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Capítulo 10.

La Revolución social

El resultado de estos fenómenos pretende provocar un antes y un después del concepto


Sociedad que a su vez, modificaría por consecuencia un despertar de la humanidad, en lo que
se refiere a cultura, política y economía del planeta.

Las transformaciones en la sociedad a partir de estos años han sido vertiginosos y más lo han
sido después de los años 50 del siglo XX, identificando en este sentido los países europeos y en
América del norte y la universalidad del hecho en la actualidad, hasta se habla que en el
planeta los cambios fueron repentinos. Así la vida del campo experimento profundas
transformaciones, con la llegada a este sector de la fabricación de maquinaría moderna, la
mano de obra en el campo se redujo y empezó la emigración de grandes sectores de obreros
del campo a las ciudades, esto es masivo en los países de Europa y sobretodo después de la
segunda guerra mundial.

La transformación afecta en gran medida, las formas de producción, que donde existieron
grandes, plantaciones de frutos hoy se levantan grandes centros comerciales o carreteras y la
vida campesina disminuye. Algunas estadísticas dan cuenta de esta realidad; Alemania,
Estados Unidos se redujo su población en los campos a un 25%,en América se redujo esa
población a más de la mitad entre los años 70 y 80.Como consecuencia de esto podríamos
decir que el mundo se urbanizó. Por otra parte los mismos campesinos medianos agricultores
produjeron otro fenómeno en Europa y Norte América, empezando ha contratar mano de obra
barata de las migraciones de países subdesarrollados, y usando todos los adelantos
tecnológicos a su alcance en los campos.

Universalmente surgieron cambios, fundamentalmente en la cultura y en la educación, la


enseñanza y la alfabetización en numerosos Estados. Es así donde sin duda se obtuvieron los
mayores logros, se produjeron grandes demandas y participación en todos los niveles
educacionales, en otros países de Europa también empezaron a demostrar la gran
participación de los estudiantes en la vida universitaria.

Otro fenómeno con respecto a la educación, en los años 60,era que inmensa mayoría de las
universidades eran públicas y es así como, nacen las ciudades universitarias que sin duda
produjeron grandes cambios en lo social y político, en la mayoría de los países del mundo,
salvo los países pobres o desamparados, el ingreso de estos sectores a la vida pública su
relación con las masas de trabajadores y los partidos políticos hizo por lo menos en América
del sur, que estos se expresaran en los nacientes cambios en los años 60 y 70, fue así donde
participaron decididamente los jóvenes en los años 70 y 80 ejemplo al enfrentar y combatir
abiertamente un proceso de la dictadura como ocurrió en Chile. Como también rebelión
estudiantil y el nexo con las grandes huelgas por las reivindicaciones laborales y salariales de
los obreros.

La clase trabajadora industrial durante los años 80 empieza ha manifestar una franca
decadencia, esto a pesar de la expansión de las industrias durante los 60 y 70 y de la
eliminación de la mano de obra y la llegada de la industrialización en la economía. Estados
Unidos fue la excepción pues esta decadencia no fue notoria y no se produjeron grandes
desajustes en la relación con la fuerza de trabajo. Durante los años 80 ocurre el fenómeno de
la industrialización masiva que experimento Japón, hasta fines de los 80. En los años 90 hasta
la fecha comienza el renacer de las industrias y el comercio en relación con la tecnología.
Nuevamente surge el grave problema de la supresión de la mano de obra , pues las maquinas
remplazan la mano de obra y sólo pueden sobrevivir trabajadores calificados, así surge nuevos
fenómenos en la migración de grandes sectores de trabajadores con algún grado de
calificación que llegaron a los países industrializados en Estados Unidos y Europa, lo que
produjo en muchos casos segregación racial, por otra parte los sectores de profesionales
medios con mejores ingresos empiezan ha presionar el mercado, con la introducción de la
tecnología surge, la televisión , la era de la electrónica, aumenta el poder adquisitivo y por
ende el consumismo en grandes sectores de las poblaciones acomodadas y aún los sectores
medio participan de este consumismo, estos nuevos consumidores hijos de proletarios, jamás
podrían haber pensado en participar de ese consumo, ya que en su anterior época el dinero se
gastaba para cubrir las necesidades básicas.

