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El General Serrano
El General Serrano fue testigo de primera fila de: La minoría de Isabel II
con las dos Regencias, la de su madre la reina María Cristina de Borbón
y la del General Espartero; el Reinado personal de Isabel II en sus
principales etapas: la Década Moderada, la revolución de 1854, el Bienio
Progresista y el Gobierno largo de la Unión Liberal (O’Donnell); el
destronamiento de Isabel II y el Sexenio revolucionario y la Restauración
de Alfonso XII.
revistadehistoria.es
Director General de Artillería en 1854; Capitán General de los Ejércitos
Nacionales en 1856; Capitán General de Cuba en 1859; Capitán General
de Castilla la Nueva en 1865; General en Jefe del Ejército Español en
¡Compra Revista de Historia y
1874; y en cuatro ocasiones Ministro de la Guerra, como se ha
apoya la cultura!
comentado.
Ya nos siguen más de 65.000
Francisco Serrano, como político, ocupó el más alto cargo del Estado,
fans en Facebook, 9.400
pues el 15 de junio de 1869, fue elegido por las Cortes Constituyentes,
seguidores en Twitter, 5.500 +1
Regente del Reino. Ninguno de sus contemporáneos, con la excepción
en Google+ y 19.000 cultas y
de Espartero, alcanzó tan alto
selectas puesto, ni
personas Narváez,
reciben ni O’Donnell, ni Prim.
gratis
Serrano fue en política el hombre
nuestros situacionespor
de lashistóricos
artículos límite, siendo
requerido en situaciones extremas a
email.Apúntate para resolver
nuestro problemas concretos.
selecto
Era un hombre dialogante,
boletín, propenso a la conciliación,
y te avisaremos cuandoque supo
escuchar a su oponente y no dudaba,
publiquemos cuandoartículo
un nuevo lo juzgaba necesario,
llegar a un consenso.histórico,
Según el profesor
para queJesús Pabón: “Coincide un
lo leas
momento con Espartero, otro
cuandocon Narváez; dilatadamente con
te plazca.
O’Donnell, pues llega a ser gran figura de la Unión Liberal.
Personalmente relacionado con todos, menos dispuesto a la
Regístrate,
identificación con ninguno, amante
inclinado de la
a un proceder político y
Historia
conciliador, pero independiente. Serrano será el hombre de las crisis, es
decir, de los momentos agudos y de transición: Ministro Universal, Jefe
de Gobierno Provisional, Regente”.
El General Serrano. El militar made with
Todo parecía presagiar una época de paz y felicidad para los españoles,
pero no fue así: los errores, abusos de poder, pronunciamientos,
conmociones populares, intrigas y deslealtades estuvieron presentes a
lo largo de todo el reinado de Isabel II. El Presidente en funciones
propuso la creación de un nuevo gabinete bajo la presidencia de
Olózaga, que la reina aceptó, bajo presiones no muy adecuadas del
mismo Olózaga, no demostradas. Por los servicios concedidos a la
Nación, Serrano fue ascendido a Teniente General y se le concedió la
Gran Cruz de la Real Orden de San Fernando.
La gran capacidad de Sartorius para cerrar los ojos ante los negocios
turbios y su falta de escrúpulos políticos, le llevó a conceder cargos y
ventajas a quien le pudiera proporcionar beneficios económicos o
políticos. El caso más escandaloso fue el trazado del ferrocarril de
Madrid a Irún, pues la Compañía del Norte indemnizaba con 40.000
duros por kilómetro que la vía férrea atravesaba, resultando de ello “un
t razado arbitrario, destinado a favorecer a determinados propietarios
influyentes, sin exceptuar la Casa Real”. La caída del conde de San Luis
fue estrepitosa. La causa fue la pérdida de una votación en el Senado,
precisamente sobre el tema de los ferrocarriles. Sartorius disolvió las
Cortes y comenzó a Gobernar a base de decreto. La gestación de la
Revolución dev1854, estaba en marcha. La coalición capitaneada por un
grupo de Generales, que contaba con Serrano, Ros de Olano, Dulce y
Messina, no escatimó medios ni energía para hacer caer al Gobierno del
conde de San Luis. La prensa se unió al sentimiento de los militares
publicando en diciembre de 1853 un Manifiesto, al que se adhirieron
después, escritores y políticos, tanto progresistas como moderados. El
Gobierno de San Luis reaccionó multando y suprimiendo la prensa, y
desterrando a los militares a Tenerife, Mallorca, León y a Serrano a
Arjona. También desterró a muchos políticos, pero se equivocó, pues,
