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Páez, Juan Pablo. (2015) "Cuando la palabra es salud". En: Cuadernos Nuestro NOA 5.

Editorial EdiUnju: San


Salvador de Jujuy, Año 2014, pág. 176-192.

CUANDO LA PALABRA ES SALUD

Juan Pablo Páez


Universidad Nacional de Jujuy
juanpaez_ar@hotmail.com

La novela “Otro lugar” de Elena Bossi fue publicada en 2008 por la editorial El copista,
Córdoba. Esta atrapa a su lector, cautivándolo y no deja que este la abandone sino hasta
concluida su lectura. Junto a Alessandro, el tío que visita la casa, pasamos la puerta del
hogar de Pina y Gino, atravesamos el umbral y nos sentamos con Patricia debajo de la
mesa para escuchar atentos esta saga familiar de la que ella también es parte. Con un
extraordinario manejo del lenguaje, Bossi logra que la narración nos transporte a otro
lugar para encontrarnos con aquellos seres que habitan esa otra tierra que, ahora
sentados a la mesa, evocan. La novela es la historia de la familia de Patricia quien, con
cada palabra que se pronuncia, recorre el pueblo que se construye a través de diferentes
voces. De esta manera, la niña enhebra los fragmentos en su escondite y edifica el relato.
La particularidad de esta novela radica en el juego que se establece entre la voz y la
mirada, ya que está narrada en tercera persona, pero la focalización es interna; es decir,
la mirada pertenece a Patricia mientras que la voz es la de un narrador externo a los
acontecimientos. En esta obra son varios los discursos que se entrecruzan; Carlos
Fuentes en su libro “Geografía de la novela” cita a Bajtin y sostiene que la novela deberá
ser como la arena donde todos los discursos confluyan. La obra que aquí analizaremos
es un ejemplo de lo expresado por Fuentes, ya que en ella conviven el discurso femenino
revolucionario con el domestico, que se mezclan con el discurso bélico, el de la guerra y
la muerte y, junto a estos, el discurso de la infancia y la inocencia.
En esta oportunidad nos adentraremos en ese otro lugar para observar cómo en
determinados contextos la palabra es un signo de salud y cómo, por el contrario, su
ausencia o arrebato da lugar a la enfermedad no sin antes manifestar los síntomas que la
anuncian. Entonces podríamos preguntamos ¿Cómo es que nombramos y vivimos estas
enfermedades vinculadas con la palabra? ¿Cuáles son los síntomas que manifiesta el
cuerpo del sujeto, que no puede expresarse porque no puede o no tiene cómo hacerlo?
Así, las palabras que afectan al cuerpo y lo hace llorar, o bien, aquellas que sanan o que
dejan secuelas constituyen posibles líneas de abordaje. En estas relaciones, lo dicho
adquiere un peso significativo por eso es que las palabras ocupan el centro en torno al
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cual girarán nuestras reflexiones. No obstante, y antes de comenzar a desarrollarlas,


realizaremos un breve recorrido por el texto de Bossi.

La palabra, su peso.
La novela está dividida en tres capítulos: el primero es Pina; el segundo, Gino y el
tercero, Pina y Gino. Cada entrega irá configurando, de manera fragmentada pero
progresiva, el árbol genealógico de Patricia. Según el personaje que estructure la trama
del capítulo, el nombre de este varía; por ejemplo, como en el primero de ellos se cuenta
acerca de la familia e infancia de Pina, el capítulo lleva su nombre. Desde esta
perspectiva podremos observar que la historia de Pina y Gino se va desarrollando de tal
manera que terminan juntos no solo en la trama sino también en la nómina del capítulo
final.
En el primer capítulo encontramos la historia de la familia de Pina y se remonta
hasta la generación de sus abuelos, Santina y su esposo, a quien no se nombra. Estos
son los padres de Carla; ella es la madre de Pina y esta, la madre de Patricia. También
aparece la adinerada familia de Leonardo. Carla y Leonardo son los padres de Pina, es
decir, los abuelos de Patricia. Aquí, además, se asoma el matrimonio Sarlo con sus hijos,
Roberto y Luciana. Ella toca el piano y viajará -avanzada la novela- a Brasil junto a
Marco, el hermano de Pina. Marco y Luciana se marchan de Italia ayudados por Crima, el
tío de Luciana. Todos ellos se van. Crima, Marco, Luciana y los hijos de este matrimonio,
Teresa y Luca, son los primeros personajes que abandonan Italia e inauguran ese otro
lugar: el nuevo hogar visto desde Italia.
En el segundo capítulo denominado Gino, la historia es la de Gino D´Amico, el
esposo de Pina. Son los años de la Segunda Guerra Mundial cuando los soldados
ingleses toman prisioneros a soldados italianos. Muchos de los que hacen la guerra
enferman de malaria. A lo largo de la novela, a medida que transcurren las generaciones,
también lo hacen las amenazas que acechan la vida humana. En este sentido, la guerra
misma podría ser entendida como una enfermedad que afecta al cuerpo social. En este
segundo capítulo, la mención de la malaria constituye un detalle que revela cómo es
vivida la guerra por dentro, es decir, su cotidianeidad:

