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Algunas de las falsas enseñanzas en la iglesia

católica romana
Por, Matt Slick

La reforma protestante sucedió por una razón. Básicamente, fue para combatir las enseñanzas falsas que la
iglesia católica romana había introducido, a través de los siglos. El resultado de Lutero al comparar el
catolicismo con las Escrituras, fue el haber clavado las 95 tesis en las puertas de Wittenberg. Sin embargo, y
en vez de reformar la iglesia católica romana, se dio lugar a una protesta –por los protestantes– quienes
tenían como objetivo, volver a las Escrituras.

A continuación, hay un párrafo resumido con referencias que se encuentran en el catecismo de la iglesia
católica (CIC) de las muchas falsas enseñanzas del catolicismo romano. ¿Cómo sabemos que estas son
falsas? Al compararlas con lo que enseñan las Escrituras.

 La iglesia católica es la única iglesia verdadera (CIC 2105)


 la infalibilidad de la iglesia católica (CIC 2035)
 sólo la iglesia católica tiene la autoridad para interpretar las Escrituras (CIC 100)
 el papa es la cabeza de la iglesia y tiene la autoridad de Cristo (CIC 2034)
 la iglesia católica es necesaria para la salvación (CIC 846)
 la tradición sagrada es igual a las Escrituras (CIC 82)
 el perdón de pecados, la salvación, es por fe y obras (CIC 2036, 2068, 2080)
 el beneficio total de la salvación es sólo a través de la iglesia católica romana (Vaticano 2, Decreto
sobre el Ecumenismo, 3)
 la gracia puede ser meritoria (CIC 2010, 2027)
 el mérito de María y los santos puede ser aplicado a los católicos y a otros (CIC 1477)
 la penitencia es necesaria para la salvación (CIC 980)
 el purgatorio (CIC 1031, 1475)
 las indulgencias (CIC 1471, 1472, 1478, 1498)
 María es intercesora, abogada, auxiliadora, socorro y mediadora, y además, nos da los dones de la
salvación eterna (CIC 969)
 María libra a las almas de la muerte (CIC 966)
 los rezos a los santos (CIC 2677)
 los elementos de la comunión se convierten en el cuerpo y sangre reales de Cristo (CIC 1374, 1376).

