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ANSIEDAD, ESTRÉS Y TRASTORNOS PSICOFISIOLÓGICOS.

María Isabel CASADO

MASTER PROPIO UCM EN INTELIGENCIA EMOCIONAL, EMOCIONES Y SALUD


ESPECIALISTA EN INTERVENCION EN ANSIEDAD Y ESTRES

ANSIEDAD, ESTRÉS Y TRASTORNOS PSICOFISIOLÓGICOS

Dra. María Isabel CASADO MORALES


Dpto. Psicología Básica II (Procesos Cognitivos)
Facultad de Psicología. Universidad Complutense de Madrid
micasado@psi.ucm.es

1. Las emociones y la salud: desarrollo histórico y perspectivas actuales


2. Trastornos psicofisiológicos
3. Clasificación de los trastornos psicofisiológicos
4. Las distintas emociones y los trastornos psicofisiológicos
5. Trastornos cardiovasculares
6. La ira, la ansiedad y el estrés en los trastornos cardiovasculares
7. Hipertensión arterial
8. La enfermedad como fuente de estrés

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ANSIEDAD, ESTRÉS Y TRASTORNOS PSICOFISIOLÓGICOS. María Isabel CASADO

1. LAS EMOCIONES Y LA SALUD: DESARROLLO HISTÓRICO Y PERSPECTIVAS


ACTUALES
El estudio de la relación entre emociones y salud es un área de investigación que implica a
muy diversas disciplinas: psicología, medicina, biología, farmacología, etc. Y si bien es un campo de
investigación más o menos reciente si nos referimos a la utilización de una metodología rigurosa y al
desarrollo y puesta en marcha de programas combinados de tratamiento efectivos, la idea de
interrelación entre lo mental y lo corporal, ha estado siempre presente a lo largo de la historia de la
humanidad. Sin embargo, hasta el siglo XIX no se comienza a realizar una investigación continuada.

Desde el último tercio del siglo pasado y de la mano de disciplinas como la medicina
psicosomática, la medicina conductual, la psicología de la salud y la psicofisiología, se han ido
acumulando una gran cantidad de datos que explican y matizan la relación entre los factores
psicológicos y la salud y enfermedad físicas. Dentro de estos factores psicológicos cobran especial
importancia las emociones.

Las reacciones emocionales como la ansiedad, la ira, la hostilidad, la tristeza o la depresión,


presentan correlatos fisiológicos que son el resultado de complejos mecanismos que bajo la influencia
del sistema nervioso afectan a las secreciones glandulares, los órganos y tejidos, los músculos y la
sangre. Cada vez son más los estudios que muestran la relación entre factores emocionales y trastornos
como los cardiovasculares, digestivos, dermatológicos, endocrinos, etc. e incluso los derivados de un
mal funcionamiento del sistema inmunológico.

El mejor campo de estudio de esta relación ha sido, y sigue siendo, el de los denominados
clásicamente trastornos psicosomáticos o psicofisiológicos. En esta línea hemos de comenzar haciendo
referencia a autores de corte psicodinámico como Alexander (1950) que sostuvo la relación entre
distintos rasgos de personalidad y ciertos trastornos somáticos. Posteriormente desde la línea
situacionista se defendió la existencia de variables no específicas, destacando especialmente los
llamados sucesos vitales (Holmes y Rahe, 1967). Ya en la década de los ochenta diversos autores
(Friedman y Booth-Kewley, 1987; Holroyd y Coyne, 1987) reelaboran la relación entre procesos
psicológicos y trastornos somáticos. Y con la inclusión de las variables cognitivas, muchos han sido los
autores que han ido trabajando en la relación entre características cognitivas y salud.

El denominador común de todos ellos es pensar que las emociones y la personalidad pueden
influir sobre las funciones fisiológicas contribuyendo a la aparición o exacerbación de numerosos
trastornos. Todos sostienen desde su punto de vista que las emociones influyen en la salud, y por ello,
en el proceso del enfermar, de muy diversas formas. Pero en esta hipótesis de trabajo ha actuado de
trampolín, sin duda, la trasformación del concepto de enfermedad y las propias enfermedades en sí

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mismas.

A mediados del siglo pasado aproximadamente tres quintas partes de las muertes en los países
desarrollados eran causadas por enfermedades infecciosas: tuberculosis, disentería, cólera, diarreas,
malaria, neumonía, etc. Todas ellas debidas a las precarias condiciones de vida. Progresivamente, estas
enfermedades fueron, en su mayor parte, bien controladas mediante el tratamiento de aguas, alimentos,
programas públicos de inmunización, prevención y control ambiental. Sin embargo, otras
enfermedades vinieron a sustituir a las anteriores en el ranking de mortalidad, enfermedades como el
cáncer, las enfermedades cardiovasculares y más recientemente las llamadas enfermedades
inmunológicas y degenerativas crónicas como el Alzheimer, enfermedades todas ellas relacionadas con
la forma de vida o la conducta de los individuos.

De esta forma, en la década de los 60 se comienza a tomar conciencia de la necesidad de


intervenir en la prevención de dichas enfermedades y con ello de la necesidad de trasformar el modelo
médico tradicional en un modelo biopsicosocial que tuviera en cuenta no sólo los factores biológicos
sino también los psicológicos, sociales y conductuales en la génesis y mantenimiento de las
enfermedades.

Pero éste no ha sido un camino fácil, ha llevado consigo muchos problemas conceptuales,
metodológicos y hasta de enfrentamiento entre los profesionales de las distintas disciplinas que
convergen en esta nueva realidad del proceso de enfermar. Para entender en toda su extensión la
situación actual es necesario hacer referencia en a tres líneas de investigación o tres formas de abordaje
que, en definitiva, conforman la historia del estudio de la relación entre lo psíquico y lo somático: la
Medicina Psicosomática, la Medicina Conductual y la Psicología de la Salud. Todas ellas suponen un
puente entre la medicina, la psicología y el resto de disciplinas de la salud, cuyos límites no se
encuentran en algunas ocasiones bien definidos (una revisión más extensa puede verse en Casado,
1994).

La Medicina Psicosomática fue el primer intento serio de investigar en medicina las


relaciones entre variables psicosociales y procesos fisiológicos.
En un primer momento, el conjunto de factores etiológicos preferidos por esta línea explicativa
eran las emociones. Era una época de desconocimiento médico en la cual, cuando la etiología de la
enfermedad era desconocida o de difícil explicación, se recurría fácilmente a la acción de "las
pasiones". Más tarde se produjo un gran salto conceptual basado en un modelo de estudio empírico y
sistemático de correlación psicofisiológica que se reflejó más tarde en autores como Pavlov y Cannon.
Sin embargo, en el período comprendido entre 1930 y 1960, bajo el influjo del psicoanálisis, la
Medicina Psicosomática vuelve a abandonar el campo empírico. Durante este período la Medicina

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Psicosomática se caracterizó por defender un concepto de causalidad, en donde lo psicológico producía


lo somático. Es un concepto simplista y lineal de la génesis de los trastornos, e incompatible con las
actuales nociones de enfermedad con etiología multifactorial, en las que la emoción constituye sólo una
parte de la reacción psicofisiológica del individuo ante una situación, pero no es la causa única de la
reacción.

A partir de mediados de los años sesenta se producen una serie de cambios conceptuales que
relanzarán nuevamente a la Medicina Psicosomática: un rigor científico cada vez mayor en sus
estudios, un creciente énfasis en el estudio de los procesos interaccionales, otorgar mayor importancia a
la influencia del medio social sobre la salud y la enfermedad, la aparición de líneas de trabajo centradas
en el estudio de los efectos de la enfermedad orgánica sobre el funcionamiento psicológico y su
conducta, el interés por profundizar en las bases biológicas de la conducta normal y anormal, la
investigación centrada en la relación existente entre determinadas características del individuo y la
predisposición a ciertas enfermedades, el afianzamiento de la concepción de la enfermedad
psicosomática como de etiología multifactorial.

Pero a pesar de todos estos cambios surgen críticas hacia la Medicina Psicosomática. Grahan
(1979), en un discurso presidencial de la Sociedad Psicosomática, apuntó que la Medicina
Psicosomática no había tenido la influencia que se había predicho en los años 40. Agras (1982)
puntualiza que este hecho se debe a la ausencia de procedimientos efectivos de intervención
psicológica y al hecho de que la investigación en este campo, al menos en su mayor parte, no fue una
intervención orientada a la práctica. Donker (1991) sostiene que la Medicina Psicosomática se planteó
una extensa e interesante línea de trabajo, pero nunca ha llegado a cumplir sus promesas, debido
principalmente a una falta de estrategias efectivas de investigación e intervención, lo que ha facilitado
posteriormente el desarrollo espectacular de la Medicina Conductual.

Esto facilitó el desarrollo espectacular de la Medicina Conductual. Sin embargo, es necesario


puntualizar que dicho desarrollo espectacular no hubiera tenido lugar, en gran medida, sin las
aportaciones de la Medicina Psicosomática en sus largos años de estudio e investigación.

