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ANALISIS SOCIOLÓGICO DE LA JUVENTUD ESPAÑOLA

ACTUAL

Pilar Cisneros Britto

Profesora Titular de Sociología en la Facultad de CC Políticas y Sociología.


Departamento de Teoría Sociológica. Universidad Complutense de Madrid.

e-mail: pcisneros@cps.ucm.es

Resumen:

La juventud es un concepto cargado de bondades pero cada vez más se


configura como posición social. La construcción de este nuevo status se debe en
parte, a una proyección del reconocimiento de los derechos del niño y en parte,
a la creciente necesidad de formación de los ciudadanos.

La complejidad de las sociedades avanzadas y la competencia entre los


individuos legitimada en el conocimiento, facilitan los argumentos que justifican
la tardía incorporación de los jóvenes a la ciudadanía de pleno derecho.

Sin trabajo, sin emancipación, los jóvenes no terminan de revelarse, en


parte creemos, porque sin proponérselo “los medios de comunicación” han
hecho de este grupo de edades un motivo de “espectáculo”. La imagen tópica
del joven lo convierte en actor y espectador de su propio protagonismo
mediático.

Palabras clave: Imagen de los jóvenes. Identidad de los jóvenes. Medios de


comunicación. Estructura productiva. Función social. Integración social de los
jóvenes. Manipulación.

Abstract:
Title: SOCIOLOGICAL ANALYSIS OF SPANISH YOUTHS NOWADAYS

Youth, a concept full of good things, is gaining social position day by day. The
construcction of this new status is partially due to the influence of the
acceptance of children’s rights and partially due to Citizens’increasing need of
ongoing training. The complexity of Developed Societies and the competition
among Citizens justiies how late youths join society as full-fledged Citizens.
Without a job, without economic independence, youths do not rise in revolt
completely, we think that it could in a way be due to the fact that, the mass
media, although unconsciously, has mada these teens a reason for shows.

The cliché image of a youth makes him/her an actor and spectator of his/her
own leading role in the media.

Key Words: The youths’ image. Mass media. Productive structure. Social
function. Social integration of young people. Manipulation.

Las imágenes sociales que se construyen desde la perspectiva de grupos


de edades, son sólo eso, constructos que en la mayoría de los casos sirven para
ocultar la autentica realidad, la estructura de clases, el conflicto social o la
escasa movilidad social. Nuestra sociedad reconoce tres grupos, los jóvenes, los
adultos y los ancianos. Si buscamos qué definición social tienen estos grupos,
nos encontramos que el grupo de adultos es el único que no tiene atributos, esto
es, se define por lo que no es. No son jóvenes ni son ancianos. Estos dos
grupos tienen en común categorías que se pueden enmarcar en significados
más amplios y que son reinterpretables. El ser joven tiene atributos, por ejemplo,
dinámicos, divertidos, guapos, inconscientes, etc.; al grupo de mayores o viejos
le pasa lo mismo. Estos atributos están al arbitrio de los tiempos y de los
cambios de valores, de manera que pueden atribuirse características positivas o
negativas.

Ser joven es algo más que ser considerado joven. Es el grupo al que te
adscriben, es una posición social con sus expectativas conductuales. El
referente biológico ha quedado desdibujado desde el momento que nuestra
cultura abandona los ritos iniciáticos y deja de estar dependiente de la natalidad.
El período de niñez y juventud se desdibujan y se confunden dentro de un marco
jurídico que define otra categoría o grupo, el de “menor”.

¿Cuándo acaba la infancia y comienza la juventud? O ¿cuándo acaba la


juventud y comienza la edad adulta?