“Él responde a los soldados y avanza. Cuando llega a la mesa, todos se levantan, él
hace señas de que no se detengan, de que sigan comiendo. La mesa es
abundante, hasta hay dulces caseros. Hilliot mira al oficial Gino D´Amico, junto a él,
en posición de firme. El oficial Gino D´Amico mira al coronel Hilliot. El soldado
cocinero Scapolotempo llega con un par de platos de tallarines humeantes. Junto a
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una mesa metálica y enclenque, el oficial Gino D´Amico señala una banqueta al
coronel Hilliot. Se sientan a comer” (Bossi, E. 2008:73)

Que los soldados italianos compartan el pan con los ingleses es una señal de que la
guerra terminó. Pero antes de ese final, el hambre es un mal constante: el cuerpo
desprovisto de alimento es un organismo indefenso, ya que no posee “armas” con las
cuales defenderse desde adentro, entonces la presencia de la muerte es algo que
inquieta:

“Muchos soldados envueltos en sábanas blancas. Se los llevan, no se les ve la


cabeza.
Es malaria.
Gino tiembla de frío.
Tiene miedo. Miedo de morirse” (Bossi, E. 2008: 68)

Este capitulo, el más oscuro de los tres, muestra esa doble amenaza: la del hambre
y la de enfermedades como la malaria. Entre tanta crueldad, hay gestos como ese
compartir el pan que descubren el reverso de las historias oficiales. Finalmente, en Pina y
Gino se desarrolla la historia de amor entre estos personajes, cuyos nombres le dan título
al capítulo. Aquí descubriremos cómo Pina y Gino se conocen, las circunstancias
azarosas entre las cuales surge su relación. Este es el capítulo de las confesiones y de
las afecciones al cuerpo cuando las verdades salen a la luz. Este breve recorrido por los
capítulos permitirá situarnos en el texto para poder, a partir del análisis de aspectos
formales propios de la narrativa, establecer lazos con los tópicos salud/enfermedad, que
planteábamos al inicio.
Miryam M. Pagano Conesa de la Universidad de Salta realiza una lectura de la
novela de Bossi, atendiendo a una cuestión genérica y nos plantea que, desde una
perspectiva conservadora, esta obra no podría clasificarse como una novela, y sostiene:
“desde posturas más conservadoras, por su extensión, su fragmentariedad, su escaso
desarrollo de la psicología de sus personajes, etc. (…) no se puede hablar de una novela
frente al texto” (Pagano C, M. 2009). Sin embargo, Conesa no adhiere a lo planteado en
primer término, por el contrario, la investigadora salteña considera que “Otro lugar” sí es
una novela y su punto de apoyo argumentativo radica en la propuesta que justamente
realiza Bajtin quien, al referirse al género novelesco, lo define por el juego de voces que
presenta, es decir, por su carácter polifónico.
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En la novela son muchas las voces que narran, ya que el narrador omnisciente, en
reiteradas ocasiones, cede la voz a los personajes, lo que explica, por otro lado, la
presencia del italiano ya sea en los versos de Dante recitados por Scapolotempo, el
cocinero en la guerra: "– Escuchen, muchachos, ¡qué magnífico!/ ‘Io venni in luogo d´ogni
luce muto,/ che mugghia come fa mar per tempesta, /se da contrati venti combattuto’”
(Bossi, E. 2008:75) O bien, intercalado en las conversiones cotidianas:

“Entonces, Pina aspira una vez y:


– Papá, non ce la faccio, de veras, no puedo.
Cada tanto, su suegro vuelve al ataque y Pina:
– ¿Por qué querés que yo fume?
– Y… fumano tutti… non fumi, non bevi…” (Bossi, E. 2008:106)

Lo que nos interesa retomar del ensayo antes citado es la importancia que se le
otorga a la palabra y reflexionar sobre cómo es que esta actúa en relación al blanco que
la rodea. Dado su carácter fragmentario, la novela gana en significación puesto que lo
visual, desde esas faltantes, aporta múltiples sentidos. Aquellas pocas palabras
dispuestas en el blanco de la hoja parecieran diagramar, por momentos, pequeños
poemas o piezas teatrales muy breves, esto da cuenta de la mixtura genérica hacia el
interior del texto donde los sonidos retumban con más fuerza:

“Un hombre ve a la muchacha en una ventana.


