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TIPO DE IMAGEN:
TECNICA: OLEO
SOPORTE: TELA
HITO REPRESENTADO:
Fue la obra más celebrada de Della Valle. Presentaba por primera vez en las
grandes dimensiones de una pintura de salón una escena que había sido un
tópico central de la conquista y de la larga guerra de fronteras con las
poblaciones indígenas de la pampa a lo largo del siglo XIX: el saqueo de los
pueblos fronterizos, el robo de ganado, la violencia y el rapto de cautivas. En el
manejo de la luz y la pincelada se advierte la huella de la formación de Della
Valle en Florencia.
El cuadro de Della Valle entroncaba con una larga tradición no solo en las
crónicas y relatos literarios inspirados en malones y cautivas, sino también en
imágenes que, desde los primeros viajeros románticos europeos que
recorrieron la región en la primera mitad del siglo XIX, representaron cautivas y
malones.
La vuelta del malón fue la primera imagen que impactó al público de Buenos
Aires referida a una cuestión de fuerte valor emotivo e inequívoco significado
político e ideológico.
Más allá de la anécdota el cuadro aparece como una síntesis de los tópicos
que circularon como justificación de la “campaña del desierto” de Julio A. Roca
en 1879, produciendo una inversión simbólica de los términos de la conquista y
el despojo. El cuadro aparece no solo como una glorificación de la figura de
Roca sino que, en relación con la celebración de 1492, plantea implícitamente
la campaña de exterminio como culminación de la conquista de América.
Todos los elementos de la composición responden a esta idea, desplegados
con nitidez y precisión significativa. La escena se desarrolla en un amanecer en
el que una tormenta comienza a despejarse. El malón aparece equiparado a
las fuerzas de la naturaleza desencadenadas (otro tópico de la literatura de
frontera). Los jinetes llevan cálices, incensarios y otros elementos de culto que
indican que han saqueado una iglesia. Los indios aparecen, así, imbuidos de
una connotación impía y demoníaca. El cielo ocupa más de la mitad de la
composición, dividida por una línea de horizonte apenas interrumpida por las
cabezas de los guerreros y sus lanzas. En la oscuridad de ese cielo se destaca
luminosa la cruz que lleva uno de ellos y la larga lanza que empuña otro, como
símbolos contrapuestos de civilización y barbarie. En la montura de dos de los
jinetes se ven cabezas cortadas, en alusión a la crueldad del malón. En el
extremo izquierdo se destaca del grupo un jinete que lleva una cautiva blanca
semi-desvanecida, apoyada sobre el hombro del raptor. Fue este el fragmento
más comentado de la obra.
Malosetti Costa (2009) define esta obra como “el mito blanco de la conquista”,
a través del cual la violencia ejercida por el indio justificará su exterminio
posterior a manos del blanco y escribe:
…“los dos indios que, en primer plano se destacan sobre dos espléndidos
caballos (uno negro y otro blanco), llevan cada cual un “atributo” claramente de
su “barbarie”: la cautiva el uno y los despojos de la iglesia el otro. El paisaje,
por otra parte: la luz, el cielo, la inmensidad de la pampa, adquirieron en el
cuadro una presencia destacada que fue interpretada, precisamente, como el
elemento más nacional, original y característico de éste: era el desierto
argentino.”…..“En la pampa desolada, envueltos en una luminosidad fría, en el
cuadro de Della valle los indios aparecían revestidos de todos los signos que
indicaban su carácter de enemigos de la “civilización”: las cabezas cortadas de
sus víctimas, los despojos de una iglesia profanada, el ganado robado, y
destacándose en el conjunto, la cautiva blanca semidesnuda. El grupo que
componen el jinete y su presa tiene un carácter sensual que lo distingue del
resto de la composición: los contrastes violentos se desdibujan, el indio parece
hasta cierto punto proteger, rodeándola con su brazo, a la mujer adormecida.
Este se nos aparece como el fragmento más literario del cuadro…
Ana Martínez Quijano menciona que Rodolfo Kusch, acuñó el término “la
seducción de la barbarie” y que se dedicó a investigar este fenómeno
conflictivo, entre seducción y culpa, que ejerce la barbarie en la literatura
argentina, cargada de violencia desde sus orígenes. Esta dualidad en las
emociones, este extrañamiento del otro y a la vez nostalgia de lo extraño, este
origen perverso reprimido, ¿podría pensarse como una especie de unheimlich,
de uncanny? ¿Es el indio aquello que se extraña/añora porque ya no existe
más? ¿Se recuerda con cierta nostalgia porque se halla suprimido y el presente
–el presente de Della Valle y sus contemporáneos- se convierte en algo incierto
con la llegada de los inmigrantes europeos a partir de la década de 1880?
¿Esa nostalgia del pasado hace que Della Valle pinte un cuadro cuyo tema
podría resultar anacrónico en 1892? O sea, ya no serán los indios los bárbaros
porque ya no hay indios, por lo menos ya no son visibles: o los han
exterminado, o los han deportado, o los han repartido entre los vencedores
como sirvientes, o los han metido en reservas aborígenes. En este cuadro, La
vuelta del malón, se puede apreciar cierta nostalgia del pasado, antes de la
gran migración, antes de que Buenos Aires cambiara su fisonomía urbana,
antes de los frigoríficos, cuando la carne aún se salaba y había gauchos,
entonces, si los indios ya no eran más los bárbaros, ¿quién sería el nuevo
bárbaro?, ¿quién el subversivo?