La juventud como colectivo social es una creación reciente. La sociedad


tradicional sólo distinguía al adulto y al niño. La infancia podía extenderse hasta
edades que hoy denominamos juveniles o de la etapa infantil-juvenil se pasaba
directamente a través de la emancipación del trabajo y la creación de una
familia, al colectivo de adultos. El período que va de la infancia a la madurez, ha
existido siempre, pero las más de las veces como edades de vulnerabilidad.
Eran edades de aprendiz o siervo, donde si no se tenía tierras propias, se era
maduro para trabajar pero no para ser adulto de pleno derecho. Esta
vulnerabilidad era una proyección de la vulnerabilidad de la infancia ya que ésta
sólo existía bajo el amparo de la familia. La sociedad tradicional no contaba con
una estructura compleja ni con atribuciones de protección social, con excepción
de las instituciones de beneficencia, las más de las veces religiosas o más
tardíamente las obras de los filántropos. Todas las competencias que hoy tiene
la Administración, en otro tiempo venían dadas por la familia y por las
comunidades locales. Sólo cuando la sociedad empieza a demandar la
competitividad de los individuos e irrumpe una nueva ética del trabajo, la familia
extensa deja de ser viable y con ella el amparo de los más débiles. En Inglaterra,
a partir del XVII se justificaba el trabajo de los niños de los pobres, a fin de que
ganaran su sustento ya que sus familias no lo podían hacer, en ello se veía una
doble función social, rescatar al menor de la calle e inculcar en éstos los hábitos
de la laboriosidad necesarios para el adulto trabajador del mañana. De esta
manera nos encontramos con sociedades en donde la infancia se achica hasta
los seis años como sucedió en Inglaterra, en donde en 1.726 se fundó en Hull
una casa de beneficencia donde trabajaban los niños mayores de seis años.
Niños de entre ocho y catorce años se les consideraba aptos para trabajar en
hilanderías de seda y algodón. Y en 1.833 la Ley de Fábricas disminuyó el
trabajo de los niños menores de trece años a ocho horas diarias 1. Todo esto,
además de demostrar como la sensibilidad ante la infancia es un fenómeno
civilizador reciente, nos muestra también como la prevención justificaba el
abuso.

Cada etapa histórica y cada modelo de sociedad ha elaborado su propio


concepto de juventud, aunque existe una misma tendencia dentro de las
naciones occidentales. Hay procesos comunes como ha sido el proceso de
industrialización y la transformación de la familia o los cambios demográficos.
Pero el reconocimientos de esta etapa de juventud, como “colectividad social a
proteger” ha estado vinculado a los procesos de reconocimiento de la infancia y
los derechos del niño. Hoy podemos comprobar esta tendencia en nuestro país
en distintos ámbitos de la administración del Estado. Por ejemplo, en la
asistencia sanitaria, la atención pediátrica que hasta la década de los 70 cubría
a los menores de 7 años, ha sido ampliada hasta la edad de 14. Expertos
juristas como D. Joaquín Cuello Contreras, al justificar el nuevo “Derecho penal
de menores”, en lo que atañe a la responsabilidad penal del mayor de catorce y
menor de dieciocho años, remite esta atribución de responsabilidad a la
estimación del grado de madurez del menor, reconociendo por un lado que la
madurez está muy condicionada por la evolución social y por otro que la propia
Psicología Evolutiva no puede establecer para todas las personas una misma
edad de maduración psíquica2 . Por lo que, al considerarse que la transición a la
etapa adulta tiene unos contornos difusos, en el derecho penal de menores se
aconseja una peritación y no una datación mecánica.

