Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
Hermenéutica BI -202
14 de noviembre de 2016
2
Tabla de Contenido
Introducción………..…………………………………………………………………………….. 3
Contextos……………………………………………………………………................................ 4
Autor y fecha…………………………………………………………………………….. 4
Histórico-social………………………………………………………………………….. 4
Político…………………………………………………………………………..………. 5
Religioso………………………………………………………..……………………….. 6
Literario………………………………………………………………………..………... 6
Teológico…………………………………………………………....…………..………. 7
Crítica de Forma………………………………………………………………………..……….. 8
Estructura de la Epístola…………………………………………………...……………. 8
Géneros…………………………………………………………………..…………….. 13
Intención o propósito…………………………………………………………..………. 14
Comentarios…………………………………………………………………………...……….. 14
Conclusión………………………………………………………………………..……………. 21
Contextualización……………………………………..……………………………………..… 22
Referencias……………………………………………..……………………………...………. 24
3
Introducción
su composición recoge la profundidad del pensamiento teológico del apóstol Pablo, a la luz de
sus convicciones sobre la Escritura y el cumplimiento de las promesas de Dios en Cristo Jesús.
En ella, encontramos una disertación reiterada sobre la lucha que Pablo ha venido arrastrando, en
contra de la práctica de los preceptos de la Ley mosaica. Esto, como parte de la insistencia de
judíos inconversos y algunos ya convertidos, que insisten en conservar sus tradiciones religiosas,
en medio de una abrumadora expansión de la Iglesia cristiana alrededor del mundo. La discusión
exegética que nos ocupará en las próximas páginas, está estrechamente relacionada con la lucha
antes mencionada. El apóstol Pablo tuvo que luchar constantemente contra los judaizantes, y
como él, los cristianos de todos los siglos hasta hoy tenemos que librar esa lucha.
Hoy día no basta con dedicarnos al estudio de la Palabra de Dios para predicar el
evangelio, pues es necesario que nos instruyamos también en lo que plantean las religiones que
proliferan a nuestro alrededor, para poder contrastarlas con el mensaje del evangelio y fortalecer
nuestra apologética. El judaísmo sigue siendo una realidad en medio nuestro, pero mayormente
promovido por “judeocristianos” que al igual que en los tiempos de Pablo, en nuestros días
pretenden conservar sus tradiciones religiosas, imponiéndoselas a los cristianos que de alguna
manera llegan a ellos. Por eso analizaremos el capítulo 10, versículos 1 al 13, de la carta a los
Romanos, donde Pablo discute y contrasta la justificación y la salvación por la fe y no por las
obras que demanda la Ley. A grosso modo, discutiremos todos los contextos que rodearon la
carta a los Romanos, las estructuras de la carta y del pasaje, los géneros literarios y su propósito.
