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El rito se latinizó mucho entre el 500 y el 700. En este siglo, sin embargo, se ha
emprendido una obra de purificación de los excesivos latinismos del pasado codificada
por el sínodo de Grottaferrata de 1940 y gracias a la mejor formación del clero en el
Colegio Griego de Roma, dirigido por benedictinos belgas. La lengua litúrgica de base al
menos en algunas ceremonias solemnes, es el griego. Recientemente se han introducido
el italiano y el albanés, tanto para toda la Divina Liturgia como para ciertas partes del
oficio. La música psáltica neobizantina va felizmente acompañada de melodías locales
griegas y albanesas. El influjo latino se nota todavía en la fuerte reducción del oficio, en
la Divina Liturgia ferial leída, dialogada y sin canto, en el estilo occidental de las iglesias,
en el uso (en disminución) de las estatuas y, en ocasiones, del armónium, en el bautismo
por infusión, en la penitencia en el confesonario, en la celebración eucarística en
cuaresma, con la consiguiente desaparición o reducción de los Presantificados.
El movimiento litúrgico registra ciertos progresos; una nueva corriente iconográfica de
pintores autóctonos, junto a otros provenientes de Grecia, está proveyendo
gradualmente los lugares de culto de buen arte litúrgico de tradición neo-bizantina. No
faltan las publicaciones tanto científicas (Bolletlino de la abadía griega de Grottaferrata)
como de alta divulgación (revista y cuadernos de Oriente Cristiano de Palermo). La
iglesia concatedral griega del almirante (Martorana) en Palermo se ha convertido en un
interesante centro de contacto ecuménico entre fieles greco-ortodoxos e ítalo-albanos
greco-católicos, que se unen en el canto de la común Divina Liturgia.