Un cambio importante que afecto en diversa formas a grandes sectores de la humanidad fue el
rol que paso ha desempeñar la mujer en la sociedad, principal importancia es en la ocupación
de puestos de trabajo, primero en niveles medios, como por ejemplo, cuidado de enfermos,
centrales telefónicas etc. Posteriormente fueron preferidas por los centros productivos en la
mano de obra por ser más barata y con menores problemas de rebeldía por parte de los
empleadores. En lo que se refiere a la educación a partir de los años 70 , la mujer paso en
forma impresionante a integrarse en todos los niveles de la educación y hasta la fecha este
movimiento de emancipación de género no ha parado pues ya son lejanos en la gran mayoría
del mundo , los tiempos en que la mujer era segregada de todas las esferas de la vida de la
mayoría de los países , en los años 90 la mujer empieza participar en política, ha asumir grados
de responsabilidad y empezó ha ocupar cargos de dirección y ha tomar decisiones en diversas
esferas.

La Revolución cultural

Para observar lo que estaba sucediendo en el siglo XX, el autor nos dice que es a través de la
familia y las relaciones entre las distintas generaciones que conviven socialmente que
podemos observar los cambios. Antes de mediados del siglo XX, y especialmente en el XIX, las
características básicas de la familia permanecieron prácticamente intactas y uniformes en el
mundo, aún cuando no se puedan ignorar las diferencias entre culturas. Sin embargo, así como
se podía hablar de una cierta estabilidad de la familia, a mediados del siglo XX esa estabilidad
se vio interrumpida por una “nueva” actitud ante la sexualidad y las relaciones de género.
Tanto los divorcios, como la soltería, los índices de natalidad se vieron alterados
considerablemente, y las leyes que se fueron modificando tan sólo reflejaban el clima de
relajación sexual, incitado por los jóvenes.

La relación entre las distintas generaciones que coexistían en ese tiempo fue marcando este
proceso de cambio. La juventud dejó de verse como una etapa transitoria, el joven se convirtió
en una agente de cambio social y en una víctima para el mercado de consumo, viendo nacer
una nueva cultura juvenil global, ya que eran los Estados Unidos, a través de la moda y sus
productos los que se imponía en el mercado mundial. La juventud pasó a concebirse como la
cumbre del desarrollo humano, y realmente muchas de sus inquietudes vieron su escenario en
la historia mundial, y no solamente como luchadores sociales, sino que al concentrar mayor
poder adquisitivo su poder aumentó y su nacimiento junto a la tecnología les dio ventaja,
creando un abismo generacional el cual les llevó a romper con parte de la herencia cultural de
sus padres e imponer una nueva forma de vida.

Estos cambios en relación con la familia y sobre todo con los jóvenes, es lo que propone
Hobsbawm como la fuente de la revolución cultural, definiéndola como populista e
iconoclasta. En este sentido, la identificación de la juventud con “lo popular” fue un fenómeno
vivido en Occidente, donde en la búsqueda por romper con la generación de los padres e ir en
pos de nuevas formas, se dio en la imagen de las clases medias bajas de la ciudad o al menos
de su concepción de las mismas, lo que les proveyó un modelo aceptable y un nuevo lenguaje,
reflejado en la música, la comunicación, el vestido, etc. En su carácter iconoclasta, se produjo
una honda transformación en aquello que antes sólo se manifestaba en lo privado, pero que
ahora, a manera de trasgresión pasaría a ser público. La intención era liberarse de cualquier
atadura social, personal y familiar, y por eso las drogas y el sexo fueron tan concurridos, a
nombre no de grandes ideales, sino de una razón meramente hedonista e individualista. Lo
que parecían luchas por una causa social se inmiscuía con el clamor de la liberalización
personal ante cualquier norma impuesta.

