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REGIÓN ANDINA:
GEOPOLÍTICA DE LA
CRISIS
1
Alain, Joxe, “Ébranlements militaires “bolivariens” dans la
Grande Colombie”, en “Processus de paix et etats de guerre”,
Cahier d’ Études Stratégiques, 29, París, Ehess, 1999.
2
Véase Programa del Partido Comunista Colombiano, Bogotá,
1999.
3
El movimiento sociopolítico opositor en Bolivia, enfrentado a la
política del aristócrata Sánchez de Losada, en intensas jornadas de masas
a lo largo y ancho del país consiguió del gobierno, terminando enero de
2003, un proceso de diálogo y negociación en torno a temas atinentes a
la orientación económica esencial del Estado: el Alca, la política de los
hidrocarburos y el gas, las garantías para los productores de hoja de
coca, y, además, las reivindicaciones puntuales de los diversos
movimientos y regiones. Tres aspectos notables: la dimensión del
movimiento, su intervención en asuntos considerados del fuero estatal
exclusivo y su proyección hacia una perspectiva de poder político.
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Entre las cenizas de la guerra surgieron las bases de un relativo
desarrollo capitalista. Los acuerdos prácticos de las oligarquías
bipartidistas se impusieron, como señala Ch. Bergquist: “(...) la historia
del período de la posguerra revela cómo las ideas liberales en general, y
las reformas políticas y económicas específicas propuestas por los
liberales, fueron gradualmente ganando terreno en los años
subsiguientes. Con el respaldo de los sectores moderados de ambos
partidos, estas reformas se fueron incorporando en la legislación
nacional y en las prácticas gubernamentales. Primero, en el Congreso de
1903; posteriormente, durante el quinquenio de Rafael Reyes, y por
último, en la Reforma Constitucional de 1910. Estas reformas
establecieron las bases institucionales para el impresionante crecimiento
económico que se dio bajo gobiernos bipartidistas en las décadas
siguientes. Ellas fomentaron asimismo la paz relativa que reinó en la
sociedad colombiana casi hasta mediados del presente siglo”. Y
concluye: “Todo el proceso de la posguerra se podría resumir afirmando
que, una vez depusieron las armas, los liberales lograron todas las
reformas por las cuales habían luchado. Perdiendo la guerra, habían
ganado la paz”. Charles, Bergquist, “Comparación entre la guerra de los
mil días y la crisis contemporánea”, en Gonzalo Sánchez, Mario,
Aguilera (eds.), Memoria de un país en guerra. Los Mil Días: 1899-
1902, Bogotá, Unijus, Planeta, Iepri, 2001, p. 391.
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Utilizamos este concepto de Gramsci en la búsqueda de una
explicación de las limitaciones de la llamada “revolución en marcha” de
López Pumarejo y el carácter inconcluso de los procesos que esbozó. Sin
dejar de ser uno de los momentos más avanzados de las aperturas
democráticas históricas en Colombia es innegable que fue otro intento
frustrado de revolución democrática real. Una parte sustantiva de esa
frustración la canalizó el gaitanismo, sofocado de manera sangrienta a
partir del 9 de abril de 1948. Una de sus formulaciones más citada es la
siguiente: “La revolución pasiva consiste en una transformación
‘reformista’ de la estructura económica, haciéndola pasar de la fase
individualista a la de la economía conforme a un plan; el advenimiento
de una ‘economía intermedia’ (economía media) entre la economía
individualista pura y la economía conforme a un plan en su sentido
integral permitiría pasar a formas políticas y culturales más avanzadas,
sin la intervención de cataclismos radicales y destructores que revistan
formas exterminadoras”, Párrafo 236 del Cuaderno 8 (E. C., 1089),
citado por Jacques Texier, “Gramsci frente al americanismo”, en Juan
Trías Vejarano, (coord.), Grasmci y la izquierda europea, Madrid, FIM,
1992.
6
Álvaro Vásquez, Para la acción revolucionaria, Bogotá, Fondo
Editorial Sudamérica, Colección Política, 1980, p. 259.
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Gilberto Vieira relacionaba los sucesos del 9 de abril con el inicio de
un proceso de lo que Lenin llamó “putrefacción del país”. “La
putrefacción del país se aprecia en el contradictorio y deformado
desarrollo de un capitalismo dependiente, en la inserción de los residuos
feudales en la agricultura capitalista, en el estancamiento cultural, en el
apoliticismo y la apatía de sectores mayoritarios de nuestro pueblo”.