Hoy se suele estar de acuerdo en reconocer desde la perspectiva temporal


que la infancia se acaba entre los 13 o 14 años. Se diferencia una segunda
etapa de transición, la Adolescencia y Pubertad que se sitúa a caballo entre la
infancia y el comienza de una juventud madura, y que estaría entre los 10 y
dieciséis años3. En lo que no se está tan de acuerdo es en establecer hasta
donde llega la juventud, ya que en Psicología entre los autores que lo hacen
esta fecha oscila entre los diecinueve y veinticinco años. Por todo esto y siempre
de manera aproximada, podríamos decir que se tiende a reconocer como
colectivo de jóvenes a los individuos comprendidos entre los 13 a los 24 años.
Pero este reconocimiento de la juventud como colectivo parece, en
nuestros días, más una penalización que una ventaja. Sobre todo en lo tocante a
la emancipación ya que ésta depende de la plena autonomía económica. La
situación de inseguridad y precariedad del trabajo para los jóvenes está
alargando ficticiamente la etapa de juventud. Y es que un puesto de trabajo ha
sido el último y definitivo peldaño del período de juventud que justificaba todo el
tiempo de preparación de este ciclo de la vida. La protección a la infancia, hoy
contrasta con la desprotección del joven. Mientras el menor está protegido por el
Estado, a través de las etapas de educación obligatoria, no sucede lo mismo con
el joven que abandona los estudios a niveles tempranos. Ni tan siquiera con los
que a mayor edad y con más formación intentan emanciparse. Según nos
muestra una tipología de los trabajadores con bajos salarios, elaborada en 1.999
por Antonio López, un colectivo importante de estos trabajadores lo constituían
los jóvenes. Hombres y mujeres con formación baja o muy baja que viven con
sus familias y dependen del apoyo y sustento familiar. Y jóvenes (H y M) con
formación media o superior (universitarios) que acceden a trabajos de baja
cualificación, baja remuneración y alta rotación en los contratos.

El trabajo impone sus reglas. La familia de origen no puede transmitir el


status adquirido por los padres. Al tiempo asistimos, en las sociedades
tecnológicas, a una demanda de formación mayor que hace necesario superar el
nivel formativo de los padres para adquirir el mismo status, si no menor. Es por
esto que entre las clases medias y medias-bajas se ha generalizado la creencia
de que la mejor herencia que se puede dejar a los hijos es la formación. El
resultado es una situación de dependencia que puede llegar hasta los 30 años
(en España en 1.998 el 53% de los jóvenes de 26-29 años vivía con sus
padres4). Es por tanto la familia y no las instituciones la que asume los costes
que origina la etapa de transición a la edad adulta. Y esto no siempre, como se
ha pretendido, con satisfacción plena de los afectados, ya que el 67,7% de los
jóvenes españoles entre 20 y 24 años preferiría vivir en su propia casa 5.

1. Imagen de los jóvenes

La imagen de los jóvenes oscila entre dos perspectivas contradictorias. Por


un lado la identificación de joven, con la virtud de ser joven. Y por otro, la
prevención ante el joven, por ser incontrolable. La imagen de los jóvenes es
siempre la mirada del adulto, como ya nos mostrara el estudio acerca de la
infancia y la adolescencia de Josune Aguinaga y Domingo Comas. En este
trabajo, los entrevistados opinaban que sus hijos no deberían trabajar hasta los
20 años y los ajenos podrían hacerlo antes de los 16 años. Y los que no tenían
hijos consideraban en mayor medida que los niños de ahora son demasiado
caprichosos, y sobrevaloraban la influencia de la publicidad sobre el consumo de
marcas, por los más jóvenes. En definitiva, el vivir con hijos o no, condicionaba
radicalmente las opiniones de los entrevistados 6.

Pero la imagen de ese otro “el joven”, está sujeta a múltiples estereotipos.
Por ejemplo, se ha difundido en los medios de comunicación la idea de que, la
mayoría de los jóvenes que no abandonan el hogar paterno es porque no
quieren prescindir de las comodidades y ventajas que esta situación les otorga.
Este grupo de “ventajistas” hoy se estima en sólo un 9%. Y desde 1.984 los que
elegían vivir con sus padres, no ha hecho sino disminuir.

Otras imágenes creadas por los medios de comunicación son las del joven
“bello” o el joven “conflictivo”. Ambos tienen un denominador común, necesario
para la industria mediática, dan espectáculo.

