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TAREA 3

ACTITUD ENUNCIATIVA (O DE ENUNCIACIÓN LÍRICA)

Es la actitud con que el hablante lírico muestra su subjetividad a través de la descripción del paisaje, de personas,
de animales o de la narración de hechos. Emplea, sobre todo, la tercera persona gramatical (pronombres: él, ella,
lo, ellos, ellas, los, se). Corresponde a la función referencial o representativa del lenguaje. El yo está frente a un
ello, frente a un ente, lo capta y lo expresa. Uso de la descripción.

Ejemplo 1:

“Uno le dice a Cero que la nada existe


Cero replica que Uno tampoco existe. Porque el amor nos da la misma naturaleza
Cero más Uno somos Dos le dice
Y se van por el pizarrón tomados de la mano
Dos se besan debajo de los pupitres
Dos son uno cerca del borrador agazapado
Y Uno es Cero mi vida
Detrás de todo gran amor la nada acecha.

Se llama género lírico porque en la antigua Grecia este tipo de composiciones se cantaban, acompañándose con un
instrumento llamado lira. Su forma más habitual es el verso y la primera persona. Comunica las más íntimas
vivencias del hombre, lo subjetivo, los estados anímicos.

En su concepto más vasto comprende además de la oda, la canción, la balada, la elegía, el soneto e incluso las
piezas de teatro destinadas a ser cantadas, como las óperas y dramas líricos. En lenguaje usual, sin embargo,
designa casi exclusivamente la oda que, según las formas que reviste toma los nombres de ditirambo, himno,
cantata, cántico, etc. La métrica y el ritmo de los poemas dependen exclusivamente del poeta o el escritor.

ACTITUD APOSTROFICA

Para poder llegar a la definición de la actitud apostrófica, debemos considerar primero los conceptos de hablante
lírico y actitud lírica, dos de los componentes fundamentales de un texto perteneciente al género lírico.
Adicionalmente nos referiremos al objeto lírico. Siguiendo esta lógica, nos referiremos primero del hablante lírico,
que corresponde al ser ficticio construido por el poeta que tomará la voz dentro del texto lírico. El hablante adopta
una actitud lírica, es decir, una modalidad de enunciación. Las actitudes son tres en total, y una de éstas es la
actitud apostrófica.

La actitud apostrófica es aquella mediante la cual el hablante lírico se dirige a un tú al que busca apelar o llamar la
atención. Este tú, al que está dirigido el texto, puede ser el lector o el objeto lírico del poema. El objeto lírico es la
circunstancia, cosa o persona que produce un cierto estado anímico, sentimiento o reflexión en el poeta, sobre el
cual se habla en el texto lírico. En conclusión, la actitud apostrófica es aquella en que el hablante busca apelar a un
interlocutor con su texto.

CARACTERÍSTICAS DE LA ACTITUD APOSTRÓFICA


La actitud apostrófica es una de las tres actitudes líricas que puede adoptar el hablante en un texto poético. Se
caracteriza por un hablante que interpela a un tú, que puede ser el lector o el objeto lírico. Por lo tanto, la persona
gramatical predominante será la 2da singular. Dentro de los poemas que utilizan la actitud apostrófica, tomaremos
Cantares de Antonio Machado, el que dice: “Caminante, son tus huellas /el camino y nada más; /caminante, no hay
camino, /se hace camino al andar.”

Otro ejemplo lo podemos encontrar en la parte XII de Alturas de Machu Pichu, que a su vez forma parte del Canto
General del poeta Pablo Neruda. Sus versos dice: “Sube a nacer conmigo, hermano. /Dame la mano desde la
profunda /zona de tu dolor diseminado. /No volverás del fondo de las rocas. /No volverás del tiempo subterráneo.
/No volverá tu voz endurecida. /No volverán tus ojos taladrados.”

