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REDACCIÓN
Magdalena Cámpora
Diego Ribeira
Luis Ángel Della Giovanna
Raúl Lavalle
Editor responsable: Raúl Lavalle
Dirección de correspondencia:
Paraguay 1327 3º G [1057] Buenos Aires, Argentina
tel. 4811-6998
raullavalle@fibertel.com.ar
nº 29 – 2018
1
ÍNDICE
2
LEYENDA: REAL, VIVA Y MARAVILLOSA
JEANETTE MARTÍNEZ
1
Carpentier, Alejo. “Lo barroco y lo real maravilloso”, en: Tientos, diferencias y otros
ensayos. Barcelona, Plaza & Janés Editores, 1987, pág. 103.
2
Rest, Jaime. Conceptos fundamentales de la literatura moderna. Buenos Aires,
Centro Editor de América Latina, 1979, pág. 82.
3
Real Academia Española. Diccionario de la Lengua española. En línea:
http://dle.rae.es/?id=NDOltxZ (consultado: 13/09/2017).
3
En primer lugar diremos que la leyenda es un fenómeno
folklórico. ¿A qué llamamos fenómeno folklórico? Llamamos así a las
manifestaciones populares y anónimas que son compartidas por una
comunidad determinada, transmitidas oralmente y por medio de la
experiencia, que cumplen una función específica en la colectividad.
1
Carpentier, Alejo. “De lo real maravilloso americano”, en: Tientos, diferencias y
otros ensayos. Barcelona, Plaza & Janés Editores, 1987, pág. 75.
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Cuando escuchamos a una persona narrar su propia versión, lo
hace convencida de que aquello que está diciendo tiene existencia y por
lo tanto es real. El alma mula convive en el pueblo, el Supay en el
monte, el Pombero en los campos del litoral argentino, y nadie duda de
ello. Los hechos insólitos son cotidianos, las leyendas viven en las
diferentes regiones de nuestro territorio. Esto es lo que Alejo Carpentier
denomina lo real maravilloso.
JEANETTE MARTÍNEZ
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ME LLEVA EL VERSO
ALFREDO BERNARDI
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Lo antedicho se basa en que tiempo atrás había escrito algo sobre
Banchs y la poesía como viaje. El poeta de La urna decía que sus versos
podían ser nave y corcel (te pido me dispenses de hacer las citas
pertinentes, amigo lector), para llevarnos por itinerarios estéticos
diversos. A veces el vuelo lírico se dirige a otras plumas de otros
tiempos. Bien, este soneto de Bernardi me hizo revivir –viajar a– días
pasados y me recuerda que debo tratar de ser “un alma receptiva”, de lo
que escribe mi amigo y de otras cosas bellas. [R.L]
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MUERTA ENAMORADA
Estudio sobre la posibilidad
JONATHAN GEORGALIS
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No tenía nada que deplorar y jamás vacilé ante este
compromiso irrevocable; me colmaban la impaciencia y la
alegría. Jamás novio alguno contó con ardor tan febril las
horas que lo apartan de su boda; no dormía: soñaba que daba
misa, nada en el mundo me parecía más bello que el
sacerdocio; mi ambición no concebía nada más digno y me
habría negado a ser rey o poeta.
Te lo digo para que veas que no tenía por qué ocurrirme lo
que me ocurrió, para que veas que fui víctima de un
inexplicable sortilegio 1.
1
Gautier, T., La muerta enamorada, Traducción de Carlos Gardini, Buenos Aires,
Torres Agüero Editor, 1983, p. 13.
2
“Pero ¿cómo es posible la posibilidad?, ¿qué la hace posible? La sola pregunta es una
paradoja, pues se pregunta por una posibilidad anterior a la posibilidad. Kierkegaard le
llamaba a eso la ‘brujería’ de la posibilidad. La posibilidad tiene que ser posible y por
lo tanto presuponerse a sí misma; ¿pero cómo puede haber una posibilidad antes de la
posibilidad?: ¿Cómo puede haber algo que haga posible la posibilidad? La posibilidad
antes de la posibilidad era, para Kierkegaard, la libertad; y esa ‘brujería’ de la
posibilidad antes de la posibilidad se le revelaba al hombre en la experiencia de la
angustia” (Fatone, V., La existencia humana y sus filósofos, Buenos Aires, Raigal,
1953, p. 15).
