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CAPÍTULO II.

De la transacción y de la conciliación
Artículo 257
SCC 26-7-02
La parte solicitó conciliación
SCon 23-5-00
Los medios de autocomposición y los derechos laborales
Artículo 258
Artículo 259
Artículo 260
Artículo 261
Artículo 262
CAPÍTULO III.
Del desistimiento y del convenimiento
Artículo 263
SCC 7-3-02
No es un convenimiento sino una transacción
Incompetencia del funcionario que recibió la transacción debió ser
alegada en instancia
SCC 30-9-03
Homologación negada por fraude procesal
SCC 15-11-02
Convenimiento en los términos del auto de intimación
SCC 24-3-04
Convenimiento en ejecución de hipoteca
SCC 6-7-04
No es un convenimiento sino una transacción
SCC 29-7-03
El desistimiento de un recurso es irrevocable
SCC 30-4-04
Facultad expresa para desistir
Costas
Artículo 264
SCC 30-7-02
Si se discute capacidad para desistir debe abrirse articulación probatoria
SCC 3-10-03
Las facultades para convenir, desistir, transigir comprende disponer del
objeto del litigio
Artículo 265
SCC 6-10-00
Desistimiento del procedimiento
SCC 30-11-01
El demandante desistió del procedimiento y el juez se refirió a la acción
Artículo 266
SCC 7-11-03
Sanción sólo es aplicable en sus términos

CAPÍTULO II.
De la transacción y de la conciliación
[…]
Artículo 257
En cualquier estado y grado de la causa, antes de la sentencia, el Juez podrá
excitar a las partes a la conciliación tanto sobre lo principal como sobre alguna
incidencia, aunque ésta sea de procedimiento, exponiéndoles las razones de
conveniencia.
SCC 26-7-02
Ponencia del Magistrado Franklin Arrieche G. Exp. Nº 00-435 00-260, dec. Nº
320:
La parte solicitó conciliación
De la transcripción anterior se desprende que el juez de alzada, al examinar la
contestación a la demanda, analizó las razones por las cuales se rechazó la
pretensión, pues expresó que en la oportunidad de la contestación, el
demandado, aun cuando negó los hechos y el derecho, al desarrollar sus
argumentos aceptó la existencia de la sociedad, las diferencias entre él y la
demandante y que ambos son los únicos socios que la conforman. Respecto a
la conciliación, la recurrida dejó claro que se promovió la reunión conciliatoria
entre las partes, pero que no se llegó a ningún acuerdo. También se refirió a la
defensa opuesta por la parte demandada sobre la posibilidad de vender las
acciones de la sociedad mercantil o su único activo, en vez de disolver dicha
sociedad, al señalar que el demandado propuso otras fórmulas diferentes a la
disolución pretendida por la actora para lograr la liquidación de sus haberes en
la sociedad, entre ellas que se enajene el único activo de ésta sociedad y se
reparta entre los socios el dinero efectivo. Sobre tal pedimento, la recurrida
estableció que ello no es más que una disolución de hecho y no de derecho,
por lo que el demandado, al mostrar su interés en disolver el vínculo jurídico-
mercantil existente, también aceptó las consecuencias de derecho, es decir la
disolución judicial.
SCon 23-5-00
Ponencia del Magistrado José M. Delgado Ocando. Exp. Nº 00-269, dec. Nº
442:
Los medios de autocomposición y los derechos laborales
En primer lugar, tenemos la decisión de fecha 28 de mayo de 1953 de la Corte
de Casación (recibida por el fallo de fecha 31 de marzo de 1966 de la Sala de
Casación Civil), circunscrita a un caso de transacción (aunque de una manera
más bien comprensiva de otras modalidades, lo que daría pie para pensar que
es de aplicación a los otros modos de autocomposición, es decir, a la
conciliación, al convenimiento y al desistimiento). Al respecto expresa:
“Lo que no puede el patrono, ni el trabajador, en principio, es renunciar a
las disposiciones favorables a la Ley del Trabajo, por ejemplo, celebrar un
contrato en que se estipule que no habrá derecho a vacaciones, preaviso,
antigüedad, cesantía, etc., pues tal cláusula sería absolutamente nula en
cualquier convención, pero el trabajador es libre, al finalizar su contrato
de trabajo, de hacer cualquier transacción por las indemnizaciones a que
pueda tener derecho en un litigio inmediato o futuro.”
De las afirmaciones contenidas en este fallo, se desprende la crítica, aunque
no directa ni explícita, de la recurrente confusión entre inderogabilidad e
indisponibilidad. La doctrina italiana ha distinguido entre la génesis del derecho
y su momento funcional; en la primera, el derecho laboral ordena la
inderogabilidad de las normas benéficas; en el segundo, una vez el trabajador
en la titularidad del derecho y formando parte de su patrimonio podría disponer
libremente del mismo, salvo limitación expresa de la ley (disponibilidad). Se
entiende que no existiendo más el vínculo de la subordinación ni el temor de
las perjudiciales consecuencias patrimoniales derivadas de la resolución de la
relación, la voluntad del empleado se podía manifestar con todas las garantías
de la libertad.
Esta doctrina de la Casación venezolana, concuerda con lo resuelto al efecto
tanto por la Casación italiana (durante la vigencia del artículo 17 de la Ley de
Empleo Privado de 1924), la chilena (en la oportunidad de interpretar el artículo
580 del Código del Trabajo de ese país), la colombiana y la brasileña. Esta
doctrina antecede de manera coincidente a nuestro ordenamiento
constitucional, como ya tendremos ocasión de ver.
La jurisprudencia italiana sufrió un severo revés con la publicación del nuevo
Código Civil Italiano, que en su artículo 2.113 establece una situación contraria,
a saber: “Las renuncias y transacciones que tienen por objeto derechos del
prestador de obra derivantes de disposiciones inderogables de la ley o de
normas corporativas, no son válidas. La impugnación debe ser propuesta, bajo
pena de caducidad, dentro de los tres meses de la cesación de la relación y de
la fecha de la renuncia o de la transacción, si éstas han sido realizadas
después de la cesación misma”.
En cuanto al contenido de la homologación se pronunció la decisión de fecha
19 de octubre de 1966 (Gaceta Forense nº 54, Segunda Etapa, págs. 291-298,
Sala de Casación Civil de la entonces Corte Suprema de Justicia) –aunque no
con referencia a un derecho laboral en discusión, pero si conexo con el hecho
que ocasionó la presente acción de amparo, cual fue el presunto desistimiento
sin que mediase el consentimiento del accionante y su posterior homologación
sin la verificación de extremos esenciales-. De dicho fallo se extraen las
siguientes afirmaciones:
“Con respecto al alegato de fraude cometido por el socio que desistió de
la acción y de su presunta connivencia con la parte demandada, los
jueces de la recurrida se pronunciaron en los siguientes términos:
‘Al respecto se observa: el desistimiento es un acto procesal potestativo
exclusivamente de la parte actora, frente al cual sólo toca al Juez la
función homologadora de darlo por consumado. Es indudable que para
que surta sus efectos procesales el convenimiento, deben cumplirse los
presupuestos requeridos por la Ley para su validez, entre ellos la
capacidad procesal del otorgante, su facultad para obrar en juicio
ejerciendo la representación de la parte actora, que es precisamente la
cuestión a decidir en esta oportunidad. La existencia de los alegados
manejos y la mala fe con que se dice obró la demandada, resultan
irrelevantes en punto a la determinación de la validez o no del
convenimiento subjudice, si bien podrán dar pie a otras acciones por
parte de los integrantes de la sociedad actora, cuyo ejercicio no estorba
en modo alguno la presente decisión.’
Ahora bien, juzga esta Sala que la decisión de la recurrida está
completamente ajustada a derecho, pues en materia de desistimiento de
la acción sólo corresponde al Juez homologarlo cuando ha sido
formulado por la parte demandada o su representante legítimo, sin que
sea necesario entrar a considerar si los móviles del acto obedecen a
buena o mala fe o son el resultado de connivencia fraudulenta con la
parte demandada. Lo único que debe el Juez constatar es si quien desiste
es el demandante, pues sólo él tiene legitimación procesal para hacerlo...”
En otra decisión de la Casación Civil de la expresada Corte Suprema de
Justicia, emitida el 11 de marzo de 1993 (nº 373, Tomo 20, Sala Especial), se
refleja una admisión sin cortapisas de la transacción, del convenimiento y la
conciliación en sede judicial, más no del desistimiento, al cual restringe a la
sola renuncia del procedimiento, y que a la letra es del siguiente tenor:
“Es ampliamente conocido en el medio jurídico laboral, el carácter de
irrenunciables que ostentan los derechos adquiridos de todo trabajador.
Este principio está consagrado constitucional y legalmente en nuestro
ordenamiento jurídico, específicamente y en cuanto al último de los
rubros referidos, en el artículo 16 de la derogada Ley del Trabajo, y
acogido en el artículo 3 de la vigente Ley Orgánica del Trabajo.
Sin embargo, el artículo 31 del Reglamento de la Ley del Trabajo,
establece la posibilidad de que a las reclamaciones laborales que surjan
entre patrono y trabajador por concepto de derechos de éste último, se
les dé término mediante transacción o conciliación, sin que esto
signifique, en forma alguna, abandono de derechos ‘irrenunciables’ para
el trabajador.
Dicho lo cual, la decisión citada continúa su argumentación con fundamento en
sentencia proferida por la misma Sala de Casación Civil en fecha 25 de octubre
de 1978, con ponencia del connotado procesalista Luis Loreto, de cuya cita
destaca este sentenciador lo siguiente:
“Pero el mismo origen de estas normas explica que el principio de
irrenunciabilidad, de vigencia absoluta durante la vida de la relación de
trabajo, puesto que la finalidad protectora de las normas de Derecho del
Trabajo resultaría inoperante en la práctica de no ser así, se concilie, una
vez concluida la relación con la posibilidad de transacción respecto de
los derechos y deberes que la terminación del contrato engendra o hace
exigibles, porque si bien subsiste la finalidad protectora, ésta queda
limitada a esos derechos y deberes. En este momento ya no existe el
peligro de que se modifiquen las condiciones mínimas de trabajo
establecidas por el legislador y además porque es precisamente el
trabajador como parte económicamente débil el más interesado en poner
término o precaver una proceso judicial que puede resultar largo y
costoso. Pero al propio tiempo, con el fin de evitar que por esta vía el
patrono se sustraiga al cumplimiento de alguna de sus obligaciones, se
ordena al contrato de transacción de solemnidades y requisitos
adicionales.’”
