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Ayuno de Ramadán, uno de los pilares del Islam

Xabier Pikaza
A. Aya.
B. J. F. Durán

http://blogs.periodistadigital.com/xpikaza.php
06.06.16
Entre hoy y mañana (5-6 VI 2016), comienza el
Ramadán, mes de ayuno de los musulmanes, una
institución que forma parte de los cinco grandes pilares
de la religión, que son los siguientes:
1. La Sahada o confesión de fe. Musulmán es un
hombre o mujer que se confiesa sometido a Dios, y así
lo proclama con la Sahada (sólo Allah es Dios, y
Muhammad su profeta). Esto es lo primero, lo más
importante: El reconocimiento absoluto de Dios, la
sumisión a su voluntad creadora, a la Vida que es su
vida.
2. Azalá, oración. La comunidad se funda en la plegaria,
que los fieles deben repetir cinco veces al día
(amanecer, mañana, mediodía, tarde y noche),
inclinándose ante el Dios poderoso. Cada uno ante
Dios, sometido a su Poder, todos juntos, en filas, con los pies descalzos, ante la absoluta
Majestad.
3. Limosna y/o justicia social. En el principio del movimiento del Islam está la condena
profética de Muhammad contra la injusticia de los ricos comerciantes de la Meca. Por eso,
él situó en el centro de su proyecto religioso una fuerte exigencia de participación social,
un mandamiento de 'limosna' o tributo social en favor de los necesitados.

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4. Ayuno. Más que de ayuno en sentido
ascético, es mes de recreación social y
encuentro con Dios: cesan las actividades
ordinarias, de día se duerme u ora; de noche se
celebra el misterio de la vida (relaciones
afectivas y familiares, comida compartida...). .
"Durante el ayuno os es lícito por la noche
uniros a vuestras mujeres: son vestidura para
vosotros y vosotros lo sois para ellas... Comed y bebed hasta que a la alborada pueda
distinguirse un hilo blanco de uno negro. Luego observad un ayuno riguroso hasta la caída
de la noche" (Corán 2, 183.185.187).
Largos años he enseñado el Islam en una facultad de Teología Católica, y en la facultad de
Periodismo... Siempre he destacado la importancia de un mes de "ruptura" cada año, un
mes para la interioridad, el descubrimiento de la fragilidad de la vida, y la comunicación de
amor en la noche... Si el Ramadán es difícil en una cultura "moderna" (activa,
implacable...) como la nuestra, ello se debe quizá a la falla de nuestra cultura, no al
carácter "primitivo" del Islam.
5. Peregrinación. Muhammad empezó mirando
a Jerusalén como ciudad sagrada, pero luego
destacó la importancia de la Casa o Caaba de la
Meca, que Dios mismo había ordenado
construir a Abrahán y su hijo Ismael. Allí debía
mantenerse su recuerdo, la memoria de la fe
monoteísta (cf. 2, 124-125). Por eso, cuando
culminó la Hégira y conquistó la Meca (el 630
EC), purificó la Caaba, como lugar de memoria y
encuentro con Dios, organizando la peregrinación, especialmente la Grande, una vez a la
vida, para así retomar el principio de la experiencia sagrada.
Hoy quiero fijarme de un modo especial en el ayuno de Ramán, como ha sido expuesto en
el Diccionario de las Tres Religiones, por A. Aya y J.F. Durán. Todo lo que sigue es de ellos:

ISLAM. YUNO DE MES. RAMADÁN

Los musulmanes deben ayunar durante todos los días del mes de Ramadán, que es el
noveno mes del calendario islámico. Éste es el cuarto “pilar del islam” (arkân al-islâm). El
mes de Ramadán fue en el que Muhammad recibió la primera revelación coránica. Por eso

