La autonomía privada tiene su consagración normativa en lo que es el articulo 1545 del
C.C. “pacta sunt servanda” (lo pactado obliga, o el principio de la obligatoriedad de los actos jurídicos). Se desprende por tanto que existe una potestad para generar reglas la cual es otorgada a las partes, tiene un carácter normativo obligatorio. Esta regla al insertarse en el ordenamiento jurídico en términos validos pasan a ser obligatorias incluso frente a terceros en cuanto estas deben respetarlas. Se reconoce el pleno valor de la autonomía privada por el pacta sunt servanda. En principio solo generan obligaciones para las partes y además son oponible para los terceros. Esto se conoce como el “res interalios acta” (efecto relativo entre las partes). La autonomía privada puede extraerse el principio de la libertad contractual, es decir las partes son dotadas de una parte contractual, es decir que ellas pueden o no concurrir a un contrato, tienen también libertad para determinar la contraparte con cual va a celebrar ese contrato y libertad para determinar el contenido del contrato. El C.C. rige los contratos típicos y nominados, pero las partes pueden otorgar infinitos contratos que están fuera del C.C. (contrato de Leasing). Todo este principio tiene restricciones, empezando con que siempre se tienen que exigir los requisitos de existencia y de valides de un acto jurídico. Una manifestación de esta libertad contractual son las modalidades de estos actos jurídicos, la forma en que estos expresan sus efectos. Libertad contractual contratar o no, con quien, de que y de que forma y poder ponerle termino al contrato: Otra manifestación es poder ponerle termino al contrato, en principio general “las cosas se desasen de la misma forma en que se hacen” para que exista un termino jurídico a una convención por regla general se requiere de la manifestación de ambas partes. Una sola parte no puede decidir terminarlo no tendría ninguna obligación ni efecto vinculante. La autonomía privada, posteriormente, también conlleva lo que se denomina el principio de “imperatividad”, no solo el contrato genera obligaciones, sino que estas obligaciones son coercitivas, es decir se pueden imponer por la fuerza. Para el cumplimiento de ciertas obligaciones surgen ciertas acciones.