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que pasar entera". Dice Amparo: "Yo no lo resisto". Le
arguye Él: "Si tú en unos segundos no lo resistes,
¿cuánto pasaría Yo, horas enteras en una cruz,
muriendo por los mismos que me estaban
crucificando? Puedes salvar muchas almas con tus
dolores". Le pregunta Jesús si acepta, y ella responde:
"Con vuestra ayuda, Señor, lo soportaré".
Desde este momento Amparo es otra: al mismo
tiempo que intensifica ejemplarmente su vida
espiritual, se multiplican en ella tan raros como
extraordinarios fenómenos: sangraciones por la
frente, ojos, boca, un hombro, espalda, costado,
manos, rodillas, pies; unas veces con llagas visibles,
otras con sangre sin llagas y otras sin llagas y sin
sangre, pero con el correspondiente agudo dolor,
según la escena de la pasión que contempla. Se le ha
visto en relieve un corazón en el centro del pecho,
sangrante atravesado por una espada en figura.
- Apariciones del Señor, de la Virgen y de ángeles.
- Intenso aroma como de rosas percibido de lejos y
como a oleadas.
- Idioma desconocido.
- Bilocación.
- Repetidos mensajes.
- Profecías.
- Multiplicación de alimentos.
- Signos en el cielo.
- Numerosas conversiones.
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- Levitación.
- Comunión mística.
- Inexplicable grabación de cintas magnetofónicas.
- Curación de ajenas dolencias tomándolas en sí
misma, etc.
Varios de estos fenómenos son muy recientes.
Parece que el Señor permite al "Poder de las tinieblas"
actuar contra ella, ya por el mismo diablo, ya por
quienes la insultan, se burlan de ella y de estas cosas,
y la calumnian con palabras por ella oídas o por
escritos. Pero también parece que el Señor le tiene
anunciado todo esto y le da paciencia para
soportarlo.
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MENSAJES 1985
MENSAJE DEL DÍA 1 DE ENERO DE 1985
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
«Hija mía, he esperado hasta el último momento
porque hay presentes muchos curiosos; y dije en una
ocasión: «¡Fuera los curiosos!» Pues en estos
momentos repito las mismas palabras: «¡Fuera los
curiosos!» No son dignos de participar en estos
misterios tan santos. Te voy a revelar otro misterio
hija mía, de lo más profundo de mi Corazón. Quiero
que participes en él. Sigue viendo y explicando.
Sigo viendo a María. Está con el Niño. Siguen en la
Cueva. Está San José. Tiene el Niño en brazos. San
José está de rodillas; está orando. Se levanta; le dice a
María:
María, Esposa mía, tenemos que marchar de este
lugar. Tenemos que ir a Nazaret. Prepara tus cosas,
que es largo el camino. No podemos seguir en este
lugar, hay mucha humedad; hace mucho frío para el
Niño. Arregla tu ropa y coge tus cosas y nos iremos,
María, Esposa mía.
María se queda mirándole y le dice:
José, Esposo mío, soy obediente y haré lo que tú
quieras. Con mucho dolor de mi Corazón dejaré este
lugar donde han sucedido tantos misterios, donde ha
nacido el Primogénito de Dios y el Primogénito mío;
pero si Tú, Esposo mío, quieres que marchemos,
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marcharemos.
María se levanta con el Niño en brazos; mira por toda
la casa; mira en las habitaciones y se pone la mano en
el pecho; levanta la vista al Cielo y dice:
Dios celestial, mi Creador, si es tu voluntad que
abandone este lugar..., pero sabes que hay otro
misterio que se tiene que cumplir en este lugar. Yo lo
he leído en las Escrituras y esto tiene que cumplirse;
pero soy obediente hasta la muerte y obedeceré a mi
Esposo.
En este momento se oye un gran ruido. ¡Qué voz! Esa
voz predice:
José, casto José; María, pura Doncella; sentaos, que
voy a comunicaros otro misterio.
¡Ay, están esos tres hombres ahí! Los que han
circuncidado a Jesús. ¡Ay, se ponen la mano para
arriba! Ellos también han oído esa voz. Se arrodillan.
¡Uy!, oyen la voz... ¡Uy, aparece una luz...! Es un ángel.
¡Ay! (Habla el ángel):
María, soy el ángel San Gabriel -le dice-. Traigo un
nuevo nombre para tu Hijo primogénito. Se llamará
Jesús.
La Virgen se agacha con la cabeza en el suelo; pone al
Niño recostado en el pesebre y exclama:
Dios Creador, mi Dios omnipotente, mi Hijo en mis
entrañas, cuando tomó carne humanizada me reveló
este nombre, que se llamaría Jesús; pero he querido
escuchar de tus labios este mismo nombre.
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Entonces José se levanta con las manos al cielo y,
mirando, dice:
Esposa mía, yo también sabía este secreto; pero no
quería revelarlo hasta que no fuese revelado ante los
dos este secreto. (Sigue Amparo):
¡Ay, qué hermosura! ¡Ay, ay, qué grande es esto! ¡Ay!
Entonces, ¿qué hace ese señor? ¡Ay! Coge, coge un
papel, se levanta, coge y escribe con una pluma, como
si fuese una pluma de un ave, y escribe el nombre.
¿Qué pone ahí en ese nombre? ¡Ay, el nombre de
Jesús! Estos hombres juntan las manos y miran al
cielo y dan gracias a Dios y dicen:
Dios Salvador ha resucitado en nosotros la fe, la fe, el
amor. Seremos fieles, muy fieles, porque se ha movido
nuestra alma dentro de nuestro cuerpo.
¡Ay! Aparece otro ángel, y otros muchos. Llevan un
escudo en el centro del pecho, con un cordón
colgado. Ponen todos el nombre: JESÚS, JESÚS. Y otro
ángel lleva un gran pliego de papel que lo enseña, con
el nombre de Jesús. ¡Ay, qué hermosura! ¡Qué grande
eres, Madre mía! Dios mío, ¡qué cosas hay ahí!
¡Cuántas cosas...! ¡Ay, ay, Madre, qué luces! En esos
cuerpos sale mucha luz, y los rayos forman encima
de la Cueva donde está el Señor... ¡Ay, JESÚS, JESÚS
pone! Todos los ángeles se ponen alrededor y se
arrodillan adorando a Jesús. ¡Qué hermosura! ¡Qué
hermosura de Niño! ¡Ay, qué hermosura!
(Habla la Virgen):
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Sí, hija mía, la Víctima inocente ha sido circuncidada
siendo inocente, para...
(Interrumpe con emoción Amparo):
¡Ay, pobrecito! ¡Pobrecito! ¡Ay, qué cara tiene! ¡Ay, qué
lindo eres...! ¡Pobrecito...! ¡Ay, ay, qué lindo eres! ¡Ay,
pobrecito! Tráelo un poquito sólo. ¡Ay, sólo un poquito!
¡Ay, ay, qué grande...! ¡Ay, ay, qué lindo eres! ¡Ay, qué
hermosura! ¿Ya no lloras...? ¡Ay, tómalo! ¡Ay, ay, ya no
llora...! Ya está bueno, ¿eh? ¡Ay, qué cosa más grande!
¡Ay, qué Niño! ¡Ay, ay!
(Continúa la Virgen):
La Víctima inocente ha derramado su Sangre para
dar ejemplo a la humanidad en obediencia, hija mía,
porque Jesús nació sin mancha; pero se humilló a las
leyes para dar ejemplo al ser humano. Se igualó a
todos aquellos que iban a circuncidarse. Entre ellos
mira cuál conoces.
¡Ay! ¿También ha ido ese niño...? ¡Ay! Ese es el de esa
señora a la que fue el Ángel. ¡Ay! ¿El Precursor? ¡Ay,
qué grande es! ¡Cuántos misterios tenéis ahí!, ¿eh?
Por eso quiero que participes en mis misterios. Y los
vas a participar todos, hija mía, todos se te serán
revelados.
¡Ay, qué alegría! ¿Todos? ¡Ay, qué alegría! Y ahora,
¿qué hacéis ahí? ¿Vais a estar ahí? ¿Hasta cuándo?
Hasta que vengan los Magos de Oriente a traer
presentes a mi Hijo.
¡Ay! ¡Ay, qué alegría! ¡Ay...!
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También le gustó a José que mi Hijo tuviese regalos.
¡Ay! ¡Ay, Madre mía! Yo quiero ya no estar en la otra
parte. Quiero estar en ésta. Yo no quiero ir al otro lado
más. ¡Ay, qué alegría! ¡Qué bien se está aquí con
tantos ángeles! ¡Madre mía..., qué cosas! ¿Eh? ¡Ay,
cuántos! ¡Qué luz sale de ahí, del centro! ¡Ay, pues
dime hoy todo, anda! Hoy todo. ¡Ay!
Se te serán revelados poco a poco, hija mía.
¡Ay! ¿Ahora otra vez así? ¡Ay, qué alegría! ¡Madre mía,
ayúdame Tú a ser mejor! ¿Eh? Porque soy más mala...
¡Ay! Pero ¿cómo se puede ser buena? ¡Ay! ayúdanos
Tú, Tú, Madre mía, Tú que eras tan buena. ¿Y cómo
has dicho que eras una vil gusano, si Tú eres muy
buena...? ¡Ay, qué alegría! ¡Ay...!
Son unos días de alegría y de gozo, hija mía. Quiero
que participéis en ese gozo. Por eso te hago ver toda
la vida e infancia de Jesús.
¡Ay, qué grande! ¡Ay...! Bueno, pues ahora nos das la
bendición a todos los que hay ahí abajo. ¡Ay, a mí
también! ¡Ay! Otro día me dices más cosas, ¿eh? Pero
muy largas, muy largas. ¡Ay qué cosas, Dios mío...!
¡Huy...! Ni estoy abajo, ni estoy arriba. Pues entonces,
¿dónde estoy?
Con humildad conseguirás estar arriba.
Hoy, o ¿cuando será...?
Voy a dar mi santa bendición: Os bendigo, hijos míos,
como el Padre os bendice, por medio del Hijo y con el
Espíritu Santo. Adiós, hijos míos. ¡Adiós!»
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MENSAJE DEL DÍA 5 DE ENERO DE 1985
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
Terminada la alocución de D. José Arranz, dice
AMPARO: Se pide por todas las peticiones que nos
dicen que pidamos; que pida a la Stma. Virgen. Pero
yo no puedo estar leyendo todos los papeles porque
la letra de pluma la entiendo muy mal; no sé casi
leerla. Pero que pido por todas las peticiones. Que se
haga en todo la voluntad de la Stma. Virgen. Así que
tengan fe y confianza en Ella, para lo bueno y para lo
malo (quiere decir para lo próspero y lo adverso).
Vamos a empezar el santo Rosario. Por la Señal...
Terminado el rezo y el canto de despedida "Tomad
Virgen pura", grita D. José:
¡Por favor, silencio, silencio...! (Amparo ha entrado en
éxtasis y transmite el siguiente mensaje de adoración
de los Magos).
LA VIRGEN: Hija mía, te dije que seguirías viendo el
sacramento de los Reyes, hija mía, esos Magos de
Oriente. Cuenta cómo lo ves.
Sigo viendo. El Niño está en la Cueva. Sigue estando
en la Cueva. Le dice San José a la Virgen que se van a
marchar en este momento. La Virgen María le
responde mirando todos los sitios. San José va hacia
Ella y le dice:
Esposa mía, recoge todo, que en este lugar no hay
acomodo para seguir viviendo en él.
¡Pobre Niño! El Niño está ahí. ¡Pobrecito! ¡Ay! ¡Ay, qué
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pequeño! ¡Ay, pobrecito, ahí tan pobre...! ¡Ay! ¿Dónde
se van a ir? José coge el Niño. ¡Ay, qué pequeño! ¡Ay,
qué pequeñito, pobrecito! Le coge en brazos y la
Virgen se pone de rodillas. Oyen una voz que les dice:
Pura Doncella y José, casto José: no os marchéis
hasta que no vengan los Magos de Oriente. (Habla
Amparo continuando su descripción):
¡Ay! La Virgen está de rodillas con las manos juntas.
Está mirando al cielo. ¡Ay! ¿Qué dice...?
DIOS ETERNO, TE HE PEDIDO..., NO QUERÍA
ABANDONAR ESTE LUGAR. TENGO MUCHOS
RECUERDOS EN EL. SE HAN COMETIDO AQUÍ
MUCHOS MISTERIOS. ES UN RECUERDO MUY
GRANDE EL QUE TENGO EN ESTE LUGAR. GRACIAS,
PADRE ETERNO, MI DIOS AMADO, MI DIOS
CREADOR. TE DOY GRACIAS POR HABERME HECHO
MADRE, TAN DIGNA MADRE, DE ESTE NIÑO, REY DEL
CIELO Y TIERRA; MI CREADOR...
(Amparo):
;Ay, qué cosa más hermosa! ¡Ay! San José tiene al
Niño. Le sigue teniendo en brazos. ¡Ay! La Virgen
empieza a colocar todo y le dice a San José:
JOSÉ, MIENTRAS TU TIENES AL NIÑO, YO VOY A
AUNAR UN POCO ESTE PESEBRE Y ESTA POBRE
CUEVA PARA RECIBIR A ESOS MAGOS QUE VIENEN
A TRAERLE OBSEQUIOS A TU HIJO. A TU HIJO Y
MÍO NATURAL, TUYO ADOPTIVO Y MÍO NATURAL.
¡Ay, qué hermosura! ¡Ay, lo que hay ahí! ¡Qué rayos
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entran! ¡Ay! ¡Ay, qué cosas! ¡Ay! ¿Por dónde vienen?
¡Ay! ¡Qué rayos van para allá! ¡Ay! Hay uno, un Rey
que está en la cama. Se levanta porque ve un rayo de
luz y oye que dice un ángel:
Levántate, vete a Belén a adorar a Jesús que ha
nacido, Rey de los judíos.
¡Ay! ¡Ay, qué cosas...! Hay otro Rey con otro ángel que
le vuelve a decir:
Levántate. ¡Levántate! Vete a Belén a adorar al Rey
de cielo y tierra que ha nacido ya.
Otro en otra parte. Otro ángel le vuelve a decir a este:
Levántate. Tienes que cabalgar mucho, y vete a Belén,
que ha nacido el Mesías y tienes que adorarle.
¡Ay! Se levantan. ¡Ay! Los tres están en el mismo sitio.
¡Ay! Uno por un camino, otro por otro, y el otro...,
llegan al mismo sitio. Se juntan los tres, se arrodillan y
se dicen:
Yo voy a adorar al Mesías que ha nacido en Belén. Un
Rey de los judíos.
Todos dicen lo mismo, los tres. Bueno... ¿Qué es eso
que llevan? ¡Ay, qué animal! ¡Ay, es el camello! ¡Ay!
Montan en él. Van por un camino. Viene un rayo de
luz. Un rayo formando una letra que es una «V», y un
ocho al revés. ¡Cómo siguen andando! ¡Ay!, andando
eso delante. Ellos detrás. ¡Ay...! Ya llegan. ¡Ay...! ¡Madre
mía! Hay un letrero que pone: «JERUSALÉN». Entran
a Jerusalén. Preguntan a tres hombres vestidos con
ropas de romanos que si ha nacido allí un Rey. Que
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van a Belén. Que dónde está Belén; por dónde se va.
Entonces le dicen que allí no ha nacido ningún Rey.
Uno se dice a otro:
Pregunta que dónde está Belén.
Oiga: GADA BOLLI TONIOGUAN GUAN? ... EABAN
GUAN, SEGURI DEA, GUAN BIGURI BALA
FORTSICHU.
No quieren que se entere ese otro. Van corriendo y
dicen unos a otros que esos Reyes están preguntando
que ha nacido un Rey y que es un Rey de los judíos.
Entonces llega otro Rey. ¡Uy, qué feo ése...! ¡Uy, qué
cara tiene! Y les pregunta:
¿Dónde vais?
Ellos responden los tres:
Vamos a adorar a un Rey.
¿Dónde está ese Rey?
Camino de Belén responden.
Id, buscadle y, cuando le hayáis encontrado, me
avisáis a mí. Yo también quiero adorar a ese Rey. Yo
he tenido noticias de ese Rey y quiero adorarle.
Cuando se van más para allá, les dice a los otros:
Este es el Rey que yo esperaba. Tenemos que ir a
buscarle. Vete y avisa a todos los lugares que ha
nacido un Rey; que hay que salir a buscarle, porque
aquí no hay más Rey que yo. ¡No hay otro Rey! Díselo
a todos.
¡Ay! ¡Ay, qué malo...! Ahí llegan. ¡Ay, ya entran! ¡Ay,
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cómo entran! Entra una luz... ¡Ay!, como si fuese un
rayo. Entran ahí dentro. Ahí se arrodillan en la puerta.
Sale la Virgen a buscarlos y les dice:
OS ESTABAMOS ESPERANDO.
El Rey... ¡Uy! El Rey ese se arrodilla y le coge la mano
a la Virgen, se la besa y le dice:
Señora, amada Señora, Madre de David, Madre de
David...
¡Ay! Pero si El no es David. ¡Vaya lío que hay ahí! ¡Ay!
Estrella de David.
¡Ay! Pero, ¿cómo va a ser, si es la Madre de ese Niño?
¿Cómo va a ser la Madre de David? ¡Ay, Reina, Madre,
qué lío hay ahí...! Explícale de otro lugar, anda; de otra
forma.
ESTRELLA Y MADRE DEL LINAJE DE TODOS LOS
HIJOS DE DAVID.
Pero ¡vaya lío! ¡Ay!
MADRE DEL SALVADOR.
Eso sí. Y Reina, y Señora.
¡Ay, pasan dentro! ¡Ay! Tiene San José al Niño. Se
arrodillan. ¡Ay!, con la cabeza en el suelo. ¡Ay! ¡Cómo
le adoran...! Entonces le dicen a LA VIRGEN: Señora,
cuánta pobreza hay en este lugar. El Niño, el Niño va a
coger frío en este lugar.
La Virgen les enseña las habitaciones. Les enseña la
casa. ¡Ay! ¡Menuda casa...! ¡Si es una cueva! ¡Ay, qué
luz! Hay una luz. ¡Qué luz...! ¡Ay! Besan el suelo los
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Reyes y saludan a San José, y saludan a la Virgen. Y
les dicen:
vamos a buscar posada a otro lugar. Vamos, Señora,
no salga. Hay un fuerte vendaval.
Se van por el camino. Llegan a unas buenas tiendas.
Compran ropa, mantas, Juguetes... ¡Ay, mandan a
ése! ¡Ay! ¿Ese que es que venía con ellos? ¡Ay! Se lo
dan a ése y le dicen que vaya y que lleve todos esos
regalos a un Niño muy pobre que ha nacido en Belén.
¡Ay, qué contento se va a poner! Dale las mantas. ¡Ay!
Llegan y le dan la ropa. Le dan la ropa a la Virgen y le
dan los juguetes.
¡Uy...! ¡Cuántas cosas! ¡Pobrecito! ¡Pobrecito, qué...
cuantas cosas! No tenía nada. ¡Ay, que bonito es! ¡Ay...!
Coge la Virgen al Niño y le besa y le dice:
MI BIEN AMADO, DIOS, MI CREADOR, ¿ME DAS
PERMISO PARA DESCANSAR?
¡Cómo le responde el Niño!
Le dice:
AMADA MÍA, MADRE PURÍSIMA, MADRE MÍA;
GRACIAS POR HABERME DADO CARNE HUMANA.
La Virgen le responde:
HIJO DE MIS ENTRAÑAS, NO SOY DIGNA, SOY UN
VIL GUSANO. NO SOY DIGNA DE HABERTE DADO
CARNE HUMANA. ¡A DIOS, MI CREADOR,
OMNIPOTENTE REY DE CIELO Y TIERRA...! LUCERO
MÍO, DUERME Y DESCANSA.
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¡Ay, qué hermosura! ¡Ay, qué grande eres! ¡Ah..., y qué
grande! ¡Ay! ¡Ay, pobrecito!
Ahora vienen otra vez. ¿Otra vez? ¡Ay! Pues ¿dónde
irán ahora...? Pasan otra vez a la Cueva. Los tres, otra
vez. Si ya les han llevado regalos... Llevan una caja y la
descubren cuando entran. Tiene un collar y unas
sortijas de diamantes; y le dice a LA VIRGEN: Señora
Doncella, Madre del Mesías, quiero obsequiaros a Vos
también. Recibid esta...
¡Uy, qué cosa! Eso es una joya. ¡Ay...!
La Virgen agacha la cabeza y le dice que Ella no
recibe joyas. Que ha recibido regalos para su Hijo.
Pero que Ella no quiere joyas. Que nunca se las ha
puesto. ¡Nunca! Y ahora, menos todavía. La joya más
grande que Dios le ha dado ha sido ser Madre de Dios
su Creador. Madre de ese Niño humanado para morir
por la humanidad. ¡Ay, pobrecita! ¡Ay, pobrecita!
NO QUIERO. VOS PODÉIS HACER ALGÚN REGALO A
LOS POBRES; QUE EN ESTE DÍA HAY MUCHOS
POBRES QUE NO TIENEN NI PARA VESTIRSE NI
PARA COMER. OS LO AGRADEZCO, PERO
NO LO ACEPTO.
Lo ha metido otra vez en la caja y se lo lleva. Entonces
le piden a la Santísima Virgen. ¡Ay! ¿Qué le dicen? Que
les dé consejo para gobernar su país, porque quieren
gobernar con las Leyes que Dios ha dado. ¡Ay! Le
acerca la Virgen a la cunita del pesebre y le dice al
Niño que responda El por Ella. ¡Ay! ¿Qué le dice? Que
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cumplan las Leyes; las Leyes que están escritas; que
sin estas Leyes no habrá salvación. ¡Ay, qué contentos
se ponen! ¡Ay! Besan la mano de la Virgen, se
arrodillan, vuelven a agachar la cabeza en el suelo,
besan el suelo, se levantan y se van. ¡Ay qué
contentos! Se frotan las manos y le dice éste al otro:
¡Vaya un regalo que hemos recibido del cielo! Es el
mayor regalo que nos han podido dar.
¡Ay, qué contentos! ¡Ay! ¡Pobrecito! Ya se quedan solos
otra vez. ¡Uy...! ¡Qué aire más fuerte! ¡Uy...! ¡Cómo
llueve! ¡Cómo cae agua! ¡Qué viento más fuerte! Da
golpes en las ventanas de la Cueva. Hace mucho frío.
La Virgen pone una manta sobre el Pesebre para que
no tenga frío el Niño. ¡Qué viento! Sale la Virgen a la
puerta de la Cueva. Pone las manos juntas, y mira al
cielo y le dice a las nubes:
NUBES ENCAPOTADAS, NO DESCARGUÉIS VUESTRA
IRA SOBRE UN INOCENTE, SOBRE DIOS NUESTRO
CREADOR NO LE MALTRATÉIS. NO LE HAGÁIS
DAÑO. ES INOCENTE. DADME A MI TODO
EL MAL QUE PUEDA VENIR DE VOSOTRAS. PERO AL
NIÑO NO ME LO TOQUÉIS. ES INOCENTE. ¿QUE OS
HA HECHO EL? ¿QUE OS HA HECHO EL?
¡POBRECITO! ¡POBRECITO! VOSOTROS
DESCARGÁIS VUESTRA IRA POR EL PECADO. PERO
NO LA DESCARGUÉIS SOBRE ESTE INOCENTE QUE
NO TIENE MANCHA ALGUNA. SOBRE VUESTRA
ESCLAVA Y SOBRE TODO LO QUE SEA; PERO NO...
¡POBRECITO!
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¡Pobrecito! ¡Ay! Tan pequeño... ¡Ay! ¡Ay, qué sol sale!
¡Ay¡ ¡Ay..., que sol, que calor! ¡Ay¡ Vuelve a salir la
Virgen y dice:
GRACIAS, PADRE MÍO, POR HABERME DADO TODO
LO QUE TE HE PEDIDO. NO TE LO HE PEDIDO PARA
MI, SINO PARA TU HIJO Y MÍO. GRACIAS PADRE
MÍO!
¡Ay, qué buena eres! Dejadme aquí un poquito, ¿eh?,
porque yo sí que no quiero irme de aquí. ¿Eh? ¡Ay, qué
bien se está aquí! No me digáis que me vaya. ¡Ay! Yo
no quiero irme de aquí, ¿eh? ¡Ay! Cuéntame más
cosas. ¡Cuéntamelas! ¡Ay! ¡Qué grande eres! ¡Ay...!
Sí, hija mía, quiero dar ejemplo de humildad, de
pobreza. Mi Hijo lo dio, hija mía. POR ESO QUIERO
QUE EL MAYOR PRESENTE QUE PODÉIS OFRECER A
MI HIJO ES ACERCANDOOS AL SACRAMENTO DE LA
EUCARISTÍA Y AL SACRAMENTO DE LA CONFESIÓN.
Ese el mayor regalo, hijos míos. También te pido, hija
mía, que tu mayor presente es el de la humildad.
Quiero que seas humilde, muy humilde, para poder
alcanzar todo esto.
¡Ay! Que yo no quiero irme otra vez allí, no; yo quiero
estarme aquí. Tú sabes qué dolor cuando me veo otra
vez en ese otro sitio... ¡Ay! ¡Déjame que me quede!
No te has purificado, hija mía. Todavía no estas
pulida.
Amparo: ¡Ay, qué...!
Hazte pequeña, pequeña, para que subas pronto alta,
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muy alta. Ya te seguiré revelando mis secretos y mis
misterios, como a otras almas se los he revelado. Hay
muchas almas, hija mía, que este mismo secreto se lo
he revelado. Por eso quiero que participen de mi
alegría y de mis secretos todo el ser humano.
Pero ¿cómo se puede participar?
Con la humildad, hijos míos, con el sacrificio y con la
caridad. AMAD MUCHO A VUESTROS SEMEJANTES,
PARA QUE MI HIJO OS PUEDA AMAR A VOSOTROS.
Besa el suelo, hija mía, en acto de desagravio. (Pausa.)
Este acto de humildad sirve, hija mía, para reparar los
pecados de esas almas ingratas que no quieren hacer
caso a mis avisos y que se ríen de mis avisos, hija mía.
¡Pobres almas! Aquí presentes hay muchas, hija mía.
Te podría señalar con el dedo: Tú, y tú, y tú. Sois
ingratos, hijos míos. ¡INGRATOS! No os rebeléis contra
mis cosas, hijos míos. ¡QUE PENA ME DAIS, ALMAS
MÍAS! NO QUIERO QUE OS CONDENÉIS. Aún estáis a
tiempo, hijos míos. Habéis llegado a tiempo para
participar en mis misterios. ¡Pobres almas! Sufre mi
Corazón por ellas, hija mía, porque también son hijos
míos. AUNQUE ELLOS RECHACEN A SU MADRE, SU
MADRE LOS AMA CON TODO SU CORAZÓN Y CON
TODAS SUS FUERZAS. Por eso os pido, hijos míos: NO
RECHACÉIS ESTA LLAMADA, QUE AUN ESTÁIS A
TIEMPO PARA CAMBIAR VUESTRAS VIDAS.
Y tú, hija mía, sigue ofreciéndote como víctima por la
salvación de todas las almas y por estas cuatro almas
más todavía hija mía. ¡Pobres almas! ¡Cuánto las ama
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mi Corazón! Van a tener la dicha, hija mía, de recibir
la santa bendición y de recibir también los objetos
bendecidos. Van a ser bendecidos, hijos míos.
Levantad todos los objetos. Todos serán bendecidos, y
con gracias especiales para convertir a las almas,
hijos míos. (Pausa.)
Ahora, hijos míos, todos han sido bendecidos. Os voy
a dar mi santa bendición:
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por
medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
Adiós, hijos míos. ¡Adiós!»
(Transcrito de la cinta grabada en Prado Nuevo de El
Escorial.)
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encima. ¡Ay!, coge al Niño y el otro borrico lo ata junto
al otro detrás cargado. Van andando.
¡Uy! Qué tiempo hace.
¡Ay!, van con el burro. ¿A dónde irán ahora? Pero van
los Ángeles con Ellos.
¡Ay qué bien! ¡Ay!, con los Ángeles sí que vais bien.
¡Ay!, cómo toda la gente se queda ahí atrás llorando y
diciendo:
«Adiós, Madre Amada. Adiós, Tierno Niño. Adiós
todos.»
Cómo lloran los niños, ¡pobrecitos! ¿Cómo no van a
llorar si se va? ¡Ay qué pena! Después de haber
estado ahí tanto tiempo. ¡Cómo mira la Virgen para
atrás! ¡Qué pena le entra ay, Dios mío! ¡Ay!, coge la
mano al Niño y se la besa, y le dice:
«AMADO MÍO, -ME DAIS PERMISO PARA PODEROS
BESAR EN EL ROSTRO?»
El Niño le dice:
«MADRE AMADA, HAZ DE MI LO QUE QUIERAS, TE
DOY GRACIAS MADRE AMADA POR HABERME
CRIADO CON ESA LECHE VIRGINAL TODAS LAS
GENERACIONES TE ADORARAN, MADRE AMADA.»
¡Ay qué Grande eres! ¡Ay cuánto la quieres! ¡Ay!
Responde el Niño:
«TODO AQUEL QUE TE AME A TI, MADRE, ME AMARA
A MI. NO PUEDO DECIR QUE TU Y YO SOMOS UNA
MISMA COSA, PORQUE DIOS Y YO SOMOS UNA
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MISMA COSA, PERO TU ERES MI MADRE NATURAL.
ME HAS DADO CARNE, ME HAS AMAMANTADO CON
TU VIRGINAL LECHE. ¡AY!, ¡GRACIAS!»
¡Ay qué Cara más Bonita! ¡Cómo le toca la Cara la
Virgen! ¡Ay qué alegría! ¡Uy!, qué Hermoso eres.
Van andando, con los dos borricos.
¡Pobrecitos!, qué largo es ese camino... ¡Ay! ¿Dónde
irán tan lejos? ¡Ay!, no hay ni un árbol, ni una casa
siquiera. ¡Pobrecitos! ¡Ay!, ¿estará muy lejos el
camino? Anda, pregúntale a José que si está muy
lejos. ¡Ay, Pobrecita! ¡Ay! Anda, pregúntaselo. ¡Ay!, ¡ay
a más de dos leguas y media! ¡Ay, Pobrecito! ¿Y
cuánto es eso? ¡Ay!, ¿eso es muy lejos? ¡Ay! ¿Se os va a
hacer de noche? ¡Ay!, ¡ay!, ¿dónde vais a pedir, dónde
os quedáis? ¡Pobrecito! ¡Ay!
A lo lejos allí hay un castillo, ¡ay! Allí pedir que os
abran, ¡ay!
¡Ay!, sale un hombre. ¡Uy qué cara tiene también ése!
¡Uy, ése no tiene cara de ser bueno! Ese no os va a
dejar entrar. Llamad a ver. ¡Ay!, ¡ay! Llama la Virgen y
le dice:
«BUEN HOMBRE, ¿ME DAIS POSADA PARA
ALBERGAR A MI HIJO DEL MAL TIEMPO Y A MI
ESPOSO?»
El hombre no le hace caso. ¡Uy!, parece que está
sordo. Ni caso, ¡anda que! ¡Uy! ¡Pobrecito! Díselo otra
vez.
¡Uy!, le toca así un poco San José y le dice que si le
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puede albergar que el Niño es muy pequeñito y va a
coger frío.
Ay, está sordo ese hombre, ¡ay!, sordo y tampoco ve.
¡Ay!, ¿pues qué hace ahí si está así? ¡Ay!, le coge y le
mete dentro. Pues ¿cómo si no le ve? ¡Uy!, métele
dentro a los dos. ¡Ay!, no lo dejes ahí. ¡Ah, bueno pues
ya sale esa mujer. Esa sí que los va a entrar para
dentro. Qué lumbre hay más grande. Anda, siéntalos
ahí. ¡Pobrecitos!, que están heladitos de frío. En esos
bancos de madera que hay ahí. ¡Pobrecitos! ¡Ay qué
pena! ¡Ay Madre qué pena! Ay, ahí sí que vais a estar
bien. ¡Ay!, ya entran, ¡ay! La Virgen le dice a esa
señora:
«¿Es tu marido?»
Le responde: «Si Señora, es mi marido; no ve ni oye.»
¡Ay, por eso no le hacía caso! ¡Uy, pobrecito, yo que
decía que era malo!
¡Ay¡, no os preocupéis, Bella Doncella, que aquí os
cogeré y os cobijaré hasta que el tiempo cambie y
cojáis de nuevo el camino.
Y Vosotros. ¡Ay! Pues ¿qué pasa? ¡Ay!, pero dile tú
también algo. ¡Ay!, claro, porque siempre lo tiene que
decir la Virgen, todo siempre, ahí tan calladito.
¡Pobrecito! ¡Ay!
«OS PROMETO -le dice la Virgen a la señora-, OS
PROMETO PAGAROS ESTE GRAN FAVOR, DIOS MI
CREADOR NO OS DEJARA SIN RECOMPENSA.»
¡Ay!, cómo empieza el hombre a oír... ¡Uy!, a oír. ¡Ay!,
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cómo ya oye, ¡ay! ¡Ay!, se arrodilla, se arrodilla ante el
Niño y mira al Cielo y dice:
«Qué favor tan grande me ha otorgado el Cielo por
medio de este Divino Niño. Prometo adorarle y
glorificarle.»
¡Uy, cómo ve ya todo...!
¡Uy!, le dice LA VIRGEN: «¿NO OS DIJE QUE NO
QUEDARÍAIS SIN RECOMPENSA?, DIOS SIEMPRE DA
CIENTO POR UNO, Y ESTE HA SIDO VUESTRO
FAVOR. HA SIDO RECOMPENSADO.»
¡Ay qué contentos! ¡Ay!, los dos se arrodillan y besan
el suelo.
¡Ay qué Buena eres Tú! ¡Ay!
El hombre sale y mete a los borricos, les echa de
comer y los limpia con un cepillo y les pone una
manta por encima para que no cojan frío.
¡Ay!, ¡cómo ve ya!
¡Ay!, ya es la hora de salir otra vez. El día está muy
bueno, no hace nada de frío. ¡Ay qué bien! Montan
otra vez en el burro y se van. Llegan a una sala muy
grande, hay un letrero que pone: «El Templo de
Jerusalén». ¡Ay!, que hay como un tablao allí, y un
altar, pero sin Virgen y sin nada y ¡no!, no hay
Sagrario. ¿No hay nada ahí? Hay un altar como
cuando le hicieron eso al Señor. ¡Ay!, con un pañito
blanco. ¡Ay!, unas velas. ¡Ay!, pone la Virgen al Niño
encima. Hay un señor muy mayor. Desde abajo hay
mucha gente. Sube ese señor y coge al Niño. ¡Ay!, le
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abraza, le besa los pies y este señor le dice:
Pues ¿quién es ese hombre también?
¡Ay!, le dice:
«Ya se ha cumplido la profecía, ya puedo morir
tranquilo. Está cumplido.»
