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Nacido en Valdealgorfa, Teruel en 1956.

Es un historiador español, catedrático de historia


contemporánea en la Universidad de Zaragoza. Ha sido profesor visitante en universidades
prestigiosas de Gran Bretaña (Queen Mary College), Estados Unidos (Harvard, Notre Dame y
New School for Social Research) y latinoamericanas (FLACSO, en Quito). En el último tiempo
ha sido profesor visitante en la Central European University. Es miembro del consejo de
redacción de varias revistas científicas, entre las que se incluye Historia social, Cuadernos de
historia de España y The Internacional Journal of Iberian Studies.
Ha escrito, entre otros trabajos, Anarquismo y revolución en la sociedad rural aragonesa, 1936-
1938 (2006); La historia social y los historiadores (1991); De la calle al frente. El
anarcosindicalismo en España, 1931-1939 (1997); La iglesia de Franco (2001); República y
guerra civil (2010); Anarquismo y violencia política en la España del siglo XX (2007); Historia
de España en el siglo XX (2009); y Breve historia de España en el siglo XX (2012); Europa
contra Europa, 1914-1945 (2011); España partida en dos. Breve historia de la guerra civil
española (2015)

Resumen del texto


El primer capítulo tiene como punto de partida la mención a los vestigios insepultos de la vieja
historia política alemana, que tuvo como padre a Leopold von Ranke, evocándola como el primer
momento del arduo nacimiento de la historia social. Esta etapa primitiva de la profesionalización
del oficio del historiador, tuvo como característica la afirmación de las fronteras que tenía la
historia, teniendo como piedra angular el historicismo, la inmersión en las fuentes, la
reconstrucción de actores y grandes acontecimientos, forjando un conjunto de métodos y temas
de profunda auto-referencia.
Según Casanova, lo que constituyó la base del nacimiento de la historia social fue el progresivo
desgaste que la historia política, sustentada en el relato de acontecimientos políticos y militares,
con un énfasis en las relaciones entre Estados y que rechazaba la teoría y el diálogo
interdisciplinar. Una nueva historia se forjaba sobre los ecos débiles del legado del siglo XIX, y
se trasladaba geográfica e intelectualmente de Alemania hacia Francia. No obstante, había dos
elementos que iban a pervivir como puntos nodales del proyecto disciplinar de la historia dentro
del conocimiento de las ciencias sociales: por un lado, la paulatina profesionalización a través de
las universidades y la escritura en revistas especializadas, que coadyuvaban en el florecimiento
intelectual del debate en torno al oficio; en segundo lugar, ser el lugar donde inició el intento por
construir una historia mucho más profunda, total, que estaba encarnado en el proyecto de
Annales, especialmente en la figura de Lucien Febvre, que a posteriori continuarían Fernand
Braudel y Marc Bloch.
En la edad de oro lo que se observará será el crecimiento de la disciplina histórica, cultivada en la
Francia de la posguerra, hacia la década de 1950. Pareciera ser que lo que inaugura la Escuela de
los Annales es una ruptura radical con respecto a lo existente en el periodo inmediatamente
anterior. En gran medida, aquello que florece en la École des Hautes en Sciences Sociales,
específicamente como espíritu en el estudio de la historia, impactará a otros países, sobre todo a
Alemania, Inglaterra y Estados Unidos. A su vez, esa riqueza de la disciplina se vio intervenida
por otras ciencias sociales, que tenían un bagaje amplio a nivel conceptual y que aportó
elementos considerables a la historia, especialmente en el ofrecimiento de un cuerpo teórico, que
sirviera de explicación de los hechos históricos; es de esa manera como la economía, la
sociología, la antropología y en menor medida la ciencia política nutrieron la investigación
histórica.
No puede dejar de mencionarse que la vitalidad de la historia social, en gran parte, fue otorgada
por la oposición que planteó a la <historia desde arriba>, anteponiendo una apuesta, a modo de
proyecto, de incluir una nueva historia, que fuera <historia desde abajo> o <popular>. Para ello,
el momento decisivo fue el entrecruce disciplinar, donde la historia, aunque específicamente la
historia social, tendió a romper los binomios entre sujeto y estructura, pasado y presente,
explicación o interpretación. Ingresando en la disputa teórica y disciplinar, la historia social
resolvió para las ciencias sociales una alternativa donde incluso se incorporaba lo mejor de la
tradición específica de la disciplina, logrando articular la explicación política y estructural de la
sociedad, a la par que se daba interpretación a la acción humana y de transformación que había
sido silenciada o se presentaba bajo nuevas formas en la segunda mitad del siglo XX.
Es importante anotar que Casanova realiza una minuciosa reflexión historiográfica en torno al
problema de la historia social en Francia, Alemania e Inglaterra, y en parte, por extensión, a otros
países, aunque su énfasis se da en la influencia que ha existido en dichas geografías. Por un lado,
la evocación a Francia la hace como la heredera natural del ambiente cultural de la disciplina
histórica, haciéndose vanguardia de la renovación en la investigación histórica a través de los
Annales, especialmente de primera generación y en parte de la segunda. Por otro lado, su
referencia a Alemania y Gran Bretaña está cargada de un vínculo al peso de las costumbres, es
decir, al conservadurismo que alentó a los historiadores de ambos países.
En el caso de Alemania, por una vía coercitiva de ascenso del nazismo, la universidad como
espacio público de debate se cerró frente a las perspectivas que tenían una inclinación hacia la
historia social. Para el caso de Gran Bretaña, el carácter consensual a nivel cultural e ideológico
de las élites inglesas, implicó una deriva en la investigación histórica fuertemente influenciada
por la historia whig o liberal, de fuerte tradición; entonces a diferencia de Alemania, en Inglaterra
fue el consenso lo que generó un apaciguamiento de los estudios históricos, donde incluso las
versiones marxistas de historiadores ocupaban un lugar bastante cauto en el contexto de la
disciplina.
El capítulo dedicado a la crisis, está referido explícitamente a un agotamiento del proyecto por
aspirar a la totalidad, que era el legado más valioso de la tradición marxista y de Annales,
llegando a un momento donde la especialización excesiva de la temática en la investigación
suponía un deslizamiento de los propósitos que le dieron sus mejores años de vida a la historia
social. A su vez, dicha especialización significó un punto de quiebre disciplinar, donde se abrió
paso un cuestionamiento por la intromisión de otras ciencias sociales en la historia. El retorno
será nodal en el síntoma de la crisis que atravesó la historia social, sobre todo porque era una
apuesta por regresar a la idea de la narrativa como contenedora de la investigación histórica, en
detrimento del análisis y la interpretación.
Otro síntoma que denota la crisis es el rechazo transversal hacia la política que tuvo la historia
social, cuestión crucial en la explicación, es decir, vacío recurrente en las investigaciones. La
visible desembocadura de este cauce de reflexiones en la disciplina fue un eclecticismo teórico y
la ausencia de política, que eran fundamentalmente un legado de la sociología acrítica y
ahistórica. Se manifestó así el absolutismo de los métodos y las técnicas, problema de antaño con
la vieja historia “rankeana”, aunque sin su contenido de mayor riqueza: la política, aunque fuera
de élite.
Finalmente, la salida del túnel, Casanova apela al estrecho vínculo –también a modo de retorno–
que hay, especialmente entre la historia y la sociología. La sociología histórica supone una
apuesta por realizar investigaciones en un sentido más amplio, a nivel macro de la sociedad. Esta
apuesta, si se quiere, fue una radicalización del proyecto anterior, aspirando a un sentido
explicativo mayor y un andamiaje conceptual coherente y necesario dentro de las investigaciones.
Valga realizar un comentario en torno a lo que se denomina como historia teórica, donde los
fenómenos históricos cobran mayor vida en la medida que las teorías permiten realizar
interrogantes profundos y producir significados a la transformación de la sociedad.

