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David era el menor de ocho hermanos.

Su padre Isaí, lo mandaba a las praderas para que


apaciente sus ovejas.
Mientras David cuidaba las ovejas de su padre, tocaba el arpa y cantaba salmos a Dios.
Sucedió que los filisteos juntaron sus ejércitos para hacer guerra a Israel, que era el pueblo de
David. Ellos estaban sobre un monte a un lado, e Israel sobre otro monte, al otro lado, y el valle
en medio de ellos.
Salió del campamento de los filisteos, un paladín, que se llamaba Goliat y era muy alto y
robusto. Traía puesto un casco, armadura de bronce y jabalina entre sus hombros. El asta de su
lanza era como un rodillo de telar y el hierro de su lanza era muy pesado.
Y se paró y les gritó diciéndoles: ¿Para qué os habéis puesto en orden de batalla? ¿No soy yo el
filisteo y vosotros los siervos de Saúl?
Escoge de vosotros un hombre que venga contra mí. Si él me venciere nosotros seremos sus
siervos; y si yo lo venciere, vosotros seréis nuestros siervos.
Oyendo Saúl y todo Israel estas palabras del filisteo, se turbaron y tuvieron gran miedo. Los tres
hermanos mayores de David habían ido con Saúl a la guerra.
Dijo Isaí a David su hijo: toma para ustedes hermanos un era de este grano tostado y estos diez
panes, y llévalos al campamento donde están tus ellos. Y estos diez quesos de leche los llevaras
al jefe. Mira si tus hermanos están bien.
Se levantó David de mañana, dejando las ovejas al cuidado de un guarda. Se fue con su carga
como Isaí le había mandado y llegó al campamento cuando el ejército salía en orden de batalla y
daba el grito de combate.
Entonces David dejó su carga en mano del que guardaba el bagaje, y corrió hacia el ejército; y
cuando llegó preguntó por sus hermanos, si estaban bien.
Mientras el hablaba con ellos, he aquí que aquel paladín, que se llamaba Goliat salió de las filas
y habló las mismas palabras y las oyó David.
Todos los varones de Israel que veían aquel hombre, huían de su presencia y tenían gran temor

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