Con respecto a esta segunda gran línea de abordaje, la Medicina Conductual uno de sus
elementos clave ha sido el rápido desarrollo y aceptación que ha sufrido en un período de tiempo
relativamente corto. Quizá debido a este ritmo acelerado, a su naturaleza interdisciplinar y a sus
amplias contribuciones, no sólo a la ciencia aplicada sino también básica, exista confusión acerca del
área que debe abarcar esta disciplina y de cuál debe ser la definición de partida.
Las definiciones sobre Medicina Conductual han sido muy diversas (Birk, 1973; Blanchard,
1977; Schwartz y Weiss, 1978b; Pomerleau y Brady, 1979) si bien, todas ellas van a hacer hincapié en

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tres puntos fundamentales:


a. La interdisciplinariedad sistemática.
b. La investigación e intervención con los principios y técnicas de la teoría general de la
conducta.
c. Su aplicación en el tratamiento y prevención de la enfermedad y su uso para la promoción y
mantenimiento de estilos de vida sanos.

La Medicina Conductual, por tanto representa el campo multidisciplinar promovido por


psicólogos y médicos, que acentúa el desarrollo e integración de conocimientos y técnicas de las
ciencias conductuales y biomédicas, con el objetivo de comprensión, tratamiento y rehabilitación de la
enfermedad, además de promover, intensificar y mantener la salud. Nace de la necesidad de una
compaginación metodológica de las ciencias biomédica y conductual, como un intento por superar los
modos de conceptualización de los problemas entre las dos comunidades científicas (Reig, 1981).

Desde el punto de vista de la medicina conductual, una de las mayores contribuciones es el


resurgir del interés por los factores ambientales y psicológicos, y su interacción con los factores
fisiológicos y bioquímicos para determinar el desarrollo y el tratamiento de la enfermedad. De algún
modo, son los mismos objetivos que se planteó la Medicina Psicosomática, pero que no llegó a
desarrollar plenamente. Por ello, podríamos decir que la actual Medicina Conductual es el desarrollo o
la continuación de la Medicina Psicosomática, con el empleo de técnicas más efectivas, tanto de
investigación como, sobre todo, de aplicación práctica.

El marco de trabajo de la Medicina Conductual podemos dividirlo en cuatro bloques


a. Intervenciones dirigidas a modificar la conducta o respuesta fisiológica problemática como
alternativa o complemento a la intervención biomédica.
b. La investigación y modificación de la conducta que favorece o dificulta la adherencia al
tratamiento médico o conductual prescrito. Esta adherencia supone, además de la prescripción
en sí, otras características del tratamiento como la entrada en el mismo, su continuidad y su
finalización.
c. La intervención dirigida a las personas implicadas en el cuidado de la salud, con el objetivo de
mejorar las prestaciones asistenciales. Este bloque intenta humanizar el tratamiento, la relación
paciente-médico, minimizar el impacto de las hospitalizaciones, adecuar las salas a la puesta
en marcha de programas conductuales, etc.
d. La intervención dirigida a la prevención de la enfermedad y a la intensificación y cambio de
estilos de vida.

Con respecto a la tercera línea de abordaje, la Psicología de la Salud, ésta y la Medicina

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Conductual son consideradas, a menudo, términos que hacen referencia a una misma realidad, lo que
actualmente no parece ser correcto. Sin embargo, tampoco se está de acuerdo en cuál es la línea
divisoria, o el papel o campo de acción de dichas orientaciones. Por ello, señalaré dos de las más
extendidas opiniones sobre la distinción entre ambos campos y el papel que representa la nueva
Psicología de la Salud.

En un principio, para algunos autores la Psicología de la Salud representaba la contribución del


conocimiento psicológico al ámbito de la medicina, es decir, sería uno de los campos de los que se
nutre la Medicina Conductual. Desde esta línea, la distinción más importante entre Medicina
Conductual y Psicología de la Salud era el carácter multidisciplinar de la primera frente a la
especificidad de la segunda.

Sin embargo, posteriormente se impuso el término Psicología de la Salud para referirse, no a la


aportación de la psicología a la medicina, sino a un nuevo ámbito de aplicación o especialización de la
propia psicología, adquiriendo por lo tanto una entidad propia, y que incluso supone el desarrollo actual
de "lo que fue denominado en principio Medicina Conductual".

La Psicología de la Salud es hoy uno de los principales campos aplicados de la psicología,


desplazando incluso en protagonismo en este ámbito a la Psicología Clínica, de la que derivó, como
una extensión de los problemas tratados por ésta, que de exclusivamente mentales o psiquiátricos se ha
extendido a los distintos servicios y problemas de la salud normalmente atendidos o tratados en las
unidades hospitalarias o servicios de salud.

Por ello, podemos definir a la Psicología de la Salud como: "El campo de especialización de la
psicología que centra su interés en el ámbito de los problemas de salud, especialmente físicos o
médicos, con la principal función de prevenir la ocurrencia de los mismos, o de tratar o rehabilitar éstos
en caso de que tengan lugar, utilizando para ello la metodología, los principios y los conocimientos de
la actual Psicología científica, sobre la base de que la conducta constituye, junto con las causas
biológicas y sociales, los principios determinantes, tanto de la salud como de la mayor parte de las
enfermedades y problemas humanos de la salud existentes en la actualidad" (Carrobles, 1993, pág.
184).

Desde esta perspectiva, la Psicología de la Salud engloba o representa lo que se denomina


actualmente Medicina Conductual. La principal diferencia en el uso de ambos términos es la ciencia de
la que se parte, el prisma desde el cual se trabaja: medicina o psicología. Pero en última instancia, sus
inquietudes básicas y sus aplicaciones prácticas van dirigidas en la misma línea.

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En cualquier caso, independientemente del modelo del que se parta o la línea de abordaje
preferida, las emociones se han ido planteando de forma indiscutible como una de las variables a tratar
y controlar en el nuevo concepto de salud, estando cada vez más asentado el papel o los distintos
papeles que juegan como factores de riesgo de enfermedad. Veamos los más importantes:

En primer lugar, la investigación remarca a las emociones tildadas de negativas como la


ansiedad, la ira y la tristeza como factores de riesgo desencadenantes de la enfermedad. Desde Selye
(1936) pionero en investigar los efectos del estrés en la etiología de numerosas enfermedades, hasta
autores como Lazarus y Folkman (1984) que introducen la importancia de variables cognitivas como la
forma de interpretar y afrontar las situaciones problemáticas, muchos autores inciden en la importancia
del estado emocional como factor de riesgo de la génesis de la enfermedad somática.

Pero un paso aún más importante ha sido el hecho de que el papel de las emociones no quede
restringido a un papel de factor precipitante o causante de la enfermad, sino también como variable
responsable del desarrollo, agravamiento y cronificación de la misma. Muchos son los estudios que así
lo confirman en enfermedades como el asma, el dolor crónico, las enfermedades cardiovasculares,
gastrointestinales, el cáncer , distintas enfermedades de carácter inmunológico, etc.

En tercer lugar, las emociones o los estados emocionales van a representar un factor de riesgo
muy especial cuando se cronifican ya que en este caso afectan a su vez a la salud por su inducción a
hábitos conductuales poco saludables: la ingesta de alcohol. el consumo de tabaco, una dieta rápida,
poco variada y con exceso de grasas, la falta de ejercicio físico, etc.

En cuarto lugar, el estado emocional se convierte en un nuevo factor de riesgo cuando


distorsiona la conducta del paciente dando lugar a las llamadas conductas de enfermedad. Con este
término se hace referencia a conductas desadaptadas en las que la persona aumenta o disminuye los
síntomas (quejas, expresiones faciales, cambios posturales, búsqueda de atención, etc.); estas
conductas están mediadas por los procesos de aprendizaje (condicionamiento clásico,
condicionamiento operante y aprendizaje observacional). El mantenimiento de estas conductas por
reforzamiento positivo y negativo es un elemento fundamental en el proceso de mantenimiento y
cronificación. La adopción del papel de enfermo puede conllevar en ocasiones un buen número de
ganancias, como la evitación de responsabilidades y obtención de privilegios (ganancia primaria),
el logro de un tipo especial de interacción social y la expresión de simpatía o cuidados por parte de
los demás (ganancia secundaria) o incluso cumplir con las expectativas que los demás tienen sobre
nuestro comportamiento como enfermos y que les proporciona satisfacción por su prestación de
ayuda (ganancia terciaria). Así, las conductas de enfermedad pueden quedar bajo el control de
distintos estímulos discriminativos del ambiente que indican cuando existe una alta probabilidad de

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reforzamiento de las manifestaciones de enfermedad. Esta cronificación de las conductas


desadaptadas por parte del paciente contribuye a su deterioro y discapacidad.

Estas conductas desadaptadas también pueden interferir en el trato con el personal sanitario, con su
propia familia e incluso influir negativamente en el cumplimiento de las prescripciones médicas. El
paciente puede tomar decisiones y actitudes que interfieren en su proceso de curación.