Gilberto, Vieira, Dos enfoques marxistas, Bogotá, Colección Izquierda
Viva, 2001, p. 109.
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Sin pretender soslayar otros casos, pensamos que en el hemisferio
también son pertinentes las situaciones históricas de México y, sobre
todo, de Cuba. En cuanto a Colombia, si la historia política indica que
era el interés imperialista de los Estados Unidos por el istmo panameño
lo que motivó su injerencia hace un siglo, la reversión de la zona del
canal a la República de Panamá volvió a despertar el significado
geopolítico de Colombia en la crisis del área andina, con especial énfasis
en los aspectos político-militares. Mientras México ha sido fuente de la
expansión continental de los Estados Unidos –lo que se continúa bajo
otras formas con el TLCAN y el Plan Puebla-Panamá, Cuba siempre fue
vista como la ‘fruta madura’ por su ubicación en el estrecho de la Florida
y luego por razones ideológicas. Como señala James Petras: “Los
estrategas de Washington están preocupados con varios temas
geopolíticos claves que podrían afectar adversamente al poder imperial
de EE.UU. en la región y aledaños. El asunto de la insurgencia
colombiana es parte de una matriz geopolítica que está en camino de
cuestionar y modificar la hegemonía norteamericana en el norte de Sud
América y en la zona del Canal de Panamá. En segundo lugar, el factor
de la producción, suministro y precio del petróleo se enlaza con este
cuestionamiento en la región y alrededores (en la Opep, México, etc.).
En tercer lugar, el foco de los conflictos con el imperio se encuentra en
Colombia, Venezuela y Ecuador (el triángulo radical) pero también existe
un creciente descontento izquierdista y nacionalista en países vecinos
claves, especialmente en Brasil y Perú. En cuarto lugar, el ejemplo de la
exitosa resistencia de los países del triángulo radical ya está resonando
en países más al sur –Paraguay, Bolivia–, sobre la base de luchas políticas
triunfantes realizadas por los movimientos de indigenas-campesinos en
las zonas montañosas ecuatorianas o por las “apelaciones bolivarianas”
del presidente Chávez de Venezuela y a la siempre presente conciencia
nacional populista de Argentina. En quinto lugar, la fuerza del triángulo
radical y en particular la diplomacia del petróleo y la política de
independencia del presidente Chávez ha echado por tierra la estrategia
norteamericana de aislar a la revolución cubana e integrar a Cuba en la
economía regional. Más aún, los beneficiosos acuerdos con el petróleo
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Véase Luis Jorge Garay, Colombia entre la exclusión y el
desarrollo. Propuestas para la transición al Estado social de derecho,
Bogotá, Contraloría General de la Nación, Dirección Académica, 2002,
p. xxxi.
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La Carta Democrática, adoptada por la Asamblea extraordinaria
de la OEA en Lima, el 10 de septiembre de 2001, señala: “Artículo 18.
Cuando en un Estado Miembro se produzcan situaciones que pudieran
afectar el desarrollo del proceso político institucional democrático o el
legítimo ejercicio del poder, el Secretario General o el Consejo
Permanente podrá, con el consentimiento previo del gobierno afectado,
disponer visitas y otras gestiones con la finalidad de hacer un análisis de
la situación. El Secretario General elevará un informe al Consejo
Permanente, y éste realizará una apreciación colectiva de la situación y,
en caso necesario, podrá adoptar decisiones dirigidas a la preservación
de la institucionalidad democrática y su fortalecimiento”.
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La política de seguridad nacional presentada el 20 de septiembre
de 2002 por Bush al Congreso, en su punto IV “Colaborar con Otros
para Desactivar Conflictos Regionales”, indica: “En cuanto a Colombia,
reconocemos el vínculo que existe entre el terrorismo y los grupos
extremistas, que desafían la seguridad del Estado, y el tráfico de drogas,
que ayuda a financiar las operaciones de tales grupos. Actualmente
estamos trabajando para ayudar a Colombia a defender sus instituciones
democráticas y derrotar a los grupos armados ilegales, tanto de
izquierda como de derecha, mediante la extensión efectiva de la
soberanía a todo el territorio nacional y la provisión de seguridad básica
al pueblo de Colombia”.