Hobsbawm nos dice que la revolución cultural es el triunfo del individuo sobre la sociedad,
pero como también anota, esto no se vive en todo el mundo, pues la familia y los tejidos
sociales en el Tercer Mundo, siguieron vigentes, aunque si se vieron afectados por esta
revolución que en muchos sentidos propagaba el individualismo desde la política, economía,
religión y el arte. La crítica a los valores tradicionales y el incansable intento de romper con ello
ha conducido al mundo a una desintegración y de-construcción del antiguo orden y código de
valores. Y en este contexto, es que el sistema capitalista vio su fin próximo, aunque también la
oportunidad para perpetuarse de forma más salvaje a través de la imposición del libre
mercado. Aun el capitalismo, por más fácil que sea criticarle requería de una cultura con
normas y principios basando en el trabajo, la lealtad, la responsabilidad y la familia. La
dirección tomada por la revolución cultural habría de terminar con esto y propiciar una ruptura
total del sistema que le había visto nacer. El neoliberalismo, es por tanto una “deformación”
del capitalismo que poco a poco ha permeado también en el tercer mundo y provocado la
confrontación de los ideales de la revolución cultural, abriendo el escenario para nuevas
formas de entender y concebir la realidad.

El socialismo real

A principios de los veinte, la mayor parte de lo que hasta 1914 había sido el imperio ortodoxo
ruso de los zares se mantuvo intacto como imperio, pero bajo la autoridad de los bolcheviques
y consagrado a la construcción del socialismo en el mundo. El ruso fue un solo estado más
pobre y atrasado que la Rusia zarista, pero de enormes dimensiones dedicado a crear una
sociedad diferente y opuesta al capitalismo.

Su zona de influencia se amplio en 1945, Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Yugoslavia,


Rumania, Bulgaria y Albania pararon a la zona socialista, así como la RDA, China (1949, la
Indochina francesa (1945-1975) y Cuba (1959).
Esta era la parte del mundo cuyos sistemas sociales se llamaron “socialismo real” para
enfatizar que de entre las distintas formas de socialismo, éste era el único que funcionaba.
Este bloque durante la mayor parte de su existencia formó un universo autónomo y en gran
medida autosuficiente política y económicamente. Sólo un 4% de las exportaciones capitalistas
iban a parar a las “economías planificadas”. En las economías socialistas dos tercios de su
comercio internacional se realizaba dentro de su propia zona.

Estos países se basaban en un partido único fuertemente jerarquizado y autoritario que


monopolizaba el poder estatal y que gestionaba una economía de planificación centralizada e
imponía un credo marxista-leninista único a los habitantes del país. Después de la revolución
de octubre la Rusia soviética veía en el capitalismo al enemigo que había que derrocar lo antes
posible mediante la revolución universal. Pero la revolución no se produjo y la Rusia de los
soviets quedó aislada, rodeada por el mundo capitalista.

Así, la joven Rusia se vio obligada a mantener un desarrollo autárquico, aislada del resto de la
economía mundial. La guerra fría congeló tanto las relaciones políticas como las económicas
entre ambos bandos. El comercio entre los bloques estaba en función de las relaciones
políticas. No fue hasta los setenta y ochenta cuando aparecieron indicios de que el universo
autónomo del campo socialista se estaba integrando a la economía mundial.

Cuando se hizo evidente que sólo en Rusia había triunfado la revolución proletaria, la única
política lógica que les quedó a los bolcheviques fue la de transformar su economía y sociedad
de atrasada en moderna lo antes posible. El comunismo soviético se convirtió en un programa
para transformar países atrasados en avanzados. La fórmula soviética de desarrollo económico
era una planificación estatal centralizada para construir rápidamente industrias básicas e
infraestructuras esenciales para una sociedad industrial moderna.

Los países que se unieron al bloque socialista tenían economías primitivas y agrícolas, por lo
que la fórmula soviética les parecía adecuada. En el periodo de entreguerras, el ritmo de
crecimiento de la URSS superó al de los demás países, menos Japón, y después de la segunda
guerra mundial las economías socialistas crecieron más deprisa que las Occidentales.