CÓMO CONSTRUIR UN HABLANTE LÍRICO CON ACTITUD APOSTRÓFICA

A continuación te dejaremos tres sencillos pasos para que puedas usar como guía cuando quieras construir un
hablante lírico que adopte la actitud apostrófica para que te sirva de herramienta en la construcción de poemas
que puedan surgir de proyectos escolares o personales.

1. La actitud apostrófica tiene como principal característica el dirigirse a un interlocutor, por lo que su principal
función es incitar e interpelar a un tú. ¿Quién será ese tú al que debemos dirigirnos? Puedes dirigirte, en primer
lugar, al receptor del poema. Puedes usar un cualquier apelativo que te acomode, desde amigo lector o estimado
enemigo, etc. Así estarás dirigiendo la subjetividad expresada para movilizar a quien reciba tus palabras.

2. Otra opción para darle un sentido al tú al que debes interpelar es hablarle al objeto lírico ¿Cómo hablarle a un
objeto lírico? Imagina cualquier objeto que te pueda servir como eje para el poema, ya sea una persona, un
colectivo de personas, una cosa o una cosa personificada. Si decidimos que nuestro objeto será un gato, debes
dirigirte a este gato como si pudiera escucharte y entenderte, diciéndole por ejemplo: “gato, tú que naciste animal
y te convertiste en el dios de los rincones de mi casa, recuéstate conmigo en los infiernos de mi cama.”

3. Recuerda que en un mismo poema podemos encontrar más de una actitud lírica. Esto quiere decir que puedes
usar predominantemente la actitud apostrófica y también usar en ciertos versos o estrofas una actitud enunciativa
o carmínica sin que haya un conflicto en la coherencia del poema.

El hablante lírico es el que transmite sus sentimientos y emociones, el que habla en el poema para expresar su
mundo interior. El hablante puede adoptar las siguientes actitudes líricas:

Actitud de canción o carmínica

Es la actitud más plenamente lírica, en que la expresión de los sentimientos predomina en forma casi absoluta. La
calificación de carmínica procede de carmen, que en latín significa canción.

La actitud carmínica o de la canción sólo podemos definirla conociendo otros dos conceptos integrantes de un
texto poético: el hablante lírico y la actitud lírica.

El hablante lírico es la voz ficticia que construye el poeta para expresar su subjetividad dentro del texto lírico. Este
hablante lírico adoptará una actitud lírica como modalidad de enunciación. Existen tres tipos de actitudes líricas,
una de las cuales es la llamada carmínica o de la canción.
La actitud carmínica o de la canción es aquella en la cual el hablante lírico expresa sus sentimientos, emociones y
mundo interior, siendo la actitud lírica por excelencia. Su nombre proviene del vocablo latín carmen que significa
canción, por lo que el poema que presenta una actitud carmínica es el canto del poeta sobre sí mismo, su mundo
anímico y sentimental.

CARACTERÍSTICAS DE LA ACTITUD CARMÍNICA

La actitud carmínica o de la canción es una de las tres actitudes líricas que puede adoptar el hablante en un texto
poético. Se caracteriza por expresar los sentimientos y mundo interior del propio hablante. Por la razón anterior, el
pronombre y los verbos estarán predominantemente en 1ra persona. Es la actitud lírica donde se aprecia una
mayor subjetividad. Un ejemplo de poema cuyo hablante lírico presenta actitud carmínica lo encontramos en el
texto siguiente de Juan Ramón Jiménez: “Yo no soy yo. /Soy este /que va a mi lado sin yo verlo; /que, a veces, voy a
ver, /y que, a veces, olvido.”

Otro ejemplo lo encontramos en la Rima LXVIII de Gustavo Adolfo Bécquer, cuyos versos dicen: “No sé lo que he
soñado /en la noche pasada. /Triste, muy triste debió ser el sueño, /pues despierto la angustia me duraba.”

Así, el hablante lírico que adopta la actitud carmínica hablará desde la primacía de su subjetividad.