1. La iglesia católica es la única iglesia verdadera


A. CIC 2105 El deber de rendir a Dios un culto auténtico corresponde al hombre
individual y socialmente considerado. Esa es “la doctrina tradicional católica sobre el deber moral
de los hombres y de las sociedades respecto a la religión verdadera y a la única Iglesia de Cristo”
(DH 1). Al evangelizar sin cesar a los hombres, la Iglesia trabaja para que puedan “informar con
el espíritu cristiano el pensamiento y las costumbres, las leyes y las estructuras de la comunidad
en la que cada uno vive” (AA 13). Deber social de los cristianos es respetar y suscitar en cada
hombre el amor de la verdad y del bien. Les exige dar a conocer el culto de la única verdadera
religión, que subsiste en la Iglesia católica y apostólica (cf DH 1). Los cristianos son llamados a
ser la luz del mundo (cf AA 13). La Iglesia manifiesta así la realeza de Cristo sobre toda la
creación y, en particular, sobre las sociedades humanas (cf León XIII, Carta enc. Immortale Dei;
Pío XI, Carta enc. Quas primas).
2. La infalibilidad de la iglesia católica
A. CIC 2035 El grado supremo de la participación en la autoridad de Cristo está
asegurado por el carisma de la infalibilidad. Esta se extiende a todo el depósito de la revelación
divina (cf LG 25); se extiende también a todos los elementos de doctrina, comprendida la moral,
sin los cuales las verdades salvíficas de la fe no pueden ser salvaguardadas, expuestas u
observadas (cf Congregación para la Doctrina de la Fe, Decl. Mysterium ecclesiae, 3).
3. Sólo la iglesia católica tiene la autoridad para interpretar las Escrituras
A. CIC 100 El oficio de interpretar auténticamente la Palabra de Dios ha sido confiado
únicamente al Magisterio de la Iglesia, al Papa y a los obispos en comunión con él.
4. El papa es la cabeza de la iglesia y tiene la autoridad de Cristo
A. CIC 2034 El Romano Pontífice y los obispos como “maestros auténticos por estar
dotados de la autoridad de Cristo [...] predican al pueblo que tienen confiado la fe que hay que
creer y que hay que llevar a la práctica” (LG 25). El magisterio ordinario y universal del Papa y de
los obispos en comunión con él enseña a los fieles la verdad que han de creer, la caridad que han
de practicar, la bienaventuranza que han de esperar.
5. La iglesia católica es necesaria para la salvación
A. CIC 846 ¿Cómo entender esta afirmación tantas veces repetida por los Padres de la
Iglesia? Formulada de modo positivo significa que toda salvación viene de Cristo-Cabeza por la
Iglesia que es su Cuerpo: El santo Sínodo [...] «basado en la sagrada Escritura y en la Tradición,
enseña que esta Iglesia peregrina es necesaria para la salvación. Cristo, en efecto, es el único
Mediador y camino de salvación que se nos hace presente en su Cuerpo, en la Iglesia. Él, al
inculcar con palabras, bien explícitas, la necesidad de la fe y del bautismo, confirmó al mismo
tiempo la necesidad de la Iglesia, en la que entran los hombres por el Bautismo como por una
puerta. Por eso, no podrían salvarse los que sabiendo que Dios fundó, por medio de Jesucristo, la
Iglesia católica como necesaria para la salvación, sin embargo, no hubiesen querido entrar o
perseverar en ella» (LG 14).
6. La tradición sagrada es igual a las Escrituras
A. CIC 82 De ahí resulta que la Iglesia, a la cual está confiada la transmisión y la
interpretación de la Revelación "no saca exclusivamente de la Escritura la certeza de todo lo
revelado. Y así las dos se han de recibir y respetar con el mismo espíritu de devoción" (DV 9).
7. El perdón de pecados, la salvación, es por fe y obras
A. CIC 2036 La autoridad del Magisterio se extiende también a los preceptos específicos
de la ley natural, porque su observancia, exigida por el Creador, es necesaria para la salvación.
Recordando las prescripciones de la ley natural, el Magisterio de la Iglesia ejerce una parte
esencial de su función profética de anunciar a los hombres lo que son en verdad y de recordarles
lo que deben ser ante Dios (cf. DH 14).
B. CIC 2068 El Concilio de Trento enseña que los diez mandamientos obligan a los
cristianos y que el hombre justificado está también obligado a observarlos (cf DS 1569-1670). Y
el Concilio Vaticano II afirma que: “Los obispos, como sucesores de los Apóstoles, reciben del
Señor [...] la misión de enseñar a todos los pueblos y de predicar el Evangelio a todo el mundo
para que todos los hombres, por la fe, el bautismo y el cumplimiento de los mandamientos,
consigan la salvación” (LG 24).
C. CIC 2080 El Decálogo contiene una expresión privilegiada de la ley natural. Lo
conocemos por la revelación divina y por la razón humana.
8. El beneficio total de la salvación es sólo a través de la iglesia católica romana
A. “Porque es sólo a través de la Iglesia Católica de Cristo, ‘el medio que lo abarca todo
para salvación’, que ellos pueden beneficiarse plenamente de los medios de salvación” (Vaticano
2, Decreto sobre el ecumenismo, 3.)
9. La gracia puede ser meritoria
A. CIC 2010 “Puesto que la iniciativa en el orden de la gracia pertenece a Dios, nadie
