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En el libro IV de Eneida se pueden encontrar dos momentos cruciales en los que Dido,
reina de Cartago, recurre a las artes mágicas con objetivos disímiles. Pero su empleo
puede ser resuelto en una dirección doble, en donde reaviva el amor latente por Eneas o
lo destruye.1 El hecho de que un personaje femenino recurra a la magia no es menor en
Eneida. Por lo tanto, se pretenderá visibilizar a Dido como una figura transgresora por
ser practicante de la magia y, en consecuencia, un sujeto condenable por la sociedad
romana. Para ello corresponde hacer algunas consideraciones previas de cómo será
concebida la magia a lo largo de este trabajo.
Una primera consideración son las concepciones de magia y religión en el
período augústeo. Es de importancia destacar que los romanos no oponían magia y
religión, sino magia y práctica religiosa normativa.2 La magia podría considerarse como
una forma de desviación religiosa donde lo que prevalece es el bien individual o social a
través de medios alternativos condenados por la institución religiosa dominante. Un
motivo importante por el cual estos actos eran condenables es por realizarse de manera
secreta en espacios privados; en oposición a la religión que gozaba de un estatuto
público.
Plinio el Viejo es el primero en considerar la magia como un sistema
amenazador del mos mairum.3 Aunque, los poetas augústeos son los que desarrollan un
concepto negativo de magia e introducen elementos típicamente romanos. 4 En este
sentido, destacable es la figura de Virgilio y la función de Eneida en el principado.
La magia es marginal por poner en contacto al hombre con lo anómalo, es decir
con aquello que se desvía de la religión oficial. 5 En las prácticas mágicas se teme al
hecho de enfrentar a aquellas fuerzas que exceden el dominio y la racionalidad del
hombre. Por lo tanto, los rituales mágicos son condenados al ser actividades cuasi-
religiosas y/o creencias consideradas peligrosas, ilegales o desviadas de los parámetros
establecidos socialmente. A su vez, la magia también es entendida como una perspectiva
del mundo que no coincide con del poder político. De aquí su consideración como un
crimen.
Este trabajo será abordado para entender el funcionamiento de la magia a través
de la ley de simpatía universal que constituye la base fundamental de las operaciones de
los magos. Esta ley simpatética establece que las cosas actúan recíprocamente a
En un principio, van hacia los templos y piden la paz a través de los altares;
sacrifican según la costumbre animales elegidos
para Ceres, portadora de leyes, y Febo y el padre Lieo,
ante todo a Juno quien tiene por preocupación los vínculos matrimoniales.
La misma bellísima Dido, sosteniendo con la mano derecha una patera,
derrama entre medio de los cuernos de una vaca blanca,
o va y viene frente a los rostros de los dioses junto a las aras sangrientas
y celebra el día con los dones y consulta mientras mira con la boca entreabierta
las vísceras palpitantes con los pechos abiertos de los animales.11
(Virgilio, Eneida, IV, 56-64)
12 “Heu vatum ignarae mentes! Quid vota furentem,/ Quid delubra iuvant?(...)”
13 “Tu secreta pyram tecto interiore sub auras/ erige, et arma viri, thalamo quae fixa reliquit/ impius,
exuviasque omnis, lectumque iugalem,/ quo perii, superimponas (...)”.
(Virgilio, Eneida, IV, 494-497)
Dido le solicita a Ana que erija una pira mágica que se convertirá en una pira
funeraria, sin que ella lo sepa. En este caso, el suicidio de Dido funciona como un
sacrificio expiatorio al haber violado su condición de univira y así poder reunirse con su
esposo Siqueo14. Los elementos que le solicita serán utilizados para maldecir al héroe:
las armas de Eneas (arma viri) y todas sus vestiduras (exuvias omnis) dispuestas sobre
el lecho conyugal (thalamo). La sumatoria de estas pertenencias personales son los que
luego Dido coloca sobre la pira a fin de concretar el maleficio contra Eneas entre los
versos 507-508: “(...) coloca sobre el lecho las prendas y la espada olvidada/ y la efigie
(de Eneas) (...)”15.
La espada, sus vestimentas y la efigie de Eneas son empleados en el ritual. Aquí
se puede observar cómo la magia contaminante y homeopática funcionan al mismo
tiempo. Es evidente que la efigie representa a Eneas, por lo tanto, lo que le ocurra a ella
será el daño que Dido procure realizarle. Las vestimentas y su espada, las cuales
tuvieron contacto con él, despliegan el funcionamiento de la magia contaminante,
puesto que el principio de contacto continúa actuando a distancia.
El hecho de que Dido se encargara de disponer en la pira la espada, las
vestimentas y la efigie de Eneas cobra sentido en una ceremonia de destrucción 16. A
través de su muerte, la reina de Cartago pretende maldecir al héroe troyano como afirma
en el verso 624: “Nunca habrá ningún amor para los pueblos, ni ninguna alianza”17.
En cuanto a los elementos de este nuevo ritual se reiteran algunos, pero desde la
diferencia, ya que hay un marcado contraste entre el primero y éste.
Como ocurrió en el primer ritual, los altares (v. 509) deben construirse ya que
son una parte fundamental para el ejercicio de lo mágico. Con respecto a la invocación
de Dioses, esta vez llama a cientos de deidades del inframundo (vv. 510-511) entre las
Conclusión
Esta figura femenina, construida por Virgilio como una mujer fuera del sistema para el
imaginario romano, reúne un conjunto de características propias de un modelo genérico
opositor: extranjera, reina de Cartago, viuda que avasalla la condición de univira y
suicida al tomar la decisión de acabar con su vida tal como lo haría un soldado. A todas
estas notas distintivas, hay que agregar la de ser practicante de la magia. Se ha
demostrado a lo largo del trabajo cómo esta mujer al practicar las artes mágicas en
consecuencia transgrede los límites establecidos por ideal romano. Se ha considerado
que la magia es una forma de desviación religiosa donde prevalece lo individual o lo
social a través de medios alternativos al realizarse de manera secreta. En este caso el
objetivo de la reina siempre fue individual. En un principio era salvaguardar su amor
por Eneas, pero al no poder cumplir con su fin, nuevamente prevalece su interés
pretendiendo cobrar venganza y abandonando sus tareas como reina de Cartago. Dido
actúa con la intención únicamente de cumplir sus deseos. A diferencia de Eneas, su
accionar siempre conlleva al desbordamiento como víctima del furor. Asimismo, la
manera en la que decidió proceder fue siempre secretamente. Nunca reveló cuáles eran
sus intenciones ni aun cuando próxima a la muerte pidió ayuda a su hermana Ana para
construir su pira funeraria. Y por último, la magia como recurso que emplea para
concretar su empresa y que unifica lo anteriormente dicho la lleva a transgredir la
institución religiosa oficial. Pone en contacto al hombre con fuerzas de la naturaleza que
se desvían de la comprensión humana. A su vez, su forma de proceder revela un
pensamiento mágico que en el fondo no escapa a la manera de concebir el mundo regido
por la ley de simpatía universal que constituye la base fundamental de las operaciones
de los magos. En conclusión, todas estas notas vuelven a Dido un sujeto condenable que
atenta contra la institución social.
Bibliografía
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