CANTARES O COPLAS

La copla es una forma poética que sirve para la letra de canciones populares. Su nombre proviene de la voz latina
copŭla, "enlace", "unión".

El término se utiliza sobre todo para designar un tipo de estrofa de tradición popular compuesta por tres o cuatro
multiversos de arte menor, generalmente octosílabos,1 dispuestos en forma de cuarteta de romance o tirana (8- 8a
8- 8a), de seguidilla (7- 5a 7- 5a) o de redondilla (8a 8b 8b 8a), con rima asonante o consonante.

Aunque esta forma es característica de la tradición popular anónima, ha sido cultivada también por escritores como
Evelyn Bermúdez, Rafael Alberti, y Federico García Lorca. La influencia entre la corriente anónima de la copla y sus
cultivadores en la literatura ha sido mutua: los poetas se han inspirado en el modelo popular para construir coplas
que, a su vez, a menudo han sido recogidas por la tradición e incorporadas a su caudal, con olvido de su autor.
Como escribe Manuel Machado,

Diferentes tipos de coplas

Las coplas de arte menor se pueden dividir en: cuarteta de romance, seguidilla y redondilla.

-Cuarteta de romance: esta cuarteta está compuesta por versos octosílabos, con el primero y el tercero libres, y el
segundo y cuarto con rima asonante.

-Seguidilla: tiene el primero y el tercer verso, heptasílabos con rima libre. El segundo y el cuarto son pentasílabos
con rima asonante.

-Redondilla: tiene versos octosílabos, con el primero y el cuarto que riman entre sí, y el segundo y el tercero,
rimando entre sí.
Coplas de arte mayor: son las coplas compuestas por ocho versos con doce sílabas cada uno (dodecasílabos). De
estos versos, riman entre sí: el primero con el cuarto, quinto y octavo; el segundo con el tercero; el sexto con el
séptimo.

LA ELEGÍA

La elegía es un subgénero de la poesía lírica que designa un poema de lamentación. La actitud elegíaca consiste en
lamentar cualquier cosa que se pierde: la ilusión, la vida, el tiempo, un ser querido, un sentimiento, etc. En la
antigüedad grecolatina, sin embargo, el verso elegíaco hacía referencia exclusivamente al tipo de metro empleado,
el llamado dístico elegiaco. La elegía funeral (también llamada endecha o planto en la Edad Media) adopta la forma
de un poema de duelo por la muerte de un personaje público o un ser querido, y no ha de confundirse con el
epitafio o epicedio, que son inscripciones ingeniosas y lapidarias que se grababan en los monumentos funerarios,
más emparentados con el epigrama, otro género lírico.

Una elegía es una composición lírica de tono melancólico en la que el yo lírico lamenta la muerte de una persona.

El género se ha cultivado desde la Antigüedad clásica cuando se caracterizaba por una estructura métrica fija (una
serie de dísticos), y una temática más variada. Además de la muerte, las elegías trataban catástrofes, desamores,
derrotas, guerras, exaltaciones patrióticas y el amor.

Durante la Edad Media, escritores españoles escribían plantos, poemas elegíacos, cuya temática se limitaba
generalmente al tema de la muerte.

Algunos ejemplos son Coplas que fizo don Jorge Manrique que a la muerte del Maestre de Santiago don Rodrigo
Manrique, su padre, de Jorge Manrique y Plancto que fizo la Virgen el día de la Pasión de su fijo, de Gonzalo de
Berceo. En el Renacimiento el género adquiere una influencia de Petrarca, como se puede apreciar en las elegías de
Garcilaso de la Vega. La composición es más cuidada y compleja en las elegías de escritores barrocos, como Lope de
Vega y Luis de Góngora, y surgen varios subgéneros elegíacos, como el epicedio y la endecha. El género sigue
cultivándose en los siglos siguientes, especialmente en el siglo XX, cuando salen elegías de la pluma de Miguel de
Unamuno, Federico García Lorca, Vicente Aleixandre y Miguel Hernández, entre otros.

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