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La respiración puede convertirse en el más adecuado objeto

de atención para volver al momento presente. Solo en el


presente respiramos —porque el último aliento ya se fue y el
próximo todavía no ha llegado— y solo respiramos en el
ahora. ¿Qué mejor ancla, pues, que la respiración, para que
nuestra caprichosa atención no se aleje del presente?

Los tibetanos describen los pensamientos como “escribir en el


agua”, algo esencialmente vacío, insustancial y transitorio. O
escribir en el cielo o tocar una pompa de jabón.

Todas estas metáforas consideran que los pensamientos se


“autoliberan” o “estallan”, como las burbujas de jabón al ser
tocadas con el dedo o, en el caso que nos ocupa, al ser
“tocadas” por la conciencia, o, dicho en otras palabras, cuando
son reconocidas como pensamientos, meros eventos pasajeros
que aparecen, perduran un tiempo y acaban desapareciendo
en un ilimitado e interminable campo de conciencia.

3 Respiraciones profundas.

Después respiras normal, y te centras en el borde de la nariz,


cómo entra y sale el aire

Hay dos pausas al terminar de inspirar y al terminar de


espirar. Hay que centrarse en estas pausas.

Con práctica sale un objeto en la punta de la nariz para


centrar la atención.
Un recuerdo sin la carga emocional se llama sabiduría.
Un recuerdo con la carga emocional se llama cárcel, conducta.

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