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El contexto del pontificado

El posconcilio fue una época de gran desorden en la Iglesia católica, especialmente en los
países occidentales. El gran deseo de cambio que suscitó no siempre fue encauzado
siguiendo los deseos del Concilio. Las mejoras fueron acompañadas de graves
convulsiones. El decenio entre 1968 y 1978, puede considerarse de crisis abierta, a pesar
de los muchos fomentos renovadores que había suscitado el Concilio.

El año de 1968, además de ser el año de la revolución estudiantil y el inicio de la


revolución sexual, fue también el año de la Encíclica Humanae Vitae de Pablo VI.

El optimismo de los años sesenta fue también probado por las crisis políticas y la
influencia creciente de los regímenes comunistas en el mundo. Después, de unos signos
de apertura, se endurecieron, favoreciendo el terrorismo y provocando inestabilidad
política casi en todo el mundo. La Iglesia padecía también una cierta influencia mezclada
con su deseo sincero de servir a los pobres.

Los países occidentales (EE.UU y Francia) contemplan lo que podría considerarse la


quinta revolución de la modernidad. Es la revolución sexual, que tiene como fecha
emblemática el año de 1968, pero que da lugar a un gran cambio de costumbres y a una
crisis del sentido de la familia.

El crecimiento de la técnica permite manipular cada vez más la vida. Primero, la


anticoncepción, que es el tema que juzgara la Humanae Vitae; después, las técnicas de la
reproducción asistida. Por otro lado, está el desarrollo del hedonismo, con efectos sociales
importantes: la pornografía, la inestabilidad familiar.

Juan Pablo II, elegido en 1978, tendrá delante estos retos: encausar el posconcilio y llevar
adelante los deseos del Concilio de una auténtica reforma de la Iglesia y de unan nueva
evangelización. Su postura personal y su defensa de la libertad religiosa tendrá un enorme
efecto en la crisis de los sistemas comunistas.

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