En Televisión los rasgos de la imagen del joven más frecuente, son las
siguientes: se prefiere a los jóvenes de género femenino. La mayoría de las
mujeres tienen el cabello claro y entre los hombres predomina el cabello oscuro.
Cuando aparece una ropa deportiva es más probable que la lleve un joven. En la
publicidad se muestra preferentemente la desnudez de los jóvenes. Sin
embargo, el uso libidinoso de las cámaras actúa preferentemente sobre la mujer
azafata, cantante o invitados de la farándula. Los roles que se asignan en este
medio preferentemente a los jóvenes son los sexuales y de género, amistosos, y
relativos al ocio personal7.

El joven conflictivo parece ser una creación de los medios, sobre todo la
prensa, debida a la información recabada de la administración y de los sucesos.
Esto es, puesto que mayoritariamente se habla de los casos de orden público
que implican a menores, la imagen de la juventud como colectivo termina
estando representada por estos acontecimientos desafortunados. Auque estos
hechos lo cometan una minoría. La Prensa privilegia las fuentes de datos
institucionales (51%) y documentales (21%) que tienen como autores a las
mismas instituciones; y la mayoría de las instituciones están relacionadas con el
control policial y judicial del comportamiento juvenil. Como norma, la Prensa
consulta una sola fuente de datos (63%)8.

2. Identidad de los jóvenes

Se suele considerar a la adolescencia como una etapa difícil en el


desarrollo humano. Aunque la inadaptación del adolescente suele ser un
fenómeno parcial y esporádico. Las más de las veces el cambio en el
adolescente es de orden valorativo, se vuelve crítico con los convencionalismos
del adulto y sobrevalora la amistad. Busca el “ideal” que puede ser una empresa,
una persona, un modo de vida. Y con respecto a la amistad, esta relación es de
confianza mutua, intercambio de ideas y sentimientos, el amigo del alma. La
amistad en la adolescencia es un sustitutivo de las relaciones paterno-filiales.
Esta etapa contradictoria, suele ser superada y la persona surge enriquecida.

Todas las posturas de rebeldía y oposición a lo establecido, suelen ir


encaminado a una afirmación de sí. En esta etapa, la identidad se construye con
los materiales que están a nuestro alcance. Es decir, necesitamos saber quienes
somos. Si en la vida del adulto la profesión te define socialmente, al joven
adolescente le definirá su estilo de vida. Una etapa juvenil hiper-desarrollada,
genera individuos cuyas identidades necesitan constituirse al margen de los
canales tradicionales: el trabajo y la emancipación. Es aquí donde nuevos
agentes de socialización, como son los medios de comunicación, van a aportar
estos materiales de la diferenciación con el mundo adulto, construyendo no sólo
la personalidad individual sino el creciente muro que separa cada vez más la
etapa adulta de la etapa joven. De esta manera el capricho de los niños deviene
en la juventud en consumo desaforado y hedonismo.

Parte importante de esta construcción de la identidad del joven es el


cuerpo. Ya hemos visto como los “medios” hacen del cuerpo joven, saludable, y
su exhibición a través de ropas ceñidas, un ideal que identifica físicamente al
joven. El cuerpo se convierte en una expresión de la identidad. La apariencia
física otorga cualidades y estima social. Según Giddens “el cuerpo está muy
influido por nuestras experiencias sociales y por las normas y valores de los
grupos a los que pertenecemos”9.

