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Sanando las enfermedades espirituales

3. PATOLOGÍA DEL HOMBRE CAÍDO

1. Patología del conocimiento


2. Patología del deseo y del gozo
3. Patología de la agresividad
4. Patología de la libertad
5. Patología de la memoria
6. Patología de la imaginación
7. Patología de los sentidos y de las funciones corporales

1. Patología del conocimiento

a) Perversión y decadencia del conocimiento y sus órganos


b) El mal como invención

a) Perversión y decadencia del conocimiento y sus órganos

• Los Padres constatan que, en el hombre caído, el conocimiento y sus órganos están enfermos.
• “¿Cómo va a tener salud el alma racional, cuando está enferma en su facultad de conocer?”,
pregunta san Gregorio Palamas (Tríadas, II, 3, 17.
• Hablan de “inteligencia enferma” Isaac de Nínive, Discursos ascéticos, 30;
Hesiquio de Batos, Sobre la vigilancia y la virtud, 26).
• Esta enfermedad es, fundamentalmente, la ignorancia de Dios.

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• La inteligencia del hombre está hecha por naturaleza para buscar las cosas divinas y
para tender al conocimiento de Dios.
• El alma humana “ha sido hecha para ver a Dios y para ser iluminada por Él” (san
Atanasio de Alejandría, Contra los paganos, 7),
• pero el pecado la pervierte; se aparta de Dios y de las realidades espirituales
para volverse hacia realidades sensibles y no tener en cuenta más que a estas
(cf. San Máximo el Confesor, Cuestiones a Talasio, 59).
• Sin embargo, el pecado no consiste en que el hombre considere las realidades
sensibles.
• De hecho, Dios le ha dada la inteligencia no para que tienda a conocerlo a Él
exclusivamente, sino también para que conozca las criaturas sensibles e
inteligibles (cf. Isaac de Nínive, Discursos ascéticos, 83).
• Adán, por tanto, las conocía antes de su caída, solo que desde el punto de vista espiritual.
• Conocía las criaturas sensibles y las captaba en relación con su Creador:
• las conocía com teniendo en Él su principio y su fin;
• las veía por completo en Dios, recibiendo de Él su ser y sus cualidades, y
• veía a Dios presente en ellas por Sus energías.
• Rm 1, 20
• San Máximo el Confesor explica que Adán estaba destinado, al término de su crecimiento
espiritual, incluso a considerar las criaturas desde el punto de vista de Dios mismo,
• a adquirir de ellas “un conocimiento y una información semejantes a las de Dios,
pues gracias a la deificación de su inteligencia y a la mutación de sus sentidos, el
hombre ya no habría sido un mero hombre, sino un dios” (San Máximo el
Confesor, Cuestiones a Talasio, prólogo).
• Para Adán y para cuantos se han hecho imitadores suyos, el pecado y el mal, en este nivel del
conocimiento,
• consistieron en ignorar a Dios y considerar a los seres con independencia de Él;
• en captarlos de modo carnal, sólo en su apariencia sensible.
• El árbol del conocimiento del bien y del mal representa, según san Máximo el Confesor, la
creación visible:

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• “Contemplada espiritualmente, es el árbol del conocimiento del bien; considerada
bajo su aspecto material, el del conocimiento del mal” (San Máximo el Confesor,
Cuestiones a Talasio, prólogo).
• Por el pecado los ojos espirituales de Adán se cerraron y, en su lugar, se abrieron los ojos de
la carne.
• La Escritura, evocando precisamente estos ojos carnales, o sea, esta forma carnal de
ver la realidad, dice: “se les abrieron los ojos” (Gn 3, 7).
• Entonces, Adán y Eva vieron que “estaban desnudos” precisa la Escritura, y
comenta san Atanasio:
• “Se dieron cuenta de que estaban desnudos porque habían sido despojados
de la contemplación de Dios y habían vuelto su pensamiento en dirección
opuesta” (san Atanasio de Alejandría, Contra los paganos, 3).
• San Simeón el Nuevo Teólogo señala igualmente esta desviación del conocimiento
primordial del hombre y su decadencia:
• “En lugar del conocimiento divino y espiritual, (el hombre) recibió el
conocimiento carnal. En efecto, cegados los ojos de su alma, caído de la
vida imperecedera, se puso a mirar con los ojos del cuerpo” (san Simeón el
Nuevo Teólogo, Catequesis, XV, 14-15; Tratados éticos, XIII, 54-56).
• Hay que subrayar que no es la apertura de los ojos de la carne la que provoca el
cierre de los ojos espirituales, sino al contrario: por ignorar a Dios ocupa su puesto el
conocimiento según la carne.
• Mientras que, en su estado natural, las facultades cognitivas del ser humano
recibían su luz del Espíritu y conocían así la naturaleza misma de los seres,
• al apartarse de Dios se subordinan a los sentidos y, a partir de ese
momento, van a recibir de ellos toda la información:
• “Al hacerse transgresor e ignorante de Dios, el hombre
acopló toda su potencia intelectual a la sensación”, escribe
san Simeón el Nuevo Teólogo, en Catequesis, XV, 22-24).
• Desde entonces la inteligencia del hombre se halla encadenada a este mundo
(cf. Macario de Egipto, Homilías, colección III, XXV, 5, 4; Homilías,
colección II, XXIV, 1).
• La inteligencia no se deja conducir sólo por la sensación, sino también por todos los deseos
apasionados que aparecen en el alma por efecto de la ignorancia,

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• la cual es –observa san Marcos el Monje– “la causa de todos los vicios”, y va
acompañada del olvido y la desatención de Dios.
• A causa de la ignorancia, de la desatención y del olvido de Dios, y también
• de su sumisión a las demás pasiones, la inteligencia se oscurece, se ciega, se extravía,
sume al alma en la oscuridad, y hace que el hombre entero se mueva en un mundo de
tinieblas
• (cf. Marcos el Monje, A Nicolás, 3; 10; cf. Hesiquio de Batos, Capítulos
sobre la vigilancia, 57. Isaac de Nínive, Discursos ascéticos, 85. San Juan
Crisóstomo, Homilías sobre la Epístola a los efesios, XIII, 1).
• La afirmación de que, por el pecado, el hombre ha entrado en las tinieblas es constante en las
Sagradas Escrituras:
• Is 9, 1
• “El pueblo que andaba a oscuras”
• Mt 4, 16
• “El pueblo que habitaba en tinieblas ha visto una gran luz; a los que
habitaban en paraje de sombras de muerte una luz les ha amanecido”
• Lc 1, 79; 11, 34-36
• “A fin de iluminar a los que habitan en tinieblas y sombras de muerte y
guiar nuestros pasos por el camino de la paz” Lc 1, 79
• “La lámpara de tu cuerpo es tu ojo. Cuando tu ojo está sano, también todo
tu cuerpo está luminoso; pero cuando está malo, también tu cuerpo está a
oscuras. Mira, pues, que la luz que hay en ti no sea oscuridad. Si, pues, tu
cuerpo está enteramente luminoso, no teniendo parte alguna oscura, estará
tan enteramente luminoso, como cuando la lámpara te ilumina con su
fulgor” Lc 11, 34-36
• Jn 1, 5; 3, 19; 8, 12; 12, 35
• “Y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron” Jn 1, 5
• “Y el juicio está en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las
tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas” Jn 3, 19
• “Jesús les habló otra vez diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me siga
no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida” Jn 8, 12

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• “Jesús les dijo: «Todavía, por un poco de tiempo, está la luz entre vosotros.
Caminad mientras tenéis la luz, para que no os sorprendan las tinieblas; el
que camina en tinieblas, no sabe a dónde va” Jn 12, 35
• Hch 26, 18
• “para que les abras los ojos; para que se conviertan de las tinieblas a la luz,
y del poder de Satanás a Dios; y para que reciban el perdón de los pecados
y una parte en la herencia entre los santificados, mediante la fe en mí”
• Rm 1, 21; 2, 19; 13, 12
• “porque, habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios ni le
dieron gracias, antes bien se ofuscaron en sus razonamientos y su insensato
corazón se entenebreció” Rm 1, 21
• “y te jactas de ser guía de ciegos, luz de los que andan en tinieblas” Rm 2,
19
• “La noche está avanzada. El día se avecina. Despojémonos, pues, de las
obras de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz” Rm 13, 12
• Ef 4, 18; 5, 8; 5, 11
• “Sumergido su pensamiento en las tinieblas y excluidos de la vida de Dios
por la ignorancia que hay en ellos, por la dureza de su cabeza” Ef 4, 18
• “Porque en otro tiempo fuisteis tinieblas; mas ahora sois luz en el Señor.
Vivid como hijos de la luz” Ef 5, 8
• “Y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, antes bien,
denunciadlas” Ef 5, 11
• Col 1, 13
• “El nos libró del poder de las tinieblas y nos trasladó al Reino del Hijo de
su amor”
• 1 Tes 5, 4
• “Pero vosotros, hermanos, no vivís en la oscuridad, para que ese Día os
sorprenda como ladrón”
• 1 Pe 2, 9