En cuanto al desistimiento de la demanda, por cuanto “produce los mismos
efectos de la cosa juzgada que la sentencia ejecutoria, esto es, impide todo
proceso futuro sobre la pretensión abandonada” -y de la cual se ha dicho que
lleva implícita la renuncia al derecho (Rengel-Romberg: Tratado de Derecho
Procesal Civil Venezolano, Tomo II, pág. 355), la decisión de 11 de marzo de
1993 (en contra de la opinión del Magistrado Loreto), sólo autoriza el
desistimiento del procedimiento y excluye el de la pretensión, en los términos
siguientes:
“Ahora bien, en cuanto al desistimiento, como acto de autocomposición
procesal en la materia que se examina, la Sala estima que nada obsta para
que el trabajador pueda desistir en un proceso laboral, siempre y cuando
tal acto revista todos los requisitos necesarios para tenerse como válido,
y además no implique una renuncia a la acción que ostenta el trabajador
como actor, pues esto implicaría que éste último no pudiese
eventualmente reclamar sus derechos laborales a posteriori, lo que
indudablemente sí atenta al principio de irrenunciabilidad de derechos
laborales que benefician y protegen a todo trabajador.
En efecto, puede el trabajador desistir del proceso mediante el cual
reclama derechos que éste pretende, pero lo que ciertamente resulta
inadmisible es que el trabajador desista de su acción y al mismo tiempo
de su pretensión, pues ello se constituye en una renuncia evidente a sus
derechos, y por tanto equivale a ignorar la protección especialísima que
se comenta, y la cual se destina a reaguardar los derechos del trabajador,
frente a los actos del patrono; de admitirse lo anterior, sería desmejorar al
trabajador en cuanto a sus derechos adquiridos se refiere, lo cual no es el
espíritu y razón que sobre esta materia tuvo el legislador”.
3.- Ahora bien, la institución de la irrenunciabilidad, y así ha sido visto por la
doctrina más autorizada sobre esta materia, tiene un fin de defensa frente a la
posición preferente del empleador respecto al empleado, y así fue referido al
comienzo de este capítulo; a través de la misma, la legislación persigue
garantizar con la prohibición de renuncia, que el trabajador se acerque a la
negociación contractual y disfrute durante su desarrollo de un piso inamovible,
un mínimum inexpugnable sobre el cual no puede haber acuerdo alguno en su
perjuicio, pero si en su realce o mejora. He aquí la llamada inderogabilidad de
los beneficios laborales.
La previsión del legislador es sana, ya que garantiza que el interés particular
del sujeto débil o menos fuerte de la relación laboral, quede incólume antes y
durante la relación, y que no se vea compelido a dejar de percibir los beneficios
básicos que retribuyan el aporte que su tarea provee a la sociedad, y que de no
recibirlos, pueda con éxito exigirlos sin que obste a ello una previa renuncia de
los mismos.
La inderogabilidad aludida se asienta en razones no sólo limitadas al bienestar
del trabajador, sino también de la sociedad toda, la cual, de seguro vería más o
menos afectada su estabilidad según se establezcan condiciones justas de
trabajo y garantías que las hagan valer (como la nulidad de los actos o hechos
que las infrinjan).
Desde otro punto de vista, la justeza con que se conduzcan los vínculos que
tengan que ver con el fenómeno laboral, no sólo bajo la tradicional relación
entre empresarios y trabajadores, sino también de unos y otros con el Estado,
posee un papel primordial que jugar en el desarrollo sostenible de una
economía determinada. He ahí otra de las razones que justificaron en su
génesis y continúan justificando la protección en que se resuelve la
irrenunciabilidad-inderogabilidad de los derechos laborales.
4.- El estado en que se encuentra el ordenamiento jurídico nacional el tema de
la autocomposición procesal, es el siguiente:
En el artículo 9º del Reglamento de la Ley Orgánica del Trabajo (Gaceta Oficial
nº 5.292 Extraordinario de fecha 25-01-99) (con las reservas del caso en
cuanto a la reprochable técnica de que se vale el Ejecutivo, consistente en
reproducir normas de rango legal en sus Reglamentos, o la práctica aún más
grave de innovar en materias de la estricta reserva legal), se lee lo siguiente:
“Artículo 9º: Principio de Irrenunciabilidad (Transacción Laboral). El
Principio de irrenunciabilidad de los derechos que favorezcan al
trabajador, en los términos del artículo 3 de la Ley Orgánica del Trabajo,
no impedirá la celebración de transacciones, siempre que versen sobre
derechos litigiosos o discutidos, consten por escrito o contengan una
relación circunstanciada de los hechos que las motiven y de los derechos
en ellas comprendidos.” (Subrayado de la Sala).
La Ley Orgánica del Trabajo consagra el principio en el artículo 3, en el que
tampoco se excluye la posibilidad de transacción, siempre que se haga por
escrito y contenga una relación circunstanciada de los hechos que la causen y
de los derechos que le sirvan de supuesto (artículo 3, parágrafo único).
La Constitución del 61 rezaba lo siguiente:
“Artículo 85.- El trabajo será objeto de protección especial. La ley
dispondrá lo necesario para mejorar las condiciones materiales, morales
e intelectuales de los trabajadores. Son irrenunciables por el trabajador
las disposiciones que la ley establezca para favorecerlo o protegerlo.”
(Subrayado de la Sala).
Por su parte, la nueva Constitución consagra el principio en los siguientes
términos:
“Artículo 89. El trabajo es un hecho social y gozará de la protección del
Estado. La ley dispondrá lo necesario para mejorar las condiciones
materiales, morales e intelectuales de los trabajadores y trabajadoras.
Para el cumplimiento de esta obligación del Estado se establecen los
siguientes principios:
(omissis)
2.Los derechos laborales son irrenunciables. Es nula toda acción,
acuerdo o convenio que implique renuncia o menoscabo de estos
derechos. Sólo es posible la transacción y convenimiento al término de la
relación laboral, de conformidad con los requisitos que establezca la ley.”
(Subrayado de la Sala).
La Sala se ha permitido destacar la distinción que puede hacerse a simple vista
entre ambos dispositivos. El correspondiente a la Constitución de 1961
silenciaba la posibilidad de la renuncia mediante la transacción y el
convenimiento; en cambio, la Carta de 1999 los reconoce abiertamente,
zanjando así una profunda y confusa discusión, como tuvimos ocasión de ver,
la cual había sido resuelta a favor, tanto por el poder Legislativo, como por la
Corte Suprema de Justicia y los Tribunales de Instancia.
No obstante, se presenta otra interrogante, cual es si la mención a la
transacción, considerada en su doble aspecto de renuncia y desistimiento,
según la cual “el actor desiste de su pretensión y el demandado renuncia a su
derecho a obtener una sentencia; este acto dispositivo procesal corresponde a
un contrato análogo de derecho material en el cual ambas partes, haciéndose
recíprocas concesiones, dirimen su conflicto mediante autocomposición.” y el
convenimiento como “acto de disposición del demandado, mediante el cual
éste se somete lisa y llanamente a la pretensión del actor”, el cual consiste en
“el reconocimiento de la verdad de los hechos y del derecho invocado por el
adversario.” (Couture), es meramente taxativa, o si por el contrario, debe
interpretársela irrestrictamente respecto a las posibilidades en que puede
concretarse la disponibilidad de los derechos.
Previo a la posible respuesta, la Sala aclara que la irrenunciabilidad que
dispone la primera parte del numeral 2 del artículo 89 se corresponde con la
inderogabilidad de las normas que aseguren el disfrute de derechos mínimos a
los trabajadores. La segunda parte, en cambio, no consagra una excepción a
dicho principio, sino que simplemente permite la disponibilidad de los mismos a
través de ciertos modos de composición. Ambas partes pertenecen a
situaciones y realidades jurídicas distintas y especializadas, que actúan en la
protección de los derechos y en la garantía de la tutela judicial efectiva con
reglas distintivas, pero en todo caso igualmente efectivas.
Respecto a la conciliación, se la define como “... la convención o acuerdo a que
llegan las partes por mediación del juez durante el proceso, que pone fin al
litigio y tiene los mismos efectos que la sentencia definitivamente firme”
(Rengel-Romberg).
Dicho medio debe diferenciarse de la transacción, y en esto sigue la Sala la
opinión del autor últimamente mencionado, con la cual suele confundirse o
diluirse -al punto de que cultores de las disciplinas laboral y procesal
consideran que la conciliación vendría a ser el género y los demás medios
especies de aquélla, posición con añejos antecedentes legislativos, como la
Ley francesa de 9 de abril de 1898 sobre accidentes de trabajo, que declaró
nula toda transacción no llevada a término ante el juez conciliador
(Cabanellas)-; otros la omiten cuando estudian los que denominan “actos
dispositivos de las partes” (Couture), y los demás simplemente no le reconocen
su función autocompositiva (Alcalá-Zamora y Castillo). No obstante, la
conciliación difiere de la transacción en que ella opera mediante la mediación
del juez, que en faltando este impulso no se está frente a una conciliación sino
ante otro supuesto distinto.
En el procedimiento civil se le reconoce a la conciliación su carácter de
equivalente jurisdiccional, con la consecutiva extinción del proceso y
composición de la litis (artículo 262 del Código de Procedimiento Civil). En el
campo laboral, su papel no es sólo importante, sino esencial. Es inconcebible
este proceso sin la labor conciliadora del juez, pues “Se entiende, con este
principio, que el conflicto más que jurídico, es económico; y en virtud de tal
carácter debe buscarse siempre un entendimiento entre las partes” (Rodríguez
Díaz: El Nuevo Procedimiento Laboral, Editorial Jurídica Alva, Caracas, 1995,
págs. 38 y 39).
Al punto es necesaria la conciliación, que tal como nos lo hace saber el autor
colombiano Jaime García Urrea, “La primera audiencia en el proceso ordinario
(en Colombia, se entiende) es la audiencia de conciliación, en la cual ‘el juez
invitará a las partes a que en su presencia y bajo su vigilancia procuren
conciliar sus diferencias’ (Art. 77 del C. de P.L.)”. Sigue diciendo el autor
mencionado: “Además, aun cuando haya fracasado esta audiencia, ‘También
podrá efectuarse la conciliación en cualquiera de las instancias, siempre que
las partes, de común acuerdo, lo soliciten’ (Art. 22)” (Lecciones de Derecho
Procesal del Trabajo. Editorial Universidad de Antioquia, 2º Edición, 1992, pág.