En todas estas líneas que hemos esbozado, la psicología tiene un papel decisivo que cumplir,
tanto a nivel de investigación básica, como en el diseño de tratamientos efectivos que modifiquen las
consecuencias negativas derivadas de la relación entre la emoción y la enfermedad.

2. TRASTORNOS PSICOFISIOLÓGICOS
Los trastornos psicofisiológicos, tradicionalmente denominados enfermedades
psicosomáticas, han sido definidos generalmente como aquellos trastornos que presentan una clara
evidencia de enfermedad orgánica, pero en los cuales, una proporción significativa de sus
determinantes son de índole psicológica (Maher, 1978). Esta creencia, reflejada desde la propia
definición, de que los factores psicológicos influyen en la enfermedad, ha sido recogida desde hace
milenios. Sin embargo, a pesar de esta larga historia de reconocimiento, hasta tiempos más
recientes los factores psicológicos han recibido poca atención por parte de la Medicina.

Tradicionalmente, este tipo de trastornos han sido tratados desde una perspectiva médica,
haciendo hincapié en los aspectos farmacológicos, nutricionales, etc. y centrando la explicación del
trastorno principalmente en el plano descriptivo, con la consecuente falta de poder predictivo. Sin
embargo, los avances en la investigación médica actual han propiciado rápidos progresos
tecnológicos en el ámbito inmunogenético, bioquímico, farmacológico, etc., que le han otorgado
una mayor capacidad de control sobre la vida y la muerte, y que han perfilado de forma progresiva
y tajante la importancia de ciertos comportamientos como agentes responsables mediadores en la
salud y la enfermedad. En estos hallazgos, la Psicología ha contribuido de forma muy especial. Y es
que, en última instancia, no podemos olvidar que por la propia naturaleza de las enfermedades
psicofisiológicas, su estudio está a caballo entre la Medicina y la Psicología y, más genéricamente,
es punto central de todas aquellas disciplinas que podemos denominar ciencias de la salud.

Siguiendo a Brengelmann (1987) podemos destacar tres puntos de especial interés en la


relación entre la Psicología y la Medicina:
- La época en la que los problemas de salud se enfocaban exclusivamente desde un punto de
vista somático está dando paso a una época en la que se utilizan conjuntamente los
tratamientos somáticos y psicológicos.

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- El tratamiento psicológico no sólo puede aplicarse a los problemas denominados


"psicosomáticos", sino también a cualquier tipo de enfermedad.
- Los procesos psicosomáticos y somáticos siguen las mismas leyes que las ciencias
naturales, por lo tanto, son verificables a través de métodos similares. Su estudio conjunto
permite, en comparación con su análisis por separado, una eficacia en el tratamiento
significativamente mayor.

Entre las disciplinas o áreas de trabajo que combinan o relacionan las variables
comportamentales o psicológicas con las médicas u orgánicas destacan: la Medicina Psicosomática,
la Medicina Comportamental o Conductual y la Psicología de la Salud. Todas ellas suponen un
puente entre la Medicina y la Psicología.

La principal contribución de la investigación psicosomática a la Medicina ha sido


proporcionar una explicación retrospectiva o histórica del problema, con la intención de identificar
los factores de riesgo de una determinada enfermedad y bajo qué condiciones la persona
predispuesta es más vulnerable a su desarrollo. En sus inicios, la investigación psicosomática ponía
su énfasis en el papel de la predisposición psicológica en los procesos etiológicos, es decir, la
emoción era la causa de la enfermedad. Sin embargo, los factores psicológicos pueden ser causa
necesaria pero no suficiente para la aparición de determinados trastornos. La multicausalidad es
normalmente la verdadera etiología, centrada en considerar simultáneamente los factores genéticos,
ambientales, psicosociales, psicofisiológicos y principalmente el peso de la interacción como
elemento de predisposición del individuo a padecer una determinada enfermedad, es el gran mérito
de la investigación psicológica actual en este campo.

En definitiva, actualmente se tiende a asociar la génesis, desarrollo y mantenimiento de los


trastornos psicofisiológicos con una pluralidad de agentes, entre los que cabe destacar: el tipo de
dieta, la ingesta de sal, el consumo de alcohol y tabaco, aspectos ambientales, el estilo de vida, el
sedentarismo, la forma de afrontamiento del sujeto al stress, factores genéticos, características de
personalidad, la ansiedad, la ira y/o la hostilidad, factores cognitivos, etc.

3. CLASIFICACIÓN DE LOS TRASTORNOS PSICOFISIOLÓGICOS


En las clasificaciones tradicionales de los trastornos psicofisiológicos se listaban y
describían las distintas enfermedades en las que la investigación había mostrado su relación con
variables psicológicas. Estas clasificaciones solían agrupar los distintos trastornos según el sistema
afectado. Entre ellos destacaban por su frecuencia e interés los siguientes:

- Trastornos cardiovasculares: enfermedad coronaria, hipertensión arterial.

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- Trastornos respiratorios: asma bronquial, síndrome de hiperventilación.


- Trastornos endocrinos: hipertiroidismo, hipotiroidismo, enfermedad de Addison, síndrome
de Cushing, alteraciones de las glándulas paratiroides, hipoglucemia, diabetes.
- Trastornos gastrointestinales: trastornos esofágicos, dispepsia no ulcerosa, úlcera péptica,
síndrome del intestino irritable, colitis ulcerosa, enfermedad de Crohn.
- Trastornos dermatológicos: pruito, hiperhidrosis, urticaria, dermatitis atópica, alopecia
areata.
- Dolor crónico: lumbalgias, cefaleas, dolor premenstrual.
- Artritis reumatoide
- Trastornos inmunológicos.

El Manual de Diagnóstico de la Asociación de Psiquiatría Americana -DSM II- reconocía


la existencia de enfermedades orgánicas psicógenas, estableciendo que sólo determinadas
enfermedades podían ser debidas a causas psicológicas. En este manual se definían nueve
categorías principales de trastornos en función del órgano o sistema corporal afectado. Sin
embargo, la investigación en el campo demostraba paulatinamente la relevancia de los factores
psicológicos en la etiología y desarrollo de un gran número de enfermedades no consideradas
inicialmente como psicofisiológicas, que engloban desde trastornos neurológicos, como la
esclerosis múltiple, hasta enfermedades infecciosas, como la tuberculosis, e incluso enfermedades
inmunológicas, como la leucemia.

Con este creciente reconocimiento de la implicación de factores psicológicos o emocionales


en el desencadenamiento y/o agravamiento de la mayoría de las enfermedades orgánicas, se hizo
patente la ineficacia del esquema anterior. El DSM II no podía dar cuenta de estos resultados y era
necesario un cambio en el sistema clasificatorio vigente hasta entonces. Lipp, Looney y Spitzer
(1977) señalaron que el DSM III debía tomar en consideración el grado en que los factores
psicosociales pueden influir en la condición física. Este objetivo fue adoptado e incorporado en la
tercera edición del manual DSM III. Recomendaron, así mismo, que la sección independiente de
Trastornos Psicofisiológicos fuese eliminada y sustituida por una nueva sección denominada
"Factores psicológicos en la condición física" adoptándose finalmente el título: "Factores
psicológicos que afectan al estado físico". Esta sección del DSM III incluye no sólo los trastornos
psicofisiológicos tradicionales señalados en el anterior DSM II, sino también aquellas alteraciones
físicas en las que se han podido encontrar factores psicológicos significativos en la génesis o
agravamiento del trastorno. De esta forma, al describir los trastornos psicofisiológicos no se hace
referencia a un grupo distinto de enfermedades, sino a aquellas alteraciones físicas que son
precipitadas, agravadas o prolongadas por factores psicológicos: "... esta categoría puede utilizarse
para cualquier trastorno físico en el que los factores psicológicos sean considerados importantes.

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Puede utilizarse para describir alteraciones que en el pasado se han conocido con el nombre de
"psicosomáticas" o "psicofisiológicas"..." (D.S.M.III-R, pág, 317). Entre los ejemplos comunes de
enfermedades físicas en las que esta categoría puede ser apropiada se incluyen los siguientes:
obesidad, cefaleas de tensión, migraña, angor pectoris, dismenorrea, dolor sacroilíaco,
neurodermatitis, acné, artritis reumatoide, asma, taquicardia, arritmia, úlcera gastroduodenal,
cardiopasmo, pilorospasmo, nauseas y vómitos, colitis ulcerosa y poliaquiuria.