Además trabajaremos de forma detallada y profunda cada uno de los versículos de la perícopa
Contextos
Autor y Fecha
Epístola a los Romanos, y que se encontraba en la ciudad de Corinto cuando lo hizo, entre finales
del año 57 o principios del 58 (Pérez Millos, 1994, p. 22). Y es que tenemos los medios para
determinarlo con precisión de la Epístola misma, al ser cotejada con los Hechos de los Apóstoles
(Jamieson, Fausset, & Brown, 2003). Según esta evidencia, el apóstol se encontraba en su
tercera visita a la ciudad de Corinto. Y mientras recogía donativos para llevar ayuda a los
Histórico-social
Según una inscripción de la época, Roma estaba compuesta por cuatro millones de
habitantes, que fueron recibidos con sus religiones de todas partes del mundo, y en su mayoría
eran esclavos (Pérez Millos, 1994, p. 19). El idioma oficial era el griego y a través de toda la
ciudad de Roma, vivían comunidades judías junto a sus líderes. Se cree que éstas ascendieron a
cincuenta mil personas, divididas en grupos pobres y algunos más acomodados y educados, pero
las iglesias judías, presuntamente se reunían en su gueto al otro lado del Tíber, mientras que la
tención entre judíos y gentiles (Keener, 2003, p. 411). Existe la presunción de que el apóstol
Pedro es el responsable de fundar la iglesia de Roma, pero las evidencias textuales sobre el
ministerio de Pedro no concuerdan con esa posición. Sin embargo, tenemos suficiente evidencia
histórica que ubica a los cristianos en Roma, mucho antes de que los apóstoles llegaran allí, y se
Político
Roma era la capital cosmopolita del Imperio Romano que dominaba el mundo para el
Roma, como ciudad era la capital del imperio. Hacia mediados del s. III a.C. la
actividad política se mantenía en el marco de la civitas de Roma. El territorio de la
península itálica estaba dividido en ciudades que se dividían en distintos grados: colonias
romanas, municipios, colonias de derecho latino, y ciudades aliadas. Cada ciudad estaba
ligada a Roma por un tratado, tanto más duro cuanto más difícil hubiera resultado su
conquista y vinculación. Sólo tenían derechos políticos los ciudadanos romanos y para
ejercerlos era necesario estar en la propia Roma. El mundo de entonces se había
organizado en una federación de ciudades que gravitaban alrededor de Roma y accedían
progresivamente a la plenitud de derechos de la ciudadanía romana. Por otra parte, la
constante expansión del mundo romano hasta el s. II d.C. exigió que el pueblo romano
delegara su poder soberano al emperador. Desde entonces Roma dejó de ser un estado
romano para ser la capital del imperio. En el tiempo de los Antoninos (s. II d.C.), Roma
se había convertido en una aglomeración de gentes que se estimaba en más de un millón
de habitantes, en la que los pobres se amontonaban en edificios de varios pisos, mientras
los ricos vivían en palacios. Los emperadores residían en el Palatino. (Pérez, 2011, p. 10)
El imperio estaba bajo el dominio del Claudio, quien expulsó a los judíos de Roma, por
los continuos disturbios a causa de (Crestus o Cristus), que se cree se referían a Cristo (Harrison,
1980, p. 297). Esta no fue la primera vez que fueron expulsados de Roma por defender su fe.
Pérez dice que “posiblemente la iglesia fue fundada por creyentes judíos que procedentes de
Roma, escucharon el mensaje del evangelio en Jerusalén, en el día de Pentecostés (Hch. 2),
donde se mencionan a los romanos (Hch. 2:10)” (Pérez, 2011, p. 12). Esto es parte de lo que
lleva a la conclusión, de que los judíos cristianos conformaban gran parte de la iglesia de Roma.
Por eso es asumible que cuando fueron expulsados, la iglesia que quedó en Roma estuvo
formada principalmente de gentiles hasta la muerte de Claudio, pues su edicto quedó sin efecto y
muchos judíos regresaron a Roma, lo que resultó en una iglesia mixta que experimentó tensión
Religioso
No está del todo claro cuál era la tradición religiosa predominante dentro del Imperio
Romano. Según lo que subyace de los eventos históricos y los comentaristas bíblicos, se
entiende que en el imperio Romano se le rendía culto a muchos dioses paganos. Esto como
culto a sus dioses desde sus lugares de origen. Sin embargo, vemos en la misma historia bíblica
cómo los reyes se hacían adorar como dioses y hasta construían estatuas de su imagen para que
les adoraran. Por eso, uno de los cultos más importantes de la época era la adoración al
emperador, pero también había que rendirle culto al dios que el emperador reconocía como el
poder que libraba sus batallas y le daba la victoria. No obstante, en los tiempos en que Pablo
escribió su carta a los romanos, el cristianismo había alcanzado un gran crecimiento dentro del
imperio, puesto que el mismo Pablo reconoció que en todas partes se hablaba de la fe de ellos.