La muchacha se peina.
El cabello llega hasta el piso.

Al hombre le gustaría medir ese cabello.” (Bossi, E. 2008:11)

Como podemos notar esta es una novela construida con pocas palabras, las cuales
levantamos una por una como quien toma pequeños bocados y los disfruta ya en la boca.
Son esas palabras las que nos permiten saborear los detalles: algunos de ellos son
dulces, otros agrios, otros más bien agridulces, como lo es la vida en tiempos de guerra.
Ese sabor transforma a las palabras en un objeto de deseo no solo para Patricia, sino
también para los lectores quienes junto a la niña deseamos hilvanar la historia. Esa
marcada economía del lenguaje, y no cortedad, es lo que le brinda un efecto poético a la
novela y este se acentúa desde lo visual.
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Existe una condensación en la historia, un extracto de todo lo vivido, por eso hay
que estar atentos: “Patricia no sabe por qué su tía está loca; pero cree que puede tener
que ver con argelinos o con soldados que bailan. La tía Virginia no tiene hijos y es una
pena porque Patricia le encantaría tener más primos para jugar” (Bossi, E. 2008:58). En
esta cita encontramos dos de los nudos narrativos más importantes. El primero de ellos
es la locura de Virginia y el segundo, como ya señalamos, la guerra. Pero además de los
temas centrales, revela cómo con pocas palabras se puede generar tal expectativa que
es imposible no preguntarse por lo que falta. Al usarse solo unas cuantas palabras, el
texto gana en efectividad, pues esa economía da lugar a diversas interrogantes e
interpretaciones. ¿Frente a lo que no conocemos, pero deseamos, no ensayamos
respuestas posibles que nos ayuden a comprenderlo? Escondida entre adultos, una niña
juega con esas faltantes de la historia, se divierte haciéndose la película.
Si seguimos lo propuesto por Carlos Fuentes al principio de este trabajo, en realidad
cada fragmento de la historia es un pequeño arenero. Las palabras pesan, las
sostenemos, no las decimos, no las liberamos, hasta que por su propio peso caen.
Tatúan la hoja, la tiñen como lo hace la sangre en tiempos guerra: “Afuera del colegio.
Los chicos están contentos de salir. Mañana no vuelven. Dicen que están en guerra”
(Bossi, E. 2008:40) en otra parte: “Desde los aviones americanos se ve el circo. Parece
una carpa de soldados alemanes.” (Bossi, E. 2008:43). Niños contentos en tiempos de
guerra es otra escena agridulce: la ternura de la infancia mezclada con la crueldad de la
batalla.
Los niños festejan la ofensiva, no entienden; Assunta sí, y llora fuerte porque sabe
lo que significa la palabra “supervivencia”. Es que ella y sus hermanas viven así,
sobreviviendo, alejándose constantemente de la muerte. A pesar de que el llanto es
fuerte, escuchamos el sonido de los aviones americanos, las metralletas que se
descargan, e incluso, la arena misma que se desliza por los agujeros hechos en las
bolsas con que se cubren de las balas:

“Leonardo hace cavar una trinchera en el jardín.


Hay un avión que se llama Pipo. Todos lo conocen. Pipo baja y ametralla al azar.
Baja, ametralla y se va.
Toda la gente del barrio se viene ahí. El abuelo Leonardo los hace pasar y se
arrojan adentro de la trinchera. Ahí, Assunta está llorando. Llora fuerte. Las bolsas
dejan escapar la arena por los agujeros.” (Bossi, E. 2008:47)
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Pareciera que en esta novela ningún lugar es seguro, ya que el escenario donde
transcurren los acontecimientos oscila entre el hogar y el campo de batalla, también las
prisiones. Sin embargo, no por tratarse del ámbito familiar las palabras pierden su peso,
por el contrario en ocasiones equiparan la crudeza de la guerra. Y cualquier pariente es
un enemigo que acecha: “Patricia ve que el abuelo pone cuatro balas en la pistola y anda
por el pueblo. Acompaña a Pina y a sus hermanas con la pistola. Las cuatro saben que
las balas que hay allí son para ellas, por si llegan las tropas de color.” (Bossi, E. 2008:49).
Esta vez, el padre también es un enemigo que “cuida” la vida de estas hermanas y como
si fuera un acto bondadoso, la muerte se instala en las relaciones familiares.

La palabra que sana.


