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Estado y modelo agroexportador: un debate sobre sus

consecuencias en la historia (*)

Sergio Nicanoff

Es el momento de recapitular y reflexionar sobre las consecuencias del tipo de


Estado y de economía agroexportadora que se elaboró en ese largo proceso. Las
visiones de las ciencias sociales que realizan un panegírico de las bondades del
modelo y de las virtudes de la burguesía agraria 1 exaltan el crecimiento de ciertos
indicadores de la economía Argentina, tales como el crecimiento del PBI, la renta
Per Cápita, la expansión del comercio exterior –haciéndose eco del mito de la
Argentina como granero del mundo– así como de indicadores de consumo como la
alta compra de automóviles en el mercado interno. De la misma manera, festejan la
modernización económica y el progreso que, según estas miradas, serían el
corolario de este proceso. El deterioro de la Argentina fue posterior y fruto del
abandono de esta senda de desarrollo, dada por la integración al mercado mundial
y su apertura comercial. Además, el conflicto social es enfocado, desde estas
perspectivas, como una problemática a lo sumo secundaria. Según estos autores,
el modelo permitió amplias posibilidades de ascenso social para buena parte de las
clases populares, así como el Estado se mostró eficaz en la resolución de las
demandas de apertura política, como lo evidenció la sanción de la Ley Sáenz Peña.
Una visión que se pretenda crítica de la historia, enfoque que aquí
reivindicamos, debería señalar de manera contrapuesta algunas cuestiones, parte
de las cuales –aunque sea parcialmente– hemos mencionado.
En primer lugar, el Estado resultante de estos procesos y la nueva estructura
económica y social que éste contribuyó a crear, se edificaron sobre la base de
genocidios, cuyas consecuencias se mantienen presentes hasta hoy. Las
justificaciones más o menos veladas de éstos, sobre la base discursiva de lo
inevitable de los procesos históricos y del progreso, no son más que
manifestaciones del eurocentrismo y la colonialidad del poder que describimos
anteriormente, apenas revestidas de un barniz pretendidamente objetivo. Es decir
que son elaboraciones funcionales al poder dominante. El Estado y la sociedad
emergente de esa etapa está surcado por esos mecanismos de colonización del
patrón de poder y sus efectos continúan vivos en múltiples sentidos.
Lo mismo se puede afirmar para el tratamiento del conflicto social entre los
trabajadores, el capital y el Estado, que tienen estas concepciones. Notemos que la

1Como ejemplo acabado de estas perspectivas ver: Waisman, Carlos, La inversión del desarrollo
en la Argentina, Buenos Aires, Eudeba, 2006 y Díaz Alejandro, Carlos, Ensayos sobre la historia
económica argentina, Buenos Aires, Amorrurtu, 1983.
persistencia de la conflictividad social, por más esfuerzos que se hagan para
minimizarla, pone en evidencia que el famoso “granero del mundo” no garantizaba
ni siquiera un plato de comida diario para muchos de los que habitaban su territorio.
Eso hace ostensible que la discusión a dar no es sólo sobre cómo se genera riqueza
sino alrededor de cómo se distribuye esa riqueza y que clases resultan realmente
favorecidas en estos procesos.
En segundo lugar, la economía agroexportadora sometió el país a variables
externas como la demanda de materias primas y alimentos o la inversión de
capitales extranjeros y construyó un mercado interno y una industria totalmente
subordinados al sector exportador. Eso aumentó la dependencia de Argentina y
mostró sus efectos devastadores cuando la coyuntura mundial se modificó. Al
mismo tiempo, el control de áreas estratégicas por parte del capital extranjero marcó
un proceso de modernización que se realizó siguiendo los intereses externos y no
los de un desarrollo propio. Por ejemplo, los ferrocarriles que se tendieron aquí
siguieron una lógica radial teniendo como eje el puerto, sin integrar las regiones
entre sí –a diferencia del trazado europeo– lo que tuvo consecuencias enormes en
el desarrollo de una economía deformada y capitalista dependiente, que fue la que
se consolidó en esta etapa.
Una demostración de esto que afirmamos es el desarrollo desigual del interior
frente a la más dinámica región pampeana. Esta desigualdad sustentó –y sustenta–
que la mayoría de la población sea urbana y resida en Buenos Aires y el conurbano
bonaerense, mientras que muchas regiones del interior expulsan permanentemente
mano de obra y gran parte de sus habitantes se ven obligados a vivir del empleo
público o se encuentran desempleados o subocupados. Si esa estructura
deformada se siguió consolidando con las sucesivas fases de desarrollo del
capitalismo dependiente, las bases de esa deformación se profundizaron en la etapa
que aquí abordamos.
En tercer lugar, la concentración de la tierra en pocas manos bajo la gran
propiedad latifundista y el consiguiente control de una minoría social sobre la
producción y distribución de alimentos, se terminó de edificar en el período que aquí
reseñamos. La implicancia de esto en la dinámica posterior de la historia Argentina
–plena de crisis económicas cíclicas, agudos procesos inflacionarios y disputa
alrededor de la renta agraria– salta a la vista.
Finalmente señalemos que, si todo Estado articula la dominación y genera las
condiciones para hacerla posible, al ser la Argentina un país capitalista dependiente
de desarrollo desigual y combinado, eso se manifiesta e interioriza en el tipo de
estructura estatal que emerge a fines del siglo XIX. Es un tipo de Estado cuyas
acciones se encuentran sobredeterminadas por su inserción dependiente en el
mercado mundial y la naturaleza desigual del sistema mundo.
El recorrido que hemos realizado hasta aquí denota la complejidad de los
procesos históricos abordados y de categorías como el Estado. Como vemos, las
implicancias de esos procesos continúan en debate y las posturas diferentes
existentes en las ciencias sociales remiten a visiones contrapuestas, presentes en
la sociedad y en el debate político actual. Ninguna de estas cuestiones es ajena a
nuestras vidas cotidianas y su presencia, explícita o velada, se proyecta sobre cada
uno de nosotros/as. (…).

[*] El siguiente texto es un extracto de la siguiente bibliografía: “El Estado Moderno:


apuntes para el estudio de sus características”, Sergio Nicanoff.
https://docs.google.com/viewer?a=v&pid=sites&srcid=ZGVmYXVsdGRvbWFpbnxzb2
NpZWRhZHllc3RhZG9ja2d8Z3g6MWEzYTY3MDgwYmYxN2Q5Ng

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