Otro factor de identidad juvenil es la música. Los mayores consumidores


son varones entre 15 y 24 años. Las discotecas también son las que más interés
despiertan entre los adolescentes10. La participación de la música y sus distintos
géneros en la identificación juvenil ha tenido estudios pioneros en nuestro país
como el realizado por Jesús Levices, y publicado por la Comunidad de Madrid
en 1.986. Este trabajo demuestra las funciones sociales que ejerce la música
como fenómeno de masas en la población juvenil. Por un lado, la ubicación
según gustos musicales, refuerza los vínculos en los seguidores y consumidores
de las distintas opciones, generando una diferenciación no sólo con respecto al
grupo de mayores sino entre grupos de jóvenes. Por otro lado, el fenómeno
musical joven es funcional al sistema social, puesto que mantiene a los jóvenes
desocupados ocupados en la música y no como consumidores pasivos. Más
recientemente se ha retomado esta línea de investigación, insistiendo esta vez
en los efectos que la música de los jóvenes tiene en la inclusión o exclusión de
los individuos según gustos. El papel de la música a la hora de condicionar la
creación de amistades. “Los que muestran su gusto por los estilos minoritarios,
encuentran en el hecho diferencial que les otorga la condición de minoritarios,
uno de los elementos que refuerzan los procesos de identificación“ 11. Estos
jóvenes vanguardistas rechazan insistentemente los estereotipos juveniles
socialmente creados, aunque tienden a reproducir y consolidar esos mismos
estereotipos.

3. Manipulación de la juventud

La sociedad desarrollada, triunfadora de la enfermedad, alarga la vida y


también desdibuja los límites del paso a la vejez. La creciente longevidad de
nuestras poblaciones y las bajas tasas de natalidad van ubicando cada año a un
mayor número de personas en el furgón de cola. Pero lejos de reivindicar
socialmente la condición de mayores, se proyecta la imagen de la eterna
adultez. Los mayores, ancianos o viejos, han desaparecido porque se han
transformado en pensionistas válidos, independientes o incapacitados. Los
primeros proyectan una imagen de afortunados, se supone que tienen pensiones
suficientes, y puesto que no se deben al mercado de trabajo son libres para
disponer de lo que se supone una ventaja, de todo el tiempo del mundo para
divertirse, para el ocio o lo que algunos llaman disfrutar de la vida.
Los jóvenes no acaban de ser redefinidos. La imagen de joven
contestatario, rebelde de los años 60, habita en el imaginario colectivo pero dista
mucho de ser viable en el espacio social que hoy se dispone para ellos. El joven
de la protesta es hoy adulto y eso es equivalente a integración, por tanto, tiene
intereses sobre todo en mantenerse en un modelo social que selecciona a los
individuos que define o califica de interesantes, valiosos o competitivos. La
selección social es excluyente porque aunque todos son los llamados pocos
serán los escogidos. Desde este principio y por más que se construya la
excelencia, no todos los seres humanos dan la talla de excelentes, aunque se
reconozca que todos tienen derecho a tener un lugar en el mundo. Los jóvenes y
los mayores tienen cada vez más en común el ser desocupados, por tanto,
desde los valores utilitaristas de la sociedad productiva se les busca otro lugar
de utilidad, se les fabrica funciones sociales y en un intento por encontrarles, si
no el lugar en la estructura productiva, sí la función social que justifique el no
estar. Es por esto que sobre los excluidos se crean imágenes, características y
categorías comprensivas; cuando a los integrados sólo les define el “estar
integrado”, soy lo que hago, la profesión, la ocupación, lo que trabajo.