Hasta aquí, hemos desarrollamos algunas reflexiones en torno al lugar que ocupan las
palabras en la novela. Ahora nos preguntamos ¿qué sucede cuando nos quitan la
posibilidad de expresarnos? La figura de la mujer, en los tiempos que nos preceden,
estuvo sujeta a los dictámenes de un discurso patriarcal que la condicionaba. Es sabido
que nuestra sociedad está construida por el lenguaje y en tanto somos seres humanos
estamos atravesados por discursos. En todas las sociedades existen sólo algunos que
llegan a legitimarse y son los que, con el devenir del tiempo, se vuelven incuestionables.
Justamente son esos discursos los que luego controlan cuáles serán los otros que
puedan, o no, circular.
Michel Foucault en su lección inaugural denominada "El orden del discurso"
propone tres principios de exclusión externos, el segundo refiere a la locura. Nos dice que
se trata de una separación y un rechazo, y agrega: “el loco es aquel cuyo discurso no
puede circular como el de los otros: llega a suceder que su palabra es considerada nula y
sin valor, que no contiene ni verdad ni importancia, que no puede testimoniar ante la
justicia” (Foucault, M. 2008:16). El discurso del loco o es devaluado o bien es el
transmisor de una gran verdad, este último es el caso de los adivinos. Patricia no
entiende lo que le sucedió a su tía Virginia quien sale a pasear con Sacco y regresa a su
casa llorando. Mientras abraza a su madre le dice que la siguió un argelino por el campo.
Virginia está embarazada, fue mamá y no se casó; eso no se puede. Es excluida en una
casa de monjas, le quitan la palabra y coartan la libertad del movimiento a su cuerpo, la
encierran: “¿Y Virginia? También está embarazada. Virginia vive en la casa de monjas.
Nadie puede visitarla, sólo Carla y Leonardo. Le llevan ropa. A veces, Carla le prepara
dulces" (Bossi, E. 2008:53). A Virginia le arrebataron el hijo y con él, la maternidad:
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“En la niebla de la madrugada, Leonardo sale del hogar de las monjas envuelto en
una capa oscura. Camina con fatiga. Lleva a un niño en brazos. Toma el sendero
hacia el monte y llega a una casa alejada. Un matrimonio mayor lo recibe… la mujer
abraza al bebé” (Bossi, E. 2008:57)

El mandato familiar y social castiga a la tía de Pina. La hermana de Pina es la figura


que muestra cómo es que la sociedad ejerce mecanismos de control y castiga a aquellos
integrantes que rompen con las convenciones y transgreden las normas sociales
vigentes. Por lo tanto, la privación de la palabra y su exclusión física llevan a Virginia a la
locura. La enferman. Y así nos la retratan, excluida desde el inicio: “Tía Virginia no está
porque tiene permiso para salir de la clínica sólo los domingos y hoy es sábado.” (Bossi,
E. 2008:9).
Pina es la contratara de Virginia, ya que no permite que las leyes sociales ni los
mandatos familiares controlen sus deseos, se rebela. Si la prohibición de la palabra
enfermó a su hermana, Pina dice y está dispuesta a asumir los retos que implica tomar la
palabra. De esta manera, la madre de Patricia constituye un desafío a la autoridad
paterna, está convencida de que ser mujer no tiene porqué condicionarla:

“mientras estés aquí, mando yo… por eso ahora me hacés el favor, te levantás y te
vas a lavar esas asquerosidades.

Pina piensa que su padre no tiene derecho, que ella no es su esclava. Ni siquiera
tiene quitaesmalte para sacarlo. Con un poco de alcohol rasquetea el esmalte. Jura:
cuando se case, volverá del viaje de bodas pintada desde la cabeza hasta los pies.”
(Bossi, E. 2008:100)

Más adelante:

“– No, no Gino, yo cuando digo una cosa la hago.


Se compra un esmalte rojo. También compra el quitaesmalte porque sabe que lo va
a usar una vez sola.
Se compra rubor para las mejillas y se maquilla […] se pinta todas las uñas del pie
rojas, las manos rojas, la cara roja.
Cuando se presenta ante su padre y éste la ve, se detiene […] y dice:
– Pareces una puta del burdel […]
Pina dice:
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– Tomemos las valijas y vámonos.” (Bossi, E. 2008:102)

En esta genealogía femenina, Pina arremete contra las normas, desobedece.


Alejandra Herrera (UNSa) realiza un estudio denominado “Otro lugar o de la inmigración
del tiempo” en el que propone una lectura a partir de la relación que surge entre el
silencio y la elipsis. Dicha autora sostiene que existe una “memoria de generaciones de
mujeres en Pina, es la historia de sus abuelas, de sus hermanas y de su hija” (Herrera, A.
2009). Santina, Carla, Pina y Patricia constituyen la generación de mujeres que se
suceden a la largo de la novela de Bossi y, según lo expresado por Herrera, todas ellas
están contenidas en Pina. Es decir que obedientes y revolucionarias la habitan y
constituyen. Santina y Carla tuvieron un casamiento convenido, Pina no lo quiso. Se negó
y lo hizo saber:

“La abuela de Pina la manda a llamar, que tiene que hablar con ella.
– ¿Estás loca?
– ¿Por qué, nonna?
– Como le has dicho que no al hijo de Consalto […]
– Bueno, si no me caso, no me interesa; pero así yo no puedo”. (Bossi, E. 2008:81)

La más independiente de las hijas de Leonardo sabe que no se trata de cumplir con
deseos ajenos y recorre la novela quebrando mandatos familiares y sociales. Transita la
historia, dejando al descubierto los diversos mecanismos de control que condicionan a la
mujer, los visibiliza. Asimismo, Patricia, su hija, desde el escondite escucha atenta las
lecciones que, sin saberlo, le están legando las mujeres de su propia familia: “Patricia
piensa en los vecinos de la cuadra, con quienes a veces juega: son unos brutos; mejor no
casarse con brutos que le peguen a una.” (Bossi, E. 2008:17)
Quien no habla enferma, podría resumir la idea de este apartado, y desde este
punto de vista, el llanto se vuelve sintomático. Es sabido que el término “síntoma” hace
referencia a una señal corporal de que algo está sucediendo o va a suceder. El llanto
podría leerse como síntoma, ya que expresa que algo sucede en el plano de la
subjetividad: “Santina, la mamá de Carla, llora bajito, piensa en cuando se casó. Vio a su
novio una sola vez. No se tocaron nunca, ni un beso… no sabe cómo explicarle a su hija
lo que pasará esa noche. No sabe si alguien le contó. No se atreve a decir nada” (Bossi,
E. 2008:14). Cuando no hay palabras, es el cuerpo el que habla. Santina no sabe cómo
explicarle a su hija lo que sucederá esa primera noche, no encuentra las palabras para
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decírselo tampoco tiene el valor, entonces llora y lo hace porque algo en su interior cede,
ese algo es el dolor de volver a verse a sí misma.
Entre Santina y Carla, madre e hija, hay una suerte de espejo que se quiebra con
Pina. Ella decide con quien casarse, rompe con ese mandato del esposo elegido o que la
elige. En este punto, decir y decidir son actos que se complementan, tomar la palabra
fractura la genealogía:

“El conde de Consalto llega a la casa Bonanni. Es un hombre alto, elegante. Es


bastante viejo. El conde habla con el padre de Pina:
– Mirá, Leonardo, yo quiero hablar con tu hija. Quiero que tu hija me diga a mí por
qué no se quiere casar con mi hijo.
Entonces Leonardo:
– Pina, mirá que el conde quiere hablar con vos.
Se acerca el conde y le dice a Pina:
– Mi hijo está locamente enamorado de vos.
– Yo no. Y yo no me puedo casar sólo porque sea hijo suyo.” (Bossi, E. 2008:79)

La voz no se quiebra, se mantiene firme. La resistencia, entonces, es a una doble


autoridad: a la del padre y a la de la sociedad. No quiere casarse con Tití porque esa es
voluntad del pretendiente y no suya, y no le importa que sea el hijo de un conde. No está
dispuesta a casarse por cumplir con voluntades ajenas –patriarcales, sociales- ni por
conveniencias económicas. Frente a la imagen de Virginia encerrada en un convento,
Pina dice que no. Mira de reojo la historia de sus mujeres y es evidente que da un paso
más, no está dispuesta a quedarse detrás de la línea que su tiempo le impone.

La palabra que afecta/asfixia.


La novela de Elena Bossi está construida desde los silencios y vacíos, estos remarcan su
carácter fragmentario. A la luz de nuestro segundo eje, la palabra que afecta y/o asfixia,
es necesario señalar que los contactos entre lenguaje y medicina son más frecuentes de
lo que podríamos pensar, y no nos referimos solo al psicoanálisis que hizo de la palabra
el elemento más importante para la cura. Ivone Bordelois señala:

“La medicina se adentra en los misterios de la biología y el cuerpo, y la lingüística


en aquellos de la palabra y el significado, pero ambas tienen una clara conexión en
cuanto a sus métodos de desciframiento y análisis. La sintomatología, que eslabona
las distintas señales de la enfermedad, se asemeja a la sintaxis, que trabaja las
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relaciones entre las palabras, y mientras la anatomía estudia los órganos en sus
formas, la morfología hace lo mismo que las palabras.” (Bordelois, I. 2009:21)