A partir del DSM III (DSM III-R) la American Psychiatric Association (APA) recoge la
idea de que los factores psicológicos tienen un papel de gran relevancia en la mayoría de las
enfermedades. Con la adopción, por parte de la APA, de este nuevo sistema se pretende evitar la
consideración de un determinado trastorno o enfermedad como exclusivamente psicológico u
orgánico. En el DSM-IV, aparece de nuevo un apartado denominado "Factores psicológicos que
afectan al estado físico".. Según esta reciente clasificación, la forma de diagnóstico debe ser:
F54....(Factor psicológico) que afecta a ... (indicar enfermedad médica),. Los criterios diagnósticos
son los siguientes:

A) Presencia de una enfermedad médica (codificada en el Eje III)


B) Los factores psicológicos afectan negativamente a la enfermedad médica en alguna de estas
formas:
(1) los factores han influido el curso de la enfermedad médica como puede observarse
por la íntima relación temporal entre los factores psicológicos y el desarrollo o la
exarcebación de la enfermedad médica, o el retraso de su recuperación
(2) los factores interfieren en el tratamiento de la enfermedad médica
(3) los factores constituyen un riesgo adicional para la salud de la persona
(4) las respuestas fisiológicas relacionadas con el estrés precipitan o exacerban los
síntomas de la enfermedad médica

Escoger nombre basándose en la naturaleza de los factores psicológicos:


Trastorno mental que afecta a...(indicar enfermedad médica) (p. ej. trastorno depresivo mayor
que retrasa la recuperación de un infarto)
Síntomas psicológicos que afectan a ...(indicar enfermedad médica) (p. ej. síntomas depresivos
que retrasan una recuperación quirúrgica; ansiedad que exacerba una crisis de asma)
Rasgos de personalidad o estilo de afrontamiento que afectan a ...(indicar enfermedad médica)
(p. ej. negación patológica de la necesidad de cirugía en un paciente con cáncer; comportamiento
hostil e impaciente que contribuye a una enfermedad cardiovascular)
Comportamientos desadaptativos que afectan a...(indicar enfermedad médica) (p. ej.
sobrealimentación, falta de ejercicio)

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Respuesta fisiológica relacionada con el estrés que afecta a...(indicar enfermedad médica) (p. ej.
exarcebación de una úlcera relacionada con el estrés, hipertensión, arritmia o cefalea tensional)
Otros factores psicológicos o no especificados que afectan a ...(indicar enfermedad médica) (p.
ej.factores interpersonales, culturales o religiosos)

Esta estructura se mantiene en la nueva edición revisada (DSM-IV TR)

Esta misma idea se recoge en el capítulo V sobre Trastornos Mentales y del


Comportamiento de la 100 edición de la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-10), en
la cual, el término psicosomático no se utiliza, ya que "... puede implicar que los factores
psicológicos no jueguen un papel en el desencadenamiento, curso y evolución de otras
enfermedades no descritas como psicosomáticas..." (CIE-10 cap. V pág 26). En este manual, los
trastornos clasificados anteriormente como psicosomáticos se dividen en varios apartados:
trastornos somatomorfos (F45), trastornos de la conducta alimentaria (F50), disfunción sexual de
origen no orgánico (F52) y factores psicológicos y del comportamiento en trastornos o
enfermedades clasificados en otro lugar (F54). Esta última categoría (F54) se ha creado con el fin
de señalar la existencia de trastornos orgánicos (codificados en otros capítulos del CIE) con
etiología emocional. Por ejemplo, el asma puede clasificarse como F54 + J45, la úlcera gástrica
como F54 + K25, etc.

La mayoría de los profesionales de la Medicina Psicosomática, Medicina Conductual o


Psicología de la Salud apoyan este nuevo sistema clasificatorio ya que enfatiza una aproximación
etiológica multicausal de la enfermedad (Gatchel, Baum y Krantz, 1989).

4. LAS DISTINTAS EMOCIONES Y LOS TRASTORNOS PSICOFISIOLOGICOS


Una de las características básicas de los trastornos psicofisiológicos es el carácter múltiple
de su etiología. Este hecho dificulta el estudio de dichos trastornos si tenemos en cuenta que los
distintos y variados factores desencadenantes pueden adoptar diversas combinaciones, haciendo que
el peso específico de cada factor sea diferente en cada caso, así como la interacción resultante.
Junto a este hecho, no debemos olvidar además, que dichas combinaciones pueden variar a su vez
en función del estadio evolutivo en que se encuentre el trastorno. El establecimiento de los factores
determinantes ha potenciado considerablemente la investigación en esta área haciéndose hincapié
en los factores fisiológicos, genéticos, psicológicos y ambientales. Todos ellos han de ser tomados
en cuenta para lograr una comprensión global de estos trastornos.

Entre las variables psicológicas destacan, sin duda, las emociones. Las distintas emociones
van a manifestarse bajo un triple sistema de respuestas: cognitivo, fisiológico y motor. La relación

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entre las respuestas del sistema fisiológico y los trastornos psicofisiológicos ha sido punto de
partida de muchas teorías explicativas sobre su génesis. Entre las distintas emociones van a destacar
la ansiedad y la ira.

En la relación entre la enfermedad y, la ansiedad y el estrés, destacan dos líneas de


investigación complementarias e inseparables centradas en el papel de los factores fisiológicos y
psicológicos en la génesis y desarrollo de distintas enfermedades.

1. Factores fisiológicos: Existe un amplio número de investigaciones y de modelos


explicativos de los trastornos psicofisiológicos que consideran que las consecuencias derivadas de
la respuesta fisiológica a las situaciones de estrés son la causa principal que incide en el desarrollo
de dichos trastornos. El desarrollo de la experimentación biomédica y los avances en psicofisiología
han permitido, en parte, el progresivo desarrollo de esta línea de investigación. Estos modelos,
basados en general en las consecuencias que puede provocar la exposición a situaciones de estrés,
parten de un eje común: el organismo necesita para realizar su actividad diaria cierto grado de
activación fisiológica. Estaríamos por lo tanto, en principio, ante una respuesta positiva y
adaptativa. Pero ¿qué ocurre cuando la respuesta de activación se excede en sus patrones de tiempo
o duración ?.

a. Por un lado, el organismo no puede mantener de forma constante un ritmo de activación


por encima de sus posibilidades.

b. Por otro lado, en el medio en el que se desarrolla el hombre actual ese sentido de
adaptación se va perdiendo, ya que es poco probable que un evento desencadenante de tal reacción
desaparezca por medio de una acción de ataque o huída, en el sentido planteado por Cannon. En el
mundo actual, la forma habitual de responder ante el evento estresante es por medio de respuestas
de afrontamiento, como las cognitivas, que no utilizan el incremento de energía movilizado,
generándose de esta forma el problema de la acumulación excesiva de productos no empleados.

Estos dos factores pueden dar lugar a la sobrecarga de determinados órganos, pudiendo
desencadenar trastornos a diferentes niveles. Por lo tanto, la probabilidad de que un trastorno
psicofisiológico se desarrolle aumentará con el incremento de la frecuencia o la duración de la
respuesta emocional provocada por la propia situación de estrés o por la situación considerada
como tal por el sujeto.

2. La segunda línea de investigación se centra en el papel de las variables


psicológicas.

13
ANSIEDAD, ESTRÉS Y TRASTORNOS PSICOFISIOLÓGICOS. María Isabel CASADO

Centrándonos en primer lugar en la ansiedad, la hipótesis básica sostiene que los sujetos con altos
niveles en rasgo de ansiedad interpretarán un mayor número de situaciones como amenazantes, por
lo que se verán expuestos con mayor frecuencia a situaciones que les generen estados de ansiedad,
lo que en última instancia supondrá una mayor y más frecuente activación fisiológica y por tanto
mayor probabilidad de desarrollar trastornos psicofisiológicos. Desde esta perspectiva se ha
trabajado con paradigmas de conflicto experimental para provocar incertidumbre o falta de control
en los individuos, a la vez que se han estudiado exhaustivamente los distintos modos de
afrontamiento.
En cuanto a la ira, otra de las emociones más estudiadas en su relación con los trastornos
psicofisiológicos, la investigación avala la misma hipótesis: los sujetos con mayor rasgo de ira
interpretarán un mayor número de situaciones como amenazantes, por lo que se verán expuestos
con mayor frecuencia a situaciones que les generen estados de ira , lo que supondrá una mayor y
más frecuente activación fisiológica y por tanto mayor probabilidad de desarrollar trastornos
psicofisiológicos. Aunque el caso de la ira, se añade un factor nuevo, la forma de expresión de
dicha emoción. En concreto es la expresión interna de la ira la que guarda una mayor relación con
la enfermedad.

Por tanto, aunque a nivel conceptual separemos los factores fisiológicos de los
psicológicos, en la realidad la línea divisoria no existe ya que las emociones son variables
psicológicas que se manifiestan, entre otras, por medio de respuestas fisiológicas.

En la relación de la ansiedad, la ira y el estrés con los trastornos psicofisiológicos, el


elemento fundamental será siempre el hecho de que las situaciones que generan estados
emocionales afectan al funcionamiento de los órganos internos produciendo en ellos cambios tanto
morfológicos como funcionales.

En resumen podemos destacar como factores desencadenantes o agravantes de distintas


enfermedades la interacción entre una situación de estrés, un modo individual de valorar la
situación como “emocionante” un patrón de respuesta fisiológica y una sensibilidad incrementada o
predisposición orgánica. Es innegable por tanto que, en gran medida, el proceso dependerá del
modo en que la persona perciba, procese e interprete la situación y de su habilidad para encontrar
soluciones adaptativas a las nuevas situaciones.