67). Rodríguez Díaz confirma que en el proceso colombiano “la falta de este
requisito configura la nulidad procesal de todo lo actuado”.
En cuanto al desistimiento, y teniendo como trasfondo el sentido equilibrador
que posee el precepto de la irrenunciabilidad-indisponibilidad de la primera
parte del numeral 2, artículo 89 constitucional, se debe afirmar que dicho
sentido no es el mismo cuando se trata del proceso en que intervienen los
sujetos de la relación laboral.
Si bien en sede negocial, por usar un término meramente convencional, el
constituyente persigue el equiparamiento de posiciones a través del
sostenimiento de los derechos subjetivos del trabajador, sancionando su
renuncia con la nulidad de lo convenido -a fin de cuentas lo que se asegura es
la nulidad de la renuncia del mínimum de derechos-, estima la Sala que la
inderogabilidad de estos derechos no alcanza, como se evidencia en el mismo
dispositivo constitucional, a los actos de disposición realizados en juicio.
La prohibición de derogabilidad, como expresa Alonso García (citado por Plá
Rodríguez, ob. cit., pág. 135) “representa el restablecimiento necesario de los
supuestos iniciales sobre los cuales hay que levantar la posibilidad dogmática
del contrato, esto es, el principio de la igualdad de las partes. Porque es
entonces, y únicamente entonces, cuando puede exigirse el respeto mutuo de
una parte a las condiciones aceptadas por ella misma” (subrayado de la Sala).
Es la igualdad de las partes, sin duda, el fin último de la irrenunciabilidad; pero,
en fase de reclamación judicial, la irrenunciabilidad se transforma en ventaja, y
luce contradictoria de cara a la natural eventualidad y puesta en discusión de
las afirmaciones contenidas en la pretensión.
Por tanto, en sede judicial las posiciones de las partes frente al proceso –
condicionadas al papel que cumplan dentro del mismo- deben ser iguales en
cuanto a sus cargas, deberes y garantías, y es deber del juez conservarlas de
esa manera (artículo 15 del Código de Procedimiento Civil). Es así como el
proceso presenta como su finalidad la composición de la litis, y en él los
derechos afirmados son siempre discutidos y eventuales; si bien
subjetivamente firmes para el accionante, en cambio, objetivamente sujetos a
prueba para el proceso.
La garantía de la disponibilidad forzosa, fraudulenta o amañada de los
presuntos derechos debatidos en juicio, es el proceso mismo, no la nulidad de
la renuncia, pues el accionante persigue es precisamente del proceso que el
juzgador en la sentencia de fondo admita las afirmaciones de hecho y de
derecho invocadas, ya sea que declare un derecho o condene al demandado a
realizar o abstenerse de realizar alguna acción o a entregar o poner en posición
de disfrute de algún bien al trabajador.
Luego, el proceso debe contener en sí mismo los factores que aseguren la
tutela de los verdaderos derechos adquiridos por el trabajador; de ello se deriva
que el iter procesal es la garantía ofrecida por la voluntad política contra el
desconocimiento de las situaciones jurídicas tanto laborales como de otra
naturaleza, en el sentido de vía o camino puesto a disposición de los que
sientan que su posición frente a un bien ha sido vulnerada.
Por lo que visto desde esta óptica, se entiende que el problema en sede
jurisdiccional no radica en si el desistimiento implica o no la disponibilidad de
derechos irrenunciables de los trabajadores, ya que la irrenunciabilidad de
derechos pertenece al campo del contrato laboral y sus incidencias, sino, en si
el propio proceso, y en particular el proceso laboral, es o no un instrumento de
equilibrio entre los contendores (que es en definitiva lo que persigue el instituto
de la prohibición de renuncia). A dicho equilibrio contribuirá el juez con la
actuación de los principios adjetivos y de justicia de más valor, como son: la
interdicción del fraude procesal, de informalidad, de celeridad, brevedad,
inmediación -acompañada del principio de oralidad en las fases del proceso en
que sea necesario y muchos otros.
De suerte, que la solidez de la posición jurídica procesal de los contendores en
procura de una decisión sobre el mérito de la pretensión, depende en mayor
grado del disfrute de un proceso debido (artículo 49 de la nueva Constitución),
ya que juicios preñados de dilaciones injustificadas y de formalismos inútiles,
atentan evidentemente contra el derecho de acceso a la justicia de los
trabajadores, contra su derecho a la defensa y contra el derecho a la tutela
efectiva por parte de la jurisdicción; pues, si los litigantes no sucumben a
desventajosas transacciones o resignados desistimientos, los propios retardos
e inconvenientes quizá le causen más daño o le restrinjan en mayor grado sus
oportunidades, que el daño infringido por el desconocimiento al derecho
sustantivo reclamado.
La tutela a los derechos constitucionales, en el proceso, debe consistir
primordial y, en principio, completamente, en la facilitación de los medios para
obtener una decisión que se ajuste a lo alegado y probado en autos, y que en
su transcurso se respeten los derechos correspondientes a cada una de las
partes. Es decir, proveer del acceso sin requisitos de inadmisibilidad
desnaturalizantes del derecho de acción; excitar la conciliación de los
contendientes; asegurar el control a las partes de los medios de prueba; evitar
las dilaciones injustificadas, y otros por igual. El proceso debe permitir el
acceso y fijar una ruta segura, que dé a los litigantes las condiciones para
discernir sin presiones desmedidas lo que más les convenga, y que no sea sólo
la apremiante necesidad de recursos la que los lleve a componer la litis en
posición de clara desventaja.
Se acusa al desistimiento de desembocar a la larga en implícitas renuncias, sin
embargo, y vista la precisión doctrinaria respecto al terreno propio de la
irrenunciabilidad en juicio, y a la posibilidad de disposición en el mismo –con
las debidas garantías- que la propia Constitución autoriza, se deduce que de
ser cierta tal afirmación, ello no es privativo de este supuesto de terminación
del proceso; puede, en cambio, suceder tanto en la transacción y el
convenimiento (admitidas constitucionalmente en nuestro medio), como en la
propia conciliación (práctica elevada a principio del derecho adjetivo laboral),
como así lo han hecho ver numerosos tratadistas.
No es el empleador, en definitiva, el único responsable de los desventajosos
acuerdos en juicio, y no es sólo en razón de la debilidad frente a éste que los
suscriben los trabajadores; en ellos influye la debilidad ocasionada por un
proceso, también, si se quiere, débil.
Estudiados como han sido los proyectos que antecedieron a la norma discutida
en el seno de la Asamblea Constituyente, así como la Gaceta Constituyente
correspondiente a la presentación de la norma y su aprobación definitiva (Diario
de Debates, Octubre-Noviembre 1999, Imprenta del Congreso de la República,
Caracas, Venezuela), no se desprende su taxatividad respecto a la conciliación,
y, todo apunta a una interpretación contraria a esta tesis, tomando en cuenta
que se deja fuera un medio clásico y prácticamente connatural al proceso
laboral, así como que la eventual disponibilidad de los derechos laborales a
través del desistimiento no es privativo de éste, sino que también lo comparten
la transacción y el convenimiento, medios de disposición de derechos que la
propia Constitución permite a través del artículo bajo estudio, con las
restricciones que en un futuro pueda establecer la Ley, sin que las mismas
puedan desnaturalizar el núcleo de estas figuras.
Es por ello que, asumiendo una posición teorética y no dogmática, concluye
esta Sala que los modos de autocomposición procesal no son en sí mismos
medios atentatorios contra el principio constitucional de la indisponibilidad en
juicio (mal llamada “irrenunciabilidad”), de los derechos mínimos de los
trabajadores, pues a través de ellos lo que se persigue es componer la litis por
sus propios participantes, subrogándose dicha decisión a la sentencia de fondo
que debía dictar el juez correspondiente y adquiriendo dicha composición los
efectos de la cosa juzgada.
Mal podrían, entonces, y no por imitación de procesos que no vinculan a
nuestros jueces, sino en razón de las reglas que la propia Carta Magna
consagra, tenerse por prohibidos en los procesos laborales tanto el
desistimiento de la demanda como la conciliación, siempre y cuando se
establezcan los mecanismos o requisitos que aseguren la constatación por
parte del órgano administrativo o judicial de la voluntad libremente manifestada
por el trabajador. Y así se decide.
5.- De otro lado, y en vista de la denuncia formulada por el accionante,
considera la Sala que, con el fin de garantizar ese equilibrio entre los litigantes
-por la función social del trabajo y los beneficios públicos que reporta la
satisfacción de los beneficios que la ley otorga en esta materia-, conviene
acoger como una consecuencia lógica del principio a la tutela judicial efectiva a
que alude el artículo 26 de la Constitución, darle las mayores seguridades a la
expresión de la voluntad que quede manifestada en juicio, de tal manera que
sin excluir la voluntad privada, se le rodee a las expresiones de ésta de
garantías para asegurar su libre formación y manifestación, valorizándola como
expresión de la propia personalidad humana.
Al respecto, el autor Plá Rodríguez cita: “Sussekind (...) recuerda las
expresiones de Oliveira Viana de que las nulidades en ocasión de celebrar el
contrato de trabajo y durante su ejecución no siempre ocurren cuando ‘la
renuncia es hecha en ocasión o después de la disolución del contrato. En este
caso, satisfechas que sean ciertas condiciones de libertad de la voluntad, es
lícito al empleado renunciar desde que se trata de derechos ya adquiridos, esto
es, incorporado al patrimonio del empleado, en consecuencia o por fuerza de la
ley’. Sin embargo, el recordado autor agregaba: ‘si bien hecha después de
extinguida definitivamente la relación contractual entre el empleado y el
empleador, la renuncia debe igualmente provenir de la libre y espontánea
voluntad del empleado. Inválida será no sólo si fuera obtenida por los medios
comunes del dolo, de la coacción o de la violencia, mas asimismo cuando
quede probado que el patrón usó de esa modalidad sutil de coacción que es la
llamada presión económica. Por eso afirma que si es incuestionable que la
facultad de renunciar, una vez rescindido el contrato de trabajo, se amplía
considerablemente, es indispensable asegurarse que la manifestación de
voluntad del renunciante sea realmente libre. Debe examinarse si el estado de
dependencia económica, capaz de constituír una coacción económica, cesa en
el momento en que el trabajador deja de ser empleado de la empresa. Con el
término del contrato de trabajo, a pesar de cesar la soggezione impregatizia
puede persistir el estado de inferioridad y dependencia económica del
trabajador, capaz de llevarlo a renunciar a ciertos derechos, a fin de obtener el
pago inmediato de salarios atrasados o su reincorporación.’” (subrayado de la
Sala).