puede merecer la gracia primera, en el inicio de la conversión, del perdón y de la justificación.
Bajo la moción del Espíritu Santo y de la caridad, podemos después merecer en favor nuestro y
de los demás gracias útiles para nuestra santificación, para el crecimiento de la gracia y de la
caridad, y para la obtención de la vida eterna. Los mismos bienes temporales, como la salud, la
amistad, pueden ser merecidos según la sabiduría de Dios. Estas gracias y bienes son objeto de la
oración cristiana, la cual provee a nuestra necesidad de la gracia para las acciones meritorias.
B. CIC 2027 Nadie puede merecer la gracia primera que constituye el inicio de la
conversión. Bajo la moción del Espíritu Santo podemos merecer en favor nuestro y de los demás
todas las gracias útiles para llegar a la vida eterna, como también los necesarios bienes
temporales.
10. El mérito de María y los santos puede ser aplicado a los católicos y a otros
A. CIC 1477 "Pertenecen igualmente a este tesoro el precio verdaderamente inmenso,
inconmensurable y siempre nuevo que tienen ante Dios las oraciones y las buenas obras de la
Bienaventurada Virgen María y de todos los santos que se santificaron por la gracia de Cristo,
siguiendo sus pasos, y realizaron una obra agradable al Padre, de manera que, trabajando en su
propia salvación, cooperaron igualmente a la salvación de sus hermanos en la unidad del Cuerpo
místico" (Indulgentiarum doctrina, 5).
11. La penitencia es necesaria para la salvación
A. CIC 980 Por medio del sacramento de la Penitencia, el bautizado puede reconciliarse
con Dios y con la Iglesia:«Los Padres tuvieron razón en llamar a la penitencia "un bautismo
laborioso" (San Gregorio Nacianceno, Oratio 39, 17). Para los que han caído después del
Bautismo, es necesario para la salvación este sacramento de la Penitencia, como lo es el
Bautismo para quienes aún no han sido regenerados» (Concilio de Trento: DS 1672).
12. El purgatorio
A. CIC 1031 La Iglesia llama purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es
completamente distinta del castigo de los condenados. La Iglesia ha formulado la doctrina de la fe
relativa al purgatorio sobre todo en los Concilios de Florencia (cf. DS 1304) y de Trento (cf. DS
1820; 1580). La tradición de la Iglesia, haciendo referencia a ciertos textos de la Escritura (por
ejemplo 1 Co 3, 15; 1 P 1, 7) habla de un fuego purificador:«Respecto a ciertas faltas ligeras, es
necesario creer que, antes del juicio, existe un fuego purificador, según lo que afirma Aquel que
es la Verdad, al decir que si alguno ha pronunciado una blasfemia contra el Espíritu Santo, esto
no le será perdonado ni en este siglo, ni en el futuro (Mt 12, 31). En esta frase podemos entender
que algunas faltas pueden ser perdonadas en este siglo, pero otras en el siglo futuro (San
Gregorio Magno, Dialogi 4, 41, 3).
B. CIC 1475 En la comunión de los santos, por consiguiente, "existe entre los fieles,
tanto entre quienes ya son bienaventurados como entre los que expían en el purgatorio o los que
que peregrinan todavía en la tierra, un constante vínculo de amor y un abundante intercambio de
todos los bienes" (Ibíd). En este intercambio admirable, la santidad de uno aprovecha a los otros,
más allá del daño que el pecado de uno pudo causar a los demás. Así, el recurso a la comunión de
los santos permite al pecador contrito estar antes y más eficazmente purificado de las penas del
pecado.
13. Las indulgencias
A. CIC 1471 La doctrina y la práctica de las indulgencias en la Iglesia están
estrechamente ligadas a los efectos del sacramento de la Penitencia.
i. Qué son las indulgencias"
a. La indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los
pecados, ya perdonados en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas
condiciones consigue por mediación de la Iglesia, la cual, como administradora de la redención,
distribuye y aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los santos" (Pablo
VI, Const. ap. Indulgentiarum doctrina, normas 1).
b. "La indulgencia es parcial o plenaria según libere de la pena temporal
debida por los pecados en parte o totalmente" (Indulgentiarum doctrina, normas 2).
c. "Todo fiel puede lucrar para sí mismo o aplicar por los difuntos, a
manera de sufragio, las indulgencias tanto parciales como plenarias" (CIC can 994).
B. Las penas del pecado
i. CIC 1472 Para entender esta doctrina y esta práctica de la Iglesia es preciso
recordar que el pecado tiene una doble consecuencia. El pecado grave nos priva de la comunión
con Dios y por ello nos hace incapaces de la vida eterna, cuya privación se llama la "pena
eterna" del pecado. Por otra parte, todo pecado, incluso venial, entraña apego desordenado a las
criaturas que es necesario purificar, sea aquí abajo, sea después de la muerte, en el estado que
se llama Purgatorio. Esta purificación libera de lo que se llama la "pena temporal" del pecado.
Estas dos penas no deben ser concebidas como una especie de venganza, infligida por Dios
desde el exterior, sino como algo que brota de la naturaleza misma del pecado. Una conversión
