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Escritores de la Guerra.
Vigencia de una generación de narradores chilenos. Ensayo.
Editorial Universidad Bolivariana, 2007
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La Novia de Borges
en Soledad de Amor Herido
En soledad vivía,
Y en soledad ha puesto ya su nido,
Y en soledad la guía
A solas su querido,
También en soledad de amor herido.
(San Juan de la Cruz)
Me Duele una Mujer
El nombre de una mujer me delataba
Me duele una mujer en todo el cuerpo
El amenazado, Jorge Luis Borges
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La Novia de Borges, Omar Pérez Santiago
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Fervor de Buenos Aires
Borges tropieza torpemente con el cuerpo perfumado
de Estela Canto en el Café Richmond del Sur.
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La Novia de Borges, Omar Pérez Santiago
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El Oro de Los Tigres
Adolfo Bioy Casares tiene fama de coquetón y mujeriego.
Ahora se levanta, se vuelve a Estela, la abraza por la cintura y
palpa su cuerpo flexible y oloroso a través de la tela de seda de
la ropa y exclama:
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La Novia de Borges, Omar Pérez Santiago
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La Rosa Profunda
La calle del cafetín está rodeada por un enredo de
callejones. Se escuchan cantos y gritos. Guiño de estrellas. Brilla
la luna en los adoquines de la acera. Se escuchan las pisadas de la
pareja y se empiezan a ver las sombras alargadas de sus
cuerpos en el suelo.
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La Novia de Borges, Omar Pérez Santiago
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El Jardín de Senderos
que se Bifurcan
Al día siguiente el bibliotecario vuelve la casa de
Estela. Ella no está. Deja en la portería un libro de Joseph
Conrad. Esa noche regresa y juntos caminan hacia la confitería
Richmond de Florida, vagan entre los frecuentes cafés,
con orquestas típicas de tango y con mesas de billar.
Levanta la vista.
Piensa que ese ruiseñor que oye esa noche bien puede ser
el ruiseñor que cantaba el romántico de John Keats en su célebre
oda. Puede ser también el ruiseñor que oyó, en los campos de Israel,
el corazón triste de Ruth la moabita, cuando, sintiendo nostalgia
de su tierra, por las extrañas mieses se detuvo, llorando.
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Adrogué
Así, los días pasan. Jorge Luis Borges está ya enamorado.
Se siente atraído por una fuerza oscura y grande, una caverna
musgosa. En contraste, su vida cotidiana es curiosamente anónima
y deprimente en la biblioteca municipal Miguel Cané. No comparte
con sus compañeros de trabajo sus ruidosas y vulgares bromas y
sigue, en cambio, con su trabajo en el sótano. Allí, en su propia
Biblioteca de Babel, en un ambiente burocrático sórdido,
monótono y penoso, escribe los artículos y reseñas para Sur y
La Nación. Utiliza varios diccionarios biográficos, el Columbia
Enciclopedia de 1935, algunas revistas prestigiosas (como la
Nouvelle Revue Francaise o el Times Literary supplement)
e informaciones para la prensa, distribuidas por editores
norteamericanos y europeos.
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La Novia de Borges, Omar Pérez Santiago
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La Novia de Borges, Omar Pérez Santiago
Se siente atrapado.
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Inquisiciones
Estela Canto llega a la calle Maipú 994, en el centro de
Buenos Aires. Cruza el vestíbulo de entrada hasta el pequeño
ascensor y entra. En el sexto piso sale. Da dos pasos hasta
la puerta de enfrente, observa la pequeña placa de bronce con el
apellido Borges. Estira un dedo y toca el timbre.
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La Novia de Borges, Omar Pérez Santiago
Ella gimotea.
—¿Saldrás?
—Sí, madre, le prometí que iría…
—¿A qué hora vuelves?
—Pronto, madre, pronto…
—No deseo cenar sola…, ¿En una hora?
—Dos, madre.
—Una hora y media…Tu madre no desea cenar sola…
—Bien, madre, una hora y media.
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La Novia de Borges, Omar Pérez Santiago
Entonces.
Él, impávido.
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Laberintos
Corre por el centro de Buenos Aires, su ciudad.
Corre las cuadras hacia el cafetín del arrabal. Cruza las calles
apenas preocupado del tráfico. Entra. Se sienta, Espera. La ve venir
a través de la ventana. Ella aparece de pronto parada en el vano
de la puerta. Ella se toma del marco, su figura enhiesta se recorta
en el vano de la puerta, y se balancea sobre sus zapatos de taco
alto un momento antes de avanzar. Estela tiene mojado el rostro.
