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Fábula: La liebre y el violín

Hubo una vez una liebre que vivía en un bosque y que disfrutaba enormemente con
todo aquello que la rodeaba. Aquella liebre sabía disfrutar de la vida, y cosas tan
sencillas como mirar los elementos de la naturaleza o al resto de animales del bosque,
la colmaba de felicidad.
Aquella liebre encontró, en una ocasión, un viejo violín abandonado en una de tantas
excursiones que realizaba para explorar cada uno de los rincones del bosque. No dudó
en toquetear sus cuerdas como podía, en busca del atractivo de aquel instrumento, y en
busca también de pasar un rato divertido más.
La liebre aprendía muy rápido, y tanto gusto le cogió a tocar el violín, que día y noche
procuraba distraerse con su música. Pero aquella música no era miel para todos los
habitantes del bosque que, cansados de escuchar sus recitales a todas horas,
comenzaban a sentirse incómodos con la actitud de su amiga la liebre.
 ¡Vamos liebre! Deja de tocar ya un poco ese violín, y acompáñanos a buscar
provisiones para el invierno, que ya está cerca. – Dijo una vecina.
Pero la liebre no hacía caso a nadie, tan entusiasmada como estaba con su violín, y
continuó tocando aquellas viejas cuerdas sin parar. La liebre buscaba aprender a tocar
bien el instrumento, porque le encantaba superarse a sí misma y aprender cosas
nuevas, pero tanto se cegó con aquel violín que no supo darse cuenta de que el
invierno ya estaba llegando.
Cuando por fin llegó, la liebre se dio cuenta de que no iba a tener nada que comer
porque no había recolectado nada para hacerlo, y tuvo que ir a casa de sus vecinas a
pedir alimentos. Afortunadamente, la liebre seguía siendo querida por todos sus vecinos
del bosque y no dudaron en darle cuanto necesitaba, pero ella comprendió con aquello
que no había obrado con responsabilidad y que había sido muy egoísta. Entonces, para
corresponder a todas aquellas buenas amistades, la liebre (que ya dominaba el violín
como el mejor de los músicos de tanto que había practicado) no dudó en dedicarles
preciosas canciones a todos en señal de gratitud.
¡Qué rápido pasó aquel invierno y qué bien lo pasaron todos!

MORALEJA: "nunca dejes de lado las responsabilidades mayores por un tiempo de


distracción y cada vez que recibas ayuda, sé agradecido”
CUENTO: El conejito soñador

Había una vez un conejito soñador que vivía en una casita en medio del bosque, rodeado de
libros y fantasía, pero no tenía amigos. Todos le habían dado de lado porque se pasaba el día
contando historias imaginarias sobre hazañas caballerescas, aventuras submarinas y
expediciones extraterrestres. Siempre estaba inventando aventuras como si las hubiera vivido
de verdad, hasta que sus amigos se cansaron de escucharle y acabó quedándose solo.

Al principio el conejito se sintió muy triste y empezó a pensar que sus historias eran muy
aburridas y por eso nadie las quería escuchar. Pero pese a eso continuó escribiendo.

Las historias del conejito eran increíbles y le permitían vivir todo tipo de aventuras. Se
imaginaba vestido de caballero salvando a inocentes princesas o sintiendo el frío del mar sobre
su traje de buzo mientras exploraba las profundidades del océano.

Se pasaba el día escribiendo historias y dibujando los lugares que imaginaba. De vez en
cuando, salía al bosque a leer en voz alta, por si alguien estaba interesado en compartir sus
relatos.

Un día, mientras el conejito soñador leía entusiasmado su último relato, apareció por allí una
hermosa conejita que parecía perdida. Pero nuestro amigo estaba tan entregado a la
interpretación de sus propios cuentos que ni se enteró de que alguien lo escuchaba. Cuando
acabó, la conejita le aplaudió con entusiasmo.

-Vaya, no sabía que tenía público- dijo el conejito soñador a la recién llegada -. ¿Te ha gustado
mi historia?
-Ha sido muy emocionante -respondió ella-. ¿Sabes más historias?
-¡Claro!- dijo emocionado el conejito -. Yo mismo las escribo.
- ¿De verdad? ¿Y son todas tan apasionantes?
- ¿Tu crees que son apasionantes? Todo el mundo dice que son aburridísimas…
- Pues eso no es cierto, a mi me ha gustado mucho. Ojalá yo supiera saber escribir historias
como la tuya pero no se...