El Niño le dice:
«TE HE LLENADO DE SABIDURIA. ¡AY! ESTA
SABIDURIA, QUE LA EMPLEES PARA HACER EL BIEN
EN TODAS LAS NACIONES DONDE TE ENCUENTRES.»
¡Ay!, pues ¿quién es? ¡Ay!, ¿cómo se llama? ¿Salomón?
¡y!, ¿quién es ése? ¿Un rey también? ¡Ay, pero ese que
lee! ¡Ay!, ¡ay!, pues ¿qué le pasa? ¡Ah!, ¿que es el
hombre más sabio? ¡Ay, pues qué bien! ¡Ay, cuántas
cosas!
Hay mucha gente. ¿Y esos hombres vestidos de
cobra~? ¡Ay!, ¿también los Angeles están ahí? ¿En
todos los lugares? ¡Ay qué cosas...! ¿Eh? ¡Uy! ¡Cuántas
cosas! ¡Ay, Madre mía, qué Buena eres! ¿Eh? Con tu
Hijo. ¿Eh? ¡Ay, qué Buena! ¡Ay!, ahí se ponen a leer un
Libro. ¡Ay!, las Leyes que hay que cumplirlas, las Leyes
en el Templo.
¡Ay cuántas cosas! Yo quiero que me las enseñes así
para entenderlas, porque si no es que no me entero,
¿eh? ahora, ¿dónde vas a ir, cuando salgas de ahí a
dónde vas a ir? ¡Ay!, llama a José, la Virgen le llama.
Está ese hombre que ha dicho eso, ese que es Rey.
Hay muchos hombres muchos, y sacerdotes también,
y le dice la Virgen a San José:
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JOSE, CUANDO SEA TU VOLUNTAD DE MARCHAR,
AQUI ESTA TU SUMISA ESCLAVA.»
San José le dice:
«Hay que marchar para Nazaret.»
¿Otra vez a otro sitio? ¡Pues anda que no paran,
¡pobrecitos!
¡Ay!, y le dicen que dónde está Nazaret los que hay
ahí, que dónde van, a qué parte, y dice que a la parte
de Palestina.
¡Ay cuántas cosas!
¡Ay¡ otra vez la Virgen se pone de rodillas ante el Niño,
y le dice:
«DIOS MIO, LUCERO MIO, CUANTO TE AMO, PERO
POR ENCIMA DE MI AMOR ESTA EL DE DIOS. QUE SE
HAGA SU VOLUNTAD EN TODO LA TUYA.» Vamos a
marchar Rey mío.
¡Ay!, ¡ay! Pobrecito, otra vez para allá.
Tendremos que cumplir las Leyes, dar ejemplo para la
humanidad.
¡Ay! ¿por qué tenéis que cumplir Vosotros eso, si sois
quien sois?
Por eso hija mía, porque somos quien somos, tenemos
que dar ejemplo, de humildad y de obediencia, y con
la humudad, hija mía, se podrá conseguir todo.
Por eso os pido, hijos míos, quiero que seáis
pequeñitos, pequeñitos como este Niño, para poder
llegar altos, muy altos. Sí hijos míos, la humildad es
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muy importante para la salvación.
Os voy a dar mi Santa Bendición, con el privilegio de
bendecir los objetos. Levantad todos los objetos.
(Pausa.)
¡Ay! ¿Esto?
Tienen una bendición muy especial.
Os bendigo hijos míos, como el Padre os bendice, por
medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
Adiós, hijos míos, adiós.»
(Transcrito de la cinta grabada en Prado Nuevo de El
Escorial.)
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Inclina la cabeza ¡ay!, se sale. Va a darle de comer al
Niño, ¡Ay, pobrecito!, ¡cómo acaricia la Virgen la cara!,
¡Ay! ¡Ay, Madre mía, cómo le miras!, ¡Pobrecito! ¿Eh?
¡Ay!
Aliméntate, Hijo mío, Lucero de mis entrañas,
aliméntate y fortalécete. Tienes que estar fuerte. Te
esperan muchos tormentos.
(Amparo):
¡Pobre! (llora Amparo y habla el Niño):
Madre, Señora mía, no lloréis, secaos vuestras
lágrimas.
(Amparo):
¡Cómo llora!, ¡Pobrecita!
Lo acuesta en la cuna. Ya lo tiene en la cuna,
¡pobrecita! Entra San José y la Virgen que le dice:
José, trae un poco de alimento para poder alimentar
a mi Hijo con mi sustento.
(Amparo):
¡Ay! Le trae una bandeja con comida ese. Ay, qué
grande eres!, ¡Ay! Come, come. ¡Ay, cómo bendicen la
mesa!, ¡ay!, ¡si no hay mesa!, pero la bendicen. Besan
el suelo antes de comer:
Dios Omnipotente, Te damos gracias por este
sustento que nos has dado. Te damos gracias por la
vida que nos has dado, y Yo te doy gracias por haber
encarnado este Hijo dentro de mis entrañas. Te doy
gracias Padre Eterno.
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(Amparo):
¡Ay! Parten el pan y se ponen a comer. ¡Ay, qué
grande! ¡Ay!
(La Santísima Virgen):
Sí, hija mía, tenéis que dar gracias por el sustento de
cada día, por la vida que Dios os ha dado, por todos,
por todo lo que os ha dado Dios.
(Dice Amparo): ¡Ay!
(Continúa la Virgen):
Con humildad, hijos míos, con humildad os pido que
deis gracias al Creador.
(Amparo):
¡Ay, qué grande eres!
(La Santísima Virgen):
Cada minuto de vuestra vida, cada alimento que
recibáis en vuestro cuerpo, dad gracias, hijos míos, a
Dios vuestro Creador.
Hijos míos, os quiero humildes, humildes, muy
humildes, para poder subir al cielo.
(Amparo):
¡Ay, qué grande!
(La Santísima Virgen):
Y a ti hija mía, te seguiré revelando el misterio.
Voy a bendecir todos los objetos. Levantad todos los
objetos, hijos míos.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por
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medio del Hijo, y con el Espíritu Santo.
Adiós, hijos míos, ¡Adiós!
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¡Ay! Están de rodillas, los ángeles están cantando ¡Ay!
Se abre otra vez ese ruido, y se oye la voz que le dice:
María, tendrás que marchar. No podrás estar aquí
más tiempo.
¡Ay, pobrecita! Pues ¿dónde se va a ir ahora? ¡Ay! Ella
responde:
Soy vuestra Esclava, hágase vuestra Voluntad.
(Amparo):
¡Ay! Se van a levantar. ¡Ay,cómo la coge San José! La
levanta. Salen del Templo. Los ángeles salen con ellos
por esa parte. Salen a la calle ¿Dónde irán ahora?
Vuelven a ir por esa calle. Van a donde estaban
antes...
Hay una mujer con una niña en la puerta; una niña
paralítica, ¡ay, pobrecita! ¡Qué cara tiene! ¡Ay! ¿Qué le
pasa? echa espuma por la boca, ¡Ay!, ¡si es la mujer de
ahí, de la posada! ¡Ay! Toca a la Virgen, ¡Ay, pobre
niña! La toca esa mujer: ¡Ay! Le dice LA VIRGEN: Esta
hija, ¿es vuestra? Le dice a la mujer:
Sí Señora, amada Doncella, es mi hija. Tiene epilepsia
y está paralítica. ¡Ay, pobrecita! Y mi esposo también
está muy enfermo. ¡Ay, pobre también! Le dice LA
VIRGEN: Buena mujer, ¿Qué le pasa a tu esposo?
También está muy enfermo. Entrad.
Entran para dentro. ¡Ay! La Virgen coge al Niño. Le
mira. Le dice:
Amado mío, ¿Dáis permiso para echar a ese enemigo
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de esa pobre doncella? La está martirizando.
¡Ay, pobrecita! pues, ¿qué tiene? ¡Ay! la Virgen le dice:
Entrad dentro
(Amparo):
¡Ay! (sigue la Virgen):
Llamad a vuestro esposo.
(Amparo)
¡Ay! ¿Qué van a hacer? Dice LA VIRGEN: Os ruego
salgáis inmediatamente de ese cuerpo, en nombre de
Jesús. ¡Salid fuera, a la profundidad de los infiernos!
¡Ay, lo que sale!, ¡Ay! ¡Cómo sale! ¡Ay, pobrecita! ¡Ay!
¡Ay! ¡Esos son demonios! ¡Ay, pobrecita! ¡Ay! (Y les dice
la Virgen):
Y vosotros adorad a Dios, vuestro Salvador; no
adoréis a dioses falsos ¡Andad!
¡Ay! Ya anda la niña. ¡Ay, qué grande eres; qué grande
eres! ¡Ay, cómo anda! ¡Ay, cómo anda! ¡Y el hombre
está bueno!
¡Ay, qué pena! ¿Cómo tendrán eso dentro?
¡Pobrecitos! ¡Ay! ¡Ay, pobrecitos! (Vuelve a decir la
Virgen):
Marchaos de aquí, ¡no volváis a apoderaros de esta
doncella!
¡Ay, cómo corren! ¡Qué malvados sois! ¡Ay, pobrecita,
cómo estaba!
La mujer le da las gracias ¡pobrecita! Pone la cabeza
en el suelo y le da las gracias. ¡Ay, qué está...
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Pobrecita! ¡pobrecita! Ahora, ¿Qué vas a hacer? ¿A
ver? ¡Ay! ¿Qué le dice? ¡Ay! ¡Cómo te besa la mano la
mujer!
Gracias -le dice-, ¡gracias amada Doncella, por estos
favores que me habéis otorgado!
¡Ay, pobrecita! Ya tiene a su hija buena y a su marido
¡Ay! ¿ya se van?
Se van pa dentro con el Niño en brazos. Se van a la
habitación ¡Ay! Ya se sientan ahí. ¡Cómo están
rezando! ¡Ay, siempre rezando con las manos juntas!
San José pone la cabeza en el suelo y da gracias a
Dios Padre por haberle otorgado ser esposo de María.
¡Ay, qué grande eres, Ay! Ahora ¿Qué vás a hacer?
¡Ay! Están echando al Niño ahí ¡Cómo le ponen los
pañales!
¡Ay! Beben algo líquido ¡ay! Como si fuese un vaso de
leche ¡Ay! San José se va a la habitación; se acuesta; y
la Virgen está orando de rodillas; está orando.
¿Porqué no descansas Tú también? ¡Pobrecita!
¡Ay, qué viene una luz a esa habitación! Una luz y un
ruido. Pero ¿Qué es eso? ¡Ay! Un ángel también ¡Ay!
¿que le dice?:
Levantad José. Coged a María y a su Hijo y huid a
Egipto. Herodes está buscando al Niño para matarle.
Huid y estad allí hasta que yo os avise.
¡Ay! se levanta corriendo, llega y le dice:
María, tenemos que marchar. He tenido un aviso de
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que Herodes quiere matar a tu Hijo.
¡Ay! María le dice:
José, ya lo sabía. Ese Misterio también me lo había
revelado Dios, mi Creador. (Le dice San José):
Tenemos que huir. Coge la ropita del Niño. Vámonos
lejos, muy lejos.
¡Ay, pobrecita, otra vez! Ella coge al Niño. Coge la ropa
¡Ay! y se van ¡pobrecitos, otra vez! Otra vez con el
Niño y con los borricos, ¡Ay!
Pone ahí un letrero que pone: «Belén» -¡Ay! ¿Belén?-
Se van por ese camino ¡Ay, pobrecitos otra vez! Van
andando, andando.
La Virgen ¡Cómo hace oración en el borrico mirando
al cielo, ay! ¡Cómo le dice al Niño! ¡Ay, pobrecito! ¿Qué
le dice? Llama a José, le dice:
Deteneos, que nos va a bendecir nuestro Redentor.
Nos ha dado permiso para bendecirnos.
¡Ay! Se baja la Virgen al suelo. Se arrodillan, y el Nino
¡Cómo hace con la mano una bendición! ¡Ay, tan
pequeño los bendice! ¡Ay! Se santiguan. ¡Ay! Le dice
LA VIRGEN: Jósé, ya estamos bendecidos, no
tenemos que tener miedo a nadie, con nosotros va
Dios Encarnado. ¿Quién puede matarte, Bien mío?
¿Quién puede desear tu muerte? Cuando Tú des la
vida por todos para que participen de tu Reino.
¿Quién es capaz, Bien mío? ¡Lucero mío, de mis
entrañas! ¿Quién es tan malvado para matarte y
querer tal?
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¡Ay, pobrecito! ¡Ay, pobrecito! Ay le limpia la Virgen.
¡Ay, cómo le limpia con sus Manos la cara de su
Madre ¡Ay, como la limpia, pobrecito, tan pequeño!
¡Ay!, pero, ¿Quién te querrá matar a Ti mi Bien? ¡Ay,
pobrecito!
¡Huy! si es para ahí. ¿Ahí está donde nació? ¡Ay, eso
es! Hay muchos ángeles allí. ¡Ay, si van otra vez allí!
¡Ay! ¡Huy, que no!
¡Ay, cómo mira la Virgen a ese sitio! ¡Ay, si es donde
nació! ¡Ay, Vienen los ángeles, bueno, vienen al
camino, se arrodillan y cantan ¡Ay, ay! cómo le dice:
María -le dice José- sé que te agradaría acercarte a
ese lugar donde se ha humanado el Verbo, pero no
podemos. Es preciso salir y no pararnos en ningún
lugar.
¡Ay! Ahí están los ángeles. ¡Ay! Le dice la Virgen.
Sí, José, soy tu humilde esclava, lo que vos queráis,
haré. Van andando pobrecita, ¡cómo mira! ¡Ay, cómo
lleva al Niño, cómo le aprieta! ¡Ay, qué grande! ¡Ay, ay!
Van andando andando. ¡Uy!, le dice María a José:
José, cerca está la ciudad donde está mi prima Isabel,
¡cuánto me agradaría visitarla y darle el recado de
que quieren matar al Verbo humanado! ¡Ay!
José le dice:
María, sé que sientes un gran dolor cuando te diga
que no puedes visitarla. Es preciso seguir el camino y
no pararnos.
¡Ah! Viene un ángel. Le dice LA VIRGEN: Acercáos
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donde Isabel y decidle que vamos camino de Egipto,
que Herodes quiere matar al Niño, que tenga cuidado
y que preserve, ¡preserve a Juan, que también
querrán matarle!
¡También, pobrecito! ¡Ay, ay!
Decidle que mi Corazón siente un gran dolor no poder
visitarla. Pero es preciso no pararse.
¡Ay! Se va el ángel. ¡Ay! Le dice LA VIRGEN: José,
seguid adelante, vuestra sumisa esclava está a
vuestros pies.
¡Ay, qué grande eres! ¡Qué buena eres! ¡Cómo aprieta
al Niño, pobrecita! ¡Cómo mira! Va rezando y va
besando al Niño ¡Ay, qué grande eres! ¡Ay!
¡Cómo va allí el ángel! ¡Ay! Viene por ahí con uno. ¡Ay,
si parece que vienen en el aire! ¡Ay! Ya llegan ¡Cómo
van a cogerlos, ay! Ese trae unas alforjas, ¡Oh! ¿Qué
es eso? ¡Uy, cuantas cosas!
¡Ay! Ya llegan ¡Ay! Es un hombre. ¡Ay, cómo le da las
cosas!:
Tomad, bella Doncella, vuestra prima me ha ordenado
que os traiga todas estas cosas: comida, ropa, para
que podáis proteger a vuestro Hijo del frío y podáis
alimentaros.
¡Ay! trae tela. ¡Ay, de esas piezas! y comida. Lo coge
San José ¡Ay! Lo pone en el borrico. ¡Cómo se va éste!
Les dice:
Dadme vuestra bendición Señora, y pido también la
bendición del Infante.
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El Niño levanta la mano y hace una cruz en su frente,
¡Ay, qué bueno eres!- y le dice (La Virgen):
No digáis a nadie que Nos habéis visto por este lugar,
porque Herodes nos buscará para matar al Hijo.
El le dice:
Estad tranquila, amada Doncella, no diré nada. Desde
este momento, para mi...
¡Bueno, cómo se va! ¡Ay! Se van para adelante. ¡Ay,
qué aire y qué frío! ¡Pobrecitos, ay! ¿Qué dice la
Virgen?
José, hay que descansar, estáis agotado.
¿Y Vos, amada Señora, esposa mía? También estáis
cansada. Tenéis que descansar.
¡Ay! Se meten por ese camino. Se ponen así en el
suelo, en una cueva de piedra. Se refugian ahí. ¡Ay!
¡Ay, qué pobrecitos! ¡Qué pobreza! ¡Ay! ¡Ay, qué pena!
¿Cómo pueden estar ahí tan pobres? ¡Ay, pobrecitos!
¿Dónde vais a ir ahora? ¡ay!, ¿Qué dice la Virgen?:
Descansad José, estáis rendido.
Se pone a rezar, ¡pobrecita, siempre rezando! y
¿cuándo vas a descansar Tú? ¡Ay! Se echa en la
piedra José y Ella se queda con el Niño, ¡Ay, sin una
casa y sin nada donde ponerse!
LA VIRGEN: Sí, hija mía. ¡Cúantas veces! dijo mi Hijo,
que el Hijo de Dios no tenía en donde reclinar la
cabeza.
Aprended, hijos míos, aprended en la pobreza.
49
Y tú, hija mía, sé humilde, muy humilde, para que
puedas alcanzar el cielo.
Voy a bendeciros, hijos míos, pero antes, os voy a
bendecir los objetos.
Levantad todos los objetos. (Pausa). Todos han sido
bendecidos con gracias especiales, hijos míos.
También te digo, hija mía, que te seguiré revelando los
Misterios aquí ocultos para ti.
Ahora os voy a dar mi bendición, hijos míos.
Os bendigo, como el Padre os bendice, por medio del
Hijo y con el Espíritu Santo.
Adiós, hijos míos, adiós.
(Se oye en la cinta: «¡Adiós, Reina del cielo! ¡Madre de
Dios y Madre nuestra! ¡Adiós!
57
¿Sabes, hija mía, quién me llevó al patíbulo de la cruz?
Ya sabes que fueron los primeros, pide por ellos, para
que lean el Evangelio, y recapaciten y mediten que no
están obrando bien. La caridad es muy importante
con el ser humano.
Regocíjate, hija mía, que tu corazón no se entristezca.
Piensa que a lo largo de la historia, hija mía, ha habido
grandes santos que han sido grandes pecadores, y
ahora tienen una gloria muy grande, hija mía. Piensa
en la gloria, no pienses en el sufrimiento, ni en la
humillación.
Vuelve a besar el suelo, hija mía, por esas pobres
almas que están descaminadas, hija mía; pero todos
no son igual; de ese pobre rebaño hay muchas ovejas
que aman mucho a mi Corazón y al de mi amada
Madre. Por eso te digo, hija mía, que todos no son
igual, pero que no se acobarden, que defiendan a
Cristo... (por segunda vez se besa el suelo), este acto
de humildad sirve para esas pobres almas.
¿Cuál de vosotros, hijos míos, no tiene pecado? Esto lo
he repetido muchas veces, todos, hijos míos, todos
tenéis que pedir a Dios que tenga misericordia de
vuestra pobre alma, y poneos a bien con El, hijos míos.
Acercaos al sacramento de la Eucaristía, pasando
antes por el sacramento de la Confesión. Pensad,
hijos míos, que muchos de los que pensáis ¿será obra
del demonio?, el demonio no construye, hijos míos,
destruye, y si no hablan en contra de mi Nombre no
están en contra mía, hijos míos. Por eso os pido que
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con la oración lo podréis salvar todo, hijos míos.
Oración y sacrificio para poder salvar vuestra pobre
alma.
Tú, hija mía, sé humilde, muy humilde, para no poder
destruir mi obra; con la humildad, hija mía, no se
podrá destruir.
Os voy a bendecir, hijos míos; pero antes voy a
bendecir todos los objetos, con bendiciones especiales
para la conversión de las pobres almas pecadoras;
levantad todos los objetos... (aquí prácticamente,
todos los presentes levantan objetos religiosos para
ser bendecidos en medio de profundo silencio), todos
los objetos han sido bendecidos, hijos míos, id por
todos los rincones de la tierra, publicad el Evangelio,
hijos míos, hablando de Dios, es palabra del Evangelio.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por
medio del Hijo, y con el Espíritu Santo. Esta bendición
va acompañada de la bendición de mi Madre.
Adiós, hijos míos, adiós.»
67
MENSAJE DEL DÍA 1 DE JUNIO DE 1985
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
«Hija mía, reza y haz rezar. Esta recomendación, hija
mía, es muy importante; de que reces y hagas a los
seres humanos rezar. La humanidad, hija mía, ha
perdido la fe. Refugiaos en mi protección, que Yo os
protegeré.
Seréis protegidos, hijos míos, por mi Inmaculado
Corazón. Yo soy Madre de la Gracia, del Amor y de la
Misericordia. Venid a mi Corazón, que El os refugiará,
hijos míos.
La justicia de Dios Padre gravita sobre la Tierra, hijos
míos. Los hombres serán lavados de su propio pecado
y en su propia sangre. Han abandonado los hombres,
como en tiempos del diluvio, el camino del cielo y han
introducido en sus corazones el espíritu de Satán,
hijos míos. ¡LA JUSTICIA DE DIOS PADRE GRAVITA
SOBRE LA TIERRA!
Los hombres con sus crímenes atroces, con sus
pecados de impureza, son lavados, hijos míos, de su
propio pecado con su propia sangre. Por eso la
Justicia de Dios permite, hijos míos crímenes atroces;
grandes tempestades; grandes terremotos; grandes
catástrofes sobre la Tierra, porque el pecado de los
hombres ha traspasado la bóveda del cielo. Por eso os
pido, hijos míos, sacrificio y penitencia. EL
SACRIFICIO Y LA PENITENCIA PODRÁN SALVAR
MUCHAS ALMAS.
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Tú, hija mía, te pido humildad para poder... (idioma
desconocido). Tienes que predicar, como te he dicho
muchas veces, con tu ejemplo, hija mía, y con tu
humildad. No te abandones en la oración, hija mía;
haz mucho sacrificio, que el mundo está necesitado.
¡MUY NECESITADO!
Estáis, hijos míos, casi viviendo el fin de los tiempos.
(Pausa.) Por eso, hija mía, mi recomendación es muy
importante:
REZA Y HAZ QUE RECEN EL SANTO ROSARIO, HIJA
MIA. EL SANTO ROSARIO PUEDE EVITAR UNA GRAN
GUERRA, UNA GRAN CATASTROFE Y UN GRAN
CRIMEN, HIJA MIA.
Todo lo pueden evitar la oración, el sacrificio y la
penitencia.
Los seres humanos, su mente la invierten sólo en el
pecado, hija mía, y en construir armas mortíferas
para destruir la mayor parte de la humanidad.
También te pido: Reza mucho, hija mía, por mi amado
hijo el Vicario de Cristo. ¡Mi Corazón le ama tanto...!
Pero está en un gran peligro, hija mía, reza mucho por
él.
Besa el suelo, hija mía, en acto de humildad. Este acto
de humildad, hija mía, sirve para la salvación de las
almas. Sé muy humilde, hija mía, y muy obediente; la
obediencia es una virtud también, hija mía.
Ya sé que sufres; pero hay que ofrecer el sufrimiento
y ese dolor por la salvación de las almas.
69
Rezad, hijos míos. No os acostéis ni un solo día sin
rezar el santo Rosario. Rezadle a vuestra Madre Pura
e Inmaculada esa plegaria que le agrada tanto. ¡ME
AGRADA TANTO ESTA PLEGARIA, HIJOS MIOS...! Os
lo pido, hijos míos:
REZADMELA, QUE VUESTRA MADRE OS PROTEGERA.
Sed firmes, hijos míos, y seguid por todos los rincones
de la Tierra llevando mis mensajes. VUESTRA MADRE
OS PREMIARA, hijos míos.
Amadme mucho, hijos míos, AMAD MUCHO A
VUESTRO JESÚS; no quedaréis sin recompensa.
Vuestro Jesús os dará ciento por uno.
Y tú, hija mía, hazte muy pequeña, muy pequeña,
para que luego puedas subir muy alto.
Me agrada mucho tu obediencia, hija mía. Ofrécelo
todo por la salvación de las almas; por mis almas
consagradas; que mi Corazón también las ama
mucho.
SACRIFICIO, HIJOS MIOS, SACRIFICIO Y ORAClON.
Voy a daros mi santa bendición. Os bendigo, hijos
míos, como el Padre os bendice, por medio del Hijo y
con el Espíritu Santo.
Os voy a dar todas mis gracias, hijos míos, porque mi
Corazón está deseando derramarlas.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos.
(Pausa.)
Adiós, hijos míos. ¡Adióoos!»
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MENSAJE DEL DÍA 6 DE JULIO DE 1985
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA VIRGEN: «Gracias por haber venido; qué alegría
habéis dado a mi Inmaculado Corazón, hijos míos,
porque veo que todavía tengo almas que pueden
reparar los pecados de los demás, hijos míos.
AMAD MUCHO A VUESTRA MADRE, HIJOS MIOS, NO
TENGAIS MIEDO; SI ESTOY YO CON VOSOTROS, ¿A
QUIEN PODEIS TEMER, HIJOS MIOS?
Por eso os pido, hijos míos, que hagáis actos de
reparación por tantos pecados como se cometen en
el mundo, hijos míos. El mundo está al borde del
precipicio; los hombres ingratos, cada día ofenden
más mi Corazón.
AMAD MUCHO, HIJOS MIOS, AMAD MUCHO A
VUESTROS SEMEJANTES.
Y tú, hija mía, quiero que aceptes con humildad estas
pruebas tan duras, hija mía. Las almas víctimas tienen
que sufrir hasta el final, hija mía. Refúgiate en mi
Inmaculado Corazón. Mi Inmaculado Corazón, será
el que triunfe sobre toda la humanidad, hija mía.
Haced actos de desagravio, por las ofensas tan
graves que se cometen a mi Inmaculado Corazón,
hijos míos. También os pido que vayáis de pueblo en
pueblo publicando la palabra de Dios y extendiendo
los mensajes de vuestra Pura e Inmaculada Madre,
hijos míos. Haced actos de reparación, hijos míos.
Besad el suelo, hijos míos, en acto de reparación a mi
71
Inmaculado Corazón (muchas personas besan el
suelo), porque mi Corazón Inmaculado os protegerá,
hijos míos.
No tengáis miedo a los humanos, hijos míos; pueden
matar vuestro cuerpo. Pero ¿y vuestra alma, hijos
míos? El cuerpo no se mata sólo de un tiro, ni de una
puñalada, hijos míos. ¡LA LENGUA MATA, HIJOS
MÍOS! Tened cuidado, porque Satanás está alerta y
quiere apoderarse de las almas. Por eso os pido:
SACRIFICIOS, HIJOS MÍOS, SACRIFICIO Y
ORACIÓN, porque en el sacrificio Satanás no está,
hijos míos, ni en la penitencia ni en la oración. Pero
que la oración salga de vuestro corazón, de lo más
profundo de vuestro corazón, hijos míos.
AMAD A VUESTRA MADRE Y AMAD A MI HIJO, HIJOS
MÍOS, Y REFUGIAOS EN MI INMACULADO
CORAZÓN.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por
medio del Hijo y con el Espíritu Santo, hijos míos.
¡Adióoos!»
73
toda vuestra vida, hijos míos.
Implorad a vuestra Madre, que vuestra Madre os ama
con todo su Corazón.
Pido hijos míos, que aquellos que no podáis acudir a
este lugar consagrado, en familia, hijos míos, rezad el
santo Rosario todos los días, y si podéis, rezad las tres
partes del Rosario. No sabéis, hijos míos, el valor de mi
plegaria ante mi Hijo. Yo intercedo a mi Hijo, hijos
míos, pero vosotros tenéis que interceder ante Mí.
Besa el suelo, hija mía, en reparación de todos los
pecados del mundo. (Amparo besa el suelo y al
tiempo muchas personas.) Sacrificio, hija mía,
sacrificio y oración, acompañado de penitencia.
Sé fuerte, hija mía, con tantas pruebas.
Bienaventurados aquellos que son calumniados a
causa del nombre de Cristo, también recibirán la
recompensa eterna. Y os pido, hijos míos:
AMAD A VUESTRA MADRE, AMADLA MUCHO.
TAMBIÉN YO OS AMO A VOSOTROS. PORQUE ELLA
OS AMA A VOSOTROS. AMADME MUCHO, HIJOS
MÍOS, que mi Corazón Inmaculado será el que
triunfará sobre la humanidad, hijos míos. ¿Qué madre
buena puede negar a su hijo un capricho, hija mía?
Vosotras que sois madres terrenas, ¡qué poco negáis
a vuestros hijos los caprichos! Pues ¡cómo Yo os voy a
negar, hija mía, como os voy a negar esta plegaria
que me imploráis, hija mía, que me imploráis la
salvación eterna! Vuestra Madre, hijos míos, no puede
negaros... (Continúa unas palabras en idioma
74
desconocido.) ¡Qué maravilla, hijos míos, cuando
podáis alcanzar todo esto! Nada terrestre, hija mía,
puede compararse a la felicidad eterna. Por eso os
pido: AMAD MUCHO A VUESTRA MADRE, QUE
VUESTRA MADRE AÚN NO AMÁNDOLA, OS SIGUE
AMANDO, HIJOS MÍOS, y no dejéis el Santo Sacrificio
de la Santa Misa, hijos míos, tiene un valor
incalculable, hijos míos, no se puede calcular el valor
que tiene. No le dais aprecio, hijos míos, pero ¡es tan
importante...! (Otra vez le habla en el idioma celestial;
luego le dice):
Vuelve a besar el suelo, hija mía, por las almas
consagradas. (Amparo vuelve a besar el suelo, y otras
muchas personas al tiempo.) Y todos aquellos que vais
de pueblo en pueblo, publicando mis mensajes, hijos
míos, sed humildes, muy humildes y amaos los unos a
los otros. No quiero, hijos míos, que entre vosotros
haya contiendas; cuántas veces os lo he dicho, hijos
míos: amaos, como Cristo amó a sus Apóstoles, y
como Cristo os ama.
Voy a dar mi bendición, hijos míos, pero antes voy a
bendecir los objetos. Levantad todos los objetos.
(Pausa.) Todos han sido bendecidos, hijos míos,
recibirán muchas gracias especiales.
También pido, hijos míos, que no os interpongáis en mi
camino. Os pido, hijos míos, que cuando Yo pido que
se vaya a una hora, seáis puntuales, hijos míos; pero
también pido que nadie se interponga en mi camino.
La obediencia es muy importante, hija mía. Sacarás
75
mi obra adelante, con humildad y con obediencia, hija
mía. Te quiero humilde, muy humilde, y sacrificada,
hija mía.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por
medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
Adiós, hijos míos; adiós.
(Transcrito de la cinta grabada en Prado Nuevo de El
Escorial.)
77
(Amparo llora mucho al ver el castigo y dice):
¡Ay, no, no, no! ¡Ay, ten misericordia de todos, ten
misericordia! ¡Todavía no, todavía no! ¡Ay, ten
misericordia; todavía no! ¡Es terrible, es terrible! ¡Ay,
ay, ay! (Habla la Virgen):
Sigue gritando, hija mía, grita fuerte; DI QUE LA
HORA DE LA MISERICORDIA TODAVÍA EXISTE: mi
Corazón derrama gracias para todas las almas, hija
mía, y el Corazón de mi Hijo también.
¡POR PIEDAD, HIJOS MÍOS, POR PIEDAD, SED
PUROS; OS LO PIDE VUESTRA MADRE; QUIERE QUE
OS SALVEIS!
Mi Corazón, hija mía, está henchido de dolor. ¡Qué
pocos puros, hija mía, se encuentran! Pedid mucho
por esas almas, por mis almas consagradas, que
siguen obstinadas en el pecado. Hija mía, haz mucho
sacrificio y mucha penitencia. DONDE HAY
SACRIFICIO, NO HAY PECADO, HIJA MIA.
Besa el suelo, hija mía, en reparación de todos los
pecados de las almas consagradas. (Amparo
lentamente, pero con gran facilidad, se inclina y lo
besa.)
Yo os sigo repitiendo, hijos míos, no seáis débiles, sed
fuertes.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por
medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
Adiós, hijos míos. ¡Adióoos!»
78
MENSAJE DEL DÍA 5 DE OCTUBRE DE 1985
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
«Hija mía, hoy mi dolor es más grande todavía que
otros días. Hoy este dolor lo tengo por los mismos que
se llaman míos, y van de pueblo en pueblo publicando
mis mensajes, hija mía. No se puede hablar de
caridad, hijos míos, si antes vosotros no la tenéis unos
con otros. No se puede hablar de amor si antes
vosotros no amáis, hijos míos. Mi Corazón está triste,
porque veo que no hay almas capaces de ser
humildes, hija mía. Por eso, hija mía, lloro
amargamente por estas almas. (Se oye llorar y
Amparo dice a la Santísima Virgen: «¡Que no llores...!»
¡Ay!, ¡ay!, ¡ay!... A los pocos momentos se oye llorar a
Amparo al mismo tiempo, y el mensaje continúa entre
sollozos.) ¿Ves hija mía cómo las almas no son
capaces de dar nada por Cristo? Cuando las humillan
se ponen furiosas. ¡Cómo tendría que estar Cristo
cuando le humillan, que le humillan diariamente con
su pecado! Aquí queda mi Hijo, hijos míos.
EL SEÑOR:
¿Quién de vosotros es capaz de estropear mis planes,
los planes que tengo sobre los hombres? El odio, la
envidia, la división, la desunión, es obra muerta, hijos
míos; es obra de Satanás. Por eso os digo que os
enseñé un Mandamiento, hijos míos: QUE OS
AMASEIS LOS UNOS A LOS OTROS, COMO YO OS HE
AMADO SIEMPRE, pero ¡qué poco cumplís ese
Mandamiento!
79
Mis planes divinos nadie los puede estropear, porque
luego, hijos míos, los responsables tendréis que dar
cuenta a Dios.
NECESITO ALMAS, ALMAS QUE PUEDAN PUBLICAR
EL EVANGELIO.
Hay necesidad, hijos míos, de almas; pero Yo no
obligo, necesito aquellos voluntarios que quieran ir de
pueblo en pueblo. No obligo, hijos míos, aunque
necesito respeto, hijos míos, vuestra libertad. LA
DESUNIÓN, LA DIVISIÓN, ES OBRA DE SATÁN. Mis
obras son la luz, el amor, la caridad, la dulzura. ¿Cuál
es capaz de dar la vida por su hermano? Ninguno sois
capaces, hijos míos.
YO DI LA VIDA POR VOSOTROS. ¡Y QUE POCO
CAPACES SOIS DE DAR LA VIDA POR MI!