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esencialmente al niño, que éste no quiere verse privado de
ella; aunque le angustie, la verdad es que también le
encadena con su dulce ansiedad. Esta angustia existe en
todas aquellas naciones que han conservado los rasgos de la
infancia como típicos de la ensoñación del espíritu; y las
naciones serán tanto más profundas cuanto con mayor ahínco
conserven ese tesoro. El creer que esto es una
desorganización no pasa de ser una burda tontería. La
angustia tiene aquí el mismo significado que el que el que
encierra la melancolía en un momento muy posterior, a
saber, cuando la libertad, una vez que ha recorrido las formas
imperfectas de su historia, está a punto de alcanzarse a sí
misma en el sentido más profundo 1.
1
Kierkegaard, S., El concepto de la angustia, Buenos Aires, Libertador, 2006, p. 50.
2
Las siguientes consideraciones de Kierkegaard, que explican la afirmación de que la
posibilidad es la más pesada de las categorías, merece ser desarrollada in extenso para
la mejor comprensión de este trabajo: “El educando de la angustia es educado por la
posibilidad, y solamente el educado por la posibilidad está educado con arreglo a su
infinitud. Por eso la posibilidad es la más pesada de todas las categorías. Es verdad que
generalmente se suele afirmar lo contrario, que la posibilidad es muy ligera y que la
realidad es muy pesada. Pero, ¿a quiénes se les oye afirmar semejante cosa? A algunos
pobres diablos que no han sabido nunca lo que es posibilidad y que, por otra parte, en
cuanto la realidad les ha mostrado bien a las claras que nunca sirvieron ni servirán para
nada de provecho, se han puesto a refrescar de un modo falaz una determinada
posibilidad. ¡Una posibilidad tan bella y tan encantadora! –a sus ojos, se entiende‒,
porque en el fondo, tal posibilidad, y esto en el mejor de los casos, no es más que una
cierta simplicidad juvenil, de la que más bien deberían avergonzarse. Por esta razón,
naturalmente, la idea que ellos tienen de la posibilidad, afirmándola tan fácil, no apunta
más que a una posibilidad de dicha, éxito, etc. Pero la posibilidad no es esto. ¿Cómo lo
iba a ser si sólo se trata de una invención fraudulenta para camuflar la perversión
humana y así tener motivos para lamentarse de la vida y la Providencia, a la par que se
tiene la oportunidad de darse uno mismo importancia? No, en la posibilidad es todo
igualmente posible, y quien haya sido educado de veras por la posibilidad, habrá
llegado a comprender con no menor perfección las cosas que nos infunden espanto
como las que nos hacen sonreír. Cuando uno de estos hombres haya pasado por la
escuela de la posibilidad y sepa, con mayor seguridad que el niño conoce su
abecedario, que no puede exigir absolutamente nada de la vida, que el espanto, la
perdición y ruina habitan puerta con puerta a la vera de todo ser humano; cuando, por
añadidura, uno de estos hombres haya comprobado a fondo que cualquier angustia que
llegó a sobrecogerlo en un momento dado, no dejó tampoco de volver a la cita en el
momento siguiente…, entonces, sin duda, este hombre dará otra explicación de la
realidad, la ensalzará y se acordará, incluso cuando la realidad sea más aplastante, que a
pesar de todo ella es muchísimo más ligera que lo era la posibilidad. Solamente la
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posibilidad, la posibilidad de actualización. Contrariamente, siguiendo la
línea del espíritu, la melancolía se refiere al fenómeno de la posibilidad,
sí; pero de la posibilidad anulada, la posibilidad abolida. El alma
angustiada, aquejada de vértigo, siente el riesgo de caer y el veneno que
la ataca es como un miedo indefinido a que algo perturbe su equilibro. El
alma del melancólico se encuentra atacada por una tristeza que surge del
conocimiento de que hay algo que ya no puede hacer, hay una
posibilidad que ya no será más la suya. Por eso se asocia, en términos
ideales, a ese ápice donde el espíritu se encuentra más cerca de alcanzar
la meta; porque es el instante en que rechaza, de un modo más profundo
y definitivo, todas las otras posibilidades que su inteligencia lúcida le
muestra como superadas.