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• “Pero vosotros sois linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo
adquirido, para anunciar las alabanzas de Aquel que os ha llamado de las
tinieblas a su admirable luz”
• San Juan Crisóstomo señala:
• “Igual que aquellos que están en las tinieblas ignoran la naturaleza de las cosas, del
mismo modo aquellos que viven en el pecado no distinguen las cosas y corren hacia
las sombras como si fueran la realidad” (Juan Crisóstomo, Comentario a san Juan,
V, 4; Isaac de Nínive, Discursos ascéticos, 26; Calisto e Ignacio Xanthopouloi,
Centuria, 41).
• San Isaac de Nínive subraya que las pasiones destruyen la salud natural de la inteligencia
hasta hacerla incapaz de cualquier conocimiento espiritual:
• “Igual que el sentido corporal, cuando está dañado pro una u otra razón, está
privado de la visión, así también, si la inteligencia que hay en la naturaleza no está
sana, el conocimiento no actúa en ella”.
• Consagrándose a la sensación, pero también a la actividad de la razón que lleva a cabo una
reflexión autónoma de carácter abstracto, la inteligencia se vuelve hacia “el exterior”.
Entonces, el hombre no sólo se separa de Dios, sino también de sí mismo.
• Eso es lo que los Padres designan como la separación del espíritu y del corazón
(hombre interior, interioridad), el centro ontológico del hombre y la raíz de todas sus
facultades.
• Al abandonar su actividad contemplativa;
• la inteligencia ya no se mueve en el interior del corazón,
• sino que sale de éste, el centro espiritual del hombre y se expande hacia fuera
• en una actividad discursiva en la que se dispersa y se divide volviendo al
hombre exterior a sí mismo y exterior a Dios.
• En este estado, la inteligencia se halla en constante distracción, no deja de flotar, vaga de un
lado a otro y conoce una agitación permanente,
• lejos del estado de profunda calma (esichia) que caracterizaba su actividad
contemplativa
• (cf. Macario de Egipto, Homilías, colección III, XXV, 5, 4; Isaac de Nínive,
Discursos ascéticos, 68; Calixto e Ignacio Xanthopouloi, Centuria, 19; 23;
24; 25).

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• Sus pensamientos, antes centrados y unificados, se despliegan y discurren, múltiples y
diversos, en un flujo incesante;
• se vuelven confusos e inestables, se dividen y dispersan y arrastran y dividen todo el
ser del hombre (cf. Macario de Egipto, Homilías, colección II, VI, 3; XXXI, 6;
Nicetas Stéthatos, Centurias, III, 2; 6; 19).
• San Máximo el Confesor puede así evocar “la dispersión del alma en las formas exteriores
según la apariencia de las cosas sensibles” (Mistagogía, XXIII, 697 C),
• pues el alma se vuelve múltiple a imagen de una multiplicidad sensible que,
paradójicamente, ella misma ha creado.
• De la separación del espíritu y del corazón, verdadera esquizofrenia espiritual en el
sentido etimológico del término, se deriva la división de toda el alma.
• Tras la inteligencia, que se dispersa y divide en la multiplicidad de los
pensamientos que produce y de las sensaciones a las que sigue;
• todas las facultades, atraídas y animadas además por la multiplicidad de
las pasiones,
• actúan en sentidos múltiples y a menudo divergentes, que hacen del
hombre un ser dividido a todos los niveles.