Amaos los unos a los otros; no arméis contiendas
entre vosotros, hijos míos: No os pongáis en los
primeros puestos, pensad que los primeros son los
últimos. Muchos escaláis por encima de vuestros
hermanos, sin mirar el daño que hacéis, con tal de
estar en el primer puesto, hijos míos. Amaos, hijos
míos, y no creéis división. Necesito almas, almas de
buena voluntad, que sean capaces de dar todo por Mí.
¡Cuántos, hijos míos, estáis en el grupo! ¡Si sois
materialistas, hijos míos! Os dije también que dejarais
todo para seguirme, hijos míos. Yo tuve doce
Apóstoles, y entre esos doce había uno que me
traicionó. No me traicionéis vosotros, hijos míos.
También dejad participar a todas las almas que
80
quieran participar, hijos míos. Dejad vuestro «yo» y
sed humildes, que la humildad, hijos míos, es la base
principal de todo.
En cuántos lugares, hijos míos, se está manifestando
mi Santa y Pura Madre. ¡Cierran sus oídos a las
llamadas, Y SOLO QUIERE SALVAR A LA
HUMANIDAD! Sí, hijos míos, no rechacéis las gracias;
no busquéis la desunión ni la discordia, hijos míos.
Besa el suelo, hija mía, por todas estas almas, para
que sean capaces de darlo todo por Mí. RECHAZAN
MI AMOR, REHUSAN MI MISERICORDIA, hijos míos;
y mi Amor también agoniza, con mis Méritos, en la
ciénaga de la culpa, hijos míos.
Los hombres son ingratos, no escuchan mi llamada;
se han dejado seducir, hijos míos, por el rey de la
mentira, de la envidia, de la lujuria, de la codicia, de la
soberbia, del desorden; se han dejado seducir por ese
rey engañoso. Se cree victorioso, hijos míos; pero os
ruego: COGEOS DE LA MANO DE VUESTRA MADRE,
QUE ELLA OS TRAERÁ A MI, y Yo arrebataré las
almas que tiene Satán, que se cree victorioso y
seguro.
Los Ángeles de mi Justicia, hijos míos, están
preparados. No merece esta humanidad el perdón ni
el amor, hijos míos; merece ser destruida.
Mirad si quiero las almas, hijos míos, que para
arrebatarlas de las manos de Satán mando grandes
purificaciones: como grandes terremotos, grandes
catástrofes; y los hombres se revelan contra Mí como
81
fieras heridas. ¡No saben, hija mía, que lo que quiero
es salvarlos! ¡Las amo tanto a las almas hijos míos,
que muero cada día por ellos!
Humildad os pido, hijos míos, HUMILDAD. ¿Sabéis por
qué os entregáis al desorden y a la desunión? Porque
os abandonáis en la oración.
NO SE PUEDE REZAR MECÁNICAMENTE, HIJOS
MÍOS, POR QUE NO SALE VUESTRA ORACIÓN DE
DENTRO DE VUESTRO CORAZÓN, HIJOS MÍOS.
Amaos los unos a los otros, porque aquel que rechaza
a su hermano, y que le odia es homicida, hijos míos, y
es reo de condenación. Por eso os pido: AMOR,
UNIÓN Y PAZ ENTRE VOSOTROS.
Que vuestra cara esté siempre sonriente, que ahí está
Dios, en esa sonrisa, en esa dulzura, en esa humildad,
hijos míos.
NO OS DEJÉIS POR LA SOBERBIA, HIJOS MÍOS.
AMAOS COMO CRISTO OS AMO. QUE EL AMOR
SALGA DE LO MAS PROFUNDO DE VUESTRO
CORAZÓN, HIJOS MÍOS.
No seáis hipócritas, fariseos. (Habla Amparo entre
sollozos):
¡Ay!, ayúdame Tú, que yo también soy soberbia.
Ayúdame Tú. (Dice ¡ay! repetidamente.) Aquí tampoco
a veces tengo paz.
Cómo vas a tener paz, hija mía, en esa desunión, en
esa división. (Continúa sollozando Amparo):
¿Qué dices? A ti te prometo, ¡ay!, que con tu ayuda
82
seré humilde. Ay!, pero a veces no puedo...
¡Qué poca ayuda recibes, hija mía, de los humanos!
Refúgiate en el Corazón Inmaculado de María, que
Ella te protegerá bajo su manto, hija mía. Sé muy
humilde, muy humilde, hija mía.
HUMILDAD PIDO, HIJOS MÍOS, HUMILDAD Y
UNIÓN.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por
medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
(Transcrito de la cinta grabada en Prado Nuevo de El
Escorial.)
93
MENSAJES 1986
MENSAJE DEL DÍA 4 DE ENERO DE 1986
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
A las 5,40 de la mañana del día 4 de enero de 1986,
Luz Amparo, avisada por la Santísima Virgen, baja a
Prado Nuevo acompañada por su yerno Vicente de
Pablo, Miguel Martínez con su esposa Julia Sotillo y
Honorino Sánchez con su esposa Josefina del Río.
Rezan una parte de Rosario dirigido por Julia y
comienzan una segunda parte dirigida por Josefina.
En el tercer misterio Amparo entra en éxtasis
alrededor de las siete horas y recibe y transmite el
siguiente mensaje recogido en la cinta magnetofónica
por Julia.
EL SEÑOR:
"Hoy vengo lleno de majestad, pero lleno de tristeza,
porque los hombres no escuchan los avisos de mi
Madre. El mundo, hija mía, está lleno de ingratitud y
de malicia. Los hombres viven, hija mía, aferrados al
pecado. Mi Padre está indignado, hija mía, y nada ni
nadie va a poder sostener su ira.
Un espantoso castigo va a caer sobre el mundo, hija
mía. En los hogares no se habla casi de Dios. En los
colegios tampoco, hija mía. La juventud está enferma
con una enfermedad mortal que sólo Yo podría curar,
hija mía. En las iglesias estoy casi solo. Los hombres
rechazan mis gracias; cierran sus oídos a la oración y
94
al sacrificio. Me abandonan todos, hija mía; todos o
casi todos.
¿No os da pena de Mí, hijos míos; no os da pena que
Yo todavía sigo abriendo mi Corazón para todos los
seres humanos? Mi Corazón está triste, hija mía, con
una tristeza muy grande. (Amparo llora al oír estar
palabras.)
¿No os da pena del Prisionero, que estoy prisionero de
amor por vosotros, hijos míos... 2 Tened compasión
del Prisionero rendido a vuestro amor. (Amparo
solloza en expresión de sufrimiento.) Estoy cerrado
aquí por vosotros; para daros alimento de vida eterna.
Hijos míos, ¡amadme!
¿Dónde están esas almas, ese gran grupo que había
antes, hijos míos, grandes grupos que amaban a mi
Corazón? Pero ahora, cuando presento al Padre esas
almas, me responde: «No me sirven; no me sirven. Me
han abandonado aquellos que estaban entregados en
la oración y en el sacrificio.»
Se han abandonado, hijos míos, no encuentro almas
capaces de reparar los pecados de la humanidad.
Aquellos que se llaman cristianos rechazan la cruz; se
acobardan para hablar del Evangelio, hijos míos.
Meditad mi Pasión para que veáis que Yo di mi vida
para salvaros, hijos míos, para salvaros y daros vida
eterna.
Quisiera hacer comprender a los humanos lo
indignado que está Dios Padre con ellos, hijos míos,
con vosotros, porque ya no es capaz de detener su
95
brazo. Ni la vista de mi Cruz, ni el espectáculo de mis
sufrimientos son capaces de sostener su ira, hijos
mios.
Os pido mucho amor. También os pido que pidáis por
aquellos que se llaman hijos míos y me ofenden
constantemente cometiendo grandes sacrilegios, al
recibirme en sus cuerpos. (Se oye decir: ¡ay! a
Amparo.)
Amadme, hijos míos, que yo también os sigo amando.
¡Qué pocas almas hay, hijos míos, capaces de
entregarse víctimas, víctimas de holocausto, hijos
míos, para la salvación del mundo!
Y a ti, hija mía, te pido humildad, mucha humildad,
porque la humildad va acompañada de todas las
virtudes, hijos míos. Sed humildes. Amad a vuestro
prójimo. Sed mansos (Amparo vuelve a decir ¡ay!) y
sed pobres de espíritu, porque poseeréis la tierra,
hijos míos. Hija mía, mi Corazón está triste, muy triste,
porque los que sí eran míos me han abandonado; y
aquellas almas consagradas, lozanas y frescas
también están marchitas, hijos mios. ¡Qué pocos hay
que amen de verdad a Cristo! Porque antes, cuando
el ser humano me ofendía, me refugiaba en mis almas
consagradas. Pero ahora, ¿dónde busco refugio, hijos
míos? ¡Qué pocos son los que me dan consuelo!
(Amparo sin … llora.)
Vas a beber una gota, hija mía, del cáliz del dolor (se
oye con qué esfuerzo traga Amparo; tose y se
atraganta). Cada día queda menos, hija mía; y aviso,
96
aviso a los humanos; pero cierran sus oídos a mi
llamada. Di que la divina majestad de Dios está muy
ofendida, hija mía, gravemente ofendida. Que ya
traspasan los pecados de los hombres la bóveda del
cielo, hija mía. Por eso os pido a este pequeñito grupo:
Estad unidos. Uníos, hijos míos, en el amor, en la
caridad y en la fe. También en la esperanza, hijos
míos; y ayudad a esas almas que son débiles, hijos
míos, aunque hay muchas almas cobardes, y a Mí no
me gustan los cobardes. Me gustan los fuertes que
sean capaces de dejar todo por Mí. Que no sirvan a
dos señores: al mundo, al dinero y a la carne. Y a Dios,
¿dónde lo dejáis, hijos míos?
Tenéis que ser muy puros, puros, muy puros, porque
la pureza también es una gran virtud. Mortificad
vuestra carne, hijos míos, vuestros sentidos; hasta que
no mortifiquéis vuestros sentidos, no llegaréis a Mí,
hijos míos. Cuesta mucho, pero a Mí me gusta lo que
cuesta.
Sed amables, hijos míos, amables y cariñosos con los
demas. ¿No os da pena cuando esas personas, hijos
también de Dios, se ven ofendidos por vosotros, hijos
míos? Tened mucho cuidado; vosotros tenéis que ser
modelos, modelos de perfección. Con vuestro
carácter, hijos míos, tenéis que llevar alegría, alegría y
simpatía para los demás. Lo que se lleva dentro del
corazón se refleja en la cara, hijos míos; por eso tenéis
que reflejar en vuestro rostro que estáis llenos de
Dios. Dad ejemplo, hijos mios.
97
Y tú, hija mía, sé humilde, muy humilde. Y da ejemplo
de humildad.
LA VIRGEN: Hija mía, no podía faltar vuestra Madre;
vuestra Madre aunque viene transida de dolor porque
los hombres no paran de cometer crímenes atroces.
No respetan la vida del ser humano; se entregan en el
placer, en los vicios; y matan, matan sin respetar los
Diez Mandamientos.
Consolad a mi Hijo, hijos míos. Mi Hijo está triste, triste
y solo, hijos míos, porque ve que el mundo se mete en
el precipicio y cada día está más cerca de la
condenación eterna, hijos míos. ¡AMO TANTO A LAS
ALMAS, HIJOS MIOS...! Pero ya no puedo, no puedo
sostener más el brazo; es pesado, hijos míos. El brazo
de mi Hijo va a descargar sobre la humanidad la
cólera de Dios.
AMAD MUCHO A VUESTRA MADRE. Venid, hijos míos,
que Yo os llevaré a mi Hijo, y mi Hijo os presentará al
Padre.
Hijos míos, avisad a esas almas que acuden a ese
lugar. ESTAN OFENDIENDO GRAVEMENTE. Juegan
con el Padre Eterno, hija mía; JUEGAN. ¡Pobres almas!
Avisad que no acudan a ese lugar. Aquí no hay
interferencia diabólica, hijos míos. Repetidlo:
AQUELLO ES FALSO, hijos míos. Poned el mensaje
que todos lo escuchen. ALLI NO ESTA DIOS. Allí está
Satán engañando, hija mía, a todas las almas. Me
estoy manifestando en muchos lugares; PERO EN ESE
LUGAR NO ESTOY, hija mía. En muchos lugares del
98
mundo; pero cuidado, hijos míos, cuidado. Aún estáis
a tiempo; salid de ahí; SOIS ENGAÑADOS. ¡Qué pena!
¿Cómo habrá almas capaces de jugar con nuestros
nombres, hija mía?
Mi Corazón también está triste porque veo cómo
reaccionan los humanos hacia donde no tienen que ir.
Son soberbios, hija mía, POR ESO NO QUIEREN
ESCUCHAR MIS PALABRAS. Quitaos vuestro «YO»,
hijos míos, humillaos y venid a Mí.
(Habla Amparo entre sollozos):
No hacen caso. No hacen caso... ¡Ayyy! ¡Ay!
Cuántas veces voy a repetir que están jugando con
nuestros Nombres? Rezad por ellos, hijos míos, son
engañados, rezad por ellos. Son vuestros hermanos y
la oración lo puede todo, hijos míos.
Vas a besar el suelo, hija mía, por esas pobres almas
que son engañadas. (Muchos de los presentes besan
el suelo.) Son engañadas, hija mía; pero aman mucho
a mi Corazón. Pedid por ellas, para que reviva la luz
que Yo les mando. Que vean dónde está la verdad,
hijos míos.
Y vosotros, hijos míos, sed fuertes y publicad el
Evangelio por todos los rincones de la Tierra, por
todos, hijos míos; no seáis cobardes. O SOIS DE DIOS,
O SOIS DEL MUNDO. Y pensad que se os dará según
vuestras obras, que se os dará ciento por uno.
Voy a dar una bendición especial, hija mía. Esta
bendición va a coger a todo el ser humano. Pero
99
antes voy a bendecir todos los objetos, hijos míos.
Levantad todos los objetos. (Pausa.) Voy a bendecir a
todo el género humano. (El señor que dirige el santo
Rosario dice estas palabras):
(Ahora, durante unos instantes, Amparo tarda en
seguir hablando porque da una vuelta sobre sí misma
durante el éxtasis; por esto hay un momento en el
que esto permanece cortado. Dentro de unos
segundos se renovará el mensaje.)
dice, por medio del Hijo y del Espíritu Santo.
Hijos míos, adiós."
(Transcrito de la cinta que, grabada en el éxtasis de la
mañana, fue transmitida terminado el Rosario
multitudinario en el Prado a las 17 horas.)
111
Y SOBRE TODOS DERRAMA LAS GRACIAS.
También pedid mucho por los guías de la Iglesia,
porque Satán introducirá en los seminarios y en los
conventos a espíritus del mal encarnados, para
destruir las órdenes religiosas. (Pausa.) Satán con su
astucia, hija mía, quiere hacerse dueño. Pero venid a
vuestra Madre, que vuestra Madre es el camino
seguro para ir a Cristo.
NO OS DEJEIS SELLAR POR SATANAS. DEJAOS
SELLAR POR EL ANGEL DEL BIEN CON LA SEÑAL DE
LOS ESCOGIDOS, HIJOS MIOS. No os abandonéis en
la oración. Si os abandonáis en la oración, vuestras
almas quedarán tibias y aletargadas; y es un modo
de Satán poderse aprovechar de ellas. (Pausa.) Pedid
gracias, hijos míos, que, si vuestras oraciones salen de
dentro de vuestro corazón, todo lo que pidáis se os
concederá, hijos mios.
El anticristo, hija mía, se apoderará de Roma. Hay
muchos secuaces del anticristo; y él quiere sentarse
en la Sede. Pedid mucho por mi Hijo, mi Vicario. Es
muy perseguido, hijos míos; y el anticristo está cerca
para hacerle sufrir, hija mía. (Pausa.) Uníos a él en
oración y ofreced vuestras oraciones por él.
NUESTROS CORAZONES LE AMAN. (Pausa.)
Oración y sacrificio, hijos míos. Haced mucha oración
para que vuestra Madre pueda venir vestida de
blanco y se quite la ropa de dolor. (Pausa.) Muchos no
rezáis el Rosario todos los días. OS HABEIS
ABANDONADO, HIJOS MIOS. Os lo pido: ¡REZAD EL
112
ROSARIO EN FAMILIA TODOS LOS DIAS! (Pausa.)
Educad a vuestros hijos en un hogar cristiano. No
debe de faltar la Palabra de vuestro Cristo ni de
vuestra Madre María Santísima, Pura, Dolorosa, hijos
míos. (Pausa.) ¡MI CORAZON OS AMA TANTO...!
Dios Padre ama tanto a la raza humana, que no ha
querido extinguirla. Le da oportunidad, oportunidad
para salvarse. (Pausa.)
Besa el suelo, hija mía, por los pobres pecadores.
(Amparo se inclina y besa el suelo.)
Sé muy humilde, hija mía, muy humilde. A todos mis
hijos, a todos les pido humildad.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos
con gracias especiales, hijos míos. (Pausa.) Todos han
sido bendecidos.
Penitencia, hijos míos, penitencia y oración. Pedid por
las almas consagradas, porque quiero pastores de
almas; pastores santos, que ayuden a mi Iglesia a
salvar almas.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por
medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
Adiós, hijos míos. ¡Adiós!
La multitud clama: «¡Adiós, Madre!»
La VOZ DE DIOS (Vox Dei) clama: «Os amonesté a
tiempo repetidas veces y no me escuchasteis, os
llamé y no me respondisteis» (Jeremías 7, 13.)
Ojalá escuchéis hoy su VOZ: «No endurezcáis el
113
corazón» (Salmo 94, 7-8).
118
bendecidos.
CONSERVAD VUESTRO CUERPO, HIJOS MIOS,
COMO SAGRARIO LIMPIO PARA QUE MI HIJO
PUEDA ESCONDERSE EN EL, HIJOS MIOS. SED MUY
PUROS, MUY PUROS Y MUY HUMILDES.
AMAD MUCHO A LA IGLESIA Y AMAD A VUESTRA
MADRE; QUE VUESTRA MADRE OS AMA CON TODO
SU CORAZON. (Pausa.)
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por
medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
Adiós, hija mía.
Adiós, hijos míos. ¡Adióooos!
(La inmensa multitud aclama emocionada: «¡Adiós,
Madre...!»)
Este mensaje, grabado por la mañana en cinta
magnetofónica ha sido escuchado con emocionada
atención, terminado el rezo del santo Rosario, por
incontable gentío procedente de las más apartadas
regiones de España y del extranjero. Llama
gratamente la atención el canto del pajarito que nos
transmnite la cinta magnetofónica al comienzo de
este mensaje.
119
acompañada y protegida por personas allegadas, en
la madrugada del día 7, primer sábado de junio de
1986, a la dehesa de Prado Nuevo en El Escorial. Aquí,
durante el rezo del santo Rosario, Amparo entra en
éxtasis Y recibe el siguiente mensaje, el cual, en el
Rosario de las 18 horas, es transmitido por altavoces
instalados en los árboles a la multitud de peregrinos
españoles y extranjeros que lo han escuchado con
fervorosa atención. Entre los cantos de las avecillas,
habla la Santísima Virgen:
LA VIRGEN: Mira, hija mía, qué gloria espera a todos
aquellos que recen con devoción el santo Rosario. Son
perlas preciosas, cada cuenta del Rosario; perlas
preciosas para llevarlas a las moradas.
Mira el infierno que había preparado para muchas
almas hija mía. (Amparo exclama con horror):
¡Ay! ¡Ayyy...! ¡Ayyy! ¡Ay!
Tú hubieras estado entre ellas. (Vuelve a lamentarse
Amparo):
¡Ayyyyy...!
Pero mi joya, que es el Rosario, librará a muchas
almas de este gran peligro.
Mira, cada avemaría es una rosa que sale por la boca
de cada ser humano y llega directamente al cielo.
Procurad rezar el Rosario de rodillas con mucha
devoción. Después de la Santa Misa, es la memoria de
la Pasión, más grande. Se renueva la Pasión de Cristo
en cada cuenta del Rosario.
120
Mira las luces que salen de esas cuentas del Rosario
(pausa admirativa); y mira cómo vengo vestida de
oro, de tantos tantos rosarios como me han rezado
en este lugar.
Otras veces me has visto con ropa, casi como una
mendiga, ¿sabes por qué? Porque las almas no rezan
el Rosario con mucha devoción. Pero mira el valor que
tiene rezándolo con devoción, pausadamente y bien
meditado. (Amparo exclama admirada):
AMPARO: ¡Ay, qué grandeza! ¡Ay, qué grande...!
(La Santísima Virgen inculca):
No os acostéis ni un solo día sin rezar esta plegaria
que tiene tanto valor. Cuando un alma está en gracia,
hija mía, y reza el santo Rosario bien meditado, se le
perdonan muchos pecados de su vida pasada, hijos
míos. (Nuevamente Amparo expresa sorprendida
admiración):
¡Ay, qué hermosa eres! ¡Ay, qué grande eres! ¡Ay, qué
hermosura!
-Pedid mucho, que soy MADRE DE TODAS LAS
GRACIAS. (Pausa.) Y sigo repitiendo: «TODO EL QUE
VENGA A ESTE LUGAR, SERA BENDECIDO.» Y
muchos hoy serán marcados con una gran cruz en la
frente, que unos a otros la verán.
(Amparo expresa su admiración):
¡Ayyy...!
Pero no me defraudéis vosotros, hijos míos. No os
acostéis sin renovar la Pasión de Cristo.
121
(Hace su presencia el Señor y Amparo muestra
gozosa sorpresa):
¡Ayyy, ya llegó, ay...!
EL SEÑOR:
Os voy a dar un consejo a todos. Son palabras del
Evangelio: AMAOS LOS UNOS A LOS OTROS, COMO
YO OS AME Y OS SIGO AMANDO. (Muestra el cáliz de
la Pasión y Amparo se lo pide):
Dame un poquito. (Toma el cáliz, bebe, se atraganta y
tose.)
Todavía sigue habiendo almas ofendiendo
gravemente la divina Majestad de Dios. (Sigue
Amparo atragantándose.) Os sigo repitiendo (ahogos
y tos de Amparo por la amargura de la deglución):
Con la medida que midiéreis, seréis medidos. No
queráis para otros lo que no queráis para vosotros.
No juzguéis, y no seréis juzgados. De la manera que
juzguéis, seréis juzgados, hijos míos. No seáis
hipócritas, que queráis quitar la mota en el ojo de tu
hermano, teniendo una viga en el vuestro. Quitad
vuestra viga y veréis con claridad.
Y después podéis quitar la paja en el ojo de vuestro
hermano. (De nuevo se atraganta Amparo.) Dad y se
os dará. (Sigue la tos y la angustia de Amparo.) Por
media medida que deis, se os dará rebosando, hasta
arriba. Es un consejo que os doy, hijos mios:
CUMPLID CON EL PRIMER MANDAMIENTO: AMAD A
DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS. DEJAD TODO POR
122
EL, SI EL LO PIDE. Y AMAD A VUESTROS HERMANOS
CON TODO VUESTRO CORAZON.
PERO NO LOS JUZGUEIS: ¿QUIEN SOIS VOSOTROS
PARA JUZGAR? AMAOS CON TODO VUESTRO
CORAZON. Pido que haya paz en los hogares. Es la
hora de la misericordia todavía.
También pido que todo el que quiera, vaya a los
pueblos predicando el Evangelio. (Pausa larga.)
HABLA LA STMA. VIRGEN:
-Hija mía, sé humilde, muy humilde. Con la humildad,
¡podrás ayudar a tantas almas...! No te abandones en
la oración. La oración fortalece, hija mía.
Voy a dar una bendición especial. Servirá para la
conversión de las almas y para todos aquellos
enfermos que padecen gravemente dolores y no
saben ofrecerlo por la salvación de las almas. Esta
bendición va acompañada de la de mi Hijo.
Levantad todos los objetos. Todos serán bendecidos.
AMAD MUCHO A VUESTRA MADRE, QUE VUESTRA
MADRE OS AMA CON TODO SU CORAZON, y
extended la devoción al santo Rosario, hijos míos, en
reparación de todos los pecados del mundo. Acercaos
al Sacramento de la Eucaristía; pero antes, al de la
Penitencia, hijos míos. (Pausa.)
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por
medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
Hijos míos, penitencia y sacrificio pido.
123
¡Adióoos...!
Este mensaje está completo porque es transcripción
de la cinta original grabada en la madrugada del 7 de
junio de 1986. A otros mensaje transcritos de las
cintas grabadas en la transmisión de la tarde del
mismo día, les faltan algunas palabras del principio.
Precioso título se da la Santísima Virgen en este
mensaje:
.
«Hoy vengo vestida de oro», nos recuerda el Salmo
44, 10: «A tu diestra, la Reina con vestido dorado.»
Inculca nuestra Madre Dolorosa el rezo en este lugar.
Y promete su bendición a todo el que rece en este
lugar.
En la tarde del 14 de junio de 1981 se apareció por
primera vez la Santísima Virgen sobre la copa de este
fresno, y, desde entonces, ni un solo día ha faltado el
rezo del santo Rosario en este lugar, al que con
frecuencia acuden docenas de miles de peregrinos.
5 DE JULIO DE 1986
MENSAJE DEL PRIMER SÁBADO EN PRADO NUEVO
(EL ESCORIAL)
Luz Amparo, avisada por la Santísima Virgen,
acompañada y protegida por personas allegadas,
muy de mañana ha bajado de su casa a Prado Nuevo
y, rezados los misterios gloriosos propios del día y a
124
continuación los dolorosos, ha entrado en éxtasis en
el que, en primer lugar, se le ha mostrado el Señor
ataviado con amplio manto encarnado y le ha
comunicado el siguiente mensaje.
HABLA EL SEÑOR:
Ruego, hijos míos, perseveréis en mi amor, como Yo
permanezco en el amor de mi Padre. (Pausa.) Estad
unidos a Mí como Yo a El, para que la unión sea
perfecta, hijos míos. Sin Mí no sois nada. Cumplid mi
doctrina, hijos míos. No ocupéis los primeros puestos.
Amad sin esperar ser amados.
Si sois capaces, hijos míos, de amar de verdad, y dar
la vida por vuestros hermanos, vuestro Padre celestial
os recompensará, hijos míos. No déis a cambio de que
os devuelvan más. Los pecadores dan para que les
recompensen dobles a medida. No estéis apegados a
las cosas del mundo, hijos míos.
¿Cuántas veces os voy a repetir: QUIERO QUE SEAIS
TODOS UNO? Hasta que no seáis todos unos, vuestro
Padre celestial no os recompensará, hijos míos. AMAD
SI QUEREIS, HIJOS MIOS, RECIBIR VUESTRA
RECOMPENSA. (Pausa.)
También pido que AMEIS CON AMOR DE HIJOS A MI
AMANTISIMA MADRE. Sufre por toda la humanidad. y
la cólera de Dios va a caer de un momento a otro.
Os ocupáis, hijos míos, más de lo que tenéis que
comer y vestir que de vuestro Creador. Cumplid mi
doctrina, porque quiero
125
. Pero para apóstoles de los últimos tiempos,
tenéis que desprenderos de las cosas materiales. No
se puede servir a dos señores: a Dios y al mundo, el
dinero y la carne. Si estáis entretenidos con uno, no
podéis amar al otro.
PERFECCIONAD VUESTRAS VIDAS, HIJOS MIOS,
SOLO PIDO AMOR, DESPRENDIMIENTO, CARIDAD.
(Ahora interviene la Stma. Virgen vestida de
Dolorosa.)
HABLA LA STMA. VIRGEN: Hija mía, soy vuestra
Madre. Madre de amor y misericordia. Pero Madre de
dolor, porque sufro por todos mis hijos. YO RUEGO A
MI HIJO QUE TENGA PIEDAD DE VOSOTROS. Quiero
salvaros, hijos míos. Pero basta ya de sacrilegios, de
desprecio hacia mi Hijo. Los humanos, hija mía, no
sienten en su corazón la Pasión de mi Hijo. No aman
(pausa y llanto de Amparo) a Dios, su Creador. (Sigue
Amparo llorando.)
NO SOIS CAPACES, HIJOS MIOS, DE ENTREGAROS
VICTIMAS DE HOLOCAUSTO POR LA SALVACION DE
LAS ALMAS. MI HIJO DERRAMO HASTA LA ULTIMA
GOTA DE SU SANGRE. (Prosigue el llanto. )
¡QUE POCO RESPETO HACIA LA EUCARISTIA, HIJOS
MIOS! ¿Cuántas veces he dicho: "NO ME AGRADA, NI
AGRADA A MI HIJO, QUE MANOS QUE NO ESTAN
CONSAGRADAS TOQUEN SU CUERPO, HIJOS
MIOS?» (Amparo no deja de llorar con sollozos
entrecortados mientras habla la Virgen.) En el
126
Evangelio de Cristo dice: «Todo humano de cielo y
tierra, hasta los que están en la profundidad de los
infiernos, doblegarán la rodilla ante el Rey; ante este
Rey celestial. ¡Qué poco respeto, hijos míos, y qué
poco amor a mi Hijo! Mi Hijo está indignado con el ser
humano. (Pausa y llanto más penoso de Amparo.)
LUZ AMPARO: Yo quiero reparar, pero yo no puedo
sola. ¡Ay, qué poco me siguen, ay, ay! ¿Qué queréis
que haga? Yo no puedo ya más. ¡Ayyy...! Pero
ayudadme, porque yo ya no puedo más. ¡Ayyy...!
(Entre los sollozos continuados de Amparo, habla la
Santísima Virgen):
Sí, hija mía, unos son víctimas para que otros se
salven, hija mía. El ser humano es cruel, hija mía. Pero
hay muchas almas, hija mía, que acuden a este lugar,
que te ayudan a sufrir en silencio. Estamos contigo,
hija mía; no te abandonaremos aunque te encuentres
en la soledad y, a veces, en la tristeza. Estamos
contigo. Ofrécete más víctima; más, hija mía, y por
mis almas consagradas. Por esos Pastores fríos, tibios,
que han abandonado la oración.
LUZ AMPARO: Ayúdame. Ayúdame, Madre mía.
(Sigue Amparo sollozando y habla la Virgen:)
Hijos míos, buscad la humillación voluntaria. La
soberbia no conduce al hombre a grandes fines, hija
mía. SED HUMILDES, HIJOS MIOS, y AMAOS CON
TODO VUESTRO CORAZON. Sólo pido un poquito de
amor para mi Hijo. ¡Tened compasión de El! PIDO A
127
LOS SERES HUMANOS AMOR A CRISTO. ¡Basta de
sacrilegios y de profanaciones! No recibáis el Cuerpo
de Cristo sin antes haber ido al Sacramento de la
Penitencia. ¡Qué ofendido está mi Hijo, hijos míos!
Necesitamos almas para reparar los pecados.
¡AMAOS, HIJOS MIOS, CON TODO VUESTRO
CORAZON!
Tú, hija mía, sé muy humilde, muy humilde. Ya sé que
tu corazón sufre. Pero es preciso sufrir, hija mía, por
las almas.
HAN OLVIDADO LOS HUMANOS QUE EL CAMINO
DEL DOLOR ES EL CAMINO DEL CIELO.
Besa el suelo, hija mía, por las almas consagradas.
(Pausa larga mientras Amparo y muchas otras
personas besan el suelo con un beso que se oye en la
cinta.) Quiero Pastores de almas, hijos míos. Aquellas
almas consagradas que os habéis desviado del
Evangelio, volved al camino del Evangelio, hijos míos.
¡MI CORAZON OS AMA TANTO...! (Pausa. )
Y vosotros, hijos míos, también sois almas mías que os
amo con todo mi Corazón.
AMAD A MI HIJO. ¡TENED COMPASION DE EL! (Se
agudiza la pena de Amparo con sollozos y lamentos):
LUZ AMPARO: Y tened compasión. ¡Ay, ayyy! Tened
compasión. ¡Ay, pobrecito, ay, ay, ayyy..., cómo sufre,
ayyy...! Yo también les pido que tengan compasión.
¡Ay, ayyy!
LA VIRGEN: Olvidaos de los placeres, hijos míos, y
128
llenaos de oración. No estéis tan materializados y
amaos unos a otros. Sólo el amor es el que recibe la
recompensa, hijos míos. Mi Hijo va a dar una
bendición especial. Recibid todas estas gracias, hijos
míos. Quiero templos vivos. Los templos muertos no
sirven.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por
medio del Hijo y con el Espíritu Santo. Levantad todos
los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones
especiales. (Pausa larga.)
LUZ AMPARO: ¡Ay, Madre, yo te quiero mucho,
aunque no te quieran los demás! ¡Ayyy! Yo te prometo
hacer lo que, lo que me pedís. Pero ¡ayudadme!
(Sigue Amparo llorando. La Virgen se despide):
Adiós, hijos míos. ¡Adióoos!
(Se oye clamar: "¡Adiós, Madre!")
Se asegura que la concurrencia de personal ha sido
muy numerosa y que, no obstante, tanto el rezo del
santo rosario como la atención al mensaje se han
realizado con gran silencio y edificante devoción.
Amparo ha contemplado al Señor en dolorosas
escenas de su Pasión.
Esta transcripción está confrontada con la cinta
original de la mañana.
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VIDENTE LUZ AMPARO CUEVAS EN UN PRADO DE EL
ESCORIAL (MADRID) EL DÍA 2 DE AGOSTO DE 1.986.
Mi Corazón está triste, porque los hombres siguen en
el mundo, llenos de pecado; y grandes desgracias,
hija mia, van a caer sobre toda la humanidad.
Aumentarán las catástrofes, hija mía: terremotos,
trombas de agua, que casi cubrirán del cielo a la
tierra; fuertes huracanes, que los hombres temblarán,
pero no se arrepentirán muchos de ellos. Y lo que más
aflige mi Corazón, hija mía, es el poco amor y el poco
respeto de mis almas consagradas, de ese gran
número, hacia mi Hijo y hacia la Eucaristía, hijos míos.
La Eucaristía es sacrílegamente profanada por
muchas manos. (Se oye llorar a Amparo). Este gran
número, hija mía, de almas (Se vuelve a escuchar el
llanto de Amparo) profanan diariamente la Eucaristía.
Reparad, os digo a aquel pequeño número que
todavía queda, un poquito de amor, dentro de vuestro
corazón, hacia mi Hijo y hacia Mi, hijos míos. Reparad
por estas pobres almas. Todos no son así, hijos míos,
hay otro número, de almas consagradas, que aman a
mi Hijo, y son fieles a su vocación, pero sufren mucho,
hija mía, por estos otros, porque son calumniados y
ultrajados. Pero que sean valientes, y que sean fieles
hasta el final, que recibirán su gran recompensa
(Pausa).
El dragón de las Siete Cabezas, hija mía, se está
adueñando de la mayor parte del mundo,
especialmente de mis almas consagradas, de muchos
130
altos puestos de la Iglesia. Se introduce Satanás para
arrebatarlos de nuestro Corazón, y ellos se dejan
arrastrar. Triunfa en el mundo, hija mía, ¡Los siete
Pecados Capitales! LOS HOMBRES SE DEJAN
INDUCIR POR LAS FUERZAS DEL MAL. Pedid a mi
Inmaculado Corazón, El reinará, hijos míos, y
triunfará; aplastará la cabeza a ese dragón, cuando
haya nuestro número de escogidos.