Tras el triunfo soviético en 1918-1920 era evidente que el comunismo de guerra no podía
continuar, pues los campesinos se sublevarían contra la confiscación militar de su grano y los
obreros contra sus sufrimientos, además, el comunismo de guerra no resolvería el atraso de la
economía que había quedado destruida. Lenin introdujo la Nueva Política Económica en 1921,
lo que significaba el restablecimiento del mercado y suponía una retirada del comunismo de
guerra al capitalismo de estado. La necesidad de proceder a una industrialización masiva
mediante la planificación estatal se convirtió en una prioridad para el gobierno soviético.
Aunque la NEP desmanteló el comunismo de guerra, el control y la coacción del estado siguió
siendo el único modelo conocido de una economía en que propiedad y gestión había sido
socializados.

En los veinte la NEP se veía como una derrota del comunismo o una desviación del socialismo.
Los radicales como Trotsky, querían romper con la NEP y hacer la campaña de industrialización
acelerada. Los moderados como Bujarin eran conscientes de las limitaciones del gobierno
bolchevique y eran partidarios de una transformación gradual.
Cuando la revolución fracasó en Alemania, la justificación del gobierno socialista en Rusia
desapareció, tras la guerra civil, se encontraba en ruinas y mucho más atrasada que en la
época de los zares. La NEP fue una breve edad de oro para la Rusia rural.

No obstante, por encima de esta masa rural estaba el Partido Bolchevique, que ya no
representaba a nadie. Lo que gobernaba era una plétora de burócratas. La NEP tuvo éxito en
restaurar la economía rusa, en 1926 la producción industrial se había recuperado a los niveles
de antes de la guerra, sin embargo, la población seguía siendo rural, 82%, y sólo un 7,5%
trabajaba fuera del sector agrícola.

Fue Stalin quien dirigió la edad de hierro de la URSS. Cualquier política de modernización
acelerada de la URSS habría resultado despiadada, porque había que imponerla en contra de la
mayoría de la población, a la que se condenaba a grandes sacrificios, impuestos por la
coacción. La NEP fue sustituida en 1928 por la economía planificada de los planes
quinquenales. Su tarea esencial era la de crear nuevas industrias más que gestionarlas, dando
máxima prioridad a las industrias pesada básicas y a la producción de energía, que eran la base
de todas las grandes economías industriales: carbón, hierro y acero, electricidad y petróleo.

Para un país atrasado y primitivo, carente de toda asistencia exterior, la industrialización


dirigida, pese a su despilfarro e ineficacia, funcionó. Convirtió a la URSS en una economía
industrial en pocos años, capaz de sobrevivir y ganar la guerra contra Alemania. Si el sistema
mantenía el nivel de consumo de la población bajo mínimos les garantizaba un mínimo social,
les daba trabajo, comida, ropa y vivienda, pensiones, atención sanitaria y cierto igualitarismo y
educación. La transformación de un país analfabeto en la moderna URSS fue un gran logro.

Sin embargo, este éxito no se hizo extensivo a la agricultura y a quienes vivían de ella, ya que la
industrialización se hizo a costa de la explotación del campesinado. La política agrícola que
sustituyó a la NEP, la colectivización forzosa de la tierra en cooperativas o granjas estatales,
fue un desastre. La producción de los cereales bajo y la cabaña ganadera se redujo a la mitad,
lo que provocó una hambruna en 1932-1933. La URSS cambió una agricultura campesina
ineficiente por una agricultura colectivista ineficiente a un precio enorme.

Por otra parte, la centralización estatal produjo una enorme burocratización. A finales de los
treinta, creció dos veces y media por encima del ritmo medio de creación de empleo. Poco
antes de la guerra había más de un administrador por cada dos trabajadores manuales.

El sistema soviético estaba pensado para industrializar un país atrasado y subdesarrollado lo


más rápidamente posible, dando por sentado que la población se conformaría con un nivel de
vida que garantizaba unos mínimos sociales y que se hallaba algo por encima del de
subsistencia. En 1986 la URSS con menos del 6% de la población mundial, generaba el 14% de
las rentas nacionales del mundo y el 14,6% de la producción industrial. Sin embargo, su
dinamismo contenía el mecanismo de su propio agotamiento.

Y este era el sistema que a partir de 1944 se convirtió en el modelo de las economías en que
vivía un tercio del población mundial. Los movimientos populares europeos de izquierda
tenían dos influencias: la democracia electiva (con la que la URSS rompió) y la ejecución de
acciones revolucionarias de forma centralizada – herencia jacobina- (que la URSS llevó más
allá). Del mismo modo en que la economía soviética era una economía dirigida, la política
soviética era también dirigida. El modelo leninista de partido de vanguardia, una organización
disciplinada y eficiente de revolucionarios profesionales, era potencialmente autoritario.