En el caso sub iudice, como quedó constatado en el ítem 5 del Capítulo I de
este fallo, no sólo hizo mella la sentencia al derecho a la tutela judicial efectiva,
al no contener motivación alguna de la cual se constate como efectuado el
necesario análisis tendente a la verificación que debió preceder a la
homologación, particularmente por lo que respecta a la capacidad para
disponer por parte del representante judicial del demandado -lo que evidencia
un ejercicio arbitrario de la función jurisdiccional-; sino que también conculcó
dicho derecho al desoír las múltiples, insistentes, inmediatas y posteriormente
constantes advertencias del accionante respecto a que la declaración que hizo,
el que hasta entonces era su apoderado, no era reflejo de su voluntad.
En este punto, y en línea a demostrar la omisión en que incurrió el juzgador de
instancia respecto a las acciones que debió tomar de cara a prevenir o
sancionar las faltas a la lealtad y probidad en el proceso –de cuya plena
virtualidad es reflejo la decisión de esta misma Sala Constitucional en el Caso:
A. Zavatti S., Nº 77, de fecha 09 de marzo de 2000, y que además confirman el
derecho a la tutela judicial efectiva), recuerda la Sala que, en fecha 09 de
agosto de 1996, el Juzgado Primero de Primera Instancia del Trabajo y
Estabilidad Laboral de la Circunscripción Judicial del Estado Zulia, declaró con
lugar la apelación que en el juicio de propios derechos hiciera el hoy accionante
en amparo, y revocó la sentencia delatada ordenando al tribunal de la causa
dictar sentencia al fondo; posteriormente, en fecha 17 de septiembre de 1996,
el abogado Lenis Navarro, mediante escrito y actuando como apoderado
judicial del ciudadano José Agustín Briceño Méndez, en la misma oportunidad
de darse por notificado de la decisión, desistió de la demanda y del
procedimiento incoado contra la empresa AGROPECUARIA PERIJA C.A.
(AGROPECA); es decir, luego de una decisión que favoreció al accionante en
el sentido que revocó otra anterior que declaró perimida su acción, su abogado
desiste de la acción y del procedimiento, y a pesar de las innumerables
advertencias del ciudadano José Agustín Briceño Méndez de que ese no fue su
deseo, el presunto desistimiento fue homologado sin referencia alguna a la
denuncia del accionante.
Ante la omisión del juzgador de hacer ratificar el desistimiento, lo cual, es
bueno insistir, es una garantía al derecho a la tutela judicial efectiva, invocado
aquí en atención a su consagración en el artículo 26 de la nueva Constitución,
visto que no tomó las medidas necesarias para comprobar la presunta falta de
probidad del apoderado apelante respecto a su defendido, es por lo que esta
Sala considera que el ciudadano José Agustín Briceño Méndez sufrió mella en
su situación jurídica constitucional, por lo que la decisión del Juzgado Superior
del Tránsito y del Trabajo de la Circunscripción Judicial del Estado Zulia, de
fecha 02 de noviembre de 1998, que declaró con lugar (en primera instancia) la
acción de amparo incoada, debe ser objeto de confirmación por esta Sala, y así
finalmente se declara.
6.- Por último, la Sala estima necesario orientar a los jueces, en el sentido de
que realicen interpretaciones de las normas teniendo por norte las propias y
fundamentales garantías constitucionales, sin que esto signifique la
desaplicación compulsiva de normas legales o la anulación de procesos por
este sólo hecho, sino que con mesura y ponderación hagan interpretaciones
constitucionales de las normas ya establecidas en el ordenamiento jurídico, y
apliquen la consecuencia jurídica en atención a estos principios cuando no sea
de extrema necesidad desaplicar la norma en cuestión.

Artículo 258
El Juez no podrá excitar a las partes a la conciliación cuando se trate de
materias en las cuales estén prohibidas las transacciones.
Artículo 259
La conciliación hecha por un tutor u otro administrador, o por quien no pueda
disponer libremente del objeto sobre que verse la controversia, tendrá efecto
solamente cuando se le apruebe de la manera establecida para las
transacciones en el Código Civil.
Artículo 260
La propuesta de conciliación no suspenderá en ningún caso el curso de la
causa.
Artículo 261
Cuando las partes se hayan conciliado, se levantará un acta que contenga la
convención, acta que firmarán el Juez, el Secretario y las partes.
Artículo 262
La conciliación pone fin al proceso y tiene entre las partes los mismos efectos
que la sentencia definitivamente firme.
CAPÍTULO III.
Del desistimiento y del convenimiento
Artículo 263
En cualquier estado y grado de la causa puede el demandante desistir de la
demanda y el demandado convenir en ella. El Juez dará por consumado el
acto, y se procederá como en sentencia pasada en autoridad de cosa juzgada,
sin necesidad del consentimiento de la parte contraria.
El acto por el cual desiste el demandante o conviene el demandado en la
demanda, es irrevocable, aun antes de la homologación del Tribunal.
SCC 7-3-02
Ponencia del Magistrado Antonio Ramírez Jiménez. Exp. Nº 01-093, dec. Nº
157:
No es un convenimiento sino una transacción
Al respecto, la sentencia recurrida en sus partes pertinentes, textualmente
señala:
“...Observa esta Alzada que: Indudablemente el acto ocurrido en fecha 18 de
Enero de 1.998, fue una transacción por cuanto en el mismo concurrieron los
elementos necesarios para la existencia de la misma, a raíz de la constitución
de la Funcionaria Octava Ejecutora en compañía de la Secretaria Accidental, y
del Doctor GASTON IRAZABAL, en su carácter de apoderado actor y de los
representantes de la Depositaria Judicial y del Perito Avaluador.
Comisionada la misma, por el Juzgado Segundo de Primera Instancia en lo
Civil, Mercantil y del Tránsito para la práctica de secuestro, sobre el inmueble
constituido por dos (2) locales comerciales, ubicados el primero de ellos en la
planta bajo y el segundo, en la primera planta del edificio TORTOLERO,
situados ambos en la Esquina de Sociedad de la Parroquia Catedral de esta
ciudad, siendo que de la lectura de dicho acto se evidencia que se hizo
presentede (sic) igual forma, el ciudadano JOSE EL BARCHE JORGE, en su
carácter de Presidente DE TIENDAS ROCKY C.A., y/o de INVERSIONES
ROCKY C.A., quien procedió a darse por citado, conviniendo en la demanda...
Ahora bien, con respecto al tema que nos ocupa observa el sentenciador que,
entre las partes se celebró una transacción, ello a los únicos fines de terminar
el litigio y precaver el mismo...
Asimismo es principio sostenido y reiterado por la Sala de Casación Civil, de la
Corte suprema de Justicia sentencia dictada en fecha 28 de junio de 1.985
(sic), que la transacción ‘...es uno de los modos de autocomposición procesal la
cual tiene la misma eficacia que la sentencia. Constituye una solución
convencional de la litis, mediante la cual las partes se elevan ellas mismas a
jueces de sus respectivas peticiones y ponen fin al proceso dejando resuelta la
controversia. La cosa juzgada propia de la sentencia está definida en el artículo
1.713 del Código Civil, como un contrato por el cual las partes, mediante
recíprocas concesiones terminan un litigio eventual con fuerza de ley (artículo
1.718 del Código Civil) como tal, produce el efecto procesal de terminar el litigio
pendiente, ponen fin al proceso y la controversia, subrogándose a la sentencia.
De tal modo que la transacción es título ejecutivo que el juez tiene el deber de
cumplir y ejecutar, siguiendo al efecto las reglas de la ejecución de la
sentencia’. Este Tribunal en conformidad con el artículo 321 del Código de
Procedimiento Civil, comparte la parcialmente transcrita jurisprudencia y la
hace suya para aplicarla al presente caso, pues hubo recíprocas concesiones
ya que la parte demandada se comprometió a una serie de obligaciones que
anteriormente fueron señaladas y el demandante se comprometió a otras
tantas, tal como lo establece el artículo 1.713 del Código Civil Venezolano. Y
ASÍ SE DECIDE.
Igualmente se observa, que la parte demandada al momento de suscribir la
transacción estuvo debidamente representada por su apoderado judicial y
firmaron al pie del referido acto siendo así mismo identificados en el mismo,
según se desprende al folio catorce (14) lo que se traduce en que aceptaron
todo lo estipulado en la transacción antes citada. Y así se decide...”.
De lo anteriormente transcrito, claramente se colige que el sentenciador de
alzada calificó como una transacción, el acto de autocomposición procesal
celebrado por las partes en el presente proceso, brindado para ello específicas
razones de hecho y de derecho. No obstante, si bien es cierto que,
posteriormente, en la parte dispositiva del fallo, erró materialmente al declarar
sin lugar la apelación y consumado el auto que había homologado el
convenimiento, calificado de esa forma por el tribunal a-quo, no por ello, puede
considerarse que pierde vigencia la transacción celebrada y homologada en
este proceso, mucho menos la sentencia de alzada, que a lo largo de su parte
motiva claramente dejó establecida la naturaleza del acto acontecido, señaló su
contenido e indicó que fue firmado por ambas partes y sus apoderados
presentes en el acto, en señal de conformidad; un considerando distinto al aquí
establecido, que justificase una reposición de la causa por tal motivo,
invariablemente configuraría una de las llamadas casaciones inútiles.
Asimismo, la recurrida claramente estableció que el acto in comento, tuvo lugar
en la oportunidad de practicarse la medida de secuestro acordada por el
tribunal de la causa, oportunidad en la cual la parte demandada se dio por
citada y procedió a proponer la transacción posteriormente aceptada por su
contraparte, con lo cual, se puso fin al proceso, resultando por ende, inaplicable
al caso de autos el artículo 216 del Código de Procedimiento Civil, respecto del
cual el formalizante denuncia su falta de aplicación.