Rezad, hijos míos, rezad aquella oración que mi Hijo
enseñó a sus apóstoles, que es la oractón tan sencilla
del PADRENUESTRO. Es sencilla, para los sencillos.
Pero no añadáis muchas palabras a vuestra oración.
No hagáis lo que hacen los paganos, que ellos hablan
y hablan sólo porque les gusta ser oídos, pero dentro
de su corazón hay odio, y su corazón está
empedernido por los rencores. Rezad con amor, hijos
míos, porque esta oración lo dice todo en ella: existe el
amor, la caridad, y la oración y la penitencia. Rezad
muchas veces el Padrenuestro; pero no os pongáis a
rezar para que regalen vuestros oídos, porque os
guste ser escuchados.
No me gusta la oración mecánica, hijos míos. Vuestra
caridad tiene que ser escondida. No hagáis la caridad
al son de trompeta, hijos míos, porque os aseguro que
todo aquel que haga su caridad al son de trompeta,
ya ha recibido su premio, hijos míos. Pero todo el que
la haga en silencio, el Padre celestial que está en los
cielos les dará una gran recompensa.
Cuando ayunéis, hijos mios, no andéis cabizbajos y
131
desfiguréis vuestro rostro para que la gente lo note.
Sólo vuestro Padre que está escondido en lo más alto
del cielo, será el que os tiene que ver. Lavad vuestro
rostro, hijos míos, para que no os noten vuestro
ayuno y perfumad vuestros cabellos. Pero no andéis
cabizbajos ni angustiados como los farsantes para ser
vistos y oídos. No tendrá valor ni vuestra oración ni
vuestro sacrificio, hijos míos.
Meditad mucho la Pasión de Cristo, hijos míos, veréis
qué gran valor tiene para las almas; y tú, hija mía, une
tu sacrificio, tu sufrimiento, al de Cristo para que
tenga más valor, para la salvación de las almas.
Os pido oración, hijos míos, oración meditada. La
oración y la penitencia es lo que más valor tiene, hijos
míos, pero que salga de lo profundo de vuestro
corazón. No recéis como los fariseos, hijos míos, ni os
guste ocupar los primeros puestos.
Amad con todo vuestro corazón. Hay que reparar,
hijos míos, los pecados de los hombres. Os pido a
aquellos que queráis seguir a Cristo, ORACIÓN. El
mundo está necesitado de buena oración, hijos míos.
Os repito, ORACIÓN.
Hoy vas a beber unas gotas, hija mía, del Cáliz del
Dolor. Es preciso que te prepare mi Hijo con esta
amargura, porque tienes que sufrir mucho. Te
confortará aunque sientas amargura, hija mía; te
dará fuerzas para el dolor. (Se oye el esfuerzo que le
cuesta tragar y cómo se atraganta) Tienes que
ayudar, hija mía, y es preciso recibir esta amargura, si
132
no, no podrías soportar el sufrimiento ni el dolor;
después serás reconfortada, hija mía; piensa que no
puede haber felicidad aquí, y felicidad allí. Las almas
que escoge mi Hijo, las fortifica con el Cáliz del Dolor,
y las purifica con su Sangre, para que éstas unan su
dolor al de Él.
El mundo sigue cada vez peor, hija mía. Sigo dando
avisos, y ¡qué pocos cambian su vida!; no se
desprenden de lo terreno, hija mía. Mi Hijo dice:
"ENTREGAOS A DIOS, HIJOS MÍOS, Y NO OS
PREOCUPÉIS DEL MAÑANA, REZAD Y ORAD, QUE LO
DEMÁS, SE OS DARÁ POR AÑADIDURA". Pero
piensan más en la añadidura que en rezar y meditar,
y en desprenderse, hija mía. Al hombre le cuesta
mucho dejar lo terreno, y si no se desprende de aquí,
no podrá llegar a conseguir el Cielo.
Amaos, hijos míos, y oración y penitencia pido a todos
los seres humanos. OS LO PIDE VUESTRA MADRE,
QUE OS AMA CON TODO SU CORAZÓN. Quiero
salvaros, hijos míos, pero abrid vuestros oídos, porque
mi Hijo me ha puesto para refugio de la humanidad.
Refugiaos en mi Inmaculado Corazón, Él triunfará al
final, hijos míos.
Pedid por la conversión de Rusia, hijos míos, y pedid
también, por mi amado hijo, el Vicario de Cristo, mi
Corazón ¡le ama tanto...!; y es despreciado por
muchos altos cargos de la Iglesia, hijos míos. (Amparo
gime y llora). Su corazón sufre mucho, hija mía,
porque ve cómo están los Pastores, que gran número
133
de Pastores de Almas se aletargan y se abandonan
en la oración. Haz mucho sacrificio por ellos, hijos
míos vosotros también.
Besa el suelo, hija mía, por mis almas consagradas.
(Pausa) Para que sean leales y fieles Pastores, y
prediquen el Evangelio. Hace mucha falta predicar el
Evangelio por todo el mundo, hijos míos.
HUMILDAD OS PIDO, ORACIÓN Y PENITENCIA.
Levantad todos los objetos, todos serán bendecidos,
con una bendición especial para la conversión de las
almas. (Pausa). Todos han sido bendecidos.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por
medio del Hijo, y con el Espíritu Santo.
Adiós, hijos míos, adiós.
137
compadecida y dice):
¡Cómo lloran, pobrecitos! ¡Ay! Miran al cielo y dicen:
Dios celestial... (Amparo entre sollozos, dice): ¡Ay, los
deja solos! ¡Ayyy! Pedro dice: Siempre estaremos con
Ella. Esta amargura que siente nuestro corazón ¡Ay!,
un día se convertirá en felicidad estando cerca de
Ella. Tenéis que ser fuertes. Ya no tenemos una Madre
que nos proteja y nos guíe y nos aconseje; pero hay
que seguir; y todos daremos la vida por Jesús.
¡Seremos fuertes...! (Sigue Amparo su descripción):
Se van; bendice a todos; se van llorando todos. Llegan
ahí, a donde están esas mujeres de ahí... (Ahora habla
la Virgen):
¡Ay! ¿Dónde estás, pobrecita? ¿Ya estás preparada?
(Sigue describiendo): ¡Ay! Esta ahí acostada en esa...,
eso es un tarimón de esos..., igual que lo que había allí,
en mi pueblo. El tarimón ese... ¡Ay! Está acostada ahí.
(Le dice a la Virgen):
Pero, ¡qué guapa estás! (Prosigue la descripción): ¡Ay!
Llegan todos y se ponen ahí, a su alrededor. Inclinan
la cabeza (Amparo, de rodillas, abaja la cabeza hasta
el suelo. Sigue describiendo): ¡Ay!, la saludan. Ella se
levanta. Pedro no quiere. (Habla Pedro):
No os mováis, Señora. (Prosigue Amparo): le dice.
(Sigue Amparo):
¡Uy! ¿Qué va a hacer? ¡Pobrecita, si ya no puede...! No
tiene fuerza. ¡Ay!, se pone de rodillas. Le dice a Pedro:
Pedro, quiero seguir dando testimonio de la Iglesia
138
hasta mi último momento aquí, en la tierra. Os repito,
como os decía mi Hijo: Seguid predicando y amaos
unos a otros. (Exclama Amparo): ¡Ay, pobrecitos
todos...! (Prosigue la Virgen):
Quiero que uno por uno me deis vuestra bendición.
(Profundo «¡Ay!» de Amparo y sigue hablando la
Santísima Virgen): He hecho en todo la voluntad de
Dios para dar testimonio de la Iglesia. He orado, he
reparado los pecados de los hombres. Pero, si algo
hice mal, o, algo malo hice con vosotros, os pido
perdón; dadme vuestra bendición. Tú, Pedro, tienes
que ser fuerte. Sufrirás mucho. Tú Pablo, también.
Juan también; Andrés y Santiago y todos vosotros. Yo
he sido una buena Madre para todos; pero perdonad
si alguna falta he cometido contra vosotros. (Prosigue
Amparo emocionada pintando la escena):
Le da Pedro la bendición, ¡Ay, pobrecito! ¡Ay, los otros
también...! Uno por uno, todos, todos... ¡Ay, ay,
pobrecita! Pero Ella no necesita tantas cosas... (sigue
hablando la Virgen): -Os pido que se cumpla, Pedro,
mi última voluntad, la que pedí a mi Hijo: Que mi
cuerpo no sea tocado por nadie. Sé que has mandado
a Juan para que las doncellas entren y perfumen
todo mi cuerpo; pero mi última voluntad es que mi
cuerpo no sea tocado por nadie. Toda mi vida, nadie
ha visto mi cuerpo. Sólo mi rostro, para ser conocida,
he dejado al descubierto. También te pido, Pedro:
Tengo dos túnicas de gran valor regaladas por mi
prima Isabel. Ruego las repartas a estas doncellas
139
que tan bien y tan humildemente han vivido conmigo
durante toda su vida. También os digo: PERSEVERAD
EN LA CARIDAD Y PERSEVERAD EN LA HUMILDAD.
(Describe Amparo):
Todos lloran. Agachan las cabezas y la saludan. ¡Ay,
pobrecita! Se pone Ella sobre la tarima. Todos
agachan el rostro al suelo. (También Amparo,
imitando lo que ve.) Pedro dice:
Adiós, Reina y Señora de todo lo creado. Madre
nuestra, ruega ante Dios celestial que nos dé fuerzas
para poder amar hasta el fin de nuestra vida al divino
Redentor, a Dios nuestro Creador y a Vos, Madre
bendita. Que seamos fieles vasallos en la tierra hasta
los siglos de los siglos. (Habla Amparo):
¡Oy! ¿Qué tiene en el pecho? La Virgen tiene en el
pecho una gran luz, como un sagrario, ¡ay! eso es...
¡ay! ¿Qué es eso? (Habla María Santísima):
En la hora de mi muerte doy testimonio de la
Eucaristía. En este sagrario he conservado a mi Hijo
durante toda mi vida. He reparado las ofensas que
han hecho los seres humanos y los sacrilegios que
han cometido con este divino Cuerpo. (Amparo llora
emocionada):
¡Oy, está ahí en el centro! ¡Ay, viene a por Ti! ¡Sale de
ahí! (Amparo acentúa su emoción) ¡Ay, ay, ay que
cosas.... ¡Ay, y sale de ahí! ¡Ay! (Habla la Virgen);
He llevado conmigo durante toda mi vida, este
Tabernáculo sagrado. (Habla Amparo):
140
¡Ay, ay! ¡Huy, qué luz tiene! ¡Huy, qué guapa estás! ¡Ay,
ay...! (Ve a Jesús.) ¿Estás Tú también? ¡Huy...! Viene a
transportar a su Madre. ¿También...? ¿Quién viene
también ahí? ¿Todos...? ¡Ay, esa es la madre de la
Virgen! ¿También...? Y su padre, ¡huy! Todos los que
nac... ¡Huy! Y los que se murieron antes. Están todos
ahí juntos. ¡Huyyy! Todos van a acompañarla, ¡todos!
Ya se ha dormido. ¡Oy, pobrecita! ¡Ay, ay, no la
toquéis, porque no quiere...! (Amparo intenta
desdoblar un pliegue del manto de la Virgen y nota
que la ropa está rígida. Se ve claro el ademán de
Amparo, la cual expresa su extrañeza): ¡Ay! Pero,
¿cómo tiene esto así? ¡Está pegado! ¡Huy...!, ¡ay! el
traje está pegado a la tabla, ¡ay! Porque nadie podrá
tocar su Cuerpo. ¡Huy...! ¡Ay, el Señor, pobrecito, va
con Ella también! Pues, si has muerto antes, ¿cómo
estás ...? Todos ahí. ¡ Huyyy, cuántos ángeles, cuántos,
cuántos! ¡Uf, uf! ¿A dónde la vais a llevar ahora? ¡Ay,
qué luz! Y ¡cómo cantan todos! Todos cantan. Le
hacen una reverencia con la cabeza hasta el suelo. Ya
se la van a llevar. ¡Huy, pobrecitos! ¡ Pobrecita!
(Amparo llora) ¿Dónde la lleváis? ¡Mira qué día
también, el Viernes Santo...! (Nombra el Viernes Santo
como día de muerte) ¿También muere Ella? O ¿se
duerme...? Y ¡qué calor! Hace el mismo calor que
cuando te crucificaron (habla con Jesús. Esta palabra
no está en la cinta. La ha dicho posteriormente
Amparo). ¡Huy! Te estabas en la Cruz Tú. ¡Ay, Señor,
qué grande eres! ¿Dónde la vais a llevar? (Habla el
Señor. Sus cortesanos son los ángeles):
141
La llevaré con todos mis cortesanos, todos los
profetas, todos los mártires, todos los santos, Adán y
Eva..., al valle de Josafat. (Habla Amparo con
asombro):
¡Huy..., ay! ¿Otra vez la...? Pues, si es igual que lo tuyo
la piedra esa. ¿Van a meter ahí? (Le responde el
Señor):
Por ser Madre de Dios, resucitará igual que Yo, al
tercer día. Su alma será llevada al paraíso y su cuerpo
permanecerá tres días en este mismo lugar.
(Emocionada admiración de Amparo):
¡Huy..., bueno! Uno se queda ahí, otra se va, ¡es el
alma...! ¡Huy..., cómo es...! ¡Ay..., qué luz...! ¿De dónde
sale esa luz? ¿De ahí? ¡Ay! ¿Dónde la lleváis ya? Pues
está ahí, está ahí. ¡Ay! Ese es el espirítu, y ese es...
¡Bueno, que lío! ¡Ay! ¿Dónde va a entrar? ¡Qué voz...!
Se oye una voz. ¡Qué fuerte la llamada! (Es la voz del
Padre Eterno que le dice invitándola).
Sube, hija mía, amada mía, entra en el trono que hay
preparado para Ti. Nadie ha pisado en este lugar. Sólo
tu planta virginal es la que pisará. (Sigue Amparo
describiendo emocionada):
¡uf! ¡Hala, todos...! ¡Qué luces! Ahora la misma que ha
subido baja, ¡huy..., se mete ahí dentro del sepulcro!
¡Ay, cómo se mueve ese otro cuerpo! ¡Huyyy, qué
cosas..., que luz..., huy, qué luz! ¡Ay, se la llevan ya...!
(Amparo emite inarticuladas expresiones de júbilo)
¡Ay, cómo sube con todos los ángeles! Se vuelve a oír
la voz. (De nuevo invita al Padre Eterno):
142
Sube, María, hija mía. Ya has dejado ese destierro de
dolor y te sentarás en el trono como Emperatriz de
cielo y tierra (indica Amparo): Ahora se oye otra voz
que es la del Verbo:
Madre mía, ¡sube, sube! que estamos esperando en el
trono que tenemos preparado para Ti, gracias Madre,
por haberme alimentado y criado con tu leche
virginal. Serás casi igual a Mí. Todos los títulos serán
concedidos por las tres divinas Personas: Por el
Padre, por el Hijo, que soy el Verbo, y el Espíritu Santo,
que le dice:
Ven, Esposa mía, amada mía, paloma mía, ven, que
serás coronada y tendrá gran poder sobre el mundo
y para salvar a la humanidad. Tu planta virginal
aplastará al enemigo, y serás Reina de cielo y tierra.
(Prorrumpe Amparo emocionada):
¡Ay, ay...! ¿Le ponen una corona...? ¡Ay, qué guapa
estás! (Prosigue el Espíritu Santo):
Pero nadie pisará este lugar; ni aún los serafines ni los
querubines. Está preparado sólo para Ti. (Admiración
gozosa de Amparo):
¡Ay, ay, qué grande es eso! ¡Ayyy...! Vuelven a
reverenciar los ángeles todos. ¡Ay, ay! (También
Amparo hace reverencia hasta el suelo. Tras larga
pausa habla un ángel):
Reina y Señora, aquí estamos postrados a tus plantas
virginales. Somos vasallos tuyos; ordénanos, que
haremos cuanto nos ordenes. (Gozo de Amparo):
143
¡Ayyy, ayyy...!
(Habla la Santísima Virgen a los moradores de la
tierra):
Hijos míos, ¡que grandeza cuando me presenté ante
estas tres divinas Personas! Sufrí mucho en la tierra,
hijos míos, pero tened esperanzas, porque están las
moradas preparadas. Ya se lo dijo mi Hijo a los
Apóstoles: «En la casa de mi Padre hay muchas
moradas.» Y en cualquiera morada será una felicidad,
hijos míos. Aprended a amar, aprended a sufrir,
aprended la humildad, la castidad... Veréis como un
día estaréis cerca de Mí. Y tú, hija mía, sé humilde,
muy humilde, para que un día no muy lejano, puedas
participar con nosotros de tu morada que también
está preparada, hija mía.
(Amparo vierte copiosas lágrimas llorando con
ansiedad y diciendo):
¡Ay, ay! Pero, ¿cuándo? ¿Ay, cuándo? ¿Cuándo me vas
a tener aquí? ¿Hasta cuándo? ¡Ay, yo no quiero ya
estar aquí, llévame!, ¡ay, llévame ahí aunque sea en el
otro sitio más allá!, ¡ay, llévame, llévame yo no quiero
estar aquí, yo no quiero...! ¡Ay, ay...!
(Habla la Santísima Virgen):
Todavía te queda un poco de purificación, hija mía, no
te abandones en la oración. Reza por los que no
rezan, hija mía, y haz penitencia por los que no la
hacen. AMA MUCHO A NUESTROS CORAZONES Y
REFUGIATE EN ELLOS, hija mía.
144
Levantad todos los objetos: todos serán bendecidos
con unas gracias especiales.
(Amparo exclama contenta):
¡Ay, ay...!
(La Virgen bendice y se despide):
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por
medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
Adiós, hijos míos, ¡Adióoos...!
145
Los gobernantes, hija mía, quitan todos los principios
religiosos, para que dentro de los corazones se meta
el vicio y el pecado. No hay lugar dentro de los
corazones para mi amado Hijo Jesús, hijos míos. Los
tenéis ocupados en el mundo, en los placeres, en el
dinero. Sigo, sigo dando avisos como una madre que
ama mucho a sus hijos, y los avisa del peligro que les
acecha; pero ellos siguen cerrando sus oídos sin
escuchar mis llamadas.
Quiero, hija mía, que se haga una llamada de
urgencia a aquellas almas que están escondidas, en el
olvido, en la oración, en el sacrificio, en el desprecio,
en la castidad, en el olvido de ellos mismos. Ya va
siendo hora, hijos míos, que salgáis de vuestros
escondites para llevar la luz a la tierra. Almas que
viven la luz del Evangelio, quiero que salgáis porque
sois los apóstoles de los últimos tiempos.
TODO EL QUE QUIERA SEGUIR A CRISTO, TIENE
QUE VIVIR EL EVANGELIO. Pero, ¡cuidado, hijos míos,
mucho cuidado! Hay millares y millares de profetas
falsos que se llaman apóstoles de los últimos tiempos,
y viven en la abundancia, en el placer. Muchos de
ellos están acudiendo a este lugar y arrastran
grandes masas de almas; y estas pobres almas se
dejan arrastrar por el orgullo y la soberbia. Hijos míos,
os sigo avisando: NO ABRAIS VUESTROS OIDOS A
TODOS ESOS PROFETAS FALSOS, porque todos están
sellados con el número del enemigo y quieren
arrastraros a vosotros para caer en sus redes. Abrid
146
vuestros oídos a mi llamada, hijos míos. La penitencia
y la oración y el sacrificio, os hará humildes y veréis la
luz, hijos mios.
No os dejéis engañar, porque es el tiempo del
precursor del anticristo, que se reúne con grandes
ejércitos de ángeles del mal y está sellando frentes y
manos para el día final que está no muy lejano. Harán
la guerra, hijos míos, pero ¡mucho cuidado!, estáis
viviendo el fin de los tiempos, y Satán está suelto
haciendo su guerra.
Almas imitadoras de Jesucristo, vuestra oración,
vuestro dolor, vuestro sacrificio y vuestras lágrimas
llegan al cielo, hijos míos, y ayudarán a todas estas
almas que por ignorancia se dejan arrastrar.
Hijos míos, pido más oración y más sacrificio. (Habla
en lengua extraña. Parece que dice): ADATABUI,
GUALA IJULIBI SBER, SARABI. Mira si está proximo,
hija mía. Muchas almas, cuando llegue este momento,
gritarán a la muerte, y dentro de sus entrañas,
recibirán (idioma extraño): JARARABA BI TOLA. Y
cuando griten a la muerte, la muerte nos les querrá
oír. Dios está muy enfadado con el ser humano. El ser
humano (de nuevo el idioma extraño): ELABAGUA
GUIDI BEIN.
AMPARO: (solloza diciendo)
¡Ay! Perdónalos, perdónalos, ¡ay! dales más tiempo,
¡ay! dales más tiempo.
LA VIRGEN: La cólera de Dios está próxima, hija mía.
147
El hombre no respeta la vida humana. Ni aún la
propia naturaleza del planeta es respetada. Sólo la
idea del hombre es destruir, hija mía.
Parte del mundo quedará como en un desierto: hasta
las fieras, cuando llegue este momento, saldrán de
sus guaridas y darán terribles aullidos. Sólo una parte
de la naturaleza no será tocada, porque Dios no
permitirá que ni los árboles ni las plantas de ese lugar
sean arrasados. Pero las demás partes del mundo
quedarán desiertas por grandes catástrofes, grandes
terremotos, hija mía, engullirán todo lo que los
hombres han hecho; porque la perversidad de los
hombres sigue en sus corazones y no escuchan la
llamada de Dios, hijos míos.
Os pido a aquellos que todavía estáis a tiempo,
sacrificio, hijos míos, sacrificio y oración. No dejéis de
rezar el Santo Rosario todos los días. El Santo Rosario
es un arma muy potente para salvar a la humanidad,
hijos míos. No os abandonéis en los Sacramentos.
Haced visitas al Santísimo; mi Hijo está triste y solo.
Cuando llegue el momento terrible, los malvados
entrarán en los hogares y matarán a todos los seres
inocentes. Será terrible, hija mía. Haz sacrificio y
penitencia y ama mucho a nuestros Corazones, hija
mía.
Besa el suelo por los pobres pecadores, hija mía.
(Amparo se inclina y besa el suelo. Lo mismo hacen
muchas otras personas.)
Y os repito: cuidado con los profetas falsos; acuden a
148
este lugar para destruir a las almas.
Yo sigo derramando gracias sobre este lugar. Todo el
que venga a aquí recibirá gracias especiales; y
muchos, hija mía, sigo repitiendo, serán marcados
con una cruz en la frente, que será la protección de
Satán. Hay un precursor del anticristo que acude a
este lugar para arrastrar a las almas. Muchas de ellas
han sido selladas en la mano izquierda y en su frente
con el número 666. Sabréis distinguir esta marca
porque se verá en las frentes.
No os abandonéis, hijos míos, ni os dejéis arrastrar.
Imitad a los verdaderos apóstoles y predicad el
Evangelio.
Tú, hija mía, conocerás las marcas; pero, ¡cuidado! (De
nuevo el idioma desconocido parece decir):
KATABAGOTIN.
(Exclama Amparo):
AMPARO: ¡A...y! ¡Ay, ya lo siento! ¡Ah, ese rechazo, sí!
LA VIRGEN: Te haré sentir dentro de tu alma ese
rechazo hacia esa marca. Ayuda a los pobres
pecadores y diles que mi Corazón Inmaculado los
espera para refugiarlos en él. Que en el corazón de
una madre caben todos sus hijos. Que mi Corazón es
tan grande, que cabe el mundo entero dentro de él.
Que vuelvan al buen camino, que su Madre los espera,
y que este Corazón será el que triunfe sobre toda la
humanidad.
Pedid mucho por mi amado Hijo, el Vicario de Cristo.
149
Es muy perseguido, hija mía, por aquellos corazones
endurecidos y perversos que no quieren llevar la
doctrina de Cristo, como está escrito, sino quitar y
poner a su gusto lo que ellos quieren. Por eso es
perseguido, hija mía, porque nuestro Corazon le ama
con todo (parece decir en el idioma extraño): /ufalá
kebón taLá.
Amadlo mucho, hijos míos, y seguid su doctrina. Estad
en constante unión con él.
Sacrificio pídoos, penitencia, hijos mios.
ACUDID A ESTE LUGAR, QUE RECIBIREIS MUCHAS
GRACIAS, HIJOS MIOS.
Y tú, hija mía, sé muy humilde, muy humilde. Sin
humildad no se consigue el cielo.
Levantad todos los objetos, hijos míos, todos serán
bendecidos. Y te repito, hija mía: esta Bendición sirve
en todos los momentos; como te dijo el Angel; para
nosotros el pasado y el futuro no existe; existe el
presente.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por
medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
Adiós, hijos míos. ¡Adióoos!
150
Nuevo. Ella baja con personas de su confianza, y en el
rezo de la Letanía del segundo Rosario que se ofrece
por el Papa, hace su aparición el Señor y la Santísima
Virgen, quedando Amparo en éxtasis; momento en el
que transmite el siguiente mensaje:
EL SEÑOR:
"Venid, hijos de Adán, venid a Mí: dejad los placeres
del mundo y sus vanidades. Quiero reuniros a todos;
no quiero que os salgáis de mi rebaño, hijos míos, os
quiero a todos en un mismo rebaño. Yo sufro, hijos
míos, vuestra desunión, vuestra vanidad, vuestra
soberbia, vuestra falta de caridad. Os quiero
congregar a todos para enseñaros a llevar el
estandarte de mi cruz. Pero para llevar este
estandarte, hijos míos, tenéis que ser humildes, muy
humildes, y no ocuparos de las cosas del mundo. Sólo
ocuparos de las cosas divinas.
Necesito gran número de almas, y busco a gritos;
DEJAOS ENCONTRAR, HIJOS MIOS, que necesito
almas de buena voluntad, para llevar el estandarte de
mi cruz. Venid a Mí, que Yo no os rechazaré como los
mortales rechazan al ser humano. Yo os busco
porque os amo, y quiero revestiros de gloria y
desnudaros del mundo. (Pausa larga. Continúa
hablando el Señor):
RETIRAOS DE AQUELLOS QUE OS ALABAN, HIJOS
MIOS, Y BUSCAD A AQUELLOS QUE OS
DESPRECIAN. Yo vendré a ensalzar a los humildes y a
abatir a los poderosos; (pausa) a juzgarlos, no a
151
redimirlos. Vendré a derribar a todos los soberbios,
hijos míos; BIENAVENTURADOS LOS LIMPIOS DE
CORAZON, PORQUE ELLOS VERAN A DIOS.
BIENAVENTURADOS AQUELLOS QUE SON
CALUMNIADOS Y PERSEGUIDOS A CAUSA DE MI
NOMBRE. (Pausa larga.)
Repite, hija mía; vendré a redimir a toda aquella alma
de buena voluntad, pero, ¡ay, de aquéllos poderosos
que su mente está sólo en las riquezas y en su
sabiduría y que esta sabiduría la emplea para las
cosas del mundo! Más le valiera no haber nacido, hijos
míos; porque me manifiesto a los humildes, para
confundir a los grandes y poderosos.
Y vosotros, almas consagradas, ¡despertad de ese
sueño tan profundo! Satán os tiene engañados y no
reconocéis la ofensa a vuestro Dios ni reconocéis
vuestras culpas. Volved al buen camino, hijos míos, MI
CORAZON SUFRE PORQUE OS AMA. (Pausa.)
Repetid diariamente las palabras de: CORDERO DE
DIOS QUE QUITAS LOS PECADOS DEL MUNDO, TEN
MISERICORDIA DE NOSOTROS. Porque Yo seré el
que tendré misericordia de toda la humanidad que
quiera seguir el Evangelio.
Amaos, hijos míos, y pensad que los humildes serán
los que conquistarán el cielo. Mis ángeles, armarán
una gran guerra contra los soberbios y contra los
poderosos que no quieran oír mi voz.
Y vosotros, almas consagradas, os repito: VENID A MI
152
QUE SOY EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA. No os
dejéis dominar por Satán; es un tiempo crítico para
las almas. Satán quiere reinar y armará la guerra,
pero mis ángeles congregarán a todos los escogidos y
los sellarán, para que Satán no se apodere de ellos.
Pero ALIMENTAOS DE LA ORACION Y DEL
SACRIFICIO, PARA QUE SATAN NO HAGA ESTRAGOS
EN LAS ALMAS. OS AMA TANTO MI CORAZON, HIJOS
MIOS, QUE OS GRITA DESDE LO MAS PROFUNDO:
VENID A MI QUE OS ESPERO, HIJOS MIOS. (Pausa.)
Y tú, hija mía, cuanto mayor dolor, mayor prueba,
mayor sufrimiento... MAYOR PREMIO, hija mía; más
cerca estarás de nosotros. (Pausa.)
SED HUMILDES Y RECHAZAD A AQUELLOS QUE OS
ALABEN. LA VANIDAD ES UN PECADO PELIGROSO
PARA EL ALMA, HIJOS MIOS.
Como te he dicho en otras ocasiones, hija mía, sólo
Dios puede reinar en las almas.
No os creáis el centro, eso te lo he enseñado a ti: sólo
el centro es Dios. (Pausa. Dice Amparo): ¡Ay! (Sigue el
Señor):
Luz, te repito, ámame mucho, ¿me amas?, quiero oír
de tus labios esas palabras, ¿me amas, Luz?
AMPARO: ¡Ay, te amo, Señor! ¡Te amo con todo mi
corazón; con todas mis fuerzas! ¡Ay, cúanto te amo,
Señor! ¡Ayy!
EL SEÑOR:
YA SABES QUE ME GUSTAN LOS CORAZONES
153
SEDIENTOS DE AMOR.
AMPARO: ¡Ay, ay! ¡Ah! ¡Cúanto te amo, Señor!
EL SEÑOR:
Sigue amámdome, PORQUE QUIERO ALMAS QUE ME
AMEN, PERO QUE SE ENTREGUEN ENTERAS A MI,
QUE NO PERTENEZCAN AL MUNDO.
AMPARO: ¡Ay! ¡Ay, qué guapo eres! ¡Ay, qué belleza!
Te amo, Señor, te amo, ¡mi corazón está inflamado de
tu amor! Aunque soy débil a veces me dejo dominar
por mis sentidos. Pero quiero ser tuya ¡tuya, Señor!
¡Ay, Señor, qué amor tan grande...! ¡Ay, ay!
LA VIRGEN: Hijos míos: Amad mucho a mi Hijo. No
desfiguréis su Rostro con vuestros pecados, mi
Corazón sufre mucho, porque os ama. Mi Corazón
Inmaculado, hijos míos, será el que triunfe en la
humanidad. Habrá grandes purificaciones en la tierra:
grandes catástrofes, hijos míos. No os abandonéis en
la oración ni en el sacrificio; sed humildes, hijos míos;
SIN HUMILDAD NO SE CONSIGUE EL CIELO.
(Clama
Amparo): ¡Ay!
(Sigue la Santísima Virgen):
Y tú, hija mía, sigue ofreciéndote víctima de
reparación por los pecadores, hija mía. Besa el suelo
en reparación de todos los pecadores del mundo.
(Pausa mientras Amparo besa el suelo. Continúa la
Virgen):
154
Y os sigo repitiendo: amad a la Iglesia, hijos míos,
amad a mi Vicario; obedecedle en todo y pedid por él;
sigue en un gran peligro.
Repito: EN ESTE LUGAR, MI CORAZON ESTA
DERRAMANDO MUCHAS GRACIAS, HIJOS MIOS
HABRA MUCHAS CURACIONES DE ALMA, Y TAMBIEN
DE CUERPO, HIJOS MIOS. SEGUID ACUDIENDO Y
REZAD EL SANTO ROSARIO CON MUCHA
DEVOCION.
Levantad todos los objetos, todos serán bendecidos
con gracias especiales, hijos míos. (Pausa.)
Todos han sido bendecidos. Os repito, hijos míos:
HUMILDAD, y no salgáis de mi rebaño, porque el
rebaño de mi Hijo, es el mío; y en este rebaño seréis
vestidos de gloria, hijos míos, si cumplís con nuestras
palabras.
PREDICAD EL EVANGELIO POR TODOS LOS
RINCONES DE LA TIERRA.
Hoy va a bendecir mi Hijo:
Os bendigo, como el Padre os bendice, por medio del
Hijo y con el Espíritu Santo.
¡Adiós, hijos míos! ¡Adióooos!
155
siempre Virgen María, Madre de Dios y Madre
nuestra, cumpliendo su promesa, invita a Luz
Amparo, quien baja a Prado Nuevo, acompañada de
personas allegadas. Durante el rezo del Santo
Rosario, entra en éxtasis, recibiendo la visita del Señor
y de la Santísima Virgen, de quienes recibe el
siguiente mensaje, acompañado del canto de las
avecillas, claramente percibido en la cinta. A las 17,00
horas del mismo día, terminado el rezo del Santo
Rosario, este mensaje es transmitido a la multitud de
peregrinos asistentes.
LA VIRGEN: "Hija mía, hoy vengo revestida de
salvación para los hombres. Vengo a buscar a
aquellas almas que se encuentran en las tinieblas y en
la oscuridad para conducirlas por el camino de Cristo.
Estáis viviendo, hijos míos, unos momentos graves
sobre el globo terrestre. Grave para vuestra alma,
hijos míos. Invocad mucho mi Nombre. Decid:
Oh María, concebida sin pecado; ruega a la Divina
Majestad de Dios, que tenga misericordia de esta
pobre humanidad.
Invocad a San Miguel, hijos míos. Satán está haciendo
la guerra.
También os pido: entronizad en vuestras casas el
Corazón de Jesús y de María, para que Satán no
entre en vuestros hogares. Venid a vuestra Madre,
que todo el que me busca, me encuentra, hijos míos.
Rezad el Santo Rosario, orad por los sacerdotes,
haced sacrificios por los pobres pecadores.
156
Mira, hija mía, hoy vengo vestida de luz. Y sobre mi
pecho vas a ver el tesoro que tengo escondido.
Dentro de mi pecho están en arca de oro, donde
están escondidas las Tablas de la Ley, hijos míos. Dios
las escondió en esta arca, para que no volviesen a ser
destruidas, para el día del Juicio presentarlas ante
cada nación, a ver si han cumplido con estas santas
Leyes; y ¡ay de aquéllos que no hayan cumplido con
las santas Leyes de Dios, hijos míos! Mira como son
las Tablas, hija mía. (Pausa larga.) Aquí están los
Mandamientos: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu
corazón; con todas tus fuerzas. Amarás al prójimo,
como a ti mismo. No jurarás el Santo Nombre de Dios,
en vano. Santificarás las fiestas. Honrarás a tu padre
y a tu madre. No matarás. No cometerás pecados
impuros. No levantarás falsos testimonios ni mentirás.