La disponibilidad de tiempo libre es lo que tienen en común los que están


fuera del mercado de trabajo y por tanto son susceptibles de consumir cultura de
masas. En este universo mediático, los protagonistas son los propios
consumidores. Los desconocidos para el sistema productivo, adquieren ahora
más que nunca el protagonismo y la capacidad para hacer del defecto virtud. La
abundancia temática relativa a estos dos grupos jóvenes y ancianos en la
televisión no es fortuita. Los mensajes preferidos son como mantenerse joven,
comer adecuadamente y sexo en la tercera edad. Para el grupo de jóvenes,
como llenar el tiempo. Los contenidos simbólicos de estos dos grupos de edades
tienen su correlato en el ámbito del consumo. Se crearán por tanto valores
compensatorios a estos grupos no generadores de riqueza. El lugar que ocupan
es funcional al sistema productivo, siempre y cuando entren como consumidores
en la demanda de mercancías y en la distribución de riqueza. La prevención que
tradicionalmente se tenía a los jóvenes no integrados, es sustituida por la
creencia en que son un grupo que tiene valores comunes, ideas, formas de
hacer especiales que hay que comprender. Se les otorga primero una unidad,
basándose en supuestos problemas compartidos, para pasar después a
atribuirles cualidades misteriosas, como se ha hecho con todos los grupos a los
que se define como diferentes. Esto es, tratar de acrecentar la diferencia, hasta
hacerlos extraños e irreconocibles. Por esto necesitamos una ventana abierta a
la intimidad, para ver cómo reaccionan los jóvenes, qué hacen los jóvenes, qué
piensan los jóvenes. Programas como el Gran Hermano dan tanto satisfacción al
protagonismo juvenil, como a la curiosidad del adulto.

Hoy la industria del ocio y, en concreto, la industria musical se ha visto


gratamente complacida por el incremento de ventas que ha supuesto “Operación
Triunfo”. Se reconoce que ha salvado la industria del disco español en el 2.002.
La música y los jóvenes están asociados desde hace treinta años. Sólo que hoy
la música como alternativa al estancamiento del mercado laboral es potenciada
por las instituciones.

La manipulación consiste fundamentalmente en aprovechar la frustrada


emancipación de los jóvenes y la sustitución que éstos hacen de su falta de
protagonismo social a través de modas, conductas, valores y gustos, para hacer
ver que esta forma de vida es natural, deseable o envidiable. La imagen del
joven es recreada, encauzada y, por último empaquetada. Todos los deseos por
hacerse significar, van a ser retomados por el marketing y escenificados en los
medios de comunicación para mayor gloria de la economía. Mientras la jaula de
oro, en la que se supone viven los jóvenes (familias de origen, sin
responsabilidad de esposa e hijos, con libertad sexual y viajes) parece ser cada
vez más jaula. La imposibilidad de vislumbrar un futuro como adulto lleva a
numerosos jóvenes a continuar con conductas propias de adolescentes lo que
no auspicia un orden social. El horizonte de la integración social de los jóvenes
se nos antoja conflictivo, la proletarización de los hijos en casa ya está
generando conflictos convivenciales en el ámbito familiar, pero en el ámbito
público quizá sólo se necesita un motivo que dentro del imaginario del colectivo
de jóvenes sea lo suficientemente poderoso.

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS:

BERENGUER CONTRI, G. Los adolescentes como consumidores: la familia como


agente de socialización. Estudios sobre consumo. Nº 58, 2001, p.35-46.

CALLEJO, J. La lógica red-mediática del consumo de los jóvenes. Sociedad y Utopía.


Nº 15, 2002, p.207-218.

CISNEROS, P. Una perspectiva sociológica de la anorexia y la bulimia. Docencia e


investigación. Revista de la E.U.M de Toledo. Universidad de Castilla La Mancha. Nº11,
Toledo, 2001, p.151-159.

GUELAR, Diana. “La adolescencia: manual de supervivencia”. Ed. Gedisa, Barcelona,


2002.

LEVICES MALLO, J. “Modas musicales y condiciones sociales”. Ed. Dirección General


de la Juventud, Madrid, 1.987.

LÓPEZ PELÁEZ, A. “Trabajadores con bajos salarios”. En José Félix Tezanos.


Tendencias en Desigualdad y Exclusión social. Ed. Sistema, Madrid, 1999.

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en España 2000. Madrid, 2002.

MARTINEZ BARREIRO, A. “Mirar y hacerse mirar: La moda en las sociedades


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SOLDEVILLA, Carlos. “Estilo de vida”. Hacia una teoría psicosocial de la acción. Ed.
Entinema, Madrid, 1.998.