En el caso del cuento de Gautier, Romualdo, el protagonista, se
encuentra a punto de ser ordenado sacerdote. En la ceremonia contempla
una mujer hermosa, cuya mirada lo fascina. Ella se adhiere, como la
angustia, a su alma, y sus labios delicados parecen querer comunicarle
algún maravilloso secreto. En primer lugar, la mujer le revela una
posibilidad que hasta entonces el novicio desconocía. La impresión es
sucedida por el reconocimiento de algo distinto a lo ya experimentado, y
éste por el deseo que dirige sus torrentes hacia un objeto que se apodera
de lleno de la conciencia:
posibilidad puede educar de esta manera, pues la finitud y las circunstancias finitas en
que se le ha señalado un puesto al individuo, sean pequeñas y vulgarísimas o hagan
época en la historia, sólo educan finitamente. En este caso siempre es posible engaitar
las circunstancias, siempre se puede sacar de ellas algo distinto, andar con regateos y
rebajas, mantenerse uno fuera hasta cierto punto e impedir que se aprenda
absolutamente nada de las mismas. Es más, de tener que sacar alguna lección de las
circunstancias, es preciso que el individuo a su vez posea en sí mismo la posibilidad y
forme con sus propias manos la cosa de la que ha de aleccionarse, y esto aunque en el
próximo momento tal cosa no reconozca en absoluto que él la formó, sino que lo deja
desarmado del todo” (Kierkegaard, Op. Cit., p. 182-183).
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recobra la vista. El resplandor del obispo se disipó,
palidecieron los cirios tal como las estrellas al alba, una
oscuridad absoluta cubrió el templo. La deliciosa criatura se
destacaba entre las sombras como una revelación angélica;
parecía iluminarla su propio fulgor, del cual el día no era
sino un triste reflejo 1.
1
Gautier, Op. Cit., p. 14.
12
vino de ese cáliz y serás libre. Te llevaré a islas
desconocidas, dormirás junto a mí en un lecho de oro
macizo, bajo un dosel de plata; porque te amo y quiero
arrancarte a tu Dios, hacia quien tantos corazones vierten
torrentes de amor sin alcanzarlo jamás 1.
1
Gautier, Op. Cit., p. 19.
13
Interrumpía tales palabras con frenéticas caricias que a tal
punto aturdieron mis sentidos y mi razón que no temí, para
consolarla, proferir una aterradora blasfemia; le dije que la
amaba tanto como a Dios1.
1
Gautier, Op. Cit., p. 47.
14
La vida auténtica supone sinceridad en la decisión. Esta sinceridad
implica una renuncia correlativa al ámbito de aquello por lo que el
espíritu no se decidió. Cuando esta renuncia no se verifica, la elección
es, en realidad, un engaño, y el proyecto vital una impostura. Por eso, la
personalidad se debilita, porque le da vida, y alberga en su seno, un
núcleo duro de falsedades.
La decisión, en estas ocasiones, implica una renuncia en las almas
responsables. Es por ello que se nos aparece el otro fenómeno de la
melancolía. Ella, por lo demás, acompaña a las personalidades más
desarrolladas; las otras, poco saben de la responsabilidad y conocen
solamente formas despreciables de nostalgia, último refugio del deseo
extenuado e impotente. Pero es el caso que toda determinación por A
supone una determinación por la negativa de todo aquello con lo que A
entra en conflicto. En cierta forma, es como si el objeto de nuestra
elección tomara su ser, constituyendo un núcleo de luminosidad,
diseñado en torno a la nada, correspondiente a la indeterminación
primitiva, que el alma rechaza de su proyecto vital. Es así como esas
posibilidades que el alma no hace suyas no persisten como tentación, lo
que en realidad generaría angustia, sino que más bien son consideradas
con cierta tristeza, como ocasiones propias de situaciones y condiciones
que alguna vez observó con placer o con las que se regodeó con cariño.
Del mismo modo que el adulto con los juguetes con los que en su
infancia se divirtió, observa el melancólico con una dulce tristeza, a la
posibilidad que queda detrás, o mejor, debajo suyo y, por eso, como un
barco que se hace a la mar inmensa, el alma madura navega en torno a la
melancolía.