No robarás lo de otra persona. (Pausa.) Y todo aquél
que tenga deseos de lo que no le pertenece, tampoco
cumplirá con estas Leyes. (Pausa.) Todo el que
cumpla con estas Leyes, será salvo, porque la Justicia
de Dios está próxima. Mira cuando se abre, el arca, el
tesoro que lleva dentro. Y también verás la justa ira de
Dios.
AMPARO: ¿Hay, ahí dentro? ¡Ay, que cosa más bonita!
Pero hay ángeles, custodiando esto que hay ahí
dentro. ¡Ay, está Jesús ahí en un trono! Hace una
señal a un ángel. Un ángel coge, ¿qué es eso? una
guadaña; se la entrega al Señor, y el Señor con la
guadaña en alto le dice al ángel:
157
Vete y siega toda la hierba seca de la tierra. Y arrójala
lejos, muy lejos, para que el fuego la consuma. (Sigue
explicando Amparo): Manda a otro ángel otra señal, y
le trae otra guadaña. La coge el Señor en la mano y le
manda. (Habla el Señor): Vete por la otra parte y
siega todos los racimos que no dan fruto y tráelos a
este lugar, donde también serán arrojados y
consumidos en ese fuego. (Amparo): Y al otro también
le manda traer otra guadaña, y le manda por la otra
parte de la tierra y le dice: (habla el Señor): Aparta la
cizaña de la buena cosecha y tráela a este lugar
donde será arrojada al fuego. (Amparo): Manda a tres
más y les dice: (habla el Señor): Tocad la trompeta,
para que todos aquellos que estén sellados con una
cruz en la frente y con el número doce, sean puestos
en este lugar al lado del arca. (Habla Amparo): ¡Ay!
¿Qué hay ahí? (Sigue el Señor): Estos participarán de
este jardín. (Clama Amparo): ¡Ay! (Sigue el Señor): Y
aquéllos serán malditos y arrojados al fuego para
toda la eternidad. Tendrán sus mentes puestas en el
mal y rechazarán el bien, porque la perversidad de su
corazón no les permitirá amar. (Amparo se queja):
¡Ay! (Continúa hablando el Señor): Todos estos serán
sellados con el número del enemigo no podrán entrar
donde está el tesoro de la Alianza de Dios.
AMPARO: ¡Ay, Dios mío, sálvalos a todos Señor,
sálvalos!
EL SEÑOR:
Por eso pongo a Mi Madre, de portadora del
158
Evangelio.
AMPARO: ¡Ay! La Santísima Virgen trae un libro en su
mano. ¡Ay! Son los Evangelios. ¡AY, Madre mía! ¿Qué
hay que hacer para salvarse todos éstos?
LA VIRGEN: Hija mía: Id por el camino del Evangelio.
Llevad a todos los rincones del mundo el Evangelio de
Cristo. Todo el que cumpla con los Santos Evangelios,
será salvo, hija mía. Quiero almas, almas preparadas
para estos últimos tiempos. Orad, hijos míos, orad. El
tiempo está próximo.
AMPARO: ¡Ay, Madre mía, ay! ¿Yo te puedo preguntar
algo? ¡Ay! Yo quiero que se salven muchas almas.
¡Ayúdales tú, Madre mía! ¡Ay! Muchos vienen a este
lugar, Señor y Padre mío. Tú que estás ahí también
¡ayúdalos!
LA VIRGEN: Hija mía, pide que tengan fe. No que
vengan sólo a este lugar, sino que sus corazones
estén inflamados del amor a Cristo. Sin fe no se
salvarán. Pide la fe, hija mía. Y pide que respeten este
lugar. Y respeto a la Eucaristía. Que vengan a Mí, hija
mía, que soy la Madre del Salvador; y yo imploraré a
mi Hijo que tenga compasión de todas las almas. Para
Mí todos son hijos míos. No me importa el color de la
carne, ni la clase de lenguas; porque todo está bajo el
dominio de mi Hijo.
AMPARO: ¡Ay! Yo te voy a pedir que ames mucho a los
Hijos que te quieren, Madre mía, porque te aman y
vienen a este lugar. Si no, no pasarían frío ni calor.
¡Madre, ámalos mucho!
159
LA VIRGEN: Diles, hija mía, que tengan más fe y que
pidan el don de oración y el don de sabiduría, para
poder transmitir el Evangelio por todas las partes.
Todos, hijos míos, tenéis que hablar del Evangelio.
AMPARO: ¡Ay, qué grandezas hay ahí, Señor! ¡Ay qué
corona llevas! ¡Ay! Como Rey, ahí en el trono.
LA VIRGEN: Ese trono es el de la Justicia.
AMPARO: ¡Ay! Pues cuando yo me presente ahí, yo
quiero llevar todo limpio, para que tu Justicia sea
santa. ¡Ay, Señor, cuánto te amo, Señor! Pero yo
quisiera todavía amarte más y más. Y a Ti, Madre mía,
tú que has sido siempre mi protección, te pido me
guíes, para que pueda presentarme ante el trono de
la Divina Justicia, limpia y reluciente, como todas esas
almas que hay ahí. ¡Ay, Madre mía, ámanos mucho,
porque nosotros te amamos. Tú eres mi Madre. Ya lo
sé que eres Madre de todos. ¡Ay, Dios mío, te amo!
LA VIRGEN: ¡Mi pequeña Lucecita! Sigue amando;
amando con todo tu corazón, a tu Jesús.
AMPARO: ¡Te amo, Señor, te amo! No permitas que te
ofenda. Antes quiero morir que ofenderte, Señor. Yo
voy a hacer este pacto Contigo: antes que cometa un
solo pecado mortal, ¡quítame la vida, Señor! ¡Ay, qué
feliz soy amándote, Señor! ¡Amalos a todos, que todos
te aman, Señor!
EL SEÑOR:
Repito: cumplid con las Leyes y amad a Dios, vuestro
Creador. El os espera a todos. Pero tenéis que doblar
160
la rodilla ante El. La vanidad, el orgullo, la soberbia, la
ira; es un pecado grave, hijos míos.
AMPARO: ¡Ay, Madre mía! ¡Danos humildad, Señor y
Madre mía! ¡Ay, yo quiero ser muy fiel a Ti y amar
mucho a las almas y sufrir por los sacerdotes, para
que sean santos. Amo mucho al Santo Padre, porque
sé que es un santo varón. Amo a la Iglesia y quiero
sufrir para que los sacerdotes sean santos y amen
mucho también a tu Vicario, Madre mía. Y te pido por
los pecadores, para que no te ofendan.
LA VIRGEN: Seguid rezando, hijos míos, el Santo
Rosario diariamente, y acercaos a la Eucaristía. Y
entregaos, como os he dicho otras veces, no a
medias. Me gusta la entrega, pero total, de las almas.
AMPARO: ¡Ay, Madre mía! Hazme una cruz, Señor, en
la frente. (Pausa.) Quiero que los selles a todos;
porque todos quieren amarte, Señor. Son débiles,
pero te aman. ¡Amalos mucho Tú! Yo te voy a pedir
por un enfermo: ¡Ay, Señor! Pero haz lo que quieras
con él. ¡Ay! Ya sé que ese alma te ama mucho y ha
trabajado mucho por tu gloria, Señor. Pero sobre todo
no le hagas sufrir, ¡pobrecito! Y te pido también por
tantos como hay enfermos. (Pausa.) ¡Ay!
EL SEÑOR:
Me interesa la curación del alma más que la del
cuerpo. Aunque habrá grandes prodigios en este
lugar. Pero primero, las almas tienen que venir con
mucha fe.
161
AMPARO: ¡Gracias, Señor, gracias! ¡Ay...! ¡Dame
humildad, Dios mío!
LA VIRGEN: Besa el suelo, hija mía, en reparación de
todos los pecados del mundo. (Pausa) Hijos míos,
amad mucho a vuestra Madre, que vuestra Madre os
ama ¡con todo su Corazón! Y pensad que mi Corazón
triunfará; este Corazón Inmaculado, sobre toda la
humanidad. Hoy vamos a dar una bendición muy
especial, pero antes vas a ver cuántas almas, por
medio de la oración dejan de sufrir las penas del
Purgatorio, hija mía.
AMPARO: ¡Ay, cuántas! Son palomas todas. Miles y
miles. Palomas llenas de luz. ¡Uyyyy, Dios mío!
LA VIRGEN: Para que veas el valor y el poder de la
oración, hijos míos.
AMPARO: ¡Ay! ¡Ay, cuántas, Dios mío! ¡Ay, cuántas,
Señor! ¡Ay! Se ha tenido que quedar vacío. ¡Ay!
LA VIRGEN: Todavía hay muchas almas, hija mía, que
tienen que purgar sus faltas y sus pecados. Seguid
rezando por ellas. Y seguid rezando por los pobres
pecadores, para que no participen de las penas del
infierno. Satán es muy astuto; no duerme. Estad
alerta, hijos míos.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos.
(Pausa).
Os bendigo, hijos míos como el Padre os bendice, por
medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
¡Adiós, hijos míos! ¡Adiós!
162
MENSAJE DEL DÍA 6 DE DICIEMBRE DE 1986
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
Como es habitual, Amparo acude a Prado Nuevo, a
tempranas horas de la mañana, acompañada de
unas pocas personas de su confianza, a la cita que
tiene con la Santísima Virgen, todos los primeros
sábados de mes.
Durante el rezo del cuarto misterio glorioso del Santo
Rosario al finalizar éste, Luz Amparo, con una
expresión de gozo indescriptible, mirando al cielo, cae
de rodillas y queda en éxtasis, al hacer su presencia la
Santísima Virgen, que por boca de Amparo transmite
el siguiente mensaje:
LA VIRGEN: "Hija mía, mira qué poco vale la oración
mal hecha, mira cómo vengo vestida, como una
mendiga. Cuando la oración no sale de lo más
profundo de vuestro corazón, tiene menos valor, hija
mía. Cuando la oración es bien hecha vas a ver cómo
me visto, hija mía. Cada oración bien hecha es una
flor que sale de vuestra boca, hijos míos, y llega al
Paraíso y allí se forman hermosos jardines para la
eternidad. Haced la oración bien hecha. Ahora más
que nunca, hijos míos, es necesario orar, porque cada
día aumenta la cizaña en el trigo y sólo con la oración,
hijos míos, podéis ser árboles que deis buenos frutos.
No sufráis por aquellos sarmientos secos. ¿Cómo
comprendéis que el árbol malo dé buen fruto, hijos
míos? El árbol malo seguirá dando malos frutos y el
árbol bueno dará buen fruto, hijos mios.
163
EL SEÑOR:
Mirad, hijos míos: no os duela que os calumnien, que
se rían de vosotros, que seáis perseguidos. TODO EL
QUE AMA A CRISTO ES PERSEGUIDO Y
CALUMNIADO. Yo fui calumniado, hijos míos, en aquel
tiempo por defender la verdad. ¡Cristo fue
calumniado, hijos míos! (Se producen ahora gestos de
admiración en la vidente, que sin duda está viendo
alguna excepcional visión. Y el Señor le dice):
Mira la divina Majestad. Yo fui calumniado, hijos míos,
gravemente en aquellos tiempos por amar a los
pobres, por curar a los ciegos, por hacer andar a los
paralíticos, por defender la verdad. Fui calumniado
gravemente y sigo en este tiempo; sigo calumniado
gravemente con palabras que en mis labios casi no
puedo pronunciar. En aquel tiempo me llamaban
endemoniado, me llamaban el impostor, me llamaban
farsante. Y en este tiempo, hija mía, ¿cómo me llaman
los hombres? ¡Qué palabras más vergonzosas, hija
mía! En aquel tiempo me dieron muerte, pero mi
muerte no tiene importancia porque era como uno de
tantos, un fracasado, hija mía, según los hombres.
¡Qué poco valor le dieron a mi dolor, hija mía!
Mi Iglesia llora, llora amargamente, porque mi Iglesia
la han convertido... (aquí Amparo prorrumpe en
suspiros de profunda pena)... casi en un negocio, hija
mía. Se sirven de mi Iglesia, pero no sirven a mi
Iglesia. Se ha introducido Satanás en esa amada
Esposa mía.
164
Pedid mucho por mis almas consagradas. ¡YO GRITO
A MIS ALMAS CONSAGRADAS QUE SE RETIREN DEL
MUNDO, QUE NO PERTENECEN AL MUNDO QUE
PERTENECEN A DIOS! Yo les he dado poder para
hacer y deshacer. Pero lo mismo que pueden salvar
muchas almas, pueden destruir muchas almas.
¡ALMAS CONSAGRADAS MIAS, VOLVED AL CAMINO
DEL EVANGELIO! Os habéis abandonado en la
oración y en la penitencia y vuestra alma está
anémica, hijos mios. (Amparo llora ante estas
palabras. Prosigue el Señor):
Bebe unas gotas del Cáliz del dolor. (Se escuchan las
notorias repugnancias que le produce la deglución del
líquido dado a beber. Amparo tose y carraspea varias
veces. Cuando se va reponiendo dice): ¡Ay, qué
amargo! ¡Ay! ¡Ay, qué amargo! (sigue hablando el
Señor:
Esta amargura siente mi Corazón por mis almas
consagradas, ¡las ama tanto mi Corazón... y qué mal
corresponden a mi amor! No le dan importancia al
pecado. Quitan y ponen a su antojo. ¡Pobres almas!
VOLVED A MI, QUE MI CORAZON OS ESPERA.
Y vosotros, pueblo mío, convertíos; no os vaya a pasar
como cuando Noé: los hombres comían, bebían,
fornicaban, hasta que Noé se metió en el Arca y
perecieron todos. (El amargor del Cáliz del dolor le ha
afectado tanto a Amparo, que aún lo acusa al cabo de
bastante rato.)
(prosigue hablando el Señor):
165
Pueblo mío, pedid perdón a Dios, vuestro Creador. Y
HAGO UNA LLAMADA A LA ORACION Y A LA
PENITENCIA. Y vosotros, no os importe ser
calumniados y perseguidos. LA MEJOR PRUEBA DE
QUE SOIS MÍOS ES EL SILENCIO, HIJOS MÍOS.
Amaos los unos a los otros.
(Pausa larga. Emoción de Amparo)
AMPARO: ¡Ay, ay, qué grande eres! ¡Ay, qué grande
Dios mío! ¡Ay, ay, te amo Señor! ¡Ayúdame, Señor!
¡Ayúdame! ¡Ay, Madre mía, qué hermosura, qué
grandes sois! ¡Ay, ay! ¿Qué quieres, Madre mía? (La
Virgen le habla largamente en lenguaje celestial,
como nunca lo había hecho de extenso. Al terminar,
Amparo responde a la Virgen):
Yo se lo diré, Madre, ¡ay!... en secreto... (Vuelve la
Virgen a hablarle en el mismo idioma. Al terminar,
Amparo vuelve a exclamar):
¡Ay, qué grande! ¡Te amo, Señor, te amo! ¡Ay, ay!
¡Señor: haznos que todos te queramos! ¡Te amo! ¡Ay!
EL SEÑOR:
Pedid por mi Iglesia, hijos míos. Mi Iglesia sufre
porque el rebaño de Cristo está dividido. Y dije:
HABRA UNA SOLA IGLESIA, CON UN SOLO REBAÑO
Y UN SOLO PASTOR.
LA VIRGEN: Los hombres, hija mía, están ansiosos de
ver y van de un lugar a otro con el deseo de ver.
¡Cuidado, hijos míos, que el enemigo es muy astuto y
os puede hacer ver lo que no existe, hijos míos. No
166
andéis de un lugar para otro! Amad mucho nuestro
Corazón, que nosotros os amamos con nuestros
Corazones.
Hoy voy a dar una bendición muy especial, hijos míos.
Besa el suelo, hija mía, en reparación de todos los
pecados del mundo. (Hay una pausa larga, mientras
Amparo besa el suelo. Lo mismo hacen muchísimas
personas.)
Amaos unos a otros y sed humildes, hijos míos. SI NO
HAY HUMILDAD, NO HAY CARIDAD.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos.
(La enorme muchedumbre levanta en sus manos
infinidad de objetos.)
Todos los objetos han sido bendecidos, hijos mios.
Aunque martiricéis vuestro cuerpo, y aunque os
creáis que estáis cumpliendo por poneros en los
primeros puestos en las iglesias para que os vean, si
no amáis, no tiene ningún valor aquello que hagáis,
hijos míos. Haced honor a vuestro nombre. AMOR,
UNION Y PAZ. A ver si meditáis estas palabras, hijos
míos. Y haced mucha oración. Velad mucho por los
sacerdotes. Mi Corazón los ama. ¡Pobres almas, cómo
corresponden a ese amor!
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por
medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
Adióooos!
167
MENSAJES 1987
MENSAJE DEL DÍA 3 DE ENERO DE 1987
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
Luz Amparo acude a la cita que todos los primeros
sábados de mes, tiene con la Santísima Virgen en
Prado Nuevo. A tempranas horas de la mañana, y
acompañada de pocas personas de su confianza,
bajo un intenso frío, rezan el santo Rosario. En el
segundo misterio gozoso, Luz Amparo cae de rodillas
y queda en éxtasis al hacer su presencia la Santísima
Virgen, que por su boca transmite el siguiente
mensaje:
LA VIRGEN: «Hija mía, mi Corazón sigue triste porque
los hombres siguen olvidados de las obligaciones que
tienen con Dios. No cumplen con las Leyes que Dios
instituyó, hija mía, para los hombres. No santifican las
fiestas. La mayoría de los hombres no pisan los
templos de Dios, se olvidan de sus Leyes. Los
domingos, hija mía, muchas iglesias están vacías; no
se preocupan nada más que de divertirse, y mi
Corazón sigue derramando gracias sobre todos los
corazones. ¡Qué tristeza siente mi Corazón, porque
veo que muchos de mis hijos se introducen en la
profundidad de los infiernos! Se olvidan de Dios y se
meten en el placer. Sí, hija mía, lloro porque soy
Madre, Madre de gracia, de amor y de misericordia.
Se olvidan de Dios, hija mía; aman el placer, el mundo,
168
pero Dios es siempre el último. Juran falsamente y no
les importa que en su juramento vaya la muerte del
ser humano. Matan, hija mía, por el placer de matar;
las fieras son mejor que el ser humano, porque la
fiera no mata, si no es para defenderse o para
alimentarse, pero el hombre mata por el placer de
matar, hija mía. Las madres se han convertido en
asesinas de sus propios hijos; ¿cómo no va a estar mi
Corazón triste, hija mía? En las familias ha
desaparecido el amor y la unión. Los crímenes siguen,
las envidias, hija mía, y la muerte. Todo esto es el
producto del pecado. Y mi Corazón sigue sufriendo y
derramando gracias, para que el ser humano vuelva
sus ojos a Dios. Grita, hija mía, que se pongan en
nuestras manos y cesarán las envidias, los crímenes y
habrá paz en sus hogares.
¡Qué pena siente mi Corazón, porque los cristianos se
llaman cristianos de nombre, pero no cumplen con
sus obligaciones de cristianos! Han olvidado las Leyes,
las Leyes que Dios instituyó, hija mía; porque si los
hombres cumpliesen con esas Leyes, no caería
ninguna plaga sobre la tierra.
En la Iglesia de mi Hijo hay muchos enemigos, hija
mía, sigue entrando la cizaña en el trigo, y mi Hijo va a
retirar la cizaña de su reino y la va a arrojar al horno
de fuego.
Sigo orando por vosotros, hijos míos, para que mi Hijo
tenga misericordia de vosotros. Sí, grita y di que oro
día y noche por la humanidad. Nunca, hijos míos,
169
pagaréis este dolor, nunca; el dolor de vuestra Madre
amantísima.
Muchos de vosotros, hijos míos, andáis inquietos y
nerviosos, ¿sabéis por qué, hijos míos?, porque os
preocupan más las cosas del mundo que vuestra
propia alma; ocupaos, hijos míos, de vuestra propia
alma, y mi Hijo se ocupará de vuestras cosas; pero os
ocupáis de lo que tenéis que comer y de lo que tenéis
que vestir, y olvidáis el reino de Dios, hijos míos. ¿No
os dáis cuenta que lo más importante es el alma? Os
pido que no os abandonéis en la oración, hijos míos; y
aquellos que no queráis estar dentro, hijos míos, dejad
el puesto libre a otros para que entren; hacéis lo que
los fariseos: ni entráis ni dejáis entrar.
Tú, hija mía, me pides muchas veces que cure tus
dolores, y también pides y gritas que estás enferma;
ningún doctor podrá aliviar tu mal, hija mía, porque
piensa que eres victima y las víctimas tienen que
sufrir. (Amparo llora y exclama):
¡Ay!, pero yo muchas veces me encuentro muy mal.
¡Ay, ay, ayúdame! ¡Ayúdame! (Continúa sollozando al
mismo tiempo que sigue hablando la Santísima
Virgen):
Tienes que sufrir por los pecadores, hija mía. La
víctima tiene que seguir siendo víctima hasta el final.
También pido a todos aquellos que hayan recibido
gracias especiales en el alma y en el cuerpo, que lo
comuniquen a su Pastor, para que éstos abran los
oídos a mi mensaje. ¡Están sordos, hijos míos, y ciegos!
170
Ya te habrás dado cuenta, hija mía, que están
disminuyendo los mensajes, pues todo está dicho, hija
mía. Todo está repetido una, dos y mil veces, hija mía,
pero los hombres cierran los oídos y todo lo que está
dicho se cumplirá.
Entregaos a la oración, hijos míos, no os abandonéis.
Ya te he dicho muchas veces, hija mía, que la oración
es el alimento del alma. Si el alma no está alimentada,
enfermará, hija mía. Pide mucho por los pobres
pecadores, y ofrécete víctima de reparación por esas
pobres almas; sufre, hija mía, en silencio. Ya te he
dicho, hija mía, que tu enfermedad no curará, sólo
podrán aliviarte (Amparo solloza); pero con tu dolor,
hija mía, ¡puedes ayudar a tantas almas que día a día
se salen del camino del Evangelio! Yo veo, hija mía,
cómo se precipitan en el infierno; pero no puedo
hacer nada, su libertad los condena, hija mía. Amaos
los unos a los otros, hijos míos.
Y tú, hija mía, sé muy humilde, muy humilde; con
humildad podrás con todo, hija mía. Y ama mucho a la
Iglesia. Y pedid mucho por mi Vicario, porque mi
corazón le ama tanto...
Besa el suelo, hija mía, en reparación de los pecados
de las almas consagradas. (Amparo se inclina y besa
el suelo.) No le dan importancia, hija mía, al besar el
suelo; pero es un acto de humildad besar donde todos
pisan, hija mia.
Y vosotros, almas que todavía amáis a Dios, vuestro
Creador, encomendaos en sus manos y venid a Mí,
171
que Yo os protegeré debajo de mi manto, para que
Satán no pueda arrebataros, hijos míos. ¡Mi Corazón
ama tanto a las almas, hijos míos, tanto... que el último
día del fin de los tiempos mi Corazón Inmaculado
vendrá para salvar a la humanidad, hija mía!
Amad mucho al Corazón de mi Hijo, amad el Corazón
de vuestra Madre, porque mi Corazón sangra por la
humanidad.
Voy a dar una bendición especial para todas las
almas, especialmente para aquellas almas débiles que
se dejan arrastrar por su debilidad.
Sed mansos y humildes de corazón, hijos míos.
Levantad todos los objetos, todos serán bendecidos.
Y tú, hija mía, no te separes de nosotros, ni tengas
nne- rio, nadie podrá hundir lo que es de Dios, hija
mía, porque Dios sacará adelante mi obra, hija mía. El
me pone por Mensajera para salvar a la humanidad, y
derrama gracias sobre los corazones.
También sonrío, hija mía, porque me agradan mucho
las oraciones de vuestros labios, y de todas las almas
que acuden a este lugar. Una sonrisa para todos, hija
mía. (Amparo, gozosa, exclama):
AMPARO: ¡Ay, qué guapa eres! Pero, ¿hasta cuándo
me vas a tener aquí, hasta cuándo? Yo no se si voy a
poderlo resistir. ¡Ay..., ay! ...
LA VIRGEN: Sé humilde, hija mía, sé muy humilde, y
amanos mucho a mi Hijo y a Mi, hija mía.
AMPARO: Claro que te amo a ti y al Señor ¡ay! yo no
172
se a cuál más, pero... a los dos. Un poquito más… Yo no
sé si se va a enfadar. ¡Ay! Pero a El también le quiero
mucho.
LA VIRGEN: Todo el que me ama a Mi, ama a mi Hijo,
hija mía, porque mi Hijo amó mucho a su Madre y
sigue amando a la humanidad como a su propia
madre.
AMPARO: ¡ay Madre..., ay... ay, que mano mas bonita!
¡Ay, qué hermosura!
LA VIRGEN: Os bendigo, hijos míos, como el Padre os
bendice, por medio del Hijo, y con el Espíritu Santo.
¡Adiós, hijos míos, adiooosss...!
175
Sé humilde, hija mía, muy humilde. Con humildad
podrás conseguirlo todo.
Y oración y sacrificio pido. Venid, hijos míos, que mi
Inmaculado Corazón os espera, pero no se puede ser
del mundo y de Dios; si se sirve a uno, se abandona a
otro, hijos míos. Seguid el camino del Evangelio. Id por
todos los rincones de la tierra hablando de la doctrina
de Cristo. Que nadie confunda mi doctrina.
Besa el suelo, hija mía, en reparación de los pecados
de los hombres. (Amparo se inclina y besa el suelo).
Unidad pido, hijos míos, mucha unidad; me agrada
tanto las oraciones en comunidad, hijos míos... Pero
¡cuidado! que nadie se salga de la doctrina de mi
Iglesia; de mi Iglesia Santa, Católica y Apostólica.
Amad mucho al Vicario de Cristo, hijos míos. Id en
constante... (la Virgen sigue hablando en una lengua
desconocida). Tú puedes decirlo, hija mía.
(Amparo dice):
- ¡Ah!, bueno. (Y añade unas palabras en idioma
extraño).
SIGUE HABLANDO LA SANTÍSIMA VIRGEN:
Todos recibiréis mi gracia, hijos míos. Os repito:
conservaos como hostias vivas, santas y puras para la
gloria de Dios.
Pide mucho por él, hija mía, sigue en un gran peligro
(Se refiere al Papa).
Seguiré derramando gracias sobre este lugar, de
176
alma y cuerpo, hijos míos. Os sigo repitiendo que
todos aquellos que recibáis gracias especiales, las
comuniquéis a vuestro pastor, hijos míos.
Levantad todos los objetos, todos serán bendecidos.
(Pausa larga).
Todos han sido bendecidos con bendiciones
especiales, hijos míos.
Siguen llegando muchas almas al rebaño de Cristo;
seguid adelante, hijos míos, que Yo estaré con
vosotros. Os bendigo, hijos míos, como el Padre os
bendice, por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
Adiós, hijos míos. ¡Adiós!
178
parece de oro! ¿y qué va a hacer con ese manto? ¡Qué
grande! ¡Ay, cubre muchas iglesias! ¡Cuántas, cuántas
iglesias!; las tapa con ese manto. ¿Pues cómo será tan
grande eso? ¡Bueno! Salen de un lado a otro, rayos
por todos los sitios, ¡bueno!, ¡huy, qué cosas! Se queda
esa otra parte, como hay como muchos muertos ahí,
con esos rayos del Corazón de María, ¡huy!, de María
la Virgen. Pero hay otra ahí que no es Ella. ¡Ay, cómo
se levantan todos esos! ¡Bueno, cómo suben para
arriba! ¡Ay,. cuántos!, de la otra,.¿quién es esa...? Todos
esos rayos los levantan para arriba. ¡Huy cómo suben!
¿Quién son todos esos? Pues estaban como si
estuvieran ahí muertos todos. ¡Ay, María!, ¡pero qué
grande eres!, ¿cómo puedes hacer eso? ¡Huy, lo que
sale de su Corazón! ¡Huy!, yo no sé como puedo decir
eso que se ve ahí, en ese lado. ¡Ay!, eso escama una
bola de fuego. ¡Huy, lo que van a hacer! Todos esa
parte... ¡No, todavía no! ¡Ay, todavía no! ¡Ay, que no
salga eso! ¡Ay, que vamos a pedir mucho! ¡Ay! ¡Ay,
cómo se abre eso! ¡Ay! ¡Ay, qué no se abra! ¡Ay, ay,
Madre mía, sujétalo! ¡Ay!, que vamos a pedir todos
mucho, ¡no lo abras! ¡Ay, que no lo abras! Pero de ahí
puede ser una cosa tan... ¡Ay, pero si puede
desaparecer todo eso! ¡Ay, sujétalo! ¡Ay, llámalos que
vengan a sujetarlo, que se va a caer! ¡Ay, pero echa
esos rayos hacia esta parte, anda! ¡Ay!, vuélvete un
poquito y los pones ahí en esa parte. ¡Que no mueran,
que no mueran! ¡Ay, que no mueran que son muchos!
¡Ay, que vamos a rezar mucho! ¡Ay, ciérralo, ciérralo!,
¡ay, sujetarlo que va a caer! ¡Ay, qué susto!, ¡ay!,
179
menos mal que lo habéis cogido. ¡Ay, ay! ¡Ay, ay!
HABLA LA VIRGEN: Mira, hija mía, todos esos rayos
son gracias que mi Hijo manda a la Iglesia, para que
los hombres puedan recibirlas; pero los hombres, ni
aún ante el espectáculo lastimoso de Cristo en la
Cruz, vuelven sus ojos hacia Dios, hija mía; siguen
obstinados en pecar gravemente, en cometer
sacrilegios. Por eso te pido, hija mía, LA ORACION EN
ESTOS MOMENTOS, ACOMPAÑADA DEL
SACRIFICIO, es lo que podrá salvar la mayor parte
de la humanidad. Ya has visto, hija mía, el mundo está
a punto de desaparecer de la faz de la tierra, la
mayor parte del mundo. No les conmueve el
espectáculo de Cristo en la Cruz; sus corazones están
fríos. Vosotros, hijos míos, podéis sacar esta obra
adelante; no con espíritu de discordia y de orgullo,
sino con espíritu de humildad y de sacrificio. Los que
se llaman hijos de Dios, tienen que ser mansos y
humildes de corazón. Pero entre muchos de vosotros
reina la discordia, hijos míos. Muchos están ciegos y
no ven su soberbia, hijos míos. Los que has visto en
esta parte, hija mía, son los que reciben las gracias, y
Yo con mi manto los protejo, para que nada ni nadie
los dañe. Por eso te digo y te repito otra vez: mi
Corazón Inmaculado reinará. Amad a mi Hijo, hijos
míos; alimentaos de la Eucaristía, porque TODO EL
QUE COMA EL CUERPO DE CRISTO Y BEBA SU
SANGRE, PARTICIPARA EN LA VIDA ETERNA. Pero,
¡ay de aquéllos que rechazan la gracia! que son
180
muchos, hija mía; ya has visto la cantidad de hombres
que están a punto de morir.
HABLA AMPARO: - ¡Ay, Madre mía!, yo te pido que los
perdones; y te prometo que iremos por todos los
sitios, para que las almas se conviertan; yo te lo
prometo, Madre mía. Yo sé que a veces me quejo, ¡ay,
pero perdóname!, yo también quiero irme allá arriba,
pero si Tú quieres que esté aquí para salvar a más
almas, aunque sufra, me dejas. ¡Ay, pero que se
salven, pobrecitas, que se salven! Y te pido también
por las almas consagradas. Yo sé que también te
ofenden mucho muchas de ellas, pero ¡perdónalas!,
que yo también lo digo que es que son humanos;
¡perdónalos! Yo quisiera que fueran santos todos;
pero Tú los vas a ayudar. Y te pido también por todos
los que sufren, ¡pobrecitos! ¡ay!, te doy las gracias por
todos los favores que me concedes también. Yo
quiero amarte cada día más y amar a tu Hijo mucho,
pero soy a veces cobarde. ¡Ay!, Madre mía, Tú no
sabes lo que yo puedo amaros. Y sé que también os
he ofendido muchas veces; pero ahora no quiero
ofenderos nunca, ¡ayudadme a poder soportar todo!,
y ayúdame a ser humilde, que soy muy soberbia. Yo
quiero ser humilde. ¡Ay, Madre mía, qué hermosura,
qué cosa más grande eres, ay! Yo quisiera estar
contigo siempre; pero es que soy muy soberbia, y por
eso te lo digo. Déjame abajo, para que purifique todos
los pecados. Y todos los pecados con que ofenden a
tu Hijo y a Ti. Yo quiero ser humilde, ¡ayúdame!... Te
181
pido por todos, por todos los que acuden a ese lugar y
por todos los que Tú sabes, también. Derrama
muchas gracias, que yo te prometo que las vamos a
recibir todas; y las vamos a recibir por quellos que no
quieren recibirlas. ¡Ay, qué grande eres, Madre mía!,
déjame que te bese el pie... ¡Ay, qué grande eres! ¡Ay,
tu Hijo, cómo estaba de hermoso, qué belleza!
HABLA LA VIRGEN: Os repito, hijos míos: Amaos los
unos a los otros, tenéis que ser todos uno solo. No
hacéis caso, hijos míos. A ti te enseñó mi Hijo que los
hijos de la luz tienen que amarse unos a otros; los
hijos de las tinieblas no aman, tienen el corazón
endurecido; rechazan la gracia; comulgan, rezan,
pero sienten odio dentro de su corazón; esos son los
hijos del mal, hija mía. Los hijos de la luz aman, y
comparten y perdonan. Amaos, hijos míos, como mi
Hijo os ama a todos, y como mi Hijo amó y perdonó a
sus enemigos. Y tú, hija mía, sigue con tu alegría
dentro de tu dolor; ya sabes que a mi Hijo le agrada
mucho que tu cara no refleje el sufrimiento.
AMPARO: - ¡Ay, qué grande eres, Madre mía!, ¡ay!,
¿vas a bendecir los objetos?, pero da una gracia muy
grande, para que las almas se conviertan, y los
pobrecitos que están en los hospitales, que sufren
tanto, para que sientan alivio en ese dolor, Madre mía.
Haz que esta bendición sea con gracias especiales
para los enfermos. ¡Ay, Madre mía!
HABLA LA VIRGEN: Levantad todos los objetos.
(Pausa). Todos han sido bendecidos con gracias
182
especiales para los pobres pecadores y para las
almas que sufren.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por
medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
Adiós, hijos míos, ¡adiós!
184
La Virgen: Sí, hija mía, se puede orar, amar y reparar.
Estas tres cosas.
Amparo: ¡Ay!, para sacarlos a todos de ese lugar. ¡Ay!
La Virgen: Por eso me ha puesto mi Hijo como último
recurso, para la salvación de las almas, hija mía. Mi
Hijo está agotando todos los medios para salvarlas.
Mira estas otras, cómo se dedican a adulterar la
Biblia, la Palabra Divina de Dios. Quitan y ponen lo
que les agrada y van de puerta en puerta
confundiendo a las almas. No os dejéis arrastrar por
ellos, hijos míos. El que no honra a Cristo...
