Experiencias significativas y no significativas de mi entorno escolar.
Estiven Trujillo Tobón.
Antropología Pedagógica. Universidad de Antioquia, Seccional Oriente. Durante mi bachillerato, tuve la grata experiencia de tener a una maestra que, en sus clases, implementaba una metodología titulada “construcción colectiva de saberes en la educación religiosa escolar”, la cual se hizo merecedora de reconocimiento nacional por parte del Premio Compartir al Maestro, el cual hace homenaje a docentes y sus experiencias significativas en el aula. Su trabajo parte de la necesidad de darle más dinamismo al área de religión, ya que esta área no goza o no gozaba de una buena reputación dentro del sistema educativo colombiano.
El fin de la construcción colectiva de saberes se enfoca en reivindicar el trabajo cooperativo
como uno de los pilares fundamentales en la consolidación de una sociedad que, cimentada en prácticas de respeto y en la elaboración de buenas ideas, busca su auto-mejoramiento constantemente. En los grupos cooperativos, cual estructura política organizada, cada uno desempeña un rol, que va desde líder hasta el utilero, con unas funciones específicas. Cuando se hacía reunión de equipo, el relator se ocupaba de redactar un acta con todo lo sucedido. El plan de trabajo consistía en que, a cada equipo, luego de que la maestra diera una serie de temas (el cual debíamos problematizar); cada uno desplegaba sus capacidades en investigación, en curiosidad y en creatividad, para luego hacer una puesta en común (lo más ingeniosamente posible) del resultado de las investigaciones realizadas.
Esta experiencia es digna de repetir y reproducir, ya que da un papel protagónico al
estudiante y puede, desde su aprendizaje traído de afuera, potencializarse y confrontarse en un tejido colectivo de saberes que busca dignificar el proceso de trabajar desde el encuentro con el otro, desde sus diferencias y capacidades, dejando de lado la tendencia de crear homogeneidad donde no la hay; también me resulta sumamente relevante dicho proceder en el aula de clase, puesto que desde ahí pude ver y concienciarme de lo altamente necesario y fructífero que resulta el trabajar en equipo, para que el sujeto encuentre una forma de realizarse desde lo comunitario.
En cuanto a experiencias no significativas, me resultaba intolerable que se confundiera
cantidad de tareas con una buena calidad educativa. No había tiempo suficiente para asimilar contenidos, debatirlos o confrontarlos en el aula de clase de acuerdo con la exuberante proporción de tareas asignadas por área. Lo que se recibía, y se recibe, era una recompensa extrínseca a esas tareas, que, de una u otra forma, demandaban más tiempo de lo normal y todo para que se quedaran en el cuaderno, no para que fuese una experiencia de aprendizaje memorable.