Esto se hace evidente cuando en las Escrituras se mencionan varias personas que ocupan
Literario
aunque generalmente es nominada como una epístola, muchos difieren de esa conclusión, puesto
que contiene los elementos estructurales de una carta, pero es una muy diferente al resto de las
que se escribían en esa época. William Barclay lo explica de forma sucinta diciendo:
Hay una diferencia indiscutible entre la Carta a los Romanos de Pablo y otra
cualquiera de sus cartas. El que haya leído antes, digamos, las Cartas a los Corintios,
notará la diferencia inmediatamente, tanto de ambiente como de método. Una parte
considerable de ella es debida a un hecho básico: cuando Pablo escribió Romanos se
estaba dirigiendo a una iglesia en cuya fundación no había tenido arte ni parte y con la
que no había tenido contacto personal. Esto explica por qué en Romanos hay tan pocas de
las alusiones a los problemas prácticos que abundan en las otras cartas. Por eso Romanos,
a primera vista, parece mucho más impersonal. Como dijo Dibelius, «es la menos
7
condicionada por la situación momentánea de todas las cartas de Pablo.» Para decirlo de
otra manera: Romanos es la que más se parece a un tratado teológico. En casi todas las
otras cartas Pablo está saliendo al paso de algún problema inmediato, de alguna situación
apremiante, de algún error extendido, de algún peligro amenazador, que se cernían sobre
la iglesia a la que estaba escribiendo. Romanos es la que se acerca más a una exposición
sistemática de la posición teológica del mismo Pablo independientemente de cualquier
conjunto de circunstancias inmediatas. (Barclay, 1999, p. 555)
Teológico
El apóstol Pablo tuvo una constante lucha con los judíos y los judeocristianos que no
entendían el concepto de la salvación en el nuevo pacto en Jesús, por lo cual pretendían seguir
practicando lo que demandaba la Ley e insistían en judaizar a los cristianos. Kuss (1976) plantea
Crítica de forma
Estructura de la Epístola
c) Su posición (2:25–29).
A) La acusación (3:9).
B) La demostración (3:10–18).
C) La aplicación (3:19–20).
a) No juzgar (14:4).
Géneros
Algunos estudiosos han opinado que la carta de Pablo a los Romanos es una carta
ensayo, en la que explica su *evangelio sin relación a las necesidades específicas de la
iglesia en Roma. En vista de los que ya hemos dicho anteriormente respecto a las
circunstancias y al tema, no obstante, parece que Pablo expone los hechos del evangelio
en los capítulos 1-11, y entonces llama a sus lectores a la reconciliación y al servicio
14
mutuo en los capítulos 12-15; así la carta es retórica “deliberativa”, un argumento con la
intención de persuadir a los lectores a que cambien de conducta” (Keener, 2003, p. 412)
epístola, pero no tiene carácter ocasional como las otras epístolas de Pablo y que por eso parece
Intención o propósito
Robertson (2003) afirma que Pablo nos lo explica en la carta cuando dice:
Carballosa (1994) nos ilustra al respecto de forma sintetizada pero explícita diciendo:
Comentarios
Por siglos, la carta a los Romanos ha causado revuelo en el pensamiento teológico de los
creyentes y ha tenido un rol protagónico en los postulados de fe de los más grandes pesadores del
cristianismo. Llama a nuestra atención el capítulo 10, que en sus primeros 13 versículos,
encontramos los postulados de la justificación por la fe, inspirados en el apóstol Pablo por su
que en este tiempo, también tendremos que luchar con tal amenaza. Por esta razón elegimos esta
porción bíblica para nuestro estudio. Para tales efectos, estaremos haciendo referencia al la
Nueva Versión Internacional (1999) de la Biblia. El primer versículo del capítulo 10 de la carta
Es evidente que estas primeras palabras están dirigidas a los gentiles. A pesar de la lucha
que a tenido que librar en contra de los judaizantes, y a favor del cristianismo, el apóstol Pablo
expresa su pesar por aquellos que son sus hermanos y no recibieron a Jesús como Mesías. Sus
palabras sientan las pautas de cuál debe ser nuestra responsabilidad para con ellos, de quienes
nació nuestro Señor y Salvador. Su lucha es contra sus creencias, no contra ellos, porque son sus
hermanos. Como está en juego la salvación de su pueblo, esto le afecta muy profundamente e
intercede por ellos (Kuss, 1976, p. 133). Me parece interesante el planteamiento de Barclay
(1999), que aunque es cónsono con el de Kuss, añade una perspectiva de cómo los judíos pueden
Pablo ha estado diciendo algunas cosas muy duras de los judíos; cosas que a ellos
les resultaría desagradable oír, y más aún reconocer. Todo el pasaje de Romanos 9 al 11
es una condenación de la actitud religiosa de los judíos. Sin embargo, desde el principio
hasta el fin no hay ira, sino anhelo y ansiedad cordiales. Lo que Pablo desea por encima
de todo es que los judíos se salven (Barclay, 1999, p. 63).
