Muy buenas tardes tengan cada uno de los presentes, a los directivos del seminario, de la asamblea, a nuestros amigos, familiares y hermanos que hoy nos acompañan a nosotros, la generación que se gradúa. A todos ustedes les damos las gracias; hoy forman parte de un momento muy importante en nuestra vida, un momento que no se repetirá jamás, es el cierre de una etapa en nuestra vida ministerial, y a la vez, es el inicio de otra. Damos gracias primeramente a Dios, porque Él es bueno, porque hemos visto su misericordia a través de éstos años de preparación académica y ministerial dentro de éste seminario, el cual nos ha visto crecer, en muchos sentidos. Gracias también a nuestros profesores, a los administrativos, a nuestros compañeros de otras generaciones, ya que ellos han fungido como herramientas de nuestro Dios para llegar a ser mejores personas, hermanos, amigos, estudiantes, siervos de un mismo Señor. No nos olvidamos de los hermanos con los cuales compartimos una Iglesia, un campo, gracias a ellos por abrirnos las puertas, en especial a algunos que venimos de tierras un poco lejanas, no olvidaremos el cariño con el que nos recibieron y nos trataron, y es para muchos de nosotros el grato honor de poder llamarlos amigos. Damos gracias a nuestras familias, porque ellos han sido pilares de apoyo, porque Dios los usó para poder darnos ánimos y fuerzas, y aunque hubiesen momentos amargos de separación, nuestro Señor nos hizo poder sentirlos cerca. Creo que la lista de agradecimientos se puede extender aún más, pero por ahora es suficiente. Hoy quiero hablar de lo que ha sido ésta pequeña historia de 4 años en el seminario. ¿Qué es lo que significa estar en el seminario? Bueno, quien mejor para dar respuesta a eso que alguien que paso por él. El proceso de venir al seminario empieza con algo que no es de nosotros, sino de Dios, el llamamiento. Éste viene de muchas maneras, en el cual nos sentimos abrumados por una idea que alimenta nuestra mente, a veces una inconformidad con lo que se vive en las iglesias, en algunas ocasiones porque Dios usa a la gente para hacernos mención de las virtudes espirituales que tenemos, y en algunos casos, de gente que ha escucha la voz audible de Dios diciéndole que quiere que le sirva en éste ministerio. En fin, hay muchas maneras en que Dios nos pide hacer las cosas. Sin embargo, en algún momento parece que nosotros tomamos la decisión de venir a estudiar, pero la verdad es que después de 4 años entendemos y reafirmamos que nosotros llegamos aquí no por nuestras fuerzas, sino por la voluntad de Dios. No por algo que nosotros queremos, sino por lo que nuestro Señor quiere. Muchos hablan acerca de cuáles son los criterios de Dios para elegir a sus ministros, sí son gente con el carácter de siervo, de líder, de consejero, diestro en el conocimiento de la escritura etc. Ó de alguien que muchas veces parece carecer de esas virtudes. Lo cierto es que Dios llama a quien quiere, eso sin importar la edad (en el caso de algunos de nosotros, uno joven u otro algo mayor), el carácter o la capacidad intelectual, así como elige a un Pedro pescador, puede elegir a un Pablo letrado, o a un muchacho como Jeremías o a un adulto maduro como Moisés. Dios toma la decisión. Otra cosa es que recordando el ministerio de Jesús vemos como él tomó a 12 diferentes personas, viviendo con ellos por un periodo de 3 años, discipulándolos y orientarlos para algo más grande que en su momento ni ellos mismos entendían, así el ministerio del seminario fue para nosotros un lugar de crecimiento para muchas diferentes personas. Fue ahí donde aprendimos a vivir con gente desconocida, gente de diferentes lugares, diferentes personalidades, costumbres y muchas cosas eso en un principio nos parecieron motivos de ciertas riñas, pero que hoy nos vemos y nos queremos como buenos hermanos y amigos. Éste lugar nos formó para poder trabajar con personas muy diferentes, y con formas de ver las cosas tan distintas que provocaba conflictos. Inclusive entre todos nosotros hay tanta diversidad no sólo de lo anterior mencionado, sino también de madurez espiritual. Ha habido momentos en los cuáles nosotros somos los inmaduros, y tenemos que ser reprendidos, y otros en los cuales tenemos que reprender a otros, y éste ha sido el lugar donde mejor tenemos que aprender a hacerlo, haciéndolo en el amor de Dios. En éste lugar aprendimos lo que es ser siervos, empezando con nuestro trabajo becario, que sin duda nos deja claro que si no podemos encargarnos de las cosas más sencillas como barrer, no podremos ser responsables de alguna persona, y menos una Iglesia. Aprendemos a que no debemos buscar los mejores lugares sino los últimos, a servir una mesa antes de esperar que seamos servidos, desde lo básico hasta los más complejo. Aprendemos a no buscar lo nuestro, sino anteponer muchas veces nuestras necesidades ante la de los demás, ya que en muchas ocasiones la comunidad está antes. Ciertamente el seminario es un lugar de muchos momentos alegres, pero también momentos de amargura. Hemos compartido las alegrías que vienen cuando alguien recibe bendición es sus estudios, su vida, su familia, pero también aquí nos ha tocado ver el dolor y el sufrimiento de perder a alguien querido, y el poder apoyarlo tanto en compañía física/espirtual como con el recurso económico. Compartimos alimentos, baños, fuimos vecinos de habitación, llevamos algunas serenatas, vivimos retiros en comunidad, fuimos al cine, a los tacos y tortas del metro, nos divertimos, pero hoy esa etapa llega a su fin. Es cierto que todos estos momentos ahora son sólo experiencias y recuerdos, pero lo son a grado de que nos han cambiado, y eso espero en nosotros sea para bien, yo eso creo. Por último, me dirijo a mis compañeros, Gracias, a todos ustedes por esos momentos. Hemos crecido, y como las aves que aprenden a volar, es momento que nosotros dejemos éste nido y nos adentremos a los fuertes vientos del ministerio al cual hemos sido llamados. Sigamos los firmes pasos de nuestro Señor, que no busco los más alto, sino que se humillo y se hizo siervo. Así seamos nosotros, buenos siervos y a la vez siervos inútiles, solamente haciendo lo que nos corresponde hacer. Entendamos que nuestra vida es sólo eso, ser siervos. Ahora el día de hoy recordemos las palabras de nuestro Señor Jesús y el lema de nuestra institución, y hagámoslas nuestras. “ Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir” Marcos 10:45 Raymer Xool Sáenz Egresado