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Entonces recordé que existe una frase muy conocida: Estar en el mundo, pero sin
ser del mundo (véase Juan 17:11, 14:17). Nuestra existencia terrenal es necesaria
para cumplir con el plan de salvación; por consiguiente, debemos vivir en este
mundo, pero a la vez resistir las influencias mundanas que están siempre ante
nosotros.
Jesús enseñó: "Mi reino no es de este mundo" (Juan 18:36). Esas palabras me
hicieron meditar más acerca de Su reino y llegué a la conclusión de que cuando
somos bautizados por inmersión por alguien que tenga la debida autoridad del
sacerdocio y escogemos seguir a nuestro Salvador, estamos entonces en Su reino
y somos de Su reino.
“El que es llamado por Dios y tiene autoridad de Jesucristo para bautizar, entrará
en el agua con la persona que se haya presentado para el bautismo, y dirá,
llamándola por su nombre: Habiendo sido comisionado por Jesucristo, yo te
bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Él fue bautizado para testificar a Su Padre que sería obediente en guardar Sus
mandamientos; fue bautizado para mostrarnos que debíamos recibir el don del
Espíritu Santo (véase 2 Nefi 31:4:9).
Al seguir el ejemplo de Jesús, también nosotros demostramos que nos
arrepentiremos y seremos obedientes en guardar los mandamientos de nuestro
Padre Celestial. Nos humillamos con un corazón quebrantado y un espíritu contrito
al admitir nuestros pecados y buscar el perdón por nuestras transgresiones (véase
3 Nefi 9:20). Hacemos convenio de que estamos dispuestos a tomar sobre
nosotros el nombre de Jesucristo y recordarle siempre.
Como dijo el Elder Hales en la conf gral del 2000 “Al escoger pertenecer a Su
reino, nos separamos del mundo, mas no nos aislamos de él. Nuestra vestimenta
será recatada, nuestros pensamientos puros y nuestro lenguaje limpio. Las
películas y la televisión que miremos, la música que escuchemos, los libros, las
revistas y los periódicos que leamos serán edificantes. Elegiremos amigos que
alienten nuestras metas eternas y trataremos a los demás con bondad.
Rechazaremos los vicios de la inmoralidad, el juego, el tabaco, las bebidas
alcohólicas y las drogas ilegales. Nuestras actividades dominicales reflejarán el
mandamiento de recordar el día de reposo y santificarlo. Seguiremos el ejemplo
de Jesucristo sobre el modo de tratar a los demás y viviremos dignos de entrar en
la Casa del Señor.
Experimentaremos "un potente cambio… en nuestros corazones, por lo que ya no
tenemos más disposición a obrar mal, sino a hacer lo bueno continuamente".
Guardaremos nuestro "convenio con nuestro Dios de hacer su voluntad y ser
obedientes a sus mandamientos en todas las cosas… el resto de nuestros días"
(Mosíah 5:2, 5).”
En conclusión, Cuando nos bautizamos y somos confirmadas, suceden cuatro
cosas: (1) nos convertimos en miembros de la Iglesia de Cristo y nos
comprometemos a seguirle; (2) nuestros pecados son perdonados; (3) se nos
permite entrar al reino celestial; y (4) es la puerta hacia la santificación personal
Podríamos decir que nos “hace santas”.
Es necesario que brindemos una enseñanza mejor a nuestros hijos y nietos para
que comprendan qué significa entrar en el reino de Dios, porque a todos se nos
tendrá por responsables. Muchos miembros de la Iglesia no entienden plenamente
qué es lo que ocurrió cuando entraron en las aguas del bautismo. Es muy
importante que comprendamos el maravilloso don de la remisión de los pecados,
pero hay mucho más que eso. ¿Comprenden ustedes y sus hijos que cuando se
bautizan cambian para siempre?
Siento inmensa gratitud por mi bautismo y mi confirmación en la Iglesia de
Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Me siento agradecida por la fortaleza
espiritual y por la guía del don del Espíritu Santo me ha dado a lo largo de este
tiempo. Agradezco a las misioneras y amigos que me inculcaron el significado del
bautismo e hicieran que el recuerdo y los sentimientos de esa ocasión hayan sido
una influencia perdurable durante todos estos años.
Testifico de la divinidad del Evangelio restaurado. Testifico de la Expiación de
Jesucristo y la eficacia y el poder del sacerdocio, así como las ordenanzas del
Evangelio. Y esto lo dejo en el nombre de Jesucristo. Amén