Amparo: ¡Uy, uy, lo que hacen! ¡Ay!, pero es otra
nueva...
La Virgen: La hacen a su gusto y a su medida. Sí,
ponen muchas palabras del Evangelio, pero las
quitan, y ellos a su modo las ponen para atraer a las
almas. Estos demonios, mira cómo se apoderan de
ellos, para destruir la Palabra de Dios; para destruir a
María, que por María vino la salvación al mundo, y con
María, en la segunda venida, vendrá también la
salvación.
Sí, hijos míos, por María vino la Redención y por María
vendrá la salvación. El Salvador nació de esa Virgen
Pura e Inmaculada y los hombres blasfeman contra
Ella, quitando ese don que Dios le dio de ser Pura e
lnmaculada. El que no ama a María no ama a Jesús.
Amparo: Yo te amo mucho, Madre mía, aunque no
soy digna y tengo muchos defectos. Yo pienso
185
muchas veces, como tengo tantos defectos, si Jesús
se retirará de mi. ¡Ay, muchas veces lo pienso!
La Virgen: No, hija mía, ya te lo he dicho muchas
veces, que tus defectos no serán causa de que Jesús
se retire de ti; procura corregírtelos. Pero Jesús ama
a las almas, aún con defectos, hijos míos. Lo que
quiere de ellos es su limpieza de corazón, porque ya
lo dice: «BIENAVENTURADOS LOS LIMPIOS DE
CORAZÓN, PORQUE ELLOS VERÁN A DIOS». Sed
mansos y humildes de corazón.
Amparo. ¡Ay, qué grandeza tienen esos ángeles! ¡Uy,
tienen también poder! ¡Ay, Madre mía! ¡Uy, pero
cuántos demonios hay también!, ¿no? ¡Hay muchos,
muchos, muchos ahí...! Hay miles y miles, ¡cómo van
de allí para acá! ¡Uy qué malos son! ¡Uy, por qué no
desaparecen todos ellos! ¡Ay, qué grandeza la de aquí,
y qué basura la de allí! ¡Ay, Madre mía!, no nos
abandones a ninguno; derrama muchas gracias
sobre todos ellos. ¡Ay!
La Virgen: Hija mía, quiero que sean agradecidos y
den testimonio de tantas, tantas gracias como
reciben. Prometí derramar muchas gracias sobre este
lugar; las estoy derramando, pero las almas se
quedan mudas y sordas. DAD TESTIMONIO, HIJOS
MÍOS, VUESTRA MADRE OS LO PIDE. Y no os
preocupéis tanto del cuerpo; es más importante el
alma. Acercaos al Sacramento de la Penitencia, al
Sacramento de la Eucaristía, por que TODO EL QUE
COME EL CUERPO DE CRISTO Y BEBE SU SANGRE
186
NO MORIRÁ, PORQUE TENDRÁ VIDA ETERNA.
¿Cambias? Cambiad, para que recibáis todo esto.
Amparo: ¡Ay, qué grandezas Madre mía, pero si sois
tan grande! ¡Ay!, ¿qué queréis que haga yo, para
poder reparar, Madre mía? ¡Ay, yo quiero hacer lo
que sea! Lo que me digáis Vos, Madre mía. ¡Ay, Señora
mía, qué guapa sois! ¡Ay, qué Hermosa eres, Madre!
¡Ay, quiérelos a todos mucho!, porque todos los que
vienen a este lugar, todos hacen un sacrificio para
venir; derrama gracias sobre ellos, Madre mía, que
ellos te aman mucho también. ¡Ay!
La Virgen: Sí, hija mía, muchos acuden a este lugar sin
fe, pero sus corazones se derriten por el amor que
mando sobre ellos. Soy Madre y amo a todos mis
hijos, ¡a todos, hija mía!, te repito que no distingo
razas, porque los amo a todos con todo mi Corazón.
Amparo: ¡Ay!
La Virgen: Y vosotros, hijos míos, aprended bien el
Evangelio y gritad por todos los rincones del mundo
que Cristo va a venir y hará un juicio pequeño a todas
las naciones de la tierra. Que cambien sus vidas, que
el tiempo se aproxima. Amaos mucho unos a otros,
hijos míos, porque mi Corazón os ama a todos, Y
TODOS LOS QUE TRABAJÉIS POR LA GLORIA DE MI
DIOS, SERÉIS BIEN PAGADOS, hijos míos, en la tierra
y en el cielo. Pero, ¡ay de aquellos que desprecian mis
palabras, y aquellos...! (Amparo habla en un idioma
extraño), porque no quieren arrepentirse. Porque mi
Corazón derrama gracias sobre todos, y aquellos que
187
más necesitan, más gracias derramo sobre sus
corazones. Pero se hacen sordos y mudos, hija mía.
Ve de rodillas y ofrécelo por la salvación de las almas.
Besa el suelo, hija mía, por la conversión de los
pecadores. TODO SACRIFICIO QUEDARA
RECOMPENSADO hija mía.
(La Santísima Virgen invita a Amparo a caminar de
rodillas por la pradera; ella lo hace con las manos
juntas sobre el pecho, y con el rosario entre ellas.
Amparo cae al suelo y queda inerte durante unos
segundos, en los cuales ve al Señor con la Cruz a
cuestas, y ella se la pide, con el deseo de descargarle
de ese peso.
Lentamente se va incorporando de rodillas, y
levantando la mano derecha hace ademán de sujetar
la Cruz -que nosotros no vemos-, pero que se aprecia
cómo la vence ese peso sobre el lado derecho, y
trabajosamente empieza a caminar de nuevo de
rodillas, percibiéndose un sonido como de un madero
arrastrado sobre piedras. Luz-Amparo cae de bruces
sobre la nieve varias veces, levantándose ella sola
cada vez que cae. Sigue su recorrido fatigosamente y
sin dejar de repetir: «En reparación por los
pecadores», con una capacidad de sufrimiento que
desborda toda resistencia humana, y llegando así
hasta el punto de partida, donde, dirigiéndose al
Señor le ofrece la Cruz que ella carga hasta ese
momento y le repite entrecortadamente: «Cógela,
cógela». En ese momento Amparo, al sentirse
188
descargada del peso de la Cruz, cae de nuevo sobre
la nieve, de bruces. El viento y la nieve la azotan.
Pasados unos segundos, Amparo vuelve a
incorporarse lentamente hasta quedar de rodillas de
nuevo.)
Amparo: ¡Ay, ay, Madre mía! ¡Ay, Madre mía! ¡No
puedo más! ¿Qué quieres que haga por los
pecadores...?, por los pecadores, por los pecadores.
¡Ay, ay, lo ofrezco, Señor! ¡Madre mía, ayúdame!,
porque estoy casi muerta. ¡Ay, ay, Madre mía, qué
grandeza la tuya! ¡Ay, si yo lo que quiero es irme ya
contigo! ¡Ay, ay, ay, otra vez a beber el Cáliz,
¿también...?, y a besar otra vez el suelo. ¡Bueno!, pues
lo beso, ¡venga! Y me das el Cáliz también, ¿o no? Si
quieres bebo también. ¡Bueno, venga! Dame que beba
también. (Se oye como traga un líquido que le
produce náuseas.) ¡Ay..., ay, ay, ya te ayudo a Ti
también a sufrir por los pecadores, Madre mía! Pero si
esto tiene mucho valor. Pero, ¿y si no tiene valor,
Madre mía? ¿Qué vamos a hacer más? ¡Ay, Madre, yo
te amo mucho! Si yo sé que el cuerpo no sirve para
nada, pero... Hay veces que no puedo más, ¡cómo no
me des tu fortaleza...! A tu Hijo, que me dé mucha
fortaleza para poder soportarlo.
¡Ay! ¡Ay! ¿Vas a mandar una bendición muy especial
para todos? Pobrecitos, todos te quieren mucho,
todos los que vienen aquí. ¡Ay!, y Madre mía, el otro
día, que me decías que a ese lugar que no acudiesen,
o los de aquí, ¿cuál lugar era? ¡Ah, ah!, eran
189
bendecidos todos los de este lugar, y que no
acudiesen a ese otro lugar, pero..., ¿por qué? ¡Ah, ah!
Acláralo Tú, Madre mía. ¡Ah!, ¿a aquél lugar que
dijeron que un mensaje no lo habíamos dado? ¡Ay!, a
ese lugar. ¡Ay, es Talavera! ¡Ah! Ahí están jugando con
tu Nombre ¡Madre mía, perdónalos! ¡Ay! Perdónalos y
dales gracias también. ¡Ay!
La Virgen: Están jugando con mi Nombre, hija mía.
¡Cuántos falsos profetas!, y las almas, ¡cómo se dejan
arrastrar por ellos, hija mía! Hay muchos falsos
profetas. Es el tiempo de confundir a la gente, hija
mía. No hagas caso a ninguno de ellos si Yo no te lo
ordeno.
Amparo: ¡Ay, Madre mía! Pero, ¿todos esos también...?
Y esa mujer también, ¿verdad? ¡Ay, Madre mía!, yo no
voy a decir nada a nadie, pero ya sé todos los que
son, Madre mía ¡gracias! Gracias, y quiero que me des
mucha humildad, porque a veces soy también
soberbia, ¿sabes? ¡Ay, pero yo quiero amaros mucho;
amar a la Iglesia, amar al Papa y a los sacerdotes.
Enséñame cómo los tengo que amar, porque yo
quiero amarlos con todo mi corazón. Y a todos los
hombres también, ¡a todos! Haré sacrificio por ellos,
pero ayúdame, Madre mía, porque estoy como un
guiñapo a veces, ¿eh? Pero no me importa, Madre, ¡ay,
no me importa dejar esto! ¿Vas a tardar mucho en
subirme? ¡Ay!, porque no estoy en ningún sitio. Ahora,
ni aquí ni allí, ni arriba. Pues, ¿cómo puede ser esto,
Madre mía?, en este momento tampoco estoy abajo y
190
tampoco estoy arriba. ¡Ay!, pero bueno, Tú eres la que
lo tienes que hacer todo, con tu Hijo, Madre mía.
Manda una bendición para todos los que sufren,
pobrecitos. ¡Ay, me da tanta pena de ellos! ¡Ay! Y
bendice los objetos, Madre mía.
La Virgen: Levantad todos los objetos, todos serán
bendecidos. (Pausa larga.)
Amparo: ¡Ay...!
La Virgen: Todos han sido bendecidos, con una
bendición especial para enfermos de alma y cuerpo.
Amparo: ¡Ay, qué grande eres! ¡Ah!
La Virgen: Os bendigo, hijos míos, como el Padre os
bendice, por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
Adiós, hijos míos. ¡Adióoosss!»
193
míos.
Os pido humildad y caridad, amor, silencio, castidad,
ayuno para poder ayudar a las almas, hijos míos.
Alimentad vuestra alma con la oración y con el
sacrificio. El sacrificio fortalece el alma; por eso
vosotros la tenéis endeble, hijos míos, porque hacéis
poco sacrificio.
Quiero unión entre todos vosotros. Sed ejemplo de
santidad. Dejad que mi Hijo trabaje en vuestros
corazones.
No dejéis, hijos míos, ni un solo día de rezar el Santo
Rosario. Acercaos a la Eucaristía, hijos míos, todos los
días; recibiréis fuerzas. Y al Sacramento de la
Penitencia.
Tú, hija mía, con humildad podrás adelantar mucho.
Ya sabes que mi Hijo te ama, y no te ha preparado un
camino de rosas, hija mía. Antes hay que pasar por
las espinas y desgarrar la carne, hija mía, y el
corazón, hasta hacerlo pedazos, para pasar luego por
las rosas, hija mía. Todo acaba aquí; aquí no existe la
eternidad. Pero, ¿y la eternidad, hija mía...? Toda será
sembrada de flores. Sufre con humildad, hija mía; haz
sacrificio y penitencia por las almas; ama a la Iglesia,
ama al Santo Padre, hija mía, él es el representante
de mi Hijo en la tierra; pedid mucho por él, y amaos
unos a otros.
Besa el suelo, hija mía, en reparación de todos los
pecados del mundo. (Amparo se inclina y besa el
suelo.)
194
Hoy vas a escribir ocho nombres en el Libro de la
Vida, hija mía. ¿Ves cómo tiene valor el sufrimiento?
Con el sufrimiento purificas a las almas. (Amparo
hace ademán de tomar una pluma entre sus dedos y
escribe de derecha a izquierda, en un libro que
nosotros no vemos.)
No se borrará jamás, hija mía, estos nombres.
AMPARO: ¡Ay, qué alegría! ¡Ay, Señor! ¡Ay! ¡Ay, Madre
mía!
LA VIRGEN: Seguid de pueblo en pueblo, hijos míos,
hablad del Evangelio. ¡Cuántas almas llegan al redil de
Cristo, hijos míos! Y seguid hablando de vuestra
Madre. Os prometo que mi Corazón Inmaculado no
os abandonará, hijos míos, porque El será el que reine
sobre toda la humanidad. Trabajad por la gloria de
Cristo, que recibiréis muchas gracias, hijos míos, aquí
en la tierra, y mi Hijo os tendrá preparado un buen
puesto allá arriba en el cielo, hijos míos.
Ya sabes tú, hija mía, que mi Hijo te da ciento por uno.
Amad mucho a mi Hijo; visitadle en el Sagrario, hijos
míos; no le abandonéis. Imitad a vuestra Madre del
cielo, que no le ha dejado ni un solo momento solo.
Amad a nuestros Corazones, y nuestros Corazones os
protegerán. Pero no pongáis vuestra esperanza en los
hombres, que sólo ponéis vuestra esperanza en los
hombres, hijos míos. Ya sabéis lo que os he dicho: que
casi todos los hombres andan en tinieblas y no veréis
con claridad.
195
Vuelve a besar el suelo, hija mía, por mis almas
consagradas. (Amparo de nuevo se inclina y besa el
suelo.)
Pedid por ellos, hijos míos; necesita la Iglesia pastores
santos. LA IGLESIA LLORA POR SUS ALMAS
CONSAGRADAS, hijos mios.
SACRIFICIO Y PENITENCIA PIDO.
Y os digo, hijos míos, que trabajéis; ESTAIS AHORA
MAS CERCA QUE NUNCA DE VUESTRA SALVACION.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por
medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
Levantad todos los objetos, hijos míos; todos serán
bendecidos para las curaciones del alma y del
cuerpo.
Adiós, hijos míos. ¡Adióoosss!»
6 DE JUNIO DE 1987
MENSAJE DEL PRIMER SÁBADO DE MES
Al amanecer del día 6 de junio, Luz-Amparo acude
como de costumbre a la cita que tiene con la
Santísima Virgen en Prado Nuevo, El Escorial, todos
los primeros sábados de mes, acompañada de
algunos de sus hijos y personas de su confianza.
Rezan las tres partes del Rosario, y en la tercera
parte, que se ofrecía por S.S. el Papa, Luz-Amparo cae
de rodillas y entra en éxtasis al hacer su presencia la
Santísima Virgen; esto ocurre en el quinto misterio. La
pradera lucía su verdor y su perfume fresco de la
196
mañana. El cántico de los pájaros alegraba la oración
matutina. Amparo transmite lo que la Santísima
Virgen le dice:
«Hija mía, aquí estoy, pidiéndote humildad, para que
con tu humildad puedas llevar muchas almas al
rebaño de mi Hijo. Con tu humildad, con tu renuncia a
muchas cosas del mundo y tu sacrificio han llegado
muchas almas que estaban perdidas, a este rebaño.
Sigue, hija mía, renunciando a muchas cosas del
mundo, porque mi Hijo quiere formar una gran
Familia y quiere que esta gran Familia también sea
capaz de renunciar a tantas cosas del mundo, como
el demonio muestra a los seres humanos.
Quiero, hijos míos, que todos aquéllos que queráis
pertenecer a esta gran Familia, seáis fuertes en el
amor; pongáis una voluntad firme para amar; ya
sabéis que el amor no tiene que tener un límite.
También para pertenecer a esta Familia tendréis que
doblegaros a los hombres, hijos míos, y sed humildes.
En esta Familia no quiero el orgullo, porque no puede
haber lugar para ese orgullo; es un pecado capital y,
para llegar a esta Familia, hay que renunciar a todo
pecado: al mundo..., a sus vanidades... ¡Ay de aquel
que le gustan los halagos!, no podrá participar de
nuestra alegría y de nuestra paz, porque ya está
recibiendo en el mundo lo que a él le agrada. Para
pertenecer a esta Familia, hay que ser mansos y
humildes de corazón. Ya sabéis que mi Hijo ha
separado un poco de cizaña del trigo para que esta
197
Familia no sea contagiada.
Quiero, hijos míos, como os he repetido otras veces
que seáis todos una sola persona para amar. Pensad
que sois a imagen y semejanza de mi Hijo, y tenéis un
corazón a imagen y semejanza de El para amar.
Mi Hijo os ama; corresponded a ese amor, hijos míos.
Todavía estáis muy apegados a las cosas del mundo;
hay que despegarse, hijos míos, porque os repito:
NO SE PUEDE SERVIR A DIOS Y AL HOMBRE,
PORQUE OS FORMÁIS MUCHOS DE VOSOTROS
UNOS DIOSES A IMAGEN Y SEMEJANZA VUESTRA,
NO A IMAGEN Y SEMEJANZA DE DIOS.
Hay que amar al hombre, pero no formar un dios de
él, y no se puede servir a Dios y al dinero, hijos míos.
Todavía hay un poco de cizaña entre vosotros, que a
mi Hijo le da pena de arrancar, porque puede ir
alguna mata de trigo entre vosotros. Entre la cizaña,
hijos míos existe el trigo, y a mi Hijo le da pena de
cortarlo, porque puede dañar esas matas que hay de
trigo entre vosotros.
Quiero formar un gran rebaño que sea imposible de
poder contar, hijos míos, de lo grande que sea este
rebaño.
Amad mucho a mi Hijo, hijos míos. Nuestros
Corazones os aman, ¡tanto...! (La Santísima Virgen
acentúa mucho esta palabra), que no vale nada de la
tierra, con tal de conseguir el Cielo, hijos míos. Yo pido
a mi Hijo que os conserve unidos, humildes, pobres,
198
desprendidos, sacrificados y caritativos, hijos míos.
¡Cuántas veces te he dicho, hija mía, que la caridad no
se acabará nunca! Te lo he enseñado, hija mía, que
será la lámpara que relucirá en la eternidad más que
ninguna otra virtud, después de la fe, hija mía.
Amaos, hijos míos, amaos y perdonaos, y seguid de
pueblo en pueblo, hablando del Evangelio, porque mi
Hijo no dice nada, que vaya en contra del Evangelio,
hijos míos.
Sed fieles fervientes de la Iglesia, hijos míos. Amadla
con todo vuestro corazón. Para llegar al Cielo, hay
que pasar por la Iglesia, hijos míos. ¡Cuántas almas
han vuelto al buen camino, hijos míos! Seguid y orad
para no caer en tentación, hijos míos. Orad mucho;
haced sacrificios. Y tú, hija mía, con humildad puedes
llevar muchas almas a Cristo. Mi Corazón siente una
gran alegría, porque miles de almas han vuelto a este
rebaño de la Iglesia de Cristo. Seguid, hijos míos, de
pueblo en pueblo. No dejéis ni un solo día de rezar el
santo Rosario, hijos míos. Muchos de vosotros no lo
hacéis, hijos míos.
ORAD Y AMAD, QUE JESÚS ESTA CON VOSOTROS
Besa el suelo, hija mía, en reparación de todos los
pecados del mundo. (Luz-Amparo besa el suelo.) Lo
que más cuenta, hija mía, es el amor a las almas;
aunque os he pedido que no pongáis vuestra
confianza en los hombres solamente.
LUZ-AMPARO: ¡Ay, Madre mía, qué grande eres! ¡Ay!,
dame tu Mano para besarla, Madre mía. ¡Ay, Madre
199
mía.¡ ¡ay! ¿Cuánto tiempo me falta? Ay, (varias veces).
¡Ay, qué alegría, Madre mía! Os amo, Madre mía. (Aquí
hay un silencio y continúa Luz-Amparo): ¡Ay!, ¡ay,
Madre!
LA VIRGEN: A mi Hijo le gusta mucho, hijos míos, os
repito, la oración en comunidad; tiene más fuerza. No
os abandonéis, hijos míos, y sed humildes, muy
humildes. Y tú, hija mía, sufrirás física y moralmente
mucho; recibirás muchas pruebas.
A este lugar, hija mía, están acudiendo muchos falsos
profetas, hija mía. ¡Cómo juegan con nuestros
nombres! Pedid por ellos. Nuestros Corazones están
tristes por estos falsos profetas, hijos míos. ¡Cuánto
ultrajan nuestros Corazones!, y, ¡cuántas espinas
clavan en Ellos! Qué pena me dan, hija mía, pide
mucho por ellos. Mira cómo tengo el Corazón por
ellos. (Luz-Amparo llora al ver el Corazón de la
Santísima Virgen.) Y cuántas almas arrastran, hijos
míos. Estad alerta y vigilad, hijos míos; están
invadiendo este lugar.
Hoy voy a mandar una bendición muy especial, con
muchas gracias para los moribundos y enfermos,
para la conversión de sus almas y para la curación de
sus cuerpos para muchos de ellos, hijos míos.
Levantad todos los objetos. (Pausa mientras bendice.)
Todos han sido bendecidos con unas gracias
especiales, hijos míos.
También derramo gracias sobre este lugar; para
todas esas almas que acudan a él.
200
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por
medio del hijo y con el Espíritu Santo.
Adiós, hijos míos. Adióoosss!»
213
Muchos miles de peregrinos españoles y extranjeros
ocupan el Prado Nuevo de El Escorial y sus
proximidades. Los altavoces transmiten la curación
de Yolanda, en espera de las 18 horas. Explica el caso
su madre que asiste acompañada de su esposo, de su
hermana y de la hija curada, con la que también está
presente el novio.
A las 18 horas se reza con impresionante piedad el
santo Rosario y con devoto silencio se escucha el
siguiente mensaje que ha sido grabado muy de
mañana, en el mismo Prado Nuevo, durante el éxtasis
de Luz Amparo cuando rezaba las tres avemarías,
terminado el décimo quinto misterio del santo
Rosario, acompañada de personas allegadas. Las
intenciones fueron: Primera parte: Nuestro Emmo.
Cardenal Arzobispo. La segunda: Enfermos en los
hospitales. La tercera: Intenciones encomendadas
que llevaba escritas.
LA VIRGEN: "Hijos míos, aquí está vuestra Madre.
Quiero que seáis la sal de la tierra, hijos míos. Que
vayáis de pueblo en pueblo para restablecer el bien
perdido y el amor a la Iglesia. Hijos míos, dejaos
conducir por el Espíritu Santo para que podáis ser
verdaderos discípulos de mi Inmaculado Corazón.
Quiero que todos aquellos que quieran pertenecer a
esta Obra, guarden estas reglas, hijos míos:
SILENCIO, OBEDIENCIA, HUMILDAD, CARIDAD,
PUREZA DE CORAZON, ESPIRITU DE POBREZA
ENTRE VOSOTROS.
214
LA CASTIDAD ES IMPORTANTE PARA ESTA OBRA.
TAMBIEN QUIERO QUE ENTRE VOSOTROS REINE LA
ALEGRIA.
QUIERO, HIJOS MIOS, QUE NINGUNO OS CREAIS
SUPERIOR AL OTRO. QUE EL QUE SE CREA MAYOR,
QUE SE HAGA EL MAS PEQUEÑO.
QUIERO MANSEDUMBRE EN ESTA OBRA. FUERA EL
ORGULLO Y LA SOBERBIA.
EN ESTA OBRA TIENE QUE SER ESPIRITU DE
HUMILDAD. EL ORGULLOSO, EL SOBERBIO ESTA
INCAPACITADO PARA RECIBIR LA GRACIA.
QUIERO ORACION PROFUNDA.
TAMBIEN QUIERO QUE VUESTRO PENSAMIENTO
ESTE OCUPADO LA MAYOR PARTE DEL DÍA EN LA
ORACION, EN EL TRABAJO. EL OCIO ES UN
PELIGRO PARA EL ALMA.
Tú, hija mía, haz que cumplan mi voluntad: QUE
NADIE INFRINJA ESTAS REGLAS. Habla con firmeza,
sin miedo. Yo te he enseñado que la firmeza no daña
a la caridad, la fortalece. Hija mía, te he enseñado a
ser firme y fuerte como el hierro. ¡Ay de aquéllos que
persiguen mi Obra!
QUIERO HACER UN GRAN REBAÑO DE TODAS ESTAS
ALMAS QUE QUIEREN PARTICIPAR A MI OBRA.
Tened esperanza y confianza en mi Hijo, hijos míos. La
fortaleza y la esperanza es un Don del Cielo.
Y ahora, hija mía, vas a explicar palabra por palabra
215
este gran misterio. Sólo un alma impregnada de
sabiduría por el Espíritu Santo puede explicar estas
palabras. ¡Para que los hombres digan que es una
herejía decir que soy Madre de la Divinidad de
Jesús...! Mira, hija mía, vas a... (Idioma extraño). Sólo
por la Palabra divina del Padre que hace agrandar tu
entendimiento y tu sabiduría, porque en este
momento, en el centro de tu alma está el Espíritu
Santo, puedes deletrear este Misterio, hija mía.
Yo fui creada por el Padre y concebida sin pecado
original. El Padre tenía complacencia en Mí; y, cuando
El quiso y vio conveniente, era necesario que el Verbo
se humanizase; El derramó en Mí... (Pausa) y me dio
todo, sin perder nada. El me poseyó, me besó, me
fertilizó y me hizo Madre, de una Maternidad divina. Y,
por este Don, quiso que llamase a SU Hijo: «HIJO
MIO, DE MIS ENTRAÑAS PURAS E INMACULADAS».
Fui toda del Padre porque él me creó para sus fines.
Con su amor infinito me concede todas estas gracias.
Me concede que sea Madre y Virgen.
Soy Madre de Cristo, de la Cabeza del Cuerpo Místico.
Y, si soy Madre de la Cabeza del Cuerpo Místico, soy
Madre de cada uno de sus miembros. Ahí está mi
grandeza, hija mía. Sólo una mente llena del Espíritu
Santo puede comprender este Misterio. Los hombres,
te repito, me ven Madre del Ser... (Idioma extraño.)
Humanado; pero tú has visto cómo soy Madre de lo
divino. (Pausa larga.) Y por Mí, hija mía se formó la
Iglesia en la tierra. Y por Mí vendrá el Paraíso.
216
Sólo -repito- un corazón impregnado de sabiduría
con el Don del Espíritu Santo puede alcanzar a ver
este Misterio. Toda la acción viene del Espíritu Santo.
(Pausa.)
AMPARO: ¡Ay, qué grandeza! ¡Ay, qué grandeza! ¡Ay...!
LA VIRGEN: Te digo, hija mía, que Yo fui la criatura
creada para Dios sólo. Hace falta que los corazones
estén impregnados del Espíritu Santo para que
tengan luz y puedan ver. Hijos míos, dejaos guiar por
este gran... (Idioma extraño.) iluminador de las almas.
Y reparad mucho, hijos míos, que hay almas que
cometen muchos sacrilegios; profanan el Cuerpo de
Cristo, hija mía, y aparentan una santidad falsa.
¡Cuánto sufre mi Corazón por ellos, hija mía! Tú sé
fuerte, y no tengas miedo. Defended mi Obra, hijos
míos. Sólo por obra de Satanás hay almas que obran
sacrílegamente. Hijos míos, rezad por ellos; pero
sacudíos el polvo de ellos. (Pausa.) Por eso repito que
la humildad es muy importante. Cuando el hombre
(dice algo en idioma extraño y muy bajito) se cree un
dios, es cuando el enemigo se apodera de su alma.
Por eso Yo rechazo al soberbio y acojo al humilde.
Quiero que se abra el camino en esta Obra a la
juventud, para que se entreguen en cuerpo y alma a
esta gran Obra -que será hasta el fin de los tiempos-
, con oración
profunda; con espíritu de sacrificio y penitencia. El
mundo pasa, hija mía, como te he enseñado a ti, y la
eternidad no acaba. Haz comprender a las almas el
217
valor de la eternidad; que muchas almas se quedan
en el tiempo. También quiero que, para combatir
contra el pecado, sólo el ayuno y la oración pueden
contra él. Hijos míos, orad profundamente y pedid a
Dios, vuestro Creador, que El os concederá todo lo
que pidáis para bien de vuestra alma.
Y tú, hija mía, que nada te entristezca ni te quite la
paz. NOSOTROS SOMOS TU CAMINO Y TU
FORTALEZA.
Besa el suelo, hija mía, en reparación de tantos
sacrilegios como estas almas están cometiendo
contra la divina Persona de Cristo.
REPARACION DE LOS PECADOS PIDO. Y AMAOS
UNOS A OTROS Y TENED CONFIANZA UNOS CON
OTROS.
Tú, hija mía, refúgiate en mi Inmaculado Corazón. El
te protegerá, porque El es el que protegerá al mundo
de las garras de Satanás.
Levantad todos los objetos, hijos míos. Todos serán
bendecidos con una bendición muy especial.
HUMILDAD PIDO, HIJA MIA.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por
medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
Adiós, hijos míos. ¡Adióoos...!
Es emocionante el «adiós» con que la multitud clama
despidiendo a la Santísima Virgen: ¡Adiós, Madre...!»
218
MENSAJE DEL DÍA 3 DE OCTUBRE DE 1987
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA VIRGEN: «Aquí estoy, hijos míos. Hoy os vengo a
hablar de la Iglesia. En estos tiempos, hijos míos, es
necesario que los hombres conozcan la Iglesia tal
como es. La Iglesia tiene una gran belleza, pero los
hombres la han afeado con su pecado. Muchos
predicadores y pastores de la Iglesia se han
separado de ella, porque no saben la hermosura de
ésta y la infinita alegría que hay en ella; no han
comprendido el misterio de la donación de Dios al
hombre. La Iglesia está llena de divinidad. La Iglesia
es santa, hijos míos, porque es regida por el Espíritu
Santo, en unidad del Padre y del Hijo, en los hombres
con Dios. La Iglesia no se equivoca nunca, como
Iglesia cuando habla, porque es el Verbo el que habla
por ella. Orad mucho, hijos míos, y pedid por estos
pastores que se han separado de la Iglesia. En la
Iglesia, hijos míos, hay belleza, tragedia y una gran
riqueza que es Cristo. Dios pone a su misma Madre
para traeros el mensaje de salvación eterna. (Pausa.)
Todos estos pastores y predicadores que se han
salido de la Iglesia, por su soberbia han perdido lo
sobrenatural, y al perder lo sobrenatural, que es lo
que les hace amar y obedecer al Papa y a los obispos,
se han quedado en tinieblas. Pedid mucho por ellos,
hijos míos.
Luego hay otro gran grupo de pastores que les falta:
fe, esperanza y caridad, y presentan a los hombres
219
una Iglesia raquítica y un Cristo desfigurado.
Luego hay otro reducido número de pastores que
hablan de la Iglesia con todo su esplendor. Así es
como hay que presentar a la Iglesia.
El enemigo quiere retirar de las almas dos caminos
que son importantes para la salvación: la Eucaristía y
María, que son los dos caminos de salvación. Sí, hijos
míos. Yo soy el canal para llevaros a mi Hijo, porque
mi Hijo se comunicó conmigo en su vida, en su mision,
en su tragedia, y los dos presentamos al seno de la
Iglesia la vida, la misión y la tragedia de Jesús y
María, y ésta tiene estos misterios para
comunicárselo a los hombres. Somos una sola fuente
casi, hijos míos, porque todo esto se hizo por el gran
Misterio del Nacimiento divino de Cristo.
Por eso os pido, amad mucho a la Iglesia; la Iglesia es
el camino de salvacion.
Frecuentad los Sacramentos, hijos míos, y venid a
María, que María os conducirá por el camino del
Evangelio. Sed humildes, hijos míos; sin humildad se
pierde la gracia sobrenatural.
Y tú, hija mía, ama a la Iglesia con todo tu corazón y
enseña a amarla. A Jesús por María. Enseña que Yo
soy la fuente de gracias que Dios mi Creador ha
puesto para la salvación del mundo. Por eso el
enemigo quiere borrar mi Nombre de la Iglesia, y
quiere quitar toda la devoción a mi Inmaculado
Corazón. Mi Corazón Inmaculado triunfará. Extended
la devoción de este Inmaculado Corazón y amad a la
220
Iglesia, hijos míos.
Es necesario en estos tiempos que los hombres se
reúnan en la Iglesia a orar. Las iglesias se encuentran
vacías. El hombre no tiene tiempo nada más que para
divertirse. La juventud está corrompida por el pecado.
Sólo la oración, el sacrificio, la penitencia, podrá
ayudar a salvar a muchas almas.
Dios prueba a los hombres con castigos y con gracias
que derrama, y los hombres no vuelven su mirada
hacia El. ¡Son duros de corazón! Orad, hijos míos,
orad. Os digo como mi Hijo decía a sus Apóstoles:
«ORAD MUCHO PARA NO CAER EN TENTACION.»
Y tú, hija mía, sé humilde, muy humilde, para poder
conquistar a las almas. Con dulzura, con alegría, con
humildad se conquistan las almas, hija mía.
No os abandonéis en la oración. Y extended la
devoción a mi Inmaculado Corazón.
Besa el suelo hija mía, en reparación de todos los
pecados del mundo. (Pausa mientras besa el suelo.) Y
orad por estas pobres almas.
Levantad todos los objetos, todos serán bendecidos
con bendiciones especiales para la conversión de las
almas. (Pausa.)
Todos los objetos han sido bendecidos.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por
medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
Adiós, hijos míos. ¡Adiós!".
221
MENSAJE DEL DÍA 5 DE DICIEMBRE DE 1987
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
El primer sábado de noviembre Luz Amparo estaba
en la cama enferma y no hubo mensaje. En este
primer sábado, día 5 de diciembre, avisada por la
Santísima Virgen, ha bajado muy de mañana al Prado
Nuevo, acompañada de algunas personas allegadas
llamadas por ella. Como de costumbre, se han puesto
a rezar el santo Rosario y, al fin de la tercera parte, a
eso de las siete y media, ha entrado en éxtasis. Rostro
muy gozoso; ojos al principio muy abiertos y luego
entornados. Ha transmitido el siguiente mensaje
recibido de la Santísima Virgen:
LA VIRGEN: Hijos míos, sed justos unos con otros. No
huyáis de la Justicia divina, que aquéllos que huyen
de la Justicia divina, caen en maldad y mueren en la
maldad en que han caído, hijos mios.
Quiero que renovéis vuestros corazones en espíritu
de sacrificio, de oración, de penitencia, de humildad,
de castidad, de obediencia. No quiero que vuestros
corazones sean... (en voz muy baja, idioma extraño).
