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LA MATANZA DE FORRAHUE

La Historia oficial de Chile, aquella hecha de héroes y sucesos memorables que se enseñan en los
colegios y universidades, la que conmemora efemérides y nombres ilustres, está construida sobre
olvidos y negaciones premeditadas. Es un espacio mítico donde no tienen cabida las matanzas
obreras ni el despojo de tierras y matanzas de los pueblos originarios, onas, yaganes, huilliches,
mapuches, rapanui, etc. Esos acontecimientos no construyen historia, no aparecen en las páginas de
los textos escolares, ni fueron recordados en este bicentenario. Para la Historia oficial son
acontecimientos esporádicos y aislados, casualidades ocurridas en la construcción de una sociedad.
Pero durante el siglo XX correspondían a la lógica de represión de una justicia, ejército y policías al
servicio de las oligarquías gobernantes.

Una de las tantas desconocidas matanzas de obreros o pueblos originarios sucedidas en Chile
ocurrió un 19 de octubre de 1912 cuando salió desde Osorno un contingente de 45 soldados del
regimiento carabineros y policías, todos al mando del mayor Julio Frías iban con rumbo al sector
Forrahue, ubicado a 15 Km al oeste de Osorno, los acompañaba un periodista del periódico osornino
“El Progreso” (de tendencia liberal) y el preceptor judicial Guillermo Soriano encargado de fiscalizar
el desalojo de un grupo de familias Huilliche, “ocupantes ilegales” de terrenos del Fundo Forrahue.
La orden de desalojo fue dictaminada a favor del particular Atanasio Burgos Villalobos que decía ser
propietario de los terrenos adquiridos fraudulentamente por su padre, y había logrado obtener una
sentencia judicial para expulsar a los Mapuche del Sur, de las tierras que ancestralmente habían
habitado.
Por esos días el Cacique Nailef; Apo Ülmen en lengua huilliche, de la jurisdicción de Rahue,- a quien
Atanasio Burgos había amenazado con sacarle la cabeza (y patearla), si presentaba el caso a las
autoridades-, se encontraba en Santiago haciendo todas las gestiones posibles para evitar el
desalojo. Lamentablemente, las gestiones del Apo Úlmen no impidieron los trágicos sucesos
posteriores.
A las siete y media de la mañana soldados y policía llegaron hasta las casas del fundo Forrahue
donde esperaban 25 carretas que acarrearían las pertenencias de los desalojados, desde allí el
contingente policial se dirigió hasta la ruka de Juan Acum, la primera y más grande de las 18 casas
del asentamiento huilliche que iba a ser desalojado. El mayor Frías ordena a una patrulla adelantarse
y explorar el lugar. Los exploradores informan que los weichafü, guerreros, estaban concentrados en
la casa de los Acum y que el camino se encuentra bloqueado con grandes troncos. Con yuntas de
bueyes despejan el camino y logran acercarse a su objetivo. Frías ordena a quince soldados que
desmonten y armados con sus carabinas máuser, disponerse en formación de tiradores. La vivienda
de Juan Acum se encontraba al fondo de una ladera, rodeada de “barricadas” para impedir el paso
de carabineros.
La estrategia de defensa de los indios huilliches consistió en ubicar fuera de la casa de los Acum a
algunas mujeres y niños provistos de garrotes para un enfrentamiento cuerpo a cuerpo. Pensaban
que los soldados, sin disparar, tratarían de capturarlos y alejarlos de la casa. La mayor parte de los
adultos se parapetaron dentro de la casa esperando la entrada de militares y policía. En total eran 25
weichafü, guerreros, dispuestos a resistir el desalojo. Según el informe del mayor Frías, leído por el
Ministro del Interior el 21 de octubre de 1912 en la Cámara del Senado, los huilliches refugiados en
la casa estaban armados de “armas de fuego, otros con palos i horquetas i algunas mujeres con
tiestos de agua caliente [sic]”. En el recuento de armas, realizado después de la matanza, se
descubrió que los Mapuche tenían “cuatro escopetas, un rifle, siete cuchillos, una lanza antigua, tres
machetes, dos hechonas, una hacha, un fierro largo, un martillo i cuarenta i tres garrotes [sic]”.
El mayor Frías ordenó fuera leída en voz alta la orden de desalojo mientras los soldados se
acercaban a la vivienda y a una distancia de quince paso pidió a los huilliches que salieran de la ruka
sin resistirse al operativo judicial, y que cualquier acto de defensa sería inútil y traería fatales
consecuencias. En su informe escribió:“los indios me contestaban diciéndome que estaban todos
dispuestos a morir i que ni siquiera me atreviera siquiera a atacarlos [sic]”. Transcurrieron diez
minutos hasta que dio a los soldados y policías la orden de desalojar a los “usurpadores”; y se
abalanzaron sobre las mujeres y los niños que estaban fuera de la casa para retirarlos de la línea de
fuego. Pero las malgen y los pichikeche, - mujeres y niños -, resistieron heroicamente logrando herir
a algunos carabineros. Entonces salen de la casa dos fornidos wentru (hombres). Uno de ellos era
Francisco Acum, el periodista de “El Progreso” escribió que acum: “haciendo un verdadero derroche
de fuerza echó a tierra a sus contrincantes, en vista de lo cual, se abalanzaron otros tres
carabineros, logrando de amarrarlo después de acertarle algunos golpes en diversas partes del
cuerpo [sic]”. Según Frías y el periodista de “El Progreso”, durante la reyerta se produce un disparo
desde el interior de la ruka que hiere en el abdomen a un sargento de carabineros de apellido Arias,
quien en ese mismo instante recibía un garrotazo en la cabeza por parte de una malgen. Nunca se
pudo determinar si la bala que hirió a Arias fue un disparo realizado por algún huilliche o fue
realizado por otro carabinero. Aparte del sargento Arias, resultaron heridos otros seis carabineros por
garrotazos y quemaduras con agua caliente.Al ver que la resistencia no mermaba, el mayor Frías
ordenó a su tropa hacer la primera descarga de máuser al interior de la vivienda. Según el mismo
oficial, después de esta primera descarga huilliches, armados, salen de la casa y huyen hacia el
monte sin hacer fuego sobre ellos. Esto último es, por lo menos, extraño: si tenían armas para
defenderse, ¿Por qué no las emplearon? ¿O es que dichas armas nunca existieron?
Sordo a los gritos desgarradores que salían desde el interior de la vivienda. Frías ordenó una
segunda descarga, y por la cantidad de muertos y heridos es probable que se hubiera realizado una
tercera descarga, según afirmaron algunos testigos. Una vez que cesaron los disparos, carabineros y
policías ingresan a la ruka de los Acum. El periodista de “El Progreso” de Osorno escribió: “Sobre
aquel sinnúmero de cadáveres y heridos, que habían quedado tendidos en el suelo, lograron
después reducirlos, comprobándose que algunos de ellos estaban heridos y, sin embargo luchaban.
La bravura de los indios, es verdaderamente innarrable, pues si una gota de sangre les queda en sus
venas, la pierden defendiendo su causa. El cuadro que presentaba la habitación, repleta de muertos
y heridos era desgarrador, horroroso. La sangre, humeante, aun corría por todas partes”. Frías
también destacó la valentía Huilliche defendiendo su tierra usurpada, en declaraciones al periódico
santiaguino “La Unión” (ligado al partido Conservador), el 30 de octubre de 1912, afirmó: “Y la
bravura de la mujer indígena es más grande aún que la de los indios. Hasta los niños! En vez de
asustarse de las balas, miraban todo con la mayor impasividad… Ninguno se rindió! Qué raza!” Una
descendiente de un testigo contaba que: “ Uno de los Acum estaba escondido en un hoyo de esa
casa. Llegaron, dispararon, los mataron. Este viejito se estaba haciendo el muerto y de repente entra
un teniente a taparlo, a darle un puntapié y el viejito se levanta con su palo y le planta un palo al
teniente. Y en eso el teniente le mete como cuatro o cinco tiros, lo dejó allí mismo al pobrecito”.
A media tarde carabineros y policía en las carretas traídas para el desalojo cargaron a los muertos,
heridos y prisioneros y los llevan hasta la casa del usurpador Burgos, donde los heridos reciben
atención médica. Los soldados y policías continuaron con los desalojos en las otras casas, sin
encontrar mayor resistencia por parte de los, una vez más, humillados y pisoteados Huilliches.
Al terminar la represión la tropa regresa a Osorno llevando ocho carretas cargadas de prisioneros,
heridos, muertos.

