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ESCENARIO DE LA EDUCACIÓN EN EL TERCER MILENIO

“La educación del tercer milenio” se desarrolló en dos grandes partes: entre las
16:00 y las 18:30 horas se expusieron las diversas comunicaciones presentes en
la sala (11 en total), con una duración aproximada de 10 minutos por
comunicación; tras un breve descanso aprovechado también para una interesante
síntesis del paisaje del Campus Mundet (Valle de Hebrón), realizada por la
profesora Mercé Tatjer-, la segunda parte de la sesión, entre las 19:00 y las 20:30
horas, se dedicó al debate de los contenidos más relevantes de las
comunicaciones, estructurado en torno a las cuestiones contempladas al efecto.
Las comunicaciones presentadas se estructuraron, para su presentación, en tres
grandes grupos, en función de su contenido y orientación con respecto a la
temática “La educación del tercer milenio”: a) básicas; b)
generales/innovaciones/aula; c) estudios y propuestas. Seguiremos esta
estructura para dar cuenta de lo expuesto en la sesión. La actual revolución
tecnológica ha impuesto cambios en la economía, en la cultura, etc., por lo que es
comprensible que estos cambios se vean impuestos también en el sistema
educativo, que en casi todos los países se ve presionado por esta necesidad de
“adaptación”. En ese contexto, el conocimiento gana cada vez más importancia,
hasta el punto de que una de las justificaciones más frecuentes de las recientes
reformas educativas ocurridas en diversos países es la necesidad de adaptación
del sistema educativo a la denominada “sociedad del conocimiento”. Sin embargo,
no es fácil establecer un acuerdo al respecto: ¿vivimos en una sociedad del
conocimiento o de la información? ¿O simplemente subsistimos atónitos en una
confusa sociedad de datos? En todo caso, no se pueden confundir datos o
informaciones con conocimiento o con inteligencia. Por tanto, es importante
aproximarse a la comprensión del significado del concepto “conocimiento”,
estableciendo su genealogía y analizándolo críticamente. En ese sentido, resulta
especialmente clarificador para entender nuestra sociedad el concepto de “modo
de desarrollo informacional” (manejado por el sociólogo M. Castells), una etapa en
la que la acción de los conocimientos sobre los propios conocimientos se convierte
en la principal fuente de productividad. La actualización científica de los
contenidos escolares es imprescindible en estos tiempos de cambio acelerado,
pero eso no agota en absoluto la discusión sobre el currículum social deseable
para la escuela del siglo XXI. La mirada que reduce las asignaturas escolares a la
condición de mero vehículo (más o menos rezagado) de unos u otros paradigmas
académicos adolece de importantes lagunas. En primer lugar, esa mirada no
alcanza a vislumbrar la peculiar naturaleza del conocimiento impartido en una
institución específica de socialización, como es la escuela, en la que toda una
serie de agentes actuando en un contexto determinado producen diversas
recontextualizaciones del conocimiento; ello se pone de relieve mediante un
ejemplo especialmente expresivo: el análisis socio genético de una “solución
curricular” que alcanzó un éxito relativo en la educación primaria: el estudio del
medio. En segundo lugar, pasa por alto la necesidad de revisar en profundidad la
función social de la cultura transmitida, una tarea ineludible si en verdad queremos
prestar un servicio a una educación democrática merecedora de ese calificativo;
de ahí el interés de atender al análisis de las políticas de la cultura, como marco
general para la comprensión de los fenómenos educativos y para orientar una
intervención transformadora. Los graves problemas de nuestro mundo reclaman
una urgente respuesta educativa por parte del sistema escolar; pero esa respuesta
no resulta adecuada, pues dicho sistema sigue funcionando con características
muy tradicionales. A este respecto es imprescindible -como reclama E. Morin- una
educación que se oriente por nuevos principios, que puedan servir para formar a
los ciudadanos y ciudadanas del siglo XXI, tales como: aprender a relacionarse
con el conocimiento, saber afrontar los graves problemas de nuestro mundo, saber
enfrentarse a las incertidumbres, aprender a ser “habitantes de la Tierra”... La
educación para la ciudadanía se está presentando últimamente como una
posibilidad de reorientar la educación hacia finalidades más acordes con los retos
que hay que afrontar; sin embargo, entre las declaraciones e iniciativas oficiales y
la realidad de la enseñanza existe aún una gran distancia. En ese sentido, es
urgente redefinir las finalidades básicas de la educación escolar y recuperar su
dimensión de “educación para la ciudadanía democrática”, otorgando un papel
importante a la participación y vinculando la enseñanza a la intervención social.
Como camino a seguir se propone trabajar en torno a problemas sociales y
ambientales relevantes de nuestro mundo en el marco de un currículum de
carácter “integrado”. Ello depende, entre otros factores, de una adecuada
formación del profesorado implicado en la educación en el tercer milenio. ¿Cómo
introducir a las nuevas generaciones de manera responsable y solidaria en la
comprensión de los problemas de las sociedades y los territorios
contemporáneos? Estar a la altura de las exigencias formativas del nuevo milenio
implica revisar los procesos de configuración pedagógica de contenidos escolares,
asignando prioridad al estudio de los temas y problemas que forman parte de la
agenda social y política actual, una agenda compleja propia de estas sociedades
modernas, democráticas y desiguales. El cometido de tal renovación es poner a
disposición de los alumnos y alumnas las herramientas analíticas básicas para
interpretar críticamente el mundo de hoy y promover un posicionamiento
autónomo y comprometido con los problemas socio- territoriales contemporáneos.
La tarea, sin embargo, no es fácil, pues hay problemas muy relevantes en nuestro
mundo, sobre todo en relación con las desigualdades y los conflictos en los países
del Tercer Mundo, siguen estando ausentes en el currículum. Por otra parte, hay
que tener en cuenta que cuando estos temas de máxima vigencia se introducen
en la dinámica escolar y esto no se hace con la complejidad adecuada, sino de
forma esquemática y relativista, los efectos pueden ser contraproducentes. En la
actualidad la crisis de la educación es expresión de la crisis de todo un conjunto
de instancias que hacen a la organización social; el sistema de valores, la familia,
la política, la justicia, las creencias, el mercado de trabajo.

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