5. TRASTORNOS CARDIOVASCULARES
El término trastornos cardiovasculares hace referencia a diversos trastornos del corazón y
de los vasos sanguíneos, incluyendo la hipertensión, el trastorno arterial coronario, las arritmias
cardíacas, el trastorno cerebro vascular, el trastorno valvular, las cardiomiopatías, el trastorno

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ANSIEDAD, ESTRÉS Y TRASTORNOS PSICOFISIOLÓGICOS. María Isabel CASADO

periférico vascular y las anormalidades congénitas cardíacas.

Aunque no es actualmente posible determinar de manera exacta las principales causas que
subyacen a los trastornos cardiovasculares, existen diversos factores que interactúan entre sí e
incrementan el riesgo cardiovascular. En este sentido, la interacción de factores de riesgo coronario
dan lugar a que un individuo pueda sufrir de más de uno de esos factores simultáneamente,
incrementando por tanto la probabilidad de desarrollar un trastorno cardiovascular. Teniendo en
cuenta el conjunto de la investigación existente, podemos clasificar los factores coronarios de
riesgo de la siguiente manera:

Factores de Riesgo Inherentes: se trata de factores genéticos o físicos que no son


modificables mediante estrategias conductuales. Sin embargo, su riesgo potencial puede reducirse
mediante la aplicación de patrones de conducta adecuados.
- Edad: la edad incrementa la probabilidad de muerte cardiovascular debido a múltiples
causas.
- Antecedentes familiares: relativos al diagnóstico de trastornos cardiovasculares.
- Género: La tasa de mortalidad es mayor en los varones adultos de mediana edad.
- Raza: los negros norteamericanos presentan un 40% de tasa de mortalidad mayor que los
blancos norteamericanos. Ese alto riesgo en los negros puede deberse a factores sociales,
económicos o conductuales.
- Diabetes: la diabetes incrementa la probabilidad de muerte coronaria debido a que
exacerba otros factores de riesgo y neutraliza la acción protectora de los estrógenos
endógenos en las mujeres premenopáusicas.

Factores Fisiológicos:
- Hipertensión: La hipertensión se trata de una presión arterial elevada y mantenida. Las
consecuencias de la hipertensión se relacionan con la aterosclerosis, que incrementa la
probabilidad de muerte por trastorno coronario, infarto de miocardio, ataque súbito e infarto
aterotrombótico cerebral.
- Obesidad: La obesidad está íntimamente relacionada con la hipertensión. La obesidad
predice la hipertensión.
- Niveles de colesterol: el colesterol se encuentra en el sistema cardiovascular bajo la forma
de Lipoproteínas de Baja Densidad (LDL) o Lipoproteínas de Alta Densidad (HDL).
Mientras que el LDL aumenta los trastornos cardiovasculares, el HDL reduce su riesgo.
Esto es especialmente evidente en los jóvenes y adultos de mediana edad, pero menos en
los mayores.

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ANSIEDAD, ESTRÉS Y TRASTORNOS PSICOFISIOLÓGICOS. María Isabel CASADO

- Acido úrico: Algunas investigaciones relacionan el ácido úrico sérico, con el riesgo de
desarrollo de trastorno coronario.

Factores Conductuales:
- Dieta: La dieta incrementa o reduce la probabilidad de trastornos cardiovasculares en
mayor grado que el sobrepeso. Mientras que una dieta basada en grasas saturadas
incrementa el riesgo de sufrir este tipo de trastornos, una dieta rica en vitaminas
(antioxidantes, vitamina E, selenio, etc.) o fibra, lo reduce.
- Ejercicio físico: Aunque no existe una completa evidencia de la relación entre ejercicio
físico y la reducción de la incidencia del trastorno coronario, su práctica reduce el peso
corporal, la presión sanguínea y el perfil lipídico. Este resultado sugiere posibles beneficios
en la reducción de los trastornos cardiovasculares.
- Consumo de tabaco: Este es el factor de riesgo conductual más relevante. Los fumadores
tienen una predisposición de muerte cardiovascular dos o tres veces mayor que los no
fumadores. Los fumadores pasivos incrementan un 20% el riesgo de desarrollo de
trastornos cardiovasculares. El componente mas peligroso en la génesis de la aterosclerosis,
mas que la nicotina, es el monóxido de carbono.
- Consumo de café: La cafeína produce taquicardia incrementando la presión sanguínea de
forma pasajera. Sin embargo, la evidencia científica es contradictoria, siendo lo mas
contrastado que la cafeína produce arritmias y actúa como disparador de una trastorno
coronario previamente establecido.

Factores Psicosociales:
- Matrimonio y redes sociales: El bajo apoyo social se relaciona con un incremento en el
riesgo de trastorno coronario. Las investigaciones han puesto de manifiesto que seis meses
después del infarto de miocardio, las personas que viven solas mostraban una probabilidad
dos veces más alta de reinfartar. El apoyo social reduce el riesgo de muerte cardiovascular
cuando los amigos y allegados animan a los pacientes a llevar un estilo de vida adecuado y
a seguir las prescripciones médicas.
- Bajo nivel económico y educativo: Los individuos con bajos recursos económicos o bajo
nivel educativo tienen una menor probabilidad de recibir asistencia médica y están mas
expuestos a sufrimiento de cualquier tipo de trastorno.
- Altos niveles de ansiedad y estrés: El estrés crónico está implicado en los trastornos
cardiovasculares, incrementando la presión sanguínea que puede producir una ruptura en
la placa aterosclerótica.
- Patrón de Conducta Tipo A (PCTA): El PCTA se caracteriza por una excesiva
competitividad, impaciencia, hostilidad y habla vigorosa. Tras un período inicial de

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ANSIEDAD, ESTRÉS Y TRASTORNOS PSICOFISIOLÓGICOS. María Isabel CASADO

entusiasmo en el estudio de las relaciones entre el PCTA y los trastornos cardiovasculares,


numerosos estudios comenzaron a criticar los resultados en el sentido de que el PCTA no es
un fenómeno unitario y que es posible que no todas sus características (competitividad,
apresuramiento, hostilidad, etc.) contribuyan de igual manera al riesgo coronario.
Posteriores estudios dirigidos a identificar los componentes mas activos de la relación entre
el PCTA y los trastornos cardiovasculares han mostrado que la hostilidad y la ira son los
componentes mas significativos.
- Hostilidad: La hostilidad predice la mayor parte de los trastornos artero-coronarios. La
hostilidad se refiere a una actitud de valoración negativa y persistente hacia los otros,
promoviendo conductas agresivas.
- Ira: La ira se refiere a un estado emocional caracterizado por sentimientos de enfado de
intensidad variable. La experiencia de ira puede no estar implicada en el sistema
cardiovascular, pero la expresión de la ira está íntimamente relacionada con el trastorno
cardiovascular. En este sentido la ira hacia adentro o la represión de la ira están fuertemente
relacionadas con los trastornos cardiovasculares. Una vez que el trastorno cardiovascular ha
aparecido ha de haber, tanto la experiencia como la expresión de ira lo exacerba.

Los trastornos cardiovasculares tienen un impacto enorme en la actual literatura científica,


así como el papel de las variables emocionales como la ansiedad, el estrés, la hostilidad, y la ira, en
el origen, desarrollo, y mantenimiento de tales trastornos. El número de publicaciones que tratan de
las relaciones entre variables emocionales y trastornos cardiovasculares se ha incrementado
considerablemente, especialmente desde los años 80.

Desde hace décadas, los trastornos cardiovasculares son la principal causa de mortalidad en
los países industrializados y su prevalencia está incrementándose en el mundo desarrollado, siendo
los responsables de más del 45% de los fallecimientos en 1.997, tal como señala la Organización
Mundial de la Salud. Adicionalmente, y teniendo en cuenta que la investigación psicológica y
médica ha establecido una fuerte relación entre diversas variables psicológicas y el padecimiento de
trastornos cardiovasculares, no es sorprendente que el estudio de los trastornos cardiovasculares se
haya situado en el primer lugar del ranking de la Psicología de la Salud.

En España los trastornos cardiovasculares son la primera causa de muerte, tanto para
hombres (31,6%) como para mujeres (31,9%), seguidos por el cáncer (30,6% para hombres y
24,4% para mujeres) y a considerable distancia, por las enfermedades respiratorias (11,8% para
hombres y 8,0% para las mujeres) (Ministerio de Sanidad y Consumo 2001).

Entre los trastornos cardiovasculares, la hipertensión y el trastorno arterocoronario (y su

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ANSIEDAD, ESTRÉS Y TRASTORNOS PSICOFISIOLÓGICOS. María Isabel CASADO

patología claramente relacionada, el infarto de miocardio) han recibido especial atención desde la
psicología de la salud, debido a que ambos trastornos contribuyen de forma destacada al fallo
cardíaco, y a que las variables emocionales como la ansiedad y la ira están fuertemente relacionadas
con su origen y exacerbación

La hipertensión es el trastorno cardiovascular mas frecuente y su prevalencia supera el 20%


en los países desarrollados. La hipertensión y el trastorno arterocoronario suponen las principales
causas de fallo cardíaco en la población general, tanto en Europa como en Estados Unidos.
Además, la hipertensión es un factor de riesgo bien conocido del infarto de miocardio. La
prevalencia de la hipertensión está relacionada con la edad, la raza y el género. La incidencia de la
hipertensión es mayor en los negros que en los blancos, particularmente en los Estados Unidos. En
jóvenes y adultos de edad mediana la prevalencia es mayor en varones que en mujeres, mientras
que la incidencia se incrementa de forma dramática en las mujeres tras la menopausia.