El conejito se dio cuenta de que la conejita se había puesto de repente muy triste así que se
acercó y, pasándole la patita por encima del hombro, le dijo con dulzura:
- Yo puedo enseñarte si quieres a escribirlas. Seguro que aprendes muy rápido
- ¿Sí? ¿Me lo dices en serio?
- ¡Claro que sí! ¡Hasta podríamos escribirlas juntos!
- ¡Genial! Estoy deseando explorar esos lugares, viajar a esos mundos y conocer a todos esos
villanos y malandrines -dijo la conejita-

Los conejitos se hicieron muy amigos y compartieron juegos y escribieron cientos de libros que
leyeron a niños de todo el mundo.

Sus historias jamás contadas y peripecias se hicieron muy famosas y el conejito no volvió jamás
a sentirse solo ni tampoco a dudar de sus historias.
Leyenda mexicana La momia con los ojos abiertos
Una de las leyendas mexicanas más sonadas de los últimos tiempos, es una que se originó en el
bello estado de Guanajuato, sitio conocido por albergar los célebres cadáveres momificados,
la Leyenda mexicana la momia con los ojos abiertos es la que compartimos con ustedes,
esperamos que sea de su total agrado y les cause el terror, que nos causó a nosotros al conocerla.
Alberto del Rio, era un todo un personaje en una de las colonias populares de la ciudad de
Guanajuato, como todos los que viven en dicha ciudad, el visitar las momias, no era para nada una
atracción, pero conoció a una dama que llego de vacaciones, y queriéndola impresionar, la invito a
conocer dicha atracción turística.
De carácter pedante y pretencioso, Alberto del Rio junto con Adriana Jiménez, la chica de unas
noches antes había conquistado, llegaron al lugar en donde tienen a las momias, queriéndose hacer
el gracioso, empezó a decir las historias inventadas de cada una de las momias, hasta que llego con
una en particular, la de un tipo que en la antigüedad le había faltado al respeto a un fraile, y al verlo
en su lecho de muerte, este con los ojos desorbitados por el terror, murió en el instante.

Pero Alberto queriendo pasarse de listo, empezó a tocar el cadáver de la momia, y ponerse al
lado, tocándolo durante varios minutos, tomándose fotos, hasta que el horario de lugar termino,
queriendo que el día fuera inolvidable, le dijo a su pretendiente, que por ella era capaz de pasar la
noche, en el lugar de las momias, si ella accedía a ser su novia, algo que ella sabía que no sería
posible, ya que vivía en la ciudad de Guadalajara Jalisco, pero aun así accedió, le dijo – Quédate
toda la noche, toma unas fotos, en donde salga la hora y mañana vendré con mis padres, aquí nos
veremos a primera hora – y Alberto que ya conocía como la palma de sus manos el lugar, se
escondió.

Dentro de su chamarra, tenía un frasco de acero inoxidable lleno de tequila, que le dio valentía, para
quedarse en el lugar, al ver que la luz del día se desvanecía, se acomodó en una esquina, a textear
con Adriana, con el fin de que viera con sus propios ojos, que el valientemente, seguía en el lugar,
en una de esas tomas, que él le puso a su amada, ella claramente vio a alguien atrás de él, por lo
que lo que le pregunto si algún amigo de él, se había quedado para que no estuviera solo, a lo que
el sonriendo le contesto que no y que no le daría miedo, cualquier broma que ella le hiciera.
Sin previo aviso, el celular de Albero perdió la señal, por lo que no pudo seguir hablando con
Adriana, y se sentó a jugar, la luna daba la poca luz que entraba en el lugar, unos cuantos metros lo
separaban de la única ventana del lugar, una única salida, que estaba a más de dos metros alto,
para que los rayos del sol, no afectaran la humedad requerida, para mantener el lugar espacial para
la mantenimiento de los cadáveres, de repente una persona apareció a su lado, se le quedo viendo
y el sin querer voltear, le pregunto si era el velador del lugar, la persona que estaba a su lado solo
se carcajeo, una risa burlona que le calo a Alberto, hasta casi hacerse en los pantalones.

Te burlaste de mí, y yo quede así, por faltarle el respeto a un sacerdote, muriendo de miedo, ahora a
ti te tocara pasar por lo que yo pase, Alberto que hasta ese momento no había querido ver a quien le
hablaba, lo volteo a ver y cayó fulminado con los ojos desorbitados, un infarto fulminante, al otro
día, Adriana fue de las primeras en llegar, solo para ver que el cadáver de su pretendiente lo
estaban sacando del lugar, en ese preciso momento, en que la sabana que traía, se cayó, para que
todos los que estaban formados vieran la cara de terror, que tenia Alberto, ahí ella entendió que a
los muertos, se les tiene que tener un respeto, y Alberto no lo tuvo, para nada ni nadie en su vida,
hasta que se le ocurrió ir con la momia con los ojos abiertos.

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