“2 Puedo declarar a favor de ellos que muestran celo por Dios, pero su celo no se basa
en el conocimiento”.
Los judíos creían fielmente en las estipulaciones de la Ley de Moisés, y creían que la
salvación sólo era posible haciendo lo que Ella demandaba. Y hasta cierto punto tenían razón.
16
El problema radica en que ellos nunca desarrollaron una relación afectiva con Dios, ni
entendieron que la Ley era sólo una representación de la verdadera salvación que llegaría a
consumarse en el Mesías prometido. Pero como Jesús no se manifestó según lo que ellos
esperaban un salvador como el rey David, que los librara del yugo de Roma y restableciera el
reino de Israel. Que de hecho, la Escritura establece que ese salvador vendría de su simiente
(Jeremías 23:5-6), y así fue, pero el reino que había de establecer era el reino de Dios no el de los
Los judíos eran celosos de las cosas de Dios y más concretamente de las formas
legales, porque no tenían un conocimiento pleno de lo que Él demandaba. Era un celo
ciego, mal orientado, envuelto en fanatismo religioso. Para ellos el camino de salvación
que Dios había establecido no era suficiente (Mi. 6:8). Habían cambiado el plan de Dios
por su sistema religioso (Is. 29:13). Su mayor problema consistía en la abierta oposición,
incluso lucha, contra el Salvador (Hch. 26:9–11). Una situación semejante se produce en
todos los que desean honrar la doctrina, pero ignoran al Dios de la doctrina. Hay muchos
creyentes que son celosos de su denominación, de su historia, de sus tradiciones, de su
forma de entender la santidad, pero ignoran absolutamente el amor y la comunión, que
son demandas esenciales y mandatos concretos establecidos por Dios (Jn. 13:35; Ef. 4:3).
Celosos del sistema, viven cargados con preceptos y cargan con ellos a quienes Dios ha
hecho libres. Son los que cuelan el mosquito y dejan pasar el camello (Mt. 23:24). Esta es
una de las formas habituales de conducta en el legalista. Miran con minuciosidad el
literalismo de la Palabra, pero desconocen la realidad espiritual de la misma. Están
interesados en asuntos externos de poca o ninguna importancia. Hacen énfasis en el modo
de vestir, conforme a lo que ellos entienden que la Biblia demanda, en el modo de
expansión lícita, en los lugares a donde se debe o no asistir, al modo de llevar a cabo el
culto, a los cánticos que se deben cantar en la congregación y, en fin, a todo cuanto no
tiene verdadera importancia delante de Dios, pero que da un aspecto piadoso al que lo
practica, mientras abandonan la parte más importante de la vida cristiana que es el amor a
los hermanos. Mantienen tozudamente las tradiciones heredadas de los antiguos, pero no
avanzan en el camino de la comunión. Son capaces de revolver cielo y tierra para hacer
las cosas como siempre se hicieron, pero incapaces de guardar con solicitud la unidad del
Espíritu en el vínculo de la paz (Ef. 4:3). (Pérez, 2011, p. 661)
porque en realidad nunca entendieron que la demanda de Dios era la comunión en amor.