Las tasas de mortalidad del trastorno arterocoronario varían considerablemente de un país a


otro. Se observan marcadas tasas en países como Irlanda del Norte, Escocia y Finlandia, mientras
que las tasas son mucho más bajas (de tres a cuatro veces menores) en los países mediterráneos
europeos (España, Italia, Grecia y Francia). Japón es el país con la tasa mas baja, allí las muertes
causadas por el trastorno coronario arterial son diez veces menos que en el primero de los países
mencionados. El infarto de miocardio es la patología específica mas frecuente relacionada con el
trastorno arterocoronario y según el estudio de Framingham es el mayor factor de riesgo del fallo
cardíaco, suponiendo el 34% y el 13% de los casos en hombres y mujeres respectivamente.

6. LA IRA, LA ANSIEDAD Y EL ESTRÉS EN LOS TRASTORNOS


CARDIOVASCULARES

La concepción multifactorial de la investigación sobre los trastornos cardiovasculares ha


puesto de relieve que la ira y la ansiedad son dos de los principales factores de riesgo a tener en
cuenta en su explicación y predicción.

El desarrollo del Patrón de Conducta Tipo A (PCTA) en los años 50 por los cardiólogos
Friedman y Rosenman contribuyó considerablemente al estudio de la relación entre la ira y los
trastornos cardiovasculares. Desde entonces la ira-hostilidad se ha convertido en uno de los
componentes más sobresalientes del PCTA, teniendo en cuenta su valor predictivo en su origen y
mantenimiento.

Shumaker y Czajkowski (1994) consideran la ira como el componente mas estable del

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ANSIEDAD, ESTRÉS Y TRASTORNOS PSICOFISIOLÓGICOS. María Isabel CASADO

PCTA, mostrando la asociación más fuerte con la hipertensión, el trastorno arterocoronario y otros
trastornos cardiovasculares, así como disparando el inicio del infarto agudo de miocardio
(Mittleman et al.,1995).

Milleer, Smith, Turner, Guijarro, Hallet (1996) realizaron un metaanálisis de 45 estudios


concluyendo que la hostilidad es un factor de riesgo independiente del trastorno coronario.
Matthews, Owns, Kuller, Sutton-Tyrrell y Jansen-McWilliams (1998) llevaron a cabo un estudio
prospectivo de 200 mujeres sanas tras medir sus niveles de hostilidad y ansiedad. Diez años
después se llevaron a cabo medidas de aterosclerosis y los resultados mostraron una relación
significativa entre las medidas de ansiedad y hostilidad tomadas diez años antes y los actuales
niveles de síntomas ateroscleróticos. Barefoot, Dahlstrom y Williams (1983) demostraron
prospectivamente una asociación significativa entre hostilidad e incidencia de muerte
cardiovascular.

Smith y Christensen (1992) sugirieron que las personas más hostiles manifiestan episodios
de ira mas frecuentemente y son mas vigilantes de su ambiente. En consecuencia, existe una
estrecha relación entre ira y vigilancia que influencia las respuestas cardiovascular y endocrina, y
contribuye al desarrollo de trastornos relacionados. Suarez y Williams (1990) consideran que los
individuos con alta hostilidad y probabilidad de manifestar ira hacia afuera tienen mas riesgo de
desarrollar trastornos coronarios, mientas que los individuos que suprimen su expresión de ira
tienen más riesgo de padecer hipertensión. Así mismo, Haynes, Feinleib y Kannel (1980)
encontraron en un estudio prospectivo una relación significativa entre trastorno coronario e ira
hacia adentro o ira interna

Respecto a la ansiedad y el estrés, es bien conocido que el “estrés mental” elicita un patrón
de respuesta cardiovascular típico de la reacción de defensa, con incrementos de la tasa cardiaca, y
la salida cardiaca, y una redistribución del flujo sanguíneo en diferentes órganos, tanto en animales
como en humanos. La presión sanguínea se incrementa a pesar de la neta disminución en la
resistencia vascular, lo que se relaciona con la vasodilatación en los tejidos largos, el tejido adiposo
y los músculos esqueletales, mientras que en los riñones, órganos esplánicos y piel se produce una
vaso constricción. El estrés está implicado en la patogénesis de diversos trastornos cardiovasculares
como la hipertensión, el infarto de miocardio y la muerte súbita (Hjemdahl, 2000; Sherwood y
Carels, 2000).

Baker, Suchday y Krantz (2000) señalan que “los modelos actuales de los efectos del estrés
agudo físico y mental sobre la patofisiología cardiaca sugieren que la activación del sistema
nervioso autónomo inducido por factores conductuales puede incrementar el riesgo de eventos

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ANSIEDAD, ESTRÉS Y TRASTORNOS PSICOFISIOLÓGICOS. María Isabel CASADO

cardiovasculares” (p.327). En este sentido, estos autores proponen un modelo que ilustra los
caminos a través de los cuales el estrés mental agudo se eslabona con la isquemia de miocardio y
los eventos coronarios de carácter clínico tales como el ataque al corazón o la muerte súbita. Este
eslabonamiento se produce en individuos con un trastorno o disfunción arterocoronario
preexistente, infarto de miocardio previo o función cardiaca pobre, quienes tienen por tanto un alto
riesgo de padecer esos eventos químicos.

Suinn (2001) propone cuatro mecanismos que pueden explicar la gran relación existente
entre ansiedad, ira y salud:

- La ansiedad y la ira inducen hipervigilancia y alerta, los cuales, junto con el propio
arousal emocional, implican activación del sistema nervioso La activación del sistema
nervioso simpático media otras funciones corporales como las del sistema cardiovascular,
sistema inmune y sistema endocrino.
- La ansiedad y la ira dan lugar a conductas poco saludables incluyendo estilos de vida
insanos como el consumo de alcohol y tabaco, dieta poco saludable, patrones perturbados
de sueño, escaso cumplimiento de las prescripciones médicas, falta de ejercicio etc.

- La ansiedad y la ira se asocian con características psicosociales que afectan la


vulnerabilidad tales como el bajo apoyo social y alto número de conflictos interpersonales
(Krantz, Contrada, Hill y Friedler, 1988; Suarez y Williams, 1989; Smith y Pope, 1990).

- La ansiedad y la ira son expresiones de factores constitucionales o biológicos


subyacentes, tales como una hiperreactividad del sistema nervioso o alteraciones en los
niveles de serotonina

Estos cuatro mecanismos no son mutuamente excluyentes; todos ellos suponen interesantes
puntos de vista y líneas de investigación futuras sobre el papel de la ansiedad y la ira en los
trastornos cardiovasculares.

Finalmente señalar que las emociones negativas pueden preceder a la enfermedad y reducir
la fortaleza o incrementar la vulnerabilidad a padecer distintos trastornos; al mismo tiempo los
estados emocionales negativos como la ansiedad, el estrés y la ira pueden aparecer como
consecuencia de la enfermedad; de tal manera que existe una relación bidireccional entre
emocionalidad negativa y enfermedad.

7. HIPERTENSION ARTERIAL

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ANSIEDAD, ESTRÉS Y TRASTORNOS PSICOFISIOLÓGICOS. María Isabel CASADO

Dentro de los trastornos cardiovasculares, la hipertensión arterial cobra una especial


importancia por dos motivos fundamentales: por ser, en sí mismo, uno de los factores de riesgo más
importantes en las enfermedades cardiovasculares en general y por su alta incidencia entre la
población.

Hipertensión arterial es el incremento de los niveles de presión con los que la sangre pasa
por los vasos sanguíneos. Estos niveles elevados en la presión de la sangre están por encima de los
requerimientos metabólicos del organismo, y facilita la aparición de accidentes cardiovasculares a
medio y largo plazo (infartos, hemorragias cerebrales, etc).

Atendiendo a su etiología, existen dos grandes tipos de hipertensión:

1. Hipertensión esencial o primaria, cuyo origen no puede ser determinado


orgánicamente, siendo por tanto un trastorno funcional. Es en este tipo de hipertensión en el cual la
Psicología de la Salud se ha interesado especialmente.

2. Hipertensión secundaria, que es debida a un fallo o daño orgánico. En ocasiones la


hipertensión secundaria puede aparecer como consecuencia de daños provocados por una
hipertensión esencial no tratada.

Como hemos puntualizado, la distinción entre ambas radica en los factores etiológicos que
las originan. La hipertensión secundaria aparece como resultado de la alteración en uno o varios
elementos claves de control del sistema cardiovascular. Sin embargo, la mayor parte de los casos,
alrededor del 95% de las personas que padecen hipertensión no presentan alteración orgánica o
funcional evidente que justifique tal elevación de la presión sanguínea, es decir, los mecanismos
etiopatológicos no están establecidos; sufren por tanto de hipertensión esencial o primaria.

