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EL SACRIFICIO DE ALABANZA
Muchas veces cuando el creyente se presenta delante del Señor, le es fácil elevar el
corazón en alabanza, pero hay otras veces cuando no es fácil elevar el corazón en
alabanza, y es lo último que se quiere hacer. En tales ocasiones, se hace necesario
“ofrecer un sacrificio de alabanza”.
Esta expresión se toma de Hebreos 13:15: Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por
medio de [Cristo], sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su
nombre. Pedro dijo que los cristianos son un sacerdocio espiritual que presenta
sacrificios espirituales al Señor (1 Pedro 2:5). Los Salmos también se refieren a los
sacrificios de alabanza y sacrificios de júbilo (véanse Salmos 27:6; 54:6; 107:22;
116:17).
El sacrificio incluye algo costoso, la ofrenda de algo muy querido, lo cual se ilustra de
modo hermoso en 1 Crónicas 21. Satanás había incitado a David a contar a los hijos de
Israel, y como David lo hizo de modo que desagradó al Señor, Dios castigó a la nación.
El Señor envió una plaga a Israel y murieron setenta mil personas. Cuando el ángel
exterminador llegó a la era de Arauna, Dios le dijo: Basta ya; detén tu mano” (v. 15).
Entonces el ángel le ordenó a David que edificara un altar al Señor en la era de Arauna,
en el lugar preciso donde el ángel dejó de matar a más israelitas. David se acercó a
Arauna para comprar el sitio con el propósito de hacer su sacrificio al Señor, pero
Arauna dijo que quería regalar el sitio del altar a David, junto con los bueyes y la
madera para el holocausto. Obsérvese la respuesta de David: “No, sino que
efectivamente la compraré por su justo precio; porque no tomaré para Jehová lo que
es tuyo, ni sacrificaré holocausto que nada me cueste" (v. 24).