17
Esta expresión confirma el hecho de que los judíos no entendían a Dios porque no tenían
comunión con Él. Ellos nunca entendieron que Dios les escogió para darse a conocer al mundo,
pero al igual que otros pueblos, creían tener un Dios exclusivamente para ellos. Se adueñaron de
Dios e idealizaron la “manera correcta” de buscarle y serle fiel, y creían que sus obras los hacían
merecedores de su favor. Nunca aceptaron otra manera de acercarse a Dios, y como Jesús retó
todo su sistema religioso, no podían ver en Él la justicia de Dios. Wenham, Motyer, Carson y
France (2003) nos arrojan un poco más de luz al respecto cuando exponen lo siguiente:
En Romanos 10:1-4 Pablo explica con mayor detalle este “tropiezo” de los judíos
en Jesús. Después de reafirmar su profundo anhelo por la salvación de sus hermanos y
hermanas judíos (ver Romanos 9:1-3), Pablo destaca la falla de los judíos en no tener un
conocimiento de los caminos y los propósitos de Dios que sea comparable a su
indiscutible celo. Utilizando la imagen de la carrera vista en Romanos 9:30-33, Israel
corría afanosamente, pero no se dirigía hacia la verdadera línea de llegada de la carrera.
Esa línea de llegada es la justicia de Dios (gr. ten tou theou dikaiosunen, v. 3), y, como en
Romanos 1:17 y en 3:21, 22, se refiere a la acción de Dios de colocar a las personas en
una relación correcta con él. Concentrados en la persecución de su propia justicia, la
justicia que viene por obras (Romanos 9:32) y por la ley (Romanos 10:5), los judíos no se
han sometido a, ni han querido aceptar en fe, la manera en que Dios relaciona a las
personas con él. La preocupación de los judíos por la ley es, una vez más, el problema
subyacente, como lo implica Pablo en el v. 4; porque no han llegado a comprender que
Cristo es en sí mismo la “culminación” de la ley. (Wenham, Motyer, Carson, & France,
2003, p. 555)
“4 De hecho, Cristo es el fin de la Ley, para que todo el que cree reciba la justicia”.
Aquí el apóstol Pablo establece que la única finalidad de la Ley, era conducir a Israel a
Cristo, la manifestación excelsa de la justicia de Dios, adjudicada por fe, y no por obras. “El fin
de la Ley, puede significar la “meta” o “climax” al cual apunta la Ley” (Keener, 2003, p. 443).
18
El camino de los judíos con la Ley podía parecer legítimo; pero ahora ha quedado
patente que la fe es el fundamento exclusivo de la salvación. El hombre no puede hacer
nada decisivo por sí solo; debe someterse a la acción de Dios, si es que quiere alcanzar su
salvación. Cristo y solo Cristo, ése es el auténtico contenido de la predicación del
apóstol. Ello incluye un supremo esfuerzo del hombre, aunque tal esfuerzo no pueda
fundamentar la menor pretensión. (Kuss, 1976, p. 133)
En el versículo 5, Pablo cita a Moisés para dar énfasis al contraste de la justicia que viene
“5 Así describe Moisés la justicia que se basa en la ley: «Quien practique estas cosas
vivirá por ellas.»”
Es decir, según la Ley de Moisés, para ser considerado justo delante de Dios y conservar
la vida, hay que ser obediente a sus mandamientos. Pero cuando decidimos recibir a Jesús como
Salvador, creyendo que por su sangre Dios nos considera justos, recibimos por gracia el don de
la vida, que nos motiva a vivir sometidos a su voluntad. Barclay (1999) no pudo haberlo
Los judíos estaban convencidos de que adquirían crédito con Dios mediante la
obediencia a la Ley. Lo que mejor revela la actitud judía son las tres clases en que
dividían la humanidad: Había personas que eran buenas, cuyo balance era positivo; había
otros que eran malos, cuya vida arrojaba un balance de deuda, y había quienes estaban en
medio, que serían buenos si hicieran una buena obra más. Todo era cuestión de ley y
mérito. A esto contesta Pablo: «Cristo es el final de la Ley», lo que quiere decir que es el
final del legalismo. La relación entre Dios y el hombre ya no es la que existe entre un
acreedor y un deudor, entre un asalariado y un patrono o entre un juez y un acusado.