Comentario crítico
El texto de Casanova ofrece múltiples consideraciones en torno a la investigación histórica, que
se sintetizan de astuta manera en el final de su libro, afirmando que “buena es, efectivamente, la
sabiduría pero mejor si va acompañada de libertad y honradez intelectual”. La apuesta por la
necesidad de la teoría, para no permitir que los hechos hablen por sí mismos resulta ser un
aspecto transversal que requiere de un alto grado de inteligencia para resolverlo en el terreno de
la investigación. La teoría, como no puede ser de otra manera, da vida a la reconstrucción de los
hechos; toda fuente toma sentido por los objetivos que se traza el investigador y por las
herramientas que utiliza para posicionarla históricamente. La sola existencia de la fuente no es
suficiente para llenar el profundo camino de la historia, más si es social esta.
Pero la teoría, como campo de construcción explicativo debe ser flexible sin que esto implique
arroparse por un eclecticismo descomprometido, que deje a la investigación histórica sin un faro
latente. En ese sentido, la mención a la historia desde debajo de George Rudé resulta ser diciente,
y en cierto sentido, inspirador, en gran medida por el resultado que ofrece en el oficio de
historiador, sino que también por el valor de arriesgarse a darle vida al marxismo como posición
de conocimiento frente al mundo, frente a la historia.
La intención de explicar la sociedad es necesaria. Eso implica entender que una historia social
nunca puede estar avocada hacia una abolición de la política, en tanto allí hay un juego de
disputa, también intelectual, que se pierde si se renuncia. Y no sólo por un manifiesto o no
compromiso del historiador, sino que en la política está incluida si no la más, sí una de las
explicaciones transversales para cualquier historia social. No es posible explicar la historia sin
poner en juego el problema que el poder suscita y por qué se da de una manera y no de otra.

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