La realidad es siempre una isla en el mar de la posibilidad. En ese
tránsito de la posibilidad a la realidad, y de la realidad a la posibilidad, el
objeto de la tentación adquiere una elasticidad que puede competir con
mucha ventaja con la realidad. Finalmente, en este punto, donde la
posibilidad arraiga en el alma, constituyéndose en una segunda realidad,
se requieren medidas enérgicas. En esta encrucijada se encontraba
Romualdo, y de ella lo rescatará Serapione:
15
Por mi parte, tan harto estaba de mi doble vida que acepté,
deseoso de saber quién era víctima de una ilusión, si el
sacerdote o el gentilhombre; estaba dispuesto a matar, en
beneficio del otro, a uno de los dos hombres que en mí
coexistían, o aun a los dos, pues tal vida no podía durar. El
abad se munió de pico, palanca y linterna, y a medianoche
nos dirigimos hacia el cementerio de ---, cuya disposición él
conocía minuciosamente. La luz de nuestra linterna sorda
acarició las inscripciones de diversas tumbas, hasta que al fin
llegamos a una piedra, semioculta por el pastizal, devorada
por musgos y plantas parásitas, donde desciframos este
comienzo de inscripción:
1
Gautier, Op. Cit., pp. 59-60.
16
En contraste con esta actividad y esos efusivos raptos de energía,
hemos visto, se encuentra Romualdo. Él asiste a la destrucción del objeto
de su amor con la misma pasividad con que asistió a su caída, a su
tentación y, antes de ello, al mismo carácter con que asumió el estado
eclesiástico. Esto explica una continuidad en los caracteres que es, desde
el punto de vista artístico, por demás rescatable y que supone una
clarividencia sobre los estados humanos de la transición. Serapione,
tanto como Clarimonda, nos son arquetípicamente ajenos. Sus figuras,
en un aspecto representativo, guardan una completa estabilidad, ya que
señalan los puntos extremos de la tentación y el consejo recto, de la
caída y del rescate, del bien y del mal caracterizados.
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En el caso de Serapione, su consejo resulta siempre certero y su
clarividencia asombrosa. Es un acierto de Gautier no aludir directamente
a la forma en la que sabe lo que, efectivamente, conoce. Por lo pronto,
de algún modo, el abad parece estar al tanto de todo. Y las sombras de
sus certezas se proyectan sobre la vida de Romualdo, dando cuenta, al
lector atento, del carácter esencial en que habrá de desarrollarse la trama.
El sentimiento del peligro es lo que interesaba dejar en claro,
conjuntamente con el carácter amable y ambiguo del mal que asalta y se
apodera del protagonista.
1
Gautier, Op. Cit., p. 63.
18
No obstante sus expresiones, el alma de Romualdo no encuentra
paz, porque la posibilidad fue desalojada desde el exterior. La tentación
no fue vencida, fue desalojada a la fuerza. Pero no obstante ello, ésta no
podrá nunca más ser realizada. La posibilidad imposible será, en este
caso, la posibilidad de la recaída. El sacerdote se encuentra condenado a
la virtud, de la que también fue amante, aunque de un modo infiel. Es
por ello, que al mirar hacia atrás, al recordar sus años de juventud junto a
su amada, Romualdo no puede sino otorgar vida a su alma y calor a sus
recuerdos. Por su lado, y a lo largo de tantos años, su espíritu también
habría de desarrollarse en el aislamiento y el dolor; y es dudoso si su
amor sería, a esta altura de su vida, realizable del mismo modo que en
aquel momento anterior. Es por ello, quizás, porque este deseo es
imposible, que el amor de Romualdo, desde la angustia de la tentación,
nos conduce hasta los límites de la melancolía, que acompaña al alma en
camino de alcanzar la realidad de su perfección.
JONATHAN GEORGALIS
19
INSPIRACIÓN
1
El Dr. Luis Alposta, médico, es muy asociado, con toda razón, al tango y al lunfardo.
Conoce en efecto en profundidad esos temas y ha escrito muchos libros. Pero en este
caso le agradezco el que me permita reproducir aquí este poema que considero
bellísimo. El lector puede encontrarlo en sus MOSAICOS PORTEÑOS (cf.:
https://mosaicosportenos.blogspot.com.ar/2018/01/el-patio-y-la-mesa-bajo-el-
parral.html). Si me dicen “inspiración”, pienso inmediatamente en el tango homónimo,
con letra de Luis Rubistein y música de Peregrino Paulos. Y desde ahí vuelvo a
Alposta, pues Paulos me suena a griego; y en el poema que copio hay una fuertísima
“nostalgia.” Dicha voz helénica tiene que ver con ‘retorno.’ Pues bien, el poeta hace
una breve odisea de pensamiento y regresa a la infancia, para volver a los años de su
vida actual. Pero siempre hay testigos mudos: patio, mesa y parral. “Tenía aquella casa
no sé qué suave encanto / en la belleza humilde del patio colonial”, decía Armando
Tagini en Marioneta. [R.L.]
