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Sergio Nicanoff
1Como ejemplo acabado de estas perspectivas ver: Waisman, Carlos, La inversión del desarrollo
en la Argentina, Buenos Aires, Eudeba, 2006 y Díaz Alejandro, Carlos, Ensayos sobre la historia
económica argentina, Buenos Aires, Amorrurtu, 1983.
persistencia de la conflictividad social, por más esfuerzos que se hagan para
minimizarla, pone en evidencia que el famoso “granero del mundo” no garantizaba
ni siquiera un plato de comida diario para muchos de los que habitaban su territorio.
Eso hace ostensible que la discusión a dar no es sólo sobre cómo se genera riqueza
sino alrededor de cómo se distribuye esa riqueza y que clases resultan realmente
favorecidas en estos procesos.
En segundo lugar, la economía agroexportadora sometió el país a variables
externas como la demanda de materias primas y alimentos o la inversión de
capitales extranjeros y construyó un mercado interno y una industria totalmente
subordinados al sector exportador. Eso aumentó la dependencia de Argentina y
mostró sus efectos devastadores cuando la coyuntura mundial se modificó. Al
mismo tiempo, el control de áreas estratégicas por parte del capital extranjero marcó
un proceso de modernización que se realizó siguiendo los intereses externos y no
los de un desarrollo propio. Por ejemplo, los ferrocarriles que se tendieron aquí
siguieron una lógica radial teniendo como eje el puerto, sin integrar las regiones
entre sí –a diferencia del trazado europeo– lo que tuvo consecuencias enormes en
el desarrollo de una economía deformada y capitalista dependiente, que fue la que
se consolidó en esta etapa.
Una demostración de esto que afirmamos es el desarrollo desigual del interior
frente a la más dinámica región pampeana. Esta desigualdad sustentó –y sustenta–
que la mayoría de la población sea urbana y resida en Buenos Aires y el conurbano
bonaerense, mientras que muchas regiones del interior expulsan permanentemente
mano de obra y gran parte de sus habitantes se ven obligados a vivir del empleo
público o se encuentran desempleados o subocupados. Si esa estructura
deformada se siguió consolidando con las sucesivas fases de desarrollo del
capitalismo dependiente, las bases de esa deformación se profundizaron en la etapa
que aquí abordamos.
En tercer lugar, la concentración de la tierra en pocas manos bajo la gran
propiedad latifundista y el consiguiente control de una minoría social sobre la
producción y distribución de alimentos, se terminó de edificar en el período que aquí
reseñamos. La implicancia de esto en la dinámica posterior de la historia Argentina
–plena de crisis económicas cíclicas, agudos procesos inflacionarios y disputa
alrededor de la renta agraria– salta a la vista.
Finalmente señalemos que, si todo Estado articula la dominación y genera las
condiciones para hacerla posible, al ser la Argentina un país capitalista dependiente
de desarrollo desigual y combinado, eso se manifiesta e interioriza en el tipo de
estructura estatal que emerge a fines del siglo XIX. Es un tipo de Estado cuyas
acciones se encuentran sobredeterminadas por su inserción dependiente en el
mercado mundial y la naturaleza desigual del sistema mundo.
El recorrido que hemos realizado hasta aquí denota la complejidad de los
procesos históricos abordados y de categorías como el Estado. Como vemos, las
implicancias de esos procesos continúan en debate y las posturas diferentes
existentes en las ciencias sociales remiten a visiones contrapuestas, presentes en
la sociedad y en el debate político actual. Ninguna de estas cuestiones es ajena a
nuestras vidas cotidianas y su presencia, explícita o velada, se proyecta sobre cada
uno de nosotros/as. (…).