Como consecuencia de este brutal desalojo, 15 Huilliches perdieron la vida: 8 mujeres y 7 hombres.
Entre estos quince weichafü se encontraba un niño de tan sólo 11 años y tres mujeres embarazadas.
10 hermanos Huilliches resultaron heridos. El juez a cargo de la investigación determinó que ese 19
de octubre los soldados y policía efectuaron de 20 a 25 disparos. Cifra que se desmiente por si
misma al saber que los hulliches heridos tenían 24 heridas de bala y si consideramos a los 15
Mapuche ejecutados extrajudicialmente confirmamos que la justicia, al igual que la historia oficial que
en su desmemoria oculta estos sucesos, se escribe según como desean los poderosos. Un
periodista del diario santiaguino “La Unión” que visitó Forrahue, acompañando a los dirigentes de la
Sociedad Caupolicán (que tuvo una postura vergonzosa frente a los hechos acaecidos), contabilizó
un mínimo de 60 disparos. En la edición del 21 de octubre de 1912 del periódico “La Unión” se
lee: “Las tablas de la cocina o pieza común donde se concentraron los indios han sido desprendidas
o macheteadas en los puntos donde dieron los disparos, precaución tomada por los carabineros para
borrar las huellas, según dijeron los indios”.
Fotografías: en el
blog http://dearpatagonia.com/wordpress/?p=1428
Más información sobre los pueblos originarios en el
blog:http://millalikan.blogspot.com/

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