Desde esta perspectiva, el cuerpo es un texto en tanto genera diversas


significaciones, a la vez que elabora signos que son posibles leerse. Los médicos
observan esos síntomas, los interpretan y derivan sus conclusiones acerca del tipo de
enfermedad. No obstante, es necesario indicar qué entendemos cuando hablamos de
“enfermedad”, para ello tomamos el concepto vertido por la OMS que la define como:
"Alteración o desviación del estado fisiológico en una o varias partes del cuerpo, por
causas en general conocidas, manifestada por síntomas y signos característicos, y cuya
evolución es más o menos previsible”. (Organización Mundial de la Salud: 2013). A lo
largo de la nouvelle se realizan menciones explícitas de algunas enfermedades, entre
ellas, a la malaria que ataca a los soldados en la guerra y a los pólipos que obstruyen la
respiración: “Pina tiene una molestia en la nariz. Respira mal. Se hace ver en su pueblo y
le dicen que probablemente tenga algunos pólipos que obstruyen el aire” (Bossi, E.
2008:84). También están las enfermedades venéreas:

“El confesor de Pina es el párroco de la iglesia. Dice:


– Pina, te felicito.
– ¿Por qué?
– Supe que rechazaste a Tití.
– Sí porque es uno que no me gusta. Lo veo tan insulso, pobrecito, que no me dice
nada.
– Hiciste bien. ¿Sabés porqué te lo digo? Él es un buen chico, pero la familia tiene
enfermedades venéreas.
Pina va a preguntarle a su mamá:
– Son enfermedades que se heredan.” (Bossi, E. 2008:80)

Es llamativo que el tema de la enfermedad forme parte de una charla con “el confesor”, lo
que podríamos interpretar como una forma de ocultamiento: de la enfermedad no se
habla si no es de manera privada, oculta. El tabú, sin dudas, es porque la enfermedad
esta relacionada directamente con la muerte, Susan Sontag lo señala al referirse a los
enfermos de cáncer: “Que se mienta tanto a los pacientes de cáncer, y que estos mismos
mientan, da la pauta de lo difícil que se ha vuelto en las sociedades industriales
avanzadas el convivir con la muerte.” (Sontag, S: 2003:15). La muerte se transforma en
esa especie de animal nocturno que acecha constantemente lo vital.
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En la novela de Bossi, el confesor advierte y confiesa eso que Pina no sabe, que de
la familia también puede heredarse un padecimiento. Entonces, ocultar y callar son dos
acciones que marchan tomadas de la mano:

“Hace pocas décadas, cuando saber que se tenía tuberculosis equivalía a


una sentencia de muerte –tal como hoy, para la imaginación popular, el
cáncer es sinónimo de muerte– era corriente esconder el nombre de la
enfermedad a los pacientes y, una vez muertos, esconderlo a sus hijos.
Aun a los pacientes que sí sabían que tenían, médicos y familiares se
resistían a hablarles libremente” (Sontag, S: 2003. 14)

La novela muestra que no se puede hablar “libremente” de la enfermedad venérea


de la familia de Tití. Esta dolencia debe ocultarse hasta que sea un secreto. La familia y
la sociedad esconden los padecimientos en su interior y permanecerán escondidos allí a
lo largo de las generaciones. Si la enfermedad no puede ser nombrarla, la palabra que la
exponga afectará al cuerpo social. Las sociedades nombran, o callan, sus malestares.
Pero el cuerpo, mediante síntomas, vuelve evidente cualquier enfermedad, la exterioriza.
Santina, como no puede hablar, llora. Pero la guerra también ha dejado secuelas en los
cuerpos: “Assunta tiene ahora los movimientos simétricos. Lo que hace con una mano
hace con la otra. El doctor cree que fue la descarga. Dice: “Una conmoción en el cerebro,
claro”. (Bossi, E. 2008:47). El cuerpo de Assunta habla del mismo modo en que lo hace el
cuerpo de quien llora o el de quien no puede respirar. El doctor analiza los síntomas en el
cuerpo de la niña, lo lee y determina la conmoción cerebral.
En relación al ocultamiento de las enfermedades, Sontag expresa: “A los
pacientes de cáncer se les miente no simplemente porque la enfermedad es (o se piensa
que sea) una condena a muerte, sino porque se la considera obscena –en el sentido
original de la palabra, es decir: de mal augurio, abominable, repugnante para los
sentidos–” (Sontag, S. 2003:16). La sociedad considera, según lo expuesto por Sontag,
que la enfermedad es considerada obscena, si bien es cierto la autora lo hace siguiendo
el sentido original de la palabra: “mal augurio” “abominable” “repugnante”, podríamos
pensar en lo obsceno como aquello que no puede aparecer en escena, es decir, lo que
debe permanecer oculto. La negación de la muerte y el cumplimiento de la norma, desde
esta perspectiva, se comportan de la misma manera pues es sabido que las sociedades
alejan a la muerte, la desplazan y desnaturalizan, la sacan de la escena; lo mismo que
sucede con el enfermo (ya sea el que sufre un padecimiento o el que no se adapta a las
reglas sociales) a quien se oculta y excluye como sucede con Virginia.
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Patricia, la niña debajo de la mesa, no estuvo en la guerra, pero escucha lo que