20
LA CAJITA DE LOS RECUERDOS:
A PROPÓSITO DE MICHEL HOUELLEBECQ
MARISA MOSTO
“Los libros piden lectores; pero estos lectores deben tener una
existencia individual y estable: no pueden ser meros
consumidores, meros fantasmas; deben ser también, de alguna
manera, sujetos. […] los occidentales contemporáneos ya no
consiguen ser lectores; ya no logran satisfacer la humilde petición
de un libro abierto: que sean simplemente seres humanos, que
piensen y sientan por sí mismos.”
21
Y enseguida, con una sorprendente y lúcida naturalidad traslada
Houellebecq su reflexión hacia otro campo:
“Con mayor motivo, no pueden desempeñar ese papel frente a
otro ser. No obstante, tendrían que hacerlo: porque esta
disolución del ser es trágica; y cada cual, movido por una
dolorosa nostalgia, continúa pidiéndole al otro lo que él ya no
puede ser; cada cual sigue buscando, como un fantasma ciego,
ese peso del ser que ya no encuentra en sí mismo. Esa resistencia,
esa permanencia; esa profundidad. Todo el mundo fracasa, por
supuesto, y la soledad es espantosa.”
Los otros
Buscando altura,
tiempo sin tiempo.
Tocar las desnudas entrañas de lo real.
Doloroso retorno.
¡Lo he visto en tantas formas!
Sé de lo que hablan.
Del misterio de la vida. De nuestra muerte.
Del deseo torturado de un encuentro
22
***
MARISA MOSTO
23
LIBROS Y OTRAS COSAS
24
En efecto se leen también los nombres de sus hermanos, muy
“clásicos”, Aristóteles, Demóstenes Arístides, Osiris Demóstenes y
Reinaldo Diógenes. Este libro vale entonces muchísimo para mí, pues
me da a Marasso… y a quien me guió en mis primeras lecturas: no en
vano se llamó Virgilio.
R.L.
25
El corazón se prepara toda la vida
para esa hora
de la verdad
el corazón se hincha
de tristeza
frente a la nada.
Un día fue noche
mi sombra cayó
sobre la tumba de esa sombra
que será
noche.
26
Soneto segundo
El título quiere decir que es mi segundo intento de hacer un
soneto. Si tienes paciencia de leerlo, amigo lector, verás cuán pétreos
son mis versos. En todo caso, lo escribí esencialmente para mí, porque
intentaba decirme algo a mí mismo y porque –vano intento– quise
homenajear a la forma perfecta de la poesía.
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En otras palabras, como a del Valle le debo mi primera edición
de Catulo (Les Belles Lettres), imagino que recuerdo haber comprado
allí libros viejos; pero después mi Genio me dice –y es verdad– que soy
un difunto en vida, aunque quizá esos volúmenes sean leídos mañana por
otros, quienes de ese modo oculto me recordarán. [R.L.]
28
En la foto de la página anterior se ve una suerte de modelo o
línea de los afamados lápices italianos Giotto. Pero aquí las artes
plásticas se dan la mano con la literatura, pues el nombre recuerda el
célebre sentir literario medieval llamado Dolce Stil Novo. Soy calabrés,
pero me animo a improvisar una suerte de copla para una señora italiana,
dama fina de la Toscana.
Quiero pintar la belleza
de tu rostro señorial,
pues males me hace el no verte…
Mirando tu bella faz
en el lienzo figurada,
hallaré algo de paz.
LUCAS SALERNO
29
A pasitos de dicha fonda, en el jardín de una bella casa, estaba de
adorno un sulky (o sulqui, como quieras, amigo), lo cual daba otra nota
folklórica; o tanguera, porque me acordé de la orquesta de Osvaldo
Fresedo:
Este servidor se considera feliz por poder ir, como perro más
faldero, cantando las bellezas de las damas de su tierra, que desfilan
como en carros triunfales.
En fin, mi tercer hecho folklórico: en el arroyo, además de
mojarras, dientudos y chanchitas, levanté tres bagres de buen tamaño.
Me sentí entonces como aquel niño de Don Segundo Sombra, que con su
caña capturaba bagrecitos en el río de Areco.
Eufrasio López
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