El socialismo marxista se convirtió en un movimiento de masas, con tendencia a admirar a sus


dirigentes. La construcción del mausoleo de Lenin no derivaba de la tradición revolucionaria
rusa, sino que era una tentativa de utilizar la atracción de los santos cristianos sobre un
campesinado primitivo en provecho del régimen soviético. La ortodoxia y la intolerancia
habían sido implantados no como valores en sí mismas, sino por razones prácticas.

Stalin gobernó su partido, al igual que todo lo que estaba al alcance de su poder personal, por
medio del terror y del miedo. Demostró además, un gran sentido de las relaciones públicas, el
cuerpo de Lenin convertido en santo secular fue una forma de establecer la legitimidad del
nuevo régimen, al igual que los catecismos simples de marxismo-leninismo que eran ideales
para comunicar ideas a la primera generación de individuos que sabían leer y escribir.

A finales de los cincuenta la URSS seguía tratando mal a sus ciudadanos, pero dejó de ser una
sociedad que los encarcelaba y asesinaba en una escala única por sus dimensiones. No
obstante, siguió siendo un estado policial, una sociedad autoritaria y carente de libertad. Sólo
la información autorizada oficialmente estaba al alcance del ciudadano y la libertad de
desplazamiento y residencia estaba sujeta a autorización oficial.

Sin embargo, por brutal y dictatorial que fuese, el sistema soviético no era totalitario, término
utilizado para criticar al fascismo y al nacionalsocialismo, sinónimo de un sistema centralizado
que mediante el monopolio de la propaganda y la educación conseguía que la gente
interiorizase sus valores. Est era lo que Stalin hubiera deseado conseguir. En la medida en que
su objetivo era la práctica divinización del líder tuvo un cierto éxito, pero en todos los demás
sentidos, el sistema no era totalitario, no practicaba el control del pensamiento de sus
súbditos y menos conseguía su conversión, sino que despolitizó a la población de un modo
asombroso. Las doctrinas oficiales del marxismo-leninismo apenas tenían incidencia sobre la
gran masa de la población. Sólo los intelectuales estaban obligados a tomarlas en serio, en una
sociedad constituida con una ideología que se decía racional y científica.

Los estados comunistas que nacieron después de la segunda guerra mundial estaban formados
según el patrón soviético, es decir, estalinista. En todos encontramos sistemas políticos
monopartidistas con estructuras de autoridad centralizadas, una verdad oficial, economías
planificadas y el culto a la personalidad de los dirigentes. Estos regímenes no fueron impuestos
exclusivamente por la fuerza de las armas, excepto en Polonia, Alemania, Rumania y Hungría.
Los demás fueron movimientos más o menos de origen local con victorias electorales.

El régimen comunista de China (1949) apoyó a Rusia, aunque se mantuvo independiente, y


Stalin se cuidaba de no perturbar las relaciones de su gobierno con China, no obstante su
actitud hacia los países comunistas de la Europa ocupada por el ejército rojo fue menos
conciliadora. El desmoronamiento político del bloque soviético empezó con la muerte de Stalin
en 1953 y con los ataques oficiales al régimen en el XX Congreso del PCUS en 1956.
Capítulo 14: Las décadas de crisis

La historia de los veinte años que siguieron a 1973 es la historia de un mundo que perdió su
rumbo y se deslizó hacia la inestabilidad y la crisis. Sin embargo, hasta que la Unión Soviética y
la Europa socialista colapsaran por completo, no se percibió la naturaleza mundial de la crisis.

En el mundo capitalista avanzado continuó el desarrollo económico, aunque a un ritmo más


lento que en la edad de oro.

El comercio internacional de productos manufacturados, motor del crecimiento mundial,


continuó, e incluso se aceleró, en los prósperos años ochenta.

Por otra parte, la situación en zonas concretas del planeta era bastante menos halagüeña. En
África, Asia occidental y América Latina, el crecimiento del PIB se estancó.