narran los adultos. Atenta, sin nada con que poder protegerse, indefensa, choca contra
las palabras y estas ahora afectan también su cuerpito: “Patricia siente un fuerte dolor en
el pecho. El aire no entra. Pina escucha el leve sonido del espasmo y se inclina. Debajo
del mantel ve el cuerpito encogido. Levanta a la nena y la abraza.” (Bossi, E. 2008:
68:114). El cuerpo de la niña, a través de la mirada, sufre los embates de la guerra, el
sonido de las metralletas que la aturden. La imagen idílica con que se inicia la novela se
quiebra y es cuando aparece el convento, la noche, los zapatos de plomo, el robo del
primo. Avanzada la novela, la niña vio eso y más: los cuerpos con hambre, los que sufren
la malaria, las sábanas con sangre y no toleró las confesiones de los adultos reunidos
alrededor de esa mesa agridulce, en definitiva, no soportó el peso de la palabra que
revela. Como no hay palabras que dan cuenta del malestar que la invade, su cuerpo con
esa falta de aire se encarga de exteriorizarlo.

La palabra que sana.


En una entrevista concedida a Jorge Boccanera, Elena Bossi distingue algunas formas
del silencio:

“cuando la palabra no alcanza porque no puede, no quiere o no se atreve a decir


algo; otro marca el paso del tiempo y sus intersticios, está el silencio de lo que no se
sabe o no se entiende, el de los vacíos de la memoria y quizá haya otros que el
lector pueda descubrir” (Boccanera, J. 2009)

En la novela, el silencio oculta, pero a pesar de ese encubrimiento escuchamos que


los secretos murmuran deseosos de luz. Mecanismos como la exclusión física mantienen
el “orden” establecido; por el escenario social, los enfermos no pueden transitar porque la
enfermedad resulta obscena. En “Otro lugar” hay un silencio primordial que es el de
Patricia, gracias a quien la palabra ajena surge: “Debajo de la mesa, contiene la
respiración para que los grandes no la descubran. Un rayo de sol atraviesa el encaje el
encaje del mantel y Patricia puede ver el polvo dorado que flota (…) Una voz pastosa y
áspera, de anciano, la del tío Alessandro recorre la casa. Hay alegría en la mesa” (Bossi,
E. 2008:9). El silencio de la niña permite que las palabras de los demás se liberen.
Hay una confesión que avanza a paso lento ya que es imposible decirlo todo de una
vez, por eso quizás el carácter fragmentario de la novela. Una vez reunidas las partes, la
historia completa al descubierto exige una explicación: “Mira al anciano, se le sienta en
frente y le pide despacio, sin ira pero con dureza, si ahora, después de tantos años,
Páez, Juan Pablo. (2015) "Cuando la palabra es salud". En: Cuadernos Nuestro NOA 5. Editorial EdiUnju: San
Salvador de Jujuy, Año 2014, pág. 176-192.

puede explicarle por qué partió (…) Por qué deshizo el nudo que sostenía la familia.”
(Bossi, E. 2008i:112). En la luz, las palabras negadas reconstruyen finalmente el reverso
de esta historia familiar ¿Por qué abandonó Italia? Con lo poco que sabe ella pregunta y
espera de Leonardo una respuesta. La hija exige de su padre explicaciones a esas
interrogantes que también son las del lector. Volverlas visibles permitirá despejar las
sombras. Esta vez, el mundo de los grandes que se abre a la niña que escucha termina
por afectar su pequeño cuerpo. Y nos preguntamos: cuando ya tenemos conocimiento
sobre aquello que queríamos saber ¿cómo saber si en realidad estamos preparados para
soportarlo?
Leonardo mató al sobrino de Crima, el muchacho de quince años que lo
chantajeaba pidiéndole dinero a cambio de silencio. Si el sobrino de Crima no hubiera
amenazado con hablar acerca del hijo que Leonardo le quitó a Virginia, Leonardo no lo
hubiera asesinado:

“Un sobrino de Crima ha sido asesinado en Italia. Era chico, tenía apenas quince
años. Luciana y Marco van a dar sus condolencias. Crima no los recibe.

