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A RT E S A P L I C A DA S

Y U K I K O M U R ATA

La vajilla de las
estaciones
“La vajilla para comer es
lo que el kimono al vestir”

R
ecuerda que lo decía un
conocido ceramista-cocinero
japonés. Se trata de vestir del
mejor modo una mesa. “Es como el
armario ropero, lo abres y piensas:
¿hoy qué me pongo y cómo lo com-
bino?”. Si en Occidente la comida es
En Japón, el paso de una temporada a otra lo anuncia el cambio de color de los
protagonista y el plato neutro, en Ja-
árboles o la floración del cerezo; pero también el servicio de mesa. El auge de su
pón persiguen la armonía entre con-
gastronomía y de la cerámica nos acerca a esa bella tradición. Con cuatro
tenido, contenedor y el conjunto de
ceramistas japonesas afincadas en nuestro país descubrimos este arte cotidiano
la vajilla. En una ágape para cuatro
Realización Marta Rodríguez comensales conviven entre 24 y 28 piezas al tiempo. “Es casi como una insta-
lación artística sobre la mesa”, afirma. Un arte efímero con muchos seguido-
res: los cocineros son muy aficionados a visitar exposiciones de ceramistas,
con los que les gusta colaborar. “Algunos crean nuevas recetas inspirados por
la vajilla”, señala Yukiko, quien hace más de una década imparte cursos sobre
cerámica en la Escuela Massana de Barcelona. Y explica que la llegada de la
primavera o el otoño en Japón es motivo de auténtico regocijo. “Mi madre
colocaba una ramita de sakura, la flor del cerezo, como soporte de palillos y
anuncio del cambio de estación. A través de su mesa aprendí la belleza”,
rememora. En su obra cerámica no distingue entre utilitaria o escultural, y tie-
ne muy en cuenta la sostenibilidad y la reutilización de residuos de esmaltes.

K AT S U E KUSUMI
“Me inicié en la cerámica para hacer mi propia vajilla”

S
e formó en Bellas Artes en Japón, pero su primera vajilla, la propia, la
modeló en Barcelona, donde hoy trabaja para los mejores restaurantes:
El Celler de Can Roca, Alkimia, Abac... “Me gusta colaborar con cocine-
ros, no dicen ‘quiero un bol’, sino, ‘he hecho este plato y necesito un soporte’.
Así, puedo entrar en el proyecto y vestirlo”, comenta. Sus hábiles manos son
capaces de transmitir a una pieza de barro la delgadez y finura propias de la
porcelana. Le agrada lo monocromo, en blanco –herencia del papel al que se
enfrenta el artista– o en negro satinado. Lleva la cerámica en los genes. “En
Japón es habitual disponer de uno o dos armarios repletos de vajilla –explica–.
Mi madre tiene cuatro, con cuencos de hasta una treintena de tamaños y
diseños diferentes. Destinamos la misma energía
para cocinar que para elegir la vajilla”.

Cuencos pertenecientes a la extensa


y variada vajilla que atesoran en el
restaurante japonés Robata, en Barcelona.
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A RT E S A P L I C A DA S
º
C H I S ATO K U R O K I
“Es un arte conjunto entre vajilla y cocina”

E
n Japón la cerámica está sumergida en la vida cotidiana –señala
Chisato– y entre los cocineros profesionales también suscita gran
interés”. Cada especialidad tiene su base, aunque abundan las formas
libres al no ser necesario cortar los alimentos, que llegan troceados a la me-
sa. Chisato observa como la ceremonia del té ha influenciado la vajilla, hasta
el punto que hay ceramistas consagrados únicamente al cuenco de té. “En
nuestro país –indica– a diferencia de Europa, no separamos tanto la naturale-
za de lo humano. Sentimos que formamos parte de ella”. Tampoco disgregan En el esmalte
‘karatsu’, con
el arte y lo útil. Chisato recuerda que en la fiesta hanami (“contemplar las flo-
larga tradición,
res”) celebran con amigos, familia y empresa, la llegada de la primavera con el tono blanco
un banquete bajo los cerezos en flor en parques públicos y templos. Pa- roto se sobrepone
ra la ocasión es habitual transportar la comida en cajas sobre otro color
distinto. En primavera y verano predominan los tonos claros
apilables realizadas con laca japonesa pigmentada en y suaves. La porcelana fina, el cristal o el color azul
rojo y negro, una laboriosa técnica que denota no- cielo imprimen frescor visual a platos y cuencos.
bleza y lujo. De su propio trabajo desta-
ca las bandejas modeladas con plan- “En Japón se come con los cinco sentidos. Al final, sobre la
cha. Mediante mallas y arpilleras
mesa no queda un plato blanco sucio, sino una pequeña obra
imprime huellas y genera textu-
ras. Le agradan las formas senci-
de arte utilitaria, donde emergen otros tonos y texturas”
llas, los esmaltes negros, mates

EN CLAVE JAPONESA
o brillantes, como base de la co-
mida. “El negro es elegante y fácil
de elegir, igual que la ropa”, concluye.

“El valor de una pieza fracturada se


En otoño abunda lo pictórico con
multiplica tras su restauración con la la hoja como motivo recurrente.
MOTOKO ARAKI técnica ‘kintsugi’. Las grietas se cohe- Los tonos oscuros y el mayor
grosor de los cuencos dan calidez
sionan con resina y recubren con oro” a la vajilla durante el invierno.
“Tras comer emerge
la pieza y se disfruta más”

V
aloramos mucho la cerámica
hecha a mano, expresa vida
y calidez. Tenemos un gran
cariño hacia la vajilla y la tratamos
con delicadeza”, apunta Motoko;
quien resalta la importancia de la
base de los cuencos, aparentemente
insignificante, pero donde se revela
Cuenco reconstruido
el carácter del autor. En la manufac- con ‘kintsugi’, técnica
tura de un bol de té se distinguen que goza de gran
hasta diez partes y más de una do- prestigio.
cena de perfiles, en una gradación
que va de la boca cerrada a muy
abierta, para preservar el calor del
alimento o refrescarlo. “Cuando es- “Los palillos de madera en
toy modelando un bol –admite–, soy consciente de cada una de esas par-
tes”. En su quehacer apuesta por las piezas desiguales, con textura e inte-
contacto con la cerámica
rior suave. Usa pigmentos naturales y modela con barro rojo o gres blanco,
contribuyen a una cultura
evitando el tono uniforme. Le gusta “deformar” la pieza a propósito, darle de sonidos amortiguados”
un toque para que emerja su personalidad.

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