Incompetencia del funcionario que recibió la transacción debió ser
alegada en instancia
De la anterior transcripción queda evidente, en primer término que en el
presente proceso fue decretada una medida de secuestro sobre los bienes
inmuebles objeto del contrato de arrendamiento cuya resolución se demandó;
que al momento de practicarse la medida, el demandado asistido de
representante judicial, a los fines de evitar la ejecución de la medida, propuso
la celebración de una transacción que fue aceptada por la parte actora,
obteniendo de esa forma la suspensión de la medida; que posteriormente,
dicho acto fue homologado por el tribunal de la causa calificándolo
errádamente como convenimiento; que la parte demandada incumplió la
transacción, al no entregar los inmuebles para la fecha pactada; que a partir de
ese momento se ha dedicado a cuestionar por todos los medios a su alcance,
la validez del acto de automposición procesal por ella misma propuesto, para lo
cual, como bien se apreció de los extractos de la recurrida anteriormente
transcritos, alegó ante los tribunales de instancia, la indebida juramentación de
los funcionarios que intervinieron en el acto y la insuficiencia del acta donde el
depositario judicial aceptó el cargo y juró cumplir con su misión bien y
fielmente, por haber sido suscrita únicamente por el secretario designado;
argumentos éstos, oportunamente desechados por la Alzada, al evidenciar que
la medida de secuestro decretada no fue ejecutada, precisamente por el pliego
del demandado ante las demandas del actor, y la conformidad de éste con las
peticiones a tal fin planteadas, lo que hace que la reposición en tales
circunstancias careciera de utilidad y de una fundamentación lógica y racional,
al implicar una traba innecesaria a la economía y utilidad procesal.
No siendo sino hasta la fecha, cuando ante esta sede casacional, pretende la
parte demandada, hoy formalizante, cuestionar por primera vez, la competencia
y facultad de los Funcionarios Ejecutores de Medidas Preventivas y Ejecutivas
para recibir transacciones, convenimiento y desistimientos, así como la validez
del acta levantada al efecto por dichos funcionarios, donde se dejó sentada la
suspensión de la medida en virtud de la transacción planteada y aceptada por
las partes, posteriormente homologada por el tribunal a-quo.
Al respecto, estima la Sala, con total independencia de las normas
denunciadas en la presente delación, es decir, la falsa aplicación del artículo
256 eiusdem, la falta de aplicación del artículo 206 del mismo Código; de los
artículos 1.352 y 1.357 del Código Civil y de los artículos 2º, 6º y 14º del
Reglamento sobre la Oficina Ejecutora de Medidas Preventivas y Ejecutivas en
la Circunscripción Judicial del Area Metropolitana de Caracas, identificado con
el número 834, de fecha 19 de agosto de 1996, publicado en la Gaceta Oficial
Nº 36.017, que los argumentos esgrimidos por el formalizante para sustentar
esta denuncia, en modo alguno fueron planteados en el devenir del proceso,
por el contrario, su planteamiento ocurre por vez primera en esta sede
casacional, la que, de conformidad con los principios de igualdad, moralidad y
probidad en el proceso, previstos en los artículos 15 y 17 del Código de
Procedimiento Civil, que disponen:
“...Artículo 15. Los jueces garantizarán el derecho de defensa, y mantendrán a
las partes en los derechos y facultades comunes a ellas, sin preferencia ni
desigualdades y en los privativos de cada una, las mantendrán
respectivamente, según lo acuerde la ley a la diversa condición que tengan en
el juicio, sin que puedan permitir ni permitirse ellos extralimitaciones de ningún
género...”.
“...Artículo 17. El juez deberá tomar de oficio o a petición de parte, todas las
medidas necesarias establecidas por la ley, tendentes a prevenir o a sancionar
las faltas a la lealtad y probidad en el proceso, las contrarias a la ética
profesional, la colusión y el fraude procesal, o cualquier acto contrario a la
majestad de la justicia y al respeto que se deben los litigantes...”.
Concordados con el aparte final del artículo 26 de la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela, que señala:
“...Artículo 26...El Estado garantizará una justicia gratuita, accesible, imparcial,
idónea, transparente, autónoma, independiente, responsable, equitativa y
expedita, sin dilaciones indebidas, sin formalismos o reposiciones inútiles...”.
Por tanto, es una denuncia mediante la cual se cuestiona por vez primera, la
competencia de los funcionarios que intervinieron en la celebración del acto de
autocomposición procesal por ella misma propuesto, como una vía para
suspender la medida de secuestro que se iba a ejecutar sobre los bienes
inmuebles objetos del contrato de arrendamiento, cuya resolución fue
demandada. Conocer de tal denuncia, en los términos planteados, no solo
atentaría contra los principios y normas anteriormente citados, sino que
además carecería de toda utilidad procesal, vista la naturaleza del acto que
tuvo a bien proponer como fórmula para poner fin al proceso, que además,
firmó en señal de conformidad, contando con la asistencia de un profesional de
derecho.
SCC 30-9-03
Ponencia del Magistrado Antonio Ramírez Jiménez. Exp. Nº 01-812, dec. Nº
600:
Homologación negada por fraude procesal
[…] el Tribunal pasa a realizar las siguientes consideraciones:
...Tan evidente es el fraude que se presenta en el caso de marras, que motivó
la acción de amparo constitucional incoada por los ciudadanos Francisco Javier
Méndez y Robinson Antonio Vásquez Hernández, accionista de la Sociedad
Mercantil CONSTRUCCIÓN OHAVENCA, C.A., parte demandada, quienes
denuncian que la conducta interesada y de mala fe de legalidad a su pretensión
de apoderarse ilegítimamente de veintiún parcelas de terreno. Aunado a lo
expuesto, consta en los autos del Cuaderno en que se tramite la Acción de
Amparo, que el ciudadano RAMON VENCE PEDROUZO, es Administrador
General de la Sociedad Mercantil TAPIORO, C.A, que es quien aparece como
aceptante de la letra de cambio que sirve de documento fundamental para la
demanda de Cobro de Bolívares del caso que nos ocupa...”
Con todo lo anteriormente expuesto queda evidenciado que el ciudadano
RAMON VENCE PEDROUZO, Único (sic) Accionista (sic) y Presidente de la
Actora, Presidente de la Demandada y además, Administrador General de la
empresa Tapioro, C.A, que es la aceptación de la cambial, obró
fraudulentamente, en el presente proceso. ASÍ SE ESTABLECE...”
...En consecuencias (sic), este Tribunal, por las razones de resguardo del orden
público constitucional, con fundamento en los artículos 11 y 17 del Código de
Procedimiento Civil, procede a declarar inexistente el proceso relativo a la
demanda incoada por el abogado MARIO JOSÉ CÁRDENAS PACHECO, quien
actúan (sic) en representación de la empresa CORPORACION VENCE, C.A.
contra la sociedad mercantil CONSTRCCIÓN (sic) OHAVENCA, C.A. , por
Cobro de Bolívares. ASÍ SE DECIDE
[…]
Para decidir la Sala observa:
El formalizante acusa que el sentenciador superior violó el artículo 263 del
Código de Procedimiento Civil, por falta de aplicación, por negarse a impartir la
homologación a la autocomposición procesal suscrita por las partes; y el 1.395,
ordinal 3º del Código Civil, por falta de aplicación, por no haber impartido la
homologación correspondiente.
El artículo 263 del Código de Procedimiento Civil, expresa:
“...En cualquier estado y grado de la causa puede el demandante desistir de la
demanda y el demandado convenir en ello. El Juez dará por consumado el
acto, y se procederá como en sentencia pasada en autoridad de cosa juzgada,
sin necesidad del consentimiento de la parte contraria.
El acto por el cual desiste el demandante o conviene el demandado en la
demanda, es irrevocable, aun antes de la homologación del Tribunal...”.
El formalizante considera que en la recurrida se infringió el artículo transcrito
precedentemente, por cuanto el juez de alzada no otorgó la homologación a la
autocomposición procesal habida en el proceso.

Ahora bien, como ya se expresó antes en este fallo, en el caso que nos ocupa,
el juez de alzada no estaba obligado a impartir la homologación al acto de
autocomposición procesal efectuado por las partes del juicio, pues en la
recurrida éste expresó las razones que tuvo para coincidir con el criterio
expresado por el a quo en el auto apelado, denegatorio de la homologación
solicitada. Resulta evidente que, si el juez superior consideró que el acto de
autocomposición procesal habido en el proceso se hizo de manera fraudulenta,
mal podría otorgar lo solicitado si de ello se deduce un efecto contrario al orden
público.
Además, se advierte que el formalizante, para apoyar la presente denuncia de
infracción de ley, no impugnó el criterio sostenido en la recurrida respecto a que
el acto de autocomposición procesal fue efectuado de manera fraudulenta,
razón por la cual la Sala asume como cierta la apreciación del juez de alzada
sobre el particular para ratificar la negativa de homologar el referido acto.
SCC 15-11-02
Ponencia del Magistrado Franklin Arrieche G. Exp. Nº 01-814, dec. Nº 431:
Convenimiento en los términos del auto de intimación
En el caso concreto, el formalizante denuncia que la recurrida interpretó
erróneamente los artículos 263, 274 y 282 del Código de Procedimiento Civil,
debido a que la demandada en su diligencia de fecha 28 de febrero de 2001,
no convino en todos los pedimentos contenidos en la demanda, por lo que a su
juicio no hubo convenimiento sino hechos admitidos y por ende, el juez de
alzada no debió confirmar la homologación del supuesto convenimiento.
[…]
2) La demandada convino en la demanda, entregó al tribunal de la causa la
cantidad de seis millones trescientos cuarenta y tres mil seiscientos treinta y
nueve bolívares con veintiocho céntimos (Bs.6.343.639,28), mediante cheque
de gerencia signado con el N° 5609864, emitido contra el Banco Mercantil, de
fecha 23 de febrero del año 2001, y solicitó la homologación de dicho
convenimiento.
3) El auto de admisión de la demanda de fecha 9 de octubre de 2000, ordenó
que “...la demandada...dentro de los tres días siguientes, bajo apercibimiento
de ejecución, pagara, acreditara haber pagado o se opusiera, las siguientes
cantidades: 1) Bs. 4.304.277,92 por concepto de capital adeudado “del
préstamo otorgado”. 2) Bs. 1.969.747,34 “por concepto de intereses
convencionales pactados”, 3) Bs. 25.171,68 “por concepto de intereses
moratorios”, 4) Bs. 18.442,34 “correspondientes al pago de seguro de
incendio”, 5) Bs. 26.000,oo (no se indicó el concepto)...”.
4) Que la parte actora no apeló contra el auto de admisión de la demanda,
pese a que el Juez de primera instancia excluyó de la intimación las costas
procesales, la indexación y los intereses moratorios causados a partir del
30 de junio de 2000. Así lo afirma la recurrida, al señalar que
“...independientemente de que el tribunal a quo haya procedido
atinadamente o no al hacer la referida exclusión, lo cierto es que la hizo, y
contra esa decisión la parte actora nada objetó, en consecuencia,
siendo la orden expedida por el órgano jurisdiccional lo realmente
vinculante para la parte demandada, nada puede censurársele, en tanto en
cuanto ésta no hizo otra cosa que amoldar el pago al apercibimiento
recibido...”.