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es un mes en el que los musulmanes están particularmente atentos a la recitación,
memorización y meditación del Corán. Ramadán es para los musulmanes el mes del
Corán.
El que ayuna –el sâim– deberá abstenerse de comida, de bebida, de cualquier otro tipo de
sustancia (como tabaco, por ejemplo) y de actividad sexual…, lo que se llama en árabe las
muftirât, desde la salida del sol hasta el ocaso. Literalmente, “hasta que no pueda
disinguirse un hilo blanco de un hilo negro”. A la comida de antes del alba se la llama el
suhûr y a la de ruptura del ayuno tras la puesta de sol el iftâr. Las noches de Ramadán son
momentos especialmente propicios para la recitación del Corán. Tras el salât 'isha, en
todas las mezquitas, los musulmanes establecen los tarâwîh: son series de postraciones
durante las cuales adquiere especial importancia la recitación de las azoras del Corán,
completándose al final del mes la recitación del Libro.
Todo musulmán que haya alcanzado la pubertad debe ayunar. Están excluidos del ayuno
los enfermos, los viajeros, las menstruantes, las embarazadas y las que estén
amamantando. Todas estas personas deben recuperar luego los días de ayuno perdidos
cuando haya terminado la enfermedad, el viaje, la menstruación, el embarazo o la
lactancia.
Al terminar el ramadán se celebra ´îd al-fitr (la fiesta de la ruptura del ayuno), en esa
ocasión se practica la çakât al-fitr (el azaque de la ruptura del ayuno), consistente en un
donativo a los pobres y necesitados.

2. Una costumbre anterior a Muhammad

El ayuno –en árabe siyâm o saum– no se presenta en el Islam como ninguna innovación
religiosa de Muhammad (en realidad el Profeta no cesó de decir que ha venido tan sólo a
recordar lo que todos los otros profetas anteriores habían enseñado). Dice expresamente
el Corán: yâ ayyuhâ l-ladzîna âmanû kútiba ‘aláikumu s-siyâmu kamâ kútiba ‘alà l-ladzîna
min qáblikum la‘állakum tattaqûn (“Oh aquellos que tienen confianza en Allâh, se os ha
ordenado el ayuno tal como fue prescrito a los pueblos que os precedieron”).
Muhammad solía retirarse a la Cueva de Hirâ, como norma un mes al año, siguiendo la
tradición de los unitarios hanifes de la península arábiga. En ocasiones especiales, como
fueron los meses que precedieron a la primera Revelación, esos ayunos se intensificaron.
Finalmente, descendió el Corán cuando Muhammad estaba cumpliendo con uno de estos
ayunos, durante el mes de Ramadán. Así queda reflejado en el Corán: sháhru ramadâna l-
ladzî: únçila fîhi l-qur-ân (“El mes de Ramadán, en el que fue revelado el Corán”). Según la

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tradición, este descenso tuvo lugar en la “noche del poder” (lailat al qadr), definida por el
Corán como “mejor que mil meses”, y también se dice de ella: “Es Paz hasta rayar el alba”.
Cada año se conmemora de forma especial la noche veintisiete de este mes de ayuno;
fecha a la cual, se atribuye el acontecimiento. Los hadices cuentan que, esta noche
misteriosa vuelve a tener lugar cada año en cualquiera de las últimas diez noches del
ramadán, por lo que se recomienda que el musulmán esté especialmente atento, retirado
en las mezquitas o en dzikr frecuente, recordando a Dios. Este ejercicio se llama el i‘tikâf.

3. El “otro ayuno”

El musulmán no sólo debe ayunar de comida, bebida o sexo, también debe ayunar de sus
defectos, ayunar de falsedades, ayunar de agresividad, ayunar de injusticias… Muhammad
dijo: “Allâh no tiene necesidad de que abandone su comida y su bebida quien no deja de
calumniar y actuar según las calumnias”. Es a este ayuno de torpezas y errores lo que se
llama “Ayuno del Corazón” (saum al-qalb). Sólo así el ayuno es perfecto y aceptable para
Dios. En un hadiz qudsî, el Profeta Muhammad dice que Dios ha dicho: as-siyâmu lî (“El
ayuno es para mí”). Rûmî, el gran místico persa, añadiría: “El hambre es el alimento de
Allâh”.

