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difundir los tópicos mencionados arriba, que sitúan Andalucía como una tierra
marcada por la indolencia, la inactividad y el inmovilismo.
No hay duda de la importancia que representa el reconocimiento institu-
cional del valor de los testimonios materiales e inmateriales procedentes de la
actividad industrial andaluza. En este sentido, toda labor que se realice en pro
de la protección y recuperación de la memoria industrial es digna de aproba-
ción y apoyo. Sin embargo, la regulación de una nueva categoría denominada
patrimonio industrial puede traer consigo una cierta confusión teórica y prác-
tica respecto al patrimonio etnológico, que es una figura jurídica que ha estado
vigente en el ordenamiento andaluz desde su inclusión en la anterior Ley del
Patrimonio Histórico de Andalucía (Ley 1/1991 de 3 de Julio)2. A nuestro juicio,
la naturaleza de este posible desconcierto conceptual estriba en dos razones
fundamentales: en primer lugar, en la vaguedad de las definiciones oficiales de
ambas categorías; y, en segundo, en la tendencia a considerar que cada bien o
elemento patrimonial se debe encuadrar en un tipo específico y excluyente, ya
sea éste patrimonio histórico, etnológico, industrial o arqueológico.
La Ley andaluza vigente interpreta que el patrimonio industrial lo compren-
den destacados bienes vinculados a la actividad productiva, tecnológica, fabril
y de la ingeniería de la comunidad autónoma (Título VII, artículo 65). Por su
parte, el patrimonio etnológico se define como el conjunto de parajes, espacios,
construcciones o instalaciones que son expresiones relevantes de las formas de
vida, cultura, actividades y modos de producción propios de Andalucía (Título
VI, artículo 61). Hasta la inclusión de la nueva categoría patrimonial, las insta-
laciones industriales y el patrimonio inmaterial consustancial a las mismas eran
inscritos en el Catalogo General del Patrimonio Histórico Andaluz como patri-
monio etnológico. Como ejemplos más destacados podríamos citar la Fábrica de
Vidrio de la Trinidad en Sevilla y la Azucarera de Nuestra Señora del Rosario
de Salobreña ambas catalogadas como Lugar de Interés Etnológico y registra-
das en el catálogo andaluz en 2001 y 2008 respectivamente. Sin embargo, con la
aplicación de la Ley de 2007, las futuras inscripciones de fábricas y sus entornos
se catalogarán muy probablemente como patrimonio industrial.
En todo este proceso advertimos que se ha producido una artificiosa opo-
sición entre lo etnológico y lo industrial y, consecuentemente, una reducción
de los bienes susceptibles de ser reconocidos como patrimonio etnológico. De
acuerdo con esta operación y en relación con las actividades productivas, el va-
lor etnológico ha quedado asociado a un tiempo premoderno, mientras que lo
industrial se circunscribe a los modelos productivos surgidos en la modernidad
y desarrollados en etapas posteriores. Este enfoque implica la consideración de
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3. BOJA 01/08/2003
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vemos, porque sólo permanece como recuerdo en una memoria colectiva que se
desvanece muy rápidamente y de forma silenciosa.
Aunque en el caso de la industria nos referimos a un mundo cercano en el
tiempo, éste se aleja apresuradamente, siendo cada vez más irreconocible e in-
comprensible el legado industrial. Ahora sólo vemos las ruinas y los restos de las
factorías que se nos presentan como fragmentos descontextualizados e incom-
prensibles de una antigua unidad que no sabemos recomponer, porque corres-
ponden a un pasado irreconocible, cuyo contexto sociocultural se ha extinguido.
La recuperación del sentido de estas ruinas implica recomponer los fragmentos,
lo que significa investigar sobre la memoria colectiva de las vivencias en el inte-
rior de los procesos de trabajo y en los núcleos residenciales contiguos habitados
por los trabajadores y sus familias. Profundizar sobre la dimensión intangible
de este patrimonio para así completar las piezas que faltan del puzzle es vital
para proteger el patrimonio industrial, porque carece de sentido atender sólo
a la arquitectura de las instalaciones y la tecnología empleada sin visibilizar y
reconocer la experiencia acumulada en dichos contextos sociales y productivos.
Sin embargo, parece que la urgencia se dirige a la preservación de los bienes ma-
teriales y a la recuperación de los llamados paisajes industriales. De hecho, gran
parte de la intervención pública sobre este patrimonio –ya sea en forma de planes
o inventarios– incide sobre todo en esta dimensión material que con un enfoque
conservacionista se orienta a la recuperación de máquinas y tecnología y, sobre
todo, a la restauración de las factorías y su entorno territorial, ignorando o pres-
tando escasa atención al sustrato sociocultural que le ha dado contenido.
4. La UNESCO indica que “los Tesoros Humanos vivos son individuos que poseen en sumo grado
las habilidades y técnicas necesarias para producir determinados elementos de la vida cultural
de un pueblo y mantener la existencia de su patrimonio cultural material… En consecuencia, la
preservación de estos bienes culturales intangibles implica la preservación y transmisión de las
destrezas y las técnicas necesarias para realizarlos. Esto sólo puede llevarse a cabo otorgando un
reconocimiento especial a quienes poseen estas destrezas y técnicas en grado máximo”, www.
unesco.org.