En el caso concreto, la Sala observa que el decreto de intimación no ordenó
pagar a la demandada los intereses que se siguieran causando desde el 30 de
junio de 2000, hasta la fecha de pago; la indexación de la suma adeudada, y
las costas del proceso. No obstante, esta Sala no puede pasar por inadvertido
el hecho de que el mencionado decreto de intimación quedó firme, porque la
parte actora nunca ejerció el recurso de apelación consagrado en el artículo
661 del Código de Procedimiento Civil, que dispone que “...el auto del juez
excluyendo determinadas partidas o no acordando ésta será apelable en
ambos efectos”.
La ejecución de hipoteca es un juicio especial que tiene por objeto obtener el
pago de lo adeudado y de los accesorios establecidos en el contrato
hipotecario, mediante la intimación del deudor o del tercero poseedor, para que
acrediten el pago de la obligación demandada.
En tal sentido, esta Sala, en sentencia No. 347 de fecha 3 de agosto de 1994,
(caso: Banco de Comercio S.A.C.A., contra Distribuidora Médica París S.A.)
indicó que el decreto de intimación en la ejecución de hipoteca “...es una orden
de pago al deudor hipotecario o al tercero poseedor, para que pague las
cantidades de dinero indicadas en la solicitud de ejecución de hipoteca, bajo el
apercibimiento de ejecución, en caso de incumplimiento...”. Por tanto, al ser
dicho decreto una orden de pago la demandada debe pagar la cantidad en él
señalada para que cese el procedimiento, pues de lo contrario se decretará el
embargo ejecutivo de conformidad con el artículo 662 del Código de
Procedimiento Civil, y se continuará el procedimiento con arreglo a lo dispuesto
en el Título IV, Libro 2º del mismo código, hasta rematar el inmueble.
(Subrayado de la Sala).
En las reglas que regulan el juicio de ejecución de hipoteca no existe mención
alguna respecto al convenimiento, dado que éste está consagrado para el juicio
ordinario, pues el juicio sólo termina mediante el pago de la obligación
demandada o por sentencia definitiva; no obstante, a tenor de lo dispuesto en
el artículo 22 del Código de Procedimiento Civil, dicho acto de autocomposición
procesal es admitido para terminar la causa.
El artículo 263 del Código de Procedimiento Civil, establece que “en cualquier
estado y grado de la causa puede el demandante desistir de la demanda y el
demandado convenir en ella. El Juez dará por consumado el acto, y se
procederá como en sentencia pasada en autoridad de cosa juzgada, sin
necesidad del consentimiento de la parte contraria...”
De acuerdo con la norma transcrita, una vez que la demandada conviene en la
demanda se extingue el proceso, pues ésta se allana en lo pedido por el
demandante y, en consecuencia, procede la homologación del convenimiento.
Ahora bien, en el caso planteado la demandada convino en la demanda,
consignó un cheque de gerencia por la cantidad de seis millones trescientos
cuarenta y tres mil seiscientos treinta y nueve bolívares con veintiocho
céntimos (Bs.6.343.639,28), suma que debía pagar de acuerdo con los
conceptos indicados en el decreto de intimación y que es vinculante, por ser
una orden de pago. Por tanto, el Juez de alzada, al homologar el
convenimiento presentado por la demandada acreditando el pago de lo
ordenado en la intimación, actuó conforme a lo establecido en el artículo 263
del Código de Procedimiento Civil, sin incurrir en la infracción por errónea
interpretación de dicha norma, que fue denunciada por el formalizante.
SCC 24-3-04
Ponencia del Magistrado Antonio Ramírez Jiménez. Exp. Nº 03-197, dec. Nº
253:
Convenimiento en ejecución de hipoteca
El convenimiento es un medio de autocomposición procesal que puede ser
llevado a cabo, no sólo en el juicio ordinario, sino en los procedimientos
especiales como el de ejecución de hipoteca. No hay exclusión alguna en las
normas de trámite que discriminen estos medios de autocomposición procesal
e impidan aplicarlos a este procedimiento. Sobre el particular, la Sala de
Casación Civil ha señalado lo siguiente:
“...La ejecución de hipoteca es un juicio especial que tiene por objeto obtener el
pago de lo adeudado y de los accesorios establecidos en el contrato
hipotecario, mediante la intimación del deudor o del tercero poseedor, para que
acrediten el pago de la obligación demandada.
En tal sentido, esta Sala, en sentencia No. 347 de fecha 3 de agosto de 1994,
(caso: Banco de Comercio S.A.C.A., contra Distribuidora Médica París S.A.)
indicó que el decreto de intimación en la ejecución de hipoteca “...es una orden
de pago al deudor hipotecario o al tercero poseedor, para que pague las
cantidades de dinero indicadas en la solicitud de ejecución de hipoteca, bajo el
apercibimiento de ejecución, en caso de incumplimiento...”. Por tanto, al ser
dicho decreto una orden de pago la demandada debe pagar la cantidad en él
señalada para que cese el procedimiento, pues de lo contrario se decretará el
embargo ejecutivo de conformidad con el artículo 662 del Código de
Procedimiento Civil, y se continuará el procedimiento con arreglo a lo dispuesto
en el Título IV, Libro 2º del mismo código, hasta rematar el inmueble.
(Subrayado de la Sala).
En las reglas que regulan el juicio de ejecución de hipoteca no existe mención
alguna respecto al convenimiento, dado que éste está consagrado para el juicio
ordinario, pues el juicio sólo termina mediante el pago de la obligación
demandada o por sentencia definitiva; no obstante, a tenor de lo dispuesto
en el artículo 22 del Código de Procedimiento Civil, dicho acto de
autocomposición procesal es admitido para terminar la causa.
El artículo 263 del Código de Procedimiento Civil, establece que “en
cualquier estado y grado de la causa puede el demandante desistir de la
demanda y el demandado convenir en ella. El Juez dará por consumado
el acto, y se procederá como en sentencia pasada en autoridad de cosa
juzgada, sin necesidad del consentimiento de la parte contraria...”
De acuerdo con la norma transcrita, una vez que la demandada conviene
en la demanda se extingue el proceso, pues esta se allana en lo pedido
por el demandante y, en consecuencia, procede la homologación del
convenimiento.
Ahora bien, en el caso planteado la demandada convino en la demanda,
consignó un cheque de gerencia por la cantidad de seis millones trescientos
cuarenta y tres mil seiscientos treinta y nueve bolívares con veintiocho
céntimos (Bs.6.343.639,28), suma que debía pagar de acuerdo con los
conceptos indicados en el decreto de intimación y que es vinculante, por ser
una orden de pago. Por tanto, el Juez de alzada, al homologar el
convenimiento presentado por la demandada acreditando el pago de lo
ordenado en la intimación, actuó conforme a lo establecido en el artículo
263 del Código de Procedimiento Civil, sin incurrir en la infracción por
errónea interpretación de dicha norma, que fue denunciada por el
formalizante.
De otro lado, respecto a la delación de los artículos 274 y 282 del Código de
Procedimiento Civil, es preciso señalar que el juez de alzada no aplicó en la
recurrida las referidas normas, pues nada dijo respecto a la condenatoria en
costas en el convenimiento, sino que se limitó a condenar las costas del
recurso de apelación. Por tanto, mal puede esta Sala conocer de una
interpretación errónea de tales disposiciones, si ellas no fueron aplicadas.
Con base en los motivos expresados, esta Sala declara improcedente la
denuncia de interpretación errónea de los artículos 263, 274 y 282 del Código
de Procedimiento Civil, y así se decide.” (Sentencia de la Sala de Casación
Civil de fecha 15 de noviembre de 2002, en el juicio seguido por Central
Entidad de Ahorro y Préstamo C.A., contra la ciudadana Gladys Josefina
Trujillo, expediente N° 01-814).
Si en el procedimiento de ejecución de hipoteca, objeto de estas actuaciones,
se celebró un convenimiento judicial, y la recurrida al momento de ratificar la
homologación, aplicó los artículos 263 y 363 del Código de Procedimiento Civil,
lo hizo implementando normas que se adecuan al supuesto de hecho
planteado. En otras palabras, estos artículos son precisamente los que regulan
los efectos del convenimiento, y eran los aplicables al caso bajo estudio donde
se celebró tal medio de autocomposición procesal. Por ello, no hubo falsa
aplicación de estas disposiciones legales. Así se decide.
SCC 6-7-04
Ponencia del Magistrado Antonio Ramírez Jiménez. Exp. Nº 03-140, dec. Nº
556:
No es un convenimiento sino una transacción
De acuerdo con la norma transcrita, una vez que la demandada conviene en la
demanda se extingue el proceso, pues ésta se allana en lo pedido por el
demandante y, en consecuencia, procede la homologación del convenimiento.
Ahora bien, el Dr. Ricardo Henríquez La Roche, en sus comentarios al Código
de Procedimiento Civil, Tomo II, pág 315, en cuanto al artículo 263 señala que:
“...No puede haber convenimiento en la demanda -expresa la Corte-, sino más
bien transacción, cuando la admisión del demandado no es pura y simple como
sucede cuando después de admitir lo pedido en el libelo agrega una manera de
cumplimiento no indicada en éste, y que requiere, por tanto, el cumplimiento o
aceptación del actor para que quede perfeccionado y pueda ser homologado
por el Juez...” (cfr CSJ, Sent. 27-7-72, en Ramírez & Garay, XXXV, p.393; Sent.
9-5-85, en Ramírez & Garay, XCI, núm. 513).
De lo dicho por el fallo de la Corte se deduce como consecuencia que la
mayoría de los convenimientos son, en propiedad, transacciones, pues
normalmente se conceden plazos de gracia al demandado aun cuando la
deuda es morosa en su integridad. Se presupone la aquiescencia del actor,
cuando este se apropia los efectos del acto dispositivo y pide su ejecución...”
En el presente caso, la recurrida transcribe del folio 273 al 275, el acto en el
cual los codemandados convienen en la demanda en el momento de la
ejecución de la medida de embargo decretada y la parte actora da su
aceptación a los plazos para el pago de la deuda, que tal como lo indica la
jurisprudencia ut supra, se entiende tal convenio como una transacción al
basarse en reciprocas concesiones al quedar pendientes pagos entre las
partes.