Su silueta casa etérea, naivista, flujos de luz, sombra y agua, en tonos
naranjas de la tarde, da unos pasos, comienza a bambolearse.
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La Novia de Borges, Omar Pérez Santiago
Yo no te amaré.
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Elogio de la Sombra
El destino está, efectivamente, a favor de Estela. Esa nueva
generación de escritores, parte del Culturburgo de Buenos Aires
—preocupados, como otras nuevas generaciones de escritores, de
promover su estética llena de decoro— compite en los premios
nacionales y municipales. En noviembre de 1945 Estela Canto
recibe, junto a Ernesto Sábato y Silvina Bullrich, el prestigioso
Premio Municipal de Buenos Aires con su libro “El muro de már-
mol”. Una universidad norteamericana la invita a dar charlas en
Estados Unidos. Poco después, parte de viaje.
Se levanta y se va a su pieza.
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Historia de la Noche
Esa tarde en el trabajo, Borges sufre una humillación
adicional. Los empleados municipales reciben un paquete con un
kilo de yerba mate para llevar a casa. Por la tarde, mientras camina
las diez cuadras hasta llegar a la línea del tranvía, sus ojos se llenan de
lágrimas. Ese pequeño regalo que lleva bajo el brazo y que llega
desde arriba, subrayó su existencia en un puesto inferior y
deprimente.
Está bajoneado.
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La Novia de Borges, Omar Pérez Santiago
—¡Esteeeela!
—Recién ayer.
—¿Qué tal el viaje?
—Largo y cansador. Pero ya estoy de nuevo en Buenos
Aires. Te contaré una cosa curiosa. Me han ofrecido comprarme
los manuscritos de tu cuento “El Aleph”.
—¿No me digas?
—Sí. Pero voy a esperar a que mueras, porque entonces sí
que van a valer.
—Caramba, si yo fuera un verdadero caballero, me iría al
cuarto de baño y de inmediato se escucharía un tiro.
—No será necesario, Borges, yo te sobreviviré. Y tú ¿cómo
estás, Borges?
—Este tiempo sin ti ha sido malo. Algo faltaba, en Buenos
Aires.
—¿De verdad? —preguntó ella despacito.
—De verdad.
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La Novia de Borges, Omar Pérez Santiago
—Borges…
—No me atreví…, no me atreví a hacer el amor con la mu-
jer. Volvía a casa. Mi padre se mostró apremiante, me agobiaron
con tónicos, reconstituyentes y medicinas.
—Oh, Georgie…
—¿Por qué no nos casamos? Cásese conmigo,
me hará bien…
—¿Qué dices, Borges?
—Escúcheme…, no soy…, no soy impotente. No crea que
soy impotente. Puedo ser un buen marido. No es necesaria una
prueba. Confíe en lo que le digo.
—Oh, Borges, niño…
—Cásese conmigo, ¡Se lo ruego!
—Georgie, escucha bien, mi respuesta en Las Delicias era
una forma galante de decirte que no deseaba casarme contigo…
—Usted…?
—No te amo, Georgie, ni estoy hecha para el matrimonio. No
quiero casarme. Puedo hacer el amor contigo, acostarme contigo,
si eso ayuda. Pero, casarme, no.
—Todo…, es un mal entendido…
—No quiero casarme, ni te amo, Georgie.
—Entonces nada le puede pedir. Un mal entendido…
—Ven—susurró Estela.
—No— contestó Borges.
—¿Cuál es mi pecado?
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La Novia de Borges, Omar Pérez Santiago
—Toma…
—¿Debo morir del todo? ¿Debo morir, morir con este com-
pañero, mi cuerpo? Estela, Estela Canto, Estela querida, Estela
perdida para siempre. Me enseñó que algo más terrible que la
muerte es amar y no ser amado. Espero que el olvido no se demore.
¿Cuántas son mis faltas y pecados? ¿Mi delito?, ¡dímelo!
¿Por qué debo morir, morir con este compañero, mi cuerpo…?
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Nota Final
“¿Lo creerás, Ariadna?—dijo Teseo—,
el minotauro apenas se defendió”
La Casa de Asterión, Jorge Luis Borges
Los años pasan y son tantas las veces que he oído contar
esta historia que ya no sé si la recuerdo de veras o si sólo recuerdo
las palabras con que yo ahora la cuento.
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La Novia de Borges, Omar Pérez Santiago
Fin
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Poemas de Amor del Poeta Danés
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un cuento de amor de Edgar Allan Poe