4. Beneficios del ayuno

Lo cierto es que el Islam invita a los musulmanes una vez al año, durante un período de
tiempo significativo, un mes, a pararse, a alterar de modo radical su cotidianidad: la
actividad se trastoca, la noche y el día cambian de contenido, se paraliza y a la vez se
activa todo.
Es una profunda ruptura con la rutina. El ayuno enseña al ser humano a adaptarse a las
circunstancias, a hacerse consciente de su capacidad para cambiar el curso de los
acontecimientos y superar sus propias limitaciones. Les entrena a tener autocontrol:
alejarse de lo harâm y a ser sobrios en lo halal (→permitido, prohibido). Los musulmanes
no lo viven como si se tratara de un sacrificio. Por la noche puede satisfacer sin restricción
las necesidades de las que se han privado durante el día.
Lo fundamental es su facultad para trastocar los órdenes cotidianos, la conciencia de su
protagonismo. El ayuno sirve también para pulir la rudeza del ser humano. Con él se hace
consciente de sus necesidades y aprende a valorar aquello con lo que Dios lo sustenta.
Una tradición relata que cuando Dios creó a Adán, éste se mostró soberbio. Entonces se le
hizo pasar hambre y sed, y el hombre conoció entonces a Dios.

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Con el ayuno, el ser humano va conociéndose a sí mismo, sus posibilidades y sus
limitaciones, y en esa misma medida va reconociendo el señorío de Dios sobre él. El ayuno
le enseña que es capaz de superarse y a la vez, le evita la arrogancia. Les hace conocer la
solidaridad con los que sufren hambre y sed, les enseña a apreciar cada bocado de agua,
cada sorbo de bebida… Los efectos del Ramadán entre los musulmanes son de una
tremenda eficacia. El maestro Shaqiq de Balj hablaba de la alquimia del ayuno pues decía
que “cuarenta días de hambre podían transformar la oscuridad del corazón en Luz”.
El Profeta dijo: “Gentes, llega a vosotros el mes de Allâh portando rahma (fecundidad
divina), baraka (bendición y prosperidad) y magfira (la indulgencia de Dios), un mes que
es, junto a Allâh, el mejor de los meses”. El ayuno también se puede practicar
voluntariamente fuera de este mes y hay días recomendados especialmente para ello.

5. El ayuno refuerza los vínculos de la comunidad de Muhammad

Como los meses islámicos son lunares y no solares, el mes de ramadán va cayendo en
estaciones diferentes a lo largo del año, la duración del ayuno no es idéntica en todas las
estaciones y todas las latitudes. Su comienzo se guía por la aparición de la luna del mes
noveno del calendario islámico, unos dicen que desde el momento en que uno mismo o
alguien de nuestra confianza la ven. Otros piensan que la tecnología astronómica puede
igualmente servir para establecer el comienzo del mes. Las diferencias de criterios y de
latitudes no crean una división real de la comunidad, ya que el propio Derecho Islámico
estableció la legitimidad del yawm ash-shakk (“el día de la duda”).
Esta flexibilidad en el día de anticipación o de postergación de un ayuno que se cumple en
las tierras islámicas con tanta rectitud tiene una nada desdeñable sabiduría para la
comunidad de los creyentes, y es la de que la certeza sólo pertenece a Dios. Y que lo único
que está en manos del creyente es la correcta intención al hacer lo que creemos que es
mejor, la niyya. A pesar de estas diferencias en el comienzo del ayuno en unos lugares y
otros (e incluso en un mismo lugar), para aunar a la comunidad de Muhammad (→ umma)
y para hacerla proyectar su fuerza sobre un objetivo común, no hay práctica (´ibâdât) tan
contundente como el ayuno de Ramadán.

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