Gracias a Jesucristo, el hombre ya no está en la posición de tener que satisfacer la justicia
divina; sólo tiene que aceptar Su amor. Ya no tiene que merecer el favor de Dios, sino
solamente tomar la Gracia y el amor y la misericordia que Dios le ofrece gratuitamente.
Para demostrar su argumento Pablo cita dos pasajes del Antiguo Testamento. En primer
lugar, Levítico 18: S, donde se dice que el que obedezca meticulosamente los
mandamientos de Dios encontrará la vida. Es verdad, pero nadie ha podido. (Barclay,
1999, p. 64)
“6 Pero la justicia que se basa en la fe afirma: «No digas en tu corazón: “¿Quién subirá
al cielo?” (es decir, para hacer bajar a Cristo), 7 o “¿Quién bajará al abismo?”» (es decir,
para hacer subir a Cristo de entre los muertos).”
19
En otras palabras, el creyente debe aceptar por fe lo que Dios ha hecho, confiando y
esperando en sus promesas. Cualquier otra cosa que intentemos hacer, fuera de lo que Dios ha
dicho, es en vano. El planteamiento de Barclay sobre el versículo 5 continúa hacia los versículos
Analizando este mismo pasaje, Stanley (2003) nos ofrece otra manera de explicarlo, al
afirmar que “Cristo no necesita ahora descender del cielo para morir en la cruz. Él ya ha venido
y muerto por nuestros pecados. Él no necesita ser resucitado de los muertos; ha sido resucitado
ya. Todo está hecho: está consumado.” (Stanley, 2003, p. 98). El planteamiento de Pablo
“8 ¿Qué afirma entonces? «La Palabra está cerca de ti; la tienes en la boca y en el
corazón.» Esta es la palabra que predicamos: 9 que si confiesas con tu boca que Jesús es el
Señor, y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo.”
ilustración que hizo al citar el pasaje de Deuteronomio 30, ya en el versículo14, donde hace
constar que en Jesucristo se cumple ese precepto por la fe en Él, que es la Palabra de Dios
“10 Porque con el corazón se cree para ser justificado, pero con la boca se confiesa para
ser salvo.”
Creer con el corazón, es una fe apasionada y de gran convicción de lo que Dios ha dicho,
que no admite cuestionamientos, y te provoca confesarlo. En su análisis del griego, Pérez (2011)
hace una explicación más exhaustiva del versículo, y nos ilustra de la siguiente manera:
Una doble cláusula conclusiva sustenta la oración. Por un lado está la fe ejercida
con el corazón. De nuevo se enfatiza una fe de entrega y no de intelecto. El creer
mentalmente que Jesús es el Señor y en su resurrección, no salva a nadie. Los mismos
demonios creen eso pero no se salvan (Stg. 2:19). El apóstol afirma que “con el corazón
se cree para justicia”, esto es, se cree para justicia porque mediante la fe que se entrega a
la obra del Crucificado, recibe la justicia de Dios por la que como pecador es justificado,
abandonando toda obra humana. Con el corazón se expresa aquí la contingencia de todo
ser humano en materia de salvación. Expresa el carácter existencial del hombre que, con
toda decisión depone lo que es, ser-ahí y ser-así, para aceptar el ser-ahí y ser-así de Dios.
De otro modo, depone su yo, para aceptar como yo el Tú de Dios, que es Cristo. Al
hacerlo así, alcanza la justicia de Dios en ese acto de fe que es entrega personal. La boca
expresa el testimonio de haber sido salvo. Fe y confesión van siempre juntas (Lc. 12:8).
