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No obstante, es necesario advertir que el archivo nos deja ver más las
intenciones gubernamentales y sus resultados, que la historia de la escuela.
En él queda registrado lo importante: los lineamientos a seguir; los informes
de actividades; los alumnos inscritos, expulsados, reprobados o aprobados;
los profesores; las visitas de personalidades importantes; los cambios
curriculares; los reportes de disciplina; los controles administrativos y
financieros y muchas otras cosas. Estos elementos son los que garantizan
que la institución sea, en primer lugar, educativa; en segundo, que se apegue
lo más posible a los lineamientos específicos que la política educativa marca
en cada periodo para el nivel y, por último, que las autoridades puedan
cerciorarse de que ello es así y no de otra manera. Es decir, el archivo
contiene la historia de cómo la escuela se forma y se consoli da como institu-
ción.
Este proceso, diría yo que de avance lento y constante, tiene que ver
con muchos otros. Si algo salta a la vista al adentrarse en el archi vo, es cómo
los estudiantes secundarios de los años treinta luchan por la autonomía. Ellos
tienen una opinión, la discuten, la defienden y se involucran en la arena
política. Desde la perspectiva de ahora, podríamos decir que eran pequeños
adultos.
Ello tiene relación con las grandes transformaciones del siglo XX: el
aumento poblacional, el fortalecimiento y especialización del sistema
educativo mexicano, el proceso de urbanización, la institucionalización de la
revolución mexicana, la modernización, etcétera. Poco tiene que ver la
pequeña escuela en la que todos se conocían, en la que los maestros eran
como los segundos padres, en donde incluso podían preocuparse por la beca
de un estudiante en particular, en donde los honores a la bandera era
presididos frecuentemente por el mismísimo Sr. gobernador del estado, es
decir, aquella Escuela Secundaria número UNO, con mayúsculas, de los años
cuarenta, en la que había alrededor de 120 estudiantes y se compartía el
nivel con solamente otros cinco planteles, con esa otra escuela que, 10 años
después, abría el turno vespertino para atender a cerca de 500 alum nos con
45 profesores, o la de los ochenta, en la que 392 profesores atendían a 3 831
alumnos en 68 grupos sumando ambos turnos.
La Secundaria Uno pasó de ser la única escuela, a ser una más entre
muchas. Así como se fueron extendiendo las relaciones anóni mas, se fue
dando una separación del poder. Paralelamente, se fueron extendiendo los
apoyos institucionalmente avalados hacia el gobierno y el PRI: apoyo a las
campañas de reforestación, levantamiento de censos, apoyo a campañas
presidenciales, y otras. En los treinta, esto era materia a discutir; en los
sesenta era ya una rutina.