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Carne 2.
En este documento me interesa explorar algunas ideas que pueden resultar de beneficio en
mi trabajo final. En primer lugar me interesa pensar en la dicotomía entre ojo y carne: esa
que supone que lo primero no está compuesto del mismo material que lo segundo. Quiero
cuestionar esta dicotomía al dudar dicha presunción y sospechar del ojo en términos
cárnicos y la carne en términos semejantes a los del ojo: como receptáculo sensorial.
Segundo, quiero pensar en esto a través de una comparación simple entre la historia de
dualista), proponer un monismo corporal que no condicione ojos y cuerpos a ser dos
entidades escindidas. Con esto quiero sugerir que pensar en el ojo en términos cárnicos
cartesiana.
Primero: Generalmente el ojo es pensado como un objeto ajeno al cuerpo, conectado a él,
pero en definitiva escindido en tanto que esos nervios y músculos que lo amarran a la carne
son invisibles a primera vista. El ojo, además, parece estar compuesto de un material no
cárnico, mucho más sensible y delicado que el resto del cuerpo, que al estar cubierto de piel
puede estar desnudo al mundo. Así, en tanto la carne parece ser parte de la misma
substancia –una forma de res extensa—los ojos, así como las uñas, los dientes o el pelo
parecen ser otro objeto biológico. Curiosamente, en tanto pelo, uñas y dientes caen del
cuerpo sin producir desgarro, los ojos son tan corpóreos y propensos al dolor del desgarro
como lo es el apéndice, un dedo o la lengua. Esta condición liminal del ojo es, ya de por sí
curiosa, y más aún si se piensa en las analogía que metafóricamente existen para referir a
los ojos como espejos, luces o ventanas; elementos vidriosos que poco tienen que ver con la
percibe de su propio modo, pero también e forma semejante a toda otra forma de carne.
Dos ejemplos para explorar brevemente qué se puede hacer con esta nueva concepción de
ojo cárnico son el cuento “El hombre de arena” del escritor alemán ETA Hoffmann y La
joven que tras sufrir el trauma de una fantasía de la infancia en donde un hombre malévolo
robaba los ojos de los niños, queda encantado de amor por una muñeca autómata de nombre
muñeca hasta perder la cordura en cuanto descubra la mentira del artificio y vea los ojos
vidriosos de la muñeca rodar por el suelo. En este momento, un montaje entre los ojos de
vidrio y los ojos arrancados a los niños en la pesadilla de su infancia, producen el colapso
La lectura tradicional que Freud hace del cuento señala cómo Olympia, así como sus ojos
traen de regreso al sujeto aquello que había sido reprimido en la infancia. Esto podría ser
traducido a nuestros términos así: algo de material cárnico, como los ojos de los niños,
regresa como un doppleganger artificial, vidrioso, que transparenta o revela eso que antes
no podía ser develado en la carne. Esta lectura, aunque rescata la condición cárnica de los
ojos, sugiere que ésta tan solo existe en un mudo pesadillesco y primario que luego es
lectura de Freud del cuento la dicotomía entre ojo cárnico y ojo vidrioso queda explícita,
Freud decanta por el ojo vidrioso –ese que por estar fuera del cuerpo puede ser metáfora del
res cogitans—como artefacto que permite el acceso a la comprensión. Es decir, se necesita
que el ojo carnal sea desencarnado para poder comprender eso que en el ojo cárnico no se
podía comprender. Contrario a esto quiero sugerir una comprensión monádica del ojo como
carne en la que el umheimlich surge del desgarramiento del ojo cárnico y su posterior
no es revelado por el ojo transparente, sino que surge de la extracción de éste del cuerpo
Como contraejemplo “La amortajada” de Bombal, ofrece un ojo muerto, cárnico, que desde
este caso el ojo no surge como una metáfora de lo no corpóreo, o de la liminalidad entre
cuerpo y alma, sino que se ofrece como un elemento más del cuerpo muerto. La muerta
consigue ver con sus ojos el mundo que la rodea. Así mismo, su cuerpo percibe y siente, y
esto produce una continuidad multisensorial entre tacto, oído y vista. La amortajada es un
sujeto monádico, todo su cuerpo es carne; incluso sus ojos. Como escena fundamental en la
novela, aparece una lechuza muerta, cuyos ojos atentos producen miedo a la niña que la
ordenó matar. Esta lechuza, tal como el cuerpo de la amortajada, no renuncia a las
en objeto cárnico revela el continuo corporal entre el cuerpo que siente y eso que siente. Si
en el caso de Hoffmann se podía ver una escisión entre la psique y el cuerpo, en este caso
vemos un cuerpo que encarna lo pensable y lo sensible. Este cuerpo ve, pero ve desde el
cuerpo mismo.