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(Nehemías 2:1–8) INTRODUCCIÓN: los discípulos pidieron a Jesús: «Enséñanos a orar». Ellos
entendían la necesidad de orar, pero debían hacerlo del modo más eficaz y conveniente.
¿Cuáles son las condiciones apropiadas y eficaces para la oración?
1. Cuando hay un vivo deseo en el corazón (v. 4): el deseo de Nehemías era tan vivo que se
manifiesta por cuatro señales:
a) «Hice duelo …»: las costumbres judías implicaban romper los vestidos, echar ceniza sobre la
cabeza, etc. Las muestras no son tan complicadas, pero el duelo es un sentimiento del corazón,
sean mayores o menores las expresiones externas, según la cultura de la época.
b) «Ayuné …»: ésta era también una costumbre hebrea que todavía algunos practican en señal
de un deseo intenso.
c) «Oré …»: ésta es la parte indispensable expresando en palabras a Dios lo que siente el
corazón.
2. Humillación y confesión (v. 6). Nehemías no dijo: «¡Qué se me da a mí, si otros han pecado,
que Dios los castigue, o que se humillen ellos!» Se asoció al pecado de su pueblo como si fuera
suyo.
3. Recurso a las promesas de Dios con entera fe (vs. 8–10): Nehemías conocía las promesas de
Deuteronomio y de los profetas, y las identificó en su oración. Éste es el caso que aprendemos
de grandes servidores de Dios que han sabido acudir ante el Trono diciendo:
«Señor Tú has dicho …»
5. Cuando se mantiene latente el espíritu de alabanza y gratitud (cap. 2, v. 8): al referir el éxito
de su demanda Nehemías no dice: «Por la buena suerte que tuve aquel día ante el rey», sino
«según la benéfica mano de Jehová sobre mí». ¿Tenemos este espíritu de gratitud cuando
logramos un éxito en nuestros deseos presentados ante el Señor? Tengamos siempre presente
la preciosa condición a la oración de fe que nos es indicada en el Sal. 58. No seamos
semejantes a los 10 leprosos del Evangelio. Salomón dice: «Reconócele en todos tus caminos y
Él enderezará tus veredas» (Pr. 3:6).