En la antigua zona del “socialismo real” de Occidente, las economías se hundieron por
completo después de 1989: Rusia, Polonia, Checoslovaquia, Rumania, Bulgaria.

No sucedió lo mismo en Oriente. China y gran parte de los países del sudeste y este asiáticos,
en los años setenta se convirtieron en la región económica más dinámica de la economía
mundial.

La economía mundial capitalista prosperaba, pero con ciertos problemas. En la Europa


occidental, el desempleo creció, junto con la pobreza, la miseria –mendigos en las calles y
personas sin hogar.

La desigualdad creció en los países de economías desarrolladas de mercado, en especial desde


el momento en que el aumento casi automático de los ingresos reales al que estaban
acostumbradas las clases trabajadoras en la edad de oro llegó a su fin.

Las haciendas gubernamentales se veían agobiadas por los grandes gastos sociales, que
aumentaron con mayor rapidez que los ingresos estatales.

A principios de los noventa empezó a difundirse un clima de inseguridad y de resentimiento


incluso en muchos de los países ricos.

Sin embargo, el hecho central no es que el capitalismo funcionase peor, sino que sus
operaciones estaban fuera de control: nadie sabía cómo enfrentarse a las fluctuaciones de la
economía mundial.

Las décadas de crisis fueron la época en la que el estado nacional perdió sus poderes
económicos.

La única alternativa que se ofrecía era la propugnada por la minoría de los teólogos
ultraliberales, reforzada por la aparente impotencia y el fracaso de las políticas económicas
convencionales.
El recientemente creado (1969) premio Nobel de Economía respaldó el neoliberalismo, al
concederlo a Friedrich von Hayek (1974) y, dos años después, a otro defensor militante del
ultraliberalismo económico, Milton Friedman.

El principal régimen neoliberal, los Estados Unidos del presidente Reagan, aunque
oficialmente comprometidos con el conservadurismo fiscal y con el monetarismo de Friedman,
utilizaron en realidad métodos keynesianos para solucionar sus problemas, creando un déficit
gigantesco.

Ocurrió que los regímenes más comprometidos con la economía del laissez-faire –
especialmente los Estados Unidos de Reagan y el Reino Unido de Thatcher– resultaron
algunas veces ser profunda y visceralmente nacionalistas y desconfiados ante el mundo
exterior.

El sistema productivo de las economías capitalistas quedó transformado por la revolución


tecnológica, y se globalizó o transnacionalizó extraordinariamente.

Consecuencias: la sustitución del trabajo humano por máquinas, aumentando el desempleo


mundial.

La tragedia histórica de las décadas de crisis consistió en que la producción prescindía de los
seres humanos a una velocidad superior a aquella en que la economía de mercado creaba
nuevos puestos de trabajo para ellos.

El declive del sindicalismo, debilitado tanto por la depresión económica como por la hostilidad
de los gobiernos neoliberales, aceleró este proceso.

En los países ricos del capitalismo tenían sistemas de bienestar en los que apoyarse.

En los países pobres entraban a formar parte de la amplia y oscura economía informal o
paralela.

La combinación de depresión y de una economía reestructurada en bloque para expulsar


trabajo humano creó una sorda tensión que impregnó la política de las décadas de crisis.

Fueron tiempos en que la gente, con sus antiguas formas de vida prácticamente arruinadas,
estuvo a punto de perder el norte. Esta sensación de desorientación y de inseguridad produjo
cambios y desplazamientos significativos en la política de los países desarrollados.

En épocas de problemas económicos, los votantes suelen inclinarse a culpar al partido o


régimen que está en el poder, pero la novedad de las décadas de crisis fue que la reacción
contra los gobiernos no beneficiaba necesariamente a las fuerzas de la oposición. Los máximos
perdedores fueron los partidos socialdemócratas o laboristas occidentales.