b) El mal como invención. Nacimiento de un conocimiento fantasmático

• “El mal no viene de Dios, no está en Dios, no existía al principio” (san Atanasio de
Alejandría, Contra los paganos, 7; cf. Basilio de Cesarea, Homilías sobre el Hexamerón, II,
4; Dionisio Areopagita, Sobre los nombres divinos, IV, 21).
• Dios no ha creado el mal. Todos los seres eran en el origen enteramente buenos y vivían
totalmente en el bien.
• El mal, dicen los Padres, es una invención: primero “una invención del diablo, de su
libertad” (Dionisio Areopagita, Sobre los nombres divinos, IV, 21cf. Juan
Damasceno, Exposición exacta de la fe ortodoxa, IV, 20).
• En segundo lugar, una invención del hombre que fue seducido por Satán para seguir
el mismo camino que él, o sea, para apartarse igualmente de Dios (cf. Juan
Damasceno, Exposición exacta de la fe ortodoxa, II, 30; Máximo el Confesor,
Cuestiones a Talasio, prólogo).

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• “Esta desgracia que domina ahora a la humanidad la ha atraído voluntariamente el
hombre, extraviado por un engaño, convirtiéndose él mismo en inventor de la
malicia, y en modo alguno en descubridor de una malicia supuestamente creada por
Dios… es el hombre quien, en cierta manera, se ha vuelto creador y artesano del
mal” (san Gregorio de Nisa, Tratado de la virginidad, XII, 2; IV, 5; Homilías sobre
el Eclesiástico, VIII, 3; Homilías sobre el Cantar de los cantares, II).
• El mal es un producto de la voluntad diabólica y de la voluntad humana que podría
no haber existido (cf. Basilio de Cesarea, Homilías sobre el Hexamerón, II, 4).
• El mal no es solo una invención: es una invención de la fantasía.
• “El mal no es más que una ficción de la inteligencia humana” (san Atanasio de
Alejandría, Discurso contra los paganos, 4; cf. ibid., 7, 8; Sobre la encarnación del
Verbo, 4, 5).
• Esto no significa que no exista de ninguna manera, sino que no tiene más que una
existencia negativa:
• el mal es no-ser por cuanto es, como ya hemos visto, la ignorancia, la
negación, el rechazo, el olvido de Dios, que es el Ser mismo, la fuente de
todo ser, y el ser verdadero de todas las cosas.
• “Privados del pensamiento de Dios, los hombres se han privado también para
siempre del ser” (san Atanasio de Alejandría, Sobre la encarnación del Verbo, 4).
• “Vedle en su preñez de iniquidad; malicia concibió, fracaso pare” (Sal 7, 15).
• Dado que Dios es el único ser que es verdadera y absolutamente, tal como Él se lo
revela a Moisés: “Yo soy el que es” (Ex 3, 14),
• el hombre que vive fuera de Él no puede conocer más que la nada.
• “Dice el necio en su interior: ¡No existe Dios! Corrompidos están, da asco
su conducta, no hay quien haga el bien” (Sal 13, 1).
• A pesar de que “las perfecciones invisibles de Dios, su eterno poder y su
divinidad están a ala vista desde la creación del mundo cuando se las
considera en sus obras” (Rm 1, 20),
• el hombre que ha cerrado los ojos de su espíritu lo ignora todo
incluso cuando cree conocer.
• El conocimiento del hombre se vuelve delirante por el pecado también de otra forma.