La confesión de fe es testimonio natural de quien ha creído (1 Ti. 6:12). El que confiesa
que Jesús es el Hijo de Dios, manifiesta la realidad del asentamiento de Dios en su
corazón (1 Jn. 4:15). (Pérez, 2011, p. 675)
El versículo 11 es la base escritural que Pablo usa para validar el aspecto de la salvación
por fe, como una promesa de Dios basada en Isaías 28:16, que dice:
“11 Así dice la Escritura: «Todo el que confíe en Él no será jamás defraudado.»”
sólo a los judíos, sino también a los gentiles (Brown, 2002, p. 741). En los versículos 12 y 13,
Pablo enfatiza el hecho de que la salvación está disponible para todo el que busque a Dios y dice:
“12 No hay diferencia entre judíos y gentiles, pues el mismo Señor es Señor de todos y
bendice abundantemente al cuantos lo invocan, 13 porque «todo el que invoque el nombre del
Señor será salvo.»
21
Aquí el apóstol cita a Joel 2:23 para justificar la salvación de los gentiles (Wenham,
Motyer, Carson, & France, 2003, p. 557). Con el fin de finalizar nuestro análisis de la perícopa
que nos ocupa, comparto las expresiones de Barclay (1999) que resume muy bien lo que hemos
A un judío le resultaría difícil creer que el acceso a Dios no era por medio de la
Ley; este camino de la confianza y la aceptación era algo revolucionario e increíblemente
nuevo para él. Además, le resultaría sumamente difícil creer que el acceso a Dios estaba
abierto a todo el mundo. Le parecía que los gentiles no podían estar en la misma posición
que los judíos. Así es que Pablo concluye su argumento citando dos pasajes del Antiguo
Testamento como última demostración. Cita en primer lugar Isaías 28:16: < Nadie que
crea en Él será defraudado.» No se dice nada de la Ley; todo se basa en la fe. Y en
segundo lugar cita Joel 2:32; «Todo el que invoque el Nombre del Señor se salvará.» No
hay limitación aquí; la promesa es para todos; por tanto no hay diferencia entre judíos y
gentiles. En esencia, este pasaje es una apelación a los judíos para que abandonen el
camino del legalismo y acepten el de la Gracia. Es una apelación para que reconozcan
que su celo está descarriado, y para que presten atención a los profetas que declararon
hace mucho tiempo que la fe es el único camino de acceso a Dios, y que está abierto a
todo el mundo. (Barclay, 1999, p. 65)
Conclusión
Hemos visto cómo el apóstol Pablo, de forma magistral, defiende los postulados
equivocados. Él identificó las debilidades de la religión judía y las usó de trampolín para
enaltecer las virtudes y las fortalezas de la fe cristiana. Empleando el modelo del amor de Cristo,
aquellos que han sido transformados por el poder del amor de Dios. Sus expresiones no nacen de
efímeros sentimientos racionales, sino del conocimiento de las Escrituras y de una experiencia de
transformación integral de su carácter, al rendir su voluntad y decidir vivir como esclavo que
trabaja para hacer cumplir el propósito de Dios. Es por eso que puede confrontar con autoridad a
aquellos que insisten en trastornar los fundamentos de la fe cristiana, con planteamientos que no
tienen una base bíblica que los sostenga, porque están basados en religiosidad.
22
sin dejar lugar a dudas. Si hay alguien de entre los judíos que puede interpretar bien las Sagradas
Escrituras, es Pablo, fariseo de pura sepa. Siendo judío, ha concluido de forma meridiana que los
judíos andan perdidos en el espacio, puesto que embebidos en su religiosidad, nunca se dieron a
la tarea de escudriñar las escrituras y entender los propósitos de Dios. Sólo estaban preocupados
por cumplir con lo que habían aprendido, con el fin de disfrutar los beneficios de sus sacrificios.