que procede de una ferviente caridad puede llegar a la total purificación del pecador, de modo
que no subsistiría ninguna pena (cf Concilio de Trento: DS 1712-13; 1820).
C. La indulgencia de Dios se obtiene por medio de la Iglesia
i. CIC 1478 Las indulgencias se obtienen por la Iglesia que, en virtud del poder
de atar y desatar que le fue concedido por Cristo Jesús, interviene en favor de un cristiano y le
abre el tesoro de los méritos de Cristo y de los santos para obtener del Padre de la misericordia
la remisión de las penas temporales debidas por sus pecados. Por eso la Iglesia no quiere
solamente acudir en ayuda de este cristiano, sino también impulsarlo a hacer a obras de piedad,
de penitencia y de caridad (cf Indulgentiarum doctrina, 8; Concilio. de Trento: DS 1835).
ii. CIC 1498 Mediante las indulgencias, los fieles pueden alcanzar para sí mismos
y también para las almas del Purgatorio la remisión de las penas temporales, consecuencia de
los pecados.
14. María es intercesora, abogada, auxiliadora, socorro y mediadora, y además, nos da
los dones de la salvación eterna
A. CIC 969 "Esta maternidad de María perdura sin cesar en la economía de la gracia,
desde el consentimiento que dio fielmente en la Anunciación, y que mantuvo sin vacilar al pie de
la cruz, hasta la realización plena y definitiva de todos los escogidos. En efecto, con su asunción a
los cielos, no abandonó su misión salvadora, sino que continúa procurándonos con su múltiple
intercesión los dones de la salvación eterna [...] Por eso la Santísima Virgen es invocada en la
Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora" (LG 62).
15. María libra las almas de la muerte
A. CIC 966 "Finalmente, la Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de
pecado original, terminado el curso de su vida en la tierra, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria
del cielo y enaltecida por Dios como Reina del universo, para ser conformada más plenamente a
su Hijo, Señor de los señores y vencedor del pecado y de la muerte" (LG 59; cf. Pío XII, Const.
apo. Munificentissimus Deus, 1 noviembre 1950: DS 3903). La Asunción de la Santísima Virgen
constituye una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la
resurrección de los demás cristianos:«En el parto te conservaste Virgen, en tu tránsito no
desamparaste al mundo, oh Madre de Dios. Alcanzaste la fuente de la Vida porque concebiste al
Dios viviente, y con tu intercesión salvas de la muerte nuestras almas (Tropario en el día de la
Dormición de la Bienaventurada Virgen María).
16. Los rezos a los santos
A. CIC 2677 “Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros... ” Con Isabel, nos
maravillamos y decimos: “¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?” (Lc 1, 43).
Porque nos da a Jesús su hijo, María es madre de Dios y madre nuestra; podemos confiarle todos
nuestros cuidados y nuestras peticiones: ora por nosotros como oró por sí misma: “Hágase en mí
según tu palabra” (Lc 1, 38). Confiándonos a su oración, nos abandonamos con ella en la
voluntad de Dios: “Hágase tu voluntad”.
i. “Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte”.
Pidiendo a María que ruegue por nosotros, nos reconocemos pecadores y nos dirigimos a la
“Madre de la Misericordia”, a la Toda Santa. Nos ponemos en sus manos “ahora”, en el hoy de
nuestras vidas. Y nuestra confianza se ensancha para entregarle desde ahora, “la hora de
nuestra muerte”. Que esté presente en esa hora, como estuvo en la muerte en Cruz de su Hijo,
y que en la hora de nuestro tránsito nos acoja como madre nuestra (cf Jn 19, 27) para
conducirnos a su Hijo Jesús, al Paraíso.
17. Los elementos de la comunión se convierten en el cuerpo y sangre reales de Cristo
A. CIC 1374 El modo de presencia de Cristo bajo las especies eucarísticas es singular.
Eleva la Eucaristía por encima de todos los sacramentos y hace de ella "como la perfección de la
vida espiritual y el fin al que tienden todos los sacramentos" (Santo Tomás de Aquino, Summa
theologiae 3, q. 73, a. 3). En el Santísimo Sacramento de la Eucaristía están "contenidos
verdadera, real y substancialmente el Cuerpo y la Sangre junto con el alma y la divinidad de
nuestro Señor Jesucristo, y, por consiguiente, Cristo entero" (Concilio de Trento: DS 1651). «Esta
presencia se denomina "real", no a título exclusivo, como si las otras presencias no fuesen
"reales", sino por excelencia, porque es substancial, y por ella Cristo, Dios y hombre, se hace
totalmente presente» (MF 39).
B. CIC 1376 El Concilio de Trento resume la fe católica cuando afirma: "Porque Cristo,
nuestro Redentor, dijo que lo que ofrecía bajo la especie de pan era verdaderamente su Cuerpo,
se ha mantenido siempre en la Iglesia esta convicción, que declara de nuevo el Santo Concilio:
por la consagración del pan y del vino se opera la conversión de toda la substancia del pan en la
substancia del Cuerpo de Cristo nuestro Señor y de toda la substancia del vino en la substancia de
su Sangre; la Iglesia católica ha llamado justa y apropiadamente a este cambio
transubstanciación" (DS 1642).

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