Aunque no existe una delimitación clara entre la normotensión y la hipertensión, a nivel


clínico se han adoptado habitualmente, los criterios propuestos por la Organización Mundial de la
Salud en 1997 y 1999 y que pueden verse en la tabla siguiente.

Criterios diagnósticos de la hipertensión. VI Informe del Joint Nacional Comité on Detection, Evaluation and
Treatment of High Blood Pressure y documento de la Organización Mundial de la Salud / Sociedad Internacional de
Hipertensión

Presión sistólica Presión Diastólica Categoría

< 120 mm Hg < 80 mm Hg Optima

Entre 120 y 130 mm Hg Entre 80 y 85 mm Hg Normal

Entre 130 y 139 mm Hg Entre 85 y 89 mm Hg Normal alta

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ANSIEDAD, ESTRÉS Y TRASTORNOS PSICOFISIOLÓGICOS. María Isabel CASADO

Entre 140 y 159 mm Hg Entre 90 y 99 mm Hg Hipertensión ligera (grado 1)

Entre 160 y 179 mm Hg Entre 100 y 109 mm Hg Hipertensión moderada (grado 2)

≥ 180 mm HG ≥ 110 mm Hg Hipertensión severa (grado 3)

No obstante, estos criterios no dejan de ser arbitrarios y, además, no tienen en cuenta las
variaciones que, asociadas a la edad y el sexo, se producen en la tensión arterial. Por ello se
considera una estrategia adecuada evitar cualquier tipo de criterio, diagnosticando la hipertensión
en función del grado de riesgo cardiovascular asociado al nivel de tensión arterial que presente el
paciente.

La prevalencia de la hipertensión de acuerdo con el criterio 140/90 mmHg es


aproximadamente el 25% entre los adultos en Estados Unidos. En Europa, el panorama no es más
alentador. En los Países Bajos, por ejemplo, se estima que una de cada cinco a diez personas padece
algún tipo de hipertensión y, aumentando con la edad, entre las personas de más de 60 años dicha
proporción se eleva a una de cada tres. Schreurs afirma que en los Países Bajos alrededor de un
38% de los hombres y un 35% de las mujeres entre los 35 y los 65 años, presentan una tensión
arterial elevada. En nuestro país, se estima que aproximadamente el 20% de la población española
padece hipertensión, aumentando este porcentaje con la edad y siendo más frecuente en hombres
que en mujeres.

El problema se agrava si tenemos en cuenta que la hipertensión arterial esencial o primaria


es de naturaleza insidiosa, puede mantenerse latente durante largo tiempo y es un trastorno atípico,
en el sentido de que, en general, carece de sintomatología específica. Estos factores convierten a la
hipertensión en una enfermedad "silenciosa", por lo que su detección es aún más difícil. Se
considera que entre un tercio y la mitad de los hipertensos no están diagnosticados y desconocen su
condición, y sólo algo más del 30% de la población tiene la tensión arterial bien regulada. El
número de hipertensos diagnosticados que no siguen tratamiento sustancial; así mismo, el 50% de
los pacientes que tienen prescrita medicación antihipertensiva no tienen los niveles de presión
sanguínea controlados adecuadamente. Se puede concluir, por tanto, afirmando que
desgraciadamente sólo un escaso porcentaje de las personas que entrarían en consideración para ser
tratadas de hipertensión de hecho se benefician de tal tratamiento

Existen claras indicaciones de que los factores psicológicos como la ansiedad, el control de
las situaciones de estrés, el afrontamiento, el control de la ira, etc, desempeñan un importante papel
en el desarrollo y mantenimiento de la hipertensión, sea directamente por efectos sobre el sistema
cardiovascular o indirectamente por su influencia en los factores conductuales como: exceso de
peso, uso excesivo de sal o de alcohol, falta de ejercicio físico, etc.

Los resultados de investigaciones sobre la interrelación entre los factores de riesgo

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ANSIEDAD, ESTRÉS Y TRASTORNOS PSICOFISIOLÓGICOS. María Isabel CASADO

mencionados indican que dicha interacción contribuye de forma sustancial al riesgo total, en un
grado mayor de lo que haría suponer la suma de los distintos factores.

Es bien conocido, que al igual que en los individuos normotensos una amplia variedad de
estímulos ambientales pueden provocar moderadas o intensas reacciones emocionales
desencadenando un aumento de la presión sanguínea. Esta reactividad cardiovascular es mayor en
los pacientes hipertensos o en personas que poseen antecedentes familiares de hipertensión. Estos
hechos reafirman las teorías que incluyen los factores psicosociales en la patogénesis de la
hipertensión. Aquí debemos tener en cuenta las antiguas consideraciones de Alexander (1939)
quien, desde una perspectiva psicodinámica prestó atención al hecho de que los pacientes
hipertensos eran incapaces de expresar sus sentimientos de enfado, generando y manteniendo
estados de alta activación.

La investigación actual se centra principalmente en la detección de características o rasgos


de personalidad en sujetos hipertensos. Esta investigación sigue dos líneas:

- Estudiar la incidencia de la hipertensión en poblaciones psiquiátricas. Esta línea de


investigación ha recibido muchas críticas debido a la dificultad de generalizar los resultados
a la población general, y a la complejidad que supone saber si la hipertensión aparece antes
o después del comienzo del trastorno psiquiátrico.

- Otra línea de investigación más aconsejable es el uso de instrumentos objetivos a la


medida de variables psicológicas en muestras de normotensos e hipertensos para poder
establecer comparaciones entre ambos grupos. La metodología correlacional se usa
comúnmente en esta línea de investigación. No obstante, los resultados de la investigación
deben ser interpretados con cautela para evitar conclusiones erróneas causa-efecto en la
relación entre características de personalidad y el desarrollo de la hipertensión. Algunos
resultados contradictorios que aparecen en este campo se deben a las muestras empleadas.
En este sentido tanto las muestras clínicas como normales deben estar equiparadas en
variables tales como edad, género y nivel educativo.

8. LA ENFERMEDAD COMO FUENTE DE ESTRÉS

El estrés ha sido uno de los conceptos que más interés ha despertado entre los investigadores de la
salud en los últimos años. Al margen de su conceptualización original, el término estrés es hoy
empleado de muy diversas formas y centrado en muy distintos elementos, destacando de forma
especial el énfasis en la forma en que se reacciona a los eventos estresantes y su implicación sobre

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ANSIEDAD, ESTRÉS Y TRASTORNOS PSICOFISIOLÓGICOS. María Isabel CASADO

la salud.

La forma en que un individuo afronta el estrés que le rodea es extraordinariamente importante en el


ámbito de la salud y si bien el interés se ha centrado tradicionalmente en la relación entre el
padecimiento de estrés y su posible relación con la enfermedad, hoy en día se gira este proceso y se
considera igualmente relevante estudiar el efecto que la propia enfermedad tiene sobre el paciente,
en tanto que entendemos que en muchas ocasiones, el motivo o el estresor es el padecimiento de la
enfermedad propiamente dicha (el diagnóstico, el propio curso y desarrollo del proceso patológico,
sus síntomas, su calidad de vida, su esperanza de vida, etc).

Características de la enfermedad como fuente de estrés

La ocurrencia de una enfermedad puede considerarse como un tipo especial de situación estresante,
como un estresor cuyos efectos pueden variar tanto como varían sus características: aguda o
crónica; con componente de dolor intenso o suave, ocasional o mantenido; con presencia o ausencia
de discapacidad, si requiere hospitalización; si necesita intervención quirúrgica; características del
postoperatorio…

Weiner (1982) sostiene que el proceso de adaptación o afrontamiento de la enfermedad es una tarea
compleja que depende de numerosos factores:
- Si la enfermedad acontece abruptamente o gradualmente
- Si es o no incurable
- Si comporta estigma social o no
- Si requiere de hospitalización, de procedimientos terapéuticos especiales o cirugía
- El comportamiento de los profesionales sanitarios
- La habilidad previa o la experiencia del paciente con otras enfermedades
- Sus experiencias vitales previas con el sistema sanitario
- El desarrollo o no de alteraciones metabólicas y fisiológicas provocadas por la enfermedad
en curso que puedan alterar la capacidad de percepción, memoria o habilidades de solución
de problemas del paciente
- Variables personales tales como la edad

Las características del estresor “enfermedad” van a depender de cómo dicho estresor sea valorado
y afrontado. Un hecho incuestionable es que la gente percibe, evalúa y responde diferencialmente a
la enfermedad.

Sin duda, dos de los elementos clave que van a influir en como un enfermo valora y afronta su

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ANSIEDAD, ESTRÉS Y TRASTORNOS PSICOFISIOLÓGICOS. María Isabel CASADO

enfermedad van a ser el “rol de enfermo” y la “conducta de enfermedad”.