El abuelo de Patricia, Leonardo, les manda los pasajes diciendo que se tienen que ir
a la Argentina.” (Bossi, E. 2008:63)

A lo largo de la novela, la trama acrecienta el misterio, anuda la historia hasta que ese
nudo comienza a ceder. Frente a las exigencias de Pina, Leonardo confiesa: “Él dice que
vino per salvare la pelle, porque de otro modo lo habrían asesinado (…) Un muchacho
supo lo del hijo de Virginia. Era el sobrino de Crima. Quería dinero para no hablar.
Leonardo no dejó que hablara” (Bossi, E. 2008:112,113). El temor impulsó el abandono
del suelo italiano, hizo que la propia tierra quedara detrás del mar. Las palabras cuestan,
el silencio esta vez también tuvo su precio. Eso que permanecía oculto es descubierto,
pero querer saber no implica poder soportar. La inestabilidad, esa pérdida del equilibrio,
funciona esta vez como paliativo. Lo que por mucho tiempo permanece guardado en el
silencio no siempre es fácil de digerir ni tolerar, por eso afecta al cuerpo en forma de
llanto o espasmos. Después de la confesión de Leonardo que es evocada por Pina,
Marco se marcha, se levanta de la mesa, todavía carga con el asesinato de aquellos
argelinos.

Palabras finales:
Páez, Juan Pablo. (2015) "Cuando la palabra es salud". En: Cuadernos Nuestro NOA 5. Editorial EdiUnju: San
Salvador de Jujuy, Año 2014, pág. 176-192.

Con una marcada economía de palabras, “Otro lugar” de Elena Bossi devela una a una
las piezas que componen este rompecabezas que es un gran relato familiar. La novela se
construye a partir de un espectacular juego de voces que viajan del pasado al presente
hasta entremezclarse y narrar lo sucedido en ese “antes” de estar “aquí”, compartiendo la
mesa. Las historias particulares que se desarrollan estructuran la narración por lo que
esta adopta las características de álbum fotográfico en el cual se registran, con palabras,
escenas que preceden a la historia de Patricia. Los personajes, a medida que la novela
avanza, van desatando nudos que los lectores, por el contrario, vamos tomando y
tejiendo para saber qué sucede.
Como pudimos observar a lo largo del trabajo, en determinados contextos la
palabra es un signo de salud. Hablar sobre los dolores que llevamos en nuestro interior
es una manera de comenzar a desanudarlos. No obstante, antes que hablar es necesario
decidir y esa toma de decisión es la que predispone el cuerpo a una mejoría. El sujeto
que puede expresarse libremente y no manifiesta síntomas está sano. En la novelas son
varios los personajes que, haciendo uso de la palabra, encuentran consuelo y salud;
pensemos en Pina o Leonardo, su padre, quienes sienten el cuerpo liviano y aliviado
luego de que ella preguntara y de que él brindara las respuestas que expliquen esa
huida. Por el contrario, otros personajes que, sin llegar a la enfermarse, manifiestan una
serie síntomas producidos por esa palabra que no se libera, es el caso del llanto de
Santina.
El cuerpo de quien no habla, enferma, y en este punto nos referimos tanto al
cuerpo individual como al cuerpo social puesto que, como podemos observarlo en estos
últimos años, la sociedad supo sanar esas heridas producidas en aquellos años en que
la palabra les fue arrebatada. En la nouvelle de Bossi, las figuras de Pina y Virginia
constituyen, desde nuestra línea interpretativa, el eje central de la tensión. Ambos
personajes se oponen pero se complementan, dialogando en una suerte de espejo cuyo
médium es justamente la palabra. Poseerla o no, es ahí el dilema. Los seres humanos
nos rebelamos haciendo uso de la palabra, también haciéndola circular. A Virginia la
enloquecieron, la enfermaron sin estar enferma y lo lograron encerrándola en un
convento, arrebatándole no solo el hijo sino también la palabra. Virginia, desde la mirada
del padre que representa a la sociedad, es un monstruo, un ser enfermo que no cumple
con los mandatos establecidos y al que, por lo tanto, debe excluirse.
Escondida debajo de la mesa y luego de escuchar sobre el pasado de su familia,
Patricia ahora tiene que vérselas con estas confesiones y lecciones que escuchó y que
finalmente terminaron por afectar su cuerpo hasta producirle esos espasmos. Otro lugar
Páez, Juan Pablo. (2015) "Cuando la palabra es salud". En: Cuadernos Nuestro NOA 5. Editorial EdiUnju: San
Salvador de Jujuy, Año 2014, pág. 176-192.

nos habla de otros tiempos y de otras personas, quienes en este escenario que es la vida
misma, descubren el peso de sus propias palabras.

Bibliografía General.
BOSSI, E. (2008) Otro lugar. Córdoba. Ediciones del Copista.
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Buenos Aires, Libros del zorzal.
FUENTE, C. (1993) Geografía de la novela. Buenos Aires. Tierra Firme.
FOUCAULT, M. (2008) El orden del discurso. Buenos Aires. Tusquets Ediciones.
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SONTAG, S. (2003) La enfermedad y sus metáforas y El sida y sus metáforas.
Traducción de Mario Muchnik. Buenos Aires. Taurus.

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