Ellos nunca entendieron ni aceptaron a su Mesías, quien vino para hacerles libres de la
Ley, y cumplió todo lo que se había profetizado de Él. Sus costumbres y tradiciones eran más
importantes que lo que Dios había dicho y esperaba de ellos. Por eso el apóstol reiteradamente
había que hacer nada más que recibirle y confesarle. Para nosotros los cristianos, debe quedar
Contextualización
La Iglesia Cristiana contemporánea tiene mucho que aprender del apóstol Pablo como
modelo de Cristo. Al igual que los judíos, nos hemos adueñado de Dios y de la Iglesia. Hemos
muchos casos son utilizadas para atormentar, señalar, condenar, criticar, alejar y señorear sobre
los demás. Es más importante lo que proyectamos ante los demás que lo que realmente somos.
Nos hemos convertido en fariseos hipócritas sin amor ni misericordia, afanados en la obra de
Dios, sin contar con el Dios de la obra. Es hora de volver a Cristo, desechar los odres viejos para
que Dios pueda insertar el vino nuevo que ha separado para este tiempo. Algunas de nuestras
Estamos empecinados con tal arrogancia en limitar a Dios y obligarlo a que se manifieste
como nosotros queremos o entendemos que debe hacerlo, y si no vemos que las cosas no ocurren
tal cual, entonces lo ocurrido no es de Dios. Después no entendemos por qué las iglesias se
vacían. Es que como queremos hacer todo a nuestra manera, pues Dios decide dejarnos hasta
que nos demos cuenta que estamos solos, por las consecuencias de nuestras malas decisiones.
Sólo así decidimos humillarnos y buscar su rostro. Esas consecuencias nos deben llevar al
arrepentimiento y a la sumisión a su voluntad, para que podamos ser levantados de nuestra caída,
y en verdad y decidamos ser esclavos como Pablo. Es hora de ponernos las pilas, enderezarnos y
capacitarnos para que podamos ser instrumentos útiles en las manos de Dios.
Como en tiempos de Pablo, nuestro mayor reto será continuar ganando terreno con el
evangelio de Cristo. Pero hoy más que nunca debemos estar listos para defender lo que creemos,
no sólo con el conocimiento que podemos adquirir, sino con el testimonio que predicamos con
nuestras acciones más que con palabras (los frutos del Espíritu). Es imposible que podamos
convencer a la gente, ese trabajo lo hace el Espíritu Santo de Dios, en aquellos que deciden ser
espejos limpios en los que la luz de Cristo pueda brillar sin obstáculos, sin manchas. Esto sólo se
logra cuando hemos decidido negarnos a nosotros mismos y rendimos nuestra voluntad a Dios,
muestra de que le amamos y creemos en sus promesas, y así dar testimonio de Cristo, por quien
debemos cuidar de aquellos que Dios va añadiendo a su redil. Que confiesen a Jesús como su
a caminar para que crezcan y maduren en Dios, hasta que ellos también estén preparados para
ayudar a otros. Pero todo esto es en vano sin la verdadera fe, aquella que nace del corazón.
24
Referencias
Editorial Clie.
Bíblica. (1999). La Santa Biblia: Nueva Versión Internacional. Miami, Florida: Autor.
Trotta.
Jamieson, R., Fausset, A. R., & Brown, D. (2003). Comentario Exegético Explicativo de la
Kuss, O. (1976). Carta a los Romanos, Carta a los Corintios, Carta a los Gálatas. Barcelona,
Pérez Millos, S. (1994). Curso de Exégesis Bíblica y Bosquejos para Predicadores (Vol.
Pérez, S. (2011). Comentario Exegético al Texto Griego del Nuevo Testamento: Romanos.
Robertson, A. T. (2003). Comentario al Texto Griego del Nuevo Testamento. Barcelona, España:
Editorial Clie.
25
Stanley, C. (2003). Romanos: El Evangelio de Dios (Electrónica ed.). (SEDIN, Ed., & S.
Wenham, Motyer, Carson, & France. (2003). Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno. El