concretamente O’Donnell que había sido desterrado a Santa Cruz de
Tenerife, permaneció oculto en Madrid, sin que la policía pudiese
detenerle. El 28 de junio de 1854, se alzaron los militares, siendo el
encuentro entre las tropas sublevadas, mandadas por O’Donnell, y las
del Gobierno, por el General Blaser, Ministro de la Guerra, la tarde del 30
de junio, en Vicálvaro - la Vicalvarada - en las cercanías de Madrid. Fue
un tanteo de la situación y al final los dos bandos se retiraron,
convencido cada uno de haber vencido. Lo único claro es que los
sublevados no pudieron apoderarse de Madrid, y eso se apuntó como
un éxito del Gobierno. Buscando refuerzos, O’Donnell bajó al Sur,
deteniéndose en Manzanares, Ciudad Real. Serrano, desterrado en
Arjona, al enterarse de la situación se reunió con O’Donnell, lo mismo
hizo el joven secretario particular de O’Donnell, el futuro Presidente del
Gobierno, Antonio Cánovas del Castillo. Viendo que el grueso del
Ejército permanecía leal al Gobierno, Cánovas redactó el Manifiesto de
Manzanares. La difusión de dicho Manifiesto supuso el inicio de la
Revolución, pronunciándose Barcelona, Zaragoza, Valladolid, Granada,
Sevilla y otras provincias. La situación se hizo tan insostenible que
Sartorius presentó su dimisión a la Reina. Así acabó la Década
Moderada y llegó la Revolución de los días 17, 18, 19 y 19 de julio de
1854, que llenaron Madrid de barricadas, consignas revolucionarias,
saqueos e incendios.
La impresión que causó en Cuba fue muy positiva, habida cuenta, que
el nuevo Capitán General había sido Ministro de la Guerra. Además su
amable y franco trato personal, su sencillez, su fama de político liberal,
la naturalidad de su carácter, le ayudó mucho para ganarse el aprecio y
simpatía de los cubanos. Acabó con todas las rígidas etiquetas
existentes. Abrió las puertas del Palacio de Capitanía General y las de su
residencia privada, a todos los cubanos y empezó a pedirles sus
opiniones, así como enterarse de sus quejas con la mayor libertad y
franqueza. Organizó el Comité Español, formado por isleños y
peninsulares, que lo componían 12 personas de asegurado prestigio
para recabar información y promover la política reformista; autorizó al
Partido Liberal de Cuba a que pudiera reunirse como lo hacía en 1834 el
Partido Peninsular, que se reunía semanalmente para tratar asuntos
administrativos o políticos de la Isla. Se constituyó el Comité
Reformista, presidido por el rico cubano, José Ricardo O’Farril y
Herrera, que deseaban que el Gobierno español autorizase que Cuba
estuviese representada en las Cortes y la obtención de reformas
políticas, económicas y administrativas que la Isla necesitaba. Este
talante aperturista le proporcionó no pocos disgustos a Serrano, pues
tropezó con la sistemática reserva que unos y otros Gobiernos tuvieron
siempre hacia las reformas en Cuba. Un ejemplo fue la oposición de
Serrano a la idea de la Intendencia General de Hacienda que había
propuesto la contribución directa, pues decía que eso solo se podía
hacer cuando hubiera estadísticas y catastros reguladores. A la larga,
esta norma del Gobierno peninsular, fue una de las causas primordiales
del movimiento insurreccional de Yara el 10 de octubre de 1868. El 10
de diciembre de 1862, Serrano cesaba como Gobernador-Capitán
General de Cuba, y tras una solemne despedida y entre grandes
muestras de afecto, embarcó en el barco San Quintín que le condujo a
la península.
En 1874 regresó a España poco antes del golpe de estado del General
Pavía, y tras éste, aceptó el cargo de Presidente del Poder Ejecutivo de
la República, disolviendo las Cortes republicanas en 1874, instaurando
una especie de dictadura republicana de concentración, con talante
conservador, pero con ciertas aspiraciones liberales. Serrano gobernó
apoyado en la Constitución de 1869, que era, la primera Constitución
democrática. Serrano acabó con la rebelión cantonal y levantó el cerco
de Bilbao en 1874, dejando a los carlistas prácticamente derrotados.
Pero la destrucción de las fuerzas políticas republicanas había abierto
el camino para la restauración de los Borbones, precipitada en los días
finales de diciembre de 1874 por el pronunciamiento de Martínez-
Campos en Sagunto.
Bibliografía.