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en fábricas y barrios, así como de las protestas obreras, según sus distintos
protagonistas, permite conocer la complejidad del mundo industrial, su riqueza
cultural, así como huir de esencialismos y visiones monolíticas (Florido, et al
2009). Quienes vivieron en los escenarios industriales son los depositarios de
las diversas memorias del trabajo, de los conflictos y tensiones laborales, de la
experiencia cotidiana y de las particulares prácticas sociales. Reconstruir sus
historias de vida permite interpretar la singularidad de cada realidad industrial
y conocer la específica atmósfera de los enclaves industriales. Pero son precisa-
mente estos aspectos inmateriales los rasgos de este patrimonio de la moderni-
dad que corren mayor peligro de desaparición por olvido.
El valor etnológico del patrimonio de la industria tiene que ver también
con los significados simbólicos que representan los paisajes industriales y las
factorías, y con aquellos productos característicos y tradicionales que gozan de
mayor proyección exterior. Es cierto, como señala Juan José Castillo, que “el
contenedor no basta, o apenas dice nada una vez que se ha vaciado, una vez que
se ha convertido en un baldío industrial” (2004:11), sin embargo, un aspecto a
menudo olvidado es que las fábricas y sus entornos pueden alcanzar un gran
valor simbólico para las poblaciones de su entorno, el cual persiste y muchas
veces se intensifica cuando la actividad ha cesado. En estos casos, los vestigios
materiales de actividades industriales aún en pie, actúan como pruebas mate-
riales de la historia reciente vinculando a las poblaciones con su pasado más
inmediato. Con frecuencia, cuando la actividad industrial ha declinado total o
parcialmente, dejando de funcionar como la principal base económica de un en-
clave determinado, las viejas fábricas son patrimonializadas por sectores de la
población que demandan la recuperación de la memoria y el uso público de las
instalaciones como centros de sociabilidad e incluso como espacios de la memo-
ria y de presentación de este patrimonio. Algunos casos que ilustran lo que ve-
nimos diciendo los encontramos en la ciudad de Sevilla. Por ejemplo, una serie
de organizaciones vecinales del popular barrio del Cerro del Águila –el cual ha
estado vinculado prácticamente desde su origen a Hilaturas y Tejidos Andalu-
ces (HYTASA)– promovió el cambio de denominación de su principal avenida re-
bautizándola con el nombre de la factoría y, al mismo tiempo, reivindicaron con
éxito la transformación de una nave abandonada de la fábrica como Centro Cí-
vico. La relación histórica entre HYTASA y el Cerro del Águila fue el argumento
utilizado para legitimar esta reapropiación de las instalaciones industriales para
los vecinos que, bajo el discurso de las entidades, eran indiscutiblemente los
genuinos depositarios con independencia de que hubieran trabajado o no en
la factoría (Hernández, 1999). Algo parecido se produce en la actualidad en el
también sevillano barrio del Retiro Obrero, donde una entidad vecinal patrimo-
nialista lidera un movimiento ciudadano que reivindica la protección integral de
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Consideraciones finales
Atender a los valores etnológicos del patrimonio de la industria puede contribuir
a frenar la tendencia al olvido, que es una de las características de nuestra ace-
lerada sociedad postmoderna, postfordista o postindustrial (Connerton, 2009).
La puesta en valor de estos valores etnológicos del patrimonio de la industria
puede, además, aportar un sentido de continuidad histórica, de singularidad y de
identidad a las poblaciones con tradición industrial.
Integrar de forma holística los distintos valores que reúnen los paisajes in-
dustriales implica contrarrestar y superar dos visiones –a mi juicio erróneas–
que están presentes en la política patrimonial de distintas administraciones pú-
blicas. Me refiero al reduccionismo sustancialista y al fetichismo tecnológico. El
primero se traduce en un excesivo énfasis en la protección de lo material (ins-
talaciones, estructuras, infraestructucturas, equipamientos), el desinterés o una
escasa atención por la dimensión inmaterial o etnológica, que lleve a conservar
tan solo fragmentos materiales al margen de su contexto histórico y sociocul-
tural (Homobono, 2008). Por su parte, el fetichismo tecnológico consiste en una
especie de fascinación o deslumbramiento por la tecnología y las máquinas, que
puede conducir al olvido de las dimensiones humanas y sociales y hacer desapa-
recer a los trabajadores de los escenarios productivos.
Me gustaría concluir reiterando una vez más que investigar sobre la plurali-
dad de valores que reúnen los bienes y actividades industriales y reconstruir las
memorias colectivas de las poblaciones protagonistas de un pasado cercano pero
que se aleja con rapidez son actividades imprescindibles que deberían anticipar-
se a cualquier intervención sobre el patrimonio industrial. Para esta empresa
es preciso establecer un sólido nexo entre la investigación y la puesta en valor
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