Desde 1970, muchos de sus partidarios (especialmente jóvenes y/o de clase media)
abandonaron los principales partidos de la izquierda para sumarse a movimientos más
específicos –ecologistas, feministas y otros nuevos movimientos sociales. Su importancia no
reside tanto en su contenido positivo como en su rechazo de la “vieja política”.
[ En resumen, durante las décadas de crisis las estructuras
políticas de los países capitalistas democráticos, hasta
entonces estables, empezaron a desmoronarse ]

También alrededor de 1970 comenzó a producirse una crisis similar que comenzó a minar el
mundo de las economías de planificación centralizada.

Desde el punto de vista económico, estaba claro que el socialismo necesitaba reformas
urgentes.

La entrada masiva de la Unión Soviética en el mercado internacional de cereales y el impacto


de las crisis petrolíferas de los setenta representaron el fin del campo socialista como una
economía regional autónoma, protegida de los caprichos de la economía capitalista mundial.

Para el sistema comunista, al menos en la esfera soviética, se trataba de una cuestión de vida o
muerte.

Con todo, la relativa tranquilidad de la vida socialista no se debía al temor. El sistema aisló a
sus ciudadanos del pleno impacto de las transformaciones sociales de Occidente porque los
aisló del pleno impacto del capitalismo occidental.

Lo que el estado no se propuso cambiar permaneció como estaba antes. La paradoja del
comunismo en el poder es que resultó ser conservador.

Las décadas de crisis afectaron a las regiones del tercer mundo de maneras muy
diferentes.

La única generalización que podía hacerse con seguridad era que desde 1970, casi todos los
países de esta categoría se habían endeudado profundamente: América Latina y el Caribe, y
Oriente Medio.

A comienzos de los ochenta se produjo un momento de pánico cuando, empezando por


México, los países latinoamericanos con mayor deuda –Argentina y Brasil– no pudieron seguir
pagando, y el sistema bancario occidental estuvo al borde del colapso.

Mientras las deudas de los estados pobres aumentaban, no lo hacían sus activos. En las
décadas de crisis la economía capitalista mundial decidió “cancelar” una gran parte del tercer
mundo.

[ El principal efecto de las décadas de crisis fue, pues, el de


ensanchar la brecha entre los países ricos y los países
pobres]

En la medida en que la economía transnacional consolidaba su dominio mundial iba minando


una grande institución: el estado-nación.

Las empresas multinacionales ganaban terreno, junto con el mercado monetario internacional
y los medios de comunicación global de la era de los satélites.
Paradójicamente, a este debilitamiento del estado-nación se le añadió una tendencia a dividir
los antiguos estados territoriales en lo que pretendían ser otros más pequeños, la mayoría de
ellos en respuesta a la demanda por algún grupo de un monopolio étnico-lingüístico:
movimientos autonomistas y separatistas en Gran Bretaña, España, Canadá, Suiza,
Dinamarca, Yugoslavia.

Este nuevo nacionalismo separatista se trataba de una combinación de tres fenómenos:

1. la resistencia de los estados-nación existentes a su degradación


2. el egoísmo colectivo de la riqueza, que refleja las crecientes disparidades económicas
entre continentes, países y regiones
3. la extraordinaria disolución de las normas, tejidos y valores sociales tradicionales, que
hizo que muchos habitantes del mundo desarrollado se sintieran huérfanos y desposeídos

En los Estados Unidos, se dio desde finales de los sesenta el auge de los “grupos de
identidad”: agrupaciones humanas a las cuales una persona podía “pertenecer” de manera
inequívoca y más allá de cualquier duda e incertidumbre (ej. latinos, orientales, homosexuales
en Nueva York).

Las políticas de identidad y los nacionalismos de fines del siglo XIX no eran programas eficaces,
para abordar los problemas de fines del siglo XX, sino más bien reacciones emocionales a
estos problemas. Problemas que el estado-nación ya no era capaz de resolverlos.

La necesidad de coordinación global multiplicó las organizaciones internacionales con


mayor rapidez. Cada vez se consideraba más urgente la necesidad de emprender acciones
globales para afrontar problemas como los de la conservación y el medio ambiente.

Se disponía de dos formas de asegurar la acción internacional:

 una de ellas era la abdicación voluntaria del poder nacional a favor de autoridades
supranacionales, como la Unión Europa y las ONG.
 la autoridad de los organismos financieros internacionales constituidos tras la
segunda guerra mundial: el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.

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