Quiero que sean fértiles; no quiero corazones
estériles. Los corazones estériles mi Hijo los maldice.
Quiere que vuestros corazones den frutos en todas
las estaciones del año, para cuando venga el dueño
de vuestra alma que haya una buena cosecha en
vuestro corazón. Recordad la higuera maldita, ¿por
qué fue maldecida?, por falta de fruto.
222
Amad a la Iglesia, hijos míos, y enseñad a amarla. Id
por todos los lugares del mundo enseñando a los
hombres la riqueza de la Iglesia. La Iglesia está llena
de divinidad, porque es el mismo Verbo el que quiso
quedarse en ella para que los hombres viviesen en
unidad y en una comunidad santa.
Es el mismo Verbo humanado el que nace de una
Virgen y se humaniza por esa Virgen, y en esa Virgen,
y se entrega a la Iglesia, y con la Iglesia en alimento
celestial para redimir a los hombres y para que los
hombres pudiesen alcanzar la vida eterna. Así quiso
Dios mi Creador que se obrase este Misterio, hijos
míos, y así se obró por obra del Espíritu Santo.
El Verbo existía antes de todos los siglos; pero bajó a
la tierra y se introduce dentro de las entrañas de
María, y a María la diviniza y María lo humaniza. Grita
a los hombres que dejen a María en el lugar que le
corresponde como Madre de Dios. Repito: que los
hombres la han dejado como Madre de la naturaleza
humana y se han olvidado que María es Madre
también de la naturaleza divina.
Enseñad a amar a la Iglesia, tal como es, en esta gran
riqueza que encierra ella. Por eso, Jesús quiere que a
su Madre se la ponga en un lugar más alto que la
tienen los hombres. A medida, hijos míos, que améis a
la Iglesia, amáis a Cristo, porque Cristo dio su Vida
por la Iglesia y se la entregó a la Iglesia. La Iglesia es
rica, hija mía, por ese banquete en que el mismo
Verbo se da a los hombres. Da su Cuerpo y su Sangre
223
para la salvación del mundo, y día a día se lo
recuerda a los hombres en el Santo Sacrificio de la
Misa: que dio su Vida por todos ellos y la sigue dando
para la salvación de la humanidad. En ese Santo
Sacrificio, como te he enseñado, hija mía, se renueva
el Sacrificio del Calvario. Yo, hija mía, como Madre de
la Iglesia, te he enseñado a amarla tal como es. Te he
enseñado que mi Hijo me dejó en la tierra para dar
testimonio de ella. Que los hombres no me escondan,
que me saquen a la luz, que por Mí vino la Luz al
mundo y con Jesús vendré para la salvación del
mundo. Hablad el Evangelio, hijos míos, tal y como
está escrito, esa es la palabra de Dios. Que no
desfiguren el Evangelio ni la Iglesia.
Y el que tenga oídos que oiga y que se aplique estas
palabras tan importantes.
Tú, hija mía, vas a ser muy perseguida, pero no tengas
miedo, estás con Nosotros. Teniendo estos
Guardianes, ¿a quién puedes temer, hija mía?
Seguirás siendo calumniada. Bienaventurados los que
son calumniados a causa del Nombre de Cristo, hijos
míos. ¿Qué son los hombres para quitarnos ni
ponernos los dones, si es Dios, mi Creador, el que los
ha otorgado? ¿Y qué son los hombres para decir las
veces que tengo que manifestarme a los seres
humanos? No se dan cuenta del peligro que hay en el
mundo para sus almas, y una Madre cuando ve ese
peligro, que no cesa, y que los corazones endurecidos
no quieren escuchar la Palabra de Dios, sigue
224
insistiendo porque los ama como hijos que se los
entregó su propio Hijo al pie de la Cruz.
Los hombres no hacen caso de los avisos y el mundo
cada día sigue más metido en el pecado. Retiraos del
pecado, hijos míos, y de todo aquello que haya sido
ocasión de pecar. Volved vuestra mirada a Dios,
todavía estáis a tiempo, hijos míos. Los hombres
ingratos rehúsan mis palabras porque no están llenos
de Dios y sus corazones están vacíos y llenos de
mundanos placeres.
Quiero, hijos míos, que no dejéis de ir de pueblo en
pueblo a hablar del Evangelio, y en aquellos lugares
donde os cierran la puerta, marchaos e id a otros
donde os las abran.
Tú, hija mía, sé obediente a la Iglesia y sé humilde.
Con humildad se conseguirá todo, hija mía.
Besa el suelo, hija mía, en reparación de tantos y
tantos pecados como se cometen en el mundo y
tantos ultrajes a Jesús Sacramentado, hija mía. Hace
muchos años avisé a la humanidad del gran peligro.
También avisé que mi Iglesia sería perseguida; que
mis pastores, muchos de ellos, su alma estaría tibia.
No os dejéis engañar, hijos míos, por el rey de la
mentira, de la soberbia, de la lujuria. Obedeced al
Representante de Cristo en la tierra y no os salgáis
del camino del Evangelio. Vivid el Evangelio y renovad
vuestro espíritu de sacrificio y de oración, para que el
rey de la tiniebla no pueda con vuestras almas, hijos
míos. Mi Corazón os ama, sed pastores de almas y no
225
os desviéis del evangelio.
Los hogares se destruyen por la falta de amor a Dios.
La humanidad está corrompida, hijos míos, sólo Dios
puede arreglarla. Pedid, hijos míos, que nuestro
Inmaculado Corazon, triunfará sobre la humanidad.
Pedid a nuestros Corazones que Ellos derramarán
gracias sobre vosotros.
Levantad todos los objetos, hijos míos, todos serán
bendecidos.
Todos han sido bendecidos con bendiciones
especiales para la salvación de las almas.
Mi corazón está triste, viendo que hay tantas y tantas
almas que se precipitan en el infierno. Gritad que el
infierno existe, hija mía; que los hombres son
engañados con falsas palabras de que no existe el
infierno, ¡ay, del que ponga y quite nada de lo que
está escrito, más le valiera no haber nacido! Sé muy
humilde, hija mía.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por
medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
Adiós, hijos míos. ¡Adióoos!
(En la transmisión de la tarde se oye el clamor de la
multitud:
¡Adiós, Madre!»).
226
MENSAJES 1988
MENSAJE DEL DÍA 2 DE ENERO DE 1988
(PRIMER SÁBADO DE MES)
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
En la mañana de este primer sábado del año 1988,
Luz Amparo, avisada por la Santísima Virgen,
debidamente acompañada, baja a Prado Nuevo,
donde se ponen a rezar el santo Rosario completo
comenzando por los misterios del día, los gloriosos,
siguiendo por los gozosos y, en tercer lugar los
dolorosos. Es en el cuarto misterio doloroso cuando
entra en éxtasis con las siguientes escenas y su
correspondiente mensaje:
LA VIRGEN: Hija mía, ya estoy aquí para seguirte
revelando tantos y tantos misterios, hija mía, ocultos a
la humanidad.
AMPARO: ¡Ay, ay, ay! Veo a la Santísima Virgen que
está orando en su casa. ¡Ay, en su casa! ¡Ay! José está
también ahí, en la otra habitación. ¡Ay! Cuántos
ángeles la acompañan a hacer oración. ¡Ay, ay! Los
dos están orando ¡Ay! Ahí está Jesús. ¡Ah! ¡Ay, qué
hermosura! Cada uno está en un aposento (aclara
Amparo que el Niño está con la Virgen). Los dos se
pasan la noche orando. ¡Ay, pobrecitos, qué frío
sienten! ¡Ay! ¡Ay! San José da gracias a Dios su
Creador por haberle concedido ser padre adoptivo de
Dios, su Creador. ¡Ay! Reza en voz alta y dice:
227
SAN JOSE: Dios mi Creador: os pido gracias para ser
esclavo de vuestra Madre y Señora, quiero poner
todo mi amor en el trabajo para sustentaros, para
ayudaros. Quisiera haberos recibido en otro aposento
mejor a éste.
AMPARO: ¡Cómo le caen las lágrimas!
SAN JOSE: Vos os merecéis estar entre linos finos, no
estar entre pajas. Os doy gracias, Dios mi Creador,
por haber escogido a este esclavo vuestro para
padre. ¡Aaay! Quiero protegeros de todo mal y quiero
ayudaros con mi trabajo a sustentaros.
AMPARO: Pone la cabeza en el suelo y sigue orando
con la cabeza en el suelo. ¡Ay, qué grandeza! ¡Ay,
cómo se estremece todo; todo se estremece! Un aire
fuerte mueve las ventanas. ¡Qué aire, qué frío,
pobrecito! Ahí está el Niño. ¡Ay, qué cosa más
pequeña! ¡Ay, qué lindo eres! ¡Ahí está! ¡Ay, Madre
mía, qué hermosura de Hijo tienes! Ahí está la
Santísima Virgen con las manos juntas, dando gracias
a Dios. Orando fuerte, dice:
LA VIRGEN: Dios, mi Creador, ¡qué grandeza habéis
concedido a esta vil creatura! No soy digna de ser
Madre de Dios, mi Creador. Vos, Creador, hacéis que
la creatura creada por Vos, sea Madre de Dios; y,
despues de ser Madre, dejáis pura e inmaculada a esa
creatura. Este es el mayor misterio de toda la
creación.
AMPARO: ¡Ay, qué belleza tan hermosa tienes, Madre
mía! -Sigue con las manos juntas pidendo a Dios:
228
LA VIRGEN: Dios, Creador mío, ayudadme a criar a
vuestro Hijo y mío: a amamantarle, a cuidarle; y que
este alimento virginal que sale de mis pechos, que
haga crecer en amor y sabiduría para los hombres.
AMPARO: ¡Ay, qué grandeza! ¡Ay, Madre mía! Pero,
¿cómo te vas a poner a orar? ¡Ay, pobrecita, pues
quiero ponerme igual! (Amparo se pone como ve a la
Virgen: tendida en cruz, mirando al cielo; el brazo
izquierdo no toca el suelo).
LA VIRGEN: Dios, mi Creador, aquí está vuestra vil
esclava compartiendo con Vos el dolor de todos los
pecados del mundo. Estaré postrada en la Cruz como
este Hijo mío de mis entrañas. Soy vuestra vil esclava.
Vos me habéis dado este Hijo, y a los hombres lo
entregaré para su redención y su salvación.
¡Ayudadme, Dios mi Creador!
AMPARO: ¡Ay, Madre mía, ay... (en voz muy baja) qué
grandeza, Madre, Tú ahí...!
LA VIRGEN: Si los hombres tomasen el ejemplo de
esta esclava, en todos los hogares del mundo existiría
la mansedumbre, la humildad, la pobreza, la castidad,
la obediencia. Aquí postrada en cruz, Dios mi Creador,
os pido por toda la humanidad hasta que pueda
entregaros a mi Hijo para redimir al mundo.
AMPARO: ¡Ay, qué hermosura...!
LA VIRGEN: HACED DE Ml LO QUE QUERAIS, Divina
Majestad.
AMPARO: Entra San José; abre un poco la puerta, ve
229
a María en cruz y vuelve a postrarse de rodillas,
dándole gracias a Dios por haberle dado por esposa a
esta creatura tan inmaculada y santa. Y dice:
SAN JOSE: Divina Majestad de Dios, quiero también
participar en todo este dolor de mi esposo para el
bien de la humanidad.
AMPARO: Llora amargamente viendo que la Madre de
Dios... ¡Ay, pobrecito! Viendo esa humildad tan grande.
LA VIRGEN: Si los hombres imitasen la ciencia de
Dios, las familias seguirían unidas. Los hombres han
olvidado la unidad del Sacramento del matrimonio.
Por eso en sus corazones existe el odio infernal. Se
aprovechan los demonios de la soberbia de las almas
para introducirlos en la ceguera; y los hogares son:
︺orrible! casa de odio, de discordia, de rencillas, de
odios, de rencores, de venganzas. Sí hija mía: la mujer
tiene que ser sumisa al esposo. Yo os doy mi ejemplo.
El hombre tiene que entregarse a su mujer, y la mujer
tiene que darse al hombre en humildad,
mansedumbre. Os prometo, Dios mi Creador hasta el
fin de mis días, reparar los pecados de los hombres.
Dadme fortaleza, Dios mi Creador, para cuando
llegue el momento entregar a mi Hijo a esta
humanidad cruel. Sé que tiene que derramar hasta la
última gota de su Sangre. Me ofrezco corredentora de
mi Hijo por el género humano.
¿Sabéis, hijos míos, por qué en los hogares no hay
paz? Por la falta de sacrificio, por la falta de oración,
por la falta de penitencia. Los hogares están tibios con
230
esa falta de amor. Los hombres se ensoberbecen con
el enemigo; les hace ver que son ofendidos
gravemente por su pareja. Y les hace ver todavía la
ofensa más grande, para que el cónyuge no se
arrastre a la pareja. ¿Has visto, hija mía, cómo mi
santo esposo, se arrodilló ante Mí, con mansedumbre
y humildad, y cómo la Madre de Dios se arrodilla ante
el esposo que Dios le ha dado, con mansedumbre y
humildad? Los esposos tienen que permanecer
unidos, pero sus mentes están ocupadas en
remunerar bienes materiales; les ciega el oro y se
olvidan de Cristo.
Sí, hija mía, te he enseñado de qué forma puedes orar.
La mejor oración es posarse en la cruz.
Los hombres están faltos de luz, ya te lo he dicho: si
en los hogares, hija mía, invocaran los hombres al
Espíritu Santo, los hogares estarían santificados, pero
se han olvidado de esa Tercera Persona, tan
importante en estos tiempos para santificar el mundo.
Invocad al Espíritu Santo, hijos míos, para que vuestra
ceguera desaparezca de vuestros ojos y veáis con luz;
con esa luz que sólo el Espíritu Santo os puede dar. Y
cuando el esposo falte a la esposa y la esposa falte al
esposo, humillaos los dos, hijos míos, y pedíos perdón.
Bienaventurados aquéllos que se humillan, que serán
ensalzados ante Dios. Los hogares se destruyen por
falta de amor.
Pedid todos los días a la Divina Majestad de Dios, al
Divino Consolador, que os mantenga firmes en
231
vuestra fe, en vuestra esperanza y en vuestra
caridad. Pedid caridad unos con otros. Si no hay
caridad, hijos míos, no podéis conseguir el cielo. La
caridad es la virtud eterna, ¡la del amor! ¡Cómo te
enseñó el Padre que su pecho rebosaba de amor
hasta que se parte en tres! Y cada uno tiene su
función, hija mía, pero los Tres tienen ese amor. El
Padre crea, el Hijo redime, el Espíritu Santo santifica.
Invocad al Espíritu Santo, hijos míos, para que estén
vuestras almas santificadas por la luz del Espíritu
Santo.
AMPARO: ¡Ay, Madre mía, qué grande eres, qué
grandeza más grande! ¡Cómo te humillas! Si fuésemos
capaces de humillarnos nosotros como Tú, Madre
mía... ¡Ay!
LA VIRGEN: Divina Majestad de Dios, os pido, por la
humildad de esta vil esclava, y os repito: no soy digna
de amamantaros y de ser Madre de tan Divina
Majestad. Dios, dueño mío, deseo amaros y renuevo
mi voto de castidad ante Vos. Para Vos nací y para
Vos soy.
AMPARO: ¡Ay! ¡Ay, dejádmelo un poquito! (La Virgen le
entrega al Niño con la cabeza sobre el brazo
izquierdo. Amparo, que está ya de rodillas, le besa los
pies) ¡Ay, qué hermosura! ¡Ay, qué grandeza! ¡Ay, Dios
mío! ¡Ay, qué cosa más bonita! ¡Ay, qué hermosura...!
¡Ay, Dios mío! Yo quiero ser fiel a Vos también,
ayudadme. ¡Ay! ¡Ay, qué hermosura de Niño! ¡Qué
grandeza, Madre mía! ¡Aayyy...! Y siempre os veo
232
orando, Madre mía. ¿Cuándo descansáis Vos? ¡Ay,
pero que poco descansáis!
LA VIRGEN: Los hombres pierden la mayoría del
tiempo, hija mía, en el descanso, en el placer. Hay que
reparar ese descanso y ese placer.
AMPARO: ¡Ay, y en esa tarima tan dura, sólo con una
manta duermes Tú ahí, lo poquito que duermes! ¡Ay,
Madre mía! ¡Y que nosotros busquemos tantas cosas..,
ay!
LA VIRGEN: Piensa, hija mía, que soy de Dios, y con
Dios tengo que reparar. Jesús nació para reparar los
pecados de los hombres, para morir por ellos. Yo
quiero morir y reparar con El. Piensa que somos un
sólo corazón y si uno sufre el otro sufre. Si ama, ama.
Los dos sienten lo mismo, hija mía. Los dos corazones,
en uno se han unido.
AMPARO: ¡Ay, Madre mía!
LA VIRGEN: Y ya te dije, que tocando esta cabecíta,
hija mía, ya tiene las espinas en ella, entre estos rizos
rados, mira las espinas, hija mía.
AMPARO: ¡Ay, Madre mía, ay, tan pequeño, ya...!
LA VIRGEN: Y mira sus manitas, cómo tienen las
llagas.
AMPARO: (En voz bajita) ·ero bueno, Dios mío! ¡Ay, ay!
LA VIRGEN: Todo su Cuerpecito está llagado por los
pecados de los hombres.
AMPARO: (Sollozando) ¡Aayyy...!
233
VIRGEN:
¿Hasta cuándo los hombres van a seguir obstinados
en el pecado? Volved vuestra mirada a Dios, hijos
míos, y cumplid con los Mandamientos. Pero no
olvidéis la oración, hijos míos, ni el sacrificio. El mundo
se encuentra en esta situación porque los hombres
han olvidado el sacrificio, la oración, el amor. Sólo
piensan en los gustos, en los caprichos mundanos. La
cruz la dan de lado, hija mía. Y en la cruz está la
gloria.
AMPARO: ¡Ay, Madre mía! ¡Ay, pero qué hermosa
eres! ¡Ay! Pero Madre mía, ¿Tú también tienes que
sufrir tanto? ¡Y que dicen los hombres que Tú no
sufres!
LA VIRGEN: ¿Tú no sufres, hija mía, por cada uno de
tus hijos? Así sufre mi Corazón por cada uno del ser
humano, porque soy Madre del ser humano. Cristo
me dejó en la Cruz por Madre.
AMPARO: ¡Ay! Yo te prometo reparar, ayudarte a
reparar los pecados de los hombres, pero déjame a
mí, no Tú, que Tú no tienes pecado. ¡Ay, Tú no tienes
que reparar, Madre mía! ¡Si Tú eres más blanca...! ¿Por
qué vas a pagar Tú lo de los demás? ¡Ay, Madre mía,
ayúdame a tener fortaleza, para poder hacer tantas
cosas por la humanidad! ¡Ay! Y si tengo que estar
clavada, ¡ay! que sea fuerte, para poder salvar
muchas almas. ¡Ay, Madre mía, qué grandezas! ¡Ayyy,
ay!
LA VIRGEN: Sí, hija mía, pero ¡qué poco entienden los
234
hombres estos misterios! Mi Corazón está triste y la
Divina Majestad de Dios está ofendida gravemente,
por todos esos hogares que están desunidos, hija mía,
por falta de humildad, por falta de oración. (Pausa
larga). Sed humildes; sin humildad no conseguiréis el
cielo. Y no os dejéis con las cosas terrenas. Dejaos en
Dios. Que vuestra mirada sea limpia y
resplandeciente como el sol. ¡Ay, hijos míos! El mundo
está a punto de desaparecer de la faz de la tierra, por
el pecado de los hombres. ¡Cuánto sufre mi Corazón
viendo la desunión en los matrimonios, la mala
educación a los hijos, hija mía, la falta de oración y la
falta de sacrificio! Amad mucho nuestros Corazones.
AMPARO: ¡Ay, Madre mía, qué limpieza tienes más
grande, hasta tu ropa tiene un brillo...! ¡Ay, Madre,
pero si tu ropa, di, te arrastras y no se mancha
siquiera, Madre mía! ¡Ay, qué hermosura tienes! ¡Ay,
ay... quiero orar contigo! ¡Ay, Madre, enséñame a orar
como Tú, enséñame a ser humilde, enséñame a ver a
tu Hijo en el pesebre! ¡Ay, Madre enséñame a reparar
los pecados de los hombres!
LA VIRGEN: Si los hombres pensasen en Cristo en el
pesebre, en Cristo en la Cruz, Cristo olvidado, no se
ocuparían tanto de ellos mismos.
AMPARO: ¡Qué pobreza, Madre mía! ¡Ay, qué pobreza
tenéis ahí! y no os acordáis ni de alimentaros. ¡Ay!
Pero tampoco tenéis sustento para alimentaros. ¡Ay,
pero Dios mio, ayyy...!
LA VIRGEN: Os pido, Dios mi Creador, que mandéis a
235
vuestros ángeles. ¡Un poco de alimento para estas
pobres creaturas tuyas! No queremos tener nada
más que lo justo.
AMPARO: ¡Ay, pero no tenéis nada!
LA VIRGEN: Dios mi Creador se vale de otras
personas para sustentar a otras. ¡Ay de aquéllos que
ponen toda su confianza en las riquezas! Hay que
poner amor al trabajo para sustentar a la familia,
pero no apegarse tanto a los bienes materiales, hijos
míos. Yo nunca tuve nada, y nunca permitió Dios, mi
Creador que me faltase nada.
AMPARO: Los ángeles le llevan verdura. (Amparo
sonríe gozosa) ¡Ay, Madre mía, qué grandeza! ;rutas,
qué frutas! ¡Ay! ¿pero cómo pueden hacer eso?
LA VIRGEN: Hija mía, si el hombre se dedicase a orar,
Dios se ocuparía de su trabajo y de su sustento, de
darle trabajo y alimento. Pero los hombres se
entretienen, repito, con el pensamiento en lo
mundano y olvidan a Dios.
AMPARO: ¡Ay, Madre mía! ¡Ay! Va a hacer la comida.
La Santísima Virgen se levanta después de estar con
la cabeza en el suelo. ¡Ay! se acerca a ver al Niño.
¡Huy, qué grandezas! Toca en el aposento de José.
LA VIRGEN: José, esposo mío, amado mío: Dios,
nuestro Creador, nos ha mandado sustento para
alimentarnos; démosle gracias.
AMPARO: ¡Ay! -y José dice:
SAN JOSE: Gracias, Divina Majestad de Dios, por
236
acordarte de esta vil creatura tuya.
AMPARO: ¡Ay, qué grandeza! ¡Ay, ya está haciendo la
comida! ¡Qué manos tienes, Madre mía! Se arrodillan
a dar gracias a Dios y a bendecir los alimentos.
LA VIRGEN: Gracias, mi Divino Creador, por estos
alimentos que han mandado con tus fieles vasallos, a
esta indigna esclava y a mi humilde esposo.
AMPARO: ¡Ay, qué poquito comes, Madre mía!
LA VIRGEN: Hay que enseñar a los hombres, hija mía,
que nada en cantidad es bueno. Sólo hay que
enseñarles que tienen que sustentarse para vivir.
Todo en cantidad, he dicho, no siendo el amor, todo lo
del mundo es malo, hija mía. Aprended a mortificar
vuestros sentidos en los alimentos.
AMPARO: ¡Ay, va a coger al Niño! Mientras come está
con El en brazos. ¡Ay, Madre, qué Madre eres más
grande! Los dos con la cabeza baja están comiendo. A
San José le ha hecho un guiso con más cantidad que
Ella. La Santísima Virgen tiene un pensamiento que no
le revela a José, de que Cristo va a ser entregado a los
hombres en una cruz. ¡Ay, no quiere que sufra! Mira al
Niño y ve toda la Pasión. ¡Huyyy...! ¡Ay! Se pone la
mano en el corazón; su angustia es grande. ¡Ay! José
le pregunta:
SAN JOSE: Esposa y paloma mía. ¿Qué os pasa?
LA VIRGEN: Nada, esposo mío.
AMPARO: ¡Ay! No quiere revelárselo, porque sabe que
va a morir antes que esto suceda, y no quiere que
237
participe de ese dolor.
LA VIRGEN: Dios, dueño mío, guardaré este secreto
dentro de Mí, para que mi fiel esposo y humildísimo
esposo, no sufra. Dadme a Mí, los misterios, que los
vea, pero no se los reveléis a él. Quiero sufrir si es del
agrado de Vos. Lo que podáis mostrarle a él, me lo
mostráis a Mi para sufrir por él.
AMPARO: ¡Ay, ay, ay! como ve todo lo que va a pasar
Jesús, quiere fortalecerse para que no lo note José
¡pobrecita! José la mira y se da cuenta que algo pasa;
pero Ella disimula.
LA VIRGEN: Comed, esposo mío, alimentaos, que
necesitáis alimento para trabajar.
SAN JOSE: Y Vos, dueña mía, paloma mía, esposa mía
¡qué poquito alimento habéis comido!
LA VIRGEN: El necesario, esposo mio, para poder
sobrevivir.
AMPARO: El Niño los mira. ¡Ay, cómo acaricia la
Virgen su cabeza! ¡Ay, le pide permiso!
LA VIRGEN: Vos, Hijo de mis entrañas, ¿dáis permiso
a vuestra indigna Madre para poderos dar un beso en
el pie?
AMPARO: ¡Ay! El Niño sonríe y con su Cabeza le dice
que sí. Coge su pie y se lo besa.
LA VIRGEN: Gracias, Dios mio, por haberme dado
este Hijo de mis entrañas e Hijo vuestro.
AMPARO: ¡Ay, ay qué Familia! ¡Cómo se respetan y
238
cómo se aman! Los dos dan gracias por los alimentos,
de rodillas.
LA VIRGEN: Gracias, Dios, mi Creador, Creador
nuestro, por este sustento que nos has traído; que nos
sirva de fortaleza para ayudar a las almas a reparar
los pecados de la humanidad.
AMPARO: Levanta San José a la Virgen. ¡Ay, él se
marcha haciéndole una reverencia con la cabeza y la
rodilla, y al Niño le hace otra reverencia.
SAN JOSE: Esposa mía, amada mía: me voy a ganar el
sustento para alimentaros.
LA VIRGEN: ¡Adiós, esposo mío!
AMPARO: ¡Ay, ay! La Virgen va a amamantar al Niño.
¡Ay, cómo le da su alimento! ¡Ay, qué grandeza� ¡Ay,
le está alimentando y rezando, ayyy...!
LA VIRGEN: Sed humildes, hijos míos, os repito; en los
hogares tiene que haber humildad, para haber
unidad. A ti, hija mía, te seguiré revelando tantos
misterios.
AMPARO: ¡Aayyy!
LA VIRGEN: Quiero que adoctrines a los hombres con
todos estos misterios y estas gracias, para que los
hombres abran sus corazones y se aparten del vicio,
del pecado. Invocad al Espíritu Santo. Ya te lo he
dicho, hija mía: en estos tiempos, el Espíritu Santo
tendrá que santificar los hogares, para que puedan
estar unidos.
Besa el suelo, hija mía, en acto de humildad.
239
Levantad todos los objetos, hijos míos, todos serán
bendecidos. (Pausa larga).
Todos han sido bendecidos con gracias especiales,
para la santificación de las almas.
Os repito: humildad y amor a la Iglesia, hijos míos.
Sed hijos fieles de la Iglesia.
Adiós, hijos míos. ¡Adiós!
244
LA VIRGEN: Apresuraos, esposo mío.
AMPARO: Mira la Virgen al cielo y dice:
LA VIRGEN: Dios, mi Creador, ¿no me queréis revelar
dónde está mi Hijo? Pienso que Arquelao... si habrá
cogido a mi Hijo y lo habrá metido en prisión y estará
recibiendo malos tratos...
AMPARO: ¡Ay, ay, pobrecita, cómo llora, cómo
pregunta, ay!
LA VIRGEN: Lumbre de mi alma, fuego de mi
Corazón, 穎s he tratado mal? ¿He sido indigna de ser
vuestra Madre? Pero por estos años que habéis
permitido que sea vuestra Madre real, concededme
ver dónde estáis. Mi pensamiento es: si se habrá ido al
desierto a hacer compañía a Juan... ¡Hijo de mi vida!
¿Estáis deseoso de sufrir por los hombres aún sin
haber llegado vuestro tiempo? José preparaos;
iremos al desierto a ver si lo encontramos con Juan el
Bautista.
AMPARO: Se acercan los ángeles y le dicen:
LOS ANGELES: Señora, Reina de cielos y tierra,
vuestro Hijo está cerca, no está tan lejos.
AMPARO: Va por las calles preguntando:
LA VIRGEN: Mujeres de Jerusalén, ¡habéis visto a un
Niño de unos doce años, rubio, con los cabellos como
el oro, su cara blanca, su alma como la leche y sus
manos coloradas de sangre?
UNA MUJER: ¿Cómo es el Niño?
245
AMPARO: Dice esa mujer que viene.
LA VIRGEN: Es rubio, de doce años, con una belleza
incomparable y una hermosura en su rostro que
ningún ser humano puede tener.
OTRA MUJER: ¡Ah! Ese Niño estaba ayer por aquí; vino
a mi casa a pedir limosna; le di limosna y le metí en mi
casa a comer. Era un Niño distinto de los demás
niños. Dentro de mí se obró algo que desde ayer mi
alma siente una paz que nunca ha tenido.
AMPARO: Vienen otras tres mujeres y dicen lo mismo.
¡Ay, ay, pobrecita! ¿Dónde estará? ¡Ay!
LA VIRGEN: ¿Dónde os puedo buscar, lumbre de mi
Corazón, hijo de mis entrañas? ¡Ya sé: iré a los
hospitales, a los asilos, a donde los pobres; allí es
donde podréis estar. José, esposo mío, vamos a los
hospitales, a los asilos, a preguntar si ha pasado algún
niño por ese lugar.
AMPARO: La Virgen pone la cabeza en el suelo, José
también.
LA VIRGEN: Dios, mi Creador, iluminadme, para ver
dónde está mi amado Hijo. Se me ha ido el sol que me
alumbraba, la lumbre que me calentaba. Mi cuerpo
está sediento del amor de mi Hijo. Mi alma no puede
vivir sin El. Dios, Creador y Majestad divina, aquí está
vuestra esclava para que clavéis sobre su Corazón
todas las espadas de dolor que Vos queráis. Pero que
me alumbre la luz que se me ha ido.
AMPARO: ¡Ay, ay, pobrecita! Llega a los hospitales.
246
Hay enfermos ahí.
LA VIRGEN: Hijos de Jerusalén, contestad a esta
Madre dolorida: ¡habéis visto a un Niño de 12 años
blanco como una paloma?
AMPARO: ¡Ay! Todos se acercan.
UN ENFERMO: El Niño que vino ayer estuvo
visitándonos, nos trajo alimentos y doctrina. ¡Cómo
hablaba! Curó a muchos paralíticos, hizo ver a
muchos ciegos. ¿De dónde es ese Niño?
LA VIRGEN: Algún día sabréis de dónde es. Todavía
no ha llegado la hora.
OTRO ENFERMO: También estuvo en los asilos
llevando alimentos a los pobres. Hizo grandes
prodigios en las almas.
LA VIRGEN: Ya sabia Yo que no podíais estar en otro
lugar. Pero todavía no ha llegado el momento, Hijo
mío. No pienses, Hijo mío... (ininteligible). Es que mi
Corazón está transido de dolor. José, sólo puede
estar en el único lugar que falta; vayamos al Templo.
AMPARO: ¡Ahí está Jesús! ¡Huy, con todos esos de
barbas! ¿y qué son? ¿Qué tienen en la cabeza: esos
gorros con esas bolas, vestidos de "colorao"? ¡Huy!
¿Quién son? ¡Cuántos hay ahí! Están ahí en un corro
todos. ¡Huy, Jesús se sienta ahí! ¡Ay! Explican esos.
UN DOCTOR: Vamos a ver, aquí hay muchas dudas
de muchas habladurías que se van diciendo por ahí.
Dicen que el Mesías ya ha venido al mundo. Se han
obrado muchos milagros -dice la gente- con el
247
Bautista, y que el Mesías está entre nosotros; que el
Mesías ya ha venido.
AMPARO: Empiezan a hablar; se ríen, y unos dicen:
OTRO DOCTOR: ¿Cómo va a venir el Mesías, si el
Mesías tiene que venir con un gran poder para liberar
a su pueblo y dar muerte con guerra a todos los
enemigos?
AMPARO: Unos dicen:
OTRO DOCTOR: Creo que estáis equivocado, el
Mesías creo que está en la humanidad, que nació en
Belén, que se vio una luz con una estrella.
OTRO DOCTOR: ¡Nada de palabras ni habladurías!
AMPARO: Dicen los otros:
OTRO DOCTOR: El Mesías vendrá temporalmente y
redimirá al mundo temporalmente y pondrá orden
temporalmente.
AMPARO: Jesús está oyendo, se levanta, se presenta
en medio, y todos se miran.
UN DOCTOR: ¿Quién es este Niño con esa belleza
extraordinaria?
AMPARO: Jesús dice:
JESÚS: Os estoy oyendo cómo disputáis, cómo
dudáis. ¿Qué doctrina podéis enseñar? De acuerdo;
vendrá el Mesías como vosotros decís, lleno de poder
y majestad y dará muerte a sus enemigos; pero os
olvidáis de que esa es la segunda venida. En la
primera venida vendrá el Mesías; será hecho oprobio,
248
escarnio; será crucificado; será despreciado; será
humillado. Así es como redimirá a su pueblo. Y no será
como vosotros decís una gloria temporal, será una
gloria eterna, lo que vendrá a enseñar a los hombres;
una doctrina con una Iglesia y unos Sacramentos
para que los hombres puedan salvarse. ¡Ay, ciegos!
AMPARO: Todos decían: ¡Ay, mirad cómo dicen como
decían antes!:
DOCTORES: ¿Quién es este Niño, esta sabiduría a esta
edad?
JESÚS: No sabréis quién Soy hasta que llegue el
tiempo; pero pensad que el Mesías vendrá primero a
redimir el mundo con la gloria eterna y después
vendrá a juzgar y vendrá a prender fuego a la tierra
contra sus enemigos. Esta será la segunda venida;
pero la primera os habéis olvidado de ella.
AMPARO: ¡Ay, cómo llegan ahora! Se sientan San José
y la Virgen. La Virgen se coge el Corazón de alegría.
Está escuchando a su Hijo.
JESÚS: Sí;
AMPARO: Dice a todos esos hombres.
JESÚS: Formaré una Iglesia, y en mi Iglesia habrá un
sólo rebaño.
AMPARO: Pero los hombres no lo oyen. Oye una voz:
VOZ: No ha llegado el tiempo de explicar tan
claramente esta doctrina.
AMPARO: Pero la Virgen entiende todas estas
249
palabras y ve la Iglesia, ve la Eucaristía. ¡Huy! ve los
sacerdotes ¡Míralo cómo va a instituir la Comunión!