En tal sentido, se evidencia de la recurrida que el juzgador ad quem no calificó
tal acto de convenimiento como pretende el recurrente, sino que en su motiva
dejó establecido como así lo homologó el de primera instancia que se trataba
de una transacción estableciendo sus razones de hecho y derecho para
declarar que no existían causas para la anulabilidad del referido acto de
composición procesal. Por tanto, resulta inaplicable al caso de autos el artículo
263 del Código de Procedimiento Civil, norma que prevé el convenimiento entre
las partes, por estar fundamentada la recurrida en una transacción.
SCC 29-7-03
Ponencia del Magistrado Antonio Ramírez Jiménez. Exp. Nº 03-230, dec. Nº
368:
El desistimiento de un recurso es irrevocable
Ahora bien, el referido apoderado judicial de los demandantes, en fecha 14 de
marzo de 2003, actuando bajo la vigencia de su mandato, diligenció en el
expediente para desistir del presente recurso de casación y, posteriormente, en
fecha 7 de abril de 2003, comparecieron sus mandantes y consignaron escrito
de formalización del presente recurso de casación, en el que solicitan a este
Alto Tribunal que, como punto previo, deseche tal desistimiento en virtud de no
gozar de su aceptación.
A tales fines, el artículo 263 del Código de Procedimiento Civil dispone,
expresamente, la irrevocabilidad del desistimiento aun antes de la
homologación del tribunal y, en tal sentido señala la citada norma lo que sigue:
“...En cualquier estado y grado de la causa puede el demandante desistir de la
demanda y el demandado convenir en ella. El Juez dará por consumado el
acto, y se procederá como en sentencia pasada en autoridad de cosa juzgada,
sin necesidad del consentimiento de la parte contraria.
El acto por el cual desiste el demandante o conviene el demandado en la
demanda, es irrevocable, aun antes de la homologación del Tribunal...”.
(Negrillas del texto y subrayado de la Sala).
Del detenido análisis de las actas procesales se infiere, que no habiendo sido
revocado el poder especial apud acta que le fue conferido por los demandantes
en fecha 23 de noviembre de 1999 al abogado Orlando Lagos Villamizar,
mediante el cual lo facultaron expresamente para desistir y, tomando en cuenta
que el acto del desistimiento del recurso o de la acción es en su esencia
irrevocable, hace que la solicitud formulada por los ciudadanos José Ángel
Becerra, Verónica Zambrano de Becerra, Gerardo García Fernández y Jaime
Ortega Chacón, resulte a todas luces improcedente, tal como se declarará en
forma expresa, positiva y precisa en el dispositivo del presente fallo.
SCC 30-4-04
Ponencia del Magistrado Antonio Ramírez Jiménez. Exp. Nº 04-159, dec. Nº
377:
Facultad expresa para desistir
C:\Decisiones tsj\scc\2004-1\Abril\RC-00377-300404-04159.htm
Ahora bien, el artículo 154 del Código de Procedimiento Civil, establece:
“El poder faculta al apoderado para cumplir todos los actos del proceso que no
estén reservados expresamente por la Ley a la parte misma; pero para
convenir en la demanda, desistir, transigir, comprometer en árbitros, solicitar la
decisión según la equidad hacer posturas en remates, recibir cantidades de
dinero y disponer del derecho en litigio, se requiere facultad expresa.”
(Resaltado y subrayado de la Sala)
En ese sentido, cabe señalar que si bien es cierto que las partes pueden poner
fin a sus respectivas pretensiones en cualquiera de las fases y grado que se
encuentre el proceso, no es menos cierto que para que adquiera validez formal
como acto de autocomposición procesal, es necesario que se tenga capacidad
procesal expresa pues constituye un acto que excede de la simple
administración ordinaria, por tanto el mandatario o apoderado judicial requiere
con mayor razón esa facultad expresa para poder ejercer actos, como ha
quedado verificado en el caso particular.
En este orden de ideas, el artículo 263 del Código de Procedimiento, establece:
“En cualquier estado y grado de la causa puede el demandante desistir de la demanda y el
demandado convenir en ella. El Juez dará por consumado el acto, y se procederá como
en sentencia pasada en autoridad de cosa juzgada, sin necesidad del consentimiento de la
parte contraria.
El acto por el cual desiste el demandante o conviene el demandado en la
demanda, es irrevocable, aun antes de la homologación del Tribunal”.
Costas
Por su parte el artículo 282 eiusdem, prevé:
“Quien desista de la demanda, o de cualquier recurso que hubiere interpuesto,
pagará las costas si no hubiere pacto en contrario...”
En ese sentido el penúltimo aparte del artículo 320 del mismo Código Procesal,
establece:
“...La condena en costas del recurso será obligatoria en caso de desistimiento...”
De la interpretación de las normas anteriormente transcritas, no obstante a que,
no existe una que expresamente permita el desistimiento del recurso de
casación, es indudable que las partes pueden y tienen el derecho de desistir
del recurso de casación, y así se ha dispuesto en situaciones similares.
En consecuencia, visto que en el presente caso se cumplieron todos los
extremos para que se dé por consumado el desistimiento, pues a la abogada
Ana Cecilia López Gil de Rosales, le fue otorgada expresamente la facultad
para desistir, esta Sala declara consumado el desistimiento del recurso de
casación y, en consecuencia, da por terminado el procedimiento del referido
recurso. Así se decide.

Artículo 264
Para desistir de la demanda y convenir en ella se necesita tener capacidad
para disponer del objeto sobre que verse la controversia y que se trate de
materias en las cuales no estén prohibidas las transacciones.
SCC 30-7-02
Ponencia del Magistrado Carlos Oberto Vélez. Exp. Nº 01-440, dec. Nº 342:
Si se discute capacidad para desistir debe abrirse articulación probatoria
Por su parte, el ad quem, resolvió:
“...El desistimiento es una declaración unilateral de voluntad del actor por el
cual abandona el procedimiento incoado para reclamar judicialmente algún
derecho. Para tal actuación nuestro ordenamiento jurídico requiere que el
actor tenga cualidad para ello. En efecto, el artículo 264 del Código de
Procedimiento Civil, establece:
(...Omissis...)
Se desprende de autos que el ciudadano Luis Erasmo Pérez Mosqueda, aportó
a los autos copia certificada del Acta de Asamblea General Extraordinaria de
Accionistas de Inversora e Inmobiliaria Habiexpe, C.A., de fecha 25 de octubre
de 2000, en la que se evidencia que en su carácter de Presidente de la
precitada sociedad de comercio, tiene la facultad para representar
judicialmente a la empresa y, dado que el desistimiento consta de manera
auténtica, se hizo pura y simplemente, de conformidad con lo dispuesto en el
artículo 263 ejusdem, esta Alzada le imparte la HOMOLOGACIÓN al
desistimiento de autos. Y así se declara. Cúmplase...”.
De las transcripciones hechas se observa que, 1) el co-demandado Luis
Erasmo Pérez Mosqueda, desistió de la oposición formulada por la tercera a la
medida cautelar; 2) que, el apoderado de la tercera opositora a lo largo del iter
procesal, se opuso a este desistimiento señalando que el co-demandado no
era el Presidente de ella y, solicitó la apertura de una articulación probatoria
para demostrar su dicho, a tenor de lo previsto en el artículo 607 del Código de
Procedimiento Civil y, 3) que, la Ciudadana Registradora Mercantil IV de la
Circunscripción Judicial del Distrito Capital y estado Miranda, mediante la antes
transcrita comunicación de 5 de diciembre de 2000, señala que el ciudadano
Luis Erasmo Pérez Mosqueda, no tiene cualidad ni como socio ni como su
representante legal.
Para decidir, la Sala observa:
De un detenido estudio realizado sobre las actas acreditadas al expediente, se
verifica la existencia de la petición formulada por el apoderado de la tercera
opositora, en relación a la apertura de una articulación probatoria con la
finalidad de demostrar que quien desistió no es el Presidente de la empresa
mercantil opositora a la medida cautelar.
Bajo estos presupuestos de hecho, estima la Sala, que estamos en presencia
de un problema de orden público procesal, dado que si el desistimiento fue
realizado por persona no apta para ello o por quien no representaba
suficientemente a la tercera opositora, dicho desistimiento sería nulo y sin
ningún valor jurídico, motivo por el cual debió haberse ordenado la articulación
probatoria solicitada y prevista en el artículo 607 del Código de Procedimiento
Civil.
Por otra parte, los principios relativos a la defensa de orden constitucional y el
debido proceso, imponen al juzgador dar aplicación a los principios procesales
de s a n e a m i e n t o , r e l e v a n c i a o t r a s c e n d e n c i a , d e n u l i d a d
esencial y el de la Obligatoriedad de los Procedimientos Establecidos en la Ley,
y como bien lo indica el procesalista, DEVIS ECHANDIA,
“…La ley nos señala cuáles son los procedimientos que se han de seguir para
cada clase de p r o c e so o para obtener determinadas
declaraciones judiciales, sin que les sea permitido a los particulares,
aún existiendo acuerdo entre todos los interesados en el caso, ni a las
autoridades o a los jueces modificarlos o pretermitir sus trámites”.
(DEVIS ECHANDIA, Hernando. Compendio de Derecho Procesal. Editorial
ABC: Tomo I, Décima Edición. Pág. 39, Bogotá 1985) (Negritas de la Sala)
A este respecto, la Sala, estableció en sentencia de 24 de febrero de 2000, lo
siguiente:
“...El artículo 320, cuarto aparte, del Código de Procedimiento Civil,
establece que “Podrá también la Corte Suprema de Justicia en su sentencia
hacer pronunciamiento expreso, para casar el fallo recurrido con base en las
infracciones de orden público o constitucionales que ella encontrare, aunque
no se les haya denunciado”.
Conforme a esta disposición legal, la Sala de Casación Civil tiene prerrogativa
para extender su examen al fondo del litigio, sin formalismos, cuando, a motu
propio, detecte la infracción de una norma de orden público o constitucionales.
Esta atribución puede ser ejercida por la Sala c o n o b j e t o d e m a t e r i a l i z a r
l a c o r r e c t a aplicación de la justicia, habida cuenta que el artículo 23 del
Código de Procedimiento Civil señala que “Cuando la ley dice: ‘el juez o
tribunal puede o podrá’, se entiende que lo autoriza para obrar según su
prudente arbitrio, consultando lo más equitativo o racional, en obsequio de la
justicia y la imparcialidad”.
