de más oportunidades de ocio. En la década de 1960,
muchos jóvenes se rebelaron contra los valores de sus padres. El modo
de peinarse y de vestir se convirtió en señas de identidad. La música
rock, nacida en los 50, constituyó un verdadero manifiesto de la
juventud, que se vio influenciada por estrellas del rock, como los
Beatles.
LOS DERECHOS DE LA MUJER Las mujeres también se rebelaron contra
las actitudes tradicionales. En la década de 1950 predominaba la idea de
que la mujer debía ser sobre todo esposa y madre. Si la mujer trabajaba
fuera del hogar, solía recibir sueldos más bajos que los hombres. Diez
años después, miles de mujeres reivindicaron su fuerza de trabajo. Los
movimientos feministas exigieron la igualdad de derechos de hombres y
mujeres. En los años 70 y 80, las mujeres emprendieron carreras
brillantes y lograron la protección legal contra la discriminación y el
acoso sexual.
CRIMINALIDAD: Muchos aspectos empeoraron en Estados Unidos y
Europa occidental. Las tasas de criminalidad experimentaron un ascenso
impresionante. Muchas áreas urbanas se poblaron de todo tipo de
delincuentes e individuos marginales, en consonancia con la
pauperización
de grandes sectores de la población. La contaminación del medio
ambiente se convirtió en una amenaza para la calidad de vida.
OCCIDENTALIZACIÓN A escala mundial, los cambios sociales han sido
notables. Las ciudades de Asia, América Latina y África han aumentado
su población al doble o el triple. Nuevos países han alcanzado el rango
de naciones industrializadas. La economía de Japón ha crecido más que
las de Estados Unidos y otras naciones de Europa occidental. Países
asiáticos, como Corea del Sur y Taiwan se acercan a la misma situación.
El mundo ha adoptado formas de vida occidentales. Se han generalizado
la Coca-cola, las películas del Oeste, los téjanos y las camisetas
deportivas.
PROBLEMAS GLOBALES: Sin embargo, los problemas globales son
gravísimos. Miles de millones de personas viven en condiciones de
abyección y miseria, especialmente en el Tercer Mundo. El crecimiento
de la población ha puesto los recursos naturales en un nivel crítico. Se
han creado muchas organizaciones que se ocupan de elaborar
programas de ayuda puesto que la gravedad de estos problemas es
creciente. El más relevante es el reparto desigual de los recursos y la
riqueza. En un mundo con economías dependientes, los pobres del
Tercer Mundo son cada día más pobres y los ricos de los países
avanzados cada vez más ricos: el 20% de la población controla el 80%
de los recursos mundiales.

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