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• Al apartarse de Dios, el hombre viene a considerar las criaturas en ellas mismas,
independientemente de su Creador, pues cree que el universo existe por sí mismo.
• Ahora bien, esta forma de conocer no es sino imaginación, ilusión, delirio, pues todo lo que
existe, existe por Dios y para Dios;
• todo ser recibe su sentido, valor y realidad de Dios, principio y fin, alfa y omega de
toda criatura.
• Por esencia, todo ser es en relación con Dios, y captarlos fuera de esta relación es
conocerlos no como realmente son, sino como no son.
• Habiendo perdido el sentido de la relación de los seres con Dios y, por tanto, de su carácter
relativo, el hombre los convierte inevitablemente en absolutos,
• y entonces pasan a ocupar en su espíritu el lugar de Dios, a quien él ha negado (cf.
Máximo el Confesor, Cuestiones a Talasio, prólogo).
• Así, en el hombre caído el culto a las criaturas reemplaza a la adoración del Creador.
• La idolatría es aquella actitud del hombre que consiste en tomar a un ser como fin y
atribuirle un sentido y un valor en sí mismo,
• en lugar de reconocérselos en Dios; y también en toda actividad y todo
esfuerzo que se consagran a un ser tomado en sí mismo, en lugar de
consagrarse a Dios a través de él.
• Hay una actitud idolátrica respecto a un ser cada vez que éste deja de transparentar a
Dios, de revelarlo.
• Entonces, el hombre atribuye a este objeto, reducido a nada por su
ignorancia, los honores que, por medio de él, habría debido rendir a Dios.
• San Pablo considera una manifestación de locura la actitud de los hombres
que actúan así:
• “Se extraviaron en sus pensamientos, y su corazón sin inteligencia
se sumió en las tinieblas. Jactándose de ser sabios se volvieron
locos, y cambiaron la gloria d eDios incorruptible por imágenes que
representaban al hombre corruptible, a pájaros, cuadrúpedos y
reptiles” (Rm 1, 21-23).
• Adorando a las criaturas en vez de al Creador, los hombres cambiaron la verdad de Dios por
la mentira (Rm 1, 25).

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• Al ignorar a Dios, que es la Verdad misma, la verdad de todo ser y la fuente de toda
verdad (Jn 1, 9.17; 8, 32; 14, 17; 15, 26; 16, 13; Ef 4, 21; 1 Jn 5, 6),
• el hombre se priva de cualquier posibilidad de conocimiento verdadero.
• Como no capta la realidad en el Espíritu, ve todo a través del filtro deformante del pecado y
de las pasiones, y adquiere una falsa inteligencia.
• “Los pecadores no ven con los ojos buenos, sino con aquellos que se denominan
inteligencia de la carne (Col 2, 8; Orígenes, Homilía sobre los Números, XVII),
• y por los cuales el hombre, aunque cree ver, en realidad está ciego (Is 6,
9-10; Jn 9, 39; 2 Cor 4, 4).
• El hombre caído vive, pues, en un mundo falso, irreal, creado por él, donde ignora el
auténtico significado de los seres y ya no percibe las verdaderas relaciones que existen entre
ellos.
• Esta confusión se acrecienta además pro la acción del diablo, padre de la mentira (Jn
8, 44).
• San Juan Crisóstomo dice a propósito de los hombres pecadores: “Son realmente
insensibles…, pues no han aprendido nunca a conocer la verdadera naturaleza de
las cosas” (san Juan Crisóstomo, Consolación a Estagiro, II, 2).
• Como hemos dicho, el hombre caído, por medio de su conocimiento, que se ha vuelto carnal,
juzga las cosas sólo según su apariencia sensible,
• ignorando lo que son en sí mismas, en su esencia inteligible. Delante de su
inteligencia hay como un velo que le impide captar lo que está más allá de los
fenómenos
• “El velo es la ilusión producida por los sentidos, que fija la atención del alma en las
apariencias superficiales de los objetos sensibles y cierra el paso a los
inteligibles” (san Máximo el Confesor, Ambigua a Juan, 10).
• Los conocimientos científicos mismos no son neutros
• –como subraya Gregorio Palamas, a quien respaldan las reflexiones epistemológicas
más modernas–
• sino que dependen “de la intención de los que los utilizan, aparecen después
del pensamiento de quienes los usan y tomas fácilmente la forma que les
confiere el punto de vista de quienes los poseen” (Gregorio Palamas,
Tríadas, I, 1, 6).

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• Los conocimientos del hombre caído se constituyen no sólo para colmar el vacío intelectual
dejado por la pérdida del conocimiento espiritual,
• sino también con el objetivo de satisfacer unas necesidades la mayoría de las veces
materiales y que en su mayor parte son definidas por las pasiones mismas.
• “Cuando el conocimiento secunda al deseo de la carne carga con la riqueza, la
vanagloria, el adorno, el bienestar del cuerpo; se ata a la sabiduría racional que se
adapta al gobierno del mundo y no cesa de inventar, de renovar las técnicas y las
ciencias; produce todo lo que corona el cuerpo en este mundo visible” (san Isaac de
Nínive, Discursos ascéticos, 63).

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