(…Omissis…)
En consecuencia, declara que, en lo sucesivo, podrá casar de oficio los fallos
sometidos a su consideración, para lo cual sólo es necesario que se detecte en
ellos infracción de orden público y constitucionales como lo señala el artículo
320 del Código de Procedimiento Civil, ateniéndose siempre, claro está, a los
postulados del artículo 23 del Código de Procedimiento Civil. Así se decide...”.
Con fuerza a las anteriores consideraciones, habiéndose detectado en el
presente caso la existencia de la subversión del proceso, esta Sala conforme
ya se indicó, en resguardo del derecho a la defensa, al debido proceso y a la
garantía constitucional de imparcialidad, idoneidad y transparencia de la
justicia, estima prudente hacer uso de la casación de oficio, dada la duda
existente en cuanto a la validez o no del desistimiento formulado en nombre de
la tercera opositora Inversora e Inmobiliaria Habiexpe, C.A., por el ciudadano
Luis Erasmo Pérez Mosqueda, quien dice actuar en su carácter de Presidente
de la misma, por una parte y por la otra, la comunicación hecha por la
Ciudadana Registradora Mercantil IV de la Circunscripción Judicial del Distrito
Capital y estado Miranda, el 5 de diciembre de 2000; aunado a ésto, la falta de
pronunciamiento del Juzgador de Alzada, en lo atinente a la apertura de la
articulación probatoria solicitada que daría transparencia a cualquier decisión,
con lo cual la Sala estima pertinente darle aplicación al contenido y alcance del
artículo 320 eiusdem, para casar de oficio el presente fallo. Así se decide.
SCC 3-10-03
Ponencia del Magistrado Tulio Álvarez Ledo. Exp. Nº 02-399, dec. Nº 635:
Las facultades para convenir, desistir, transigir comprende disponer del
objeto del litigio
La Sala estima que la capacidad se refiere a la persona que es parte en el
contrato (el mandante), y el poder a las facultades de que está investido el que
la representa (el mandatario). Así, el artículo 1.714 del Código Civil dispone que
“...Para transigir se necesita capacidad para disponer de las cosas
comprendidas en la transacción...”.
Esta norma se refiere a la parte, no al mandatario o apoderado. Lo que
persigue el legislador es impedir que los contratos de transacción sean
celebrados por una persona incapaz, como es un menor de edad, un
entredicho, o un inhabilitado, lo que resulta acorde con la regla general prevista
en el artículo 1.143 del Código Civil, el cual dispone que “...Pueden contratar
todas las personas que no estuvieren declaradas incapaces por la Ley...”.
Por consiguiente, el mandante debe tener capacidad para disponer del objeto
comprendido en la transacción, y el mandatario debe tener facultad para
transigir, lo que comprende la potestad de disponer del objeto en litigio, y no
como sugiere el formalizante, quien interpreta que el poder, además de la
facultad para transigir, debe expresar la posibilidad de disponer del objeto del
litigio, como si fuesen cosas diferentes, lo cual es contrario a la ratio legis de la
indicada norma. Así en la Exposición de Motivos del Código de Procedimiento
Civil, se expresa que las figuras de autocomposición procesal, entre las que
está comprendida la transacción, están vinculadas al poder de las partes para
disponer del objeto de la controversia.
[…]
Finalmente, la Sala debe señalar que de conformidad con lo previsto en el
artículo 154 del Código de Procedimiento Civil, el apoderado debe tener
facultad expresa para convenir en la demanda, desistir, transigir, comprometer
en árbitros, solicitar la decisión según la equidad, hacer posturas en remate,
recibir cantidades de dinero y disponer del objeto en litigio.
En esta enumeración el legislador comienza mencionando los casos que
comprenden actos de disposición respecto de las cosas objeto de la
controversia, en que por supuesto incluye la transacción, y finalmente de forma
general encuadra cualquier otra forma de disposición del objeto en litigio, como
ocurre en la cesión de créditos litigiosos.
Con base en estas consideraciones, la Sala establece que la facultad expresa
para transigir comprende la de disponer del objeto en litigio, como fue
correctamente establecido por el juez de alzada.

Artículo 265
El demandante podrá limitarse a desistir del procedimiento; pero si el
desistimiento se efectuare después del acto de la contestación de la demanda,
no tendrá validez sin el consentimiento de la parte contraria.
SCC 6-10-00
Ponencia del Magistrado Carlos Oberto Vélez. Exp. Nº 99-605, dec. Nº 319:
Desistimiento del procedimiento
En ese orden de ideas, consta de autos que en diligencia del 1 de marzo de
1999, inserta al folio 527, el representante judicial de la demandante expuso:
“...Por cuanto la demandada de autos, a través, de su representante legal
Jorge Vivas, ha cancelado en partición y liquidación amigable, casi en la
totalidad los derechos y acciones de mi representada, desisto formalmente
del presente procedimiento de conformidad con el artículo 265 del Código de
procedimiento Civil. (...) solicito la homologación del presente desistimiento....”
(El resaltado es de la Sala)
Por su parte la recurrida, estableció:
“...Es cierto que la validez del desistimiento ‘después’ del acto de contestación
de la demanda, está condicionada al consentimiento del demandado. Ahora
bien, tal como se evidencia de autos y de la secuencia cronológica de las
actuaciones, el apoderado de la parte actora, suficientemente facultado para
ello, desistió del procedimiento con fundamento en el artículo 265 del Código
de Procedimiento Civil, antes que la parte demandada consignara el escrito de
contestación a la demanda, acto que realizó en la misma fecha del
desistimiento, pero con posterioridad al mismo....”
Bajo estos presupuestos de hechos, configurados en el caso en particular,
estima la Sala, que la representación judicial de la demandante, actuó
conforme a las facultades que le otorgara la misma, en el documento poder
inserto al folio 521 del expediente, tanto para desistir como para transigir y
disponer del derecho en litigio.
Ahora bien, de la interpretación que se hace sobre el cuestionado artículo 265
del Código de Procedimiento Civil, es indudable expresar, que al demandante,
legalmente, se le da la posibilidad de desistir del procedimiento,
condicionándosele a que, si dicho desistimiento se efectúa después del acto de
la contestación a la demanda, el mismo debe tener consentimiento de la parte
contraria para su validez, no pudiéndose arrogar interpretación distinta a la
claramente concebida. en el precitado artículo.
En el sub iudice, conforme ya se determinó, el desistimiento fue realizado antes
de que se efectuara la contestación a la demanda, por lo que sin duda alguna,
conforme a lo previsto en el precitado artículo, tal actuación es conforme a
derecho, siendo asi, es concluyente establecer que no hubo la interpretación
errónea que se acusa del ad quem.
Cabe destacar, que el recurrente argumenta la motivación de su denuncia,
sobre la existencia en el juicio, de una medida de secuestro decretada a
solicitud de la demandante; tal situación, considera la Sala, no puede afectar el
propósito y alcance del artículo en estudio, toda vez que necesariamente lo
accesorio sigue a lo principal, en este caso lo principal está circunscrito a que
la demandante desistió del procedimiento, por consiguiente las medidas
preventivas, acordadas en el juicio, quedan sin efecto de inmediato, por lo que
mal puede pretenderse, supeditar la homologación del desistimiento, a la
existencia de la medida decretada, estableciéndose condiciones distintas a las
previstas en la norma reguladora, ya comentada.
SCC 30-11-01
Ponencia del Magistrado Franklin Arrieche G. Exp. Nº 01-080, dec. Nº 380:
El demandante desistió del procedimiento y el juez se refirió a la acción
El formalizante aduce que su representada desistió del procedimiento, y el Juez
de la recurrida homologó un desistimiento de la acción que nunca ocurrió en la
realidad. Por tal razón, denuncia la falsa aplicación del artículo 263 del Código
de Procedimiento Civil, que regula el desistimiento de la acción, por no tener
relación con la situación de autos; y la falta de aplicación del artículo 265
ejusdem, que contempla el desistimiento del procedimiento, norma que si se
aviene con lo acontecido en el proceso y que debió aplicar el Juez Superior
para decidir el punto controvertido.
Para decidir la Sala, observa:
Al resolver la única denuncia de forma esta Sala estudió detenidamente la
sentencia recurrida, y concluyó que el Juez Superior homologó el desistimiento
del procedimiento, y que la mención tangencial que aparece en la recurrida en
torno al desistimiento de la acción, obedece a un error material o lapsus calami
intrascendente, que no tiene la entidad para acarrear la nulidad del fallo.
Pues bien, tales motivaciones son suficientes para desestimar esta denuncia,
pues el Juez Superior aplicó a la situación narrada, precisamente el artículo
265 del Código de Procedimiento Civil, al homologar el desistimiento del
procedimiento que realizó la parte actora.
Luego, lejos de infringir las normas denunciadas, les dio cabal aplicación en la
misma forma en que lo considera adecuado el formalizante.
Artículo 266
El desistimiento del procedimiento solamente extingue la instancia, pero el
demandante no podrá volver a proponer la demanda antes que transcurran
noventa días.
SCC 7-11-03
Ponencia del Magistrado Carlos Oberto Vélez. Exp. Nº 02-435, dec. Nº 674:
Sanción sólo es aplicable en sus términos
Se observa que el ad quem al declarar que, “...habiéndose declarado
inadmisible una causa contenida en el expediente número 13.444, la
cual quedó extinguida por no haberse ejercido el recurso de
apelación, lo que trajo como consecuencia jurídica el desistimiento
del procedimiento y la imposición de la sanción prevista en el
artículo 266 del Código de Procedimiento Civil ...”, ciertamente infringe
por falsa aplicación el citado artículo 266 eiusdem, ya que la
sanción prevista en ese artículo sólo es aplicable a aquellos
casos de desistimiento del procedimiento realizado por el
demandante, de conformidad con lo previsto en el artículo 265 y
siguientes del Código Adjetivo. Esto dicho en otras palabras significa
que, el error de juicio en el que realmente incurrió el juez de alzada se
patentizó al equiparar la no apelación de una decisión que declaró
inadmisible una demanda, con el desistimiento del procedimiento por parte
del accionante; en el primer caso, el juicio nunca se inició y el hecho de
que las partes no ejerzan el recurso procesal subjetivo de apelación, lo
cual es una facultad, debe entenderse como aceptación de la decisión
jurisdiccional correspondiente, más nunca, que se desiste del
procedimiento; y, en el segundo (el desistimiento del procedimiento),
iniciado éste, el actor expresamente manifiesta su voluntad de no seguir con la
causa, situación que sí conlleva a la aplicación de la sanción prevista
en el referido artículo 266 ibidem.

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