TOMAS, Jose. “Problemática de la adolescencia y otros aspectos de la edad evolutiva”.


Ed. LAertes, Barcelona, 2001.
TUBERT, Silvia. “Un extraño en el espejo: la crisis adolescente”. Ed. Ludus, A Coruña,
2000.

FIGUEROLA GIMENO, E. “Estilos de vida y hábitos de consumo de los jóvenes de hoy”.


Seminario: nuevos canales de comunicación y sus características. (TEEN POWER
2001) Estrategias de marketing para llegar con éxito a los jóvenes del siglo XXI.

NOTAS

1. Cunningham, Hugh: Trabajo y explotación infantil. Situación en la Inglaterra de los siglos XVII
al XX. Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Madrid, 1994, pp. 43-47.

2. Cuello Contreras, Joaquín: El nuevo Derecho Penal de Menores. Civitas, Madrid, 2000.

3. Hernández Aristu, Jesús: “Jóvenes entre la familia, la formación y el empleo”. Estudios de


Juventud, nº 56/2002, p. 121. Y Pedrosa, Y.C.: La Psicología Evolutiva. Marova, Madrid, 2000, p.
70.

4. López Blasco, A. y René Bendit: Indicadores sociales europeos básicos sobre juventud. Plan
de Estudios 2001. MTAS: INJUVE, p. 142.

5. Ibid., p. 145.

6. Aguinaga Roustan, J. y Domingo Comas Arnau: Infancia y adolescencia: La mirada de los


adultos. MAS, Madrid, 1991, pp. 39-40, 207.

7. Baca Lagos, V.: Imagen de los jóvenes en los medios de comunicación de masas. MTAS.
INJUVE, 1998, p. 153.

8. Ibid., p. 49.

9. Giddens, Anthony: Sociología. Alianza, Madrid, 1998, p. 164.

10. Álvarez Rosario, M.; José Azofra y M. Cuesta: Economía y juventud. MTAS: INJUVE, 1999,
pp. 85-89.

11. Megías Quirós, I. Y Elena Rodríguez San Julián: La identidad juvenil desde las afinidades
musicales. MTAS. INJUVE, 2001, p. 87.
1
Cunningham, Hugh. “Trabajo y explotación infantil”Situación en la Inglaterra de los siglos XVII al XX. Ed.
Ministerio de Trabajo y Seguridad Social. Madrid 1.994. pp. 43-47
2
Cuello Contreras Joaquín. “El nuevo Derecho penal de menores”. Ed. Cívitas. Madrid 2000. pp. 53-54
3
Hernández Aristu, Jesús. “Jóvenes entre la familia, la formación y el empleo”. Estudios de Juventud. Nº
56/2.002. p.121. Y C. Pedrosa. “La Psicología evolutiva”. Ed. Marova. p.70.
4
López Blasco, A. Y Rene Bendit. “Indicadores sociales europeos básicos sobre juventud”. Plan de Estudios
2.001. MTAS. INJUVE. p.142
5
Ibíd., p.145
6
Aguinaga Roustan, J. Y Domingo Comas Arnau. “Infancia y adolescencia: la mirada de los adultos. MAS.
Madrid, 1.991. pp. 39-40-207
7
Baca Lagos, V. “Imagen de los jóvenes en los medios de comunicación de masas”. MTAS. INJUVE. 1.998.
p.153
8
Ibíd., p.49
9
Giddens, Anthony con la colaboración de Karen Birdsall. “Sociología”. Cuarta edición. Ed. Alianza. Madrid,
2.002 p.198
10
Alvarez, Rosario, M. José Azofra y M. Cuesta. “Economía y juventud”. MTAS. INJUVE. 1.999. pp. 85-89
11
Megías Quirós, I. y Elena Rodríguez San Julián. “La identidad juvenil desde las afinidades musicales”.
MTAS. INJUVE, 2.001. p.87

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