Con respecto al rol de enfermo hemos de resaltar que etiquetar a una persona como enfermo puede
tener efectos dramáticos sobre su comportamiento, sus emociones y sus experiencias sociales. Es el
caso, por ejemplo, en que la enfermedad que se padece es considerada socialmente como un
estigma. Ciertas deformidades o enfermedades pueden causar rechazo, repulsión o curiosidad de
forma que las personas que la padecen se enfrentan con frecuencia a interacciones en las que los
demás los tratarán de “manera especial”. El concepto de enfermo representa para numerosas
personas la oportunidad de experimentar la sensación de ser distintos, raros o anormales (cáncer,
diabetes, obesidad mórbida, tuberculosis, sida, etc.)

Otro fenómeno de simular naturaleza y que implica la adopción del rol de enfermo es el sentimiento
de culpa. Ha sido frecuente la tendencia social a culpar a las víctimas o sus familiares directos de
su infortunio “algo deben de haber hecho” para merecer su suerte, siendo especialmente frecuente
la culpabilización de los padres en la aparición de la enfermedad de un hijo, “¿que he hecho mal?”.

Frente al estigma o la culpa de la enfermedad no podemos despreciar otras consecuencias


“positivas” de la adopción del papel de enfermo. En ocasiones este papel puede proporcionar un
cambio en la naturaleza de las interacciones sociales para quien lo adopta: evitación de
responsabilidades, obtención de privilegios, o incluso las consecuencia son diferentes según que el
papel que tome se acople o no a las expectativas de los demás, profesionales de la salud incluidos

En cuanto al segundo elemento, las conductas de enfermedad, un hecho incuestionable es que la


gente percibe, evalúa y responde diferencialmente a la enfermedad.

La forma en que las personas definen e interpretan sus síntomas, como responden a las indicaciones
anormales respecto a su organismo pueden llegar a ser un elemento clave de las conductas de
enfermedad que desarrolle un enfermo. Cuando la interpretación de determinados síntomas se
vuelve especialmente catastrofista y alarmante el enfermo tiende a desarrollar conductas muy
desadaptativas, tales como guardar excesivo reposo, acudir innecesariamente a los servicios de
urgencias, uso excesivo de las consultas médicas, evitar actividades cotidianas, búsqueda incesante
de nueva información que corrobore sus trágicas sospechas, automedicación, etc.

Por otro lado, una de las características diferenciales de la enfermedad como estresor son las
diferencias entre enfermedad crónica y aguda. Estas diferencias marcarán de forma importante la
valoración sobre la enfermedad y las estrategias de afrontamiento que se pongan en marcha.

25
ANSIEDAD, ESTRÉS Y TRASTORNOS PSICOFISIOLÓGICOS. María Isabel CASADO

Una enfermedad aguda podemos calificarla como una crisis, comprendiendo que es tan novedosa
y/o importante que las habilidades o formas de responder habituales no resultan adecuadas para
tratar con ella, provocando una desorganización que se acompaña de sensaciones tales como miedo,
culpabilidad o malestar. Un episodio agudo de enfermedad, si esta es grave, dolorosa o
incapacitante, puede ser entendido como una crisis vital o situación crítica que induce en el
individuo una valoración cognitiva de su significación (consecuencias) que conduce a la
formulación de las tareas adaptativas básicas necesarias y la forma en la que puede ser afrontada.
Tanto la valoración como la formulación de las tareas y las habilidades de afrontamiento dependen
de las características personales y sociodemográficas, de los diferentes aspectos de la enfermedad
(duración, etapas, sintomatología…) y de las características del ambiente físico y sociocultural.

Además de la importancia de la forma aguda de la enfermedad en sí, es de extraordinaria


importancia en la determinación del resultado del afrontamiento de la enfermedad por parte del
paciente elementos añadidos como la posible hospitalización, el tipo de tratamiento que requiera la
enfermedad, y muy de destacar es la actuación de las profesionales sanitarios, ya que una persona
sometida al desequilibrio producido por una crisis de la enfermedad suele presentar se como más
receptiva y dispuesta a comportarse bajo las directrices marcadas, y aprovechar esta accesibilidad
puede ser punto vital para los acontecimientos posteriores a medio y largo plazo.

En resumen, va a ser de vital importancia para la forma de afrontar la enfermedad aguda:


a. si el paciente está convencido de que su enfermedad no es grave,
b. sabe que es grave pero ha decidido luchar porque está convencido de que existen
esperanzas (fallo de pronóstico, buena estrella, fe),
c. sabe que es grave pero decide vivir lo mejor posible y no autolimitarse por la enfermedad
más allá de lo necesario.

El papel de estresor que cobra la enfermedad va a ser muy diferente si la enfermedad no es


transitoria sino que se establece de forma crónica, bien con pronóstico conocido o incierto. En ese
caso, las conductas de afrontamiento no solo deben iniciarse sino mantenerse. Por ello la
enfermedad crónica ha recibido mayor interés, ya que será necesario que el paciente mantenga un
estado emocional correcto para seguir unas determinadas pautas terapéuticas a lo largo del tiempo.

Enfrentarse a una enfermedad de carácter crónico o grave es un ejemplo de suceso vital que supone
una fuente de estrés especial ya requiriere cambios o adaptaciones más a menos generales. Además
hay que tener en cuente que la exposición a situaciones ambiguas o incontrolables, como es
habitualmente una enfermedad crónica, supone exacerbar la condición de la enfermedad como
estresor, afectando, por tanto, al proceso de curación

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ANSIEDAD, ESTRÉS Y TRASTORNOS PSICOFISIOLÓGICOS. María Isabel CASADO

Por eso es de especial importancia el papel del equipo sanitario tanto en el momento del diagnóstico
como en los momentos posteriores en los que hay que hacer especial hincapié en el equilibrio que
hay que guardar al dar información al paciente. Es impotante que el paciente vaya recibiendo la
información de forma dosificada, para que no sea tan abundante que el paciente no pueda
procesarla sin que le desborde, pero que no sea tan escasa como para que le provoque sensación de
excesiva novedad o ambigüedad. Y junto a la información sobre la enfermedad, es muy necesario
dotar al paciente de información sobre el proceso de tratamiento a seguir para que la situación
conlleve la menor sensación de incontrolabilidad.

Entre las recomendaciones para el diagnóstico de una enfermedad crónica podríamos resaltar:
1. Limitar las primeras normas a las indispensables
2. Limitar el número de personas que dan la información al paciente
3. Incluir a los familiares más próximos (incuestionable en el caso de niños o ancianos) en el
programa educativo general y en uno específico que recoja su papel en el cuidado de la
enfermedad de su familiar

Formas de afrontamiento: adaptativas y desadaptaivas

Son muchas las formas en que los pacientes se enfrentan a su propia enfermedad: la negación o el
desentendimiento, pensar y hablar constantemente de ella, búsqueda de información o apoyo,
acciones directas para cambiar la situación, esfuerzos para regular los propios sentimientos, etc.
Ninguna de estas formas es, a priori, adaptativa o desadaptativa, sino que todas ellas pueden
cumplir en momentos puntuales del transcurso de una enfermedad un papel adaptativo que ayude al
paciente a controlar la situación y sus emociones

No debemos olvidar que la forma en la que el paciente afronta la enfermedad va a tener importancia
como factor de facilitación o agravamiento del proceso, por tanto, la estrategia global del
tratamiento debería tener en cuenta este aspecto e incluir también la intervención en este ámbito

Entre los principales tipos de habilidades de afrontamiento de la enfermedad destacan:

1. Negar o minimizar la gravedad de la crisis


2. Buscar información acerca de la enfermad, del tratamiento de los resultados probables
3. Aprender procedimientos específicos relacionados con la enfermedad como autoinyectarse,
manejo de aparatos específicos de ayudas técnicas
4. Mantener rutinas normales y establecer metas concretas y limitadas

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ANSIEDAD, ESTRÉS Y TRASTORNOS PSICOFISIOLÓGICOS. María Isabel CASADO

5. Mantener los contactos sociales y ser capas de pedir apoyo


6. Prepararse emocionalmente para los posibles resultados y consecuencias de forma
anticipada
7. Encontrar un “sentido general” en el que apoyar el curso de los acontecimientos

Los distintos profesionales que atienden a un mismo enfermo deben observar la manera en que el
paciente afronta su enfermedad entendiendo su relevancia como factor de facilitación o
agravamiento del proceso de padecimiento de una enfermedad, bien aguda, bien crónica.

Coyne y Holroyd (1982) señalan cuatro formas en las que el afrontamiento puede influir positiva o
negativamente sobre la salud

1. Influyendo en la frecuencia, intensidad y carácter de las respuestas fisiológicas de estrés


que el organismo produzca

2. Los síntomas fisiológicos pueden mantenerse a causa de su utilidad como estrategias de


afrontamiento.

3. Ciertas estrategias de afrontamiento pueden ser calificadas como no saludables en tanto


que por controlar el estrés –aún eficazmente – provocan efectos perjudiciales para otros
aspectos de la salud.

4. Las formas en las que una persona afronta la ocurrencia de un episodio de enfermedad
aguda, o el estilo de afrontamiento de un enfermedad crónica, pueden ser variables que
afecten seriamente tanto al curso del proceso patológico como a las pautas de tratamiento
que se prescriban

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