¡Huy, huy, huy, todo lo siente! ¡Ay, cómo se llena de
gozo la Virgen! Ve todo, todo: cómo la Iglesia está ahí;
cómo el sacerdote da la Comunión. El Sagrario...
AMPARO: Levanta los ojos al cielo y dice:
LA VIRGEN: Dios, mi Creador, Divina Majestad,
gracias por haberme llenado de todos estos misterios.
No soy digna de todas estas gracias.
AMPARO: Jesús mira a su Madre muy serio; y la
Virgen que siente dentro una sabiduría ¡Ay, ay! ¡Huy,
qué grandeza! ¡Ay, lo que...! ¡Ay! ¡Huy, huy, huy, qué
grandeza, ay!
JESÚS: Ya hemos acabado, Doctores. Cumplid con las
Leyes, pero no las leyes que vosotros queráis poner a
vuestro antojo.
AMPARO: Todos se miran y todos se van
cuchicheando:
DOCTORES: ¡Nos ha dado una sabiduría este
muchacho...! No podemos alcanzar a ver quién es,
pero ¡tiene una sabiduría...!
AMPARO: Se acercan José y María.
LA VIRGEN: ¡Hijo mío!
AMPARO: Se acerca, le besa los pies. ¡Ay, qué grande
eres! Le besan los pies a Jesús y le dice la Virgen:
LA VIRGEN: Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto,
Hijo mío? Tu padre y yo te estamos buscando por
250
todas partes.
AMPARO: Jesús se pone muy serio. ¡Huy, pobrecita!
JESÚS: ¿Por qué me buscáis? ¿No sabéis que tengo
que ocuparme de las cosas de mi Padre celestial? ¿No
sabéis que tengo que enseñar las doctrinas, para que
los hombres reparen el pecado de Eva?
LA VIRGEN: Sí, Hijo, perdonadme.
AMPARO: Dice la Virgen:
LA VIRGEN: Me creí no ser digna de ser vuestra
Madre. Creí haber faltado a mis cuidados de Madre, y
por eso había desaparecido la luz de mis ojos.
¡Perdonadme, Hijo mío!,
JOSE: Y a mí también perdonadme. Yo también
estaba preocupado por vuestra ausencia.
AMPARO: Jesús bendice a José y María. Los coge del
brazo los levanta y los tres salen del Templo. ¡Ay, que
alegría! ¡Ay, Dios mío!
LA VIRGEN: Así, hija mía, seguiré haciéndote ver otros
misterios.
Sed firmes, hijos míos, con fortaleza. Pensad que la
fortaleza no daña a la caridad y ¡ay de los hombres
que por causa de ellos no llegue a realizarse mi
Obra...!
Trabajad, hijos míos. Haced apostolado. Sed humildes.
Y 〕uera el ocio y la pereza! Anteponéis las cosas del
mundo a vuestro Dios. ¡Qué pena me dan vuestras
almas! Humildad os pido y diligencia, hijos míos, para
251
obrar. No pongáis tasa a Dios para vuestras obras.
Rezad todos los días el santo Rosario; que muchos de
vosotros no lo rezáis, hijos míos. Sabéis que me
agrada esa plegaria, y ¡qué poco correspondéis a mi
amor!
Levantad todos los objetos, hijos míos, todos serán
bendecidos.
Amad a la Iglesia, hijos míos. Si amáis a Cristo, tenéis
que amar a la Iglesia.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por
medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
Frecuentad este lugar, que es poco frecuentado por
vosotros, hijos míos.
Humildad te pido. hija mía. ¡Adiós!
252
caso a los mensajes celestiales. Ni las lágrimas de
María, ni la Cruz de Jesús convierten a los hombres. Si
los hombres no son mejores, dentro de breves
momentos el globo terrestre temblará.
¡Oración, hijos míos, y sacrificio! Sólo esto puede
salvar a la humanidad.
Besa el suelo, hija mía, en reparación de tantos
pecados como se cometen en el mundo. Rezad, hijos
míos, para que los buenos seáis verdaderamente
buenos y para que los malos se conviertan de sus
pecados.
Así quedará a tierra. (La Virgen expresa gran tristeza;
Amparo llora desconsoladamente viendo la tierra
desierta y como anegada en aya candente. Sigue
hablando la Virgen):
Sólo vuestro sacrificio, hijos míos, y vuestra penitencia
podrán salvar a los más malos. (Sigue Amparo
llorando).
Ni los buenos amáis a Dios, vuestro Creador, tal y
como tenéis que amarle. Y moriréis todos juntos.
Vuelve a besar el suelo, hija mía, en reparación de
tantas y tantas ofensas como se cometen en la
humanidad.
También pido a ese pequeño número de almas
consagradas, tan reducido, que sean fuertes y sigan
amando nuestros Corazones. Son el bálsamo que mi
Hijo presenta a mi Corazón para suavizar estas
heridas. (Se refiere a las heridas de las espinas de su
253
Inmaculado Corazón que Amparo contempla y llora
en larga pausa).
Dios llora, hija mía, llora por sus almas consagradas;
llora por su iglesia. Está agonizando en el huerto de
Getsemaní, hijos míos.
Es necesario que los hombres oren, porque Dios está
agotando su justicia; y su misericordia ya está casi
agotada. (Dice Amparo que, a medida que la
catástrofe se vaya extendiendo, disminuirán los
sujetos en que ejercer la justicia y la misericordia).
Son tiempos graves, hija mía, y los hombres no
quieren enmendarse. Mi Hijo me ha puesto como
tabla de salvación para salvar a la humanidad.
Y vosotros, almas consagradas, aquéllos que todavía
sois capaces de seguir el Evangelio, tal como es, y
vivís escondidos del mundo en sacrificio y penitencia,
¡sed fuertes, hijos míos! Venid a vuestra Madre que Yo
os protegeré con mi manto como la gallina protege a
sus polluelos bajo sus alas, y derramaré gracias sobre
vosotros.
Alabad a Dios, vuestro Creador. Los hombres han
olvidado que han sido creados sólo para amar y
glorificar a Dios. Y vosotros que os llamáis buenos: sin
sacrificio, ni penitencia, ni oración, ni una vida
austera, ¿podréis conseguir el cielo? Es necesario que
estéis preparados día a día. Faltan segundos para que
la tierra tiemble y buenos y malos mueran juntos.
Porque los buenos no son tan buenos y los malos
siguen siendo malos.
254
¡Haced caso, hijos míos, a vuestra Madre!
Tú, hija mía, sé humilde, muy humilde. Sin humildad
no se consigue el cielo.
Levantad los objetos, que serán bendecidos con
bendiciones especiales para la salvación de las almas.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por
medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
Adiós, hijos míos.
255
humanidad. No avisan a los hombres el peligro que
acecha a esta humanidad sin Dios. Hay un falso
movimiento en las almas. hija mía. van a la iglesia
para ocupar los primeros puestos y para que sean
admiradas por los hombres, pero no cumplen con la
Iglesia como Cristo instituyó sus leyes. Mira, hija mía,
cómo ponen a mi Hijo los pecados de tos hombres.
(Pausa y llanto de Amparo al ver a Jesús llagado y
desfigurado por el pecado).
Vuelve a besar el suelo en reparación de las ofensas
que se hacen al Inmaculado Corazón de María.
Y vosotros, almas consagradas, dedicaos a vuestro
ministerio y olvidaos de las concupiscencias de la
carne. Sois escogidos por Dios; sed piedras vivas y
explicad el Evangelio en su esencia, tal como es.
Y vosotros, laicos, ayudad a los pastores y enseñad
todos unidos la riqueza que hay en la Iglesia. Explicad
que hay manantiales divinos para alimentar a los
hombres. Que todos vengan a estas fuentes
inagotables. Y juntos todos, hijos míos, a la piedra
angular; a esa piedra preciosa que Cristo puso en la
tierra para salvar a la humanidad; y todos unidos,
hijos míos, formad un sólo rebaño con un sólo pastor.
El rebaño de Cristo no puede estar dividido, hijos
míos. Amad mucho a la Iglesia; y todos aquéllos que
estéis sedientos acudid a este manantial inagotable.
Nunca se agotará este manantial; son tres bocas las
que sustentan a este manantial: el Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo. Acudid todos, hijos míos, y aprended
256
de Jesús. Cumplid con las leyes que El ha instituido
para la salvación de los hombres. Todo el que venga y
coma el Pan celestial y beba de este manantial tendrá
vida eterna, hijos míos, y participará un día en este
banquete celestial con los bienaventurados, ángeles y
arcángeles; querubines y serafines.
Pero ¡ay, de aquéllos hipócritas fariseos que ocupan
los primeros puestos para que los vean! Más les
valiera no haber nacido, hija mía, porque mira lo que
tiene reservado Dios para ellos. (Gime asustada
viendo una niebla muy densa y oscura en la
profundidad de un túnel sin salida).
Velad y orad, hijos míos, para no caer en tentación.
Muchos el día del Juicio, hijos míos, muchos vendrán,
pero no serán escogidos.
El Angel, hija mía, de la Justicia divina está sellando
las frentes de los escogidos. Y el ángel de la maldad,
de la mentira también sella las frentes y las manos.
¡Cuidado, hijos míos!, vais a ser sellados aquellos que
no habéis sido. (Pausa). ¡Haced honor a este sello.
hijos míos! es muy importante este sello en vuestras
frentes; corresponded a él con oración y sacrificio.
Amad nuestros Corazones.
Los tiempos son graves, hija mía, ‥a apostasía es muy
grande en el mundo. Los cristianos son cristianos de
apariencia, pero no son practicantes a las leyes de
Dios.
Amaos unos a otros, hijos míos, y llevad el Evangelio
257
por todos los rincones de la tierra.
Y tú, hija mía, sé humilde, muy humilde; con humildad
se conseguirá el cielo.
Rezad todos los días el santo Rosario con devoción,
hijos míos. Es la hora de María. María reinará sobre
toda la humanidad, hijos míos. Así lo quiere Dios, que
mi Inmaculado Corazón reine. Pero cuidado, hijos
míos el rey de la mentira quiere ganar la batalla y
cree que está a punto de ganarla. No os dejéis
engañar, hijos míos, por ese rey de maldad y de
perversidad.
Acudid a este lugar, hijos míos. Todos los que acudáis
a este lugar recibiréis gracias especiales y muchos
seréis sellados con este sello especial, el sello de los
escogidos. (En una pausa muy larga contempla
tristemente derrumbarse gran parte de la ciudad de
Roma).
Mira, hija mía, si está próximo. (Ve desaparecer de
diversas maneras personajes actuales). Por eso te
pido: sé víctima de reparación por todos los
pecadores del mundo.
Y vosotros, aquéllos que os llamáis de Dios, dejad el
mundo y dedicaos a las almas. Mis hijos queridos, ¡qué
poco amáis nuestros Corazones! Olvidaos del mundo,
hijos míos, y ocupaos de vuestros ministerios. En las
almas hay mucha falta de fe, hijos míos. Trabajad,
orad, haced penitencia; veréis cómo estaréis firmes
en el camino del Evangelio.
258
Vuelve a besar el suelo, hija mía, en reparación de las
ofensas que se hacen a nuestros Corazones.
Es preciso sufrir, hija mía, para conquistar almas para
el rebaño de Cristo.
Levantad todos los objetos, todos serán bendecidos.
(Pausa)
Todos han sido bendecidos con bendiciones
especiales para la salvación de sus almas.
Os bendigo, hijos míos.
La paz os dejo, hijos míos.
Adiós.
264
MENSAJE DEL DÍA 4 DE JUNIO DE 1988
(PRIMER SÁBADO DE MES)
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
Como es habitual, Luz Amparo, avisada por la Stma.
Virgen, acude a Prado Nuevo muy de mañana
acompañada por hijos suyos y algunas otras
personas de su confianza. Rezan el santo Rosario
completo y, en el misterio catorce (cuarto glorioso),
Luz Amparo, con expresión de gozo, mirando al cielo
de rodillas, queda en éxtasis, al hacer su presencia la
Stma. Virgen, que a través de ella transmite el
siguiente mensaje:
LA VIRGEN: Hija mía, ya está aquí María, la llena de
gracia, la bendita entre todas las mujeres.
Voy a explicar a los hombres, el por qué María es la
llena de gracia y bendita entre todas las mujeres,
porque así la Divina Majestad de Dios quiere que lo
explique:
Antes de nacer mi Hijo, la Divina Majestad de Dios me
elevó al cielo, y me hizo ver toda la gloria que tenía
preparada para todos los hombres. Me hizo ver
también la descendencia como venía del linaje de
Adán y Eva; pero también me hizo ver que era
concebida sin mancha, me hizo ver los pecados de la
humanidad, cómo el hombre había perdido el paraíso
y cómo era necesario que otra Mujer y otro Hombre
reparasen los pecados de la humanidad.
Besa el suelo, hija mía, en reparación de tantos
265
pecados como se cometen en el mundo. (Luz-Amparo
se inclina y besa el suelo).
Mira, hija mía, Dios me elevó al cielo, ante su
Divinidad, y me hizo participar de su gracia y de su
sabiduría, y me otorgó grandes dones, y me atribuyó
también grandes atributos de sus atributos, para que
reinara sobre la humanidad. Me concedió ser Madre
de Amor y de Misericordia y me dio gracias como a
ningún ser humano le otorgó, para que Yo estas
gracias pudiera distribuirlas sobre los mortales.
Mandó a las estrellas, al sol y la luna, que todos me
obedeciesen, a todos los llamó por su nombre, a los
peces, a las aves, a los reptiles, a todos les dijo que me
obedeciesen y me nombró como Madre de toda la
humanidad. También me dio el título de Reina de las
estrellas y Señora de todo lo creado. Por eso María es
tan odiada, hijos míos, por eso el enemigo hace que
desaparezca el nombre de María.
Dios mi Creador quiso que María trajese a Jesús al
mundo para redimir a la humanidad, y que todos los
hombres le conociesen; y ahora pide la Divina
Majestad de Dios que María sea la que prepare el
camino para que reine su Hijo. Por eso soy Reina y
Madre de Misericordia, consuelo de los pecadores y
de los afligidos.
Hoy, hija mía, van a aparecer diez Coros de Ángeles y
sellarán frentes de todos los que acudan a este lugar.
Todos aquellos que estéis sellados recibiréis gracias,
amor y protección mía. Todos serán sellados en el
266
cuarto misterio de gloria. Y unos a otros verán sus
frentes selladas. Que acudan todos a este lugar, que
todos serán bendecidos y sellados en sus frentes. La
hora se aproxima más y más y los hombres no dejan
de ofender a Dios, hija mía. Orad, orad y haced
oración para que toda la humanidad se salve, hija
mía.
Besa el suelo, hija mía, en reparación de tantas almas
consagradas como ofenden a Dios.
Vosotros, almas consagradas, despertad de ese
eclipse que tenéis, invocad al Espíritu Santo para que
vuestra luz vuelva a vuestra alma y no os desviéis del
camino de la salvación y de la penitencia. Estáis fríos
por falta de oración, hijos míos.
Rezad el santo Rosario todos los días. Con el santo
Rosario, hijos míos, se arreglarán muchos problemas:
espirituales y morales; nacionales e internacionales.
Pero la mejor oración, hijos míos, es la Santa Misa.
Acudid todos los días a recibir a Cristo; El instituyó la
Eucaristía y dijo que el que comiera su Cuerpo y
bebiera su Sangre viviría eternamente.
AMPARO: (Amparo hace una exclamación de alegría
y su rostro refleja un gozo indescriptible mientras dice
con énfasis): ¡Ay...! ‧l gozo que siente el alma cuando
se recibe a Cristo...
LA VIRGEN: Y vosotros, jóvenes, acudid a vuestros
hogares a una hora temprana. El castigo puede
suceder en la oscuridad de la noche. Uníos en
vuestros hogares y rezad el santo Rosario. Venid a
267
nuestro Corazón, que nuestro Corazón os protegerá,
hijos míos.
Vas a beber unas gotas del cáliz del dolor, hija mía;
está casi acabando. (Amparo toma entre sus manos
algo y se lo acerca a la boca, se le oye la deglución
que le produce arcadas).
Cuando el cáliz se acabe será terrible, hijos míos.
Orad, hijos míos, para no caer en tentación.
Frentes serán selladas. (Amparo se levanta, mira en
derredor y se arrodilla).
Levantad todos los objetos, hijos míos, todos serán
bendecidos con bendiciones especiales para la
salvación de las almas.
La paz os dejo, hijos míos. Adiós.
269
Os dije que llegaría este momento de obispos contra
obispos, sacerdotes contra sacerdotes. Estos
momentos son graves, hijos míos, muy graves.
Acudid a este lugar y rezad el santo Rosario con
devoción y pedid a vuestra Madre, como Madre de la
Iglesia, que proteja a los hombres de este mal que les
acecha. Los hombres no le dan importancia a la
oración, hijos míos. Mirad a vuestro alrededor y veréis
la situación del mundo: crímenes, odios, envidias,
rencores... ¡Y dicen que no hace falta orar, hijos míos!
Amad a la Iglesia con todas sus consecuencias, hijos
míos. Por una desobediencia el mundo está en
pecado; y los hombres siguen desobedeciendo a Dios
y se crean dioses para sus fines, hijos míos. No dejéis
de orar y haced sacrificios, veréis cómo Satanás no
reina en mi Obra.
Quiero que vayáis de pueblo en pueblo y dejéis la
semilla echada. Que se formen cenáculos en los
pueblos donde vayáis, para que no quede en el olvido
la oración. En el Cenáculo se apareció Cristo a los
discípulos, hija mía. En el Cenáculo se me apareció a
Mí, haciendo oración y penitencia. Por eso os pido que
allí donde vayáis, dejéis buen fruto, hijos míos.
No dejaré de bendeciros en este lugar, aunque los
mensajes se acaben, hijos míos. Pero mis plantas
virginales no dejarán de frecuentar este lugar. Estad
tranquilos, hijos míos.
Y tú, hija mía, no te abandones en la oración ni en el
sacrificio. Nosotros estamos contigo, y Dios está por
270
encima de los hombres.
Si me amáis, hijos míos, y abrazáis los Mandamientos
de la Ley de Dios y las Leyes que Dios ha instituido, mi
Hijo se manifestará en vosotros y os dará la vida
eterna.
Aunque estoy llena de dolor, hija mía, también tengo
gozo, porque en el cielo casi todos los días hay fiesta
de almas que se convierten en este lugar. Hoy hay
gran fiesta en el cielo por ese alma que murió ayer,
hijos míos, ¡tantos años separado de Cristo y cómo ha
vuelto a la Vida!
Aunque los hombres han perdido la razón y viven
como locos, hijos míos, ocupados sólo de lo material,
de los goces del cuerpo, pero Yo derramo gracias
sobre los hombres y mi Corazón de Madre los protege
de la señal de Satanás.
Dije que todas las frentes serían selladas y os repita,
hijos míos, seguiré sellando frentes y os las veréis
unos a otros el día del castigo. Todos seréis señalados
y os veréis Unos a otros la frente.
Mira que gran multitud hay señalados, hija mía.
AMPARO: ¡Ay, Madre, cuántos
LA VIRGEN: Pero mira cuántos, hija mía, se precipitan
en el infierno, aunque los no cristianos, hija mía,
trabajan mejor que los que se llaman cristianos.
Porque los cristianos niegan la existencia del infierno,
y al negar la existencia del infierno niegan la
existencia de Dios. Está escrito, el infierno está
271
preparado para Satanás y sus secuaces.
Orad, amad, hijos míos, para que no caigáis en
tentación.
Humildad os pido, hijos míos, porque muchos de
aquéllos que se llaman míos, se engríen y piensan en
ellos mismos y quieren averiguar los misterios del
Altísimo. No pueden averiguar los secretos de Dios,
porque están ciegos y su ceguera no les llevará a
descubrir la verdad.
Acercaos a la Eucaristía, hijos míos, amad a la Iglesia,
amad al Papa, hijos míos.
Sobre este lugar derramo gracias especiales, aunque
muchos recibáis la cruz, hijos míos. La cruz es el
camino del cielo y muchos de vosotros os ocupáis
sólo de los bienes materiales, de educar a vuestros
hijos para el mundo, hijos míos, y os olvidáis de Dios;
Dios es el último. ¡No seáis hipócritas, hijos míos! A
Dios no se le puede engañar. ¡No os confiéis que falta
mucho tiempo para vuestra salvación! Puede estar
más cerca de lo que vosotros os pensáis, hijos míos.
El demonio ronda todo este lugar; y muchos falsos
videntes están jugando con la doctrina de mi Hijo,
hijos míos. Están sembrando su condenación. ¡Qué
pena de almas! Ellos y los que se dejan arrastrar por
ellos, hijos míos.
Vuelve a besar el suelo, hija mía, en reparación de
todos los pecadores del mundo.
AMPARO: ¡Cómo lloras, Madre mía!
272
LA VIRGEN: Lloro por la situación del mundo. Y gozo
cuando se salvan las almas.
AMPARO: A ver Madre, las lágrimas.... ¡Ay!
LA VIRGEN: Tocad las lágrimas, hijos míos, uno por
uno tocad mis lágrimas (Amparo recoge las lágrimas
de la Santísima Virgen como las recogió el 15-IX-
1983, ante la multitud de peregrinos; pero en esta
ocasión los seis acompañantes son invitados, y las
tocan en la mano de Amparo). Las lágrimas de
vuestra Madre, que como dije, hija mía no hay
ninguna profundidad donde meterlas, de tantas y
tantas lágrimas como derramo por la humanidad.
Hijos míos, amaos unos a otros (pausa) y respetaos.
Hija mía, lo he dicho, ¡qué poca importancia le dan los
hombres a Dios!: Manda su Hijo para traer la Vida en
aquel tiempo, y los hombres lo entregan a la muerte.
En este tiempo quiere que se conozca el nombre de
Dios, y los hombres olvidan a Dios y se convierten en
dioses.
Hija mía, humildad te pido, para la salvación de las
almas.
Adiós, hijos míos.
Voy a daros una bendición muy especial, para
vuestra protección y vuestra fortaleza, y para todos
los que acudan a este lugar para la salvación de sus
almas.
Levantad todos los objetos, hijos míos.
Todos han sido bendecidos con bendiciones
273
especiales, para la conversión de los pobres
pecadores.
La paz sea con vosotros, hijos míos.
Adiós.
282
miles y miles de almas al día, hija mía. Se pierden la
eternidad por el gozo, y por el placer corporal.
Amad a la Iglesia, amad al Papa, hijos míos. Seguid
yendo de pueblo en pueblo, llevando el Evangelio que
es la sal de la tierra, conquistad almas para el rebaño
de Cristo; amaos los unos a los otros, hijos míos, como
mi Hijo os enseña a amaros. El hombre ha deformado
el amor y lo ha convertido en placer. Los hombres
fueron creados para amar y glorificar a Dios su
Creador, y para amarse unos a otros como a ellos
mismos, pero ¡qué deformación han hecho del amor...!
Rezad el santo Rosario, hijos míos, con el santo
Rosario podréis alcanzar la salvación. Frecuentad los
Sacramentos. El que come el Cuerpo de Cristo y bebe
su Sangre, tendrá vida eterna, hijos míos.
Como te he enseñado a ti, hija mía, no se puede ir al
Padre sin pasar por el Hijo; el Hijo es la Iglesia.
Acudid todos a este lugar, que todos los que acudáis a
este lugar, recibiréis gracias especiales, hijos míos. En
estos tiempos, el enemigo está sellando frentes para
poder apoderarse de la mayor parte de los hombres.
Sed humildes, hijos míos, la humildad es importante
para la salvación. Orad, no os durmáis, hijos míos, el
enemigo está al acecho de vuestras almas, y con la
oración no podrá apoderarse de ellas.
Hoy voy a dar una bendición especial, con gracias
muy especiales.
Levantad los objetos, hijos míos, todos serán
283
bendecidos.
Pero antes quiero, hija mía, que también sepas que
tiene valor el sacrificio, la penitencia, y que mira mi
Corazón cómo está rodeado de espinas, pero por el
sacrificio y por la penitencia, vas a arrancar tres
espinas que han llegado a purificarse. Arranca tres
espinas de mi Corazón, hija mía.
(Amparo hace ademán de arrancar algo en el aire,
tomándolo entre sus dedos con profunda expresión
de dolor).
Han sido purificadas gracias al sacrificio y a la
oración; ¿ves cómo tiene valor el dolor, hija mía?
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por
medio del Hijo, y con el Espíritu Santo -
La Paz te dejo, hija mía.
284
vuestras gracias. Los hombres se han olvidado de
orar; y donde no hay oración no hay amor.
Vas a empezar besando el suelo, hija mía, por la falta
de amor que hay en la humanidad. (Amparo se inclina
y besa el suelo.)
Los hombres han olvidado que todos los miembros de
su cuerpo tienen que ejercitarlos en el amor. (Larga
pausa). Si uno de estos miembros no lo ejercitan
queda muerto, hijos míos; así está vuestro corazón;
por falta de ejercitarlo en el amor, está muerto; ¿y
queréis transmitir vida vosotros que estáis muertos,
hijos míos? Repito que el hombre ha sido creado para
amar. Dos cosas son necesarias en el hombre: el
amor y el dolor, hijos míos. El amor para no cometer
el mal y el dolor para reparar el mal. Pero vosotros,
hijos míos, ejercitáis el mal y olvidáis el bien.
Estos tiempos son graves, hija mía, el mundo está en
estas condiciones por falta de amor unos a otros. El
amor, hija mía, sufre; el amor no se cansa de esperar
al que ama; el amor sufre por el amado. Así es el
amor, pero el hombre lo ha convertido en odio,
interés, placer. Sólo se arreglaría el mundo si el
hombre fuese capaz de amar y dar como Cristo hasta
el último átomo de su amor. Así es el amor, hija mía:
no cansarse del amado, pedir por el amado,
entregarse al amado. En estos tiempos es muy
necesario que los hombres hablen a los otros
hombres del amor, hija mía. ¿Qué vais a dar vosotros,
que no sentís en vuestro corazón nada más que odios,
285
intereses, envidias? Sólo se consigue el amor orando;
el alma que no ora no puede amar, porque el alma
que ora está en comunicación con el Amado. Por el
mundo está en estas condiciones, hija mía: Mira qué
reducido es el número de los escogidos... Por eso te
digo, hija mía: el que ama sufre. Así amó Cristo a
todos los hombres y se entregó al sufrimiento por
ellos. Los hombres quieren amar sin sufrir; y en el
amor existe el dolor, hija mía. Sólo pido que recéis
todos los días el santo Rosario, que muchos de
vosotros no rezáis ni un solo Rosario, hijos míos... ¿No
os da pena de mi Inmaculado Corazón?
AMPARO: ¡Señor! Yo quiero amarte con todo mi
corazón y quiero que me enseñes a amar. ¡Yo te amo
con toda mi alma! Tú dame lo que quieras después.
EL SEÑOR:
Mi Luz querida: tu agonía es mi agonía; y tu agonía es
más fácil que la mía. Porque tu agonía es en un lecho
blando, hija mía, y la mía fue y sigue siendo en una
calle empinada con un madero sobre mis hombros,
cayendo y levantándome. Y luego, hija mía, fui
suspendido en una Cruz, al sol; que mis heridas se
achicharraban y mis venas estallaban. Con una fiebre
tremenda en mi garganta que me hacía cada vez más
penosa la respiración, hija mía. Tu agonía es más
cómoda que la mía, ¡sigue adelante, mi Luz querida!
Ya sabes que la víctima tiene que ir agonizando poco
a poco para salvar a la humanidad.
AMPARO: Con tu ayuda, Señor..., pero a veces no
286
puedo... Dame un poquito a beber del cáliz, para
fortalecerme, mi Señor. (Hace ademán de tomar en
sus manos un cáliz que lleva a los labios y bebe,
viéndosele y oyéndosele la deglución). Sé que es
amargo, mi Señor, pero si sirve para la redención aquí
me tienes, Señor.
LA VIRGEN: No puedo ya más hablar a los humanos,
lo tengo todo dicho, hija mía; y no hacen caso de mis
mensajes. Tú, hija mía, no pierdas la humildad; la
humildad te sostendrá para poder soportar el
sufrimiento.
Y PROMETO A TODO EL QUE ACUDA A ESTE LUGAR
ASISTIRLE EN LA HORA DE LA MUERTE Y DARLE
GRACIAS ESPECIALES EN LA VIDA.
Venid, hijos míos, que vuestra Madre derramará
gracias sobre vosotros. Pero, ¡ay de aquéllos que no
ejercitan su corazón en amar! Todo el que ama
recibirá vida eterna. Sin amor no hay gloria, hija mía.
El hombre emplea su sabiduría para el mal y es
ignorante para el bien.
Amaos los unos a los otros como Cristo os ama, hijos
míos.
Vuelve a besar el suelo, hija mía, en reparación de
tantos y tantos pecados y tantas faltas de amor como
se cometen en el mundo, hija mía. (De nuevo besa el
suelo. En la retransmisión de la tarde la multitud
también lo besa humildemente).
Y no olvides que mi Hijo quiere que llegues al Gólgota,
287
hija mía, para morir con El. No va a ser muy largo tu
trayecto en la tierra; pero, hija mía, te pido que
conviertas muchas almas para el rebaño de Cristo.
Tienes que trabajar mucho y tu tiempo no es muy
largo, hija mía.
Levantad todos los objetos, todos serán bendecidos.
Todos han sido bendecidos con bendiciones
especiales.
Acudid a este lugar, hijos míos, que os promete
vuestra Madre derramar muchas gracias sobre
vuestros hogares y vuestras almas.
Y tú, hija mía, no dejes en tu corazón de ejercitar ese
amor. Los corazones que no aman están muertos, hija
mía. Manténlo vivo con tu amor, hija mía; ama mucho
y sufre mucho por las almas. No hay cielo sin dolor...,
ni recompensa sin amor.
Adiós, hijos míos. Adiós.
290
míos.
Levantad todos los objetos.
Todos han sido bendecidos, hija mía.
La paz os dejo, hijos míos.
Adiós.
294
creaturas que lo habéis recibido todo, hasta la Sangre
del Cordero degollado, no dejáis de ofender
gravemente a Dios! ¡Hasta dónde llega vuestra
soberbia, hijos míos, hasta dónde vuestra hipocresía!
Pero mi Hijo, aún sabiendo que derramando su
Sangre muchos se iban a condenar, la derramó por
aquellos, por aquellas almas santas y justas que hoy
se encuentran en el cielo testigos de su muerte. Mira
qué gran número, hija mía, fue testigo de la muerte
del Redentor. Pero mira, hija mía, los que quedaron y
se condenaron en el abismo por su falta de humildad,
por su falta de amor. Se dejan tentar, como Eva, por el
enemigo en vez de pedir a Dios consejo antes de
hablar y entablar la conversación con Satanás. Su
malicia ya fue dando los pasos hacia el enemigo y
entabló su conversación porque su soberbia no le hizo
(en voz muy baja habla unas palabras en idioma
desconocido) ver con verdad que sólo Dios podía
reinar, sino que su soberbia les hizo ver que serían
dioses como Dios, y se fue a entablar conversación
con el enemigo. Entonces se vio su lujuria, su
soberbia; pero ni aún pidió a Dios perdón en ese
momento ni llamó para preguntar quién era y de
dónde venía aquella voz, sino que ella se regocijaba; y
no contenta con regocijarse ella llamó a Adán y le
provocó para que cayese. Y en vez de humillarse
cuando oyó la voz de Dios, Adán se excusaba
diciendo que había sido Eva y Eva se excusaba
diciendo que había sido el enemigo. No vio su
295
soberbia.
Eso os pasa a vosotros, hijos míos, que en vez de
rechazar al enemigo conversáis con él y os dejáis
arrastrar por él. Mi Hijo fue tentado, pero en su
tentación no quiso conversación con el enemigo y
alzó su vista al cielo orando, orando y comunicándose
con el Padre para no caer en tentación. Pero
vosotros, hijos míos, en vez de orar cuando os viene
una tentación, caéis y os regocijáis en ella. ¡Pobres de
vosotros! Repito que queréis quedar exentos de
vuestras culpas y cargáis vuestros pecados en la
espalda de vuestros hermanos para que ellos los
reparen. Huís de la cruz y del dolor. La cruz es
salvación, hijos míos. Ni Yo huí del dolor, ni Cristo
tampoco, hijos míos. Que vuestros pecados queden
limpios como la nieve por vuestro sacrificio y vuestra
penitencia. Pero no os ensoberbezcáis engreyéndoos.
Pensad en Pedro, que cuando pecó no levantó la vista
del suelo, sólo la levantaba para pedir al Padre
perdón de sus pecados. Su vista quedó pegada al
suelo y sus mejillas quedaron hundidas por el dolor y
las lágrimas. ¿Cómo sois capaces, hijos míos, después
de enrojecer los cielos y avergonzar a los ángeles, de
levantar vuestras cabezas sin dolor ni
arrepentimiento? Humillaos, hijos míos, y pedid
perdón a Dios de vuestras culpas.
Y tú, pequeño crucifijo, sigue inmolándote por la
salvación de las almas. Las víctimas tienen que ser
orantes e inmoladas. Ama con todo tu corazón a los
296
seres humanos y retírate de aquello que te daña, hija
mía, Yo te protegeré; mi Inmaculado Corazón velará
por ti. El hombre piensa sólo en los cariños terrenos y
se ocupa poco de los divinos.
Vuelve a besar el suelo, hija mía, en reparación de
tantos y tantos pecados como ofenden nuestros
Corazones.
Sólo con penitencia y oración se salvarán las almas.
Esto lo han olvidado los hombres. Sin dolor no hay
redención.
Seguid acudiendo a este lugar, que derramará mi
Corazón muchas gracias para la salvación de las
almas.
Y vosotros, despertad, que mi Hijo está derramando
fuentes de gracias sobre vosotros. ¡Cómo las
desaprovecháis, hijos míos! Amaos los unos a los
otros, como mi Hijo os ha amado. Y tú, hija mía, sigue
reparando los pecados de los demás; piensa que eres
víctima, y la víctima tiene que inmolarse.
Rezad el santo Rosario todos los días; acercaos a la
Eucaristía pero antes lavad vuestra conciencia, que
muchos de vosotros no le dais importancia al pecado.
Os asusta el pecado pero no os asusta la ofensa. Os
asusta el pecado porque no le veis, no lo queréis ver
grave, hijos míos, pero cuando gozáis del pecado no
os asusta ofender gravemente a Dios.
Levantad todos los objetos, todos serán bendecidos
con gracias especiales, para que muchos de vosotros
297
os fijéis en lo divino, que lo tenéis completamente
olvidado, hijos míos. Vuestro corazón está seco de
amor a Dios. Y el que no ama a Dios, su amor hacia
los hombres no es limpio. Si amas a Dios con todo tu
corazón, con todas tus fuerzas y con tus cinco
sentidos, amarás al hombre con todo tu corazón.
Tú, hija mía, sé humilde, muy humilde y compórtate
con fortaleza, con energía. La paz os dejo, hijos míos.
Mensajes tomados de
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